Mensaje 4
El libro de Exodo revela la clase de gente que Dios puede usar en Su economía para cumplir Su propósito. En este libro, vemos que la intención de Dios consiste en tener un pueblo que le edifique una morada en la tierra. Por consiguiente, al final de Exodo, se levanta el tabernáculo como la morada de Dios. Además, se necesita también un ejército que combata por los intereses de Dios a fin de cumplir Su propósito. Los hijos de Israel salieron de Egipto como un pueblo, y enseguida formaron un ejército. Desde el tiempo en que fueron redimidos hasta la conquista de la buena tierra, ellos tuvieron que vencer a los enemigos, particularmente a los que habían ocupado y poseído totalmente la tierra prometida a ellos. Si los hijos de Israel querían disfrutar de la buena tierra, cumplir el propósito de Dios y edificar un templo como testimonio de Dios en la tierra, debían luchar para liberar la tierra de la mano usurpadora del enemigo. Por tanto, el ser útil a Dios está relacionado con la edificación de Su morada y con la lucha por Sus intereses en la tierra.
La vida que le es útil a Dios en estos asuntos es la vida femenina. No obstante, según el concepto natural, debería ser la vida masculina la que es útil a Dios. Eso se debe al hecho de que los hombres son buenos luchadores, mientras que las mujeres son consideradas como las más débiles.
Pocos lectores de Exodo uno y dos han visto el tema subyacente que une estos capítulos. El capítulo uno muestra que el pueblo de Dios se encontraba bajo cautiverio. El dos revela la manera en que Dios preparó a una persona para salvar a Su pueblo del cautiverio. El tema subyacente es el siguiente: Dios necesita cierta clase de vida tanto para preservar a Su pueblo como para preparar un salvador que los libere del cautiverio. La preservación del pueblo y la preparación del salvador se cumplieron solamente por medio de la vida femenina.
En la Biblia, el concepto de un “varón” tiene mucho significado. Por supuesto, se refiere a un hombre, pero indica también una vida independiente. Además, se refiere a Cristo como el único varón en el universo. Todos los hermanos casados deben darse cuenta de que son simplemente maridos en sombra y que el verdadero marido es Cristo. Dios es el único marido; ésta es la razón por la cual leemos en Isaías 54:5 “porque tu marido es tu Hacedor”. En el Antiguo Testamento, Dios consideró a Su pueblo como Su esposa (Os. 2:19). Un israelita formaba parte de la esposa corporativa de Dios, fuese varón o hembra.
En la Biblia, la palabra “marido” indica la autoridad, y también una vida independiente. Cuando hablamos de un varón en sentido positivo, nos referimos a un solo marido que es la cabeza y que tiene una vida independiente. Por ser el único marido en el universo, Dios es la única Cabeza y El tiene la única vida independiente. Decir que Dios necesita depender de alguien o de algo constituye una blasfemia. También lo es pretender que nosotros nos podemos independizar de El.
Como mujeres, las hermanas casadas no deberían usurpar la autoridad, ni vivir de una manera independiente. Por el contrario, deben llevar una vida que depende de sus maridos, los cuales no son más que sombras del Señor como el verdadero marido. Los hermanos casados son maridos en sombra con respecto a sus esposas, pero en realidad son hembras con respecto al Señor. Por tanto, ellos no deben usurpar la autoridad del Señor ni llevar una vida independiente. Ellos también deben ser sumisos y llevar una vida de dependencia.
Dios es la cabeza de Cristo (1 Co. 11:3). No es correcto decir que Dios es nuestra cabeza, pues Cristo es cabeza del hombre.
1 Corintios 11:3 dice: “Cristo es la cabeza de todo varón”. En Sí mismo, Cristo no es la cabeza de todo varón; El es la cabeza de todos los hombres bajo la autoridad de Dios.
Así como Cristo es la cabeza de todo varón, “el varón es la cabeza de la mujer” (1 Co. 11:3). No obstante, el hombre no debe ser la cabeza de la mujer en si mismo. El debe ser la cabeza sólo cuando él mismo está bajo la autoridad de Cristo.
Por una parte, Cristo se encuentra bajo la autoridad de Dios, y por otra, El es la cabeza de todo varón. Del mismo modo, el hombre, por una parte, debe estar bajo la autoridad de Cristo, y por otra, debe ser la cabeza de la mujer. Estar bajo la autoridad y ser la cabeza de otros al mismo tiempo no es un asunto fácil. Pero en la vida de Cristo, vemos un ejemplo excelente de la manera en que funciona esto. Los cuatro evangelios revelan que Cristo se encontraba siempre bajo la autoridad de Dios. No obstante, El era simultáneamente la cabeza de todos Sus discípulos. Cristo jamás fue independiente del Padre. En Juan 5:30, El dijo: “no puedo Yo hacer nada por Mi mismo”, y en Juan 5:19, El dijo: “De cierto, de cierto os digo: no puede el Hijo hacer nada por Si mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. El Hijo está siempre bajo la autoridad de Dios el Padre. No obstante, El también ejerció autoridad sobre otros. Por ejemplo, El disciplinó a Pedro de manera muy estricta cada vez que éste actuaba como si él fuese la cabeza y vivía de una manera independiente. El Señor corrigió a Pedro mostrándole la autoridad de Cristo. Así como Cristo se encontraba bajo la autoridad de Dios el Padre, Pedro tenía que estar bajo la autoridad de Cristo. Así vemos que Dios es la cabeza de Cristo y que El, bajo la autoridad de Dios es la cabeza de todo hombre. Del mismo modo, el hombre, bajo la autoridad de Cristo, es la cabeza de la mujer.
Como un cuadro de la relación entre Dios y el hombre, el hombre representa a Dios, y la mujer representa al hombre. En este sentido, el hombre, que representa a Cristo, simboliza la vida independiente. En cuanto a estar bajo la autoridad de Dios, Cristo tiene una vida dependiente. Pero en cuanto a ser la cabeza de todo varón, Cristo tiene una vida independiente. Esto significa que Cristo depende de Dios, pero es independiente de nosotros. En cuanto a Dios, la vida de Cristo es una vida dependiente. Pero en cuanto a nosotros, Su vida es independiente. El hombre representa a Cristo como aquel que tiene una vida independiente. En cuanto a Cristo, los hermanos casados llevan una vida dependiente, pero en cuanto a sus esposas, llevan una vida independiente.
Así como el hombre representa a Dios, la mujer representa al hombre en su relación con Dios. En este sentido, la mujer que representa al hombre simboliza la vida dependiente. Vemos dos aspectos en el hombre: la dependencia y la independencia. Pero en la mujer sólo vemos la dependencia. El que no ha permitido a la mujer llevar una vida independiente es Dios, y no el hombre.
El hombre no debe ser un varón, sino una “hembra”, alguien que lleva una vida de dependencia hacia Dios. Esta vida “femenina” es la única que es útil para Dios. En Exodo, un libro de cuadros, esta vida femenina es representada por las parteras del capítulo uno y por todas las mujeres del capítulo dos, a saber, la madre y la hermana de Moisés, la esclava, la hija de Faraón, y las hijas del sacerdote de Madian. Todos los hombres deben ser estas “hembras”.
La independencia del hombre hacia Dios es una rebelión. En el momento en que nos independizamos, nos rebelamos en contra de Dios. La vida masculina es independiente y rebelde, y por esta razón, Dios no la puede usar para cumplir Su propósito.
Si una mujer lleva una vida independiente, ella se convierte en un “varón”. Actualmente muchas mujeres se han convertido en “varones”. Esta es la razón principal por la cual muchos se separan y divorcian.
Todos nosotros, hermanos y hermanas, debemos ser “hembras” y vivir por la única vida que es útil para Dios. Si queremos ser “hembras”, debemos depender del Señor. En Génesis 2, el árbol de la vida representa la dependencia, y el árbol del conocimiento del bien y el mal representa la independencia. La vida nos hace siempre dependientes, mientras que el conocimiento siempre nos independiza. Por ejemplo, antes de enseñar algo a un niño, éste depende de usted en cuanto a este asunto. Pero en cuanto él aprende este punto particular, él se enorgullece y se independiza. Por el contrario, la vida nos hace dependientes de Dios. Dios desea que escojamos la vida en lugar del conocimiento. Esto significa que El quiere que escojamos la dependencia en lugar de la independencia.
Llevar una vida independiente significa vivir por el árbol del conocimiento, pero llevar una vida dependiente significa vivir por el árbol de la vida. El vivir por el árbol de la vida es en realidad vivir por el Señor mismo. En Juan 15, la vid es un ejemplo excelente de una vida dependiente. Juan 15:5 dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; él que permanece en Mi, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separado de Mi, nada podéis hacer”. Todas las ramas de la vid dependen de ésta. Permanecer en la vid significa depender de ella. Por tanto, en cuanto a permanecer, no puede haber ninguna independencia.
La gente mundana no es la única en llevar una vida independiente, ya que muchos cristianos también llevan una vida independiente de Dios. Por esta razón, la gran mayoría de los cristianos ya no le son útiles a Dios. Por tanto, tenemos que aprender que debemos llevar una vida en constante dependencia de Dios, no importa si somos varones o hembras. Por mucho que hayamos estado con el Señor, todavía debemos depender de El para nuestra vida. Por ejemplo, no podemos dejar de comer, beber y respirar. ¡Cuán insensato sería que una persona dijera que ya no necesita respirar porque lo ha hecho durante setenta años! La vida no puede parar. La estrategia de Dios consiste en colocarnos en una posición donde debemos depender de El. Debemos orar: “Señor, fuera de Ti, no puedo hacer nada. Debo permanecer en Ti y tomarte como mi vida. Debo comer del árbol de la vida cada día. Señor, quiero llevar una vida ”femenina", una vida que depende siempre de Ti". Esta es la clase de vida que Dios puede usar para cumplir Su propósito.
A la edad de cuarenta años, Moisés llevaba una vida independiente y “masculina”. El actuaba independientemente de Dios, y ejercitó su fuerza natural para matar a un egipcio. Moisés era verdaderamente un “varón” independiente. No obstante, durante los cuarenta años en los cuales Moisés fue descartado, Dios le enseñó que no debía usar su vida masculina. Adiestrar a un varón para que lleve una vida femenina no es nada fácil. No obstante, en los cuarenta años siguientes, Moisés aprendió a ser una hembra. Durante el tercer periodo de cuarenta años, de los ochenta años a los ciento veinte, Moisés llevó la vida de una hembra. En un sólo caso, cuando golpeó la roca por segunda vez, él se independizó de Dios (Nm. 20:7-13). Por actuar como varón en esta ocasión Moisés ofendió al Señor, por tanto se le negó el privilegio de entrar a la buena tierra.
Generalmente los lectores de la Biblia consideran a Moisés como el líder de los hijos de Israel. No obstante, Moisés no tenía este concepto de sí mismo; él nunca tomó la posición de líder. Cuando los hijos de Israel se rebelaron contra Moisés, él consideró eso como una rebelión en contra de Dios y no en contra de sí mismo. Moisés fue simplemente al Señor y le presentó los problemas. Al hacer eso, Moisés honró al Señor como la cabeza, como el único varón. Esto indica que Moisés llevaba una vida femenina, una vida que dependía de Dios.
Vemos la vida femenina no solamente en los capítulos uno y dos de Exodo, sino también en todos los capítulos siguientes. Hemos señalado que Moisés fue adiestrado para llevar una vida femenina. Además, todos los guerreros llevaban tal vida que dependía de Dios. Si usted no ha aprendido a ser hembra, no podrá luchar por el reino de Dios. Dios usa solamente guerreros femeninos. Esto significa que si usted lleva una vida masculina independiente, no es útil en cuanto a la guerra espiritual.
Deseo recalcar el siguiente punto: ser varón significa ser independiente de Dios. Por ejemplo, un marido que trate a su esposa independientemente de Dios, su esposa lo tratará de la misma manera. Esto significa que tanto el marido como la mujer pueden ser “varones” en sentido negativo. Pero nosotros no debemos ser estos “varones”, los que son independientes de Dios. Debemos ser “hembras”, aquellos que dependen de Dios y que no hacen nada aparte de El. En todo lo que decimos o hacemos, debemos depender de El. Si tal es el caso, entonces somos verdaderas “hembras” llevando una vida dependiente.
La historia de la iglesia revela que cuando existe esta vida “femenina”, Dios puede hacer algo para Su propósito. Tome el ejemplo de Martín Lutero. El era un hombre que aprendió a depender de Dios. Sin lugar a dudas, Lutero nació con una voluntad firme. No obstante, él aprendió a depender del Señor. El no vivió ni actuó como un “varón” fuerte, sino como una “hembra” dependiente.
El apóstol Pablo era también esta clase de “hembra”. Sus escritos testifican de esto. Como “hembra”, Pablo no hizo nada independientemente del Señor. Su obra, su comportamiento, y sus acciones eran el resultado de una vida que dependía de Dios.
En la Biblia, el pueblo de Dios es comparado con una hembra. En el Antiguo Testamento, Dios dijo a Su pueblo que El era el marido y que ellos eran Su esposa. Aún el rey David, un guerrero poderoso, formaba parte de esta mujer corporativa. El marido de los hijos de Israel no fue David, sino Dios.
Cuando los israelitas se rebelaron contra Dios, tomaron la posición de marido, lo cual fue como si se divorciaran de Dios. Al separarse del Señor de esta manera, actuaron independientemente de El. Pero Dios fue misericordioso y los volvió a llamar a Si mismo como el verdadero marido.
En el Nuevo Testamento, los creyentes de Cristo son considerados vírgenes. En Mateo 25:1, el Señor Jesús compara a Sus discípulos con unas vírgenes. Además, en 2 Corintios 11:2, Pablo afirma “porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Como creyentes, nuestra posición y nuestra vida deben ser la de una virgen. Cristo es el único marido, y ante Sus ojos, todos somos vírgenes.
Efesios 5:25 dice: “maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Si mismo por ella”. Aquí vemos que Cristo ama a la iglesia como Su complemento, Su esposa. Por tanto, la iglesia nunca debe independizarse, nunca debe ser un “varón”, sino una “hembra”. Esta es la razón por la cual usamos el pronombre femenino cuando hablamos de la iglesia. La iglesia debe siempre llevar una vida que depende de Cristo.
Apocalipsis 19:7 dice: “gocémonos y alegrémonos y démosle gloria. Porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado”. Esto se refiere al casamiento de Cristo con la Nueva Jerusalén como Su novia en el milenio. Cuando vuelva Cristo, El no se casará con un “varón”, sino con una hembra, una novia.
Por la eternidad, la Nueva Jerusalén será la esposa de Dios (Ap. 21:2-3, 9). Esto indica que por la eternidad en el cielo nuevo y la tierra nueva llevaremos una vida dependiente.
Todos debemos llevar esta vida dependiente en las iglesias locales hoy en día. Ninguno de nosotros debe comportarse como “varón”. Los problemas existentes entre los cristianos y en las iglesias se deben a hermanos y hermanas, que llevan una vida independiente y “varonil”. Cada vez que hermanos o hermanas en las iglesias locales vivan como “varones”, habrá problemas. ¡Cuanto debemos aprender a no vivir independientemente de Dios! Si aprendemos esta lección, nos daremos cuenta de que no debemos hacer ciertas cosas; no porque estén mal, sino porque al hacerlas, nos independizaríamos de Dios. Si todos tenemos un temor sano de la independencia, no habrá ningún problema en la vida de iglesia. Además, no habrá problemas entre las parejas casadas. Todos los problemas en la vida de iglesia, en la vida matrimonial, y entre los santos provienen de una sola fuente, y ésta fuente es la independencia. Debemos parecernos a las parteras de Exodo; debemos orar: “Señor, no quiero ser un “hombre” fuerte, lleno de opiniones, e insistiendo siempre en mi manera. Señor, quiero ser como las parteras de Exodo 1 y como las parteras de Exodo 2”.
Como lo vimos, cuando Moisés se enfrentó a Faraón, Moisés no era un “varón”. En sus tratos con Faraón, él era una “hembra”, que dependía de Dios. Moisés no tomó ninguna decisión ni propuso nada. Todo lo que él hizo fue iniciado por Dios. Moisés honró a Dios como el único iniciador.
Vemos muy claramente la obra iniciadora de Dios en la construcción del tabernáculo. Moisés no se despertó una mañana con la idea de construir un tabernáculo para Dios. Por el contrario, él fue llamado por Dios a subir al monte donde le reveló lo que se encontraba en Su corazón y entonces le encargó construir el tabernáculo conforme al modelo que El le había mostrado en el monte (25:40). Dios no le dio ninguna oportunidad a Moisés para tomar decisiones independientes. Moisés debía depender de Dios en todos los detalles. Esta es la vida que Dios puede usar para Su propósito.
En estos días, hemos hablado mucho del perfeccionamiento de los santos para la edificación del Cuerpo de Cristo. Si queremos ser usados para perfeccionar a los demás, nosotros mismos debemos llevar una vida dependiente. La única vida que el Señor desea ver perfeccionada es la vida dependiente. Si vivimos u obramos de manera independiente de Dios, el resultado de nuestra labor será que otras vidas sean perfeccionadas para ser independientes. Una vida dependiente es la única que puede producir una vida dependiente. Sólo una vida que depende de Dios en todas las cosas puede perfeccionar a los demás para ser “hembras”. Supongamos que cierta persona es muy fuerte en sí misma, confiando en sus habilidades, propuestas y decisiones. Esta persona puede producir únicamente vidas independientes, personas capaces e independientes de Dios. El resultado de esta labor no será la Nueva Jerusalén, sino Babilonia la Grande, una ciudad independiente de Dios y que se rebela en contra de El. No obstante, la iglesia es una hembra. Como hembra, ella no tiene la autoridad, ni lleva una vida independiente. Su cabeza es Cristo, y su vida es una vida dependiente. Esa debe ser la situación de la iglesia hoy en día. Si deseamos perfeccionar a los demás correctamente y edificar a la iglesia, necesitamos esta vida “femenina”.
La razón por la cual la iglesia en todos estos años ha sido derribada en lugar de edificada es que los llamados edificadores han sido demasiado independientes. Han sido varones en lugar de hembras. No obstante, le damos gracias al Señor porque ha habido un pequeño número de personas dispuestas a llevar una vida “femenina”, una vida que depende del Señor.
Este es el punto crucial: no se trata de cuanto podamos hacer, sino de cuanto dependemos del Señor. Hemos señalado que en Juan 15:5, el Señor Jesús afirma que separados de El no podemos hacer nada. Nosotros conocemos estas palabras, pero en nuestro diario vivir las olvidamos a menudo y las dejamos a un lado. Sin embargo, el apóstol Pablo las practicaba. En 1 Corintios 2:3, Pablo dijo “Y estuve entre vosotros con debilidad, y temor y mucho temblor”. Pablo tenía miedo de hacer algo por si mismo, sin depender del Señor. ¡Cuanto necesitamos de este temor hoy en día! Que el Señor nos tenga misericordia y nos conceda esta clase apropiada de temor. Si lo tenemos, tendremos miedo de decir o de hacer algo por nosotros mismos, algo que no dependa de Dios.
Todo lo que hacemos independientemente del Señor es rebelión. Aún nuestra predicación del evangelio o la ayuda que proporcionamos a los santos puede ser una forma de rebelión. Podemos hacer muchas cosas para ayudar a las iglesias, pero todo lo que hacemos puede ser una rebelión porque está hecho de manera independiente del Señor.
Estoy agradecido por la luz que el Señor nos ha mostrado acerca de la vida femenina en el libro de Exodo. La única vida que le es útil a El es la vida femenina. Todos debemos aprender que Dios no usa jamás la vida masculina. Las mujeres del capítulo uno fueron usadas para preservar a los hijos de Israel, y las mujeres del capítulo dos fueron usadas para preparar el vaso que el Señor había levantado. Finalmente, Moisés mismo fue adiestrado para ser una “hembra”; llegó a ser como las parteras del capítulo uno y las distintas mujeres del capítulo dos. Por ser una “hembra” que cumplía el propósito de Dios, él pudo ser usado por Dios. Pero aún Moisés, en una ocasión cuando él fue provocado por los hijos de Israel en el desierto, actuó como varón, y al hacer esto perdió la bendición de Dios. En la economía del Señor y en Su mover hoy en día en Su recobro, todos debemos tener cuidado, temer y temblar para no actuar independientemente de Dios. Que todos veamos que Dios nos puede usar únicamente si somos “hembras” que dependen de El en todo tiempo y en todas las cosas. Es crucial que aprendamos del Señor que sólo la vida “femenina” es útil a El.