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Mensaje 44

Beber del agua de vida

(2)

  Lectura Bíblica: Éx. 17:3, 6; Jn. 7:37-39; 4:10, 14; 1 Co. 10:4; 3, 12:13; Ap. 21:6; 22:1-2, 17; Hch. 2:17, 21

  En este mensaje estudiaremos lo que la Biblia revela acerca de la manera de beber el agua de vida. Puedo testificar que he dedicado más de treinta años para descubrir cómo beber el agua viva. En el mensaje anterior, señalé que a pesar de haber predicado mucho acerca de beber el agua viva, yo mismo no sabía cómo hacerlo. Finalmente me dije a mí mismo: “Tú que predicas tanto acerca de beber, ¿sabes cómo beber?” Tuve que reconocer que no sabía. Me di cuenta de que me urgía encontrar la manera adecuada de beber. ¿Qué haría, si después de un mensaje sobre éste tema, alguien me preguntara cómo beber? Supongamos que alguien se le acerca y le dice: “Creo que Cristo es el agua viva, y tengo sed de El. Por favor dígame cómo beber de esta agua viva”. ¿Qué le contestaría?

  No todos los secretos divinos en la Biblia son revelados de manera clara y evidente. En Su sabiduría, Dios a veces revela Sus secretos de una manera un tanto escondida. Estos secretos se encuentran en la Biblia y son revelados en ella, pero no están expuestos abiertamente. Por ejemplo: la Biblia nos exhorta a creer, pero no nos dice cómo. Durante años, al predicar el evangelio he exhortado a la gente a creer en el Señor. Siempre que alguien me ha preguntado cómo creer, me he confundido. ¿Qué diría usted si alguien le pregunta cómo creer en el Señor Jesús? ¿le diría, de manera doctrinal, que la fe viene por el oír? Si usted le dijera simplemente que debe creer, ¿qué haría si le preguntaran cómo pueden creer? La mejor respuesta es que creemos al invocar el nombre del Señor Jesús. En cuanto a la manera de creer no debemos dar respuestas complicadas a los incrédulos. No trate de explicarles que al creer entramos en una unión orgánica con el Señor. Estas explicaciones sólo los confundirán. Simplemente dígale a los que desean creer en el Señor que abran sus bocas e invoquen: “Oh Señor Jesús”. La manera de creer en el Señor es invocar Su nombre.

  Así como la Biblia no nos enseña la manera de creer, tampoco nos enseña la manera de beber el agua de vida. Las Escrituras simplemente dicen que si tenemos sed, debemos acudir al Señor y beber. Si vamos al Señor y le preguntamos cómo beber, El podría contestar: “Si tienes sed y deseas beber, simplemente bebe”. Aprendemos a beber bebiendo. Por tanto, la manera de beber es algo parecido a la manera de creer en el Señor. Al considerar este asunto de cómo beber, quisiera presentar de una manera sencilla, pero práctica, lo que he aprendido durante más de treinta años de estudio. Esta palabra se dirige a los que creen en el Señor y no a los incrédulos.

I. EN LA POSICION ADECUADA PARA BEBER

  Como creyentes hemos sido colocados en una posición para beber. Este es el primer aspecto de la ciencia del beber. Primera Corintios 12:13 dice: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Mediante el bautismo fuimos colocados en la posición para beber. Siempre y cuando hayamos sido bautizados en el Señor, tenemos la posición para beber el agua viva. Antes de ser salvos, estábamos muy lejos del agua viva. Pero ahora que hemos sido salvos, fuimos devueltos al agua y colocados en una posición para beber de ella. Por ejemplo: en nuestro local de reunión hay una fuente de agua. No obstante, si queremos beber de esta fuente, nuestra boca debe estar en la posición adecuada. Del mismo modo, para beber del agua viva, primero debemos ser colocados en la posición para beber. El bautismo nos da esta posición. Le agradecemos al Señor que todos fuimos colocados en posición para beber.

II. LA NECESIDAD DE TENER SED

  Aunque nos encontramos en la posición para beber, no beberemos si no tenemos sed. Se necesita sed para beber del agua de vida (Éx. 17:3a; Jn. 7:37; Ap. 21:6). En la actualidad, millones de cristianos no tienen sed del Señor. ¡Qué gran misericordia es que tengamos sed! Puedo testificar que día tras día, tengo sed del agua viva. Si no oro por un período de tiempo, siento sed. Es una misericordia que tengamos sed del agua viva, particularmente cuando tantos cristianos no la tienen. Muchos de nosotros podemos testificar que durante el día sentimos una sed dentro de nosotros. Esta sed nos lleva a orar y a entrar en contacto con el Señor. De manera sencilla, podemos decir: “Señor Jesús, tengo sed de ti y deseo tener contacto contigo”. Si sentimos que nuestra sed no es apropiada, quizás necesitamos orar: “Señor, aumenta la sed dentro de mi”. Todos necesitamos esta sed por el Señor.

III. ACUDIR AL SEÑOR

  También debemos acudir al Señor. En Juan 7:37, el Señor Jesús invita a los sedientos a acudir a El y a beber. Del mismo modo, el Espíritu y la novia invitan a venir y a beber del agua de vida (Ap. 22:17). Aunque fuimos colocados en una posición para beber y tenemos sed, necesitamos acudir al Señor continuamente. Debemos acudir a El cada momento, aún las veinticuatro horas del día. Si le decimos al Señor que deseamos acudir a El todo el día, ciertamente El contestará a nuestra oración. Dígale al Señor: “Señor, no quiero dejar de acudir a Ti. Deseo acudir a Ti las veinticuatro horas del día, aún cuando estoy dormido”. No importa lo que estemos haciendo, podemos acudir al Señor cuando le invocamos. Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, acudimos a El.

IV. PEDIRLE AL SEÑOR

  Si queremos beber del agua de vida, debemos pedirsela al Señor. En Juan 4:10, el Señor le dijo a la samaritana: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y El te habría dado agua viva”.

V. INVOCAR AL SEÑOR

  Aunque hayamos sido colocados en la posición de beber, tengamos sed, acudamos al Señor y le pidamos, en realidad no bebemos hasta que invocamos el nombre del Señor (Hch. 2:21). En 1 Corintios 12, encontramos el secreto de beber. El versículo 13 dice que a todos se nos ha dado a beber de un solo Espíritu, y el versículo 3 declara que nadie puede decir Señor Jesús si no en el Espíritu Santo. Beber del Espíritu significa invocar: “Señor Jesús”. Cuando invocamos el nombre del Señor de esta manera, espontáneamente bebemos el agua viva.

  En 1 Corintios 12, vemos que el agua es el Espíritu, pues el versículo 13 habla de beber de un solo Espíritu. La manera de beber del Espíritu consiste en invocar el nombre del Señor. Si tenemos sed e invocamos: “Señor Jesús”, inmediatamente bebemos del Espíritu. Nuestro invocar es nuestro beber. Según 1 Corintios 12:3, cuando invocamos “Señor Jesús”, estamos en el espíritu. Puedo testificar que cuando invoco al Señor desde lo profundo de mi espíritu, tengo la convicción y la conciencia de que estoy en espíritu tocando al Señor.

  Durante muchos años, estuve confundido con lo que Pablo dijo en 1 Tesalonisenses 5:17, acerca de orar sin cesar. Me preguntaba cómo podía orar sin cesar. Ahora me doy cuenta de que podemos orar sin cesar simplemente al invocar continuamente el nombre del Señor Jesús. El secreto de beber del Espíritu en 1 Corintios 12 es también el secreto de orar sin cesar. Ya que podemos invocar al Señor sin cesar, podemos orar sin cesar. Excepto cuando estamos dormidos, podemos invocar continuamente el nombre del Señor. Quizás el invocar al Señor se convierta finalmente en parte de nuestro vivir que hasta invoquemos cuando estemos dormidos. Nosotros los que buscamos al Señor y tenemos sed de El, debemos invocar Su nombre continuamente. Siempre que invocamos: “Señor Jesús”, sentimos dentro de nosotros que el Señor es verdaderamente uno con nosotros en el espíritu.

  Podemos invocar al Señor en cualquier lugar y en cualquier momento. Cuando usted está a punto de perder la calma, invoque: “Señor Jesús”. En vez de tratar de suprimir su enojo, invoque el nombre del Señor Jesús. Si usted invoca al Señor en ese momento, el agua viva subyugará su enojo. Invocar al Señor significa verdaderamente beber del agua viva.

  Algunos cristianos no están de acuerdo en invocar el nombre del Señor y prefieren tener contacto con El de manera silenciosa. No estoy diciendo que debemos invocar el nombre del Señor de una manera ruidosa. No obstante, deseo señalar que invocar el nombre del Señor ocupa un lugar importante en las Escrituras. La palabra hebrea traducida invocar significa clamar, gritar, es decir, exclamar. La palabra griega traducida invocar significa llamar a una persona por su nombre. Por tanto, invocar según la Biblia significa llamar a una persona por su nombre en voz alta. Aunque se puede orar silenciosamente, invocar debe ser audible. El Señor Jesús es una persona viva, cercana y disponible. Siempre que invocamos Su nombre, El responde.

  Durante muchos años, yo fui un cristiano silencioso. Las reuniones a las que asistía eran tan silenciosas que se podía oír la caída de un alfiler. No obstante, finalmente empecé la práctica de invocar el nombre del Señor según la Biblia. Cuando invocamos Su nombre, bebemos del agua viva.

  Hemos señalado que la palabra invocar significa gritar o llamar a una persona por su nombre. Esta palabra implica la oración. Indica que mientras invocamos: “Señor Jesús”, acudimos a El en oración. Por tanto, no sólo invocamos el nombre del Señor, sino que también acudimos a El y al invocar Su nombre, le oramos a El. Suponga que invoque: “Señor Jesús”, mientras esté conduciendo su automóvil. Esto no es simplemente el invocar el nombre del Señor, sino también una manera de acudir y orarle a El. Beber del agua viva correctamente equivale a invocar el nombre del Señor.

  Deseo recalcar el hecho de que podemos beber del agua viva al invocar al Señor en cualquier momento y en cualquier lugar. Durante años, tuve el concepto de que debía ser formal en mi contacto con el Señor. Pensaba que antes de poder contactarlo en oración, debía estar vestido apropiadamente y que debía ir a un lugar donde pudiese estar ante El o arrodillarme. Ahora disfruto el invocar al Señor en cualquier lugar y en cualquier momento. Al beber del agua viva, no me preocupa la formalidad en absoluto. Lo único que sé es que cuando invoco “Señor Jesús”, disfruto verdaderamente de El en cualquier lugar donde me encuentre.

  A veces tengo una carga pesada dentro de mí, espontáneamente empiezo a invocar al Señor, cuando me estoy vistiendo temprano por la mañana. ¡Qué disfrute! ¡Cómo se ha satisfecho mi sed! Al invocar al Señor de esta manera, interiormente soy fortalecido para llevar mi carga pesada.

  Algunos siguen pensando que cuando oramos al Señor y le invocamos, debemos ser educados y reverentes, orando en el momento y lugar apropiados. Este es un concepto religioso y no es nada práctico. El Señor es nuestra agua viva. Si nos preocupa más la educación o la reverencia que el beber, el Señor nos dirá: “No quiero tu reverencia, quiero que bebas del agua viva. No quiero que me reverencies; deseo que me bebas. La manera de honrarme es bebiéndome”. ¡Cuán diferente es esto del concepto religioso de reverencia y formalidad! Los que cantan solemnemente: “Santo, Santo, Santo” no beben mucho del Señor. En lugar de preocuparse por el formalismo religioso, digamos: “Señor Jesús, heme aquí. No estoy en un santuario adorándote de una manera religiosa. Estoy aquí para beberte al invocar tu nombre”.

  Anteriormente he alentado a los santos a dedicar un tiempo a solas con el Señor cada mañana. Aunque no me retracto de esto, ahora puedo decir que si usted sabe cómo beber del Señor, puede olvidarse de apartar cierto tiempo para contactarlo. Invoquemos al Señor dondequiera que estemos, en cualquier circunstancia en que nos encontremos. Cuando nos despertamos por la mañana, debemos beber del agua viva al invocar el nombre del Señor. A medida que nos aseamos y vestimos podemos beber del agua de vida. Debemos olvidarnos de todo formalismo y ocuparnos de beber del agua viva. Lo único que hace el formalismo es matar. Lo que necesitamos es ingerir al Señor Jesús de una manera pura invocandole. Entonces recibiremos el suministro de agua viva.

  Invocar al Señor de manera espontanea e informal es mucho mejor que acudir a El de una manera religiosa con reverencia, formalismo y solemnidad. Preferiría oír a los jóvenes invocar al Señor de camino al local que oír un coro cantar de una manera religiosa. ¡Qué bueno es oír a los santos invocar al Señor: “Señor Jesús, Te amo! Señor estoy aquí para beber de Ti y disfrutarte”. ¡Esto es mucho mejor que un servicio formal y religioso! Sé que esto podría disgustar a los religiosos. Pero sé de qué estoy hablando. Al beber del agua viva, a menudo me encuentro eufórico de gozo en el Señor. Los animo a practicar el invocar continuamente el nombre del Señor. Cuanto más le invoca, más bebe del agua viva.

  Hace poco, tuvimos comunión acerca de las opiniones y del daño que causan en la vida cristiana y en la iglesia. La manera de acabar por completo con nuestras opiniones consiste en invocar al Señor Jesús. Generalmente cuando tenemos opiniones fuertes, dejamos de invocar al Señor. Los que entran en argumentos raras veces invocan al Señor. Lo mismo pasa con una hermana que esté insatisfecha con su marido. Debido a su descontento, quizá no esté dispuesta a orar ni a invocar al Señor. A veces le recuerdo a esta hermana que aun cuando su marido la haya ofendido, el Señor Jesús ciertamente no lo ha hecho. Entonces le pregunto por qué no le habla al Señor. Pero a menudo la hermana se niega a invocar al Señor. Sin invocar, no se puede beber del agua viva. Por tanto, en lugar de suministro de vida, hay muerte y sequía. Rechacemos toda esta mortandad. Cuando usted esté a punto de discutir con su esposo o su esposa, beba del agua viva invocando el nombre del Señor.

VI. RECIBIR Y BEBER MEDIANTE EL CREER

  Finalmente, cuando recibimos el agua de vida la bebemos y la recibimos cuando creemos. Según Juan 7:39, recibimos el Espíritu como el agua viva al creer en Cristo. Apocalipsis 22:17 habla de recibir del agua de vida gratuitamente. Al invocar el nombre del Señor, recibimos espontáneamente el agua viva y la bebemos gratuitamente. Si invocamos al Señor, tendremos una fe viva. Cuanto más invoquemos, más creeremos, y cuanto más creamos, más recibiremos y beberemos del agua viva.

  El invocar el nombre del Señor soluciona todos nuestros problemas. Si usted está lleno de tristeza y preocupaciones, invoque al Señor. Si está desalentado, desanimado o distraído, invóquelo. Invóquelo cuando esté débil y cuando esté fuerte. Al invocar, recibirá y beberá el agua viva.

VII. BEBER Y ADORAR A DIOS

  Entre los cristianos, existe un problema fundamental, particularmente entre los que se encuentran en el cristianismo organizado, acerca de la adoración religiosa de Dios. Incluso muchos incrédulos tienen el concepto de adorar a Dios de una manera religiosa. Los que se interesan en Dios piensan que deben adorarlo como Aquel que es omnipotente y trascendente. Consideran al Dios todopoderoso como el objeto de su adoración. Este concepto forma parte de su misma naturaleza.

  Ya que la Biblia nos pide adorar a Dios, no podemos decir que este tipo de pensamiento está equivocado. Pero ¿cómo debemos adorarlo? En Juan 4:23 y 24, el Señor le dijo a la samaritana, que le había preguntado acerca de la adoración: “más la hora viene, y ahora es cuando los verdaderos adoradores adoraran al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”. La palabra del Señor revela claramente que debemos adorar a Dios. Sin embargo, todavía se preguntan cómo adorarlo. Los judíos y los musulmanes tienen su manera de adorar, los católicos, y los que están en las denominaciones tienen sus propias maneras. En realidad, todas las diferentes maneras religiosas de adorar están equivocadas. Hasta la samaritana en Juan 4 tenía un concepto erróneo de adorar a Dios. El Señor Jesús le reveló que la manera adecuada de adorar a Dios no consiste en estar en un lugar físico, sino en nuestro espíritu.

  Según Juan 4, adorar a Dios en nuestro espíritu consiste en beberlo a El. No tenga a Dios como un objeto de adoración al que puede adorar en espíritu. En este caso, el órgano (el espíritu) es correcto, pero la manera sigue equivocada. Postrarnos delante de Dios no es la manera adecuada de adorarle. Beberlo a El como el agua de vida sí lo es. Dios no desea ser el objeto de nuestra adoración. Al contrario, El viene como el agua viva para que le bebamos. Cuando bebemos de El como el agua de vida, le adoramos de una manera genuina. Beber al Señor con nuestro espíritu es adorarle de verdad.

  La reunión de la mesa del Señor es una reunión de adoración. Recordar al Señor en Su mesa es adorarle a El. La manera de adorar al Señor en esa reunión no es arrodillarnos ni postrarnos, sino comer del pan y beber del vino para recordarle a El. Comer y beber constituyen una verdadera adoración. No recordamos al Señor al usar nuestra mente para recordar ciertas cosas. Lo recordamos comiendo y bebiendo. Recordar al Señor comiendo y bebiendo es adorarle.

  Pocos cristianos han visto que Dios desea forjarse a Sí mismo dentro de nosotros. La mayoría de los creyentes sólo sabe que Dios es Dios, que somos Sus criaturas, que caímos y que, en Su amor por nosotros, El mandó a Su hijo para que muriera por nosotros en la cruz y cumpliera la redención. Los cristianos genuinos se dan cuenta también de que Cristo resucitó y que luego mandó al Espíritu Santo para llevarnos al arrepentimiento, y hacernos creer en El, para que lo recibamos a El como nuestro Salvador. Luego, según el concepto natural, la Biblia es usada como un libro de ética para enseñar a los creyentes a glorificar a Dios en su diario vivir. Finalmente, se les enseñan que después de su muerte o después de que el Señor vuelva, ellos pasarán a la eternidad con El. Por supuesto, la Biblia enseña esto. Sin embargo, estas enseñanzas son superficiales. No son el centro de la revelación de Dios en la Biblia. El centro de la revelación divina es que Dios nos creó y nos redimió a fin de forjarse a Sí mismo dentro de nosotros y ser nuestra vida. Nosotros en el recobro del Señor, debemos tener una visión completa de esta revelación. Si tenemos tal visión, nuestro concepto de adoración será regulado por ella.

  El Dios Triuno se forja a Sí mismo dentro de nuestro ser mientras comemos y bebemos de El. Como nuestro alimento y agua, El entra en nosotros para ser uno con nosotros orgánicamente. Lo que ingerimos al comer y beber se hace uno con nosotros de esta manera. Penetra nuestra fibra y se convierte en nuestro tejido orgánico. Cuando los alimentos que ingerimos al comer y beber son digeridos y asimilados, llegan a ser nuestro constituyente. Por tanto, somos una constitución de lo que comemos y bebemos. Lo mismo pasa tanto en la esfera espiritual como en la esfera física. Mediante comer y beber, la novia se hace uno con el Espíritu. Según Apocalipsis 22:17, el Espíritu y la novia hablan como uno para llamar a los sedientos a beber del agua de vida.

  Si vemos que la intención de Dios es forjarse a Sí mismo dentro de nosotros, automáticamente comeremos y beberemos de El. Las madres saben que los niños comen y beben automáticamente, sin preocuparse por las formlidades, modales ni regulaciones. Los niños comen y beben mejor que los adultos. Nuestra comida y bebida a menudo es limitada por el énfasis que damos a los modales de la mesa. Mientras más atención prestamos a los modales, menos disfrutamos de nuestro alimento. Oí de un embajador chino que asistió a una cena formal en Alemania. Por preocuparse tanto por los modales y los convencionalismos, él no disfrutó la comida en absoluto. Se pasó todo el tiempo mirando cómo los demás se comportaban en la cena y cómo usaban sus cubiertos. Los modales de la mesa le impidieron comer. Los niños no son así. Cuando mi nietecita nos visita, su abuela a menudo le da algo de comer. Ella disfruta su comida de manera espontánea e informal. Ella es un buen ejemplo de cómo debemos prestar menos atención a las formalidades y más atención a la manera de comer y beber.

  En el mismo momento en que el Señor Jesús hablaba con la samaritana, los sacerdotes en el templo adoraban a Dios de una manera formal, sistemática y prescrita. Pero, ¿dónde estaba Dios en ese momento? ¿estaba en el templo con los sacerdotes, o con la mujer cerca del pozo en Samaria? Como todos sabemos, El estaba con la samaritana. El se reunió abiertamente con ella, lejos del templo y del altar, sin ninguna formalidad religiosa ni ritual. Finalmente, esta mujer bebió del agua viva y ofreció una verdadera adoración a Dios. En ese momento, la verdadera adoración a Dios no era ofrecida por los sacerdotes en el templo, sino por la samaritana que bebía el agua viva. Los sacerdotes adoraban a Dios en vano; la mujer samaritana lo adoró en realidad al beber de El. El Espíritu como el agua viva fue infundido dentro de ella. Dios buscaba la verdadera adoración, y El la recibió de esta mujer samaritana que bebió del Espíritu como el agua viva.

  Los cristianos contemporáneos necesitan ver lo que es la verdadera adoración. Condenan de herejes a los que están en el recobro, cuando ellos mismos son herejes e ignoran la verdad. Tal como los sacerdotes en el templo, estaban ciegos a lo que es la verdadera adoración. En Juan 4, el Señor Jesús no se dirigió a los típicos judíos conforme a la manera de adorar del Antiguo Testamento. Al contrario, El habló con una mujer inmoral y medio pagana acerca de la adoración que satisface el corazón de Dios. Esta mujer adoró a Dios en su espíritu, al beber de El como el agua que satisfacía su sed. Por tanto, Dios fue adorado por ella de una manera genuina. ¡Cuán diferente es esto de la adoración formal y religiosa!

  En el transcurso de los siglos, la mayor parte de los cristianos han sido como los sacerdotes del templo. Sólo unos pocos han adorado a Dios en espíritu bebiendo de El como el agua viva. Sin embargo, como lo hemos señalado y recalcado en este mensaje, ésta es la manera adecuada de adorarle a El.

  Debemos reconocer que todavía nuestra manera de reunirnos sigue, de manera subconsciente o inconsciente, bajo la influencia de nuestro trasfondo religioso. Cuanto más entramos en la verdadera adoración a Dios al beberle como el agua viva en el espíritu, más nos damos cuenta de lo deficiente que han sido nuestras prácticas. Por la misericordia del Señor, he llegado a ver la adoración que Dios desea. Debido a la visión que he recibido, no me importa la religión, ni siquiera nuestras propias prácticas. En realidad, no necesitamos ninguna práctica. Nuestra necesidad consiste en que veamos que hoy nuestro Dios ha pasado por el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección, ascensión y entronización para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo y vivificante para que lo podamos beber. El es tal Espíritu compuesto, y tenemos un espíritu con el cual podemos beber de El. En espíritu, somos uno con El. Si vemos esto, lo cual es el punto central de la revelación divina en la Biblia, sabremos cómo beber al Señor como el agua de vida.

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