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Mensaje 45

FLUYE EL AGUA DE VIDA

  Lectura Bíblica: Éx. 17:6; Jn. 4:14; 7:38; Ap. 22:2

  En la Biblia, vemos que el beber y el fluir del agua de vida van juntos. El beber se relaciona con el fluir y ambos son uno. En Juan 4:14, el Señor Jesús dice: “Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Aquí vemos que si bebemos el agua de vida, ésta se convertirá dentro de nosotros en un manantial que salta para vida eterna. Nos referimos a este manantial cuando hablamos del fluir del agua de vida. Encontramos el mismo principio en Juan 7:37 y 38, donde el Señor Jesús dijo que el que cree en El y bebe de El “de su interior correrán ríos de agua viva”. Por tanto, el beber y el fluir son dos aspectos de una misma cosa.

EL BEBER Y EL FLUIR

  Sin el fluir del agua de vida, beberíamos en vano. De hecho, si no fluimos, no podríamos seguir bebiendo. El beber queda anulado por la falta del fluir. El beber genuino del agua de vida depende del fluir.

  Usemos como ejemplo una manguera. Por un lado, la manguera toma el agua del grifo; por otro, el agua sale de ésta. Se necesita que el agua fluya hacia adentro y hacia afuera. El recibir y el fluir se producen simultáneamente. Si no bebemos, no podemos fluir; y si no fluimos, no podemos seguir bebiendo.

  El hecho de que nuestro beber quede anulado por la falta de fluir es algo grave. Entre todos los cristianos genuinos que han bebido del agua viva, pocos han experimentado el fluir de esta agua. Finalmente, esto hace que dejen de beber. Si no sale nada de su interior, usted no puede seguir bebiendo del agua viva. Sólo el fluir puede mantener el movimiento de la corriente interna. Lo que mantiene la corriente no es la bebida, el hecho de tomarla, sino la salida del agua. Muchos cristianos no beben o no ven que su bebida no les sirve para nada. La razón es que aunque beben, no fluyen. La falta de fluir hace que el beber no sirva para nada. Esto es muy grave. Por lo tanto, en este mensaje deseo hacerles ver que en cuanto a la experiencia del agua viva, el fluir es aun más importante que el beber. Efectivamente, nuestra experiencia del agua viva empieza con el beber. Pero sin fluir, no podemos seguir bebiendo. Si el fluir no sigue nuestro beber, nuestro beber se detendrá. Nuestra experiencia así lo testifica.

LA GRAVEDAD DE PERDER NUESTRA SED

  Además, la falta de fluir puede hacer desaparecer nuestra sed. Antes de empezar a beber del agua viva, teníamos sed. Es muy bueno tener esta sed, y muy lamentable perderla. La predicación adecuada del evangelio no consiste en ministrar el agua de vida a otros, sino en producir esta sed dentro de las personas. Cuando la gente tiene sed, es fácil convencerla de beber. Los buenos vendedores saben cómo suscitar en la gente el deseo de comprar el producto que venden. Sin este deseo, la gente no tendría ningún interés, ni siquiera en las cosas más preciosas. Esto demuestra el hecho de que la sed es algo crucial.

  Por la misericordia del Señor se nos ha incitado a ésta sed de El por medio de la predicación del evangelio. Nunca podré olvidar cuanta sed tuve al escuchar un mensaje del evangelio hace más de cincuenta y cinco años. Tenía tanta sed que me pude haber bebido un océano de agua. Un solo mensaje provocó en mí una sed que ha durado hasta ahora. Aunque han pasado cincuenta y cinco años desde que oí este mensaje maravilloso, todavía tengo sed por el agua de vida.

  Debemos quedar impresionados de cuan crucial es hacer fluir el agua de vida. Si se detiene el fluir, también nuestro beber; y si esto sucede, perderemos nuestra sed. Entonces, antes de avivar y recobrar nuevamente nuestra sed, tendremos que pasar por un período de muerte espiritual. Después de pasar por ese tiempo de sequía, seremos levantados por el Señor en Su misericordia soberana y nos llevará a arrepentirnos y a volvernos a El. Nuestra sed se avivará, y empezaremos a beber nuevamente. Estoy muy preocupado por la medida de nuestra sed. Entre nosotros muchos han experimentado la pérdida de sed. Si deseamos mantener nuestra sed, debemos seguir fluyendo y seguir bebiendo.

HACIA ADENTRO Y HACIA AFUERA

  En la doctrina, si deseamos que fluya el agua de vida, debemos satisfacer nuestra sed (Jn. 4:14). Esto significa que si no estamos llenos del agua viva, no puede haber ningún reboso. El fluir viene del reboso, y éste a su vez viene de que nuestra sed sea satisfecha. No obstante, desde el punto de vista de la experiencia, debemos esperar a que nuestra sed sea satisfecha para poder fluir.

  Puesto que ya hemos empezado a beber del Señor para satisfacer nuestra sed, debemos prestar atención al fluir. Muchos de nosotros empezamos a beber del agua de vida hace mucho tiempo. Nuestro problema se relaciona más con el fluir que con el beber. Al predicar el evangelio a los incrédulos, quisiera recalcar la importancia de beber, pero al ministrar a los creyentes, recalco la importancia del fluir. Como creyentes, ya hemos empezado a beber del agua viva. Nuestra necesidad específica es el fluir del agua.

  Es difícil decir si alguien está bebiendo o no, pero fácilmente podemos ver si una persona fluye. Volvamos al ejemplo de la manguera. No podemos ver el agua que entra en ella, pero sí podemos ver el agua que sale. Del mismo modo, yo no puedo ver el fluir del agua viva hacia dentro de usted, pero puedo ver el fluir hacia afuera. Quizá no sepamos si el agua fluye dentro de nosotros, pero ciertamente sabemos cuando fluye hacia afuera. Este tipo de fluir es evidente.

FLUYE POR MEDIO DEL HABLAR

  Quizá usted se preguntará lo que significa que el agua de vida fluya de manera práctica. El fluir puede ser comparado a eliminar algo con agua. Limpiar un tubo consiste en llenarlo de agua para limpiarlo; es limpiarlo con un derramamiento repentino de agua. En nosotros los cristianos, debe producirse un derrame de agua viva desde nuestro interior. Si queremos tener este derrame, este fluir fuerte, debemos invocar el nombre del Señor Jesús y orar. También es muy útil cantar al Señor.

  Lo que ayuda particularmente a producir el fluir interior es hablarle al Señor, hablar por El, para El, en El y con El. Cuanto más hablemos así, más fluíremos. Si no hay nadie con quien podamos hablar, debemos hablar a las cosas en nuestro cuarto. Hablele al escritorio, a la puerta, a las paredes. Hablele a cualquier cosa. Si usted tiene una mascota en su casa, hablele. Hablele al perro, al gato, a los pájaros o a los peces. Algunos pueden considerar esta práctica como algo ridículo, pero puedo testificar que hace una gran diferencia. Los cristianos no deben ser silenciosos. Al contrario, debemos estar burbujeantes y rebosantes de vida. Todos tenemos algo con lo cual podamos hablar. Podemos hablarle a las ventanas, a las puertas, a los ladrillos y a las piedras. Cuando hablamos, algo del Señor Jesús fluye. Al hablar nos parecemos a una manguera por la cual fluye el agua hacia adentro y hacia afuera.

  La cantidad de agua que entra guarda proporción con la cantidad de agua que sale. La cantidad de agua que sale de nosotros determina la cantidad que puede entrar en nosotros. En otras palabras, la medida en que fluimos determina la cantidad de agua viva que podemos beber.

  Algunos de ustedes quizás estén muy secos, hasta por completo. Esto puede ser porque usted no habla. Ya que no habla, no deja que el agua de vida salga. Los animo a hacer que el agua viva salga mediante el hablar. Esto puede parecer bastante peculiar, pero testifico que es práctico y muy eficaz.

HABLAR EN LAS REUNIONES DE LA IGLESIA

  Debemos hablar de muchas maneras. Primero, debemos predicar el evangelio a los incrédulos. Luego debemos hablar la verdad a los creyentes, a otros cristianos. También debemos hablar en las reuniones de la iglesia. Debido a que yo hablo tanto por medio del ministerio, me he mantendio un poco callado en las reuniones. En esto, mi intención es dar oportunidad de hablar a los demás. Por ejemplo: durante los últimos cuarenta y cinco años, ni una sola vez en la reunión de la mesa del Señor me he levantado a la mesa con la intención de ofrecer agradecimientos y alabanzas al Señor por el pan o la copa. No obstante, esto no significa que no he sentido el deseo de hacerlo. A veces he sentido una gran carga al respecto, especialmente cuando los santos han tenido su espíritu adormecido, y la reunión iba tan lenta que se pasaba el tiempo adecuado para distribuir el pan y la copa sin que nadie se moviera para hacerlo. En tal caso, se pasa el tiempo del dulce disfrute y se pierde esta oportunidad. Cuando finalmente pasan el pan, la mayor parte del disfrute del comer ya se ha perdido. A menudo en la reunión de la mesa del Señor, hemos fallado al pasar el pan y la copa en el momento adecuado. A veces nadie agradece al Señor por el pan y la copa. Al contrario, todos son lentos y silenciosos. He llegado a lamentar la restricción que me impuse a mí mismo, aun cuando lo que deseaba era darle la oportunidad a los santos para que funcionaran hablando y orando. Como todos los demás, necesito dar alabanzas y agradecimientos en las reuniones de la iglesia. Al hacer esto, liberamos a otros para que fluyan con el agua viva. Todos debemos ser liberados en las reuniones. No se quede sentado esperando que los demás funcionen. Al contrario, funcione de manera activa al hablar por el Señor, y al tomar cada oportunidad de fluir con el agua viva.

  Muchos santos han venido a mí quejándose acerca de las reuniones. Me han dicho que las reuniones son muy lentas, muy pobres. Por lo general cuando oigo estas quejas y críticas, no discuto. Ni siquiera contesto. Sin embargo, quisiera aprovechar para mencionar que los que se quejan del nivel de las reuniones de la iglesia deben tomar parte de la responsabilidad por ello. Quizá la reunión fue pobre porque ellos permanecieron callados, sin querer liberar el fluir del agua viva. Todos tenemos muchas oportunidades de hablar en las reuniones. Aún en reuniones dedicadas al ministerio de la Palabra, hay oportunidad de hablar tanto antes como después del mensaje. También todos podemos orar en las reuniones de oración y ofrecer alabanzas y agradecimientos en la reunión de la mesa del Señor. Todos los santos pueden hablar en todas las reuniones de la iglesia. Debemos funcionar al hacer saltar el agua de vida. Según Efesios 5:18-20 y Colosenses 3:16, los cristianos deben hablar, cantar, salmodiar y dar gracias continuamente.

EL MEJOR REPELENTE

  Cuando estamos silenciosos y nos rehusamos a hablar, es muy fácil enojarnos y perder la calma. No obstante, si hablamos, cantamos y damos agradecimiento continuamente, será más difícil. Esto indica que el fluir del agua de vida es un repelente que aleja las cosas negativas, todas las “moscas”, “escorpiones” y “topos”. La vida cristiana es una vida de lucha. Día y noche, luchamos contra las cosas negativas que tratan de influenciarnos y arrastrarnos hacia abajo. Necesitamos un repelente que aleje a los “insectos”. Hablar constituye el mejor repelente.

  Supongamos que yo viaje en avión para visitar una iglesia. Si durante el vuelo, permanezco silencioso, sin orar, alabar, ni invocar el nombre del Señor Jesús, me perturbarán pensamientos negativos y seré distraído. Los “escorpiones” pueden venir no aisladamente, sino por montones. Muchos pensamientos negativos pueden ser engendrados en mi mente, pensamientos acerca de ciertos hermanos o quizás acerca de la manera en que mi esposa me trató unos días antes o acerca de la manera en que mis hijos aparentemente me ignoran. Si no repelo estos “escorpiones”, estos pensamientos negativos, al hablar, no tendré un corazón para ministrar al Señor cuando alcance mi destino. Quizás ni siquiera sienta ninguna carga dentro de mí.

  No obstante, supongamos que mi situación sea muy distinta. En lugar de permanecer en silencio, hablo continuamente alabando, orando, agradeciendo e invocando el nombre del Señor. Al hablar, el agua de vida fluye dentro de mí continuamente. Cuando me saluden los hermanos, diré espontáneamente: “¡Alabado sea el Señor!” Además, sentiré la carga de ministrar vida a esa iglesia.

  Cuando estamos secos espiritualmente, es fácil que nos enojemos o gritemos. Cuando en nosotros no fluye el agua de vida, perdemos fácilmente la calma con nuestro esposo o esposa. No obstante, cuando rebosamos del agua viva, nuestra ira y enojo, son eliminados. ¡Qué diferencia tan grande cuando hacemos saltar el agua de vida!

SALTA PARA VIDA ETERNA

  El verdadero avivamiento es un asunto de fluir, de burbujear. Veamos nuevamente Juan 4:14 “Más el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Una fuente de agua se caracteriza por un fluir continuo. Lo que no fluye no puede ser una fuente. Es más bien como el mar Muerto, que no tiene ningún reboso. Cuando bebemos del agua viva, se convierte en nosotros en una fuente de agua que salta para vida eterna. La frase “salta para vida eterna”, es difícil de entender. No creo que ningún cristiano, aún entre nosotros, pueda entenderlo plenamente. ¿Qué significa saltar para vida eterna? ¿Se refiere al presente o a la eternidad? ¡Se refiere a ambos! Pero ¿qué significa decir que el agua viva fluya ahora para la vida eterna? Esto es un misterio. El fluir del agua viva, el salto de esta agua, siempre nos lleva a una situación en la cual hay una plenitud de vida. Según mi experiencia, cuando el agua de vida fluye de mi interior, soy llevado a una situación llena de vida. Este es el significado de que el agua viva salte para vida eterna.

  Supongamos que visito a un hermano en su casa. Sin embargo, en todos los aspectos me porto de manera bruta, seca, fría y muerta. Si tal es el caso, no habrá ningún salto para la vida eterna. Por el contrario, este hermano y yo seremos arrastrados cada vez más hacia abajo, hacia la muerte. Pero si voy de camino a casa de este hermano, y hago fluir el agua de vida por medio del hablar, el agua saltará de mí para la vida eterna. Entonces al visitarle, el agua de vida seguirá fluyendo. Por el fluir del agua de vida, seremos llevados a una condición llena de vida. De una manera práctica, éste es el significado del agua que salta para la vida eterna.

  Cuanto más hablamos, más somos llevados a un estado donde estamos llenos de la vida eterna. Esta debe ser nuestra experiencia en nuestra vida diaria y también en las reuniones de la iglesia. De otro modo, nuestras reuniones se parecerán a unas presentaciones de teatro. No vamos a las reuniones para actuar, sino para testificar, expresar, exhibir el reboso del agua viva que experimentamos día tras día.

  En cuanto al fluir del agua de vida por el hablar, el cristianismo actual erra al blanco. Los fundamentalistas insisten en ciertas formalidades. Estas llevan a la gente a la muerte, y no a la vida eterna. Al contrario, en el pentecostalismo, se habla un poco más. Aun cuando este hablar sea ridículo, es mejor que no hablar en lo absoluto, y puede proporcionar algún beneficio espiritual. No obstante, nosotros en el recobro del Señor, no necesitamos hablar como los del pentecostalismo. Al contrario, tenemos mucho que decir acerca de Cristo como nuestra vida y acerca de todo lo que se ha revelado por medio del ministerio de la Palabra. ¡Cuánto tenemos que hablarnos los unos a los otros! No seamos como los fundamentalistas ni como los pentecostalistas. Más bien, todos juntos hagamos saltar el agua viva por nuestro hablar.

  Este fluir, este reboso, que viene por el hablar traerá vida. Producirá un manantial que salta para vida eterna. Cuanto más hablemos, cantemos, oremos y alabemos, más fluir habrá entre nosotros. Aprovechemos cada oportunidad de fluir en las reuniones de la iglesia. No perdamos tiempo en estupideces, ni en silencio, sino que usemos cada minuto para hacer saltar el agua de vida. Este hablar no sólo nos llevará a una situación donde estemos llenos de vida, sino que también nos llevará a la plenitud del Espíritu. Cuanto más hablemos, más llegaremos a la plenitud del Espíritu.

IDENTIFICADOS CON EL CRISTO QUE FUE HERIDO

  Si deseamos hacer fluir el agua de vida, también debemos identificarnos con el Cristo que fue golpeado (Éx. 17:6; Jn. 7:38). La roca golpeada representa al Cristo encarnado en Su crucifixión. En un mensaje anterior, mencionamos que en la cruz, Cristo fue golpeado por Dios. Debemos identificarnos con esta persona golpeada. Esto significa que nuestra vida humana, nuestra vida natural, debe ser golpeada para que pueda fluir el agua viva. No obstante, no debemos intentar golpearnos a nosotros mismos. Si somos uno con el Cristo golpeado, nos identificados con El, fácilmente experimentaremos la crucifixión de nuestra vida natural. Entonces, mientras la vida divina de Cristo rebosa como agua viva por medio del golpear de Su vida humana, nosotros también experimentaremos el fluir del agua de vida si golpeamos nuestra vida natural. La vida divina rebosará de nosotros sólo cuando nuestra vida natural haya sido golpeada.

  Si hablamos sin estar identificados con el Cristo golpeado, nuestro hablar, aún nuestras alabanzas y oraciones, serán naturales. Debemos ser uno con Cristo de una manera real y práctica. Entonces experimentaremos el golpear de la vida natural que se produjo en El y con El en el momento de Su crucifixión. Si nos identificamos así con el Cristo golpeado, el agua de vida no saltará de una manera natural, sino de una manera pura, sin mezcla. Todo lo que sale de nosotros en oración, alabanza, o testimonio, será el fluir de la vida divina en su pureza.

  Cuando nos identificamos con Cristo en Su muerte, nuestra vida natural y la humana serán aniquiladas. Entonces todo lo que rebose de nosotros será la vida de Dios, la vida divina y eterna. Esta vida es el agua de vida. Si nos identificamos con el Cristo golpeado, lo que rebose de nosotros será puro. No será una mezcla de la vida divina con la natural.

  Además, este fluir nos llevará a una situación llena de vida eterna. Según Apocalipsis 22:1-2 el suministro de vida está en el agua de vida, ya que el árbol de la vida crece en el río de la vida. Cuando el agua de vida fluye dentro de nosotros, recibimos un rico suministro. Además, toda la iglesia recibirá el rico suministro de vida. ¡Oh, cuánto necesitamos este fluir!

  Les animo a orar acerca del fluir del agua de vida y poner en práctica lo que han oído en este mensaje. Debemos dejar atrás las enseñanzas y prácticas tradicionales del cristianismo. Todos debemos olvidarnos de la influencia de nuestro trasfondo en el cristianismo. Lo que hemos hablado en este mensaje está conforme a la Palabra pura de Dios y no según la tradición del cristianismo. Lo que necesitamos no es la tradición cristiana sino el fluir del agua de vida. Si practicamos este fluir por medio del hablar y al identificarnos con el Cristo golpeado, no tendremos solamente un río, sino los ríos de los cuales habla el Señor Jesús en Juan 7:38. Ríos de agua viva saltarán desde nuestro interior.

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