Mensaje 53
Lectura bíblica: Éx. 20:1-12; 3:14-15; Jer. 31:3, 32; 2:2; Os. 2:19-10; Is. 54:5; Ez. 16:8; Jn. 14:21, 23
En el mensaje anterior, vimos que la ley es la palabra viva de Dios que infunde Su sustancia en los que lo buscan con amor. Esta es una perspectiva innovadora de la ley. Los que buscan a Dios amarán Su ley como Su palabra viva. Mediante este amor por Dios y Su palabra, recibirán la infusión de la sustancia de Dios y vivirán de una manera que corresponde con lo que El es. En este mensaje cubriremos un asunto que puede parecer aún más extraño. Este es el hecho de que Dios buscaba personas que lo amaran cuando El dio la ley a Su pueblo en el Antiguo Testamento. Al dar la ley a Su pueblo escogido, Dios deseaba que ellos llegasen a amarlo a El.
Cuatro profetas: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Oseas, se refirieron a Dios como de esposo de los hijos de Israel, y a los hijos de Dios como la esposa. Estos cuatro profetas vivieron en tiempos distintos y en lugares diferentes, pero tenían el mismo concepto. Para los religiosos, puede parecer muy extraño, aún ofensivo, decir que Dios tiene una esposa. No obstante, la Biblia habla claramente de Dios como el marido. ¿Cómo puede Dios ser un marido a menos que El tenga una esposa? Todos los creyentes saben que Dios es el Creador, Redentor, y el Salvador, pero muchos no se dan cuenta de que Dios es también un marido y que Su pueblo es Su esposa. Dios y Su pueblo son una pareja maravillosa y universal. Vemos esta revelación tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pablo se dirigió a la iglesia en Corintios y dijo: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). El Nuevo Testamento enseña que la iglesia compuesta de todos los creyentes es la esposa de Cristo. Asimismo, Israel en el Antiguo Testamento estaba casado con Dios, desposado con El. Jeremías 2:2 habla de “El amor de tus desposorios”. Oseas 2:19-20 declara: “Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová”.
Debemos preguntarnos cuándo, dónde, y cómo Dios desposó a Israel. Encontramos una clave en Jeremías 2:2, donde el Señor dice: “Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tus desposorios, cuando andabas en pos de mi en el desierto, en tierra no sembrada”. Aquí la palabra fidelidad significa ser amable, cortés. Este sentimiento de afecto y esta actitud hacia Dios en los primeros tiempos de Israel era una conmemoración para El. El “amor de tus desposorios” es una clase particular de amor. Existen muchas clases de amor. El amor que sienten los padres por sus hijos es diferente del que sienten los hijos por los padres. El amor que sienten los amigos los unos por los otros es otra clase de amor. El amor en Jeremías 2:2 se parece al amor de un hombre y una mujer que están a punto de casarse. Esta clase de amor es muy distinta del amor de los padres por los hijos, de los hijos por los padres, y de una persona por sus amigos. La palabra amor en Jeremías 2:2 se refiere al amor mostrado en el cortejo, un amor romántico Se refiere particularmente al amor que refleja una mujer por el hombre que la corteja. Dios le dijo a Israel que El se acordaba de esta respuesta a Su amor de cortejo en la juventud de ella.
En Jeremías 2:2, el Señor menciona especificamente “El amor de tus desposorios”. Esta expresión denota el amor de Israel en la época de su compromiso con el Señor. En este versículo, el Señor parece decir a Israel: ‘Yo te desposé para Mi, y tú y Yo estábamos comprometidos. Desde el momento de nuestro compromiso, tú has tenido un amor especial por Mi. Nunca podría olvidar el amor de tu juventud, cuando te comprometiste conmigo y me seguiste al desierto”. Aquí el Señor recuerda cuatro cosas: Su pueblo, la amabilidad de su juventud, el amor de sus desposorios y cómo lo siguieron a El en el desierto. Por consiguiente, Jeremías 2:2 habla claramente del compromiso de Israel con Dios.
¿Dónde y cuándo se hizo este compromiso? Ezequiel 16:8 declara: “Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez, y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía”. Según el contexto del capítulo, este versículo se refiere al éxodo y cuando este sucedió. El Señor sintió un amor profundo por el pueblo y entró en un pacto con el. Este pacto fue promulgado en el monte de Dios, por medio de la ley (Éx. 20:1-12). ¿Se ha dado cuenta de que dar la ley fue una transacción en la cual el pueblo de Dios se comprometió con El?
Como veremos, la ley es un pacto de compromiso, un contrato. Jeremías 31:32 da un ejemplo de esto: “No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron Mi pacto, aunque fui Yo un marido para ellos, dice Jehová”. Este pacto es el que se menciona en Ezequiel 16:8, hecho en el monte de Dios, después de que El los sacó de Egipto. Note que en Jeremías 31:32, Dios habla de Si mismo como de un marido que los toma por la mano. Esto indica que cuando Dios dio la ley, El estaba cortejando a Su pueblo. Hemos visto que Ezequiel 16:8 y Jeremías 31:32 usan la palabra pacto, una palabra que se refiere a la ley dada en Exodo 20. La ley era un pacto de compromiso. Cuando Dios dio la ley, El desposó a Israel para Sí mismo, e Israel se comprometió con El. Mediante la ley como un contrato de compromiso, Dios oficialmente desposó a los hijos de Israel para Sí mismo y se convirtió en Su marido, como lo indica Jeremías 31:32.
Dudo que muchos cristianos vean a la ley como un contrato de compromiso. En el mundo occidental, se usa un anillo como señal de compromiso. Pero en el oriente es común que ambas partes firmen un contrato de compromiso, como arreglo del compromiso. La firma sobre este papel muestra la importancia del compromiso y comprueba que un hombre y una mujer están comprometidos para casarse. En Génesis 24, el siervo de Abraham arregló el compromiso de Rebeca con Isaac. Ese compromiso fue un desposorio. El desposorio de Israel con Dios se produjo en el monte en Exodo 20. Y la ley fue el contrato oficial que estipulaba las condiciones de este compromiso.
La ley daba las condiciones del compromiso entre Dios y Su pueblo. Estas condiciones fueron los Diez Mandamientos. Si no interpretamos los Diez Mandamientos de esta manera, ¿cómo explicaríamos Jeremías 2:2, donde habla de la amabilidad de la juventud de Israel y del amor de su desposorio? Indudablemente el tiempo que siguió el Exodo de Egipto fue el periodo de la juventud de Israel. Podemos decir que los primeros diecinueve capítulos de Exodo son capítulos en los cuales Dios cortejaba, galanteaba, y aún “salía” con Su pueblo. El quería ser el único amado de ellos. Su deseo era que el pueblo lo amara a El y a El solamente. Por tanto, Dios buscaba el amor de Su pueblo. Dios sería el amado de Israel, y el pueblo sería Su amor.
Al considerar los Diez Mandamientos dados en Exodo 20, vemos que los primeros cinco mandamientos fueron dados de una manera sencilla y directa. Dios mandó que el pueblo no matara, no cometiera adulterio, no robara, no diera falso testimonio, y no codiciara (20:13-17). No obstante, los primeros cinco mandamientos fueron dados en un ambiente de intimidad. El versículo 2: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre”. Esta no es una palabra de legalismo, sino una palabra de amor. Hablando íntimamente con Su pueblo, el Señor declara: “Soy Jehová tu Dios”. El Señor es Aquel que era, que es, y que será para siempre. Como tal, El sacó a Su pueblo de la servidumbre. En el versículo 3, el Señor continúa: “No tendrás dioses ajenos delante de Mi”. Aquí el Señor dice al pueblo que no tendrán ningún amado aparte de El. El debe ser el único amado de ellos. Esta era la primera condición del compromiso entre Dios y Su pueblo. Todo hombre que desposa a una mujer debe exigir que ella no ame otro hombre. El debe insistir en ser el único amado de ella. Ciertamente, la palabra acerca de no tener dioses ajenos es un mandamiento. Por tanto, este mandamiento es también una condición de amor en el compromiso de Dios con Su pueblo. Si comparamos este mandamiento con los últimos cinco mandamientos, veremos que también es una condición de compromiso.
En el versículo 4, el Señor dice: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra”. Aquí encontramos otra condición para este compromiso. Dios no quería que Su pueblo hiciese imágenes de nada. Del mismo modo, cuando un joven se compromete con una muchacha, él no quiere que ella tenga fotos de otros hombres. El desea que ella sólo tenga fotos de él. De otro modo, él se sentiría ofendido. El mandamiento de no tener imágenes es también una condición de compromiso. El versículo 5 continua: “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso”. El Señor es un marido celoso y deseaba que Su pueblo lo sirviera a El y solamente a El. Eso pasa también con el compromiso humano. Todo hombre comprometido siente celos por su prometida.
En los versículos 5 y 6, El dijo que visitaría la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que lo aborrecen y que mostrará misericordia hasta las mil generaciones de los que lo aman y obedecen Sus mandamientos. Esta palabra también fue pronunciada por Dios mientras cortejaba a Su pueblo, buscando un pueblo que lo amara a El. Desde la creación del mundo hasta el momento de Exodo 20 Dios estaba solo. En cierto sentido, El era solitario. Un “célibe”. Al dar la ley a Su pueblo, El los cortejaba, diciéndoles que si ellos lo amaban, El les mostraría misericordia para con sus descendientes durante mil generaciones, es decir, un periodo de tiempo que conducirá a la eternidad.
En 20:7, el Señor declara esta condición del compromiso: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare Su nombre en vano”. El Señor no quería que Su pueblo usara Su nombre incorrectamente. Como amado de ellos, El quería que honraran a Su nombre y que lo usaran con amor. Asimismo, un joven desea que su prometida honre su nombre y hable de éste con mucho amor y aprecio.
Los versículos 8 a 11 dicen: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás tu obra; más el séptimo es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”. Así como una mujer lleva un anillo en señal de compromiso, guardar el día de reposo era una señal del compromiso de Dios con Su pueblo. Cuando un joven le da un anillo de compromiso a su amada él desea que ella lo lleve como señal de que se ha comprometido con él. El se disgustaría si ella no lo llevara como señal.
En 20:11, vemos que Dios “bendijo el día de reposo y lo santificó”. Esto significa que el día de reposo era santo, apartado. Es por esto que guardar el día de reposo servía como señal de compromiso. Toda mujer comprometida es “santificada”; ella está marcada, separada, para cierto hombre. Ella es la única que tiene el derecho de llevar el anillo de compromiso de su amado. Esto la separa de las demás mujeres. En Efesios 1:13, vemos que cuando fuimos salvos, recibimos el sello del Espíritu. Este sello es nuestro anillo de compromiso, una señal de nuestra separación y santificación. En Exodo 20, el día de reposo era la marca de separación del pueblo de Dios para con El. Como condición del compromiso, El exigía que Su pueblo llevara la marca de que le pertenecía a El y de que era absolutamente para El. El día de reposo simbolizaba una declaración hecha por Dios de que Su pueblo le pertenecía a El solamente. Los adventistas del séptimo día en su legalismo y dogmatismo acerca del día de reposo, ignoran que en realidad esto es sólo un simbolismo de que el pueblo de Dios le pertenece a El como su amado, su marido. Alabamos al Señor por habernos mostrado que la ley es un contrato de compromiso. Cuando la ley fue promulgada en el monte Sinaí, se estipularon las condiciones del compromiso de Dios con Su pueblo.
Sin embargo, el versículo 12 menciona otra condición del compromiso: “Honrarás a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. En un mensaje anterior, mencionamos que honrar a nuestros padres equivale a remontar nuestro origen hasta su fuente. Finalmente, esa fuente es Dios mismo. Al desposar a los hijos de Israel, Dios deseaba que ellos lo recordasen como su fuente.
Los primeros cinco mandamientos fueron dados de una manera íntima como condiciones del compromiso de Dios y Su pueblo. Cada mandamiento usa la expresión “Jehová tu Dios”, una expresión declarada íntimamente y repetidas veces mientras Dios cortejaba amorosamente a Su pueblo. El ha estado solo durante mucho tiempo, y ahora El busca el amor de ellos. En Exodo 20, Dios no buscaba amigos, sino personas que lo amaran. Después de dar los primeros cinco mandamientos con tanto amor, Dios continuó y decretó cinco mandamientos más, exhortándoles con cinco “no”. Un hombre también puede pedirle a su prometida que no haga algunas cosas. Al desposar a Su pueblo, Dios estableció un ejemplo maravilloso de la manera en que un compromiso debería establecerse. Los hermanos jóvenes entre nosotros pueden aprender de Dios en este asunto. Le damos gracias al Señor porque la Biblia nos proporciona este ejemplo maravilloso del compromiso.
El deseo de Dios consiste en expresarse a Sí mismo por medio de un pueblo. El quiere hacer de este pueblo Su morada. Además, éste debe ser la expresión de Dios que corresponde con Su ley. Puesto que la ley de Dios expresa lo que Dios es, equivale a Dios y lo corresponde. El pueblo de Dios sólo puede lograr esto al amarlo a El y al ser infundido con Su sustancia.
Según Cantar de Cantares, el hombre es el amado, y la mujer, aquella que lo busca con amor, es Su amor (1:13-16). Por consiguiente, el amado es el marido, mientras que su amor es la esposa. La Biblia revela que en el Antiguo Testamento, Dios buscaba a Su pueblo como el amado busca a su amor, su esposa. Si usted lee Exodo 1 a 20 desde esta perspectiva, verá que en estos capítulos, Dios vino muchas, veces para cortejar a Su pueblo. Después de cortejarlo, El se comprometió con el en el monte Sinaí.
En Exodo 3:14-15, el Señor se reveló a Sí mismo a su pueblo como Jehová su Dios, el gran Yo soy, Aquel que era, que es, y que será para siempre. El que se reveló al pueblo de esta manera era el que buscaba personas que lo amaran.
En Jeremías 31:3, el Señor dijo a Su pueblo: “Con amor eterno te he amado, por tanto, te prolongué Mi misericordia”. En otras partes, vemos que Dios amó a Jacob, pero aborreció a Esaú (Ro. 9:13). No parece haber ninguna razón para que Dios amara a Su pueblo; El parecía estar ciego de amor. El siguió amando a Su pueblo aún cuando no le era fiel. El amor ciega a la gente. El mejor amor es esta clase de amor. Si usted no está ciego, no podrá amar correctamente. Si sus ojos están abiertos a todos los errores de la persona que usted ama, quizá quiera una separación, o aún un divorcio. Pero si usted ama ciegamente, considerará que su marido o su esposa es lo mejor. Al amar a Su pueblo, Dios parecía cerrar Sus ojos y amarlos ciegamente. En el asunto del amor, no sea más sabio que Dios. Sígale a El y ame a su esposa ciegamente.
Cuando yo era joven, me preguntaba si Dios se habría equivocado al amar a Israel. Aunque Jacob fue un suplantador, Dios lo amaba. Dios sigue amando a Israel con un amor eterno, así como El lo hizo cuando El pronunció las palabras de amor en Jeremías 31:3. Muchas naciones se levantarán contra Israel, pero Dios seguirá amando a Su pueblo eternamente.
Por querer que Su pueblo se convirtiese en Su amada, El los trató como Su esposa. Jeremías 2:2, Oseas 2:19-20, Isaías 54:5, y Ezequiel 16:8 indican esto claramente.
Hemos señalado repetidas veces que la ley de Dios es como un compromiso. Al dar la ley a Su pueblo de esta manera, les dio a conocer la clase de Dios que El es. En cada uno de los primeros cinco mandamientos, El se refería a Sí mismo de manera íntima como “Jehová tu Dios”. El se reveló como el Dios celoso, y exigía que ellos no tuviesen otros dioses, otro amado, que no fuese El. El anhelaba su amor para que obedecieran a Sus mandamientos y lo expresaran a El. Vemos el mismo concepto en Juan 14:21 y 23. El versículo 21 dice: “El que tiene Mis mandamientos, y los guarda, ése es el que Me ama; y el que me ama, será amado por Mi Padre, y Yo le amaré, y Me manifestaré a él”. Así como en Exodo 20:1-12, aquí vemos el amor del Señor al cortejarnos y al buscar un pueblo que lo ame. En Juan 14:23, el Señor continúa: “El que Me ama, Mi palabra guardará; y Mi padre le amará, y vendremos a él , y haremos morada con él ”. En el Nuevo Testamento como en el Antiguo Testamento, Dios es un hombre que corteja. Los mandamientos en 20:1-12 no fueron dados de manera legalista, sino con amor. Al dar la ley a Su pueblo, Dios quería que ellos se convirtiesen en personas que lo amen.
Si no amamos a Dios, no podremos obedecer Sus mandamientos, y por tanto, no podremos expresarlo a El. La meta del compromiso consiste en introducir a dos personas en una unidad. En el matrimonio un hombre y su esposa llega a ser una sola carne. Del mismo modo, Dios y Su pueblo escogido llegaron a ser uno por medio del compromiso que se produjo en Exodo 20. Esta unidad entre Dios y Su pueblo y entre el marido y la esposa es un principio fundamental en las Escrituras. No obstante, muchos maestros bíblicos descuidan este aspecto de cómo fueron dados los Diez Mandamientos. Por el contrario, recalcan la distancia entre Dios y Su pueblo y el hecho de que Dios deseaba que ellos obedecieran los mandamientos. Pero no podemos negar el hecho de que los Diez Mandamientos sirvieron como un contrato de compromiso y que este compromiso los llevó a la unidad.
En un matrimonio normal, un hombre y su esposa se unen más con el transcurso de los años. Gradualmente ellos, se hacen uno en hábitos, características y expresión. Del mismo modo, el pueblo escogido de Dios finalmente será como El es y por tanto, lo expresará verdaderamente a El. El Señor debe infundirnos como nuestro marido, pareciéndonos cada vez más a El. Entonces seremos Su expresión. Según la Biblia, este principio fundamental se aplica tanto al matrimonio humano como a la relación de amor entre Dios y Su pueblo.
La función de un contrato de compromiso es hacer que las dos partes: el hombre y la mujer, sean uno. En el mismo principio, la función de la Palabra de Dios consiste en hacernos uno con Dios. El hecho de que Dios diga que El desposó a Israel para Sí mismo significa que El se unió a Su pueblo como un esposo a su esposa. Las palabras de Dios hicieron que Su esposa fuese uno con El. La función más elevada de la ley consiste en introducir al pueblo escogido de Dios en unidad con El. Los Diez Mandamientos no son simplemente regulaciones promulgadas por Dios como la autoridad más elevada en el universo. La ley es un papel de compromiso que nos lleva a Dios y nos hace uno con El. Pasa lo mismo con la Biblia. La función principal de la Biblia consiste en llevarnos a Dios y en hacernos uno con El. Por amar a Dios, nosotros amamos también Su palabra. Mientras Sus palabras lo infunden a El mismo dentro de nosotros, llegamos a ser uno con El en vida, naturaleza y expresión. Esta comprensión de la ley como palabra viviente de Dios y de la Biblia muestra la función intrínseca de la ley y de la Biblia, la palabra de Dios.