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Mensaje 57

La manera en que disfrutaban de la ley de Dios los buscadores de Dios en el antiguo testamento

(2)

  Lectura bíblica: Sal. 119:1, 11, 14-16, 31-32, 34-35, 48, 51-52, 59, 72-73, 87, 95, 99, 102, 106, 111, 127-128, 130, 148, 157, 161-162, 166, 176

  Si leemos el salmo 119 detenidamente, veremos que el salmista consideraba la ley como la palabra de Dios. Así como los demás salmos, éste no fue escrito conforme a la doctrina ni a la teología, sino según el sentimiento y anhelo profundo del salmista. El autor del salmo 119 usa diferentes términos para expresar la manera en que él disfrutaba de la ley de Dios como de Su palabra viva y cómo él la recibía. En el mensaje anterior, mencionamos que el salmista inclinaba su corazón hacia ella (v. 36), la buscaba (v. 45) y la anhelaba (v. 20). En el versículo 74, él declaró: “En Tu palabra he esperado”. Esperar en algo significa esperar a que eso llegue. Cuando el salmista dijo que él esperaba en la palabra de Dios, él quería decir que él esperaba que llegase y confiaba en ella. El esperaba que Dios diera una palabra. Además, él puso su confianza en la palabra de Dios (v. 42). Al ver todos estos asuntos en conjunto, vemos que corresponden con nuestra experiencia espiritual. Con el corazón inclinado hacia la Palabra de Dios, la buscamos, la anhelamos, y confiamos en ella. Entonces ponemos nuestra confianza en la palabra que hemos recibido de Dios.

M. Meditaban en ella

  En muchos versículos, el salmista afirma que él meditaba en la palabra de Dios (15, 23, 48, 78, 99, 148). En cada uno de estos versículos, la versión Reina-Valera usa la palabra meditar. No obstante, en Salmo 55:17, dicha versión traduce la misma palabra hebrea por orar. También se usa esta palabra en Génesis 24:63, donde vemos que Isaac salió al campo a meditar, o como lo dice la nota al margen, a orar. Salmos 143:5 también la usa: “Me acordé de los días antiguos; meditaba todas Tus obras; reflexionaba en las obras de Tus manos”. La palabra hebrea traducida reflexionar o meditar, tiene un amplio significado e implica inclinarse, conversar con uno mismo y declarar. Según el Antiguo Testamento, meditar en la Palabra de Dios significa disfrutar de ella.

  Meditar en la Palabra consiste en “rumiar” así como una vaca come pasto (Lv. 11:3). Si ingerimos la Palabra demasiado rápido, no tendremos mucho disfrute. Pero si “rumiamos” mientras ingerimos la Palabra, nuestro disfrute aumentará.

  Cuando meditamos en la Palabra de Dios, disfrutando de ella, y aún rumiándola así como una vaca rumia el pasto, espontáneamente oraremos. La oración está incluida también en la meditación de la Palabra. Además, podemos conversar con nosotros mismos y empezar a alabar al Señor. Tal vez seamos tan inspirados por la Palabra que gritemos nuestras alabanzas al Señor.

  Generalmente la meditación de la Palabra será más lenta y más fina que el orar-leerla. Por ejemplo, en nuestra meditación de 20:2, podemos pensar en nosotros mismos: “recuerda que Jehová es tu Señor. El te ha sacado del país de Egipto, de la casa de cautiverio. Ahora estás fuera. ¡Amen! ¡Oh Señor, Te adoro por haberme liberado del cautiverio!” En toda nuestra meditación de la Palabra de Dios, al hablar con el Señor debemos ser espontáneos y disfrutar mucho. Podemos inclinarnos y adorar al Señor, meditar en la Palabra, reflexionar, recordar. Todo eso está incluido en la práctica de meditar en la Palabra de Dios. Todo buscador sincero del Señor que medita en los Diez Mandamientos de una manera viva disfrutará al Señor, lo adorará, orará y conversará consigo mismo en presencia del Señor, y también lo alabará. Indudablemente una persona que toma la ley de Dios de esta manera no la aplicará como letras muertas, sino que la tomará como la palabra viva de Dios.

  Meditar en la Palabra de Dios consiste en disfrutarla como Su aliento. Significa tener contacto con Dios en la Palabra y tener comunión con El, adorarlo a El, y orarle a El por medio de la Palabra. Al meditar en la Palabra de Dios de esta manera, seremos infundidos por Dios, lo inhalaremos, y recibiremos alimento espiritual.

  En cuanto a meditar en la Palabra, el versículo 147 dice: “Me anticipé al alba y clamé; esperé en tu palabra”. Aquí vemos que el salmista se levantó antes del alba, clamó, y esperó en la palabra de Dios. El versículo 148 continua y declara: “Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos”. El salmista se despertó durante la noche para meditar en la Palabra de Dios. Reflexionar en la Palabra involucra más que meditar en ella. Reflexionamos en la Palabra al hablar con Dios, al adorarle, al disfrutarle, y al recibir gracia de El en Su presencia. No podemos describir correctamente la práctica de reflexionar sobre la Palabra de Dios y el disfrute que eso nos produce.

  Los que buscaban a Dios en el Antiguo Testamento reflexionaban sobre Su palabra viva. La manera de estudiar la Palabra de Dios era diferente de la que usan muchas personas hoy en día, los cuales usan principalmente su mente. Mientras los salmistas reflexionaban en la Palabra de Dios, hablaban con Dios, oraban, lo adoraban e incluso se inclinaban delante de El. En la presencia de Dios reflexionaban acerca de Su misericordia, salvación, y suministro de gracia. Reflexionar en la Palabra de esta manera es algo más rico y más amplio que orar-leer, pues incluye la oración, la adoración, el disfrute, la conversación, el inclinarse, y aun el alzar nuestras manos para recibirla. Incluye también el regocijo, la alabanza, el clamor, y aun el llanto delante del Señor. En el libro “El progreso del peregrino”, hay un lugar donde el peregrino lee la Biblia y llora, grita y se arrepiente. Esto indica que él no solamente leyó las escrituras, sino que reflexionó en ellas. Si reflexionamos en la Palabra de Dios, nos deleitaremos en ella. A veces lloraremos delante del Señor o cantaremos himnos de alabanza para El.

  El salmista esperaba en la palabra del Señor, confiaba en ella, y se levantaba antes del alba para gritarle al Señor que la necesitaba. Luego él reflexionaba en la Palabra, adoraba al Señor, le oraba a El, y recibió Su suministro. El también habló consigo mismo y se instruyó a sí mismo con la Palabra de Dios. Todo esto forma parte de reflexionar en la Palabra de Dios.

N. La consideraban

  Aparte de reflexionar en la Palabra de Dios, los salmistas también la consideraban (119:95). En nuestra experiencia espiritual, nosotros también consideramos la Palabra de Dios. En el transcurso del día, podemos considerar que disfrutamos de nuestra reflexión de la Palabra por la mañana. Al recordar nuestro disfrute del Señor en la Palabra, recibimos más alimento.

O. La consideraban correcta en todas las cosas

  El salmista también estimaba la Palabra de Dios como algo correcto en todas las cosas (v. 128). Aquí la palabra “correcta” no significa correcto como algo opuesto a equivocado. Significa recto, derecho, estricto en todas las cosas. Cuando reflexionamos en la Palabra y la consideraremos recta en todas las cosas.

P. Entraron en ella

  El versículo 130 dice: “La exposición de Tus palabras alumbra”. Cuando entramos en la Palabra de Dios, vemos luz. La palabra hebrea traducida por exposición significa una entrada, una puerta e implica que debemos entrar en ella. Podemos entrar en la Palabra de Dios. Aprendamos a entrar en ella. La luz no está fuera de la Palabra, sino en ella misma. Cuando entremos en la Palabra de Dios, estaremos en la luz que resplandece allí.

Q. La aprendieron

  Después de que entramos en la Palabra, la aprendemos. El versículo 73 indica que Dios nos ha creado de tal manera que podemos entender Su Palabra y aprender Sus mandamientos. El versículo 71 dice: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”. Este versículo indica que Dios suscita circunstancias para disciplinarnos a fin de que aprendamos la Palabra. Mediante el sufrimiento y las aflicciones, aprendemos Su ley. Interiormente, tenemos facultades que Dios creó y con las cuales podemos entender Su Palabra, y exteriormente tenemos las circunstancias por medio de las cuales somos disciplinados. Dios permite que seamos afligidos a fin de que aprendamos Su Palabra.

R. La atesoraban

  El salmista también atesoraba la Palabra de Dios, como si fuese un gran botín (v. 162), lleno de riquezas (v. 14), tales como el oro y la plata (vs. 72, 127), y como herencia eterna (v. 111). El botín se refiere a bienes confiscados a un enemigo. Si reflexionamos en la Palabra, el enemigo será vencido, y obtendremos un gran botín. Luego nos haremos ricos y poseeremos el oro y la plata, que serán nuestra herencia. Antiguamente, cuando un rey vencía a sus enemigos, él confiscaba el oro y la plata. Así mismo, cuando disfrutamos de la Palabra, vencemos al enemigo, y ganamos un botín. Entonces tendremos las riquezas, el oro, la plata y la herencia.

  Algunos se quejarán de que no tienen esta experiencia. Si no vemos esto, ¿cómo podríamos atesorar la Palabra como nuestro botín? Debemos reflexionar en la Palabra y experimentar la victoria sobre el enemigo. Entonces obtendremos el botín; éste será nuestras riquezas, las cuales serán el oro y plata, y esto se convertirá en nuestra herencia. Puedo testificar que he recibido esta herencia. Cuando venzo al enemigo por medio de la Palabra, obtengo oro y plata como herencia.

S. La escondieron en su corazón

  El versículo 11 dice: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. El tesoro debe estar escondido. No obstante, a mucha gente le gusta exhibir sus bienes. Esto no es bíblicó. La Biblia dice que debemos esconder nuestro tesoro. Debemos atesorar la Palabra de Dios y esconderla en nuestro corazón.

T. La recordaban y no la olvidaban

  El versículo 52 indica que el autor de Salmos 119 recordaba la Palabra de Dios. Si escondemos la Palabra en nuestro corazón, la recordaremos. Recordar la Palabra significa que nos acordamos de nuestro disfrute de ella. Los salmistas siempre estaban ocupados en reflexionar en la Palabra de Dios, la consideraban, la escondían en su corazón, y se acordaban de ella.

  En el versículo 16, el salmista declara: “No me olvidaré de tus palabras”, y en el versículo 93, él dice: “Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos”. Debemos procurar no olvidarnos de la Palabra de Dios. Es difícil recordar la Palabra, y muy fácil olvidarla. Podemos oír muchos buenos mensajes acerca de la Palabra y en poco tiempo olvidarlos. Por consiguiente, debemos tratar de recordar la Palabra de Dios y no olvidarla.

U. Tenían temor por ella

  En el versículo 161, el salmista declara: “Pero mi corazón tuvo temor de tus palabras”. Nosotros también debemos tener temor de la Palabra de Dios. En cuanto a esto, debemos tener temor y temblor (v. 120). Pablo usó esta expresión tanto en 1 Corintios 2:3 como en Filipenses 2:12.

V. Se apegaron a ella

  El versículo 31 dice: “Me he apegado a tus testimonios”. Debemos apegarnos a la Palabra de Dios, aferrarnos a ella.

W. No la rechazaron, ni se desviaron ni se apartaron ni se alejaron de ella

  Como el salmista, no debemos rechazar la Palabra de Dios (v. 87), no debemos desviarnos (vs. 51, 157), ni ponerla a un lado (v. 102), ni alejarnos de ella (v. 110). Desviarnos de la Palabra es algo distinto que dejarla a un lado. Apartarnos equivale a ir en otra dirección específica, pero desviarnos es tomar un viraje sin dirección, sin regulación ni control. A veces, ciertas cosas sucederán y nos desviarán de la Palabra de Dios, pero no debemos desviarnos, ni apartarnos, ni alejarnos de ella.

X. Volvieron sus pies hacia ella

  El versículo 59 dice: “Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios”. En lugar de apartarse de la Palabra, debemos volver nuestros pies hacia ella.

Y. La guardaban, la observaban, la practicaban, y la hacían

  Por lo menos en veintiocho ocasiones, el salmo 119 nos alienta a guardar, observar, practicar, y cumplir la Palabra de Dios. Por ejemplo, el versículo 33 declara: “Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin”. En el versículo 69, el salmista declara: “Yo guardaré de todo corazón tus mandamientos”. El salmista usó todos estos verbos para mostrar su apreciación por la Palabra de Dios.

Z. Caminaban y corrían en ella

  El versículo 1 dice: “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová”, y el versículo 32 declara: “Por el camino de tus mandamientos correré”. El salmista andaba en la Palabra y corría en Su camino. Esto indica que él vivía en el camino de la Palabra de Dios.

  Me gusta mucho el versículo 48: “Alzaré asímismo mis manos a tus mandamientos que amé, y meditaré en tus estatutos”. Aquí vemos que primero el salmista amaba la Palabra; segundo, que él le dio la bienvenida; y tercero, que él la disfrutaba y meditaba en ella. Nosotros también debemos amar la Palabra de Dios, recibirla cálidamente, meditar en ella y disfrutarla. Mediante este disfrute de la Palabra, adoraremos a Dios, hablaremos con El, le oraremos, y reflexionaremos. A veces gritamos o clamamos; en otras ocasiones, podemos deleitarnos en la Palabra o recibir una exhortación. Disfrutaremos de la Palabra de Dios no solamente en la presencia del Señor, sino también con Su presencia. Jamás deberíamos separar la Palabra del Señor de El mismo. Mientras meditamos en Su Palabra, disfrutamos al Señor y tenemos comunión con El. Hablamos con El, y El habla con nosotros. Por tanto, existe una circulación espiritual entre nosotros y el Señor.

  Los que buscan al Señor y se hacen uno con El al disfrutar Su Palabra tendrán automáticamente una vida que corresponde con la ley como testimonio de Dios, pues Aquel que dio la ley los infundirá. Aquél que da la ley se convertirá en su vida.

  Hemos visto que en el libro de Exodo, Dios deseaba introducir a Su pueblo en este disfrute de Sí mismo y en esta condición delante de El. Dios los llevó al monte para darles Su Palabra. Al recibir la Palabra, entonces pudieron meditar en ella, orar al Señor, adorarle a El y tener comunión con El. Dios dio la ley a Su pueblo de esta manera íntima, refiriéndose continuamente a Sí mismo como “Jehová Su Dios”. Por consiguiente, mientras consideramos este aspecto de la ley, vemos que Dios la dio a Su pueblo con disfrute. La Palabra de Dios, es el aliento de Dios. Los que reciben la ley de esta manera inhalan a Dios cuando meditan en Su Palabra.

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