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Mensaje 68

LA PRIMERA ORDENANZA DE LA LEY EN CUANTO A LA RELACION DEL HOMBRE CON EL PROJIMO

  Lectura bíblica: Éx. 21:1-6; Fil. 2:7-8; Is. 50:4-5; Sal. 40:6-8; Mt. 20:28

  De los capítulos veintiuno al veintitrés de Exodo, vemos muchas ordenanzas. En este mensaje, estudiaremos la primera de las ordenanzas acerca de la relación del hombre con los demás (21:1-6).

  En el Antiguo Testamento, una ordenanza añadía detalles a los diez mandamientos o los complementaba. Casi todas las ordenanzas de Exodo 21 al 23 están relacionadas con el hombre. No obstante, como hemos mencionado, en 20:22-26, vemos una ordenanza acerca de la adoración a Dios. Esta es una ordenanza especial, una ordenanza extraordinaria, pues no se refiere a la relación del hombre con los demás, sino a la relación del hombre para con Dios. No cabe duda que 20:22-26 complementa el segundo y el tercer mandamiento y añade también detalles a estos mandamientos. El segundo y tercer mandamiento no nos dicen como adorar a Dios. Sin embargo, en 20:22-26, vemos que debemos adorar a Dios mediante un altar y con sacrificios. El altar tipifica la cruz, y los sacrificios tipifican a Cristo. Por consiguiente, debemos adorar a Dios por medio de la cruz y con Cristo.

  La secuencia de las ordenanzas acerca de la relación del hombre con sus semejantes parecerá rara porque la primera ordenanza concierne la relación entre un amo y su esclavo. Si hubiéramos escrito esta parte de la Biblia, probablemente habríamos puesto otras ordenanzas en primer lugar, quizá una ordenanza acerca de los hijos y los padres. Tal vez hubiéramos seguido la secuencia de Pablo en Efesios y Colosenses y hubiéramos hablado de esposas, esposos, hijos y padres antes de hablar de esclavos y amos. Es extraño y muy significativo que las ordenanzas de estos tres capítulos comiencen con la esclavitud. Es importante conocer la razón de esto.

EL ESPIRITU DE LA PRIMERA ORDENANZA

  Una de las mejores maneras de entender la Biblia es intentar tocar el espíritu de la porción de la Palabra que estamos estudiando. Podemos preguntarnos: ¿cuál es el espíritu de esta ordenanza en 21:1-6? Es correcto decir que el espíritu de esta ordenanza es el amor y también la obediencia. No obstante, hay otra cosa involucrada, un prerequisito del amor y también de la obediencia.

  ¿Cómo podemos amar y ser obedientes? Encontramos la respuesta a esta pregunta en Filipenses 2:7-8. Allí Pablo nos dice que el Señor Jesús “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres y hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Primero el Señor Jesús se vació a Sí mismo y luego se humilló. En Filipenses 2, se nos presenta a Cristo como nuestro modelo. Como modelo para los creyentes, El es ejemplo de una vida humana adecuada. Este modelo no representa a alguien de prestigio en la sociedad; por el contrario, es el modelo de un esclavo. Cristo era igual a Dios y tenía el grado más elevado en el universo, pero El se hizo una persona del nivel más bajo de la sociedad. Aquel que era igual a Dios no sólo se hizo hombre, sino que llegó a ser un esclavo. En esto El se vació y se humilló. Los que desean seguir este modelo también deben vaciarse a sí mismos y humillarse.

  Guardar las ordenanzas de la ley tiene mucho que ver con el hecho de tomar la forma de esclavo. No existe ni una sola nación donde toda la gente esté dispuesta a guardar la ley. Por el contrario, muchos intentan escaparse de la ley e incluso contratan abogados para ayudarles en esto. Puesto que la gente no está dispuesta a guardar las leyes, cuando Dios dio los Diez Mandamientos, El habló de la gente que lo ama a El y dijo que mostraría misericordia a aquellos que lo aman (20:6). Esto indica que no podemos guardar los mandamientos de Dios a menos que lo amemos. Del mismo modo, existe un requisito para guardar todas las ordenanzas detalladas de la ley: estar dispuesto a ser un esclavo. El único que puede cumplir todas las ordenanzas de la ley es aquel que está dispuesto a ser un esclavo. Un esclavo no insiste en sus derechos. El sólo sabe servir y sacrificarse, y no se preocupa por sus propios intereses. Un esclavo siempre debe preocuparse por los demás. Este espíritu del esclavo es el espíritu de las ordenanzas en Exodo 21 al 23. Los que intentan guardar las ordenanzas descritas en estos capítulos primero deben convertirse en esclavos.

  Este principio se aplica también a nuestro vivir como cristianos hoy en día. Gálatas 5:13 afirma que fuimos llamados a la libertad, pero que debemos servirnos unos a otros como esclavos en amor. Si deseamos ser un buen esposo o esposa o un buen padre, debemos ser un esclavo. Esto significa que un padre debe ser un esclavo para sus hijos. Sólo así puede ser un buen padre.

  Ser un esclavo consiste en tener el espíritu de sacrificio. Un esclavo es aquel que no se aferra a sus propios derechos, sino que está siempre dispuesto a servir a los demás y a sacrificarse a sí mismo por ellos. En Estados Unidos, si todos tuviesen este espíritu, la vida en este país sería el paraíso en la tierra. No habría abogados, pues nadie pelearía por sus derechos. La razón por la cual la gente se enfrenta unos a otros es que cada uno se preocupa por sus propios intereses y derechos. ¡Cuán diferente sería la situación si todos los hombres llegasen a ser esclavos que se sacrifican y sirven en lugar de pelear por sus propios intereses!

  ¿Percibe usted el espíritu de las ordenanzas en estos capítulos? El espíritu que cumple todas estas ordenanzas es un espíritu de servicio y de sacrificio. Si los israelitas no tuvieran esta clase de espíritu, no podrían guardar las ordenanzas. No obstante, ellos pudiesen haber guardado las ordenanzas si estaban dispuestos a vaciarse a sí mismos, humillarse, rebajarse, sacrificar sus derechos, y servir a los demás. Entonces vivirían por los demás y no para sí mismos.

  El Señor Jesús y también el apóstol Pablo recalcaron que guardar la ley es un asunto de amor. Cuando le preguntaron al Señor Jesús cuál era el principal mandamiento, El contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza” (Mr. 12:30). Veamos lo que dice Pablo en Romanos 13:8 y 10 “el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”, porque “el cumplimiento de la ley es el amor”. En Gálatas 5:14, Pablo declara: “toda la ley en esta sola palabra se cumple: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Cómo podemos amar a los demás si mantenemos nuestro rango y si peleamos por nuestros derechos e intereses? Hacer esto muestra que nos amamos solamente a nosotros mismos. Entonces, en lugar de guardar las ordenanzas de la ley, las quebrantaremos. Para guardar las ordenanzas, debemos vaciarnos a nosotros mismos, humillarnos, tomar la posición más baja, y considerar que no somos nada. Debemos estar dispuestos a sacrificar nuestra posición, derechos e intereses. Esto es ser esclavo, una persona que no reconoce otra cosa que servir a los demás y sacrificarse por ellos.

  Si discernimos el espíritu detrás de todas las ordenanzas de Exodo 21 al 23, entenderemos la razón por la cual al principio de estos capítulos se recalca la esclavitud. Ciertamente las ordenanzas de Dios son totalmente distintas a las leyes del hombre. En la ley humana no hay lugar para la humildad ni el amor. Pero, el requisito para cumplir las ordenanzas divinas es vaciarse, humillarse, no reclamar nada para sí mismo, y sacrificarse para servir a los demás.

UN TIPO DE CRISTO

  Muchos instructores bíblicos han mencionado que el esclavo en 21:1-6 tipifica al Señor Jesús. Estoy de acuerdo. En estos versículos el esclavo tipifica efectivamente a Cristo. El Señor Jesús vivió en la tierra como un esclavo; en el nivel del vida más humilde, el Señor cumplió el requisito de la primera ordenanza de la ley acerca de nuestra relación con los demás.

Con un oído abierto

  Según Exodo 21, un esclavo que amaba a su amo y deseaba permanecer a su servicio era llevado a un poste, y su oreja era horadada con una lesna (v. 5-6). Esto indica que el oído de un esclavo debía estar abierto para oír la voz de su amo. Existen dos porciones del Antiguo Testamento, que hablan proféticamente de Cristo como el esclavo, y que mencionan el oído del Señor. En el salmo 40:6, tenemos la palabra del Señor a Dios: “sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado”. Aquí vemos que el deseo de Dios no es sacrificio ni ofrenda, sino oídos abiertos para El. Dios abrió los oídos del Señor Jesús para que pudiese cumplir la voluntad de Dios. Hablando de Cristo, Isaías 50:4-5 declara: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído...” Como esclavo de Dios, el Señor Jesús no recibió la lengua de un maestro, sino de una persona sabia. El también dijo que Dios abrió sus oídos para que El oyera como hombre sabio y escuchara la Palabra de Dios. Esto revela que si no somos sabios, no podemos hablar por Dios. Para poder hablar por El, primero debemos ser enseñados por El.

Obedientes hasta la muerte

  En Juan 14:31, el Señor Jesús dijo: “Mas esto es para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago”. Puesto que el Señor Jesús amó a Dios el Padre, él guardó la palabra del Padre no solamente como un hijo, sino más aun como esclavo. El escuchó a Dios y cumplió Su voluntad al guardar Su palabra. El deseo de Dios era que el Señor Jesús muriera en la cruz para redimir a Su pueblo escogido. El Padre dio este mandamiento al Señor, y en Su amor por el Padre, el Señor le obedeció como esclavo y fue a la cruz. Por tanto, Su muerte en la cruz fue un acto de obediencia. Pablo afirma que Cristo llegó a ser “obediente hasta la muerte, aún la muerte de cruz” (Fil. 2:8). Por obediencia a Dios, Cristo murió de una manera vergonzosa. El murió como criminal, como malhechor, crucificado según la costumbre romana. Sólo un esclavo estaba dispuesto a morir de esta manera.

Tomar a Cristo como nuestro modelo

  La Biblia revela que nosotros, los creyentes en Cristo, no somos solamente criaturas de Dios, sino también hijos de Dios. En la vieja creación, somos criaturas de Dios; en la nueva creación, hemos llegado a ser hijos de Dios. No obstante, si mantenemos nuestro rango de criaturas e hijos, no podremos obedecer a la palabra de Dios. Para guardar Su palabra, debemos vaciarnos y humillarnos, dejar a un lado el rango de criatura y de hijo. Entonces seremos esclavos de Dios. Según la tipología de Exodo 21, Cristo es el esclavo, y Dios el amo. Si deseamos tomar a Cristo como nuestro modelo, debemos aprender a ser esclavos, aquellos que lo sacrifican todo por los demás.

  El apóstol Pablo siguió al Señor Jesús para ser un esclavo. El inició el libro de Romanos con estas palabras: “Pablo, un esclavo de Cristo Jesús”. En Tito 1:1, él se refiere a sí mismo como “esclavo de Dios”. Como esclavo de Cristo y de Dios, Pablo estaba dispuesto a despojarse, humillarse, y sacrificar su rango, derechos, y privilegios. No cabe duda de que en este asunto él caminó en las huellas del Señor Jesús. El Señor era un esclavo de Dios, y Pablo era también tal esclavo por la vida de servicio y de sacrificio de Cristo.

  Quiero recalcar nuevamente que la razón por la cual la ordenanza acerca de los esclavos viene en primer lugar se debe a que si no tenemos el espíritu de un esclavo, no podemos obedecer las otras ordenanzas y llevar una vida humana apropiada delante de Dios. Por ejemplo, 23:4 afirma que si un israelita veía que el buey de su enemigo se alejaba, él debía regresárselo. Además, si un israelita veía un asno que pertenecía a alguien que lo aborrecía, debajo de su carga, él tenía que ayudarlo a levantarse (23:5). Si un israelita tenía el espíritu, la actitud, de un esclavo, él estaba dispuesto a ayudar de esta manera. El se diría a sí mismo: “soy un esclavo que le sirve a Dios mi amo. Quiero a mi amo, y quiero a Su pueblo. Aunque este israelita me aborrece y es mi enemigo, de todos modos pertenece al pueblo de Dios. Debo cumplir el deber de esclavo y tomar cuidado de su ganado”. No obstante, si un israelita no tenía el espíritu de un esclavo, él podía regocijarse al ver el daño en el ganado de su enemigo. El quizá consideraba esto como la manera en que Dios juzgaba a su enemigo y lo castigaba. Esta actitud difería de la de un esclavo.

  Si deseamos guardar las ordenanzas divinas, debemos ser esclavos. La ley de Dios lo requiere. Los que no están dispuestos a ser esclavos no pueden obedecer la ley de Dios. El Señor Jesús llegó a ser un esclavo, y enseñó a Sus discípulos, en el momento en que ellos se esforzaban por ser los primeros, que debían tomar la posición de un esclavo. El les dijo: “El que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:27-28).

El amor es la base para el servicio

  Según 21:2, un esclavo hebreo era liberado después de servir a su amo durante seis años. Si él obtenía una esposa e hijos durante sus años de cautiverio, él debía dejarlos como propiedad de su amo y “salir solo” (v. 4). No obstante, el esclavo podía decir: “yo amo a mi Señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre” (v. 5). Aquí vemos que el hecho de seguir como esclavo no es un requisito legal sino un asunto de amor. Por amor a su amo, a su esposa, y a sus hijos, el esclavo no quería salir libre. Por el contrario, él quería servir a su amo para siempre. El amor era la base de su servicio continuo.

  A menudo dicen que el amor ciega a la gente. En realidad, si deseamos amar a los demás, debemos estar ciegos. No obstante, en cuanto a nosotros mismos debemos ser un sacrificio. El amor requiere un sacrificio. Sin sacrificio, no puede haber amor. El Señor Jesús nos amó al ser sacrificio por nosotros. Efesios 5:2 dice: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. Cristo se dio por nosotros, murió como malhechor en la cruz. Esto demuestra que el amor requiere sacrificio.

  Si un hermano no está dispuesto a sacrificarse, él no puede amar a su esposa. Del mismo modo, los padres deben estar dispuestos a sacrificarse por sus hijos si tienen amor por ellos. No hay amor sin sacrificio.

  Según Exodo 21:5, un esclavo podía sentir el deseo de no ser libre. Su amor por su amo, esposa, e hijos, lo incitaba a preferir el cautiverio como esclavo. Esto no es un asunto de requisito legal, sino que es motivado por el amor voluntario.

  El Señor Jesús ama a Dios, a la iglesia, y a todo Su pueblo. Dios es Su amo, la iglesia es Su esposa, y todo Su pueblo son Sus hijos. El Nuevo Testamento revela este amor triple del Señor Jesús por el Padre, la iglesia, y los santos. Según Juan 14:31, el Señor ama al Padre; en Efesios 5:25 vemos que Cristo ama a la iglesia; y Gálatas 2:20 y Efesios 5:2 demuestran que Cristo ama a todos los creyentes, a todos los santos. Este amor era su inspiración, y por eso estaba dispuesto a ser esclavo. El amor es el motivo y el prerequisito para ser un esclavo.

LA POSICION DE UN ESCLAVO

  Exodo 21:6 habla del esclavo que se llevaba al poste. Antiguamente los esclavos esperaban junto al poste las órdenes del amo. En lugar de hacer algo por su cuenta, debían actuar solamente según la palabra de su amo. Hoy en día en nuestra posición como esclavos de Cristo también debemos esperar en el poste. Además, en 21:6, vemos que el amo horadaba la oreja de su esclavo con una lesna. Esto indica que la oreja de un esclavo estaba abierta para escuchar a su amo.

  Muchos cristianos sirven a Dios, pero no permanecen en el poste, y su oreja no ha sido horadada con una lesna. Ellos actúan independientemente, y no según lo que su amo les pide. Hacen muchas cosas conforme a sus propios conceptos, deseos e intenciones.

ESCLAVOS DE CRISTO EN LA VIDA DE IGLESIA

  Nosotros los que creemos en Cristo, debemos ser Sus esclavos. Debemos decir: “Oh Señor, Te amo. Tengo la libertad de salir, pero no quiero hacerlo. Te amo, amo la iglesia, y amo a Tus hijos”. Por una parte, podemos testificar de cuán disfrutable y gloriosa es la vida de iglesia. Por otra parte, en la vida de iglesia, todos debemos ser esclavos. El Nuevo y el Antiguo Testamento indican que el pueblo de Dios necesita el espíritu de un esclavo.

  Los ancianos en las iglesias deben estar conscientes de que si no están dispuestos a ser esclavos, no pueden ser ancianos apropiados. Cada anciano debe ser un esclavo. Esta fue la razón por la cual el Señor Jesús enseñó a Sus discípulos a no ser superiores a los demás, sino mas bien colocarse a sí mismos por debajo de los demás y ser sus esclavos. En la vida de iglesia no existen rangos. Todos somos hermanos, y todos debemos servir como esclavos.

  En el pasado, hemos dado centenares de mensajes sobre la vida, el Espíritu, Cristo y la iglesia. No obstante, si queremos aplicar estos mensajes, debemos ser esclavos. Los que no están dispuestos a tener el espíritu de un esclavo no pueden aplicar estos mensajes de una manera práctica. En el pasado, algunos testificaron de que amaban la iglesia y estaban dispuestos a consagrarse a la iglesia. Finalmente, ellos abandonaron la vida de iglesia, y algunos aún se opusieron a la iglesia. En su interior, ambicionaban posiciones. Debido a que no obtenían esta ambición en la vida de la iglesia, abandonaron la iglesia. Sólo aquellos que están dispuestos a ser esclavos pueden quedarse permanentemente en la vida de iglesia. Por mucho que me maltraten los santos, no tengo otra alternativa que quedarme en la vida de iglesia. La iglesia es el hogar de mi Padre y de todos Sus hijos. No soy más que uno de Sus esclavos, que lo ama a El, que ama la iglesia, y a todos Sus hijos. Después de dar tantos mensajes sobre la vida, el Espíritu, Cristo y la iglesia, me place presentar este mensaje sobre la esclavitud. Esta palabra nos concierne a todos nosotros.

EL AMOR Y LA OBEDIENCIA

  Si tenemos el espíritu y el amor de un esclavo, nos resultará fácil obedecer. El amor siempre precede a la obediencia. La relación que existe entre padres e hijos es un buen ejemplo de esto. Realmente, los buenos padres a veces deben obedecer a sus hijos. A menudo los padres obedecen a sus hijos más rápidamente que los hijos a sus padres. Con esto me refiero a que el amor produce obediencia. Un esclavo es la única persona que puede obedecer. Un buen padre tiene el amor y la obediencia de un esclavo. En su interior, una madre que ama a sus hijos está dispuesta a ser esclava de ellos y hacerlo todo por ellos. ¿Por qué los padres obedecen a veces a sus hijos? Obedecen por amor. El amor es el requisito de la obediencia.

  En este mensaje, mi carga ha sido recalcar tres asuntos: el espíritu de un esclavo, el amor de un esclavo, y la obediencia de un esclavo. Si tenemos un espíritu de esclavo, un amor de esclavo y una obediencia de esclavo, podremos guardar los mandamientos. Al principio esta palabra puede parecer extraña. Pero si usted la considera honestamente, verá que es cierta en nuestra experiencia práctica. Sólo una persona con el espíritu, amor y obediencia del esclavo puede obedecer las ordenanzas de Dios. En la economía neotestamentaria, así como en el Antiguo Testamento, se necesita este espíritu, amor y obediencia.

  Ahora podemos ver la razón por la cual Dios pone la ordenanza acerca de los esclavos en primer lugar y por qué el esclavo aquí tipifica a Cristo, el verdadero esclavo. Nosotros los que creemos en Cristo, le pertenecemos, y tenemos Su vida de sacrificio, también debemos ser esclavos que aman a Dios, la iglesia, y al pueblo de Dios. Con este amor como motivación, debemos ser esclavos que se sacrifican y sirven.

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