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Mensaje 74

El Angel de Jehová ayuda a Su pueblo a tomar posesión de la tierra prometida

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  Lectura bíblica: Éx. 23:20-33

  En el mensaje anterior, vimos la ayuda que proporcionó el Angel de Jehová a Su pueblo en 23:20-33 para que éste tomara posesión de la tierra prometida. Vimos que el Angel de Jehová fue enviado por Jehová (v. 20), que el nombre de Jehová está en El (v. 21), y que en realidad El es Jehová mismo (3:2, 4, 6, 14, 16). Además, mencionamos que su voz era el hablar de Jehová y que El iba delante de los hijos de Israel para guardarlos en el camino y llevarlos a la buena tierra (23:30, 23). Vimos los límites de la tierra prometida: desde el mar Rojo hasta el mar de los Filisteos, el Mediterráneo, y desde el desierto hasta el Eufrates. También vimos que había personas que causaban problemas: las tribus paganas con sus ídolos. Finalmente, y de una manera muy general compartimos acerca de cómo tomar posesión de la tierra. En este mensaje y en el siguiente, estudiaremos más detenidamente este asunto de tomar posesión de la tierra. Por mucho que sepamos acerca del Angel de Jehová y de la buena tierra, este conocimiento puede resultar vano si no vemos la manera de tomar posesión de la tierra.

  Tomar posesión de la buena tierra es la terminología utilizada en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, Pablo habla de ganar a Cristo, de obtenerlo y de asirnos de El (Fil 3:8). Estas expresiones de Filipenses 3 son el cumplimiento de la tipología acerca de posesión de la tierra prometida en el Antiguo Testamento. Ahora debemos experimentar al Cristo todo-inclusivo tipificado por la buena tierra. En este mensaje, mi carga se relaciona con la manera de tomar posesión de Cristo, la manera de experimentar a Cristo, ganarlo, conseguirlo y asirnos de El. Para esto debemos considerar en detalle Exodo 23:20-33, y estudiar a fondo estos versículos para encontrar las riquezas que contienen.

  Ahora quisiera decir que no intentamos alegorizar el Antiguo Testamento conforme a cierta interpretación. Por el contrario, nuestro estudio encaja las diferentes porciones de la Palabra formando así un cuadro completo. Esto no es alegorizar ni adivinar el significado de las cosas. Esto es descifrar el cuadro de las cosas espirituales que exiten en la Palabra, que de otro modo permanecen ocultas. Los asuntos relacionados con la experiencia espiritual son reales, pero son misteriosos e invisibles. Por esta razón, Dios nos dió la tipología en el Antiguo Testamento y las declaraciones en el Nuevo Testamento. La tipología del Antiguo Testamento son cuadros de las realidades espirituales reveladas en el Nuevo Testamento. Así como se encajan las piezas de un rompecabezas, también debemos encajar las partes de la Biblia para ver el cuadro.

  Montar un rompecabezas de centenares de piezas toma tiempo y paciencia. Se debe ir poco a poco. Finalmente, obtenemos un cuadro. ¿Quiere ver un cuadro de las cosas maravillosas, celestiales y divinas que se encuentran en la Palabra de Dios? Para eso debe juntar, con paciencia y diligencia, las piezas del “rompecabezas” bíblico. Repito que mi intención no es alegorizar el Nuevo Testamento. Por el contrario, quisiera encajar todas las piezas hasta que veamos un cuadro. En este mensaje, presentaré otro cuadro que he visto por medio del estudio paciente de la Palabra y por haber orado en cuanto a ello.

  Hemos visto que las ordenanzas en Exodo 21 al 23 contienen muchas implicaciones, indicios y significados. Es importante ver que estos tres capítulos concluyen con una palabra del Angel de Jehová que llevó al pueblo de Dios a la tierra prometida. Cristo como el enviado de Dios nos guarda en el camino y nos introduce en Sí mismo como la buena tierra todo-inclusiva. Además, 23:20-33 nos revela en detalles no solamente cómo debemos entrar en la tierra, sino también cómo tomar posesión de ella para nuestro disfrute. En realidad, en estos versículos no se dice mucho acerca del Angel de Jehová ni de la buena tierra en sí. No obstante, se presta muchísima atención a las personas que causan problemas, es decir, a las tribus paganas que impiden que el pueblo de Dios posea la tierra prometida. Sin embargo, la descripción de la manera de tomar posesión de la tierra es aún más detallada que la de las personas que frustran. Esto indica que si deseamos experimentar a Cristo, por una parte debemos conocer los obstáculos, y por otra, conocer la manera detallada de tomar posesión de Cristo y ganarlo en nuestra experiencia. Así como necesitamos un mapa para no perdernos en una ciudad, también necesitamos los detalles presentados en 23:20-33 para conocer la manera de poseer la buena tierra y para que la disfrutemos. Un panorama general ayuda, pero no es adecuado. Un chofer no necesita solamente un panorama general de la ciudad, sino también una comprensión detallada de las calles. Entonces, él podrá encontrar su camino. En estos catorce versículos, tenemos un “mapa” detallado para que “entremos” espiritualmente a la tierra prometida, es decir, al Cristo todo-inclusivo.

A. Obedecer al Angel de Jehová

  Si deseamos tomar posesión de la tierra prometida, debemos aprender a obedecer al Angel de Jehová, que Dios ha enviado. Este Angel, este enviado, es Jesucristo. Dios nos mandó a Cristo a través de muchos pasos: la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la sepultura, la resurrección, la ascensión, la glorificación y la entronización. Por medio de todos estos pasos, Dios nos ha mandado a Cristo, Su Angel. Ahora que El está con nosotros, debemos obedecerle.

  Si queremos tomar posesión de Cristo, debemos estar conscientes de que lo tenemos a El con nosotros, dentro de nosotros, como una persona viviente. Esto significa que tenemos al Cristo viviente, y no un sistema de doctrinas. Esta persona viviente está ahora en nosotros (Col. 1:27). Romanos 8:9 dice: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El”. Si no tenemos a Cristo en nosotros, no le pertenecemos a El. Por el contrario, le pertenecemos al diablo, a los demonios, y al mundo. ¡Alabado sea el Señor porque Cristo está en nosotros! Lo tenemos a El como el enviado, el Angel de Jehová que ha venido a nosotros por medio del maravilloso proceso de la encarnación, del vivir humano, de la crucifixión, sepultura, resurrección, ascensión, glorificación y entronización. ¡Cuán maravilloso es el hecho de que El ha sido enviado para estar con nosotros!

  Muchos cristianos contemporáneos no se dan cuenta de que la persona viviente de Cristo está con ellos y en ellos. Se interesan en doctrinas bíblicas, pero no prestan ninguna atención a Aquel que es viviente. En un artículo titulado: “La autoridad decaída de Cristo en las iglesias”, A. W. Tozer señala con firmeza que los creyentes actuales descuidan el vivir a Cristo y Su señorío. Los cristianos se preocupan por su obra misionera, por la predicación del evangelio, o por enseñar la Biblia y la teología, pero prácticamente no prestan ninguna atención a la persona viviente de Jesucristo.

  En 23:21 y 22, Dios no dice: “les he dado enseñanzas que deben seguir”. Aquí el Señor dice acerca del Angel: “guardate delante de él, y oye su voz... si oyeres su voz e hicieres todo lo que Yo te dijere”. Vemos en dos ocasiones que debemos obedecer a la voz del Angel, pues su voz es el hablar de Dios. Esto significa que como Angel, el enviado, Cristo habla por Dios. ¡Entonces, cuán crucial es obedecer Su voz!

  Hoy en día, Cristo habla por Dios de una manera viviente desde nuestro interior. En Juan 10, se recalca claramente la importancia de oír la voz del Señor. El Señor Jesús se refiere a Sí mismo como el buen pastor y dice: “Las ovejas oyen Su voz” (v. 3). En el versículo 16, el Señor continúa y declara: “Tengo otras ovejas que no son de este redil; ... oirán mi voz”. En el versículo 27, El testifica claramente: “Mis ovejas oyen Mi voz”. Tengo la certeza de que todos tenemos la voz del Señor dentro de nosotros. Aún los jóvenes, los adolescentes, han oído la voz de Aquel que es viviente en ellos. Puesto que oyen la voz del Señor, a menudo sus padres o los demás no necesitan decirles lo que deben de hacer. Cristo, Aquel que es viviente, es más subjetivo para ellos que sus padres. Los padres de un joven no pueden ir a la escuela con él, mientras que el Cristo que mora en el no solamente lo acompaña a la escuela, sino que permanece en el todo el tiempo. Por tener a Cristo, el enviado de Dios dentro de nosotros, debemos obedecerle, particularmente a Su voz.

1. No debemos provocarlo

  Exodo 23:21 dice: “Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque Mi nombre está en él”. Aquí tenemos cuatro detalles en cuanto a nuestra relación con Cristo como el Angel de Jehová. Estos detalles están relacionados con el hecho de prestarle atención a El, obedecerle sin provocarle, y sin que El tenga que disculpar nuestras transgresiones. Es importante escuchar la voz del Señor y no provocarle. Este versículo nos enseña que si provocamos al Señor, El no perdonará nuestras transgresiones. Si consideramos eso cuidadosamente, veremos que este versículo corresponde con nuestra experiencia.

  En un sentido, el Cristo que mora en nosotros es una persona agradable, amable. No obstante, es muy fácil provocarlo. Aún cuando desobedecemos en algo insignificante, lo provocamos. Como resultado, sentimos que ya no nos sonríe. Nos damos cuenta en lo profundo de nosotros que El no está contento con nosotros. Puesto que el Señor dentro de nosotros no está contento, nosotros tampoco podemos estar contentos. Quizá en nuestro tiempo con el Señor en la mañana estamos felices en El. Nos regocijamos y estamos llenos de alabanza. Pero, más adelante en el día, podemos provocarlo por nuestra desobediencia. Nuestra alegría es pasajera. El hecho de que ya no estemos felices indica que hemos provocado al Señor y que El está disgustado. Quizás no esté enojado con nosotros, pero tampoco está contento. El Cristo que mora en nosotros es muy sensible, y debemos tener cuidado de no provocarlo.

2. No perdona nuestra rebelión

  Después de exhortarnos a no provocar al Angel de Jehová, el versículo 21 afirma: “Porque él no perdonará vuestra rebelión”. Nuestra experiencia confirma que cuando provocamos al Señor, El no nos perdona antes de que confesemos. El es estricto y se molesta aún por un acto ligero de desobediencia. Debemos obedecer Su voz y nunca discutir con El. Es posible que lo provoquemos al discutir con El. Entonces Su rostro deja de sonreírnos, y dejamos de tener un Espíritu de regocijo. Podemos confesar nuestros errores y buscar Su perdón, pero quizá El no nos perdonará inmediatamente. Pueden pasar unos días antes de que sintamos que el Señor vuelve a estar contento con nosotros y nos sonría.

  Me agrada que el versículo 21 no declara que el Angel no perdonará nuestra rebelión para siempre. No se especifica ningún momento particular. Quizá él esperará solamente unos minutos antes de perdonarnos, quizá varios días, una semana, o aún más tiempo. Según nuestra experiencia con Cristo, sabemos que a veces El no nos perdona inmediatamente. Esto nos hace miserables. En ese momento podríamos gritar: “¡Aleluya, Cristo es victorioso”, pero el Señor permanece en silencio, y todavía está disgustado con nosotros y sigue reteniendo Su perdón. Finalmente, después de cierto periodo de tiempo, nos damos cuenta repentinamente de que en nuestro interior somos felices de nuevo. Incluso canteremos: “Cristo es el Señor y El vive en mi; ahora tengo gozo y soy tan feliz”. Somos verdaderamente felices porque el Señor que mora en nosotros está feliz.

  Debemos entender que si provocamos al Señor al desobedecer Su voz, El quizá no perdone inmediatamente nuestra rebelión. En este asunto no debemos ser descuidados, pensando que después de desobedecer al Señor, podemos decir: “Señor Jesús, estoy equivocado. Perdóname por favor”. Usted pensará que después de orar así, todo está bien, pero quizá eso no sea el sentimiento del Señor dentro de usted. El quizá no lo perdone hasta más tarde. Esta palabra acerca de provocar al Señor y de no recibir Su perdón inmediatamente no es una mera doctrina, sino que concuerda con nuestra experiencia espiritual. Puedo testificar que mi experiencia con el Señor corresponde con el versículo 21.

  El Antiguo Testamento enseña que el Angel de Jehová estaba siempre con los hijos de Israel. El Nuevo Testamento nos dice que Cristo, el enviado de Dios, está con nosotros todo el tiempo. En Mateo 28:20, el Señor Jesús dijo: “He aquí, estoy con vosotros todos los días”. No obstante, el hecho de que el Señor está siempre con nosotros no significa forzosamente que todo esté bien. Nuestra relación con el Señor tiene dos aspectos. Hay dos lados: el lado del Señor y nuestro lado. Nosotros debemos cooperar con El. Un ejemplo de nuestra cooperación con el Señor puede ser una carrera con tres piernas. Los que participan en esta carrera tienen una pierna libre y otra pierna atada a la de otra persona. Deben correr en buena coordinación. Ambas partes deben cooperar. En principio, pasa lo mismo en nuestra relación con el Señor. Por Su lado, El siempre hace todo bien; pero nosotros fallamos en cooperar con El. Por nuestra falta, debemos considerar más detalles de 23:20-33 relacionados con la posesión de la tierra prometida.

B. El aniquilamiento de las tribus paganas por parte de Jehová

  En el versículo 23, vemos que el Angel de Jehová iría delante del pueblo y los llevaría al país ocupado por las tribus paganas. En cuanto a estas tribus, el Señor prometió: “a los cuales Yo haré destruir” (v. 23). en el versículo 27, el Señor declara: “Yo enviaré Mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos los enemigos”. Aquí vemos que el Señor prometió aniquilar todas las tribus paganas de la tierra prometida. Yo prefiero la palabra pagana a la palabra salvaje. Los salvajes pueden denotar los gentiles, mientras que los paganos indican algo demoniaco, diabólico e idólatra. Todas las tribus que obstaculizaban a los hijos de Israel eran paganas.

1. Los venció

  En los versículo 23 y 27 a 31, vemos claramente que Dios prometió vencer a las tribus paganas. El prometió aún mandar avispones delante de Su pueblo para alejar a estas tribus (v. 28). Además, el Señor prometió: “pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti” (v. 31).

2. Los alejó poco a poco

  Dios prometió alejar a las tribus paganas, pero El dijo: “no los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del campo. Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra” (vs. 29-30). Aquí vemos que Dios alejaría a los que causaban problemas conforme al aumento y crecimiento de Israel. Esto indica que el grado en que Dios iba a alejar los habitantes de la tierra guardaba proporción con el aumento de Su pueblo. Si su crecimiento era lento, Dios alejaría lentamente a las tribus.

  En Filipenses 2:13, encontramos una palabra que corresponde con la promesa de Dios en el Antiguo Testamento, de alejar a las tribus paganas poco a poco. En este versículo, Pablo declara: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. Dios está obrando, operando en nosotros para aniquilar nuestra vida natural. Nuestra vida natural es caída, pecaminosa, diabólica y demoniaca. La vida natural nos puede parecer buena o mala. Pero por ser simplemente natural presenta estas cuatro características sumamente negativas. Nuestra vida natural nos impide experimentar a Cristo y disfrutarlo. Si consideramos nuestra experiencia, veremos que no son los demás los que nos impiden experimentar a Cristo, ni nuestro marido o esposa ni ningún miembro de nuestra familia, sino nuestra propia vida natural. A veces, sentimos que nuestra vida natural está caída, en otras ocasiones que es pecaminosa. En algunas ocasiones, tomamos conciencia del hecho de que nuestra vida natural todavía es diabólica y demoniaca. Quizás se preguntará cómo puedo afirmar que la vida natural es demoniaca. Les haré esta pregunta: ¿alguna vez se ha mirado en un espejo cuando está enojado? En ese momento, su expresión no es la de un caballero, y mucho menos la de un hijo de Dios, sino la expresión de un demonio. Hace muchos años, me fijé en los rostros de las personas mientras hacían apuestas. ¡Cuán demoniaco era su rostro!

  La vida natural tiene muchos aspectos diferentes. Ciertos aspectos pueden parecer bastante buenos. Sin embargo, estos aspectos son máscaras. Aún cuando los hombres lo consideran algo genuino, no lo es ante Dios.

  Las tribus paganas que ocupaban la tierra prometida representan los distintos aspectos de la vida natural. La Biblia dice que en la tierra había siete tribus. No obstante, puede ser que tengamos muchas más tribus en nosotros. Nuestra vida caída es corrupta y contaminada, tanto en los jóvenes como en los mayores. Una joven puede parecer amable y agradable. No obstante, el elemento caído, pecaminoso, diabólico y demoniaco de la vida natural está en ella. Repito que la vida natural con todas sus características nos impide experimentar a Cristo. Sin embargo, Dios ha prometido aniquilar todas las tribus paganas, todos los aspectos de nuestra vida natural. El los aniquilará y los alejará.

  No obstante, es importante que tomemos conciencia de que el aniquilamiento de la vida natural por parte de Dios depende de dos asuntos: primero, depende de nuestro crecimiento, de nuestro aumento, reproducción y multiplicación. Cuanto más crecemos, más Dios desecha la vida natural. Segundo, el hecho de que Dios deseche a las tribus paganas depende de nuestra iniciativa de sacarlas. En el versículo 29, Dios indica que El sacará a las tribus, pero en el 31, El declara: “tú los echarás de delante de ti”. Efectivamente, Dios promete sacarlas, pero debemos tomar la iniciativa.

  En nuestra búsqueda del Señor, debemos orar: “Oh Señor, me aborrezco. Aborrezco mis apetitos y mi vida natural. Señor, Te pido sacar estas cosas fuera de mi”. Pero cuanto más oramos con fervor de esta manera, menos el Señor parece responder. De hecho, parece no haber ninguna respuesta. Oramos para que el Señor deseche todos los aspectos de nuestra vida natural y seamos un pueblo espiritual, pero El no nos contesta.

  En este punto, la tipología de estos versículos es clara y de utilidad. Según la tipología, el Señor sacaría a las tribus paganas, la vida natural, pero la separación depende de nuestro crecimiento. Si no crecemos, el Señor no sacará a las tribus. Algunos cristianos que aborrecen la vida natural, oran para ser liberada de ella. Pero luego son atacados por “bestias”. Según el versículo 29, las bestias del campo se multiplican contra ellos. Estas bestias son aún peores que las tribus paganas, pues las bestias representan los demonios. La vida natural es terrible, pero los demonios, los espíritus malignos son aún peores. Eso recalca el peligro de estar vacíos en nuestro ser interior. El aniquilamiento de la vida natural debe corresponder con nuestro crecimiento en Cristo. Cuanto más crezcamos en el Señor, más reemplazará El nuestra vida natural. Este es el significado espiritual de que Dios aleje las tribus paganas conforme al aumento de Israel. Cuanto más el pueblo de Dios se aumentó en número en el país, más grande sería el número de paganos que Dios aniquilaría y sacaría de la tierra. Esto indica que cuanto más Cristo se aumente en nosotros, más reemplazará El nuestra vida natural. El crecimiento de Cristo en nosotros determina que la vida natural sea aniquilada.

  Sin experiencia espiritual, no podemos entender que el aniquilamiento de la vida natural se relaciona con el aumento de Cristo dentro de nosotros. Sabemos por experiencia que en nuestra vida cristiana, debemos tener el aumento de Cristo. Este aumento es lo que reemplaza la vida natural. No debemos pensar que Dios sacará inmediatamente cada elemento de la vida natural. El alejamiento de las tribus paganas fuera de nosotros por parte de Dios depende de nuestro crecimiento en vida, es decir, del aumento de Cristo en nosotros. Si Dios sacara la vida natural sin que hubiese un aumento correspondiente de Cristo en nosotros, nos quedaríamos vacíos. Luego sucedería algo peor: las bestias, los demonios, entrarían en nosotros para tomar posesión de nosotros. Por consiguiente, Dios elimina la vida natural conforme al aumento de Cristo en nosotros.

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