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Mensaje 86

El arca del testimonio

(3)

  Lectura bíblica: Éx. 25:17-22; Lv. 16:14-15

  En los dos mensajes anteriores, estudiamos los materiales que componían el arca, sus dimensiones, y la cornisa de oro que la rodeaba. También los cuatro anillos de oro y las dos varas que se usaban para mover el arca. En este mensaje, estudiaremos en 25:17-22 la cubierta propiciatoria que fue puesta sobre el arca.

X. LA CUBIERTA DEL PROPICIATORIO

  Exodo 25:17 dice: “Y harás un propiciatorio cubierto de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio”. Esta cubierta propiciatoria era la tapa del arca. En la septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento que compusieron antes de Cristo) se usa la palabra ilastérion para traducir la palabra hebrea de cubierta propiciatoria. Esta palabra griega es un sustantivo del verbo griego iláskomai. Iláskomai significa apaciguar, reconciliar dos partes al satisfacer los requisitos de una para con la otra, es decir, propiciar. Según Hebreos 2:17, el Señor Jesús hizo propiciación por nuestros pecados a fin de reconciliarnos con Dios al satisfacer los justos requisitos de Dios para con nosotros.

  Suponga que cierta persona tenga una deuda con otra. No obstante, ésta no puede cumplir las exigencias de la otra persona. No parece haber ninguna manera de solucionar este problema. Luego, una tercera persona aparece en el escenario y por medio de ella, se cumplen los requisitos de la segunda persona, apaciguándola así. De esta manera, la primera persona se reconcilia con la segunda, pues las exigencias de la segunda persona quedaron satisfechas. La palabra griega iláskomai se refiere a esta transacción en la cual la reconciliación viene por medio de apaciguar a una persona y de la satisfacción de sus requisitos. Cristo nos ha reconciliado con Dios al satisfacer Sus exigencias.

  La palabra griega para propiciación es ilastérion, y difiere de ilásmos en Primera de Juan 2:2 y 4:10. Ilásmos denota lo que propicia, es decir, un sacrificio propiciatorio. Según 1 Juan 2:2 y 4:10, el Señor Jesús es el sacrificio propiciatorio por nuestros pecados. Cristo no es solamente Aquel que nos reconcilia con Dios al cumplir los requisitos de Dios y al apaciguarlo a El, sino que El también es el sacrificio propiciatorio. El se sacrificó para que fueramos reconciliados con Dios.

  Hemos visto que Cristo es Aquel que hace propiciación para con Dios así como Aquel que es el sacrificio propiciatorio. En Romanos 3:25, Pablo declara que Cristo es nuestra cubierta de propiciación. Dios ha establecido que Cristo sea nuestro ilastérion, nuestra cubierta propiciatoria. Esto significa que como ilastérion, Cristo es también el lugar mismo donde Dios puede encontrarse con nosotros, Su pueblo redimido, y hablar con nosotros. Por consiguiente, Cristo es Aquel que propicia, El es el sacrificio propiciatorio, y El es la cubierta propiciatoria, el lugar donde Dios y Su pueblo redimido se reúnen.

  Como sacrificio propiciatorio y como Aquel que ha hecho propiciación para Dios por nosotros, Cristo es también el lugar, llamado la cubierta de propiciación en Romanos 3:25, donde podemos reunirnos con Dios. La septuaginta usa ilastérion para la tapa, o cubierta del arca. Pablo usa esta palabra para referirse a Cristo como la cubierta de propiciación. Sin lugar a dudas, cuando Pablo escribió Romanos 3:25, él tenía en mente un cuadro de la cubierta de propiciación colocada sobre el arca del testimonio (Véase nota 1 en Romanos 3:25, Versión Recobro).

  Al estudiar la descripción de la cubierta propiciatoria en Exodo 25:17-22 a fin de entender su significado para nuestra experiencia espiritual, debemos recibir luz por medio de la Palabra y no solamente conocimiento. Cuando leemos la Biblia, nuestra meta debe ser el recibir luz y no simplemente ganar conocimiento objetivo. Por consiguiente, debemos cuidarnos de preguntas y pensamientos inútiles que interfieren con el resplandor de la luz que viene de la Palabra. Por una parte, debemos hacernos preguntas significativas acerca de lo que leemos en la Biblia. Por otra parte, debemos evitar preguntas inútiles, preguntas que no tienen respuesta. Cuando leemos el relato de la cubierta propiciatoria en Exodo, podemos ser engañados por estas preguntas. Por ejemplo, algunos preguntarán si los querubines que estaban sobre el arca son ángeles. Otros querrán conocer el peso de los querubines o cuántas caras tenían. Algunos intentarán adivinar el grueso de la cubierta propiciatoria, puesto que sabemos la longitud y la anchura, pero no el grueso. Algunos lectores se preguntarán si los querubines y la tapa del arca formaban una sola pieza de oro. Otros se preguntarán cómo los querubines pueden tener sus rostros uno frente a otro y también hacia la tapa del arca. En este mensaje, no nos interesan esta clase de preguntas. Por el contrario, nuestra meta consiste en considerar estos asuntos cruciales para nuestra comprensión y experiencia espiritual. Por tanto, llegamos a estos versículos no con el fin de encontrar respuestas a preguntas inútiles, sino para obtener luz del Señor.

A. Representa a Cristo

  La cubierta propiciatoria representa a Cristo como la cubierta de la ley justa de Dios. También lo representa como el lugar donde Dios habla con Su pueblo redimido en gracia. Por consiguiente, la cubierta propiciatoria equivale al trono de gracia de Dios (He. 4:16).

B. Estaba hecha de oro puro

  El versículo 17 afirma que la cubierta propiciatoria estaba hecha de oro puro. Aquí el oro representa la naturaleza divina y pura de Cristo.

C. El tamaño

  El tamaño de la cubierta propiciatoria era de “dos codos y medio, y su anchura de codo y medio”. Las dimensiones de la cubierta propiciatoria representan el testimonio.

D. Dos querubines

  Exodo 25:18 dice: “Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio”. Los querubines representan la gloria de Dios (Ez. 10:18; He. 9:5). No sabemos si los querubines son ángeles, pero sí sabemos que están relacionados con la gloria de Dios. Hebreos 9:5 habla de los querubines de gloria, y Ezequiel 10:18 afirma que la gloria de Dios abandonó el templo y permaneció encima de los querubines. Por tanto, los querubines están relacionados con la gloria de Dios y la representan. Los querubines indican que Cristo expresa la gloria de Dios, que ésta resplandece de El. Los querubines estaban sobre la cubierta, y ésta es Cristo. Esto significa que la gloria de Dios resplandece de Cristo y sobre El.

  Los querubines estaban hechos de oro, la naturaleza divina de Cristo, y de obra martillada, indicando Sus sufrimientos.

  El versículo 19 dice: “Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos”. Los querubines en los dos extremos de la cubierta propiciatoria representan el testimonio. El hecho de que los querubines eran uno con la cubierta propiciatoria indica que la gloria de Dios sale de Cristo para ser un testimonio.

  El versículo 20 dice: “Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines”. Las alas de los querubines cubrían la cubierta propiciatoria. Esto significa que la gloria de Dios es expresada en Cristo para ser un testimonio completo. Los rostros de los querubines se encontraban uno en frente del otro y hacia la cubierta propiciatoria. Esto significa que la gloria de Dios vigila y observa lo que Cristo ha hecho.

E. Puestos sobre el arca desde arriba

  El versículo 21 dice: “Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré”. Aquí vemos que la cubierta propiciatoria fue colocada sobre el arca desde arriba. Esto representa a Cristo como la cubierta propiciatoria que cubre la ley dentro del arca.

F. Dios se reúne con Su pueblo redimido

  La primera parte del versículo 22 declara: “Y de allí me declararé a ti”. Esto indica que Dios se reunió con Su pueblo en el Cristo propiciatorio.

G. Dios habla con Su pueblo redimido desde los dos querubines

  En el versículo 22, Dios afirma también que El “hablará contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandaré para los hijos de Israel”. Esto significa que Dios habla con Su pueblo desde la gloria expresada en Cristo como Su testimonio.

  Ya vimos que los querubines representan la gloria de Dios que resplandece de Cristo. Por tanto, para que Dios hable con Su pueblo desde los querubines significa que El nos habla en medio de Su gloria. Dios no se reunirá con Su pueblo redimido en ninguna otra parte que no sea en medio de Su gloria. Dios no puede reunirse con nosotros en ninguna otra parte y de ninguna otra forma. Cuando se reúne con nosotros, esta reunión debe producirse en medio de Su gloria. Podemos testificar de esto con nuestra experiencia. Cuando nos reunimos con Dios, sentimos que estamos en la gloria, una gloria como la que representaban los querubines sobre la cubierta del arca. El día en que nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús fuimos llevados a una esfera de gloria. Dios jamás se reunirá con nosotros en las tinieblas. Por el contrario, El siempre se reúne con nosotros en gloria y habla con nosotros en medio de los querubines de gloria.

  Cuando escuchamos a alguien hablar en la reunión, si su hablar es la Palabra de Dios, debemos sentir que estamos en gloria. Cuando la Palabra de Dios es hablada en el ministerio, sentimos la gloria dentro de nosotros. Hoy en día, muchos predicadores son elocuentes. Pero cuando se les oye hablar, no se percibe la gloria de Dios. Usted puede admirar su elocuencia y apreciar su conocimiento, pero no se percibe la gloria de Dios. No obstante, cuando escucha el ministerio genuino de la Palabra, es atraído, no por la elocuencia ni el conocimiento sino por la gloria de Dios. Después de regresar a casa, la gloria sigue con usted. Años más tarde, todavía recordará la gloria que sintió en aquella reunión. Nuestra experiencia nos enseña que Dios se reúne con nosotros en medio de Su gloria. Aun cuando Dios habla con un pecador, Dios le habla en Su gloria.

  La gloria en la cual Dios se reúne con nosotros y en la cual El nos habla es el resplandor de Cristo. Los querubines representan el resplandor de Cristo. Un ejemplo de esto lo es la electricidad. El local de reunión está iluminado por el resplandor de las luces, que en realidad es el resplandor de la electricidad. Por consiguiente, en el local de reunión nos reunimos bajo el resplandor de la electricidad. Del mismo modo, los querubines son Cristo resplandeciendo, o Su resplandor.

  ¿Qué clase de Cristo es éste? Dijimos que el arca estaba hecha de madera de acacia cubierta de oro por dentro y por fuera. La madera de acacia tipifica la humanidad de Cristo, y el oro representa Su divinidad. La cubierta propiciatoria estaba hecha de oro puro; no contenía madera de acacia. Esto indica que el resplandor de Cristo, quien es la resplandor de la gloria de Dios, es divino. No obstante, la divinidad de Cristo no es el fundamento de este resplandor. Al contrario, la base de Su resplandor es la madera de acacia utilizada para hacer el arca. No era el oro lo que llevaba la madera de acacia, sino la madera llevaba el oro. Basándose en Su humanidad, Cristo expresa la divinidad. En nuestra experiencia, necesitamos la humanidad de Jesús para expresar la naturaleza divina de Cristo.

  Exodo 25:17 nos describe la longitud y la anchura de la cubierta propiciatoria, pero no nos describe el grueso de la cubierta. Por consiguiente, no conocemos el peso de la tapa del arca. El hecho de que el grueso no se mencione y que no se indique el peso demuestra que el peso de Cristo es inmensurable. Nadie puede decir cuánto pesa Cristo. En nuestra experiencia, Su peso va de acuerdo a lo que podemos soportar. Si usted puede sostener una tapa de un kilo, entonces Cristo pesará un kilo para usted. Para otra persona Cristo puede pesar treinta kilos. El peso que representa Cristo depende de cuanto podemos soportar. Me preocupa el hecho de que algunos santos sólo pueden sostener una cantidad muy pequeña de Cristo.

  Además, Exodo 25 no nos dice nada de la forma, ni el tamaño, ni el peso de los querubines. Esto indica que la gloria del resplandor de Cristo es inmensurable. Indica también que la gloria de Cristo es inexplicable. Así como no podemos describir los querubines, tampoco podemos explicar la gloria del resplandor de Cristo. No obstante, sabemos por el hecho de que los querubines tenían rostros y alas, que esta gloria no está muerta, sino que es algo vivo. La gloria de Dios es viviente. Aún podemos decir que esta gloria tiene rostro, ojos y alas. Nuestra experiencia nos muestra que cuando Dios se reúne con nosotros y nos habla, percibimos que la gloria nos vigila y es viviente. En realidad, esta gloria es Cristo mismo. Por tanto, el concepto general de la cubierta propiciatoria en Exodo 25 significa que Cristo es el resplandor de la gloria divina y que Dios se reúne con nosotros y nos habla en esta gloria. Al considerar el relato de la cubierta propiciatoria en 25:17-22, debemos centrar nuestra atención en este punto crucial y no alejarnos ni ser distraídos por preguntas que no tienen ninguna respuesta.

  Debemos quedar impresionados por el hecho de que la cubierta de propiciación con los querubines representa el resplandor de Cristo. Significa también que la gloria de Dios como resplandor de Cristo es viviente. Es algo que tiene rostro, ojos y alas. Si queremos entender esto correctamente, necesitamos la luz de Dios y también cierta cantidad de experiencia espiritual. Fuera de la iluminación del Señor, podemos leer continuamente estos versículos sin recibir nada de su significado. Pero cuando la luz resplandece sobre nosotros, nos damos cuenta de que la cubierta propiciatoria con los querubines no es otra cosa que nuestro querido Señor Jesús. Cuando Dios se reúne con nosotros y nos habla, este Cristo precioso está presente. En realidad, es en este Cristo resplandeciente donde Dios se reúne con nosotros y nos habla. Cuando entendemos esto, podemos decir: “Señor, Tú mismo eres esta cubierta propiciatoria. Sin Ti Señor, no queda ningún lugar donde Dios puede reunirse conmigo o donde yo puedo reunirme con El. Señor, sin Ti como cubierta propiciatoria, Dios no puede reunirse conmigo ni hablar conmigo en gloria”.

  Al llegar a este punto, debemos considerar una pregunta importante: ¿cómo podemos nosotros, pecadores, personas naturales, y llenas de ofensas, reunirnos con Dios en el Cristo glorioso? Hemos ofendido a Dios, y hemos ofendido a otras personas. ¿Entonces cómo podemos reunirnos con Dios en el Cristo resplandeciente? En 25:17-22, un relato que describe la cubierta propiciatoria del arca, no se dice nada que pueda darnos la respuesta a esta pregunta. Si queremos encontrar la respuesta, debemos volver a Levítico 16:14 y 15. Estos versículos hablan del sumo sacerdote en el día de la expiación: “Tomará luego de la sangre del becerro, y la rociará con su dedo hacia el propiciatorio al lado oriental; hacia el propiciatorio esparcirá con su dedo siete veces de aquella sangre. Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio”. Como lo veremos, el punto crucial aquí es el derramamiento de la sangre sobre la cubierta propiciatoria.

  En el día de la expiación, se ofrecían sacrificios sobre el altar en el patio exterior. La sangre de los animales derramada sobre el altar para la expiación era una promesa de la verdadera redención cumplida por Cristo. Cuando Cristo vino y cumplió la redención por el derramamiento de Su sangre sobre la cruz, entonces la promesa fue cumplida. Lo que tenemos hoy en día en la época del Nuevo Testamento no es expiación, sino redención. En el Antiguo Testamento, se derramaba la sangre sobre el altar para la expiación. Esto tipifica la sangre de Jesús derramada en la cruz para la redención. En el Antiguo Testamento tenemos el altar y la expiación; en el Nuevo Testamento tenemos la cruz y la redención. La sangre derramada en el altar para la expiación era introducida en el Lugar Santísimo y rociada sobre la tapa del arca, la cubierta propiciatoria. De hecho, la sangre era rociada sobre la tapa siete veces, representando la plenitud. Al rociar la sangre, la tapa de oro se volvía roja. Puesto que por la sangre rociada sobre la cubierta propiciatoria, los pecadores podían tener comunión con el Dios justo. Por consiguiente, la sangre de la redención nos permite hoy en día tener comunión con el Dios justo en la gloria de Cristo.

  La cubierta propiciatoria del arca cubría la ley, los Diez Mandamientos, que habían sido colocados en el arca. Luego en el día de la expiación esta cubierta era rociada con la sangre. Esto indica que cuando Dios habla a los pecadores en la gloria de Cristo, El no ve la ley justa, sino solamente la sangre sobre la cubierta propiciatoria. Sin la cubierta con la sangre rociada encima, Dios hubiera visto los Diez Mandamientos y como resultado, seríamos condenados, pues todos hemos quebrantado la ley de Dios. Dios no tendría ninguna posibilidad de reunirse con nosotros ni de hablarnos. Por el contrario, según Su justicia, El tendría que condenarnos a muerte. Pero cuando Dios viene a nosotros en la gloria de Cristo, El no ve los requisitos de Su ley justa y El no ve nuestros pecados. Por el contrario, El ve la sangre redentora sobre la cubierta propiciatoria.

  Muchos de nosotros podemos testificar que este asunto de la sangre en la cubierta propiciatoria no es simplemente doctrina. Es muy real en nuestra experiencia con el Señor. Cuando nos arrepentimos, Dios se reunió con nosotros y nos habló. En ese momento, sentimos en lo profundo de nosotros que fuimos lavados por la sangre de Jesucristo. Ahora cuando nos reunimos con Dios en gloria, sentimos profundamente que somos lavados por la sangre. Esta es la cubierta propiciatoria en nuestra experiencia.

  Mencionamos que la cubierta propiciatoria estaba hecha de oro puro. No contenía madera de acacia, la cual tipifica la humanidad del Señor Jesús. No obstante, la sangre de Jesús ciertamente se derivaba de Su naturaleza humana. La humanidad de Cristo sirve para redimir y Su divinidad para resplandecer. Los querubines sobre la cubierta propiciatoria representan el resplandor de Cristo con Su divinidad, y la sangre rociada sobre la cubierta representa Su humanidad para la redención. Por consiguiente, aquí tenemos un cuadro de Cristo no solamente como Dios, sino también como hombre, aún el Dios-hombre. Como Dios, Cristo resplandece en Su divinidad, pero como hombre, El cumplió la redención en Su humanidad representada por la sangre. Ahora, por la divinidad y la humanidad de Cristo, nosotros y Dios podemos reunirnos y hablar juntos en el Cristo que redime y que resplandece. Este es Cristo como la cubierta propiciatoria, como el lugar en el cual Dios y nosotros nos reunimos.

  Una versión dice el “asiento de misericordia” en lugar de la cubierta propiciatoria. La palabra asiento implica que la tapa del arca era el lugar en el cual Dios se sienta cuando habla con nosotros. La palabra misericordia indica que Dios mostró misericordia al pueblo. En realidad, la tapa del arca no es un asiento de misericordia, sino la cubierta propiciatoria con el resplandor de la divinidad de Cristo y la redención de la humanidad de Cristo como el lugar donde podemos reunirnos y hablar con nuestro Dios justo, santo y glorioso. Este lugar es Jesucristo mismo, Aquel que es Dios y también hombre. En Su humanidad, Cristo derramó Su sangre para redimirnos, y en Su divinidad, El resplandece con la gloria de Dios. Hoy en día, El es para nosotros el Cristo que redime, y resplandece como el lugar donde el Dios justo, santo y glorioso puede reunirse con los pecadores caídos.

  La cubierta propiciatoria en Exodo 25 mencionada por Pablo en Romanos 3:25 debe ser considerada como parte de la visión central del ministerio completador de Pablo. Pablo es aquel que habla de la cubierta propiciatoria, de los querubines de gloria, y del Cristo que hace propiciación por los pecados del pueblo (He. 2:17). Pablo presenta a Cristo como el ilastérion, la cubierta propiciatoria, con Su divinidad resplandeciente y Su humanidad redentora. Aquí, sobre la cubierta propiciatoria y en medio del resplandor de Su gloria, Dios puede reunirse con nosotros y conversar con nosotros. Este es el lugar donde oímos Su voz y conocemos el deseo de Su corazón. Indudablemente este fue el lugar en el cual Pablo recibió la revelación del ministerio completador. En nuestra experiencia día tras día nosotros también necesitamos reunirnos con Dios en la cubierta propiciatoria y en Su gloria.

  Sin la cubierta propiciatoria, no podríamos disfrutar del arca. Podemos disfrutar del arca solamente por medio de la tapa que la cubre. Si el arca no tuviera cubierta propiciatoria como tapa, no podríamos llegar a Dios, y Dios no llegaría a nosotros. El arca todavía existiría, pero nosotros no podríamos tener contacto con ella. La cubierta propiciatoria es necesaria tanto para Dios como para nosotros para que el arca se convierta en nuestro disfrute. Ahora debido a la cubierta propiciatoria, tenemos la manera de reunirnos con Dios y de hablar con El.

  La cubierta propiciatoria está relacionada también con el testimonio. Cuanto más Dios se reúne con nosotros y habla con nosotros, cuanto más nos reunimos con Dios y escuchamos Su hablar, más testimonio de Dios habrá en nuestra experiencia. La función del arca del testimonio depende de la cubierta. La utilidad del arca como arca de testimonio depende totalmente de la cubierta. Por la cubierta del arca, ésta se convierte en nuestro disfrute, en el testimonio de Dios.

  Que todos busquemos al Señor y oremos para que El nos dé luz acerca de la cubierta propiciatoria y de su significado en nuestra experiencia espiritual. No deberíamos estar satisfechos simplemente con interpretar las tipologías en Exodo de una manera doctrinal. Por la misericordia del Señor, debemos ver el significado de estos tipos para nuestra experiencia. Por una parte, la luz confirma nuestra experiencia del Señor; por otra parte, ella causa que aumente nuestra experiencia de Cristo. ¡Alabado sea el Señor por el Cristo glorioso y maravilloso, quien es la cubierta propiciatoria! No tenemos las palabras adecuadas para describir este Cristo, pero lo hemos visto, lo hemos experimentado y lo estamos disfrutando.

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