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Mensaje 94

El candelero

(3)

CRECE, SE RAMIFICA, REVERDECE Y FLORECE PARA QUE LA LUZ BRILLE

  Lectura bíblica: Éx. 25:31-40; 40:4, 24-25

  Al examinar los diferentes tipos y figuras relacionados con el tabernáculo, debemos prestar mayor atención al aspecto de la experiencia que al aspecto doctrinal. En el pasado se escribieron muchos libros acerca de los muebles del tabernáculo. La mayoría se concentra en la doctrina. Estas exposiciones del tabernáculo no nos brindan mucha ayuda en cuanto a la experiencia. A través de los años he aprendido que estos tipos no son una doctrina solamente, sino que nos sirven de experiencia. Además, ésta no debe ser simplemente una experiencia cristiana general. Más bien, debe ser la experiencia de Cristo.

  Este mensaje se titula: “El candelero crece, se ramifica, reverdecie y florece para que la luz brille”. Aquí tenemos seis puntos: crecer, ramificar, reverdecer, florecer, brillar y la luz. Para que brille la luz, primero necesitamos los primeros cuatro puntos. Solamente puede haber el brillar cuando alcanzamos el último paso, del florecer, ya que brillamos por medio del florecimiento. Florecemos con el fin de brillar. Entonces la luz, claro está, resulta del brillar.

  El candelero simboliza a Cristo. No obstante, este Cristo no es sencillo; El es el Cristo todo-inclusivo. Tal vez podemos decir, en un sentido positivo, que Cristo es complejo. El candelero con su caña, seis brazos y siete lámparas simboliza a Cristo.

  En el mensaje anterior, hicimos notar que el candelero es en realidad un árbol; por lo tanto, es un candelero-árbol. Este tiene cálices (las manzanas), los capullos y las flores. Sólo algo orgánico y viviente es capaz de reverdecer y florecer. Así que al estudiar el candelero con sus brazos (ramas), cálices, capullos y flores, vemos claramente que éste es un árbol.

  El versículo 35 está escrito de una manera muy poco común: “Habrá una manzana debajo de dos brazos del mismo, otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, así para los seis brazos que salen del candelero”. En este versículo la repetición en cuanto a las manzanas y a los brazos indica un crecimiento. Así que la caña central del candelero es algo viviente que crece. Mientras la caña crece los brazos también crecen. Primero, dos brazos crecen de la parte inferior de la caña. Luego mientras la caña continua creciendo, otros dos pares de brazos crecen, un par sale de la parte del medio y el otro de la parte superior de la caña. Además, las manzanas, los capullos y las flores aparecen en todos los brazos. Una vez completado el crecimiento, tenemos el reverdecer y el florecimiento para producir las flores. Los capullos producen pétalos, y los pétalos son parte de las flores. En primer lugar, tenemos el crecimiento, luego el reverdecer, y finalmente el florecimiento. Este florecimiento hace que la luz brille. Por esta razón, en este mensaje hablaremos acerca del crecimiento, el ramificar, el reverdecer y el florecer a fin de que la luz brille. El ramificar está implícito en el crecimiento. El brillo de la luz es el resultado de los cuatro pasos: el crecimiento, la ramificación, el reverdecimiento y el florecimiento.

  En el candelero hay un total de veinticinco manzanas o cálices. Hay tres manzanas debajo de los pares de brazos, una manzana debajo de cada par; tres en cada uno de los seis brazos; y cuatro en la parte superior de la caña, lo que hace un total de veinticinco. El número veinticinco está compuesto de cinco veces cinco. En la Biblia el cinco es el número de responsabilidad. Un ejemplo de esto lo es nuestra mano con sus cuatro dedos y el pulgar. El número cinco en la Biblia no se compone de dos más tres, sino de cuatro más uno. El número cuatro representa a la criatura, o sea, a la creación, y el número uno representa a Dios el Creador. Además, la división de las diez vírgenes en dos grupos de cinco, cinco prudentes y cinco insensatas, y el grabado de los Diez Mandamientos en dos grupos de cinco en cada tabla de piedra indica que el cinco representa la responsabilidad. Las veinticinco manzanas indican cinco veces el número de responsabilidad.

  Aunque hay veinticinco manzanas, solo hay veintidós capullos, ya que las tres manzanas que sostienen los tres pares de brazos no tienen capullos. El hecho de que haya veinticinco manzanas que representan la responsabilidad y sólo veintidós capullos para representar el florecimiento y el brillo indica que en el candelero la responsabilidad que produce el crecimiento tiene mayor importancia que reverdecer, florecer y brillar. Esto significa que el crecimiento es básico. Muestra que necesitamos más crecimiento, y hasta ser aumentado veinticinco veces.

I. CRISTO ES LA VIDA DE RESURRECCION QUE CRECE, SE RAMIFICA, REVERDECE Y FLORECE PARA QUE LA LUZ BRILLE

  El candelero simboliza a Cristo como la vida de resurrección que crece, se ramifica, reverdece y florece a fin de que la luz brille. Vimos que el candelero es una cosa que crece. Ya que el candelero tipifica a Cristo, esto indica que Cristo crece. Recuerde que el candelero no se compone solamente de un brazo y una lámpara. Por el contrario, a medida que la caña central va creciendo, ésta produce tres pares de brazos que parecen ramas. Además, todas las ramas están creciendo y tienen manzanas, capullos y flores. En cuanto la caña comienza a crecer, produce el primer par de ramas. Entonces mientras va creciendo, produce el segundo par y luego el tercero. Al final, la caña misma crece hasta la justa medida. Todo esto indica que Cristo está creciendo.

  Cristo crece primero en Sí mismo y luego también en nosotros como las ramas. Al parecer son las ramas las que crecen. En realidad, es el pedestal, el que está creciendo a través de los brazos y entre ellos. Esto demuestra el crecimiento de Cristo en nosotros. Nosotros no crecemos, Cristo es el que crece en nosotros. Como la caña central, Cristo crece en Sí mismo, por El mismo y con El mismo. Pero, como las ramas El crece en nosotros, por nosotros y con nosotros.

  Cristo creciendo en Sí mismo y en nosotros no es simplemente una doctrina; es una visión que se aplica a nuestra experiencia del Señor. Hicimos notar que hay seis brazos en el candelero. El hombre fue hecho al sexto día; por lo tanto, el seis es el número del hombre. Este número no está compuesto de dos más cuatro, sino de tres más tres. El número tres en la Biblia representa al Dios Triuno en resurrección. Aunque fuimos creados al sexto día y nos representa el número seis, tenemos al Dios Triuno en resurrección. Esto significa que somos hombres que ahora están en el Dios Triuno en resurrección. Este es el significado del número seis compuesto de tres más tres.

  Como la caña, Cristo está creciendo en Sí mismo y con El mismo; pero también está creciendo en nosotros como las seis ramas. Es por esto que decimos que el candelero no simboliza a un Cristo sencillo, sino más bien a un Cristo complejo, al Cristo todo-inclusivo.

  El candelero también implica otros dos asuntos: la mecha y el aceite. Si el candelero no tuviese una mecha y no tuviese aceite, sería imposible que se quemara y alumbrara. La mecha estaba hecha de una materia vegetal así que representa a la humanidad. El aceite, un símbolo del Espíritu, representa la divinidad. La luz brilla cuando la humanidad es quemada en la divinidad. Pero, si nuestra mecha es muy larga, producirá humo en lugar de luz. Si tenemos demasiada mecha y muy poco aceite, habrá humo en lugar de brillo.

  En Exodo 25 no se menciona ni la mecha ni el aceite. Pero, si estudiamos el cuadro del candelero dado en este capítulo, nos daremos cuenta de que tanto la mecha como el aceite están implícitos. ¿Cómo podría brillar el candelero si no tuviese la mecha y el suministro del aceite? Así que, la mecha y el aceite están implícitos. Además, la mecha debe tener el largo adecuado, en proporción con el candelero, y debe haber una cantidad adecuada de aceite. Entonces la mecha y el aceite producirán el fuego, que a su vez producirá el brillo, y éste dará la luz. El fuego y el brillo son el resultado del crecer, ramificar, reverdecer y del florecer.

II. ALUMBRA EN EL LUGAR SANTO

  El candelero alumbra en el Lugar Santo; esto es, alumbra en la iglesia. Hoy día los cristianos razonan y nos preguntan: “¿Por qué ustedes dicen que son la iglesia? ¿Acaso no somos nosotros la iglesia tanto como ustedes?” No hay necesidad de discutir acerca de quien es la iglesia. Esto es asunto de serlo o no en realidad. Por ejemplo, yo soy un hombre. Esto es una realidad sin importar lo que otros puedan decir. No tengo necesidad de anunciarlo. Del mismo modo, si somos la iglesia, no hay necesidad de discutir este hecho. Si somos la iglesia, entonces el alumbrar del candelero estará entre nosotros.

  En el mensaje anterior dijimos que en el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo hay tres tipos de luz. En el atrio tenemos la luz natural del sol, la luna y las estrellas. Ya que el atrio está al aire libre, tiene ese tipo de luz. No obstante, tanto el Lugar Santo como el Lugar Santísimo están cubiertos completamente. Esta cubierta hace imposible que la luz del sol, la luna o las estrellas penetre. Si no hubiese algún tipo de luz en el Lugar Santo, sería como un calabozo lleno de tinieblas. Sin embargo, el Lugar Santo está lleno de luz porque es alumbrado por el brillo del candelero con sus siete lámparas.

  Siempre que un sacerdote pasaba el atrio y entraba al Lugar Santo, veía alumbrar la luz de las lámparas del candelero. El alumbrar del candelero era la prueba de que este lugar era el Lugar Santo. Si el candelero no alumbraba, era como un calabozo oscuro. Sin embargo el alumbrar del candelero comprueba que es el Lugar Santo. El principio es el mismo hoy en la iglesia. ¿Cómo podemos discernir quien es la iglesia y quien no es la iglesia? Esto se logra discerniendo si en las reuniones hay oscuridad o el alumbrar de la luz del candelero. Que un grupo de creyentes sea la iglesia o no depende de si entre ellos está el alumbrar del candelero.

  Antes de que viniéramos a la vida de la iglesia en el recobro del Señor, muchos de nosotros íbamos a otras reuniones cristianas. Sin embargo, nunca vimos el brillo del candelero hasta que vinimos a la vida de la iglesia genuina. En las reuniones de la iglesia vemos algo que brilla. Yo puedo testificar que primero estuve en el cristianismo tradicional y luego en las asambleas de los Hermanos. En la denominación había tinieblas y con la Asamblea de los Hermanos solo había una pequeña cantidad de luz. Pero cuando vine a la iglesia en el recobro del Señor, no sólo estaba en la luz, sino que fui sumergido en la luz. Esta luz no es una luz natural, del sol, la luna o las estrellas; es la luz del candelero.

  El Salmo 73:16 y 17 dice: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”. El salmista estaba preocupado, perplejo y contrariado acerca de una situación en particular. Le era doloroso pensar en ello. Era insoportable. Pero cuando fue al santuario de Dios, el Lugar Santo, él recibió el entendimiento. Esto significa que él fue alumbrado por la luz en el santuario de Dios. Muchos de nosotros podemos testificar que hemos estado contrariados y perplejos en cuanto a algunos asuntos. Pero cuando vinimos a una reunión de la iglesia, fuimomos alumbrados y todo se hace más claro.

  La luz en nuestras reuniones depende del crecimiento que tenemos de Cristo. Si tenemos más crecimiento, tendremos más luz. Supongamos que el candelero que estaba en el Lugar Santo no hubiese crecido completamente o hubiese crecido desproporcionadamente. El candelero alumbraría, pero no de una manera adecuada. Si el candelero no tuviese la oportunidad de crecer por completo, la luz en el Lugar Santo tampoco sería completa. Es por esto que a veces sentimos que la luz no es muy brillante en algunas reuniones de la iglesia. La luz está, pero el brillo no está completo. La cantidad de luz que pueda haber en la iglesia depende del grado en que permitamos que Cristo crezca en y a través de nosotros. Si todos le damos la libertad al Señor de crecer en nosotros día a día, siempre que nos reunamos la luz brillará adecuadamente. Sólo cuando tenemos el crecimiento completo de Cristo la luz puede brillar.

  Es indispensable que todas las ramas le den la libertad al candelero de crecer en ellos y entre ellos. Cuanto más crezca el candelero en las ramas, más florecerá y brillará, y más luz habrá. Entonces cuando venimos a la reunión, la luz será más brillante. Muchos de nosotros podemos testificar que hemos sido alumbrados en las reuniones. La luz expone cosas que estaban cubiertas u ocultas en nosotros. Esta luz viene de Cristo quien crece no solo en Sí mismo como la caña central, sino también crece en nosotros como las ramas del candelero.

III. NOS DIRIGE A DISFRUTAR A CRISTO COMO NUESTRO SUMINISTRO DE VIDA

  El brillo del candelero nos dirige a disfrutar a Cristo como nuestro suministro de vida. Cuando entramos al Lugar Santo, la luz brilla sobre nosotros. Debido a que no estamos en tinieblas, sabemos lo que hay en el Lugar Santo, y también obtenemos la dirección. La luz nos dirige a la mesa donde tenemos el pan de la presencia como nuestro suministro de vida. Por esta razón cuando estamos en las reuniones de la iglesia, estamos bajo el alumbrar de la luz y recibimos el suministro de vida.

  Solamente los sacerdotes estaban calificados para entrar en el Lugar Santo. El alimento sobre la mesa era para ellos. Después de recibir el alimento en la mesa, los sacerdotes pasaban al candelero y despabilaban la mecha carbonizada y suplían aceite fresco. Cuando disfrutamos a Cristo como el suministro de vida en la mesa y El nos nutre, venimos a la luz y recortamos la mecha vieja y carbonizada. Sabemos por nuestra experiencia que en la vida de la iglesia la luz brilla sobre nosotros y nos dirige a ser nutridos por Cristo. Luego de esto, despabilamos y recortamos la mecha. Nosotros no le recortamos la mecha a otros, sino la nuestra. Si sólo tenemos la luz natural del atrio, puede que critiquemos a otros. Sin embargo, cuando entramos al Lugar Santo para recibir el alimento y la luz, nos despabilamos a nosotros mismos. En lugar de criticar a otros, recortamos nuestra propia mecha. Yo puedo testificar que a menudo he tenido esta experiencia después de disfrutar a Cristo como el alimento.

IV. EL SUMINISTRO DE VIDA LLEGA A SER LA LUZ DE LA VIDA PARA NOSOTROS

  Luego del despabilar la luz brilla con más intensidad. En la experiencia esto quiere decir que el suministro de la vida que recibimos en la mesa llega a ser la luz de la vida para nosotros. Cuanto más disfrutemos, más brillo habrá.

V. NOS LLEVA A DISFRUTAR A CRISTO COMO EL INCIENSO FRAGANTE DE LA RESURRECCION EN LA ORACION DE COMUNION CON DIOS

  El brillo del candelero no sólo nos dirige a disfrutar a Cristo como el suministro de vida, sino que también nos lleva a disfrutar a Cristo como el incienso fragante de la resurrección en la oración para tener comunión con Dios. Primero disfrutamos a Cristo en la mesa como el alimento, y luego lo disfrutamos a El en el altar del incienso como el incienso fragante de la resurrección. La vida de resurrección es el incienso que ofrecemos a Dios en oración.

  Lo que es difícil de entender en la doctrina se puede entender a la luz de la experiencia espiritual. Cuando estamos en el atrio, somos naturales, y nuestros pensamientos y conceptos son naturales debido a que la luz en el atrio es natural. Pero, cuando venimos al Lugar Santo, ya no somos naturales, y somos dirigidos al umbral del espíritu. En el Lugar Santo, Cristo como el suministro de vida se encarga de nuestra vida natural, y la despabila. Recortar la mecha es cortar la vida natural carbonizada. Luego la luz brilla más intensamente y nos lleva a la vida de resurrección en el altar del incienso. Así que, disfrutamos a Cristo en la mesa, y también en el altar del incienso con la vida de resurrección como la fragancia que ofrecemos a Dios. Cuando llegamos a este punto, es difícil determinar si estamos en el Lugar Santo o en el Lugar Santísimo. La Biblia no da la localización exacta del altar de incienso. Cuando leemos la Biblia no estamos seguros si el altar de incienso está antes o después del velo. Algunas veces parece estar en el Lugar Santo y otras en el Lugar Santísimo. Esto muestra que en nuestra experiencia podemos estar completamente en el espíritu o en el umbral, al borde del espíritu.

VI. NOS GUIA HACIA EL LUGAR SANTISIMO A FIN DE QUE DISFRUTEMOS A CRISTO COMO EL TESTIMONIO DE DIOS CON EL TRONO DE LA GRACIA

  La luz del candelero también nos guía hacia el Lugar Santísimo a fin de que disfrutemos a Cristo como el testimonio de Dios con el trono de la gracia. El trono de la gracia (He. 4:16) es la cubierta del propiciatorio del arca. El arca es el testimonio de Dios, y la cubierta del propiciatorio es el trono de Dios. Tanto el arca en su conjunto y la cubierta de forma particular representan a Cristo.

  En el Lugar Santísimo disfrutamos de Cristo al máximo. Luego que le disfrutamos a El como el suministro de vida en la mesa y como la vida de resurrección en el altar de incienso, lo disfrutamos como el testimonio de Dios y como el trono de la gracia en el Lugar Santísimo. Esta es la más profunda y alta experiencia de Cristo. Cuando disfrutamos a Cristo como el testimonio de Dios y como el trono de la gracia donde Dios se reúne con nosotros, podemos tener comunión con Dios, y El puede infundirnos con El mismo.

VII. LA LUZ BRILLANTE LLEGA A SER LA GLORIA A FIN DE QUE TENGAMOS UNA COMUNION MAS INTIMA CON DIOS

  Cuando experimentamos a Cristo en el Lugar Santísimo y lo disfrutamos a El al máximo ya no necesitamos la luz del candelero. El brillo del candelero llega a ser la gloria shekinah a fin de tengamos una comunión más íntima con Dios. La gloria shekinah que está en el Lugar Santísimo equivale a la luz del candelero en el Lugar Santo. Esto significa que la luz del candelero y la gloria shekinah son sinónimos y ambos se refieren a Dios mismo.

  Aunque la luz y la gloria representan a Dios mismo, hay una diferencia entre ellas. En el candelero, Dios alumbra, mientras que en el trono de la gracia, Dios se aparece. La aparición de Dios es diferente de Su alumbrar. La aparición de Dios siempre es en gloria. A menudo en las reuniones tenemos el sentir de que Dios está alumbrando y de que la reunión está llena de luz; sin embargo, puede que no haya mucho de la gloria de Dios. Pero, en otras ocasiones tenemos el sentir de que no sólo la luz está brillando, sino que también la gloria está apareciendo.

  Un ejemplo de la diferencia entre la luz y la gloria lo es la diferencia entre la electricidad y un relámpago. Por medio de la electricidad tenemos el brillar de la luz. Sin embargo, este brillar no es la aparición de la electricidad, la aparición de la electricidad es el relámpago. Podemos estar tranquilos bajo el alumbrar de una lámpara que funciona con electricidad, pero cuando aparece un relámpago, somos atemorizados.

  Debido a que la aparición de la gloria shekinah puede ser impresionante y aterradora, necesitamos la sangre redentora rociada sobre la cubierta del propiciatorio, el trono de la gracia. Sin el rociar de la sangre redentora de Cristo, nadie puede resistir la aparición de la gloria shekinah. Siempre que la gloria de Dios se manifiesta a nuestra vista, inmediatamente sentimos la necesidad de la sangre. Esta experiencia, junto con todas las otras descritas en este mensaje, vienen por medio de Cristo como el candelero alumbrando a través de nosotros, con nosotros y en nosotros en la vida de iglesia.

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