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Mensajes del libro «Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La»
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CAPÍTULO DOCE

LA PALABRA IMPARTE EL SUMINISTRO, Y LA ADMINISTRACIÓN TIENE COMO OBJETO LA EDIFICACIÓN

AL DAR MENSAJES DEBEMOS PREOCUPARNOS MÁS POR LAS NECESIDADES PRÁCTICAS QUE POR TEMAS MUY PROFUNDOS

  En el capítulo anterior consideramos nuestra necesidad de estudiar cómo emplear el ministerio de la palabra para elevar las reuniones de la iglesia. Además, el ministerio de la palabra debe ser viviente y práctico, lo cual no depende de temas muy elevados ni de un contenido profundo. No debemos pensar que temas tales como la regeneración y el poner fin a los pecados son muy superficiales sólo porque ya se han abordado anteriormente. Este concepto es erróneo. El ministerio de la palabra depende de la necesidad que existe en el momento. Si hay algunos que tienen la necesidad de escuchar un mensaje sobre la regeneración, debemos dar una palabra viviente sobre este tema. Yo creo que incluso al apóstol Pablo le gustaba escuchar de otros la predicación del evangelio; probablemente recibía el suministro cuando otros predicaban el evangelio, porque era una predicación viviente.

  Algunos hermanos sienten que no es fácil dar mensajes en la iglesia en Taipéi, debido a que los santos ya han escuchado en las conferencias muchos mensajes buenos y elevados. Si el hablar es sobre un tema común, los santos seguramente ya lo habrán escuchado; pero si el hablar es sobre un tema elevado, los santos tal vez no alcancen el estándar. Al ministrar la palabra, el contenido no debe ser demasiado elevado. No es correcto ir a los “lugares altos” para encontrar un camino. No es normal caminar sobre los techos. Los que procuran caminar sobre los techos se están buscando problemas. En lugar de ello, debemos escoger un camino despejado y sin obstáculos en donde andar, y puesto que está libre de obstrucciones, podremos tomar este camino una y otra vez. Por lo tanto, no debemos temer a los temas viejos, sino a las palabras viejas y a la manera vieja de hablar. El tema puede ser el mismo; sin embargo, existen muchas maneras de presentarlo a fin de que éste sea viviente. Nuestros esfuerzos por impartir mensajes extraordinarios no producirán ningún beneficio. Debemos creer que entre los ministros levantados por Dios en la iglesia, algunos funcionarán para suplir a la iglesia con asuntos frescos y originales y otros no.

  Los hermanos y hermanas no necesitan escuchar palabras profundas, a fin de ser suministrados; ellos simplemente necesitan escuchar palabras sencillas que les impartan el suministro. Todos los días las personas están siendo salvas y necesitan saber cómo consagrarse. Los que ya se han consagrado, sin embargo, necesitan hacer fresca su consagración. Por lo tanto, no es necesario dar mensajes muy elevados. Lo que necesitamos es laborar para recibir una carga de parte del Señor. Debemos aferrarnos a este principio. Necesitamos considerar la necesidad de cada hermano y hermana. En lugar de preocuparnos porque un mensaje sea superficial o profundo, debemos preocuparnos por la necesidad genuina de la iglesia. El mensaje que se libera en las reuniones es muy diferente al mensaje que se libera en las conferencias. Las conferencias liberan mensajes en un tiempo específico para sembrar en los santos la necesidad de la iglesia. Los santos deben digerir estos mensajes. Por otro lado, el hablar en el día del Señor debe satisfacer las necesidades de los hermanos y hermanas. Así que, no necesitamos considerar si un mensaje es superficial o profundo ni preocuparse si ya ha sido dado anteriormente por otros. Lo único que nos debe interesar es si el mensaje satisface la necesidad de los hermanos y hermanas. A fin de que un mensaje satisfaga la necesidad, nuestras palabras deben ser vivientes.

  No debe preocuparnos si un mensaje sobre un tema general sea demasiado superficial para los santos. En realidad, no existe un mensaje que sea superficial. Incluso un mensaje “superficial” puede ministrar cosas profundas a la gente. En 1942, a menudo un hermano que se reunía en una denominación venía a nuestras reuniones para escuchar los mensajes del evangelio. Aunque el evangelio es un mensaje muy sencillo por medio del cual los incrédulos son salvos, finalmente el hermano tocó el terreno de la iglesia a causa de tales mensajes. Aquellos que son responsables por el ministerio de la palabra deben cambiar sus conceptos. No debemos considerar si un tema es profundo o sencillo, o si alguien ya ha hablado de ello anteriormente. En lugar de considerar tales asuntos, debemos recibir la carga de ver qué es exactamente lo que necesitan los hermanos y hermanas. Una vez que hayamos recibido tal carga, debemos estudiar para encontrar la manera viviente de presentar nuestro mensaje. Esto no significa que nuestras palabras deban ser animantes, fluidas o persuasivas; más bien, debemos hablar palabras de vida que toquen, conmuevan y eleven el espíritu de los santos, y que los convenzan en su espíritu de modo que se sientan liberados. En esto debemos invertir nuestra energía y esfuerzo.

  Por lo tanto, necesitamos orar fervientemente: “Señor, hoy hablaré acerca de la regeneración. Tienes que darme una palabra nueva y viviente”. Nuestro hablar debe ser tal que el propio apóstol Pablo pudiera decir que nuestra palabra tocó su ser interior. Nuestro hablar incluso debe causar que los creyentes con más experiencia reciban un suministro que es tan nuevo, fresco y refrescante como el rocío de la mañana. Aunque la regeneración es un tema “bien conocido” que se ha hablado muchas veces, aun en esto debemos dar a la gente un suministro nuevo para su espíritu. Esto es dar una palabra viviente.

EL MINISTERIO DE LA PALABRA POSEE UN PUNTO CENTRAL Y LES PROVEE UN SUMINISTRO A LOS SANTOS

  Puesto que somos responsables de ministrar la palabra en las iglesias locales, debemos aprender a abarcar siempre un punto central y, al mismo tiempo, ser capaces de ministrar la palabra en todo aspecto. Nadie debe decir que sólo puede predicar el evangelio. Debemos buscar la manera de guiar a los hermanos responsables en las reuniones de hogar y en los grupos pequeños. Debemos procurar tener siempre una palabra para estos hermanos y una palabra que supla todas las necesidades de los santos.

  Nuestro enfoque es el ministerio de la palabra. Podemos hablar acerca de Cristo, el Hijo de Dios, de la cruz, de tomar medidas con respecto a la carne y otros temas que puedan suministrar a los santos. Pero también necesitamos dar una palabra que pueda suplir a los servidores. Aunque lo que se comparte en una iglesia local se centre en Cristo, en el Hijo de Dios, en la cruz y en el trato con la carne, existe también la necesidad de abarcar otros aspectos. Por ejemplo, si comemos carne por la mañana y por la noche, tarde o temprano tendremos problemas de salud. Puesto que los seres humanos necesitan alimentarse balanceadamente, de diferentes vitaminas, necesitamos diferentes tipos de comida. No sólo eso, a los chinos del norte les gusta el ajo, y a los occidentales, el café. A algunos les gusta la soya en su comida y a otros, el vinagre. Necesitamos aprender a suplir las diferentes necesidades de los santos; de lo contrario, ellos se desequilibrarán al saber sólo una verdad. Como resultado de ello, la iglesia sufrirá una gran pérdida.

  Cuando los hermanos y hermanas conocen bien un tema pero están deficientes en otros temas, para la iglesia es difícil avanzar. Podemos hablar sobre un mismo tema si estamos ministrando a muchas iglesias, pero no podemos hacer esto si sólo cuidamos de una. Si permanezco en Tainán por dos meses, me puedo concentrar en suministrar a los santos el tema de tomar medidas con respecto a la carne. Si después voy a Taichung por otros dos meses, puedo suministrar el mismo tema a los santos allí. Esto es aceptable, porque cada iglesia necesita aprender cómo tomar medidas con respecto a la carne. Pero no es aceptable quedarse en una localidad y hablar año tras año sobre cómo tomar medidas con respecto a la carne. Hablar de este modo causará que la iglesia se desequilibre.

  Por lo tanto, aquellos que ministran la palabra necesitan aprender a ser versátiles. Esto es parecido a un militar que puede manejar asuntos financieros y a un financiero que también puede resolver problemas educativos. Pero un economista que se especializa en economía y no conoce nada sobre asuntos militares no podría dirigir a un ejército. El general Tseng Kuo-fan fue un escritor literario, pero logró derribar al gobierno rebelde llamado el reino celestial de paz. Él combinó las tácticas militares con la política, y por consiguiente tuvo éxito al ganar la victoria. Por lo tanto, nadie puede decir que sólo puede hablar de la cruz y especializarse en cómo tomar medidas con respecto a la carne.

  Aquellos que hacen hincapié en cómo tomar medidas con respecto a la carne deben aprender también a predicar el evangelio y a enseñar a los hermanos y a las hermanas cómo funcionar en las reuniones. Debemos ser multifacéticos; de otro modo, la iglesia se desequilibraría. Una buena esposa puede preparar diversos platillos. Aunque las zanahorias le quedan muy ricas, ella no sirve zanahorias todos los días. De la misma manera, no debemos hablar en todas las reuniones sobre el tema de tomar medidas con respecto a la carne. Debemos hablar también acerca de la oración en la reunión de oración, sobre la adoración en la reunión del partimiento del pan, sobre el servicio en la reunión de comunión, y sobre cómo llevar la responsabilidad a un pequeño grupo de santos que sobrellevan ciertas cargas en su servicio. En todas estas diferentes reuniones, el ministerio de la palabra debe servir de complemento. Aunque el punto principal puede ser cómo tratar con la carne y cómo conocer a Cristo, aun así es necesario ministrar la palabra abarcando otros aspectos.

  En la iglesia no debe haber una palabra adicional sin que haya una palabra central. Necesitamos cuidar de ambos aspectos. Este principio lo vemos aplicado en la Biblia. Ningún libro cubre un sólo tema. Por ejemplo, aunque el libro de Romanos se enfoca en la justificación por fe, también al principio tiene una salutación, una bendición al final, y muchos otros aspectos de la verdad, tales como presentar nuestros cuerpos y recibir a los santos. Estos aspectos no tienen nada que ver con la justificación por fe, pero van a la par de la justificación por fe, que es el tema central. El libro de Efesios es profundo; sin embargo, incluye temas como honrar a los padres, someterse a los esposos, amar a las esposas, no permitir que se ponga el sol sobre nuestra indignación, y no hurtar más (6:1; 5:22, 25, 33; 4:26, 28). Este libro se centra en que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:23), pero existen muchos otros temas adicionales.

  Ya que en la iglesia nuestra meta es edificar el Cuerpo de Cristo, nuestro enfoque debe ser ayudar a las personas a conocer al Cristo todo-inclusivo, la cruz y la manera de tomar medidas con la carne. Sin embargo, cuando compartimos, debemos también suplir muchas otras necesidades de los santos. Algunas veces detectamos la necesidad práctica de dar una palabra de consuelo o una palabra acerca de las tribulaciones, aunque dicho mensaje no sea tan importante como el mensaje central. Por ejemplo, en una ocasión, después de orar en la reunión de oración por una familia que estaba pasando por algunas pruebas, y por algunos hermanos que estaban desempleados o enfermos, usé los últimos diez minutos para hablar en cuanto a los sufrimientos y las pruebas. Esto consoló y alentó a los presentes, y ellos entonces compartieron estas palabras a su familia, de modo que todos ellos también fueron animados y fortalecidos.

  Esto muestra que el ministerio de la palabra debe ser viviente y multifacético. Nunca debemos pensar que, después de dar un mensaje en el día del Señor, nuestra carga se ha desahogado y que ahora podemos relajarnos hasta el jueves por la noche cuando tenemos que ir de nuevo “a la cruz” y hablar. Esto no es aceptable. Debemos aprender a ser versátiles para atender las diversas necesidades. Puede ser que no hayamos considerado hablar sobre los padecimientos; pero debido a que escuchamos las oraciones de los hermanos y hermanas en la reunión de oración y vimos las lágrimas derramadas por los sufrimientos y las penas de cierta familia, nos podemos dar cuenta de la necesidad que existe. Por consiguiente, después de la reunión de oración, debemos levantarnos para compartir una palabra según la inspiración recibida. Tal inspiración es el resultado de que nos ejercitamos diariamente. El Espíritu de Dios no puede mover una roca. Nosotros debemos adquirir cierta constitución al leer los versículos y los mensajes concernientes a los sufrimientos. Entonces, cuando sentimos en nuestro espíritu que los hermanos necesitan una palabra en ese particular, seremos capaces de consolarlos, fortalecerlos y guiarlos en sus sufrimientos. Esto requiere mucha preparación.

  Una persona no llega a ser un actor, cantante o músico famoso de la noche a la mañana. Si ella desea alcanzar el éxito y la fama, debe entregarse a ello con todo su ser. Un actor debe estudiar cómo caminar y cómo reírse. Tiene que aprender a reírse de tal forma que su risa toque los sentimientos de los demás. Entonces, cuando se ría en el escenario, el público será conmovido e influenciado con el mismo sentimiento y también se reirá. Cuando él llore en el escenario, el público también llorará. Sin embargo, esta habilidad no puede lograrse en un mes. Requiere pasar un tiempo diariamente estudiando, practicando y aprendiendo de los actores famosos tanto del pasado como del presente. Necesita aprender de ellos y añadir sus propias ideas para producir algo nuevo. De esta manera, él incluso puede crear un estilo único.

  No los estoy animando a que lleguen a ser buenos maestros; más bien, mi deseo es que procuremos hacer las cosas de una manera satisfactoria. Nunca debemos pensar que debido a que nuestras verdades son ricas, disponemos de un contenido suficiente para ciento cuatro semanas. Si pensamos de esta manera, nos volveremos descuidados y superficiales. En lugar de ello, debemos dedicar un tiempo para considerar y estudiar diariamente la condición de los hermanos y hermanas, y la situación de la iglesia. No debemos meramente copiar los mensajes que fueron dados por los hermanos sin estudiarlos. Si nos esforzamos por estudiar, ejercitaremos nuestro espíritu, recibiremos una carga y ministraremos a la gente conforme a su necesidad. Cuando ejercitamos nuestro espíritu en una reunión de bodas, descubriremos la necesidad que tiene esa pareja y compartiremos una palabra que satisfaga tal necesidad. Cuando estamos en un servicio fúnebre, sabremos suministrar lo que necesita la familia, sea consuelo o fortaleza. Dicho ejercicio requiere mucha preparación.

  Al ministrar la palabra, debemos tener un enfoque y debemos ser versátiles. Necesitamos aprender a ministrar la palabra que puede satisfacer las diferentes necesidades. No debemos considerar que esto sea un asunto sencillo. Cuando ministramos la palabra, debemos tener siempre un enfoque definido, y debemos tomar cuidado de las diversas necesidades. De otro modo, nuestro ministerio carecería de balance, y la iglesia sufriría una gran pérdida. Debido a que la mayoría de los colaboradores permanecen en un solo lugar, cuidando de una sola localidad, el ministerio de la palabra debe cubrir varios aspectos; si no es así, la iglesia sufrirá pérdida.

LA FORMA EN QUE HABLAMOS DEBE SER ACORDE CON LA NECESIDAD Y DE LA MANERA APROPIADA

  Aquellos que liberan la palabra deben también aprender a prestar atención a su manera de hablar. Esto se refiere al comportamiento externo y está relacionado con nuestro carácter. Por supuesto, no nos interesan las cosas externas, pero la manera en que hablamos puede afectar la palabra que se esté liberando. Es posible que el peso de un mensaje se reduzca debido a nuestro comportamiento externo. Por ejemplo, demasiados ademanes pueden distraer, y deben ser corregidos. Podemos corregir esto al practicar hablando frente a un espejo. Entonces sabremos cómo corregirnos a nosotros mismos.

  Un obrero del Señor no debe fingir; sin embargo, todo obrero debe mantener una conducta apropiada. Esto se refiere a nuestra manera de hablar. La primera lección que un diplomático debe aprender tiene que ver con su conducta. Un diplomático no puede actuar como un niño en medio de un evento importante. Incluso un atleta debe conservar una conducta apropiada. Él tiene el porte del atleta ya sea al caminar o correr. Cuando un atleta está en pie, posee cierto porte que permite que otros lo reconozcan como el atleta que es.

  Un obrero nunca debe fingir, sino ser genuino. No obstante, debemos tener una conducta apropiada Las hermanas deben poseer un porte propio de una hermana, el cual es diferente al de un hermano. Los de edad avanzada deben conducirse de una manera propia para ellos. Lo mismo sucede con los nuevos. Algunos ancianos son descuidados cuando contactan a los santos; no tienen una conducta apropiada. Un anciano no debe comportarse como si fuera un burócrata, alguien especial que está por encima de todos. Un anciano debe comportarse apropiadamente. Debe ser sincero, sin pretensiones y sencillo; no debe darse aires de superioridad. A la vez, no debe ser superficial ni indisciplinado. La gente debe sentir que él es serio y que tiene una conducta que es propia de un anciano. Estas cualidades se relacionan con el nacimiento, el carácter, la educación, el ambiente y el trasfondo de la familia de una persona.

  Todo diplomático debe aprender tres importantes lecciones. Primero, debe aprender a tener una conducta apropiada. Luego tendrá que mejorar su habilidad de lenguaje. Debe tener facilidad de palabra, pues tiene que ser capaz de tornar la situación con unas cuantas palabras. Todos nosotros somos embajadores del reino de Dios; somos diplomáticos, quienes se enfrentan cada día con el reino del diablo en la tierra. Hemos tenido la experiencia de tornar con unas cuantas palabras a aquellos que se oponen a nosotros. Incluso después de unas pocas palabras, han recibido al Señor, aun cuando no tenían ningún interés por Él. Así pues, en segundo lugar, un diplomático debe aprender a hablar apropiadamente.

  Tercero, un diplomático debe aprender a ser magnánimo. Una persona magnánima no siempre muestra a otros si está contento o triste, y tiene la destreza de permitir que otros se retracten de su actitud. Por ejemplo, cuando alguien lo ofende, no es pronto para enojarse. Al contrario, él se muestra magnánimo al retirarse momentáneamente para considerar la situación y sopesar si tiene la base para dar una respuesta clara. Él no se molesta inmediatamente si es ofendido ni está dispuesto a actuar a favor de otros según su estado de ánimo. Un diplomático magnánimo, antes de responder a una situación, siempre consulta con distintos expertos, tales como sus asesores, supervisores, secretarias y consejeros para analizar las ventajas y desventajas.

  Una persona que no puede aprender estos tres asuntos no puede llegar a ser un buen diplomático, aunque posea una amplia gama de conocimiento. El conocimiento es algo secundario para un diplomático. Lo más importante es su conducta. Además, debe tener habilidad para hablar y ser magnánimo. Cuando alguien lo provoque, no se enojará, y cuando lo alabe, no responderá con favores. Uno que sirve debe aprender estas tres lecciones. Es totalmente inapropiado enojarnos cuando un hermano nos ofende. Tampoco es apropiado acceder inmediatamente a la petición de un hermano que nos muestra una actitud favorable.

  Debemos prestar atención a nuestra conducta cuando tenemos contacto con los demás y cuando ministramos la palabra. En este aspecto es bastante difícil que otros nos corrijan. Es mejor para nosotros pararnos frente a un espejo, observarnos y hacer las debidas correcciones por nosotros mismos. Por ejemplo, cierto hermano, siempre que se para a hablar, frunce el ceño alzando una ceja. Luego, antes de decir su primera frase mueve su cabeza dos veces. Este hermano ha hecho esto por más de veinte años. Nunca ha cambiado su comportamiento a través de todo ese tiempo. Otro hermano se muestra nervioso y se emociona siempre que recibe en su casa huéspedes del extranjero; aunque en el fondo es afectuoso, su desenvolvimiento es inapropiado. Debemos ser capaces de permanecer calmados y sobrios cuando nos presentamos con los hermanos que nos visitan, pues si reaccionamos de una manera inapropiada, daremos una mala impresión.

  Además, cuando hablamos, no todos debemos exhibir el mismo comportamiento. Por ejemplo, había un predicador que vestía sotana y no se movía cuando hablaba, pero cuando abría sus labios para decir: “Porque de tal manera amó Dios al mundo...”, sus mensajes estaban llenos de un poder conmovedor. Otro predicador, cuando daba un mensaje, solía bajarse del estrado, correr por todo el local y luego regresarse al estrado. Podía llorar, reírse, gritar, arrodillarse y tirarse al suelo. En ocasiones imitaba la manera en que una mujer camina y habla, para mostrar que tal manera era inapropiada. Para algunas personas era difícil aceptar su actuación; pero después de escuchar su mensaje, eran callados y aceptaban que su comportamiento, lejos de ser inapropiado, era muy apropiado. Así que, podemos ver que cada persona que ministra la palabra tiene una manera diferente de expresarse.

  Este asunto de nuestra conducta es un problema casi general. Hace diez años, había un hermano que se acomodaba constantemente el pantalón mientras hablaba. Otro hermano no se daba cuenta de que, cuando terminaba de hablar, su cinturón quedaba torcido. También había otro hermano que al hablar jugaba con su corbata. Aunque éstos no son asuntos tan importantes, pueden afectar nuestro ministerio de la palabra. Si un hermano acostumbra fruncir el ceño, no debería hablar en una boda ni en un funeral. Ya que las bodas son ocasiones alegres, fruncir el ceño es inapropiado. De la misma manera, en un funeral por lo general la gente está triste, y el ceño fruncido sale sobrando. De hecho, no es conveniente que esta persona hable en ninguna ocasión.

  Hay personas que siempre se conducen apropiadamente. Ante una feliz ocasión su hablar será apropiado aunque su tema no sea sobre la felicidad, y cuando hable en un funeral, la familia del difunto seguramente se sentirá consolada. Puede ser que estas personas no hablen mucho, pero su conducta conlleva mucho peso.

  Antes pensaba que el hermano Nee era demasiado espiritual como para prestar atención a un asunto tan pequeño como el de nuestra apariencia. Sin embargo, un día, mientras me enseñaba a hacer la composición tipográfica de los himnos en chino, él dijo que si los imprimiéramos horizontalmente, no tendrían tanto efecto en las personas y que se lograría un mayor impacto si se imprimieran verticalmente. Entonces imprimimos un himno de manera horizontal y luego de manera vertical. Después, al leerlo y cantarlo, notamos que sí había una diferencia. Como seres humanos muchas cosas nos afectan. La habilidad de tocar a las personas es principalmente obra del Espíritu Santo; sin embargo, muchas cosas pueden estropear esta obra. Leer algo horizontalmente puede estropear esta obra, mientras que leer la misma cosa verticalmente puede ayudarla. De la misma manera, una conducta apropiada no sólo puede quitar la resistencia de las personas hacia el Espíritu Santo, sino también puede ayudar a la obra del Espíritu. Si nuestra conducta es deficiente, esto puede causar en las personas cierta resistencia contra el Espíritu Santo. A veces nuestra conducta inadecuada puede anular por completo el impacto de nuestro hablar. Cuando a la gente no le agrada nuestra conducta, no presta atención a lo que decimos, su corazón se cierra y no reciben nada del mensaje que hemos compartido.

  Asimismo, los jóvenes nunca deben comportarse como la gente adulta. Ellos deben ser jóvenes apropiados y normales, con una conducta apropiada como es lo debido. Debemos estar locos para Dios y sensatos para los hombres (2 Co. 5:13). Sin embargo, ser sensatos ante nuestros padres es diferente de serlo ante nuestros hijos. Aunque siempre somos sensatos, nuestro comportamiento es diferente. Ser sensatos para con nuestros padres requiere de cierto comportamiento, pero ante nuestros hijos nuestro comportamiento debe ser diferente. Debemos estudiar más este asunto.

LA ADMINISTRACIÓN DE LA IGLESIA ES PRINCIPALMENTE PARA LA EDIFICACIÓN

  En la administración de la iglesia existe un asunto que todas las iglesias han descuidado. Según nuestro entendimiento, la administración de la iglesia se relaciona con el manejo de los asuntos administrativos. Algunos quizás piensen incluso que la administración implica manejar o dirigir a las personas. Aunque esto no está equivocado, no es el verdadero significado. La administración de la iglesia tiene como objetivo principal edificar a los creyentes corporativamente, y no individualmente. La administración de la iglesia consiste en edificar juntamente a muchos creyentes. Donde no se tiene administración, no existe la edificación; pero si tenemos la administración, existe también la necesidad de edificar a las personas corporativamente.

  ¿Cómo debe llevarse a cabo la administración a fin de obtener la edificación? Los doce ancianos de la iglesia en Taipéi pueden coordinar para que veintiocho hermanos sean responsables de las reuniones de grupo. Hasta cierto punto tal arreglo se centra en la edificación, especialmente si hay hermanos y hermanas que aman al Señor y perseveran espiritualmente, pero no tienen la práctica de coordinar juntos. A fin de tener la práctica de la coordinación, hay necesidad de la administración de la iglesia. Por tanto, los ancianos no deben sólo asignar a algunos hermanos para que asuman la carga y sean los responsables de las reuniones de hogar. La naturaleza de esta administración es claramente la edificación. No obstante, deben avanzar en este aspecto.

  Tal vez los ancianos observen que un hermano que debería ser responsable de una reunión de grupo tiene ciertos problemas que debe resolver; de lo contrario, en el futuro no podrá llevar la responsabilidad junto con otros. Los ancianos deben pasar tiempo considerando a dicho hermano, orando por él y teniendo comunión con él. Deben continuar en la oración y comunión hasta que puedan hablar con este hermano sobre sus problemas. Si tal hermano acepta la comunión, los problemas desaparecerán, y no habrá mayor problema cuando coordine con otros en la reunión de grupo. Esto es la edificación.

  Esto puede compararse con una edificación hecha de piedras. Para que una piedra esté edificada sobre otra, la inferior debe ser plana. Cualquier parte de la piedra que sobresalga necesita ser pulida para que, al poner encima la otra piedra, ésta pueda embonar perfectamente. Esto muestra que la edificación implica algo más que poner una piedra sobre otra; implica cincelar las partes sobresalientes a fin de que la piedra pueda ser edificada sobre la otra. Éste es el significado de la administración. Cuando aquellos que administran la iglesia vean que un hermano que lleva responsabilidad está carente en alguna área, deben llenar esa carencia por él. Esto también puede compararse con la búsqueda de piedras para construir una casa. Una piedra apropiada puede tener un borde sobresaliente que necesita ser pulido. Entonces la piedra podrá ser edificada sobre las otras.

  También puede suceder que un hermano responsable no hable mucho y no sea apto para ministrar la palabra; pero aun con esto, su administración en la reunión puede tener el sabor de la edificación. Él observa a los hermanos y hermanas y sabe cuándo ellos están listos para llevar responsabilidad o cuándo necesitan de cierto entrenamiento. Finalmente, los santos en su reunión serán capaces de llevar responsabilidad. Esto es edificación, y esto es administración. Por consiguiente, los ancianos deben pasar una cuarta parte de sus reuniones de coordinación deliberando sobre los asuntos administrativos, y tres cuartas partes de su tiempo analizando la condición de los hermanos y hermanas. No deben murmurar sobre las cualidades ni los defectos de los santos. En lugar de ello, deben estudiar a los santos para descubrir si están cumpliendo con sus deberes o si tienen algún tipo de problema. Puede haber un hermano que parezca ser muy útil, pero que en realidad tenga algún problema. Del mismo modo, otro hermano puede ser capaz de ministrar la palabra; pero quizás no haya aún madurado lo suficiente para ser diácono. Por consiguiente, los ancianos deben considerar cuál es la mejor manera de ayudar a estos hermanos. Puede ser que uno de los ancianos tenga la carga de pasar al menos seis meses con ellos a fin de que sean perfeccionados y sigan funcionando en el ministerio de la palabra. Este tipo de administración de la iglesia tiene mucho valor y peso. La administración no tiene que ver solamente con los asuntos administrativos, sino que es principalmente para edificar a los creyentes.

  Lamentablemente, nuestra administración de la iglesia es aún carente. Cuando un santo tenga un problema, los ancianos deben estudiar la situación y cuidar de ello con miras a la edificación. Si no se toma el debido cuidado, otros santos tendrán también problemas; y entonces se frustrará la edificación.

  Cuando llevé la responsabilidad en una iglesia local al norte de China, avanzamos mucho en cuanto a la administración de la iglesia. Las ofrendas materiales también se incluyeron en la administración de la iglesia. No distribuíamos las ofrendas de una manera suelta. La distribución estaba bajo la dirección de la administración de la iglesia, asegurando que quien recibiera la ofrenda fuera realmente beneficiado. La manera en que ayudamos a un hermano necesitado es parte de la administración. Esto es lo que deben hacer los ancianos. Los ancianos son pastores, maestros y administradores. Estas tres funciones están relacionadas entre sí y no deben ser separadas. Algunos hermanos son buenos para manejar los asuntos administrativos, y otros son buenos para perfeccionar a los santos. Sin embargo, los ancianos no deben trabajar separados; deben coordinar como una sola persona a fin de observar los diferentes lados de cada situación. Cuando en la reunión de los ancianos —cuyo objetivo es la administración de la iglesia— la mayor parte del tiempo y energía lo invierten en los asuntos administrativos, la iglesia sufre pérdida porque se descuidan las necesidades espirituales de los santos. Cuando la administración de la iglesia no toca el espíritu de los santos, la iglesia sufre.

  Tres cuartas partes del tiempo y energía que se invierten en la reunión de los ancianos deben ser dedicadas a la situación espiritual de los santos. No podemos hacer a un lado el aspecto administrativo de la iglesia, pero necesitamos más práctica para aprender cuánto de nuestro tiempo debemos dedicar a ello. Administrar las necesidades espirituales de los santos requiere mucho más esfuerzo y tiempo que la simple administración de los asuntos prácticos. Se requiere nuestra paciencia, sabiduría y una voluntad fortalecida para hacerlo todo en amor y no según nuestro afecto natural. Esto puede compararse con la relación de un doctor con su paciente. El doctor receta en amor lo que su paciente necesita. Cuando un paciente necesita un medicamento, él da la receta; si el paciente necesita una operación, él la realiza. Por lo tanto, en la administración de la iglesia, los ancianos deben aprender a ser flexibles, firmes, rápidos y en ocasiones lentos. Deben ser equilibrados en cada situación. No deben tratar todos los asuntos de la misma manera. Una situación puede necesitar de un trato riguroso y otra de un trato flexible. Todos estos asuntos requieren mucho aprendizaje.

  Para conducir a las personas a la salvación no se requiere mucho aprendizaje. Asimismo, para edificar a las personas de modo personal e individual, no se requiere tanto aprendizaje. Pero si deseamos llevar a cabo la administración de la iglesia y la ministración de la palabra con miras a edificar a los hijos de Dios consumando en la manifestación de la morada de Dios y la función del Cuerpo de Cristo, tenemos que aprender numerosas lecciones. Si no aprendemos las lecciones requeridas, tal vez podemos salvar a muchos pecadores y perfeccionar a los santos; pero no seremos capaces de edificarlos para constituir el Cuerpo de Cristo, la morada de Dios. Incluso es posible que ni nosotros mismos seamos edificados. Si éste es el caso, podemos servir como ancianos o en el ministerio de la palabra; pero tanto en la administración de la iglesia como en el ministerio de la palabra sólo podremos lograr que los santos amen fervientemente al Señor, y que sigan siendo individualmente espirituales. No serán edificados juntamente para ser llenos interiormente de la presencia de Dios y exteriormente de la autoridad de Dios, a fin de llegar a ser la morada de Dios, el Cuerpo de Cristo, lo cual es el deseo de Dios. Si nos esforzamos por llevar a cabo una adecuada administración de la iglesia, el poder y el efecto de nuestro evangelio aumentará, y el efecto de nuestra edificación de los santos también aumentará.

LA IGLESIA EDIFICADA APRESURA LA VENIDA DEL SEÑOR

  La bendición de Dios está en el Cuerpo, Su morada. Ésta es la era de la gracia. Dios da gracia a todos los creyentes, incluso a aquellos que son católicos. Él hace salir Su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos (Mt. 5:45); esto es gracia. Pero no podemos afirmar que los creyentes que están en el catolicismo puedan satisfacer el deseo del corazón de Dios ni la necesidad de Dios en esta era. Bajo este mismo principio, podemos salvar a muchas personas y perfeccionarlas para que lleguen a ser espirituales, pero aun esto no puede satisfacer el deseo del corazón de Dios. El deseo del corazón de Dios consiste en obtener en esta era un Cuerpo edificado. Esto es lo que Él está haciendo.

  Si los escogidos de Dios no son edificados hoy, seguramente serán edificados algún día. No existen creyentes esparcidos en el cielo nuevo y en la tierra nueva. En lugar de ello, todos los creyentes son edificados juntamente en una ciudad, donde el fundamento y los muros son de piedras preciosas y las puertas son de perlas. No debemos esperar hasta que seamos edificados en el futuro. Es posible que no sepamos cómo edificar, pero Dios desea que Sus creyentes sean edificados hoy. Dios nos dice que después que seamos salvos, debemos ser edificados. Somos la casa edificada por Dios (Ef. 2:22; 1 P. 2:5). Dios ha dado diferentes dones para efectuar la edificación del Cuerpo (Ef. 4:11-12). Si anhelamos dones, debemos anhelar sobre todo el don que edifica la iglesia. Dios desea obtener una morada, un Cuerpo, pero Él ha encontrado muchas dificultades durante los pasados dos mil años. No es tan difícil conducir a las personas a la salvación, ni tampoco ayudarles a ser espirituales. Sin embargo, es realmente difícil edificar a un grupo de personas como un Cuerpo espiritual, una morada corporativa. Por esta razón, en toda la historia de la iglesia no se ha llevado a cabo mucha edificación.

  En una ocasión el hermano T. Austin-Sparks me preguntó sobre mi sentir en cuanto a la segunda venida del Señor. Yo le respondí que mi sentir interno era que la venida del Señor no estaba tan cerca. Según Apocalipsis 14:15, la mies de la tierra necesita madurar para ser segada. La mies madura y la siega inminente aluden al arrebatamiento de los creyentes maduros, los cuales serán segados por el Señor a Su venida. Sin embargo, el pueblo de Dios, Su mies, no está aún maduro. Sólo hay unos cuantos brotes tiernos. El Señor de la mies no puede regresar si no hay nada que segar. Este asunto implica el arrebatamiento de los creyentes y la madurez en vida. Pero si la iglesia persiste fielmente en llevar a cabo la edificación, los creyentes madurarán más rápido, y el Señor de la mies podrá regresar a segarla. Aquellos que siembran arroz saben que a todos les gusta segar temprano si el arroz está maduro. Pero si el cultivo aún está verde, no hay manera de segar.

  Hace dos mil años el Señor dijo: “¡He aquí, vengo pronto!” (22:7, 12). Él desea regresar, pero la mies de la tierra no está madura. ¿Cómo podría venir antes que la mies esté madura? Apocalipsis 14:15 no depende solamente de un horario, sino de la vida. Mientras más rápido nuestra vida madure, más pronto vendrá el Señor. Si necesitamos más tiempo para madurar en vida, el Señor tardará más en venir. En el aspecto de la madurez en vida, la iglesia está llena de campos verdes y aún está desolada. Debido a que no hay una edificación sólida, aquellos que han sido iluminados llorarán por la situación tan desolada; no se gozarán. Lo que más tristeza nos da es la condición de la iglesia en relación con la edificación. Lloramos diariamente porque nadie habla sobre la edificación de la iglesia y porque no existe mucha edificación entre nosotros. Ciertamente debemos prestar atención a la obra de propagación, pero debemos prestar aún más atención a la edificación. De otro modo, el Señor no tendrá la manera de avanzar y nuestra obra tampoco podrá avanzar. Si no tenemos la manera, los santos tampoco la tendrán.

  Ahora es el tiempo en el que debemos edificar urgentemente. Debido a que nos ocupamos en la obra del Señor, en todo lo que hagamos, ya sea en cuanto a la administración de la iglesia, al ministerio de la palabra o visitar a los santos, debemos guardar el principio de que nuestra obra debe redundar en la edificación de los creyentes. Debemos ser capaces de edificar a los creyentes uno por uno en el Cuerpo de Cristo, obteniendo el vaso corporativo de Dios en la tierra. Dios desea obtener un vaso corporativo, no uno individual. Si nuestro deseo es sólo edificar personas para que obtengan una espiritualidad individual, no hay nada más que aprender. Sin embargo, si deseamos participar en la obra de edificación corporativa, hay muchas lecciones que aprender y hay muchas áreas en las que necesitamos ser ajustados. Nuestra administración de la iglesia, nuestro ministerio de la palabra, la manera en que visitamos a las personas, todo requiere ajuste. Tenemos que dedicarnos con diligencia a aprender tales lecciones. No encontramos mucho del elemento de edificación en nuestra administración de la iglesia ni en nuestro ministerio de la palabra.

  De ahora en adelante la administración en todas las iglesias debe enfocarse en las personas, no sólo en los asuntos administrativos. Debemos enfocarnos en todos los creyentes, no en algunos en específico, con miras a que lleguen a ser un vaso corporativo. Estamos siendo edificados en nuestra coordinación con otros y aprendiendo a administrar y ayudar a otros. Aprenderemos a satisfacer la carencia de algunos y a quitar el excedente de otros, o añadir en aquellos que funcionan poco y ayudar a los que funcionan normalmente a desarrollar más su función. También aprenderemos a ayudar a otros a coordinar, a fin de que nadie manifieste su función de manera individual. En lugar de eso, lograremos que todos los creyentes estén unidos corporativamente y manifiesten su función en coordinación. Al hacer esto, prepararemos un camino excelente para el regreso del Señor.

LA OBRA DE EDIFICACIÓN DEBE LLEVARSE A CABO SOBRE EL TERRENO APROPIADO

  A fin de que el Señor avance en estos últimos días, no podemos hablar solamente del terreno de la iglesia. Si deseamos obtener la edificación, debemos estar seguros de mantenernos sobre el terreno apropiado. Mientras no tengamos una postura definida en cuanto al terreno, nada puede hacerse. También debemos conocer cuál es el plan del enemigo. Sin el terreno apropiado, podemos ser espirituales, pero estaremos en Babilonia. Podemos ser espirituales como Daniel, pero seremos incapaces de edificar el templo santo. Si deseamos ser edificados juntos como el templo santo, la ciudad santa, debemos regresar a Jerusalén. Por lo tanto, debemos estar seguros que tenemos el terreno apropiado; de lo contrario, no sabremos dónde edificar. Podemos ser espirituales en Babilonia, en Aram, en Siria o en Samaria, pero seremos espirituales de una manera suelta. El templo de Dios no se edifica en Babilonia, Aram, Siria ni Samaria. Se edifica en Jerusalén. No podemos edificar según nuestras opiniones; necesitamos regresar al fundamento sobre el cual los antepasados edificaron el templo, a saber: Jerusalén.

  Este asunto no se basa en nuestra opinión; se basa en la luz que recibieron los apóstoles. Debemos volver al mismo terreno sobre el cual los apóstoles edificaron las iglesias. Todas las cosas relacionadas con el terreno de la iglesia deben ser conforme a la Biblia. Esto es como el asunto del bautismo. No es un asunto de bautizase por aspersión o por inmersión, sino de regresar a la práctica que se tenía al principio. En el comienzo los santos eran bautizados en agua. Ellos eran sepultados en Cristo. De la misma manera, la práctica de tener la mesa del Señor no es un asunto de tener una copa grande o muchas copas pequeñas, sino de regresar a la práctica que se tenía al principio. El apóstol Pablo dice: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Co. 10:17). Aunque somos muchos, somos un solo pan. Debemos regresar a la práctica que se tenía al principio.

  En el principio existía un solo terreno genuino de la iglesia, el terreno de la localidad. Debemos volver a la Biblia. La Biblia habla de la iglesia en Jerusalén (Hch. 8:1; 11:22), la iglesia en Antioquía (13:1), la iglesia en Corinto (1 Co. 1:2; 2 Co. 1:1) y la iglesia en Éfeso (Ap. 2:1). Esto muestra lo que es el terreno de la iglesia. No podemos seguir otras ideas. Debemos pararnos sobre el terreno apropiado, y entonces podremos laborar incondicionalmente en la edificación de la casa de Dios. Sólo entonces podremos concentrarnos en la obra de edificación. No podemos hablar de la obra de edificación si el terreno no es seguro. Podremos hablar de salvar pecadores y de asuntos espirituales, pero no podremos hablar de la edificación.

  Necesitamos ver ambos lados. No podemos tener solamente el terreno de la iglesia. También debemos tener la edificación. Sin embargo, si carecemos de la presencia del Señor y de Su autoridad, y si estamos cortos en la oración y en el trato con la carne, lo único que tendremos será el terreno de la localidad. Necesitamos la realidad espiritual, y también necesitamos el terreno y la edificación. Éste es un principio doble que debemos comprender plenamente.

  El Señor nos levantó con un gran propósito. El terreno de la iglesia que hemos tomado tiene un gran impacto en los hijos de Dios. No podemos perder nuestro objetivo, ni tampoco olvidar nuestro ministerio y la obra que estamos haciendo. Si somos fieles en cuanto al terreno y estamos dispuestos a recibir más tratos y aprender más lecciones, dependiendo de la gracia del Señor para laborar en la edificación, tendremos un gran impacto. No solamente tendremos el terreno, sino también habremos de edificar algo sólido y espiritual sobre el terreno. El impacto de tal testimonio para con la iglesia de Dios será incalculable, y el impacto será aún mayor en los hijos de Dios. Creemos que el Señor nos ha levantado para esto. Por lo tanto, con nuestros ojos iluminados y una meta clara, debemos ver qué es lo que el Señor desea que hagamos. Necesitamos ver que en esta era y en este universo, Dios desea hacer una obra de edificación y ésta debe llevarse a cabo en el terreno genuino de la iglesia. Debemos permanecer firmes sobre este terreno y seguir la dirección en que Dios nos guía hoy.

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