Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Arbol de la vida, El»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO SEIS

EL FIN DEL ARBOL DE LA VIDA: LA TRANSFORMACION

  Lectura bíblica: Lv. 2:7-10; 7:14-15

LA NECESIDAD DE ENTENDER LA BIBLIA CON PERCEPCION DIVINA Y DE MANERA PROFUNDA Y VIVIENTE

  Todos los sesenta y seis libros de la Biblia son la revelación del Espíritu Santo (Jn. 16:13) y constituyen lo que Dios ha hablado por los hombres movidos por el Espíritu Santo (2 P. 1:21). Toda la Biblia fue inspirada por el Espíritu único y fue escrita con el propósito definido de mostrarnos el deseo del corazón de Dios. Captar la percepción divina de la Biblia en su totalidad no es cosa fácil. Mateo 22 narra que un día los saduceos se le acercaron al Señor para hacerle preguntas acerca de la resurrección. Ellos no creían que había una resurrección. El Señor les dijo que no conocían las Escrituras ni el poder de Dios (v. 29) y les contestó de esta manera: “Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: `Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (vs. 31-32).

  Puesto que Dios es el Dios de los vivos y se llama el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, entonces Abraham, Isaac y Jacob, ya muertos, resucitarán. Esta es la manera en que el Señor Jesús usó las Escrituras: no sólo por la letra sino por la vida y el poder implícitos en ellas. Del título divino de Dios como Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Señor Jesús vio la verdad, el hecho, de la resurrección. No es muy fácil entender la Biblia de manera tan profunda y viviente. Aparentemente, no hay nada que ver en este título, pero en él se ve la verdad de la resurrección porque Dios no podía ser el Dios de una persona muerta. Si Dios es el Dios de Abraham, quien ha muerto, eso quiere decir que Abraham será resucitado porque Dios no es el Dios de los muertos sino de los vivos.

COMER DEL ARBOL DE LA VIDA

  Es necesario que el Señor nos lleve a entender las Escrituras de manera profunda y viva para que veamos lo que está en Su corazón. Después de crear al hombre Dios se le presentó como el árbol de la vida para que el hombre comiera. Dios sólo deseaba que el hombre se alimentara de El, que participara de El, el árbol de la vida. Quería que el hombre le tomara como vida, que aprendiera a vivir, existir, por el árbol de la vida. Una persona no puede existir sin comer. Tal vez tenga vida, pero esa vida no durará sin el comer. La intención de Dios, al presentársele al hombre como árbol de la vida, consistía en que el hombre aprendiera a vivir dependiendo de Dios, tomándole como provisión diaria y como su provisión total. Nosotros, por lo general, comemos tres comidas al día para sustentarnos. Vivimos, existimos, por el comer. Dios no le mandó al hombre que hiciera otra cosa que comer. El hombre tiene que ocuparse del comer. Si come de manera correcta, estará bien. Si come mal, no estará bien. Si uno come algo vital, tendrá vida. Si come algo muerto, tendrá muerte. La vida cristiana no tiene que ver simplemente con el hacer o el obrar, sino con participar de Dios, el árbol de la vida. Este punto lo hizo claramente el Señor Jesús en Juan 6 donde dijo que El era el pan de vida (v. 35) y que el que lo comía viviría por causa de El (v. 57).

EL CORDERO DE DIOS

  El árbol de la vida fue lo primero que Dios presentó al hombre, pero después de que el hombre cayó Dios hizo del sacrificio ofrecido por Adán y su esposa túnicas de pieles y con ellas les vistió (Gn. 3:21). Ser justificado significa ser cubierto con la justicia de Dios, la cual es Cristo mismo. Probablemente Dios mató corderos en la presencia de Adán y Eva para poder hacer túnicas de las pieles de los corderos. Pudieron vestirse de las túnicas por causa de que había sido derramada la sangre del sacrificio, pues el cordero del sacrificio fue hecho el sustituto por el hombre pecaminoso. Antes de la caída en Génesis 2, Dios presentó al hombre el árbol de la vida. Después de la caída en Génesis 3, Dios le da al hombre el cordero, el sacrifico. El árbol de la vida en Génesis 2 se convirtió en un cordero en Génesis 3. El árbol de la vida es Cristo, y el cordero también es Cristo. Estos dos son uno solo. Debido a la caída, el árbol de la vida tuvo que convertirse en un cordero.

  En Juan 6 el Señor Jesús nos dice que El es el pan de vida. El pan de vida equivale al árbol de la vida. Los dos vienen de la vida botánica, la vida vegetal. Pero en el mismo capítulo donde el Señor habla de comerle como pan de vida, también dice: “Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida” (v. 55). En sentido material no esposible que el pan tenga sangre. Pero conforme a la realidad espiritual, el pan de vida incluye la sangre. Esto se debe a que nunca podríamos comer el pan de vida, si éste no tuviera sangre. El árbol de la vida nos fue cerrado por la caída, pero el Cordero con Su sangre redentora nos lo ha abierto.

  Después de la caída, el Cordero es lo primero que disfrutamos de Dios tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Todos los otros aspectos del disfrute que tenemos del Señor Jesús provienen del primero. Aun en la eternidad en la Nueva Jerusalén, Cristo seguirá siendo el eterno Cordero de Dios (Ap. 21:22; 22:1). En Apocalipsis el Cordero es la lámpara, y dentro de la lámpara está Dios como luz (21:23). Todo lo que es Dios como nuestra porción para nuestro disfrute está contenido en el Cordero, quien es la lámpara. Debemos disfrutarle primero como el Cordero de Dios. Después de que el árbol de la vida fue presentado al hombre, desde Génesis 3 hasta Exodo 12 tenemos el Cordero de Dios, a quien Su pueblo escogido ha de disfrutar.

LA CLAVE DE VOLVERSE DEL ATRIO AL LUGAR SANTO

  Ahora debemos seguir adelante para ver algo más, algo más rico, profundo y elevado que el disfrutar a Cristo como el Cordero de Dios. Después del libro de Exodo tenemos el libro de Levítico con todas las ofrendas, las cuales se basan en dos cosas: el árbol de la vida, o sea la vida vegetal, y el cordero, la vida animal. Todas las ofrendas se componen de estas dos clases de vida. El holocausto es de la vida animal pero la ofrenda de harina es de la vida vegetal (Lv. 2:7-10). La vida animal redime, y la vida vegetal genera y alimenta. Todas las ofrendas, tales como la ofrenda por el pecado, la ofrenda por la transgresión, el holocausto, la ofrenda de harina, y la ofrenda de paz, fueron experimentadas en el atrio del tabernáculo. Estas ofrendas tipifican a Cristo, la ofrenda única en su género. En el lugar santo estaban la mesa del pan de la proposición y los panes, el candelero con la luz, y el altar de oro del incienso y el incienso mismo. La mesa, el candelero y el altar son Cristo, y el pan de la proposición, la luz y el incienso son Cristo. Todas las ofrendas son Cristo, todo el mobiliario del Lugar Santo es Cristo, y todas las cosas relacionadas con el mobiliario son Cristo.

  ¿Cómo podemos volvernos de las experiencias de Cristo como todas las ofrendas a las experiencias de Cristo como el mobiliario del Lugar Santo con todas las cosas relacionadas? En otras palabras, ¿cómo podemos volvernos de las experiencias de Cristo en el atrio a las experiencias de Cristo en el Lugar Santo? La manera de volvernos es comer; comer es la clave. En el atrio el sacerdote no come las ofrendas primero. Primero mata las ofrendas y luego las presenta a Dios. La sangre de las ofrendas tipifica el aspecto redentor de Cristo. Después de ser redimido, es necesario comer. Todo se determina con el comer. El comer es la clave que nos vuelve del atrio al lugar santo. En el atrio, los sacerdotes primero disfrutaban todas las ofrendas en el aspecto de Cristo como su justicia. Luego disfrutaban las ofrendas comiéndolas (Lv. 7:14-15). Después de ser redimidos, debemos seguir adelante y comer. Al comer las ofrendas, somos introducidos en el Lugar Santo. Cuando entramos en el Lugar Santo, lo primero que encontramos es el pan de la proposición, el cual debemos comer. Si usted no sabe cómo alimentarse del Señor Jesús, usted es un cristiano que se queda solamente en el atrio. Cuando ve usted la visión de comer al Señor Jesús y alimentarse de El, esto le volverá del atrio al Lugar Santo.

SACADO DE EGIPTO POR EL COMER

  En Exodo 12, los hijos de Israel disfrutaron el derramamiento de la sangre del cordero Pascual, el cual cumplió el justo requisito de Dios. Después, se les dijo que comieran la carne del cordero. Al comer ellos, obtuvieron la energía y la provisión y fueron fortalecidos y capacitados para salir de Egipto. Comieron del cordero y esto les dio la manera para salir de Egipto. El comer nos saca de Egipto, del atrio, y nos traslada al desierto, el lugar santo. En el desierto los hijos de Israel disfrutaron diariamente el maná, y en el Lugar Santo el sacerdote disfrutó el pan de la proposición. Los hijos de Israel vagaban en el desierto, pero vivían por la comida celestial.

COMER EL BECERRO GORDO DENTRO DE LA CASA DEL PADRE

  En Lucas 15 el Señor Jesús relató la parábola acerca del padre amoroso y su hijo pródigo. Después de regresar el hijo, el padre le vistió del mejor vestido y le puso un anillo en la mano y sandalias en los pies (v. 22). El padre corrió al encuentro del pecador que regresaba y le vistió fuera de la casa. El hijo pródigo, antes de ser vestido, era un mendigo, indigno de entrar en la casa del padre. Aunque el hijo había sido aprobado por el padre y vestido apropiadamente, todavía tenía hambre. Por lo tanto, el padre les mandó a sus siervos que trajeran el becerro gordo y que lo mataran para que su hijo, quien había regresado, pudiera comer (v. 23). Luego empezaron a comer el becerro gordo dentro de la casa del padre. El vestido es Cristo como nuestra justicia, quien nos viste, conforme a los justos requisitos de Dios, para que seamos justificados ante los ojos de Dios (Jer. 23:6; 1 Co. 1:30; Fil. 3:9). El becerro gordo representa al rico Cristo (Ef. 3:8) inmolado en la cruz para que los creyentes puedan disfrutarle.

  Muchos cristianos estiman mucho el hecho de que Cristo sea su justicia, pero se olvidan de comer a Cristo y así disfrutarle interiormente. Dios usó a Martín Lutero para recobrar la verdad acerca de la justificación por la fe con Cristo como nuestra justicia. Pero el hecho de que debamos comer a Cristo para disfrutarle todavía necesita ser recobrado entre los hijos de Dios. El cumplimiento del propósito de Dios depende principalmente de que comamos a Cristo. Cristo es nuestra justicia objetiva y externa, y siendo tal, nos capacita para comerle interior y subjetivamente.

  El hijo, después de comer el becerro gordo y saciarse, pudo hacer algo para agradar al padre. Lo que cumplimos no sólo se basa en la justicia, sino también en el comer. Si el padre en Lucas 15 sólo hubiera vestido al hijo y luego le hubiera dicho que hiciera algo para él, el hijo no habría tenido la fuerza necesaria. El hijo fue vestido apropiadamente y limpiado por completo, pero tenía hambre y estaba vacío. No tenía la energía, el poder, la fuerza, ni el contenido. Después de que nos hayan traído a la mesa para que nos alimentemos de Cristo como nuestro banquete, seremos muy activos, deseosos del mandato del Padre. Tendremos la fuerza, la energía y la provisión de vida para llevar a cabo la voluntad del Padre.

  Valoramos el lado objetivo de la obra redentora del Señor, a saber, nuestra justificación mediante Su preciosa sangre, pero hemos sido redimidos y justificados para poder comer y disfrutar a Cristo. El padre del hijo pródigo le vistió a la puerta de la casa para que pudiera entrar y sentarse a la mesa a fin de tener un banquete y alegrarse. Todos nosotros necesitamos disfrutar al Señor como un banquete. Puede ser que hayamos sido salvos por la redención del Señor pero ¿cuánto hemos comido de El? En nuestra experiencia, ¿estamos a la puerta de la casa del Padre o estamos dentro de ella alimentándonos de Cristo y de todas Sus riquezas? Tal vez usted esté a la puerta, ataviado del mejor vestido, llevando un anillo en la mano y sandalias en los pies pero, ¿cómo está usted por dentro? ¿Está satisfecho y saciado o está vacío? Todos necesitamos comer al Señor para ser llenos de El. Cuando comemos de El, le disfrutamos como el árbol de la vida. Cristo como Cordero de Dios nos capacita para ser justificados por fe a fin de que seamos llevados de nuevo al disfrute de Cristo como el árbol de la vida.

COMER A CRISTO PARA SER TRANSFORMADOS EN MATERIALES PRECIOSOS PARA EL EDIFICIO DE DIOS

  Comiendo y disfrutando a Cristo, somos transformados. En el atrio no se encuentra el oro, sino el bronce y la plata. El bronce significa el juicio, y la plata significa la obra redentora de Dios. La redención proviene del juicio divino de Dios. Las columnas y las basas del atrio eran de bronce, pero los capiteles, las coronas de las columnas, estaban cubiertos de plata y las escarpias y las barras que unían eran de plata (Ex. 27:11; 38:19). Esto indica que la redención de Cristo proviene del justo juicio de Dios. Cristo sufrió el juicio de Dios en la cruz y de El procede nuestra redención. Las basas de las cuarenta y ocho tablas del tabernáculo también eran de plata. Estas cuarenta y ocho tablas eran de madera de acacia cubierta de oro.

  Todos los muebles que estaban dentro del tabernáculo eran de oro o estaban cubiertos de oro. Esto significa que la naturaleza divina (el oro) es forjada en nuestro ser cuando comemos a Cristo, cuando le disfrutamos como un banquete. Al comerle, seremos mezclados con Dios, y esta mezcla nos transforma. Si queremos disfrutar al Señor más y más, tenemos que aprender a comerle, a disfrutarle como un rico banquete. Todo gira en esto. Si sabemos comerle, o sea disfrutarle como un banquete, seremos transformados en materiales preciosos para ser edificados como el templo (1 Co. 3:12), como la casa del Señor, y dentro de esta casa disfrutaremos al Señor de manera mucho más rica. Al comer al Señor y al ser transformados por El, disfrutaremos la grosura de Su casa. Le disfrutaremos al máximo.

  Necesitamos una visión para poder ver que toda la Biblia nos presenta un cuadro mostrándonos que Dios es el árbol de la vida que sirve como alimento para nosotros. Es por esto que el árbol de la vida está al principio de la Biblia y al final de la Biblia (Gn. 2:9; Ap. 22:2, 14). Entre estos dos extremos de la Biblia hay muchos relatos negativos con respecto al pueblo del Señor, y cómo experimentaron muchas distracciones y estorbos, los cuales impidieron que disfrutaran a Dios como el árbol de la vida. Todas las historias positivas de la Biblia nos dan un cuadro del pueblo escogido de Dios disfrutando a Dios como el árbol de la vida en diferentes aspectos. El árbol de la vida cambió de forma y se convirtió en un cordero por causa de la caída. Ahora tenemos que disfrutarle como el Cordero redentor. Después de disfrutarle en Su aspecto redentor, inmediatamente tenemos que disfrutarle como el Cordero que alimenta e imparte energía. Debemos aprender a disfrutar al Señor comiéndole. Comer al Señor nos volverá del atrio al Lugar Santo. Al comerle seremos transformados en materiales preciosos para ser edificados con otros para el edificio de Dios (1 P. 2:5). Entonces habrá una casa, un templo, para el descanso del Señor, y en este templo disfrutaremos al Señor de manera plena. Así que, el propósito de Dios se cumplirá. Finalmente, la casa, el templo, será agrandada y llegará a ser una ciudad, la cual es la máxima consumación de la intención eterna de Dios. La intención de Dios se lleva a cabo al comerle nosotros. Todos debemos aprender a comer al Señor, a disfrutarle como rico banquete.

  El Señor Jesús llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El es el Espíritu que da vida (2 Co. 3:6; Jn. 6:63). Podemos recibir esta vida al alimentarnos de El en el espíritu. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu para ponernos en contacto con el Señor. Es por esto que el apóstol Pablo, al despedirse, dijo en 2 Timoteo 4:22: “El Señor sea con vuestro espíritu”. El Señor Jesús es el Espíritu vivificante y está con nuestro espíritu. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para alimentarnos de El, disfrutarle como un rico banquete y comerle. Si le disfrutamos comiéndole, esto nos volverá del exterior de la casa del Señor al interior y nos transformará de pedazos de barro a piedras preciosas, buenas para el edificio de Dios.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración