Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO DOS

UNA PERSONA EN EL ESPIRITU

  Lectura bíblica: 2 Co. 1:9, 12; 2:13; 4:4, 4:13, 16; 12:18; 10:3-4; 3:14

  Si percibimos el espíritu con que Pablo escribió las epístolas a los Corintios, nos daremos cuenta de que él usó la historia de los hijos de Israel como trasfondo. La historia del pueblo de Israel tipifica las experiencias de los cristianos neotestamentarios (1 Co. 10:6a, 11). La mayoría de los cristianos sabe que la Pascua (1 Co. 5:7), el éxodo de Egipto (1 Co. 10:1-2), el vagar de los hijos de Israel por el desierto (He. 3:7-19), y el disfrute que ellos tuvieron del maná celestial y del agua que brotó de la roca hendida (1 Co. 10:3-4), son tipos de nuestra experiencia cristiana. Sin embargo, pocos ven claramente que la entrada en la buena tierra, así como el vivir, andar y laborar en ella, también tipifican nuestra experiencia cristiana (Col. 2:6-7). Por eso, debemos conocer la manera en que el pueblo de Israel vivió, anduvo, laboró y batalló en la buena tierra.

  Cuando Pablo escribió estas dos epístolas, debió haber tenido en mente esta historia. En 1 Corintios 5:7 él dice que Cristo es nuestra Pascua, y en el capítulo diez dice que estamos disfrutando del maná celestial y bebiendo del agua que sale de la roca hendida (vs. 3-4). Esto indica que en 1 Corintios, aunque el pueblo ya había salido de Egipto, aún andaban vagando por el desierto. Esta era la verdadera condición de los corintios, y también es la condición de muchos cristianos hoy; no debemos pensar que somos mejores que los corintios. Muchos hablan acerca de la iglesia celestial mencionada en Efesios, pero ellos mismos no llevan una vida celestial; otros hablan de la buena tierra y de Canaán, pero todavía se hallan en Egipto o en el desierto. No obstante, aquel que permanece en el espíritu, está en los lugares celestiales (Ef. 2:6), porque estos dos no pueden ser separados. Los lugares celestiales están en el espíritu, y a su vez, el espíritu está en los lugares celestiales (véase He. 4:16 y la nota 1 de la Versión Recobro). Cuando estamos en nuestro espíritu, nos elevamos a los lugares celestiales. Pero, ¿podemos aseverar que hoy andamos completamente en el espíritu?

  A los corintios les gustaba hablar de las cosas espirituales, pero lo hacían de una manera carnal y almática. Por eso el apóstol les dice en su primera epístola que ellos no eran espirituales sino carne (3:1). Además, en el capítulo dos de la misma epístola, él los llama hombres anímicos (2:14). El hombre espiritual (v. 15) no se comporta conforme a la carne ni actúa según la vida del alma, sino que vive conforme al espíritu, a saber, su espíritu humano (Ro. 1:9), el cual está mezclado con el Espíritu de Dios (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17). Tal hombre está dominado, gobernado, dirigido, motivado y guiado por el espíritu mezclado. Aunque los corintios hablaban acerca de las cosas espirituales, el apóstol Pablo los llama carnales y anímicos, pues hablaban de ellas en el alma y en la carne. Es posible hablar de las cosas celestiales mencionadas en Efesios, y al igual que los corintios, hacerlo en el alma o en la carne.

  La segunda epístola a los Corintios es mucho más profunda que la primera; no obstante, pocos le han prestado atención. En Romanos encontramos la verdad de la justificación por la fe, y en Efesios vemos la iglesia como Cuerpo de Cristo. Pero, ¿cuál es el tema de 2 Corintios? ¿Qué impresión tenemos de esta epístola? Permítanme decirles que este libro se centra por completo en el espíritu. Muchos cristianos viven en la carne o en el alma, mas no en el espíritu. Muchos saben algo acerca del Espíritu Santo, pero pocos conocen su propio espíritu humano, en el cual mora el Espíritu Santo (véase Nuestro espíritu humano, publicado por Living Stream Ministry). En 1 Corintios vemos la carne y el alma, pero en 2 Corintios se ve el espíritu. Después del atrio y el Lugar Santo, pasamos al Lugar Santísimo; después de Egipto y el desierto, pasamos a la buena tierra, la tierra de Canaán. En esta epístola vemos la buena tierra y, además, la forma práctica de vivir en el Lugar Santísimo; en esta epístola podemos ver a unos seres humanos que vivían plenamente en el espíritu.

NO CONFIAR EN NOSOTROS MISMOS, SINO EN DIOS

  En el primer capítulo de 2 Corintios, Pablo dice que él y sus colaboradores fueron abrumados sobremanera más allá de sus fuerzas, de tal modo que aun perdieron la esperanza de vivir (v. 8). Dice además que tuvieron en ellos mismos sentencia de muerte, para que no confiasen en sí mismos, sino en Dios que resucita a los muertos (v. 9). Esta declaración: “para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios”, debe impresionarnos. El propio Dios, que está en los cielos, entró en nuestro espíritu mediante la redención que Cristo efectuó (Col. 1:27; 2 Ti. 4:22). Agradecemos al Señor que ahora El mora en nuestro espíritu, desde donde nos llama a abandonar todo lo perteneciente al alma y a volvernos a nuestro espíritu, para que tengamos contacto con El. No debemos confiar en nuestro yo ni en nuestra alma, sino en Dios, quien está en nuestro espíritu.

  Quizás tengamos el entendimiento doctrinal de esto y se nos haga fácil decir que no confiamos en nosotros mismos sino en Dios, pero probablemente nuestra experiencia testifique de lo contrario. Por ejemplo, si la esposa no trata amablemente al marido, la reacción de éste será usar su mente para analizar la condición de ella; esto es un ejemplo de lo que significa confiar en nosotros mismos. Si en verdad hemos aprendido la lección de no confiar en nosotros mismos, no usaríamos nuestra mente primero, sino que ejercitaríamos nuestro espíritu. Debemos en tal caso volvernos de inmediato a nuestro espíritu y ejercitarlo para tener contacto con Dios. Esto es lo que significa, en la práctica, no confiar en nosotros mismos sino en Dios. Todos debemos obtener esta clase de experiencia.

NO CON SABIDURIA CARNAL, SINO CON LA GRACIA DE DIOS

  En 2 Corintios 1:12 Pablo dice que se conducía, “no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios”. Confiar en nosotros mismos es incorrecto, pero confiar en la sabiduría carnal es aun peor. Pablo no habla de sabiduría humana, sino de sabiduría carnal. Por lo general relacionamos la sabiduría con la mente, pero aquí Pablo se refiere a una sabiduría que procede de la carne. La sabiduría carnal es contraria a la gracia de Dios, pues conecta el alma con la carne. En cambio, la gracia de Dios se experimenta primero en nuestro espíritu, y después opera por medio del alma y del cuerpo. Confiamos en Dios, y este Dios en quien confiamos obra en nosotros. Así que, la gracia es el propio Dios quien opera en nosotros; El obra desde nuestro espíritu por medio de nuestra alma y nuestro cuerpo, a fin de que todo nuestro ser esté bajo su operación. No debemos confiar en nosotros mismos, sino únicamente en Dios. Nuestra conversación, nuestro andar y vivir en este mundo no deben proceder de la sabiduría carnal, sino de la gracia de Dios. Si tomamos este camino, ya no obraremos por nosotros mismos, sino que permitiremos que Dios opere desde nuestro espíritu y por medio de nuestra alma y nuestro cuerpo. De esta manera, todo nuestro ser estará bajo Su operación, y seremos personas que viven y andan continuamente en el Lugar Santísimo.

EN MI ESPIRITU

  Debido a que Pablo era una persona que vivía en el Lugar Santísimo, podía decir: “no tuve reposo en mi espíritu” (2:13). El no dijo que no tuvo reposo en su mente o en su corazón, sino en su espíritu. Para entender 2 Corintios es importante prestar atención a frases claves tales como éstas: “para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios”; “no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios”; y “no tuve reposo en mi espíritu”. Pablo no dijo que no tuvo reposo en el Espíritu, sino “en mi espíritu”. El era una persona que vivía, andaba y laboraba totalmente inmerso en el espíritu; no vivía en su alma o en su carne, sino en su espíritu. Por eso dijo: “no tuve reposo en mi espíritu”.

  Esto muestra que Pablo no se dejaba afectar por las circunstancias ni tampoco por sus propias ideas o puntos de vista; él solo prestaba atención a su espíritu. Debido a que su hermano Tito no había venido, él no tuvo reposo en su espíritu. Me agrada mucho esta expresión: “en mi espíritu”. Tenemos que llegar a conocer nuestro espíritu y aprender a hacer todas las cosas en él. Si estamos contentos, debemos estarlo en nuestro espíritu, y si estamos tristes, debemos estarlo también en nuestro espíritu. Muchas veces estamos contentos, pero esa alegría procede de nuestra parte emotiva; quizás no sepamos cómo estar contentos en nuestro espíritu ni cómo tener reposo en nuestro espíritu, pero tenemos que aprender. Debemos prestar atención a nuestro espíritu y ser personas que viven en el espíritu.

  Más adelante, en 2 Corintios 4:13, Pablo dice que él y los hermanos que lo acompañaban tenían “el mismo espíritu de fe”. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu a tal grado. En todo lo que hagamos o digamos, debemos tener la certeza de que poseemos el mismo espíritu y que estamos en el mismo espíritu. Esto no se lleva a cabo en la esfera del alma ni de la carne, sino en el espíritu. Cuando visitemos a un hermano o tengamos comunión con otros, debemos hacerlo en nuestro espíritu.

EL HOMBRE EXTERIOR SE VA DESGASTANDO, PERO EL INTERIOR SE RENUEVA

  En 2 Corintios 4:16 dice: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. El hombre interior consta del espíritu regenerado como su vida y persona, y del alma renovada como su órgano. En cambio, el hombre exterior se compone del cuerpo como su órgano físico, y del alma como su vida y persona. El hombre exterior está pereciendo, desgastándose, debilitándose y consumiéndose; no obstante, el hombre interior está siendo renovado, refrescado, alentado y fortalecido al ser nutrido con el suministro fresco de la vida de resurrección. Mientras nuestro cuerpo mortal, nuestro hombre exterior, está siendo consumido por la operación de la muerte, nuestro hombre interior, es decir, nuestro espíritu regenerado, junto con las partes interiores de nuestro ser (Jer. 31:33; He. 8:10; Ro. 7:22, 25), está siendo renovado de día en día metabólicamente mediante el suministro de la vida de resurrección.

  El hombre exterior debe consumirse y está en proceso de desgastarse, pero el hombre interior está siendo renovado y refrescado. Para entender plenamente lo que Pablo expresa aquí, debemos unir los primeros cuatro capítulos. En el capítulo uno dice que fueron abrumados sobremanera (v. 8), y en el capítulo cuatro describe de qué manera estaban siendo oprimidos en todo aspecto (v. 8). En 2 Corintios 4:7-18 vemos que, a fin de llevar a cabo el ministerio, los apóstoles vivían una vida crucificada en resurrección, o sea, que vivían la vida de resurrección bajo el aniquilamiento efectuado por la cruz. Aunque Pablo estaba oprimido y desconcertado, comprendía que las aflicciones y apuros en los que se encontraba eran necesarios para que el hombre exterior fuera consumido. Mientras el hombre exterior pasa por el proceso de ser reducido, el hombre interior se renueva y se refresca de día en día. Esto muestra que debemos mantenernos alejados de nuestra alma, la cual está representada por el desierto y el Lugar Santo, y que debemos mantenernos completamente en el Lugar Santísimo. Es menester que vivamos y nos conduzcamos en el Lugar Santísimo.

  Las discusiones sólo alimentan la vida del alma; cuanto más discutimos, más se fortalece el hombre exterior. Frecuentemente los esposos se sienten tentados a disputar o debatir. Por ejemplo, supongamos que la esposa de un hermano se enoja con él, y que él, para no seguir la contienda, evita responderle a ella; este hermano no le responde a su esposa porque ha aprendido a sufrir. Permítanme decirles que esta clase de comportamiento concuerda más con la práctica de los seguidores de Confucio y de Buda, que con la práctica cristiana. Si usted me pregunta por qué no discuto con mi esposa, le diré que no lo hago porque no me gusta alimentar a mi alma. Cuanto más discuto con mi esposa, más nutro a mi alma. Debemos aprender la lección de dejar que nuestra alma sufra hambre y se desgaste. El hombre exterior debe ser consumido. Es importante comprender que todo lo que nos sucede tiene un propósito: Dios se ha propuesto desgastar nuestro hombre exterior a fin de que nuestro hombre interior se fortalezca, se refresque, se aliente, se nutra y se renueve de día en día.

  En tanto nuestro hombre exterior se desgasta y el interior se renueva, permanecemos en el Lugar Santísimo. En este Lugar Santísimo, nuestro espíritu, podemos disfrutar y experimentar a Cristo; es allí donde experimentamos, en Dios y con Dios, todas las realidades divinas. De esta manera, gradualmente llegaremos a ser el ministerio mismo; no sólo seremos ministros, sino que seremos ministros que tienen un ministerio. Así ministraremos en otros la vida, a Dios y las riquezas de Cristo, no meras enseñanzas, doctrinas y conocimiento. Entonces, todo lo que hagamos ministrará a Cristo, a Dios, en los demás. Esto es lo que se necesita hoy.

ANDAR EN EL MISMO ESPIRITU

  En 2 Corintios 12:18 Pablo dice que él y Tito andaban en el mismo espíritu. Este versículo, al igual que los anteriores, nos da a conocer la clase de persona que era el apóstol Pablo. El era una persona que vivía plena y absolutamente en el espíritu, y no se apartaba de allí.

LLEVAR CAUTIVO TODO PENSAMIENTO A LA OBEDIENCIA A CRISTO

  Debido a que Pablo vivía en el espíritu, aprendió la lección de cómo lidiar con los pensamientos humanos. En 2 Corintios hay tres pasajes que tratan sobre los pensamientos: en 3:14 Pablo dice que las mentes de los hijos de Israel se “endurecieron”; luego en 4:4 dice que el dios de este siglo “cegó” las mentes de los incrédulos; y por último, en 10:5 Pablo indica que todo pensamiento debe ser llevado cautivo a la obediencia a Cristo. Los pensamientos pueden ser endurecidos por el yo, cegados por el dios de este siglo, o bien pueden ser subyugados por aquellos que tienen el ministerio. Los pensamientos son hechos cautivos por aquellos que militan y contienden en la guerra espiritual, no según la carne sino con armas que son poderosas ante Dios (v. 4). Cuando usted posee el ministerio, es decir, cuando es una persona que realmente vive y anda en el espíritu, ya no milita según la carne, sino que ha sido equipado para capturar los pensamientos de otras personas y llevarlos cautivos a que obedezcan a Cristo.

  No se puede subyugar a las personas discutiendo con ellas; cuanto más alterquemos con ellas, más incitaremos sus pensamientos. Toda discusión sólo logra incitar los pensamientos de las personas. No obstante, si tenemos el ministerio, seremos aptos y estaremos equipados con las armas espirituales que son poderosas ante Dios para derribar argumentos y llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

LO QUE LA IGLESIA NECESITA: EL MINISTERIO DE CRISTO

  En 1 Corintios vemos los dones, el conocimiento y las enseñanzas, pero en 2 Corintios no encontramos estos elementos, ni milagros o sanidades. Por el contrario, Pablo tenía un aguijón en su carne que el Señor rehusó quitarle aun después de que éste le rogó tres veces (12:7-9). Pablo pedía un milagro, pero el Señor no lo complació. En esta epístola no vemos milagros, sanidades ni dones, sino sufrimientos, los cuales desgastan nuestro hombre exterior y producen el ministerio. Cuanto más suframos y cuanto más nuestro hombre natural sea desgastado, más tendremos el ministerio, pues poseeremos cierta medida de las riquezas de Cristo para ministrar a otros. Esto es lo que la iglesia necesita hoy. La iglesia no necesita más milagros, dones, enseñanzas y conocimiento; lo que ésta necesita es el ministerio de Cristo. La historia muestra que es posible edificar algo con los dones, pero al final, los mismos dones derriban lo que se había edificado. Esta trágica historia se ha repetido innumerables veces.

  Si nos humillamos por la gracia del Señor y aprendemos a vivir en el espíritu, El en Su soberanía nos asignará a cada uno cierta porción de sufrimientos; de hecho, cuanto más amemos al Señor Jesús, más sufriremos y más seremos desgastados. Finalmente, cierta medida del ministerio se producirá en nosotros, y la iglesia será edificada. Esto es lo que la iglesia necesita hoy.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración