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Mensajes del libro «Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La»
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CAPITULO TRES

CAPTURADOS POR CRISTO

  Lectura bíblica: 2 Co. 2:14-16; 3:3-6

  Vimos en los primeros dos capítulos de este libro que 2 Corintios presenta el cuadro completo de una persona que vive en la presencia de Dios, esto es, en el Lugar Santísimo. Después del capítulo uno, el apóstol Pablo comienza a describir la clase de persona que él era cuando vivía en el Lugar Santísimo, y menciona varios aspectos de alguien que permanece allí en la presencia de Dios.

CAUTIVOS DE CRISTO

  En 2:14 se halla el primer aspecto de una persona que siempre vive en el Lugar Santísimo. Pablo dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo”. W. J. Conybeare, en su traducción de 2 Corintios, explica que la expresión griega que se traduce: “nos lleva ... en triunfo”, es un término especial usado en la antigüedad para describir un desfile triunfal. Durante el Imperio Romano, el general que ganaba una batalla acostumbraba traer consigo a muchos cautivos a la capital, donde se celebraba la victoria y se realizaba un desfile con todos ellos para hacer una exhibición del triunfo obtenido por el general. El apóstol Pablo adoptó esta terminología para indicar que Cristo es el general que ganó la victoria, y que hoy Dios celebra dicha victoria.

  Pablo era un cautivo de entre los muchos que fueron capturados por Cristo. Pablo había sido uno de los más grandes opositores de Cristo y de Su evangelio, pero un día, mientras iba camino a Damasco, él fue conquistado, subyugado y capturado (Hch. 9:1-9). Desde ese día pasó a ser un cautivo de Cristo. Quizás pensemos que el apóstol Pablo viajaba de un lugar a otro como un gran predicador; sin embargo, él se consideraba a sí mismo como un cautivo que marchaba en el desfile triunfal de Cristo. Dios está celebrando con un desfile triunfal la victoria que Cristo ganó, y en este desfile marcha un séquito de cautivos. Pablo era uno de los cautivos en la celebración de la victoria de Cristo, pues fue capturado por El.

  El primer aspecto de una persona que vive en el Lugar Santísimo consiste en que es un cautivo. Ante todo, debemos ser cautivos de Cristo que andan en el séquito de Su desfile triunfal. Si hemos de vivir en el Lugar Santísimo, esto es, en el espíritu, donde disfrutamos a Cristo como la buena tierra, primero debemos ser capturados por Cristo. El tiene que conquistarnos, subyugarnos y capturarnos. En verdad, muchos tenemos que confesar que en lugar de ser cautivos de Cristo nosotros lo hemos capturado a El, y todo el día celebramos nuestra propia victoria y llevamos a Cristo cautivo en el séquito de nuestro desfile triunfal. De acuerdo con su experiencia, ¿quién es el derrotado, Cristo o usted? Muchos tenemos que reconocer que la mayor parte del tiempo derrotamos y capturamos a Cristo nuestro Salvador, y lo llevamos cautivo en el séquito de la celebración de nuestra victoria carnal.

  Una persona que vive en el Lugar Santísimo debe ser un cautivo que anda en el séquito triunfal de Cristo, celebrando la victoria que El ganó en la cruz; éste es el reto que presenta este capítulo. En muchas áreas aún no hemos sido subyugados ni conquistados por Cristo. Quizás nuestra voluntad nunca ha sido conquistada, y por ende, somos obstinados. Por una parte, es un hecho que los creyentes somos esclavos de Cristo, pero por otra, debido a que nuestra voluntad no ha sido subyugada ni conquistada por El, todavía somos Sus opositores y Sus enemigos. Debemos examinar si nuestros deseos han sido conquistados por Cristo. Puedo decir por mi propia experiencia, que es posible ser enemigos de Cristo aunque busquemos las cosas espirituales, pues las buscamos a nuestra manera, según lo que pensamos, y conforme a nuestros deseos. Es posible buscar al Señor y hacerlo según nuestra voluntad. Por una parte, buscamos al Señor, pero por otra, nos oponemos a El. Debemos ver que por encima de todo, tenemos que ser derrotados. Somos subyugados al orar desde lo más recóndito de nuestro ser: “Señor, derrótame. Ten misericordia de mí y no permitas que gane la victoria. Señor, que terrible y lamentable sería si me dejaras ganar. Señor, manténme derrotado”.

  Día tras día se lleva a cabo una lucha, no entre nosotros y el mundo, ni entre nosotros y el pecado, sino entre nosotros y el Señor. No prestemos nuestra atención a las luchas que tenemos contra el mundo y los pecados, sino a la batalla que se libra entre nosotros y el Señor. Si estuviéramos dispuestos a ser derrotados por el Señor, quedarían bajo nuestros pies el mundo y los pecados. ¿Por qué nos derrota el mundo? Porque derrotamos a Cristo. ¿Por qué somos enredados tan fácilmente por el pecado? Porque continuamente derrotamos a Cristo. Espero que usted centre su oración en este único asunto diciendo: “Señor, hazme un cautivo Tuyo. No permitas que yo venza. Mántenme derrotado todo el tiempo”. Después de orar así, algo sucederá. El problema consiste en que preservamos nuestros caprichos, nuestros deseos, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y mucho más que proviene del yo, de tal manera que día a día y momento tras momento, derrotamos a Cristo.

  Quizás pensemos que fuimos llamados a servir al Señor y hacer Su obra, y posiblemente creamos que estamos sirviendo al Señor de manera incondicional, sin saber que hay rebeldía en nosotros. Debido a que los microbios y elementos de rebeldía aún permanecen en nosotros, tenemos que ser derrotados, conquistados, subyugados y llevados cautivos en el desfile triunfal de la victoria de Cristo. Segunda de Corintios no es un libro de doctrinas, sino la autobiografía de una persona que se consideraba a sí mismo un cautivo en el séquito del desfile triunfal, el cual Dios celebra por causa de la victoria que Cristo obtuvo sobre sus enemigos. Pablo dice que Dios “nos lleva siempre en triunfo”. Cuando era joven, yo pensaba que esto se refería a mi propio triunfo; pero ahora entiendo que dicho triunfo no es el mío, sino el de El. Dios nos lleva siempre cautivos en el triunfo de Cristo.

  ¿Está usted dispuesto a ser un cautivo? Debe decirse a sí mismo y al Señor que sí está dispuesto a ser un cautivo de El. Si tan sólo un número pequeño de hermanos estuvieran dispuestos a ser cautivos que marchan en el desfile triunfal de Cristo, esto causaría un gran impacto en todos los Estados Unidos. Muchos cristianos buscan los dones de poder, pero lo que la iglesia y el mundo necesita no son personas dotadas, sino personas que hayan sido capturadas. La iglesia no necesita gigantes espirituales, sino pequeños cautivos. En este universo y en la tierra, Dios está celebrando el triunfo de Su Hijo Jesucristo. ¿Está usted dispuesto a ser un pequeño cautivo en esta celebración? Si está dispuesto, algo sucederá dondequiera que vaya. Una persona tras otra serán capturadas, y así como usted es un cautivo de Cristo, ellas también lo serán. Quizás pensemos que el apóstol Pablo era un predicador fabuloso, pero él se consideraba a sí mismo simplemente un cautivo. Dios celebra la victoria de Cristo, llevándonos como cautivos en Su triunfo. Todos debemos estar dispuestos a ser cautivos de Cristo.

  Hoy en día hay una gran cantidad de jóvenes que están listos y dispuestos a servir al Señor; sin embargo, temo que ellos estén buscando poder, dones, enseñanzas y conocimiento. Esta clase de búsqueda no tiene ningún mérito. Es necesario, por encima de todo, ser conquistados, derrotados y capturados por Cristo. Todos debemos arrodillarnos y orar: “Señor, estoy dispuesto a ser un cautivo Tuyo”.

CARTAS DE CRISTO

  En el capítulo dos, Pablo dice que él era un cautivo. Y en el capítulo tres dice que los creyentes debemos ser cartas de Cristo; éste es el segundo aspecto de una persona que vive en el espíritu, en el Lugar Santísimo. En 3:3 Pablo dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo”. Una carta es un papel escrito. El Espíritu del Dios vivo escribe en nosotros sólo cuando hemos sido capturados por Cristo. Tenemos que ser capturados por Cristo, y esto requiere que nuestros sentimientos, nuestra voluntad y aun nuestros deseos sean subyugados y conquistados. Sólo entonces el Espíritu tendrá la libertad de escribir en nosotros lo que El desee escribir de Cristo. Hoy Cristo está en nosotros (Col. 1:27), y como el Espíritu (2 Co. 3:17) El está escribiendo los elementos, las riquezas, de Cristo en todo nuestro ser. Pero si nuestra mente, parte emotiva y voluntad permanecen en rebeldía, no habrá manera de que el Espíritu de Cristo escriba en nosotros algo de Cristo. El es paciente y espera hasta que estemos dispuestos a ser cautivados. Si somos conquistados, derrotados, subyugados y capturados por Cristo, seremos un papel sobre el cual el Espíritu podrá escribir.

  Quizás usted piense que es apto y que puede emprender una obra para el Señor; sin embargo, tal vez sólo sea un papel en blanco que no tenga mucho de Cristo escrito en él. ¿Cuánto de Cristo se puede leer en usted? Esto no depende de cuán elocuentes seamos, ni de cuánto prediquemos, sino de que los demás puedan leernos. Lo que otros vean y lean de Cristo en nosotros, depende de cuánto El haya escrito en nuestro ser.

  La obra que Cristo efectúa al morar en nosotros consiste en que escribe en nuestro interior. El Espíritu del Dios vivo mora en nosotros y siempre busca la oportunidad de escribir algo de Cristo en nuestro ser. Les repito que, en tanto no estemos dispuestos a ser capturados por Cristo, el Espíritu Santo no podrá escribir nada de El en nuestro ser. Cristo está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), pero aún no ocupa gran parte de nuestra mente, parte emotiva ni voluntad. Aunque ciertamente El está en nuestro espíritu, nosotros seguimos siendo rebeldes en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones. Por tanto, es menester que seamos derrotados, conquistados y subyugados en cada área de nuestra alma. A medida que Cristo subyugue nuestro ser, el Espíritu Santo, quien es el Espíritu de Cristo que mora en nosotros, gradualmente tendrá la libertad de escribir algo de Cristo en todas las áreas de nuestro ser. En 3:3 Pablo no usó la palabra “escrita”, sino “inscrita” (lit. griego). Cristo es inscrito en cada parte de nuestro ser con el Espíritu del Dios vivo para hacer de nosotros Sus cartas vivas, a fin de que El pueda ser expresado en nosotros y leído en nosotros por los hombres.

  Es importante estudiar la Biblia, pero si sólo la estudiamos para obtener conocimiento, recibiremos poco provecho. Ni el conocimiento ni las enseñanzas dan vida, pues sólo el Espíritu vivifica (3:6). Es fútil leer o estudiar la Palabra de Dios sólo para obtener conocimiento o doctrinas; leemos y estudiamos la Palabra por la razón principal de alimentar nuestro hombre interior (Jer. 15:16; 1 Ti. 4:6). No importa cuánto conocimiento obtengamos de la Biblia, en tanto no seamos subyugados por Cristo ni seamos inscritos por el Espíritu del Dios vivo, no podremos laborar para el Señor de manera que edifiquemos Su Cuerpo.

  Si deseamos edificar el Cuerpo de Cristo, primero tenemos que ser derrotados y conquistados, pues sólo entonces el Espíritu podrá escribir en nosotros. El elemento de Cristo es inscrito en nuestro ser, no por el conocimiento acumulado en nuestra mente, sino por el Espíritu vivo en nuestro espíritu. De este modo, los elementos de Cristo son inscritos y forjados en las partes internas de nuestro ser, a saber, en nuestra mente, parte emotiva y voluntad; y finalmente, todo nuestro ser será una carta de Cristo. Este no es un asunto de salir a predicar a Cristo meramente con palabras, sino de ser una carta viva de Cristo, es decir, de llegar a ser una persona en quien Cristo se haya sido inscrito. Como resultado de esta inscripción, dondequiera que vayamos las personas podrán ver y leer a Cristo en nosotros.

  Nos estamos refiriendo al ministerio, y no a la manifestación de algún don. Los dones se reciben en un instante, pero se requiere tiempo para tener el ministerio, pues antes que todo debemos ser conquistados, subyugados y capturados por Cristo. Sólo entonces el Cristo que mora en nosotros tendrá la libertad para escribirse en nuestro ser. Finalmente, llegamos a ser ministros que tienen un ministerio, y no simplemente personas dotadas.

  Todo lo que está revelado en las Escrituras tiene que inscribirse en nosotros, no solamente al estudiar o leer la Biblia, sino al estar dispuestos a ser capturados por Cristo. Muchos piensan que serían mejores creyentes si escucharan mejores mensajes y adquirieran más conocimiento de la Biblia. Esta manera de pensar es errónea, pues el camino para llegar a ser un ministro que tiene un ministerio que edifica el Cuerpo de Cristo, no depende de adquirir enseñanzas ni de oír buenos mensajes, sino de que Cristo se inscriba en nosotros de una manera viva, real, activa y práctica.

  ¡Necesitamos orar-leer desesperadamente los versículos de este capítulo! Podríamos incluso ayunar y orar, diciendo: “Señor, a pesar de que en mi vida te he buscado, aún no me has conquistado y capturado. Confieso que mi mente, parte emotiva y voluntad todavía se rebelan contra Ti. Esta es la causa de mi ayuno. Señor, ten misericordia de mí; derrótame, captúrame y conquístame”. Es importante que seamos específicos al orar, a fin de llegar a ser el papel apropiado sobre el cual el Espíritu inscriba las riquezas de Cristo. Así, Dios podrá usarnos como Sus cautivos y como cartas vivas de Cristo.

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