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Mensajes del libro «Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La»
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CAPITULO NUEVE

EL ESPIRITU DE PABLO

  Lectura bíblica: 2 Co. 6:11-13; 7:2-4, 12-16; 10:1-2, 7-12; 11:1, 5-31; 12:1, 11-19

  Si leemos detalladamente y repetidas veces los versículos de la lectura bíblica, podremos darnos cuenta de la clase de espíritu que tenía el apóstol Pablo. Pablo escribió catorce epístolas del Nuevo Testamento, pero ninguna de ellas nos presenta un retrato de su espíritu como se ve en 2 Corintios. Como señalamos anteriormente, podemos considerar que 2 Corintios es una autobiografía del apóstol Pablo. En este capítulo quisiera recalcar la clase de espíritu que Pablo tenía mientras servía a la iglesia. No me refiero a su actitud, ni a su manera de pensar, ni a su conocimiento ni sentimientos, sino a su espíritu. Nuestro espíritu es la parte más profunda de nuestro ser, así como también la parte genuina y real de nosotros. Un hombre genuino es uno que vive en el espíritu. Es posible ser amables con los demás, pero esa amabilidad es falsa si procede del alma y no del espíritu. Igualmente, si amamos a otros con nuestra alma, y no con nuestro espíritu, ese amor es falso. Cuando actuamos en el espíritu somos genuinos, porque nuestra verdadera persona, nuestro verdadero ser, está en el espíritu. A veces hablamos en el alma con las personas, y no en el espíritu; cuando hablamos de esta forma, sólo nos preocupamos por decir algo que se acomode a la situación y lo que expresamos es mundano. Pero cuando hablamos en nuestro espíritu con los demás, somos genuinos y sinceros. En este capítulo deseamos ver nueve aspectos del maravilloso espíritu de Pablo. El espíritu al que nos referimos no es el Espíritu Santo, sino el espíritu humano de Pablo (Hch. 17:16, 19-21; Ro. 1:9; 2 Co. 2:13).

UN ESPIRITU ABIERTO

  Sobre la base de los versículos de la lectura bíblica podemos decir que la primera característica, la primera virtud, del espíritu del escritor de esta epístola es su apertura. Pablo tenía un espíritu abierto. Es más fácil cerrar nuestro espíritu que mantenerlo abierto. De hecho, quizás la mayor parte de nuestro tiempo estemos cerrados en nuestro espíritu. Cuanto más caída sea la condición del hombre, más cerrado se encontrará su espíritu; pero cuanto más emancipados seamos, cuanto más salvos seamos, más accesible será nuestro espíritu a otros. Para vivir la vida de iglesia es imprescindible tener un espíritu abierto.

  Uno puede abrir la mente, los sentimientos y el corazón a los demás, pero aún así no abrir el espíritu a ellos. Al abrir nuestro espíritu a otros, estamos plenamente accesible a ellos. Es difícil que esto suceda en la sociedad en que vivimos, pues cuanto mucho las personas abren su alma, pero no su espíritu. La misma situación puede darse entre los cristianos. Sin embargo, para edificar la iglesia, para poner en práctica la vida de iglesia, debemos estar abiertos en el espíritu unos a otros. En la vida de iglesia yo debo abrir mi espíritu a usted, pero esto requiere la gracia del Señor; y para recibir la gracia, debo experimentar la obra de la cruz. Nuestro hombre natural debe ser quebrantado, pues sólo entonces podremos abrirnos unos a otros en el espíritu.

  ¿Es usted verdaderamente abierto en su espíritu, y desde él, a los hermanos? Aunque esto no sea fácil, es indispensable que tengamos tal apertura en nuestro espíritu hacia los demás. No fue fácil para el apóstol Pablo abrir su espíritu a los creyentes corintios. Cuando uno es bien recibido por un grupo de personas, es fácil abrir el espíritu a ellas; pero si uno es criticado, rechazado y menospreciado por ellos, uno se cierra como un caracol y se retrae por completo en una “concha dura”. De modo que si nos critican, nos escondemos, y si nos reciben bien, salimos a saludar. La concha en la cual nos ocultamos cuando otros nos menosprecian y critican, es la concha del yo. Cuando nos recluimos en esta concha, nadie puede tocarnos. Pero, ¿qué pasaría si todos los miembros de una iglesia local fueran “caracoles”? ¿Cómo podría prevalecer la edificación de la iglesia? Por el bien del Señor y la edificación de Su iglesia, todos debemos estar abiertos unos a otros. Nunca he visto que dos caracoles cooperen juntos en una tarea, pues son individualistas. Por eso requerimos el quebrantamiento divino, ya que éste rompe la concha, el cascarón del yo, y permite que podamos tener un espíritu abierto.

UN ESPIRITU SINCERO

  Los versículos de la lectura bíblica también muestran que Pablo tenía un espíritu sincero. Actualmente es difícil ver en la iglesia a hermanos que sean verdaderamente francos. Conocí a algunos “hombres espirituales” que hablaron bien de mí en mi presencia, pero a mis espaldas me criticaron; esto no es sinceridad. En la vida de iglesia no debemos dar lugar al enojo; sin embargo, tampoco debemos ser diplomáticos. Debemos ser sinceros unos con otros y expresar lo que pensamos a los hermanos cara a cara, sin murmurar a sus espaldas (Ro. 1:30; Gá. 5:15). El apóstol Pablo era una persona sincera que tenía un espíritu franco, y nosotros debemos ser como él. A veces nuestra sinceridad será mal interpretada como enojo. Actualmente, en la sociedad estadounidense la gente ha aprendido a ser diplomática, incluyendo a algunos ministros y maestros cristianos. Por ejemplo, es posible expresarse muy bien de una persona mientras esté presente, pero a sus espaldas hablar mal de ella; esto es diabólico. En la vida de iglesia no debemos enojarnos unos con otros, pues el enojo no logra nada beneficioso para el Señor; no obstante, debemos ser sinceros.

  Si usted ve que estoy equivocado, venga a mí y hábleme con franqueza, en amor y con un espíritu apropiado. Supongamos que un hermano se acerca a otro para pedirle su parecer respecto a cierto asunto; si el otro hermano responde que no ve nada malo pero después habla mal a espaldas de él, esta persona es semejante a una “serpiente con dos lenguas”. Nunca debemos hablar a espaldas de otros lo que no somos capaces de expresar en la presencia de ellos. Si su espíritu no le permite decir algo, no lo diga. Si dice algo, debe expresarlo con veracidad y con sinceridad. Pablo era tan franco que incluso le dijo a los corintios: “Me he hecho un necio; vosotros mismos me obligasteis a ello, pues yo debía ser recomendado por vosotros” (12:11). Debemos desechar todo elemento en nosotros que pertenezca a la serpiente astuta. Por causa de la expresión local de la iglesia, del Cuerpo de Cristo, tenemos que ser fieles y sinceros. Si estoy equivocado, usted debe decírmelo en amor; de lo contrario, mejor calle.

UN ESPIRITU PURO

  El apóstol Pablo también tenía un espíritu puro. Si no hablamos, los demás podrán pensar que somos puros; pero una vez que hablamos, inmediatamente se manifestará si somos puros o no. En 2 Corintios el apóstol Pablo abrió su ser, y aunque dijo muchas cosas, podemos ver cuán puro era su espíritu. Quizás entendamos con claridad que debemos ser sinceros, pero para ello primero tenemos que ser puros. Un espíritu sincero debe ir siempre acompañado de un espíritu puro; de lo contrario, nuestra sinceridad causará daño. Así que, antes de decirle a un hermano que está errado en cierto asunto, debo examinarme a mí mismo y preguntarme: “¿Tengo un espíritu puro?” Si nuestro espíritu no es puro, no debemos ser francos ni tampoco podemos serlo. El motivo de nuestra sinceridad debe ser puro. Edificaremos a los hermanos si les hablamos con un espíritu puro; pero una franqueza impura dañará y destruirá a los santos. En la vida de iglesia debemos tener un espíritu sincero y puro.

UN ESPIRITU OSADO

  Pablo también tenía un espíritu osado. Pablo no era cobarde, no era una “gallina”, sino que era osado como un tigre. El le dijo a los corintios: “He dicho antes, cuando estaba presente, y lo digo de antemano, estando ahora ausente, a los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no tendré miramientos” (13:2). Pablo era un verdadero siervo de Cristo. Todos debemos tener un espíritu osado que no se amedrente. Por eso Pablo le dice a Timoteo que Dios no nos ha dado espíritu de cobardía (2 Ti. 1:7).

UN ESPIRITU HUMILDE

  El espíritu de Pablo era osado y a la vez humilde. Es peligroso tener un espíritu osado pero desprovisto de humildad, ya que nuestra osadía puede matar a todos los hermanos. Así que, la humildad debe equilibrar nuestra valentía. Por una parte, debemos ser osados y valientes; pero por otra, debemos ser humildes. Lamentablemente, cuando somos osados, no sabemos lo que significa la humildad, y cuando somos humildes, no sabemos ser valientes. Somos como la torta no volteada que se menciona en Oseas 7:8. La humildad y la osadía son dos características de espíritu muy necesarias para la vida de iglesia.

  A veces las hermanas son más perspicaces que los hermanos para detectar problemas. Ellas poseen la habilidad de ver lo que está mal y lo que no es adecuado, pero muchas veces no poseen la suficiente osadía como para decir algo. Se dan cuenta de un problema pero casi nunca se atreven a expresarlo a los hermanos, y dan la excusa de que son los vasos más frágiles (1 P. 3:7). Es deseable ser humilde, pero hay momentos en que las hermanas también deben ejercitar un espíritu osado. Recuerdo a una hermana colaboradora que en cierta ocasión vio algunos errores que los hermanos habían pasado por alto. Ella valientemente vino a nosotros y con lágrimas en sus ojos nos dijo: “Hermanos, necesito tener comunión con ustedes porque he visto que estamos equivocados en cierto respecto. Aunque soy una hermana y estoy bajo cobertura, debo expresar esto”. Muchas veces la comunión que ella nos traía era una salvación de parte del Señor para nosotros. Esto muestra que debemos tener un espíritu osado pero humilde, así como también un espíritu humilde pero osado.

UN ESPIRITU DE AMOR

  Aunque las palabras de Pablo eran osadas, su espíritu estaba lleno de amor. El espíritu de Pablo siempre se extendía para amar y cuidar a otros. Esta clase de amor no se origina en nuestra parte emotiva, sino que procede de un espíritu de amor. Es necesario tener un espíritu que siempre ama a los demás. Si en mi espíritu soy sincero con usted, se debe a que mi espíritu está lleno de amor por usted. Lo que una persona expresa con palabras puede ser muy diferente de lo que en verdad hay en su espíritu. Quizás alguien diga que nos ama, sin embargo, al discernir el espíritu de esa persona, nos damos cuenta de cuenta de que no es cierto. Por otra parte, alguien quizás diga que no nos ama, pero percibimos que sí nos ama en su espíritu. Por ejemplo, a veces cuando las madres se enojan con sus hijos, les dicen a ellos que no los aman más; sin embargo, los hijos saben bien que la madre sí los ama. Las palabras de una persona pueden ser amorosas, pero eso no significa que haya amor en su espíritu. Así que, debemos aprender a conocer el espíritu. Si nos reprenden o nos alaban, debemos discernir el espíritu y no solamente las palabras. Es necesario tener un espíritu de amor para edificar la vida de iglesia.

UN ESPIRITU TIERNO

  Otra característica de Pablo era que tenía un espíritu tierno. Es posible hablar con palabras osadas y a la vez con un espíritu tierno. Pero para ello debemos permitir que la cruz opere en nosotros y nos discipline. Entonces podremos ser personas con un espíritu tierno como el del apóstol Pablo.

UN ESPIRITU QUE NO BUSCA LO SUYO PROPIO

  Pablo tenía un espíritu que no buscaba lo suyo propio. Según vemos en 2 Corintios, él tenía un espíritu que nunca buscaba nada para sí mismo. Su espíritu estaba plena y absolutamente desprovisto del yo. Cualquier cosa que su espíritu buscaba tenía como meta beneficiar a la iglesia y avanzar los intereses de Cristo. La vida de iglesia hoy necesita personas que tengan tal espíritu. La edificación de la iglesia en nuestra localidad depende de que tengamos un espíritu que posea todas estas características. Si acudimos al Señor y le pedimos que por Su gracia nos dé un espíritu como el que tenía el apóstol Pablo, la vida de iglesia será edificada de forma espontánea. Debemos tener un espíritu que no busca nada para sí mismo.

UN ESPIRITU QUE COORDINA CON OTROS

  La última característica del espíritu de Pablo consiste en que siempre coordinaba con otros. Nuestro espíritu puede ser tierno, puro y lleno de amor, y sin embargo, no cooperar ni coordinar con otros santos. Los versículos de la lectura bíblica muestran que el espíritu de Pablo siempre estaba coordinando con sus colaboradores, con las iglesias locales e incluso con los creyentes que no lo trataban bien. El siempre coordinaba con los santos y se esforzaba por ser uno con ellos, con las iglesias locales y con los colaboradores. El efectuaba esta coordinación en su espíritu.

  En este capítulo hemos visto nueve aspectos del espíritu de Pablo. Su espíritu era abierto, sincero, puro, osado, humilde, de amor, tierno, no buscaba lo suyo propio y coordinaba con otros. Sería de mucho provecho orar-leer todos los versículos que aparecen en la lectura bíblica, recordando estos nueve puntos. Cuanto más oremos estos versículos, más veremos que estos nueve aspectos son muy importantes, pues son las características auténticas del espíritu de una persona que vive en el Lugar Santísimo. Debemos tener tal espíritu para edificar el Cuerpo del Señor. Sin un espíritu equilibrado y cabal, la vida de iglesia nunca será real, no importa cuántas doctrinas o cuánto conocimiento poseamos. Para que la vida de iglesia sea real, debemos tener un espíritu equilibrado y cabal. Espero que todos acudamos al Señor en oración para que nos dé un espíritu como éste.

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