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Mensajes del libro «Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios»
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CAPÍTULO QUINCE

DEBEMOS RESTRINGIR LA MENTE Y EJERCITAR EL ESPÍRITU AL LEER LA BIBLIA

  Muchos hermanos y hermanas se sorprenden de que este año hayamos tenido tantas conferencias. Tuvimos una conferencia en febrero, y ésta es nuestra segunda conferencia en el mes de marzo. Quizás algunos se pregunten por qué hablamos tanto de disfrutar a Dios. Este tema es sin duda inagotable. De hecho, éste es el tema de toda la Biblia. Sin embargo, en esta conferencia nuestro énfasis será sobre cómo practicar el disfrute de Dios.

  Aunque los santos en la iglesia en Taipéi están dispuestos a comer, beber y disfrutar a Dios, ellos sienten que esto es un desafío porque no saben cómo comer, beber y disfrutar a Dios. ¿Cómo puede uno leer la Biblia de manera que contacte a Dios? ¿Cómo puede uno orar de manera que le inhale? Muchos hermanos y hermanas todavía no conocen la clave de estas prácticas. Por ello, nosotros ahora nos concentraremos en la práctica de disfrutar a Dios, y abarcaremos algunos puntos cruciales relacionados con nuestra práctica. En los siguientes mensajes consideraremos primero la práctica de disfrutar a Dios por medio de la lectura de la Biblia y después la práctica de disfrutar a Dios mediante la oración.

  En cuanto a la práctica de leer la Biblia, es necesario hacer notar algunos asuntos básicos.

DIOS ES COMIDA EN SU RELACIÓN CON EL HOMBRE

  Si comprendemos que la relación de Dios con el hombre se basa en el hecho de que Él sea comida para el hombre, esto tendrá un efecto significativo en nuestra lectura de la Biblia. A fin de disfrutar a Dios cuando leemos la Biblia, debemos entender que el camino que Dios ha escogido es el de satisfacer al hombre como alimento. De este modo, Él puede mezclarse completamente con el hombre, y ser la vida y el todo para el hombre. Éste es un asunto muy básico.

  Nosotros leemos la Biblia a fin de buscar a Dios, de tal modo que podamos tener una relación apropiada con Él. Nuestra lectura de la Biblia calibra y corrige nuestra relación con Dios. Dios, en Su relación con el hombre, es alimento para él. Por lo tanto, en nuestra relación con Dios, debemos recibirlo como alimento. Hemos dicho esto muchas veces. Hablando con propiedad, Dios no quiere que lo adoremos ni sirvamos. Él no quiere que hagamos nada para Él. El que lo adoremos, sirvamos y hagamos cosas para Él es secundario. Su mayor deseo es ser alimento para nosotros. Él quiere que nosotros seamos llenos de Él en vez de que hagamos algo para Él. Dios desea ser nuestro alimento a fin de saciarnos en lugar de que participemos en alguna labor. Es preciso que entendamos esto. Muchas personas no saben cómo leer la Biblia porque no tienen un entendimiento apropiado de este concepto.

  Un hermano puede decir que él lee la Biblia a fin de conocer el deseo de Dios y de andar conforme a Su deseo. Aunque la intención del hermano es buena, y sus palabras sean muy loables, ellas revelan que, según su concepto, Dios está en busca de personas que le agraden. Este concepto representa un problema.

  Debemos recordar que el camino de Dios consiste en ser alimento para el hombre. Él no tiene la intención de que el hombre haga nada para Él. Dios nos dio la Biblia para que nosotros le disfrutáramos como alimento. Él no quiere que estemos bajo ninguna clase de precepto. Esperamos que todo hijo de Dios vea claramente este asunto para que pueda decir con denuedo: “Yo leo la Biblia a fin de comer a Dios. Mi necesidad es comer, comer y comer. Tengo hambre y necesito ser alimentado. Dios es mi comida y mi satisfacción. Él se hizo disponible por medio de Su Palabra. Por eso, cuando leo la Palabra, estoy comiendo a Dios”. Cada vez que leemos la Biblia, debemos tener un entendimiento sencillo y definido de que nuestro propósito es comer, beber y disfrutar a Dios, porque Dios es comida.

LA BIBLIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS LLEGA A SER EL ALIMENTO DEL HOMBRE

  Debemos además saber que la Biblia es la expresión misma de Dios. La Biblia es la palabra de Dios, Su palabra es Su aliento y Su aliento es Su expresión. Por lo tanto, cada vez que leamos la Biblia, debemos tener un claro entendimiento de que ella es Su expresión. Dios se expresa en la Biblia. Cuando leemos este libro, no debemos simplemente obtener doctrinas o palabras; más bien, debemos tocar a Dios mismo. Dios es Espíritu y también es la Palabra. Cuando oramos, estamos inhalando a Dios, y cuando leemos, estamos comiendo y bebiendo a Dios.

  El profeta Jeremías dijo que él halló las palabras de Dios y las comió (Jer. 15:16). El Señor Jesús dijo que no sólo de pan viviría el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4:4). Por lo tanto, comer las palabras de Dios no es una idea inventada por nosotros, sino un concepto que se halla en la Biblia.

  Si leemos la Biblia simplemente como doctrinas y hechos, haremos de ella un libro de letras. Puesto que la Biblia es la palabra de Dios, y el Señor dijo que Sus palabras son Espíritu, si contactamos la Biblia con nuestro espíritu, ésta llegará a ser espíritu y nosotros podremos comerla. La misma Biblia puede ser un libro de letras o puede ser espíritu para nosotros. Si ha de ser letras o espíritu, ello dependerá de cómo la leamos. Si la leemos simplemente con nuestra mente, será letra, pero si la contactamos con nuestro espíritu, será espíritu.

  La Biblia claramente dice que la letra mata, pero que el Espíritu vivifica (2 Co. 3:6). Nunca debemos pensar que la Biblia sea siempre un libro provechoso. Muchas personas han sido perjudicadas por la Biblia. Esta afirmación quizás suene atrevida. ¿Puede la Biblia realmente hacer daño a alguien? Hablando con propiedad, la Biblia no hace daño a nadie; lo que le hace daño a la persona es la mente. Cuando una persona estudia la Biblia con su mente, automáticamente ésta se convierte en letra que mata. Esto es lo que hace daño a una persona. Si queremos recibir vida, debemos hacer uso de nuestro espíritu porque sólo el espíritu da vida. Por lo tanto, debemos contactar la Biblia con nuestro espíritu. Es únicamente en nuestro espíritu que la Biblia llega a ser la palabra viva de Dios; y es únicamente en nuestro espíritu que ella es espíritu y vida.

  Espero que los hermanos y hermanas vean claramente este punto básico. Debemos entender que la Biblia es el aliento de Dios, Su expresión. Por lo tanto, cada vez que leemos este libro, estamos contactando la expresión de Dios. No debemos estudiarlo como un libro de doctrinas, pues en realidad estamos contactando a Dios. Espero que todos veamos este punto.

DEBEMOS RESTRINGIR NUESTRA MENTE Y EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU AL LEER LA BIBLIA

  Tal vez nos parezca un ejercicio muy difícil ejercitar nuestro espíritu y no nuestra mente cuando leemos la Biblia. Esto puede inquietar a algunos de nosotros. Quizás nos preguntemos cómo podemos leer algo sin ejercitar la mente. Sin embargo, estamos diciendo que al leer la Biblia no debemos ejercitar nuestra mente. Ejercitar nuestro espíritu y no nuestra mente no significa que debamos olvidarnos completamente de nuestra mente; más bien, significa que debemos contactar este libro ejercitando la parte más profunda de nuestro ser, y no simplemente entenderla y reflexionar sobre ella con nuestra mente. Aunque usamos nuestros ojos para leer y nuestra mente para memorizar, éstos no son los órganos principales que debemos usar. El órgano principal debe ser nuestro espíritu; leemos la Biblia principalmente con nuestro espíritu.

  Si únicamente ejercitamos nuestros ojos y nuestra mente pero no nuestro espíritu, las palabras de la Biblia no llegarán a ser espíritu. No serán iniciadas por el Espíritu. La Biblia entonces vendrá a ser un libro de letras en nuestra mano, es decir, vendrá a ser algo muerto. Éste es el significado de leer con nuestra mente. En cambio, si contactamos las palabras de la Biblia con nuestro espíritu, y no las leemos simplemente con nuestros ojos, estaremos contactando la Palabra con nuestro espíritu. Las acciones de leer, escuchar y memorizar simplemente deben cooperar con nuestro espíritu. Lo principal es ejercitar el espíritu. De este modo, la Biblia será espíritu y vida para nosotros.

  Les daré el siguiente ejemplo. Los sabios chinos dicen que si un hombre no aplica su corazón a lo que hace, mirará pero no verá nada, oirá pero no escuchará nada y comerá pero no saboreará nada. Eso es lo que sucede cuando uno no aplica su corazón a lo que hace. Esto significa que debemos mirar y escuchar con todo nuestro corazón. Es cierto que debemos ejercitar nuestros ojos y nuestros oídos, pero si no ejercitamos nuestro corazón no veremos ni escucharemos nada. A fin de captar algo, debemos ejercitar nuestro corazón así como también nuestros ojos y oídos. De la misma manera, cuando leemos la Biblia, es posible que nosotros “miremos pero no veamos, oigamos pero no escuchemos y comamos pero no saboreemos”. Sin embargo, en este caso, no es porque no apliquemos nuestro corazón; más bien, se debe a que no hemos ejercitado nuestro espíritu, sino que lo hemos desechado y simplemente hemos estudiado con nuestra mente. Eso es lo que significa leer la Biblia sin el ejercicio del espíritu. Si queremos leer la Biblia, debemos ejercitar nuestro espíritu. Nuestro espíritu debe tomar la delantera, y las actividades de la mente deben ser restringidas.

  La mente siempre nos perturba. Con frecuencia viaja a diferentes lugares y nos lleva a soñar con cosas. Si leemos Génesis, nuestra mente empezará a pensar en Apocalipsis, y si leemos Apocalipsis, nuestra mente regresará a Génesis. Salta de un lugar a otro con mayor rapidez que la electricidad. Mientras no estamos leyendo la Biblia, nuestra mente no se distrae, pero en cuanto abrimos la Biblia, nuestra imaginación empieza a volar y nos vienen toda clase de pensamientos. Por lo tanto, al leer la Biblia, debemos restringir nuestra mente, es decir, debemos ceñir nuestros pensamientos y ejercitar nuestro espíritu. Cuando leamos, debemos permitir que nuestro espíritu nos dirija y no debemos dejarnos llevar por nuestros pensamientos. Debemos rechazar nuestros pensamientos al leer la Biblia. Algunos pensarán que esto es contradictorio, pero si lo ponemos en práctica, comprobaremos que no es así. Es posible rechazar nuestros pensamientos mientras leemos la Biblia; es posible mantenernos alejados de nuestra mente y ejercitar nuestro espíritu.

  Muchos tienen el problema de que leen la Biblia con su mente. Ése es nuestro problema cuando estudiamos la Palabra. Pensamos acerca de Dios, en lugar de comerle y beberle. En un sentido, estamos pensando acerca del pan en lugar de comerlo; incluso pensamos que nuestra imaginación equivale al comer. Algunos piensan acerca de la palabra en vez de comer la palabra; leen la Biblia y aún se sienten vacíos en su espíritu.

  Algunos hermanos y hermanas quizás traten de atraparme con sus argumentos y digan: “Hermano Lee, ¿acaso no dijo usted que debíamos meditar? ¿Por qué ahora nos dice que debemos comer y no pensar?”. Si un hermano ejercita principalmente su mente para leer la Biblia, su mente vagará del Nuevo Testamento al Antiguo y del Antiguo Testamento al Nuevo. Después de leer, pensará que ha obtenido algo, pero en realidad lo que ha recibido se encuentra en su mente, no en su espíritu. Habrá obtenido conocimiento en su mente, pero no hay ningún suministro ni satisfacción en su espíritu. Éste es un problema común a todos: o no leemos la Biblia, o caemos en la trampa de nuestra mente cuando la leemos. La mayoría de nosotros no permanecemos continuamente en nuestro espíritu cuando leemos la Biblia.

EJEMPLOS DE LEER LA BIBLIA

  Algunos quizás entiendan esta comunión en teoría, pero no sepan cómo ponerla en práctica. Es posible que no sepan cómo restringir su mente y ejercitar su espíritu, de modo que éste tome la delantera cuando leen la Biblia. Un hermano quizás se sienta impresionado en su ser interior y motivado cuando lee Romanos 4:17, que dice que Dios da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como existentes. Luego puede ser que enseguida ejercite su mente para entender este versículo. En realidad él está yendo en pos de la doctrina de este versículo. Debido a que no se percata de lo débil que es su mente, sin darse cuenta, se distrae a pesar de que tuvo un buen comienzo. Aunque pueda recibir más ideas en su mente, su espíritu está vacío.

  La manera apropiada en que una persona debe leer la Biblia es que guarde sus pensamientos cuando le llame la atención algún versículo. Una persona no debe preguntar qué significa dar vida a los muertos ni tampoco qué significa llamar las cosas que no son como existentes. En vez de ello, simplemente debe comer la Palabra y recibirla en su espíritu. Inmediatamente debe ejercitar su espíritu para orar, diciendo: “Señor, Tú das vida a los muertos, y llamas las cosas que no son como existentes. Te doy gracias porque estás en mí y has llegado a ser todo para mí”. Cuando ore de esta manera, estará contactando a Dios con su espíritu en vez de considerar doctrinas con su mente. Quizás no entienda mucho, pero su espíritu habrá comido y disfrutado a Dios porque ha tocado a Dios. Eso es lo que significa leer la Biblia con nuestro espíritu.

  Siempre que leamos la Biblia, debemos guardarnos de discutir acerca de doctrinas. Si estudiamos doctrinas no tocaremos a Dios, porque estaremos ejercitando nuestra mente. Si algo nos impresiona en nuestro espíritu, debemos controlar nuestra mente. Es cierto que cuando leemos un versículo podemos sentirnos guiados a considerar un segundo versículo. Sin embargo, esto debe iniciarlo el Espíritu, no nosotros. Debemos controlar nuestros pensamientos y no considerar la doctrina cuando leamos la Palabra. En lugar de ello, debemos ejercitar nuestro espíritu y convertir en oración la palabra que nos ha impresionado a fin de poder inhalar a Dios. Mientras oramos e inhalamos, el Espíritu quizás nos muestre nuestra verdadera condición. Cuando leemos Romanos 4:17, el Espíritu podría mostrarnos que estamos muertos y en una condición en la que “no somos”. Así que de inmediato debemos responder y orar: “¡Dios, es cierto! ¡Me encuentro en una condición de muerte, una condición en la que ‘no soy’! Pero te alabo y doy gracias porque la muerte y la condición de ser nada proveen una base para que Tu vida de resurrección abunde”. En tal oración no estamos ejercitando nuestra mente; antes bien, estamos tomando la Palabra como alimento y comiéndola con nuestro espíritu. De esta manera, descubriremos que Dios es el elemento contenido en este alimento. Estamos contactando y disfrutando a Dios.

  En otra situación el Espíritu Santo podría mostrarnos que en lugar de estar muertos y no ser nada, estamos vivos y llenos de muchas cosas. No hemos muerto ni hemos llegado al punto de no ser nada. Por esta razón, Dios no puede operar en nosotros; no puede manifestar Su poder de resurrección en nosotros. Así que podemos responder, diciendo: “¡Señor, ten misericordia de mí! No he sido llevado al borde de la muerte, al punto de experimentar desesperación absoluta. Aún conservo mi fuerza natural. No soy como Abraham ni como Sara”. No es necesario que memoricemos estas oraciones. Estas oraciones nos las dará el Espíritu mientras inhalamos a Dios.

  Esto es diferente de simplemente estudiar doctrinas. Cuando un versículo nos impresiona, debemos digerirlo con nuestro espíritu y convertirlo en oración. Cuando oremos de esta manera, y el Espíritu nos hable, debemos convertir nuevamente las palabras en oración. Al final, seremos interiormente satisfechos aun cuando no entendamos mucha doctrina.

  Hermanos y hermanas, este punto es muy crucial. Si no lo practicamos, no comeremos mucho a Dios cuando leamos la Biblia; recibiremos muy poco del verdadero suministro en nuestro espíritu. Es posible que estemos familiarizados con la Biblia y sepamos cómo un versículo se relaciona con otro, pero nuestro espíritu estará vacío. No habremos recibido el suministro. Por lo tanto, debemos siempre guardarnos de nuestra mente cuando leamos la Palabra para disfrutar a Dios. Debemos guardarnos de estudiar la doctrina. Debemos ejercitarnos para ser restringidos por nuestro espíritu, y debemos ejercitar nuestro espíritu para inhalar a Dios valiéndonos de la Palabra. Debemos orar y digerir las palabras de la Biblia con nuestro espíritu.

  Si leemos un pasaje que no entendemos, debemos dejarlo de lado. Incluso si entendemos lo que leemos, no debemos pensar mucho en ello. Ya sea que entendamos o no cierto pasaje, no debemos detenernos para considerarlo; en vez de ello, debemos restringir nuestra mente. No debemos entretenernos con nuestros pensamientos, ni tampoco tratar de entender mucho. Éstas son actividades propias de la mente. Debemos aprender a ser restringidos por nuestro espíritu, aunque entendamos lo que leemos. Debemos ejercitar nuestro espíritu y convertir la Palabra en oración. De este modo, disfrutaremos a Dios por medio de la Palabra.

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