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Mensajes del libro «Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios»
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CAPÍTULO SIETE

DISFRUTAR A DIOS AL COMER Y BEBER DE ÉL

  Lectura bíblica: Gn. 2:8-12; Sal. 34:8; 36:8-9; Jn. 6:32-37; 7:37-39; Mt. 26:26-28; Jn. 20:19-22; Ap. 2:7, 17; 22:1-2

DIOS DESEA QUE EL HOMBRE LE DISFRUTE COMIÉNDOLE Y BEBIÉNDOLE

  En este capítulo continuaremos hablando del asunto de disfrutar a Dios. Quisiera recalcarles que Dios es el disfrute del hombre. Quienes conocen la Biblia y el corazón de Dios saben que lo que más agrada a Dios es que el hombre le disfrute. Este disfrute no es un disfrute externo, sino un disfrute interior semejante al que tenemos cuando ingerimos alimento o bebemos agua. Dios desea que el hombre le disfrute al comerle y beberle.

  Debemos recordar el principio relacionado con la primera mención de un asunto en la Biblia. La primera vez que se menciona un asunto se establece un principio que ha de regir la mención de casos similares. Éste es un principio muy firme. Después que Dios creó al hombre, se presentó ante él en forma de alimento. Fue así como apareció al hombre. Después de la creación, la existencia del hombre dependía del comer y del beber. Es maravilloso considerar que Dios en Su creación determinó que los seres humanos debían subsistir mediante el comer y el beber. Sin estas dos cosas, el hombre no puede sobrevivir. El hombre necesita comer y beber a fin de mantener las funciones de andar, vivir y trabajar. A fin de tener la fuerza necesaria para realizar diferentes actividades, el hombre tiene que comer y beber lo suficiente. Si no come ni bebe, no puede hacer nada. De hecho, si dejara de comer y beber por determinado tiempo, moriría. Éste es un principio que Dios ha establecido. Cada una de las cosas físicas del universo es una señal de las cosas invisibles y espirituales. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él consideraba cada cosa que encontraba en su camino como una señal de las cosas espirituales. Conforme al mismo principio, el hecho de que Dios dispusiera que el hombre comiera y bebiera es una señal que nos muestra que Él es el alimento del hombre. El hombre tiene que comer y beber de Él a fin de poder vivir y trabajar.

El Señor Jesús es el verdadero alimento del hombre

  Todo el mundo cree que la comida que come es la verdadera comida y que el agua que bebe es la verdadera bebida, pero un día el Señor Jesús vino y dijo que la verdadera comida fue enviada por Dios desde el cielo. Esto significa que todo lo que crece de la tierra no es la verdadera comida; no es real. Quizás algunos nuevos creyentes no estén de acuerdo, y digan: “El pan que comemos es el verdadero pan. ¿Cómo puede decir usted que no es real? El arroz que comemos todos los días es un alimento real. ¿Cómo puede usted afirmar que no lo es?”. Según la Biblia hay una evaluación diferente de lo que es real y no es real. A los ojos de Dios, todo lo que pertenece a esta vida, todo lo que es temporal y visible, no es real, porque no dura para siempre. Podemos decir que una casa que es nuestra nos pertenece, pero si se quemara en un incendio, ya no sería nuestra. Eso indica que la casa no es real. Algunas hermanas se ponen relojes muy costosos, pero si se los robaran, dejarían de ser reales para ellas. Todo lo que no dure para siempre no es real. Según el mismo principio, el alimento que comemos no puede hacernos vivir para siempre; no puede satisfacernos para siempre. El agua que bebemos tampoco puede calmar nuestra sed para siempre. Por ende, no son reales. Un día el Señor Jesús estaba cerca de un pozo de Sicar y le dijo a una mujer que el que bebiera de esa agua volvería a tener sed pero que el agua que Él daría era real, y que quienes la bebieran no tendrían sed jamás (Jn. 4:13-14). En otra situación les dijo a los judíos que Él era el pan que descendió del cielo y que los que vinieran a Él no tendrían hambre y que los que creyeran en Él no tendrían sed jamás (6:32-35). Ésta es la verdadera comida. Las palabras del Señor muestran que el que Dios dispusiera que debiéramos comer y beber era simplemente una señal. Por medio del comer y el beber, Dios desea despertar al hombre para que conozca su verdadera necesidad. Cada vez que tengamos hambre o sed, debemos recordar que tenemos otra necesidad en la parte más profunda de nuestro ser, y que ésa es nuestra verdadera necesidad. Nuestra experiencia lo demuestra. Después que somos satisfechos al comer y beber, todavía sentimos hambre y sed en lo más profundo de nuestro ser; tenemos hambre y sed del Dios vivo. Dios es nuestro verdadero alimento.

Dios desea que el hombre no trabaje para Él sino que le coma y le beba

  Después que Dios creó al hombre, no le dijo: “Yo soy el Creador. Adórame, sírveme y trabaja para Mí”. En lugar de decir esto, en la primera ocasión en que Dios tuvo contacto con el hombre se le presentó como alimento en la forma del árbol de la vida. No le pidió que hiciera nada; antes bien, se hizo disponible al hombre en forma de alimento. Dios no quería que el hombre trabajara para Él, sino que le disfrutara. Así que Él mismo se presentó al hombre como alimento conforme a la vida. En otras palabras, Él llegó a ser la vida del hombre en forma de alimento. Este asunto es muy crucial.

  Si nosotros fuéramos Adán y Eva y estuviéramos delante del Creador, probablemente con todo respeto habríamos pronunciado: “Adoremos a nuestro Creador, sirvámosle, permanezcamos delante de Él y esperemos que nos dé Su mandato. Trabajemos para Él y agradémosle”. Esto es lo que nosotros haríamos, pero esto no se encuentra en la Biblia. Jehová no tenía tal intención con respecto al hombre. Él no tenía la intención de que el hombre hiciera algo para Él. Cuando el Creador vino a Adán y Eva, no vino en calidad de Creador, sentado majestuosamente en un trono, exigiéndole adoración y servicio. No encontramos ningún indicio de esto. De hecho, en vez de ello pareció decirle: “Me he presentado a ti como el árbol de la vida, con frutos de vida en Mis ramas. Te he creado y he dispuesto que debas vivir por medio del comer y del beber, lo cual significa que debes comerme y beberme. Yo soy el alimento que tú necesitas. Yo soy como el árbol de la vida que está frente a ti. Mi deseo es que tú me recibas. Aunque Yo estoy en el trono y tú estás en la tierra, Mi deleite es entrar en ti y mezclarme contigo. Sin embargo, no puedo entrar en ti a menos que me recibas. No te obligaré a que me recibas. Tienes que escogerme y recibirme en tu interior”. Hermanos y hermanas, lo que les digo no es una exageración. Ésta era la intención de Dios desde el comienzo cuando puso a Adán y Eva frente al árbol de la vida.

  Algunos me han preguntado: “Hermano Lee, ¿cómo usted sabe que el árbol de la vida se refiere a Dios?”. Si el árbol de la vida en Génesis 2 no se refiriera a Dios, ¿a qué más se referiría? El salmo 36 claramente dice que con Dios está la fuente de la vida (v. 9). Dios es la fuente de la vida. La vida está en Dios. La Biblia claramente dice que cuando el Señor Jesús vino, la vida estaba con Él. Él es la vida, y vino para que el hombre tuviera vida (Jn. 1:4; 10:10). Estas palabras son muy claras. El árbol de la vida frente al cual fue puesto el hombre en Génesis representa a Dios mismo. También significa que Dios es vida para el hombre.

  En cuanto el hombre fue creado, Dios se puso delante de él en forma de alimento. No vino como Dios exigiéndole adoración y servicio, sino que vino como alimento. De hecho, le dijo al hombre: “Cómeme. No te preocupes por amar a tu esposa u obedecer a tu marido. Sé que si no me comes, golpearás a tu esposa y te rebelarás contra tu marido. Si ninguno de los dos me come, ciertamente discutirán por todo. Pero también sé que si Adán me come, amará a su esposa; y si Eva me come, obedecerá a su esposo. Si ambos me comen y beben cada día y son llenos de Mí, ciertamente serán una pareja amorosa. Sencillamente Yo seré el amor con el cual amen; por lo tanto, si me comen, tendrán amor. Asimismo Yo seré la obediencia con la cual obedezcan; por tanto, si me comen, tendrán obediencia. Cuando Yo entro en un esposo, hay amor, y cuando entro en una esposa, hay obediencia. Cuando la electricidad opera en una bombilla, es luz; cuando opera en un parlante, es sonido; y cuando opera en un ventilador, es viento. En cuanto la bombilla recibe la electricidad, alumbra; en cuanto el parlante recibe la electricidad, produce sonido; y en cuanto el ventilador recibe la electricidad, produce viento. No necesito darles leyes; no necesito exigir nada de ustedes. Lo único que necesito es ministrarme a ustedes. Sin embargo, también debo darles esta advertencia: si comen otras cosas en lugar de comerme a Mí, morirán, porque solamente Yo soy la vida. Aparte de Mí, todo lo demás es muerte”.

  Tal vez nos parezca este ejemplo muy sencillo, pero este cuadro debe impresionarnos profundamente. Es posible que sigamos con el concepto de que debemos adorar a Dios y servirlo, y de que tenemos que laborar para Él. Antes que la gracia del Señor entrara en nosotros, amábamos el mundo y el pecado; pero después que fuimos avivados y amamos al Señor, nuestro pensamiento ha sido el de adorarlo, servirlo, trabajar para Él y tener celo por Él. Anteriormente amábamos el mundo, el pecado y las cosas malignas. Ahora tenemos celo por Dios y queremos servirlo y hacer muchas cosas. Sin embargo, tanto las cosas malignas que hacíamos como las cosas buenas que ahora queremos hacer están relacionadas con el mismo árbol, el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:9). Todavía no hemos visto el árbol de la vida. El árbol de la vida no tiene que ver con hacer el mal o el bien. El árbol de la vida no necesita nada de nosotros; antes bien, nos muestra que todo está listo para que nosotros vengamos y disfrutemos. El becerro gordo ya ha sido inmolado, la sangre ha sido derramada, la carne del cordero está disponible, el pan sin levadura ya está preparado y todas las cosas están listas. No vengan a adorar, a servir ni a trabajar. ¡Vengan y coman!

  El primer cuadro revelado en la Biblia no tiene que ver con nuestra obra ni con nuestro esfuerzo, sino con el comer. Hay una expresión china que, refiriéndose a los que comen todo el tiempo, dice que son como “un par de hombros con una gran boca”. Aunque esto no es un cumplido desde el punto de vista humano, es maravilloso desde la perspectiva divina, porque Dios simplemente quiere que le comamos.

  Algunos podrían preguntar: “Si no tenemos necesidad de adorarle o servirle, ¿qué debemos hacer entonces? Si todas estas cosas están relacionadas con el árbol del conocimiento del bien y del mal y no tienen nada que ver con Dios, ¿qué debemos hacer? Si Dios desea que le comamos, bebamos e inhalemos, ¿dónde está Él? ¿Cómo podemos hacerlo?”. Sé que tenemos esta pregunta. Pero por el momento no debemos preocuparnos por ello. Olvídense de hacer cosas. Está bien si no podemos servir ni laborar para Él. En vez de ello, debemos decirle: “Señor, no puedo hacer nada; no puedo adorarte ni servirte. Sé que está mal que trate de hacer cosas para Ti, pero, ¿qué debo hacer?”. Si gemimos delante de Él de esta manera, inhalaremos a Dios. Cuando digamos: “Señor, no puedo hacerlo”, estaremos inhalándolo; y cuando digamos: “Estoy equivocado en esto y aquello”, estaremos tomando aire nuevamente. Incluso si decimos: “Señor, estoy confundido. Ya no sé lo que es apropiado”, estaremos inhalando una vez más. Debemos dar gracias al Señor y alabarlo. Es de esta manera que exhalamos nuestra tristeza y exhalamos nuestro pecado. No podemos exhalar sin inhalar, y una vez que inhalemos, Dios entrará, y Su elemento aumentará en nosotros.

  Cada vez que queramos respirar hondo, primero debemos exhalar y después inhalar. Cuanto más exhalemos, más podremos inhalar. No necesitamos orar mucho, ni tampoco necesitamos dedicar tanto tiempo para adorar a Dios o servirle. Es preciso que veamos este cuadro en la Biblia: Dios primero se presentó al hombre en forma de alimento. Él no tenía la menor intención de que el hombre le adorara. Yo puedo decir esto con toda certeza aunque me condenen algunos teólogos. Tal vez digan que es una herejía decir que Dios no quiere que el hombre le adore. Pero ahora yo tengo el denuedo de hablarles de lo que Dios desea con respecto al hombre, porque sé que Él se presentó al hombre en forma de alimento.

Dios desea que el hombre sea transformado y sea como Él mediante el comer y el beber

  Debemos considerar la situación cuando Adán fue puesto frente al árbol de la vida. A su lado fluía un río, y adonde el río fluía, había oro, bedelio y piedras preciosas (vs. 11-12). Este cuadro representa el deseo que Dios tiene en Su corazón. Adán, quien fue hecho de la tierra, fue puesto al lado de Eva, quien fue hecha a partir de la costilla terrenal de Adán. Éste era un marido terrenal con una esposa terrenal, o dicho de otro modo, un varón terrenal junto con una mujer terrenal; ambos eran terrenales. ¿Creen ustedes que el Dios cuyo aspecto es semejante al oro resplandeciente y piedras preciosas anhela ser adorado por criaturas terrenales? Dios no es un Dios de la tierra ni del polvo. Él no tiene la intención de que hombres terrenales le adoren y le sirvan. De hecho, Dios estaba dando a entender que no era necesario que le sirvieran ni adoraran, sino más bien que fuéramos alimentados y satisfechos con Él. Él es de oro y es semejante a las piedras preciosas. Él es diferente en naturaleza de la tierra, el barro y el polvo del cual nosotros estamos constituidos. Por lo tanto, nosotros necesitamos comerlo y beberlo y permitir que Su naturaleza entre en nosotros a fin de experimentar la transformación. Esto hará que seamos como Él; nos convertirá en oro y piedras preciosas.

  La palabra de Dios es aún más clara en el Nuevo Testamento. En 2 Corintios 4:7 claramente se nos dice que tenemos este tesoro en vasos de barro. Dios es un tesoro, y nosotros podemos ser transformados cuando este tesoro está escondido en nosotros los vasos de barro. Al final de Apocalipsis vemos una ciudad junto con el árbol de la vida y con el río de agua de vida fluyendo en ella. Esta ciudad no es una ciudad terrenal, sino una ciudad de oro compuesta por piedras preciosas y perlas. Ésa será la manifestación final y máxima de la gloria de los creyentes. Por lo tanto, el primer cuadro que Dios muestra en la Biblia es que Él desea ser alimento para el hombre. Él desea que el hombre le coma a fin de que sea transformado en su naturaleza. Ésta es la intención de Dios.

  Algunos pensarán que estoy muy emocionado, pero dentro de mí siento una pesada carga. Dios no tiene ninguna intención de que nosotros le adoremos ni sirvamos. Él simplemente quiere que nosotros le comamos. Aunque nosotros preferiríamos adorarle y servirle, este pensamiento es absolutamente contrario a Su deseo. Nuestro deseo y el deseo de Dios son incompatibles. Debemos comerle; no necesitamos adorarle.

  Este cuadro necesita quedar grabado en nuestro ser como con un hierro candente. Dios se da a nosotros para que le comamos. He escuchado a muchos hermanos y hermanas alabando a Dios, diciendo: “Te alabo porque un hombre tan vil y bajo como yo pueda adorarte a Ti, el Dios santo”. Este tipo de alabanza proviene de aquellos que verdaderamente no conocen a Dios. Si conociéramos a Dios y supiéramos cómo disfrutarle, diríamos: “Te alabo porque un hombre tan bajo y vil como yo pueda comerte y disfrutarte a pesar de que eres tan grande y tan santo”. Cada semana en el día del Señor nosotros alabamos al Señor en la reunión del partimiento del pan, diciendo: “Señor, te amamos tanto. Tú moriste en la cruz por nosotros. Derramaste Tu sangre y llevaste nuestros pecados. Luego resucitaste de los muertos y ascendiste a lo alto para ser nuestro Sumo Sacerdote que intercede por nosotros. Te damos gracias y te alabamos”. Casi todo cristiano dice esto. Después de este tipo de acción de gracias, quizás tomemos una resolución, diciendo: “Señor, dame la fuerza para no traer oprobio a Tu nombre, y en vez de ello andar y comportarme conforme a Tu voluntad para que así pueda predicar el evangelio con fervor, asistir a todas las reuniones y leer la Biblia y orar cada día”. A esto el Señor respondería: “Necio, no deseo nada de eso. Mi cuerpo fue partido por ti. Toma y come. Mi sangre fue derramada por Ti. Toma y bebe. Recuérdame de esta manera”. Comer y beber al Señor en memoria de Él significa tomar al Señor comiéndolo y bebiéndolo. Cuando partimos el pan, debemos comprender que no estamos adorándole o sirviéndole; más bien, estamos comiéndolo y bebiéndolo a Él. El pan delante de nosotros es símbolo del cuerpo del Señor, el cual fue sacrificado por nosotros, y la copa que está frente a nosotros es símbolo de Su sangre, la cual fue derramada por nosotros. Ambos nos son dados para que nosotros comamos y bebamos. Esto es completamente un asunto de comer y beber.

  Debemos entender esto. La relación de Dios con el hombre no se basa en cosas, sino en el hecho de que Él sea comida. En Génesis 1 vemos el asunto de comer y beber. El árbol de la vida se nos da para que lo comamos, y el río de agua de vida, para que lo bebamos. Con base en que Dios llegara a ser alimento, el hombre terrenal puede llegar a ser de oro. Un hombre sin Dios puede llegar a ser un hombre lleno de Dios, y el elemento humano puede ser transformado al participar del elemento de Dios. Dios no tiene ninguna intención de que el hombre haga algo para Él. Él simplemente quiere que el hombre lo coma y lo beba. Cuando partimos el pan, estamos comiendo y bebiendo a Dios; y cuando lo contactamos en la mañana, también estamos comiéndolo y bebiéndolo. Incluso nuestras reuniones son ocasiones en las que lo comemos y bebemos.

El tema de la Biblia es comer y beber a Dios

  Los sesenta y seis libros de la Biblia giran en torno a este tema. Éste es el único tema. Si la Biblia habla de amor, es un amor que se manifiesta al comer nosotros a Dios. Si la Biblia habla de paciencia, es una paciencia que se manifiesta al recibir nosotros a Dios. Si la Biblia habla de santidad, es una santidad que se manifiesta al digerir nosotros a Dios. Si la Biblia habla de celo, es un celo que proviene del fuego que arde en nosotros como resultado de inhalar al Dios que es fuego. Las cosas de Dios que constan en la Biblia son simplemente Dios mismo.

  Ésta es la historia de la Biblia. Génesis empieza mostrándonos que Dios llegó a ser el alimento del hombre. En el libro de Salmos el salmista dice: “Gustad y ved que Jehová es bueno” (34:8). Gustar implica el hecho de comer y beber. Salmos 36:8 dice que nosotros podemos ser saturados de la grosura de Su casa. La grosura de Su casa es sencillamente Dios mismo. Sin Dios la casa está vacía. Dios mismo es la grosura de la casa. Por lo tanto, disfrutar de la grosura de la casa es disfrutar a Dios mismo. Este versículo también dice que nosotros podemos beber del río de Sus delicias. Esta agua es Dios mismo. La grosura y el agua son para que nosotros comamos y bebamos. Esto continúa el pensamiento presentado en Génesis 2. Salmos 36:9 dice que con Dios está la fuente de la vida y que en Su luz vemos la luz. Estas descripciones y expresiones se hallan en el Antiguo Testamento. Sin embargo, éstas no son simplemente descripciones, sino las experiencias genuinas que tuvieron los salmistas.

  En el Nuevo Testamento el Señor Jesús vino. Él dijo que Él era el pan de vida que descendió del cielo. Él vino para dar vida al hombre. En otras palabras, dijo que Él era el árbol de la vida de Génesis 2. Él puede impartirnos vida en forma de alimento. Él desea ser nuestra comida para que nosotros tengamos vida. Quienes le contacten no tendrán hambre, y los que crean en Él no tendrán sed. Un día el Señor Jesús declaró que si alguno tenía sed, debía venir a Él y beber, y que los que creyeran en Él, de su interior correrían ríos de agua viva. La Biblia explícitamente dice que esto se refería al Espíritu, que habían de recibir los que creyesen en Él (Jn. 7:37-39). El Espíritu es Dios hecho real a nosotros. Dios se hizo carne, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu. El Espíritu es el propio Dios que se encarnó y resucitó de los muertos. El Espíritu es también el Dios que entra en el hombre. El Dios que se hizo carne, murió, resucitó y entró en el hombre es el Espíritu. Cuando este Espíritu entra en el hombre, llega a ser ríos de agua viva en el hombre que sacian su sed y fluyen de su interior. Aquí el Señor Jesús una vez más nos habla de comer y beber. Éste es el pensamiento de Génesis 2. Antes de morir, Él estableció la cena del Señor en la cual tomó pan y lo bendijo, y dijo a Sus discípulos: “Tomad, comed; esto es Mi cuerpo”. Y tomó la copa y dio gracias, y dándola a ellos, dijo: “Bebed de ella todos” (Mt. 26:26-28). Esto nos habla de comer y beber; éste es el pensamiento de Génesis 2. Cuando Él vino a los discípulos en la noche del día de Su resurrección, sopló en ellos y en un sentido les dijo: “Recibid al aliento santo” (Jn. 20:22). Mediante este aliento el Espíritu Santo entró en los discípulos. Con esto, en cierto modo, ellos comieron y bebieron al Señor mismo. En el libro de Apocalipsis Dios dice que Él será el maná escondido para los santos vencedores que le amen. Así pues, desde el comienzo hasta el final de la Biblia, el pensamiento de Dios es que Él se haría disponible como alimento y bebida. Él quiere que el hombre lo coma y lo beba. Al final de Apocalipsis se concluye todo el relato divino. La Biblia empieza con el árbol de la vida y un río que fluye, y concluye con el árbol de la vida y el río de agua de vida. Desde el trono que está dentro de la ciudad, es decir, desde Dios mismo, fluye el río de agua de vida. A uno y otro lado del río está el árbol de la vida, que da fruto para el disfrute del hombre. Así, pues, la Biblia comienza con el árbol de la vida y también concluye con el árbol de la vida. En el principio Dios se revela al hombre en forma de alimento para que éste le coma y le beba, y al final presenta este mismo cuadro.

  La línea que corre a lo largo de toda la Biblia, de principio a fin, es que Dios llega a ser alimento para el hombre. Él desea que el hombre le coma, le beba y le disfrute. Él quiere ser vida para el hombre. Una vez que sepamos esto, podremos entender que la relación entre Dios y el hombre no tiene que ver con la adoración ni el servicio, ni tampoco con el hecho de hacer alguna obra para Él. Éstas son cosas secundarias y de menos importancia. Lo más crucial es que nosotros comamos a Dios, lo bebamos, absorbamos y disfrutemos.

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