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Mensajes del libro «Cómo reunirnos»
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CAPÍTULO CATORCE

OFRECER ALABANZAS BASADAS EN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE CRISTO

SALMOS 68

  En estos días muchos libros de la Biblia, muchos capítulos y versículos de la Biblia nos han sido abiertos. Entre ellos está el salmo 68. Por muchos años procuré entender este salmo, pero no ha sido sino recientemente que este salmo me fue abierto en su totalidad. Este salmo es muy rico en alabanzas nacidas de experiencias que tenemos de Cristo, y es de esta manera que debemos reunirnos.

  Hemos visto primero que siempre que nos reunimos para una reunión de la iglesia, tenemos que alabar. En 1 Corintios 14:26 lo primero que se menciona es que tenemos un salmo. En segundo lugar, hemos visto que la alabanza es algo establecido por el Señor de la boca de los niños y de los que maman, y que Él hace esto por medio de Su encarnación, crucifixión, resurrección, glorificación y entronización. Cuanto mejor conozcamos estos cinco pasos dados por Cristo y cuanto más seamos partícipes de los mismos, más alabanzas tendremos para ofrecerle a Él. Son necesarios todos estos pasos a fin de que las alabanzas del Señor que proceden de nuestros labios puedan ser plena y ricamente establecidas. ¿Cuál es la razón por la cual las alabanzas ofrecidas en nuestras reuniones son tan deficientes? Ciertamente tenemos el deseo de alabar en nuestro corazón y sentimos en nuestro espíritu la carga de hacerlo; no obstante, nuestra alabanza carece de contenido; no sabemos bien por qué alabar y carecemos de las palabras apropiadas. ¿Por qué? Porque nuestra experiencia de estos cinco pasos dados por Cristo es todavía muy escasa y superficial.

  El tercer asunto con respecto a las alabanzas es que Cristo canta alabanzas en la iglesia. En el siguiente capítulo volveremos a abordar este tema. En el presente capítulo debemos ver primero un asunto que se halla inserto en las alabanzas que Cristo ofrece al Padre en la iglesia. Si no vemos lo que se ha insertado en estas alabanzas, nos será difícil ver más con respecto al hecho de que el Señor canta himnos de alabanza en la iglesia.

APRENDER EL CÁNTICO NUEVO

  Veamos primero unos cuantos versículos en Apocalipsis.

  Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte Sion, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de Él y el de Su Padre escrito en la frente. Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. Y cantan un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron comprados de la tierra. Éstos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Éstos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Éstos fueron comprados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. (14:1-4)

  Noten que aquí se nos dice que ellos cantaban un cántico nuevo, el cual nadie podía aprender. ¿Por qué? Las alabanzas han sido establecidas por el Señor de la boca de los niños y de los que maman; incluso los niños más pequeños pueden alabar. ¿Por qué entonces se nos dice aquí que ningún otro hombre podía aprender aquel cántico? La respuesta es que ningún otro hombre puede aprender este cántico si no ha pasado por la experiencia correspondiente. Hay algunas alabanzas que requieren experiencia. Observen la luna y las estrellas, ¡cuán majestuosas y preciosas son! Observen los árboles, las flores y las aves, ¡cuán placenteros son! Para esta clase de alabanza no necesitamos experiencia alguna. Pero para que estos ciento cuarenta y cuatro mil puedan alabar a Cristo de manera tan especial, tienen que haber tenido las debidas experiencias particulares de Cristo. Si carecemos de tales experiencias, jamás podremos alabar al Señor a tal grado. Todos podemos alabarle de una manera general, religiosa y natural; pero si hemos de alabarle de una manera especial y profunda, necesitamos ciertas experiencias de Él. Nuestras alabanzas se hallan limitadas por nuestras experiencias de Cristo. Cuánto hayamos experimentado a Cristo, cuán profundamente o cuán elevadamente le hayamos experimentado determinará la medida de nuestra alabanza. Nuestras alabanzas jamás podrán ir más allá de nuestras experiencias de Cristo. Si nuestras experiencias de Cristo no han alcanzado cierta etapa, cuando otros canten alabanzas tan elevadas y profundas, nosotros no podremos acompañarles ni podremos aprender tales cánticos. No es sino hasta que nuestras experiencias de Cristo hayan alcanzado tal grado de madurez que nosotros podremos cantar también el cántico nuevo. Éste es el fundamento sobre el cual se basa el mensaje de este capítulo.

EL SALMO 19 EN COMPARACIÓN CON EL SALMO 68

  Antes de dirigirnos al salmo 68, consideremos brevemente otro salmo, el salmo 19. La primera parte de este salmo habla de la creación —los cielos y el sol Cristo— de una manera maravillosa. La segunda parte de este salmo, la cual comienza con el versículo 7, habla sobre la ley. Esto es muy bueno. No es necesario que diga más sobre este salmo; su contenido es evidente para todos. Pero ¿entienden ustedes el salmo 68? Ahora, comparemos estos dos salmos. ¿Pueden percatarse de la diferencia? El salmo 19 es verdaderamente muy bueno, pero las alabanzas contenidas en este salmo están relacionadas con la naturaleza y con la ley. No diría que ésta es una alabanza natural y religiosa, pero no es tan profunda y rica como la alabanza encontrada en el salmo 68. Nosotros los cristianos siempre hemos manifestado gran aprecio por el salmo 19, y mi intención no es menospreciarlo. Únicamente les pido que lo comparen con el salmo 68. Hay una verdadera progresión en las alabanzas contenidas en el libro de Salmos; así pues, tenemos que avanzar del salmo 19, con todas sus alabanzas relativas a la naturaleza y a la ley, y continuar con el salmo 68, con sus alabanzas relacionadas con las experiencias de Cristo.

LA VICTORIA DE CRISTO

  Permítanme presentarles, de una manera sencilla, los temas principales que este salmo aborda. En primer lugar, podemos ver la victoria obtenida en la batalla sobre los enemigos: “Levántese Dios, sean dispersados Sus enemigos” (v. 1). Aquí, no solamente se nos habla de la batalla, sino de la victoria obtenida en dicha batalla. La batalla ha terminado, y ahora podemos disfrutar de la victoria. Éste es un salmo triunfal, un salmo de triunfo y victoria.

LA MORADA DE DIOS

  El segundo tema importante que este salmo aborda es el de la morada de Dios aquí en la tierra: “Para que Jehová Dios more entre ellos” (v. 18). Varias veces se puede ver alusiones a la morada de Dios, o sea, al lugar donde habita, al santuario, al lugar santo. “Padre de los huérfanos y Juez de las viudas / es Dios en Su santa morada” (v. 5). La victoria obtenida en la batalla, la victoria obtenida por Cristo, tiene como finalidad la edificación de la morada de Dios hoy mismo aquí en la tierra. En esta tierra usurpada por Satanás, en medio de gente rebelde, Dios puede llevar a cabo algo tan maravilloso como la edificación de Su morada. ¿Piensan ustedes que en una ciudad tan pecaminosa como Los Ángeles Dios puede obtener una morada, una iglesia local? No obstante, ¡aquí la tenemos! En este foso de corrupción hay una morada santa edificada por Dios. Dios puede decirle a Satanás: “No importa cuánto hayas corrompido a la gente, Yo todavía puedo edificar Mi santa morada ¡incluso en Los Ángeles, la ciudad de Hollywood!”. ¡Esto es glorioso! Los Ángeles es una ciudad famosa por albergar toda clase de nuevos cultos, todo cuanto sea raro y extremo; toda cosa maligna sobre la tierra anida ahí. Pero en una ciudad así, Dios ha edificado la iglesia local como Su morada. ¿No es esto una verdadera victoria? Si el Señor no hubiera obtenido la victoria, ¿cómo podría haber logrado esto? Según lo que he podido percibir, la ciudad de Los Ángeles, la cual a nivel mundial toma la delantera en lo referido a las cosas malignas, es el mejor lugar para establecer un testimonio del Señor. En medio del lugar más corrupto, más maligno y más pecaminoso que existe, Dios puede obtener un santuario santo. La victoria de Cristo tiene como finalidad el establecimiento de Su santa morada aquí en la tierra, durante esta última era, y en medio de gente rebelde y corrupta.

NUESTRO HOGAR

  Pero no solamente Dios necesita una morada, nosotros también la necesitamos. Así que, en este salmo también encontramos expresiones como en casa y familia, etc. “Dios hace habitar en familia a los solitarios” (v. 6). Por tanto, como segundo punto tenemos estos dos aspectos: la morada de Dios y nuestro hogar. Tenemos que comprender que la morada de Dios es también nuestro hogar y que nuestro hogar tiene que ser Su morada. Esta morada es una morada mutua: Dios mora en nosotros, y nosotros moramos en Él. Éste es nuestro hogar; ésta es la iglesia local. La victoria de Cristo es para la edificación de la morada de Dios y la obtención de nuestro hogar.

  ¡Aleluya! Ahora ya no es necesario que Dios permanezca aislado en los cielos; no es necesario que le llamemos como si Él estuviera muy lejos. Ahora podemos conversar con Él como hijos que conversan con su Padre en el hogar; podemos conversar cara a cara con Él en la iglesia local. Él está en Su hogar allí, Él ha establecido Su morada allí. Es verdad que antiguamente Dios anduvo por la tierra, pero Él anduvo en la tierra como viajero. Recordemos que Jacob, quien huía de su hermano, carecía de un hogar y viajaba por la tierra. Fue entonces que una noche él tuvo un sueño, y ese sueño fue sobre la casa de Dios. Aquel sueño no solamente significa que él carecía de un hogar, sino también que Dios carecía de un hogar. Mientras nosotros no tenemos un hogar aquí en la tierra, Dios tampoco lo tiene. Pero, ¡alabado sea el Señor!, hoy tenemos un hogar, Dios tiene un hogar, y nosotros estamos en nuestro hogar junto con nuestro Padre. Hay tantos que cuando vienen por primera vez a la iglesia local exclaman: “¡Estoy en mi hogar! ¡Me siento en casa!”. En la iglesia local, simplemente tenemos el sentir de que estamos en nuestro hogar.

NUESTRO DISFRUTE

  En este salmo no encontramos la palabra disfrute, pero ésta se halla presente como un hecho real. En la morada que Dios edificó mediante la victoria de Su amado Hijo, Jesucristo, Dios lo es todo para nosotros. En Su morada, Dios es Padre de los huérfanos y Juez de las viudas. En Su morada Él nos colma de beneficios cada día. Toda la plenitud de la Deidad está disponible en la iglesia para nuestro disfrute.

  No solamente disfrutamos de todo lo que Dios es para nosotros, sino que también disfrutamos del botín obtenido por la victoria de Cristo: “La que se queda en casa / reparte el botín” (v. 12). ¿En qué consiste este botín? Consiste en “alas de paloma cubiertas de plata, / y sus plumas remeras, de oro amarillo verdoso” (v. 13). La paloma es el Espíritu, y en la Biblia las alas representan el poder para volar: “Los que esperan en Jehová renovarán sus fuerzas; / se remontarán con alas como las águilas” (Is. 40:31). ¡Oh las alas de una paloma! Esto representa la fortaleza espiritual, el poder espiritual, el poder en el Espíritu Santo, así como el poder en nuestro espíritu. Estas alas están cubiertas de plata, lo cual quiere decir que están fortalecidas con la redención del Hijo, la muerte todo-inclusiva de Cristo. Ellas también están recubiertas de oro amarillo verdoso, lo cual quiere decir que ellas han sido fortalecidas con la naturaleza de Dios, la vida de Dios y la plenitud de la Deidad. Cuanto más disfrutemos del botín obtenido por la victoria del Señor, más nos remontaremos con estas dos alas, fortalecidos con la cruz y con todo lo que Dios es.

  ¡Oh el disfrute que encontramos en la iglesia local! Nos encontrábamos desamparados, pero ya no lo estamos; Dios nos ha dado un hogar. Éramos huérfanos, mas ya no lo somos; éramos viudas, mas ya no lo somos. Ahora tenemos un hogar; Dios es nuestro Padre y Dios es nuestro Juez. Estábamos en tierra reseca y en prisión, pero ya no estamos allí. Ahora disfrutamos de prosperidad, pues estamos en un lugar de lluvia abundante. Ahora, en nuestro hogar y con nuestra familia disfrutamos de toda la bondad del Padre. Cada día Él nos colma de bien. ¡Cuánto disfrute es expresado en este salmo y experimentado en la iglesia local!

  El primer punto es la victoria de Cristo, el segundo es la edificación de la morada de Dios aquí en la tierra, y el tercero es el disfrute de Dios en Cristo con todo el botín de Su victoria en la iglesia local. El salmo 68 es muy profundo, el cual está lleno de Cristo y nos cuenta mucho con respecto a la morada de Dios y a Dios mismo, quien lo es todo para nosotros a fin de ser nuestro disfrute.

LAS ALABANZAS

  Ahora llegamos al último punto de importancia que es tratado en este salmo: el asunto de la alabanza. ¡Oh, qué alabanza! En este salmo no hay alabanzas naturales o religiosas. Hay ocasiones en las que salimos con la familia para ir al mar o a las montañas, y contemplamos los cielos, el mar, las montañas, las flores o las aves, y solemos decir: “¡Oh Señor, te alabamos por todas estas cosas tan hermosas y maravillosas!”. Ésta es una alabanza bastante natural. En otras ocasiones tal vez convoquemos a todos nuestros hijos e hijas al final del día y les digamos: “Alabemos y demos gracias al Señor por todas Sus bendiciones. Él es tan bondadoso con nosotros: nos ha dado salud y nos ha librado de accidentes. ¡Oh Padre, cuán bueno eres con nosotros!”. Esta alabanza es religiosa. En el salmo 68 no encontramos rasgo alguno de una alabanza natural o religiosa. Todas las alabanzas que encontramos en este salmo son alabanzas muy profundas con relación a las experiencias de Cristo. Al respecto mi carga es ésta: es imprescindible que experimentemos un cambio radical, un cambio total, un giro de ciento ochenta grados, en lo referido a nuestras alabanzas. Tenemos que aprender a alabar a la manera del salmo 68. Nuestras alabanzas tienen que corresponder con el elemento y la norma del salmo 68.

Al que cabalga sobre los cielos

  En primer lugar tenemos que alabar a Dios por la victoria de Cristo. El versículo 4 dice: “Cantad a Dios; cantad salmos a Su nombre; / triunfad en Aquel que cabalga por los desiertos [o, sobre las nubes de tormenta]”. Por muchas que sean las tormentas o las nubes, Dios cabalga sobre ellas. La tormenta se convierte en Su trono, y la nube en Su asiento; Dios está sentado sobre ellas. Por tanto, tenemos que triunfar en Él; tenemos que cantar triunfantes y alabar por Su victoria.

A Aquel que subió a lo alto

  En el versículo 18 encontramos una alabanza magnífica: “Has subido a lo alto; has llevado cautivos a los que estaban bajo cautiverio; / has recibido dones de entre los hombres, / incluso de entre los rebeldes, / para que Jehová Dios more entre ellos”. ¡Cristo ascendió, aleluya! ¿Cómo ascendió? Al llevar cautivos a los que estaban bajo cautiverio. Todos los enemigos fueron derrotados y hechos prisioneros. Él ascendió a los cielos celebrando Su victoria en una procesión triunfal en la que muchos enemigos desfilaron. ¡Él derrotó a Satanás! ¡Él derrotó a todos los demonios y los espíritus malignos! ¡Él derrotó a todos los rebeldes, incluyéndolo a usted! ¿Alguna vez le dijo a Satanás: “¡Eres un enemigo derrotado, pues fuiste derrotado en la cruz!”? ¡Oh! Si hemos visto la victoria obtenida por Cristo en la cruz, exclamaremos: “¡Satanás es un enemigo que ha sido derrotado!”.

A Aquel que dio dones al Cuerpo

  Cristo ascendió a los cielos en victoria triunfal, y fue allí en Su condición de hombre y para los hombres que Él recibió dones de parte del Padre, los cuales este Cristo dio a Su Cuerpo. ¿Con qué propósito? Con miras a la edificación de la morada de Dios. Él recibió dones entre los hombres y para los hombres a fin de que Dios pueda morar con ellos. Pablo citó este versículo en Efesios 4 y dijo que Dios dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas y a otros como pastores y maestros. Además, Él dio a todos los miembros; es decir, todo miembro es un don para el Cuerpo. Los dos hombros tal vez sean el apóstol Juan y el apóstol Pedro, éstos fueron grandes dones dados al Cuerpo. Otros dones también son muy útiles y hermosos, como nuestros ojos. Además de éstos, también tenemos dones menores, tal como nuestro dedo meñique, el cual en ocasiones puede sernos muy útil y reconfortante. ¿Se dan cuenta de cuán preciosos y útiles son ustedes? Cristo les necesita y el Cuerpo también. Incluso aquellos miembros muy pequeños son dones que Cristo recibió de parte del Padre, entre los hombres, y para la iglesia, los cuales fueron dados a la iglesia para la edificación de la morada de Dios aquí en la tierra.

  ¿Cómo es que el Padre dio dones al Hijo y el Hijo da dichos dones a la iglesia? No se trata simplemente de que ciertos dones fueran dados y nosotros los recibimos, pues ello implica mucho más que ello. Dios da la vida divina y la naturaleza divina a Cristo Su Hijo; Dios da Su Espíritu Santo a Cristo Su Hijo, y Dios dio a Cristo Su Hijo a todos aquellos que fueron escogidos desde antes de la fundación del mundo, a todos aquellos rebeldes escogidos por Él, incluido usted. Cristo recibió todo esto. Después Cristo puso la vida divina dentro de estos rebeldes; Él puso la naturaleza divina en ellos y los llenó del Espíritu Santo. Al realizar esto, Él hizo que los rebeldes fueran transformados en dones. Saulo de Tarso era tal clase de persona, un rebelde; pero Dios el Padre entregó a Saulo de Tarso a Cristo Su Hijo. Nosotros no vimos esto, pero Cristo sí; Él vio esto y dijo: “Gracias, Padre, por este rebelde”. Ese rebelde daba patadas contra Jesús, y Cristo en los cielos dijo: “¡Basta ya, Saulo! ¡Basta!”. Entonces, la vida divina, la naturaleza divina y el Espíritu Santo fueron puestos dentro de este rebelde. Él nació de nuevo, se convirtió y fue transformado. Después de cierto tiempo, Saulo se convirtió en Pablo; este rebelde se convirtió en un apóstol. Este don fue dado a la iglesia. Todos nosotros éramos rebeldes, pero fuimos escogidos. Un día el Padre dio estos rebeldes miserables a Su Hijo, y uno por uno el Hijo puso en cada uno de ellos la naturaleza divina, los regeneró, los transformó, los llenó del Espíritu Santo y los entregó como dones al Cuerpo a fin de que la iglesia pudiese ser edificada como la morada de Dios aquí en la tierra. ¡Aleluya!

  ¡Cuánto necesitamos alabar, alabar y alabar valiéndonos de un versículo como Salmos 68:18!

Como mujeres que anuncian las buenas nuevas

  Observen el versículo 11: “El Señor da el mandamiento; / ejército grande son las mujeres que llevan las buenas nuevas”. El Señor da el mandamiento, y las mujeres llevan las buenas nuevas. Los hombres son los fuertes, y las mujeres son los vasos más frágiles (1 P. 3:7). Aunque usted sea un varón en apariencia y en nombre, en realidad todos somos mujeres, las más débiles. Todos los que llevan las buenas nuevas no son fuertes, sino débiles. Para realizar una obra se necesita de los fuertes, pero para llevar las buenas nuevas, los fuertes no son necesarios. Todos tenemos que llevar las buenas nuevas. No podemos hacer nada, pero sí podemos llevar las buenas nuevas; podemos decirles a las personas que Cristo es el Victorioso, que ¡Cristo ascendió y llevó cautivos los que estaban bajo cautiverio! ¡Aleluya! No podemos enviar a Cristo a los cielos, pero sí podemos llevar las buenas nuevas. Yo soy sumamente débil; en realidad soy solamente una mujer, pero hay algo que puedo hacer: puedo llevar las buenas nuevas. El siguiente versículo dice: “Los reyes de los ejércitos huyen. / ¡Huyen!”. Éstas son buenas nuevas: ¡el enemigo fue derrotado!

Como mujeres que reparten el botín

  Ahora noten quiénes son los que reparten los despojos: “La que se queda en casa / reparte el botín” (Sal. 68:12). No son los varones, sino las mujeres; y no lo hacen al esforzarse, laborar o combatir, sino al simplemente quedarse en casa. No hay necesidad de que nos esforcemos y combatamos, pues la batalla ya terminó y ¡la victoria ya fue lograda! Únicamente necesitamos venir y repartir el botín. Hoy en la iglesia local, en el hogar de Dios, nosotros simplemente repartimos el botín diariamente. Por un lado, llevamos las buenas nuevas; por otro, repartimos el botín. Aunque nos acostamos entre los rediles v. 13), repartimos el botín de la victoria de Cristo. Ustedes podrían decir que quienes se acuestan entre los rediles son personas indolentes. Sí, pero cuando ellos participan del botín, de las alas de paloma, ellos ya no estarán acostados entre los rediles, sino que volarán y trascenderán toda limitación.

  Siempre que ustedes vean la victoria de Cristo, disfrutarán del botín de Su victoria. Entonces, ¿cuál será el resultado? El resultado será que ustedes serán fortalecidos con alas de paloma, las cuales están cubiertas de plata y de oro. Siempre que son partícipes del botín de la victoria de Cristo, algo del botín es derramado sobre ustedes. La fortaleza espiritual del Espíritu así como todo el inmenso valor de la muerte de Cristo y la plenitud de la vida de Dios, todo ello será derramado sobre ustedes. ¡Oh, qué alas tendrán! ¡Y cuánto poder hay en esas alas, no para caminar, sino para volar! Cuanto más disfruten de la victoria del Señor, más derrotarán a todos los enemigos. Entonces dirán: “¡Ahora sí! Satanás, la carne, el mundo y las concupiscencias, ¡están bajo mis pies!”.

  ¡Oh, hermanos y hermanas! ¡Qué fundamento y qué contenido para nuestra alabanza! Cuando experimentamos todas estas cosas, ¡que maravilloso fluir desbordante de alabanza habrá! No tendremos una alabanza natural, tampoco una alabanza religiosa, sino una alabanza llena de nuestras experiencias de Cristo. ¿Podríamos implementar todo esto en nuestra experiencia concreta? Tal vez ustedes digan que si bien tienen un poco de esta clase de experiencia, no saben cómo expresarlo con palabras. Estoy de acuerdo, pues no estamos acostumbrados a alabar de este modo. Estamos muy acostumbrados a alabar de manera natural y religiosa. Estamos acostumbrados a simplemente alabar al Señor y agradecerle por amarnos y por haber muerto en la cruz por nosotros; todo el tiempo practicamos esta clase de alabanza. Ciertamente no hay nada de malo en esta clase de alabanza, pero es muy religiosa. Tenemos necesidad de algo nuevo, algo más profundo. En primer lugar tenemos que experimentar todas estas cosas: tenemos que experimentar la victoria de Cristo sobre todos Sus enemigos, tenemos que compartir y ser partícipes del botín obtenido por la victoria de Cristo, tenemos que experimentar las alas de paloma cubiertas de plata y de oro. Entonces, cuando aprendamos a expresar todas estas experiencias con las palabras adecuadas, alabaremos a Cristo no de una manera religiosa, sino de una manera nueva, la cual surge de nuestras ricas experiencias.

En los caminos de Dios

  Ahora avancemos al versículo 24: “Han visto, oh Dios, Tus caminos, / los caminos de mi Dios, mi Rey, en el santuario”. En virtud de los logros mencionados en el versículo 18, es decir, gracias a los dones recibidos por el Cristo ascendido, los cuales Él dio al Cuerpo, la morada de Dios ha sido edificada. Así pues, en el versículo 24 los enemigos derrotados pueden ver los caminos de Dios en el santuario. En Su morada Dios está muy activo; en Su morada podemos ver Sus caminos, Sus actividades.

En la procesión que alaba a Dios

  Después, en el versículo 25, podemos ver la procesión que alaba a Dios: “Los cantores van delante, los músicos detrás; / en medio, las vírgenes con panderos”. Esta procesión principalmente la realizan las vírgenes, las más débiles. El salmo 8 trata de la alabanza que procede de la boca de los niños y de los que maman; el salmo 68 también trata de la alabanza, pero esta vez es la alabanza ofrecida por viudas, por mujeres y por las vírgenes. En Mateo 14 se nos dijo que el Señor había dado de comer a cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños. No fueron contados ni las mujeres ni los niños. Ellos no eran dignos de ser contados, pero son lo suficientemente dignos como para alabar a Dios. Para ser alabado, Dios no necesita a los fuertes, a los que siempre son contados; Él necesita a aquellos que no son contados: las mujeres y los niños. Si somos hermanos en lugar de ser mujeres, no tenemos los debidos requisitos. Para alabar a Dios en la iglesia, no hay hermanos entre nosotros, pues todos somos mujeres y niños. Para alabar al Señor, no es necesario que seamos fuertes. Únicamente los débiles —los niños, los que maman, las mujeres y las vírgenes— pueden alabar. No somos dignos para nada, pero sí somos dignos como para alabar. No sabemos cómo actuar, pero sabemos cómo alabar. Todas las mujeres tienen que aprender a llevar las buenas nuevas, a disfrutar del botín y a alabar a Dios.

  Los cantores van delante y los músicos detrás, pero en medio de ellos van las vírgenes con panderos. Ésta es una procesión de vírgenes, no una procesión de varones. Si hemos de combatir, todos tenemos que ser varones; pero ahora estamos aprendiendo a alabar, no en el campo de batalla, sino en nuestro hogar, en la iglesia local. Aquí ya no hay combate, sino alabanzas y disfrute. Nosotros disfrutamos a Dios y le alabamos.

Surgidas de nuestra experiencia de Cristo como nuestro Benjamín

  Ahora abordaremos la alabanza contenida en el versículo 27, un versículo lleno de significado: “Allí está Benjamín, el pequeño, quien los rige, / y los príncipes de Judá en su compañía, / los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí”. Tenemos que aprender a alabar al Señor no solamente por Su victoria, sino también por todo lo que Él es. La alabanza es un salmo, y un salmo es poesía. En los escritos poéticos se usan figuras retóricas; así pues, en este versículo podemos ver algunas figuras simbólicas: Benjamín, Judá, Zabulón y Neftalí. Éstas no son palabras simples, son figuras. Las tribus de Israel son doce, pero únicamente cuatro tribus son mencionadas aquí; ¿por qué el salmista eligió sólo estas cuatro? Esto es muy interesante. Hoy en día, gracias a la iluminación provista por el Nuevo Testamento, podemos ver la historia completa de Cristo en estas cuatro figuras.

  Con respecto a Benjamín, tenemos que leer Génesis 35:18: “Al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni [hijo de mi aflicción], mas su padre lo llamó Benjamín [hijo de la mano derecha]”. Tenemos estos dos nombres atribuidos a Benjamín: hijo de mi aflicción e hijo de la mano derecha. Toda la historia de la existencia humana de Cristo se halla descrita por estos dos nombres. Cuando Él se encarnó, Él se hizo carne para ser un varón de dolores. Isaías 53 nos dice que mientras Cristo estuvo en la tierra Él fue un “varón de dolores” (v. 3). El hijo de aflicción representa la encarnación de Cristo y Su vivir humano sobre la tierra. En Su encarnación y en todo Su vivir humano, Él padeció toda clase de pruebas y dificultades; verdaderamente fue un varón de dolores. Pero Él murió y resucitó, y por Su muerte y resurrección Él fue hecho el Hijo a la mano derecha de Dios. Con sólo este pequeño nombre Benjamín podemos ver al Cristo encarnado, al Cristo que vivió aquí en la tierra, murió en la cruz, resucitó y ascendió a los cielos en calidad de Hijo a la mano derecha de Dios.

  Pero Benjamín representa algo más. En la profecía dada por Jacob en Génesis 49:27 leemos: “Benjamín [...] / por la mañana devora la presa / y por la tarde reparte los despojos”. La predicción era que Benjamín sería tal clase de guerrero. El Señor, mientras estuvo en la tierra como varón de dolores, en cierto sentido era también muy valiente en la batalla. Él era muy bondadoso con los seres humanos miserables, pero era en gran manera osado al combatir contra Sus enemigos. Él se manifestó como Guerrero aquí en la tierra: Él combatió en la batalla y devoró la presa; Él obtuvo la victoria en la cruz y obtuvo todos los despojos. Es por esto que Él, en Su ascensión, llegó a ser el Hijo de la mano derecha de Dios. Benjamín representa toda la vida de Cristo en Su humanidad y en Su victoria.

Surgidas de nuestra experiencia de Cristo como nuestro Judá

  Después de Benjamín tenemos a Judá. En la Biblia, Benjamín siempre aparece junto a Judá. Cuando el pueblo de Israel se dividió, únicamente Benjamín permaneció al lado de Judá para conformar la nación del sur. En algunos casos, Benjamín combatió junto a Judá. Ellos siempre estaban juntos.

  En Génesis 49:8-10 Jacob predijo lo siguiente: “Judá, te alabarán tus hermanos; / tu mano estará sobre la cerviz de tus enemigos; / los hijos de tu padre se inclinarán ante ti. / Cachorro de león, Judá; / de la presa has subido, hijo mío. / Se recuesta, se echa como león [...] / No se apartará de Judá el cetro, / ni la vara de mando de entre sus pies, / hasta que venga Siloh, / y a Él será dada la obediencia de los pueblos”. En Apocalipsis 5:5 se hace referencia al Señor como el León de la tribu de Judá. Por tanto, el símbolo más importante de Judá es el de un león conquistador. Este León conquistador, según Apocalipsis 5, es adorado en los cielos, y no solamente adorado, sino que también es entronizado y coronado con toda autoridad. El cetro representa autoridad real. ¡Él es el Rey de reyes! Después de Su ascensión, Cristo fue adorado como León conquistador y fue entronizado con autoridad real como el Rey de reyes. Ésta es la posición que Él tiene hoy. ¿Qué acerca del futuro? En el futuro Él será Siloh, el que hace la paz. Esto se refiere a Su segunda venida: Él viene como Siloh para traer paz a toda la tierra.

  Nada más en estos dos nombres está contenida la historia de Cristo desde Su encarnación hasta Su segunda venida. Benjamín representa a Cristo desde Su encarnación hasta Su ascensión, incluyendo la victoria obtenida por Él. Judá representa a Cristo en Su ascensión, Su entronización, Su glorificación y Su retorno. Todo esto redunda en nuestra alabanza; debemos aprender a alabar en las reuniones con base en todo esto. Necesitamos muchos pequeños “Benjamines”, muchos “Judás”, en nuestras alabanzas en las reuniones. ¿Dónde están? En todas nuestras reuniones tenemos que aprender a alabar según una norma elevada, esto es, alabar a Dios con el pequeño Benjamín y con Judá y los suyos.

Surgidas de nuestra experiencia de Cristo como nuestro Zabulón y nuestro Neftalí

  Entonces ¿que simbolizan Zabulón y Neftalí? Esto es muy interesante. La Biblia siempre presenta a Benjamín junto a Judá; y la Biblia también presenta a Zabulón junto a Neftalí. Leamos nuevamente la profecía dada por Jacob con respecto a las tribus de Israel. Con respecto a Zabulón dijo: “Zabulón habitará en puertos de mar, / será puerto para las naves” (Gn. 49:13). En otras palabras, Zabulón será un puerto marítimo, un puerto para los navíos. ¿Qué significa esto? Esto nos habla de transporte y comunicaciones, lo cual alude a la predicación, la propagación. La iglesia local es un puerto para las naves.

  Con respecto a Neftalí, Jacob profetizó de este modo: “Neftalí es una cierva suelta; / él pronuncia palabras hermosas” (v. 21). Salmos 18:33 nos muestra que una cierva es alguien que corre extremadamente rápido. Neftalí es una cierva en libertad; esto se refiere a la velocidad con que se propaga la predicación. Además, Neftalí imparte palabras hermosas. Mateo 4 nos dice que cuando el Señor Jesús vino, comenzó a predicar en Galilea. En aquella época Galilea estaba formada por estas tribus: la de Zabulón y la de Neftalí. Mateo 4:15 dice: “Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles”. Incluso el propio Señor, en cierto sentido, era un galileo. Más aún, todo el primer grupo de los discípulos que predicaron el Evangelio eran llamados, según Hechos 1:11, “Varones galileos”. ¿Qué significado tiene esto? Cuando ponemos todas estas cosas juntas, ellas significan que este Cristo que se encarnó, que vivió en esta tierra, que murió y resucitó, que ascendió y fue entronizado, el cual lo ha conquistado todo y es el Rey de reyes, y que retornará como Siloh, ahora es propagado a las partes más remotas de la tierra. Este Cristo es quien ahora es predicado y propagado rápidamente con palabras hermosas. Él es el Cristo en propagación, un Cristo que se propagará hasta las partes más remotas. ¡Oh, qué Cristo tenemos! Éste es el Cristo hallado en la poesía. Dicha poesía es muy sencilla; no obstante, cuando profundizamos en ella, podemos ver el profundo significado que encierran estas palabras.

  ¿Qué es lo que el Espíritu Santo nos da a entender ahora? En las alabanzas de la iglesia debe estar presente el elemento de Benjamín, el de Judá, el de Zabulón y el de Neftalí. Tenemos que alabar a Dios con todos estos elementos. En nuestra procesión de alabanzas a Dios necesitamos de Benjamín, Judá, Zabulón y Neftalí. En las alabanzas de mayor profundidad ofrecidas a Dios debe estar presente la verdadera experiencia de Cristo como Benjamín, la verdadera experiencia de Cristo como Judá, y la verdadera experiencia de Cristo como Zabulón y Neftalí. Es así como debemos alabar en la iglesia. Olvídense de ustedes mismos, de vuestras enfermedades y sanidades, y de toda bendición material que hayan recibido. Fijen su mirada en Cristo con todos los elementos de Benjamín, Judá, Zabulón y Neftalí. Esta alabanza es de un estándar mucho más elevado que la alabanza hallada en el salmo 19.

DIOS REPRENDE A SUS ENEMIGOS POR CAUSA DE SU TEMPLO

  Al final del salmo 68, Dios reprende a Sus enemigos por causa de Su templo (vs. 29-30). En los versículos 21, 22 y 23 Dios anuncia que aplastará la cabeza de Sus enemigos y los traerá de nuevo desde las profundidades del mar Rojo para que bañemos nuestros pies en su sangre. No sólo compartiremos Su victoria, sino que hasta nuestros perros probarán de la misma. ¡Oh, qué victoria! Hoy en la iglesia Él ya ha logrado la victoria, y nosotros debemos disfrutarla. Si no creemos que Él ha derrotado al ejército egipcio sumergiéndolo en lo profundo del mar, Él lo hará volver para que nosotros lo aplastemos bajo nuestros pies en demostración de Su victoria. Esto es poesía que hemos de experimentar y con la cual debemos dar alabanzas.

  ¡Oh, que el Señor revolucione nuestras alabanzas! Quiera Él darles a nuestras alabanzas contenido similar al de este salmo; es decir, hacer de nuestras alabanzas, alabanzas por Su gloriosa victoria, por la gloriosa persona de Cristo y por todos Sus logros. Sólo entonces tendremos reuniones apropiadas.

  Levántese Dios, sean dispersados Sus enemigos,     Huyan quienes le aborrecen. Como cera ante el fuego,     Perezcan los malvados. Se regocijarán los justos     Dando voces de triunfo, Cantando alabanzas,     ¡Alabanzas a Dios!

  Él cabalga por los desiertos,     Junto a Sus santos en necesidad. Él es Padre de los huérfanos     Y refugio probado y seguro En Su santa morada:     ¡Qué maravillosa salvación! ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  Aquí los solitarios encuentran familia,     Y los desamparados un hogar; Los prisioneros son liberados     Y hallan prosperidad. ¡Cuánta gracia! Dios preparó morada     Para Su rebaño. ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  Ahora el Señor triunfante     Da nuevas victoriosas; Somos “mujeres” que anuncian buenas nuevas:     “Los reyes de ejércitos huyen. ¡Huyen!”. Ha cesado todo esfuerzo arduo     ¡En el hogar repartimos el botín! ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  A lo alto ascendió Cristo,     Con Su séquito de cautivos; Estos dones Él perfecciona:     Con ellos mora el Señor. Nosotros, hermanos y hermanas,     Somos transformados, ¡enemigos derrotados! ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  Bendito el Señor por siempre:     Cada día nos colma de bien El Dios de nuestra salvación;     Divulgad Su alabanza; Suyas, las salidas de la muerte,     ¡Conquista a todo enemigo! ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  Han visto, oh Dios, Tus caminos     En Tu santa morada, Tu procesión triunfal     Entre alabanzas. Ved cantores por delante,     Alabando, una y otra vez: ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  Benjamín, el pequeño, al frente     Y la compañía de Judá es grande: Varón de dolores a la diestra de Dios,     León con el cetro en Su mano. Zabulón y Neftalí,      Haced correr las nuevas: ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  Santos, Dios ordenó vuestra fuerza     Desde Su templo glorioso; Aun así oramos que Él establezca en nosotros     Todo cuanto Él logró para nosotros. Se elevará aún más nuestra alabanza     Hasta que de los confines se oiga: ¡Aleluya! ¡Aleluya!     ¡Aleluya! ¡Amén!

  (Hymns, #1100, sin metro ni rima)

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