
Oración: Oh Señor, agachamos nuestra cabeza en adoración a Ti, porque todo depende de Tu misericordia. Tú tienes misericordia de quien quieres tener misericordia. Te adoramos porque en Tu recobro, durante más de setenta años hasta el presente no has cesado de hablar. Incluso nos has dado luz sin precedente para que veamos cómo llevas a cabo Tu ministerio en las tres etapas de la edad del Nuevo Testamento. Te adoramos por estas tres etapas Tuyas: la de llegar a ser carne, la de llegar a ser el Espíritu vivificante y la de llegar a ser el Espíritu siete veces intensificado. Gracias por mostrarnos los actos específicos que efectuaste en cada etapa. Oh Señor, has sido muy paciente al esperar hasta hoy que estemos listos en esta última edad para que veamos Tu ministerio en estas tres etapas. Oh Señor, háblanos una palabra clara una vez más esta mañana. Además, oramos para que tranquilices nuestro corazón y abras nuestro espíritu a fin de que seamos puros de corazón y pobres en espíritu para que estemos dispuestos a recibir Tu palabra. Oramos para que estés con nosotros. También acusamos a Tu enemigo, lo condenamos, lo atamos y lo destruimos. Amén.
En cuanto a cómo ser un colaborador y un anciano, hay dos puntos preciosos: primero, conocer a Cristo y segundo, experimentarle y disfrutarle en Su ministerio completo en Sus tres etapas divinas y místicas. Conocer a Cristo es algo muy general. Cristo es muy rico, y Sus riquezas son inescrutables, así que, ¿cómo podemos conocerle? En los mensajes anteriores vimos que hay muchos aspectos en cuanto a todo lo que es Cristo, pero necesitamos conocer cuatro en particular. Primero, debemos saber específicamente que El es tanto Dios como hombre. Hace más de cuarenta años, un colaborador entre nosotros dijo que Cristo era un hombre hasta que fue a la cruz, y que después de Su resurrección ya no era hombre, porque al pasar por la muerte se quitó Su humanidad. Esto es totalmente erróneo. El Nuevo Testamento nos dice claramente que después de resucitar, Cristo en Su ascensión es el Hijo del Hombre que está sentado a la diestra del Poder (Mt. 26:64). Esteban, durante su martirio, vio a Cristo como Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios (Hch. 7:56). El Señor también nos dijo personalmente que como Hijo del Hombre El vendrá en las nubes del cielo (Mt. 26:64). Además, Apocalipsis nos dice que Cristo es el Hijo del Hombre como Sumo Sacerdote que cuida de los candeleros de Dios (1:13). También nos muestra que como Hijo del Hombre que está sentado en una nube El regresará a segar la mies (14:14). Además, el Evangelio de Juan nos dice que en la eternidad Cristo como escalera es el Hijo del Hombre, en quien los ángeles de Dios ascienden y descienden (1:51). Esto nos muestra que por la eternidad Cristo seguirá siendo el Hijo del Hombre. Por tanto, es una gran herejía negar que el Señor Jesús es el Hijo del Hombre o decir que fue el Hijo del Hombre sólo hasta Su muerte.
En segundo lugar, debemos saber específicamente que Cristo posee tanto divinidad como humanidad. Debemos saber esto a fin de poder interpretar lógicamente el Nuevo Testamento. El libro de Hebreos dice que Cristo, como nuestro gran Sumo Sacerdote, puede compadecerse de nuestras debilidades, porque El fue tentado en todo igual que nosotros (4:15). Si sólo tuviera divinidad y no humanidad, ¿cómo podría haber sido tentado? ¿Quién puede tentar a Dios? Por tanto, negar que Cristo posee tanto divinidad como humanidad no es bíblico.
En tercer lugar, debemos saber específicamente que Cristo en Su humanidad efectuó la redención jurídica por medio de Su muerte. Es cierto que el cristianismo enseña a las personas que Cristo efectuó la redención por nosotros. No obstante, las personas comunes y corrientes del cristianismo no pueden decir que Cristo, en Su humanidad, efectuó la redención jurídica por medio de Su muerte. En esta afirmación, los modificadores tales como “en Su humanidad”, “jurídica” y “por medio de Su muerte” son muy importantes. Tales expresiones muestran que conocemos de modo profundo la obra redentora de Cristo.
En cuarto lugar, debemos saber específicamente que Cristo, en Su divinidad, lleva a cabo la salvación orgánica en Su resurrección. La redención jurídica fue efectuada, mientras que la salvación orgánica se lleva a cabo ahora. Necesitamos conocer a Cristo específicamente en estos cuatro aspectos.
No es suficiente meramente conocer a Cristo; necesitamos experimentarle y disfrutarle para ganarlo. No es fácil experimentarle, disfrutarle y ganarlo. Podemos hacerlo sólo al estar en Su ministerio completo en Sus tres etapas divinas y místicas, como se explicó en los primeros tres capítulos de este libro. En realidad, ¿cuáles fueron los actos realizados por Cristo en Su ministerio completo en tres etapas? En términos sencillos, en la primera etapa, Su encarnación, realizó cuatro actos notables. Primero, introdujo a Dios en el hombre; segundo, unió y mezcló a Dios con el hombre; tercero, expresó a Dios en Su humanidad y expresó los atributos de Dios en Su vida humana como Sus virtudes humanas; y cuarto, efectuó la redención jurídica.
Cristo, en la segunda etapa de Su ministerio, Su inclusión, realizó tres actos notables. Primero, fue engendrado como Hijo primogénito de Dios; segundo, llegó a ser el Espíritu vivificante; y tercero, regeneró a los creyentes para constituir Su Cuerpo. Estos tres actos parecen sencillos, pero sus detalles son muy complejos. Esto es parecido a nuestro cuerpo, el cual parece sencillo, pero cuando se le analiza y se le estudia en el laboratorio es muy complejo.
En la tercera etapa de Su ministerio, Su intensificación, Cristo realiza tres actos notables. Primero, intensifica la salvación orgánica; segundo, produce los vencedores; y tercero, lleva la Nueva Jerusalén a su consumación. En resumen, Cristo, en las tres etapas de Su ministerio completo, realiza diez actos notables. El Nuevo Testamento habla de estos diez actos. Este es el idioma nuevo que expresa una cultura nueva que tenemos en el recobro del Señor, la cual nunca se ha visto en el cristianismo.
Ahora quisiéramos ver la tercera etapa del ministerio completo de Cristo, Su intensificación, que va desde [que empezó] la degradación de la iglesia hasta la consumación de la Nueva Jerusalén. Pablo en sus epístolas, especialmente en 2 Timoteo, habló a fondo de la degradación de la iglesia. Dijo que todos los que estaban en Asia le volvieron la espalda (2 Ti. 1:15). Esto indica que las iglesias establecidas por Pablo en Asia le volvieron la espalda. Los santos de aquellas iglesias no abandonaron a Pablo como persona, sino que volvieron la espalda a su ministerio neotestamentario, la enseñanza de los apóstoles que predicaba. Ellos abandonaron por completo lo que Pablo les había predicado, lo que les había suministrado, lo que les había enseñado y lo que les había mostrado. Lo que pasó primero en la degradación de la iglesia fue que volvieron la espalda a la enseñanza de los apóstoles. Si a todos los que estamos en el recobro del Señor hoy no nos interesara la enseñanza de los apóstoles predicada por el hermano Watchman Nee y por mí, la iglesia y el recobro del Señor se degradarían. Permanecer en la enseñanza de los apóstoles es una gracia enorme.
En cuanto a la degradación de la iglesia, Pablo dijo que Alejandro el calderero le había causado muchos males (4:14). Alejandro probablemente era una persona que había tenido una estrecha relación con Pablo, pero cuando la iglesia se degradó, le causó muchos males a Pablo y se opuso a la enseñanza de los apóstoles.
En 2 Timoteo Pablo también exhortó a Timoteo a que trace bien la palabra de la verdad (2:15), lo cual significa exponer la palabra de Dios en sus varias partes de manera recta y exacta, sin distorsión, así como un carpintero traza la madera perfectamente bien, sin torcerse. Hoy día algunos intérpretes de la Biblia trazan la palabra de la Escritura distorcionadamente. Esto también es una indicación de que la iglesia se está degradando. Por ejemplo, la Biblia habla de que el espíritu y el alma del hombre son dos partes distintas (1 Ts. 5:23; He. 4:12), pero algunas personas dicen erróneamente que el espíritu y el alma son idénticos. Otro ejemplo consiste en el hecho de que la Biblia dice que Cristo llegó a ser el Espíritu en Su resurrección (1 Co. 15:45), pero algunos afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu son personas separadas y que por tanto Cristo no es el Espíritu. Esto es no trazar bien la palabra de la verdad.
Pablo también dijo que uno debe seguir “con los que de corazón puro invocan al Señor” (2 Ti. 2:22). Al no tener un corazón puro y al no invocar al Señor también se indica que la iglesia se está degradando.
Finalmente, Pablo dijo: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros” (4:22). La degradación de la iglesia consiste en no tener la experiencia de que el Señor esté con nuestro espíritu y en perder así la presencia de la gracia. Necesitamos prestar atención a eso. Nuestro disfrute y experiencia más elevado consiste en que nuestro Señor esté con nuestro espíritu. El Señor, quien es el Creador del cielo y de la tierra, el Señor soberano de todos, está con nuestro espíritu. Esto es maravilloso. El hecho de que el Señor esté con nosotros no significa que está en nuestra mente ni en nuestros pensamientos; El como Espíritu está con nuestro espíritu. Hace más de treinta años vine a los Estados Unidos con la carga específica de hablar de los dos espíritus, el Espíritu divino y nuestro espíritu humano. En aquellos días muchos santos estadounidenses dijeron que no sabían que el hombre tenía espíritu. Gracias a Dios que hemos estado luchando aquí durante treinta y cuatro años, y ahora es más corriente que los cristianos hagan referencia al espíritu humano. Recientemente el Señor también nos mostró que el secreto de experimentar la obra salvadora orgánica de Dios es “el Espíritu junto con nuestro espíritu” (Ro. 8:16). Hoy Cristo es el Espíritu, y si queremos experimentarle y disfrutarle, tenemos que estar en nuestro espíritu. Puedo testificar que según mi edad, si el Espíritu no estuviera con mi espíritu, no podría llevar la carga del recobro del Señor y las iglesias. Algunos me han aconsejado que no debo participar en tantas actividades, pero le doy gracias al Señor y le alabo porque El como Espíritu que está conmigo me capacita para participar en estas actividades. Al levantarme, digo: “Señor, me levanto contigo”. En el momento que toco el suelo, digo: “Oh Señor, no sólo ando por Ti, sino que ando contigo. Tú me sostienes mientras yo camino”. Si el Señor no fuera el Espíritu, sino que estuviera muy lejos en los cielos, ¿qué tendría que ver conmigo? Gracias al Señor que hoy El es el Espíritu, y nosotros podemos disfrutarle en el espíritu. Esta es una bendición sumamente grande. Disfrutar del hecho de que el Espíritu del Señor esté en nuestro espíritu es tener la gracia con nosotros. Cuando esto se pierda, la degradación de la iglesia viene.
Lo primero que Cristo hace en la tercera etapa, Su intensificación, es intensificar la salvación orgánica. La salvación orgánica, llevada a cabo por El como el Cristo pneumático en la segunda etapa, Su inclusión, es lo suficientemente fuerte. No obstante, en la etapa de Su intensificación El intensifica la salvación orgánica siete veces.
Cristo, con miras a realizar Su ministerio en la etapa de inclusión, llegó a ser el Espíritu vivificante, el Cristo pneumático, para llevar a cabo la salvación orgánica a fin de producir la iglesia y edificar Su Cuerpo, cuya consumación será la Nueva Jerusalén. Pero durante Su ministerio en la etapa de Su inclusión, antes de cumplir Su propósito, la iglesia se degradó, lo cual frustró el cumplimiento de la economía eterna de Dios. Por consiguiente, Cristo como el Espíritu vivificante fue intensificado siete veces para llegar a ser los siete Espíritus de Dios (Ap. 1:4; 4:5; 5:6; 3:1).
El libro de Apocalipsis hace referencia a los siete Espíritus de Dios. Los siete Espíritus no son siete Espíritus individuales, sino un solo Espíritu que se intensificó siete veces. Esta es la interpretación adecuada de la Palabra. Cristo llegó a ser los siete Espíritus, no siete Espíritus separados sino un solo Espíritu intensificado siete veces. Esta es nuestra interpretación al trazar bien la palabra de la verdad bajo la dirección y la revelación divinas. Cristo llegó a ser el Espíritu siete veces intensificado para intensificar siete veces la salvación orgánica que Dios efectúa a fin de que sea edificado el Cuerpo de Cristo, que lleva a su consumación la meta eterna de Dios, a saber: la Nueva Jerusalén.
Lo segundo que hace Cristo en la tercera etapa, Su intensificación, es producir los vencedores. Nosotros no podemos llegar a ser vencedores por nuestra cuenta. Los vencedores son producidos, pero no por sus propios medios. Son producidos por Cristo en la tercera etapa, Su intensificación.
Debido a la degradación de la iglesia, casi todos los creyentes de Cristo han sido derrotados en su viejo hombre por Satanás, el pecado, el mundo y su carne. Por tanto, se necesitan los vencedores. Hoy día son muy pocos los creyentes que no son derrotados en su viejo hombre por Satanás, el pecado, el mundo y su carne. La mayoría ha sido derrotada y ha llegado a ser creyentes derrotados. Observe el catolicismo y el protestantismo actuales, en medio de los cuales hay millares de creyentes, pero ¿dónde están los vencedores? Hay muy pocos. Los Estados Unidos, el mayor representante del cristianismo hoy, tiene más cristianos que cualquier otro país. Pero, hablando en términos generales, conforme al contenido de las conversaciones de la gente y la manera en que se viste y se adorna en el trabajo, uno no puede distinguir quiénes son cristianos. Muchos santos me han dicho que en su trabajo, cuando las personas regresan el lunes después de un fin de semana, sus conversaciones son demasiado sucias. ¿Cómo podría uno determinar quiénes son los cristianos genuinos?
La teología reformada actual enseña que Dios nos predestinó, y si creemos, Su salvación se llevará a cabo en nosotros. Por tanto, una vez que somos salvos, cualquier cosa que hagamos está bien. Fuimos escogidos por Dios y creímos en El. De ahora en adelante podemos tener paz y estar libres de preocupaciones; podemos bailar, apostar o hacer lo que nos plazca. Hasta cierto punto, los teólogos reformados conocen la Biblia. Ven que fuimos escogidos por Dios en la eternidad pasada y que la elección y el llamamiento de Dios son eternamente irrevocables (Ro. 11:28-29). No obstante, pasan por alto el reino, pues piensan que una vez que una persona crea, ya no tiene problemas; es eternamente salva e irá al cielo después de morir. Por esto después de ser salvos, muchos llevan una vida entregada a la lujuria.
Puesto que esta lamentable situación ha prevalecido durante casi dos mil años, el llamamiento que el Señor hace en Apocalipsis a vencer sigue vigente hoy. Los cristianos leen la Biblia, pero pasan por alto completamente el hecho de que en el último libro ella utiliza dos capítulos extensos para llamar a los vencedores siete veces, al decir que el que venza será recompensado (Ap. 2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 21). Apocalipsis también nos advierte que si no vencemos, sufriremos el daño de la segunda muerte (2:11), la cual consiste en ser echado en el lago de fuego para sufrir el tormento eterno (20:11-15). Ninguno que sea verdaderamente salvo sufrirá la segunda muerte; no se le echará al lago de fuego para que sufra el tormento eterno. Pero si los creyentes son vencidos en esta edad, sufrirán el daño causado por el lago de fuego en la edad venidera. Esto es lo que significa sufrir el daño de la segunda muerte. El hermano Nee, en su libro El evangelio de Dios, dijo claramente que sufrir el daño de la segunda muerte es sufrir el daño del lago de fuego. Sin duda, nuestra salvación es eternamente segura. Sin embargo, si no vencemos en esta edad, un día sufriremos el daño del lago de fuego. Esta es la revelación clara de la Palabra, pero muchos cristianos la pasan por alto. ¿También nosotros vamos a ignorar la advertencia de la Biblia y el llamamiento del Señor por los vencedores? ¿También vamos a permanecer indiferentes a ellos?
Recientemente me he arrepentido a menudo y orado diciendo: “Señor, estoy en temor y temblor al pensar que desde el pasado hasta el presente, todavía no sea un vencedor. Señor, oro para que me des unos años más y me concedas otro tiempo en el cual me pueda ejercitar para llegar a ser un vencedor”. Hoy no nos atrevemos a decir quiénes son vencedores y quiénes no. Sólo podemos esperar el regreso del Señor cuando estemos delante de Su tribunal, y El juzgue si hemos vencido o hemos sido derrotados (2 Co. 5:10; Ro. 14:10). Los vencedores entrarán en el reino con El para regir como reyes; los derrotados irán a las tinieblas de afuera para ser castigados durante mil años (Mt. 25:21, 23, 30). Tarde o temprano todos tenemos que madurar. Si no maduramos en esta edad, seremos echados a las tinieblas en la edad venidera para ser castigados a fin de que lleguemos a la madurez. Después de los mil años, todos los creyentes habrán llegado a la madurez como los vencedores (Ap. 21:7), quienes estarán aptos para participar en la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén en la edad del reino será una miniatura, pues sólo consta de los vencedores de esta edad. Después de que termine la era del reino, después de que la mayoría de los creyentes derrotados haya sufrido el castigo en las tinieblas, habrá llegado a la madurez y estará capacitada para participar en la Nueva Jerusalén en su consumación. Esta es la revelación pura de la Palabra santa.
Cristo en las siete epístolas dirigidas a las iglesias degradadas llama a los creyentes derrotados a vencer por El como Espíritu siete veces intensificado para que experimenten la salvación orgánica que El da en Su intensificación séptuple. Puedo testificar que ésta es una realidad. No fue sino hasta años recientes, especialmente los últimos tres, que he llegado a conocer de modo profundo lo que es la obra salvadora orgánica de Dios. Además, esta salvación me fortalece en mi interior. En esta salvación orgánica siete veces intensificada podemos llegar a ser vencedores por Cristo como el Espíritu siete veces intensificado.
Lo tercero que Cristo hace en la tercera etapa, Su intensificación, es llevar la Nueva Jerusalén a su consumación. Según la revelación completa del Nuevo Testamento, la única meta de la obra cristiana debe ser la Nueva Jerusalén, que es la meta final de la economía eterna de Dios. Algunos predican el evangelio con la meta de ganar almas. Otros establecen seminarios con la meta de enseñar teología. Otros procuran ser espirituales con la meta de llevar una vida espiritual. Hay otros cuya meta es ser santos.
En el recobro del Señor, ¿cuál es nuestra meta? ¿Consiste acaso en ser personas santas? Hoy entre los cristianos en general casi nadie tiene una meta apropiada. Procuran ser espirituales, ser santos, predicar el evangelio para ganar almas y establecer seminarios para enseñar teología y la Biblia, pero casi nadie puede decir que hace esto para llevar la Nueva Jerusalén a su consumación. Todos han echado a un lado la meta apropiada.
En la degradación de la iglesia, por el lado negativo, tenemos los obstáculos de Satanás, el pecado, el mundo y la carne. Por otro lado, muchas cosas positivas y correctas que han reemplazado la meta eterna de Dios. Dios tiene una sola meta, a saber, la Nueva Jerusalén. Este es un asunto muy claro y definido en la Biblia. La Biblia con sus sesenta y seis libros empieza con la frase: “En el principio ... Dios...”. Al comienzo de la Biblia sólo existía Dios, y nada más. En aquel entonces Dios tenía un solo aspecto triuno: Padre, Hijo y Espíritu. Por tanto, Dios se refiere a Sí mismo con las palabras hagamos y nuestra. En Génesis 1:26 El dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Esto indica que Dios es tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y por tanto tiene el aspecto de tres. No existía nada más. Sin embargo, al final de la Biblia llegamos a la Nueva Jerusalén. Entre el comienzo y el final, se encuentra el transcurso de una larga historia que contiene muchas edades, incluyendo la edad de los patriarcas, la edad de la ley dada a los hijos de Israel y la edad de la gracia del Nuevo Testamento. En ellas ocurren muchas cosas y Dios trabaja mucho. Pero no importa cuántas edades hayan existido ni cuánto haya trabajado Dios, El tiene una sola meta. Al principio de la Biblia existe un solo Dios, y al final se ve un gran Dios corporativo, es decir, la Nueva Jerusalén.
Del mismo modo que la Biblia comienza con Dios, también termina con El. Al principio El es un Dios sencillo, un Dios triuno; al final aparece una ciudad, y ella es el Dios corporativo. La Nueva Jerusalén es el agrandamiento y la expansión de Dios, Su expresión en la eternidad, la cual es el Dios corporativo. Los que participan en la Nueva Jerusalén son los hijos de Dios, quienes pertenecen a Su especie. Yo tengo unos cuarenta descendientes. Pero los hijos de Dios son innumerables. ¡Imagínense cuántos estarán en la Nueva Jerusalén! Todos ellos son dioses; todos pertenecen a la especie de Dios. Por consiguiente, la Nueva Jerusalén es el Dios corporativo.
A pesar de que la Palabra santa contiene esta revelación clara, la mayoría de los lectores de la Biblia pasa por alto la Nueva Jerusalén. Algunos dicen que la Nueva Jerusalén es “el cielo”, adonde los cristianos irán después de morir, y donde hay una calle de oro, puertas de perla y un muro de jaspe. Otros dicen que como Apocalipsis es un libro misterioso, nadie puede entender lo que es la Nueva Jerusalén, así que no vale la pena prestarle mucha atención. Piensan que ya que uno no es teólogo, no tiene que estudiarlo. Actualmente, la mayoría de los cristianos pasa por alto la Nueva Jerusalén, el árbol de la vida y el río de agua de vida. De hecho ellos reemplazan la Nueva Jerusalén con muchas otras cosas buenas. Pero el recobro del Señor no es así. Hoy establecemos las iglesias, edificamos a los santos, ponemos en práctica los grupos vitales, y visitamos a las personas tocando a sus puertas, pero nuestro fin, nuestra meta, es llevar la Nueva Jerusalén a su consumación.
La degradación de la iglesia se debe principalmente a que casi todos los obreros cristianos se distraen con otras metas que no son la Nueva Jerusalén. Por tanto, en la degradación de la iglesia, para ser vencedores que responden al llamado del Señor, necesitamos vencer no sólo las cosas negativas, sino aún más, las cosas positivas que reemplazan la Nueva Jerusalén como meta. No queremos la clase de predicación del evangelio que tiene como meta ganar almas. La meta de predicar el evangelio tiene que ser la Nueva Jerusalén.
Por eso, dije que no deben confiar en las grandes campañas evangélicas. El Señor no obra así. En la creación, en la naturaleza, acerca de la multiplicación del hombre Dios no dispuso que tuviera centenares de hijos en un solo alumbramiento, ni doce en un año. El dispuso que tuviera un alumbramiento en nueve meses y, en general, un niño en cada parto. Esto es lo que Dios dispuso. Génesis 1 dice que Dios creó al hombre, lo bendijo y le dijo que fructificara, se multiplicara y llenara la tierra (v. 28). Pero Dios dispuso que se hiciera lentamente. Es un nacimiento a la vez, con sólo un embarazo cada año, y cada preñez dura nueve meses. De este modo, después de seis mil años, la tierra está llena de seres humanos. Por lo tanto, necesitamos predicar el evangelio conforme al principio ordenado por Dios. No confíen en celebrar grandes reuniones para predicar el evangelio; esto no será eficaz. Ya aprendimos la lección. Tal vez algunos digan: “Hermano Lee, hace más de cuarenta años, ¿no celebró usted grandes reuniones para predicar el evangelio?”. Sí, pero había preparado a algunas personas para que continuaran la labor. Después de aquellas reuniones grandes, les di todas las listas de nombres a los hermanos y hermanas para que visitaran a esas personas una por una. Así que, ya no debemos celebrar grandes reuniones; necesitamos poner en práctica los grupos vitales y salir a visitar a las personas una por una, tocando a sus puertas. Supongamos que su iglesia tiene sólo doscientos cincuenta personas y que todas ponen en práctica los grupos vitales; entonces, al engendrar cada uno una persona, el año que sigue tendrán quinientas. Supongamos que el recobro del Señor tiene doscientos cincuenta mil miembros por toda la tierra y que todos ponen en práctica los grupos vitales. Después de un año habrá quinientos mil y después de otro año, un millón. Aparentemente es lento; en realidad, es muy rápido. La manera apropiada de obrar es poner en práctica los grupos vitales. No es necesario establecer seminarios ni celebrar grandes reuniones.
Para ser vencedores debemos interesarnos por la meta de la economía eterna de Dios, la Nueva Jerusalén, como nuestra meta única. Todos necesitamos tener presente esta meta. Nuestra meta no es ayudar a las personas a ser espirituales ni santas sino dirigirlas hacia la Nueva Jerusalén para llevar ésta a su consumación. ¿Cómo haremos esto? Al beber del Espíritu y comer a Cristo para recibir Su suministro rico y fresco. De este modo, adornamos la Nueva Jerusalén y la llevamos a su consumación con Dios el Padre como su base de oro, Dios el Hijo como sus puertas de perla y Dios el Espíritu como su muro de piedras preciosas. Esto no concuerda con la voluntad de usted, ni se produce al emplear su método, ni con usted como elemento y esencia; se produce con Dios como esencia, Cristo como elemento y el Espíritu como camino. Necesitamos beber diariamente al Dios que fluye, al Espíritu, como nuestro río de agua de vida; necesitamos comer del León-Cordero vencedor como el árbol de la vida para que sea nuestro suministro fresco y rico; y necesitamos tomar al Dios Triuno como la esencia, el elemento y el camino a fin de edificar la Nueva Jerusalén y llevarla a su consumación. Esta es la consumación del ministerio completo de Cristo.