
Quisiera comenzar este mensaje con Himnos, #362. Nos será una ayuda si leemos, cantamos y oramos con este himno:
Este himno tiene seis estrofas, y cada estrofa tiene una palabra particular. En la primera estrofa sería bueno subrayar la palabra independencia. La segunda estrofa tiene la palabra reclusión, la tercera estrofa tiene la palabra iluso, y la cuarta estrofa tiene la palabra pretensiones. La independencia, la reclusión, ser iluso y las pretensiones son cuatro cosas que tenemos que vencer. Estos son los elementos de nuestro cáncer espiritual. Las estrofas 5 y 6 abarcan el lado positivo. La estrofa 5 menciona la coordinación, y la estrofa 6, la edificación. Después de eliminar las cuatro cosas negativas, tenemos las positivas: la coordinación y la edificación. Debemos cantar el himno #362 con un espíritu liberado. No debemos cantar en una forma moribunda. Necesitamos cantar en una manera liberada.
Cuando asistamos a las reuniones, tenemos que orar siempre. Hemos mencionado que muchos de nosotros tenemos el mal hábito de explicar al orar. Tenemos que aprender a eliminar esto de nuestra oración. Cuando acudimos al Señor orando debemos pedir, rogar, suplicar e implorar, y no explicar. El Señor no necesita que le expliquemos las cosas. El lo sabe todo. Puede ser que usted diga: “Señor, Tú sabes que somos tan pobres”. Pero usted no necesita decir esto, porque el Señor ya lo sabe. Es mejor cambiar su manera de orar y decir: “Señor, ten compasión de mi pobreza”. Esta es una oración genuina. Decir: “Señor, Tú sabes que somos pobres” es una explicación. Convierta su oración, desde la primera palabra hasta la última, en una súplica.
Además, algunos de nosotros estamos acostumbrados a orar muy rápido. Debido a esto, otros no pueden entender nuestra oración. Tenemos que orar en una forma audible y clara para que otros nos puedan oír claramente. Entonces podrán decir “Amén” a nuestra oración. Es necesario aprender a orar sin describir y sin explicar, y también orar despacio y claramente para que otros nos puedan seguir.
Otro asunto importante es que no debemos orar según nuestra forma natural. Cuando oremos, tenemos que ejercitar nuestro espíritu al pronunciar cada palabra. Esto no necesariamente quiere decir que si gritamos, ejercitamos nuestro espíritu. Pero siempre que oremos, tenemos que ejercitar nuestro espíritu para que el Espíritu sea liberado.
Muchos de nosotros no hemos sido disciplinados en asuntos espirituales. Esta es la causa de la pobreza de la iglesia. En todos los Estados Unidos, es difícil encontrar un anciano que verdaderamente sepa ser anciano. Esto se debe a que nunca encontramos el tiempo para tener un entrenamiento en asuntos específicos. Necesitamos un entrenamiento específico para los grupos vitales.
Espero que abandonemos nuestros hábitos y pensamientos viejos. Debemos recordar dos cosas. Primero, cuando oremos, debemos pedir y suplicar, y no explicar. Segundo, cuando oremos, debemos orar por medio de nuestro espíritu y en nuestro espíritu. Pablo dice en Efesios 6:18 que debemos orar en todo tiempo en nuestro espíritu. Algunas traducciones tradujeron “espíritu” en este versículo con “E” mayúscula. Pero el espíritu aquí no es el Espíritu con “E” mayúscula, sino nuestro espíritu. Tenemos que orar en todo tiempo en espíritu, y estar atentos a este tipo de oración en nuestro espíritu. Si oramos sin estar en nuestro espíritu, tenemos que corregirnos. Cuando oremos, debemos orar desde nuestro espíritu. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu (Jn. 4:24). Cuando acudamos al Señor, tenemos que ejercitar nuestro espíritu.
Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu a tal punto que aun cuando estemos callados nuestro espíritu esté ejercitado. Según Romanos 8, no sabemos orar como conviene, por lo tanto gemimos. En nuestro gemido, el Espíritu gime también, intercediendo por nosotros (vs. 23, 26). Gemir en esta forma con el ejercicio de nuestro espíritu es la mejor oración.
Conforme a la parábola del Señor en Mateo 13:33, el cristianismo ha sido completamente leudado. Hemos sido contaminados con esta levadura. El Señor Jesús nos dijo en Mateo 13 que El vino a sembrar la semilla de trigo y que luego vino el enemigo. Primero, el enemigo vino a devorar la semilla sembrada junto al camino. Luego parte de las semillas cayó en pedregales donde no había profundidad de tierra. Otra semilla fue sembrada entre los espinos. La cuarta categoría fue la semilla sembrada en la buena tierra que da el fruto apropiado. La semilla de trigo finalmente llega a ser la flor de harina, pero esta harina fue leudada.
En Mateo 13:33 el Señor dijo que las tres medidas de harina fueron leudadas. Esto quiere decir que la cristiandad leudó por completo y en una forma secreta todas las enseñanzas en cuanto a Cristo. Las verdades acerca del nombre de Jesús, del evangelio, de la salvación, de la regeneración, de la justificación y de la santificación han sido leudadas. Nosotros no hemos recibido estas verdades en una forma pura porque fueron leudadas. En Mateo 13:33 el Señor dijo que la mujer tomó levadura y la escondió en tres medidas de harina hasta que “todo quedó leudado”. Debemos darnos cuenta de que en el cristianismo todo ha sido leudado. Aun la forma de orar ha sido leudada. En nuestra oración tenemos que ser purificados y limpiados por completo.
Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu en todo lo que decimos y hacemos. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu cuando gritemos o cuando estemos callados. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu cuando hablemos en nuestra oración o cuando gimamos en nuestra oración. Nuestro espíritu debe ser ejercitado en todo. Esto requiere la práctica. Aun las personas que juegan al baloncesto tienen que practicar continuamente.
Después de asistir a algunas de las reuniones de grupo que hemos establecido, me di cuenta de que los santos necesitan ser educados de nuevo y librados de lo viejo. Ya es hora de aprender a dejar la manera vieja y las cosas viejas y liberar nuestro espíritu. Cuando oramos, no sólo estamos orando a Dios. En 1 Corintios 14 Pablo nos dice claramente que cuando oramos a Dios, oramos también para que otros entiendan (vs. 15-17). Otros escuchan nuestra oración, no sólo Dios, porque responden: “Amén”. Cuando asistamos a las reuniones de la iglesia, debemos ejercitar nuestro espíritu para así orar.
Además, todos los miembros de los grupos vitales deben esforzarse por asistir a la reunión de oración de la iglesia. En la década del sesenta, cuando estábamos en Elden Hall en Los Angeles, por lo menos del setenta al ochenta por ciento de los que asistían a la reunión del día del Señor asistían también a la reunión de oración. ¿Por qué en aquel tiempo logramos tener una asistencia tan alta a la reunión de oración, y ahora no? Quizá algunas de las madres busquen pretextos debido a sus niños, pero yo animo a las madres a que se junten y organicen el cuidado de los niños para que puedan asistir a las reuniones por turnos. Claro que sí, las madres necesitan cuidar de los niños, pero no deben justificarse diciendo que por esto no pueden asistir a la reunión de oración.
Tenemos que ocuparnos en el Señor y en Sus intereses más que de nuestras preocupaciones por nuestra familia (Lc. 14:26). Abraham es un ejemplo de esto. El Señor le pidió que saliera de Caldea y de entre sus familiares y que se fuera a la buena tierra. Pero Abraham salió de Caldea junto con su padre Taré y su sobrino Lot, y se detuvieron en Harán. Con el tiempo, Taré murió y Abraham entró en la buena tierra (Hch. 7:2-4). Cuando Dios le pidió a Abraham que saliera de ese país idólatra, éste no pudo dejar ni a su padre ni a su sobrino.
Lot, el sobrino de Abraham también llegó a ser un problema. Finalmente Lot se separó de Abraham y fue a parar en Sodoma, el lugar donde se estableció. Luego él fue capturado y Abraham tuvo que pelear en contra de sus captores para poder rescatarlo (Gn. 14:14-16). Más tarde, Sodoma fue destruida por Dios.
En Génesis 18, antes de destruir a Sodoma, Dios visitó a Abraham en forma de hombre. Abraham preparó agua para que El se lavara los pies, y junto con Abraham comió la cena preparada por Sara. El estuvo con Abraham de esta manera con el propósito de rescatar a Lot. En la vida de Abraham podemos ver que necesitamos cuidar en una manera apropiada a nuestros familiares, incluyendo a padres, hermanos, primos, sobrinos y niños. De no ser así, padeceremos algunos tratos.
Digo esto para animarlos a todos a asistir a las reuniones de oración de la iglesia. Propongo que cuatro madres se unan para cuidar a los niños y así puedan asistir a la reunión de oración por turnos. Cada mes una de las cuatro hermanas puede cuidar de los niños un martes por la noche. Entonces las otras hermanas están libres para asistir a la reunión de oración. Aun la iglesia puede considerar hacer algo para ayudar a las madres con la carga del cuidado de los niños. No debemos justificarnos fácilmente por no asistir a la reunión de oración. Debemos tener cuidado delante de Dios. Complacer a Dios al asistir a la reunión de oración es lo mejor. Espero que todos nosotros le prometamos al Señor que vamos a asistir a la reunión de oración de la iglesia.
Además, cuando asistamos a la reunión de oración, debemos esforzarnos por orar. Asistir a la reunión de oración y no orar no tiene sentido. Sugiero que cada uno de nosotros ore por lo menos tres veces en la reunión de oración. El Señor Jesús oró tres veces en Getsemaní (Mt. 26:44), y Pablo oró tres veces (2 Co. 12:8). Por lo tanto, tenemos que ir a la reunión de oración, tenemos que orar y debemos orar tres veces. Cuando oremos, tenemos que recordar que es necesario ejercitar nuestro espíritu para que el Espíritu Santo sea liberado.
Aun las hermanas que tocan el piano en las reuniones necesitan ejercitar su espíritu al tocar el piano. Su forma de tocar el piano puede sonar como alguien que está enfermo, soñoliento o inactivo. Usted tiene que tocar el piano en una forma viviente ejercitando su espíritu. Cuando usted toque el piano, todo su ser, todos sus músculos y todas sus células deben coordinar para así liberar su espíritu.
La práctica del cristianismo anula la función viviente de los miembros del Cuerpo de Cristo. En el cristianismo se cultiva a una sola persona para hablar. Ellos piensan que esto causa más impacto. Pero en realidad la función de todos los miembros del Cuerpo de Cristo causa un mayor impacto. Si tomamos este entrenamiento por medio año, todos estaremos llenos de vida.
Cuando nos reunamos, todo nuestro ser con nuestro espíritu debe estar lleno de vida. Entonces, si algunas personas nos visitan, serán conmovidas e inspiradas. Una reunión llena del ejercicio y de la liberación del espíritu es una verdadera reunión de la iglesia. Esta es la reunión del Cuerpo de Cristo. Cuando asistamos a una reunión, no debemos sentarnos allí en una manera muerta, moribunda, inactiva y adormecida. Aun cuando estamos sentados en la reunión, todo nuestro ser debe ser viviente. Debemos ejercitar y liberar nuestro espíritu todo el tiempo, aun cuando no oramos en voz alta.
Podemos decir “Amén” de dos maneras: sin el ejercicio del espíritu o con el ejercicio del espíritu. Cuando decimos “Amén” en las reuniones, siempre debemos decirlo con un espíritu ejercitado y liberado. Aun la manera en que vamos a la reunión debe ser viviente. Si no gritamos, ni hablamos, ni oramos, de todos modos debemos ejercitar y liberar nuestro espíritu. Si miramos a alguien con nuestro espíritu ejercitado, algo de vida penetrará en esa persona. Si somos vivientes, inspiraremos a otras personas. Si estamos en la presencia de una persona viviente aun por un tiempo corto, nos será difícil evitar el ser inspirados por esa persona. Por lo tanto, todos tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu, a estimular nuestro espíritu, y a liberar nuestro espíritu. Aun si solamente estamos sentados en una reunión, debemos liberar nuestro espíritu. Todos tenemos que levantarnos para funcionar en una manera viviente a fin de anular el sistema en el cual un solo hombre habla y los demás escuchan. Tenemos que asistir a la reunión con miras a ejercitar y liberar nuestro espíritu.
La liberación del Espíritu nos lleva al derramamiento del Espíritu. Tenemos que orar ejercitando nuestro espíritu para que el Espíritu Santo sea liberado. Si nosotros no ejercitamos nuestro espíritu, el Espíritu Santo permanecerá encerrado y encarcelado dentro de nuestro ser. El no tendrá forma de salir porque lo habremos atrapado. Nosotros creímos en el Señor Jesús, recibimos al Espíritu, y el Espíritu entró en nosotros. Pero cuando el Espíritu entró en nosotros, El entró en una cárcel. Lo tenemos encarcelado. Ahora debemos ejercitar nuestro espíritu para liberarlo. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, le abrimos la puerta al Espíritu Santo. Hoy en día el Espíritu Santo no tiene la llave; nosotros la tenemos. El problema no reside con el Espíritu Santo. Nosotros necesitamos orar ejercitando nuestro espíritu para que el Espíritu Santo sea liberado.
Esto tiene que ver con la participación del derramamiento del Espíritu de poder. El Espíritu Santo primeramente es el Espíritu esencial, el Espíritu de vida. Segundo, el Espíritu Santo es el Espíritu derramado como el Espíritu económico de poder. Necesitamos participar del derramamiento del Espíritu de poder, que es el poder de lo alto y el impacto dinámico. El poder de lo alto es el verdadero impacto dinámico, y éste se obtiene al ejercitar nuestro espíritu para que el Espíritu Santo, el Espíritu de vida, el Espíritu esencial, pueda ser liberado. La liberación del Espíritu Santo nos llevará a participar del derramamiento del Espíritu de poder. El derramamiento del Espíritu de poder como poder de lo alto y como impacto dinámico tiene como fin que el evangelio sea predicado y que Cristo sea ministrado a otros.
Necesitamos ver que el Espíritu divino, que es uno solo, tiene dos aspectos: el aspecto interior y el aspecto exterior, el lado esencial y el lado económico. El lado esencial corresponde al Espíritu que mora en nosotros y es nuestra esencia espiritual, nuestra vida espiritual, y nuestra persona espiritual. El mismo Dios Triuno como el Espíritu es la misma esencia y base de nuestra vida espiritual. Basados en esto, podemos participar del derramamiento del Espíritu de poder, quien es el Espíritu económico para la economía de Dios. El Espíritu está por dentro para nuestra esencia; el Espíritu está por fuera para la economía de Dios. El Espíritu que está por fuera está con nosotros debido a que El es el Espíritu esencial de vida dentro de nosotros. Puesto que hemos sido regenerados, tenemos el primer aspecto del Espíritu dentro de nosotros como base. Basados en esto, cuando ejercitamos nuestro espíritu, el Espíritu esencial es liberado, y esto nos guía al disfrute del derramamiento del Espíritu de poder. Este Espíritu derramado es el impacto para nuestra predicación y para nuestro ministerio.
Ya que hemos sido regenerados, necesitamos comprender que la Biblia manda que hagamos una cosa importante, y ésta es que oremos, porque orar es liberar el espíritu. Puede ser que nos preguntemos cuál espíritu liberamos: el espíritu humano o el Espíritu divino. Mi respuesta es ésta: cuando usted libera su espíritu humano, el Espíritu divino es liberado, porque estos dos espíritus ya no están separados; son uno solo. “El que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Co. 6:17). El Espíritu divino y el espíritu humano están ahora enteramente mezclados como un solo espíritu.
Hechos 1:14 nos revela que los ciento veinte perseveraban unánimes en oración. Esta no es la oración privada, la oración individual, sino la oración corporativa. En nuestra oración corporativa, necesitamos la unanimidad.
Hechos 2:42 nos dice que la iglesia primitiva perseveraba en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones. No deberíamos pensar que aquí la oración es un asunto pequeño por haberse mencionado al final. En realidad, lo último es la conclusión, y la conclusión es la parte más importante. La oración es más importante que la enseñanza, la comunión y el partimiento del pan. Sin la oración, podemos tener la enseñanza, la comunión y el partimiento del pan, pero no tenemos una conclusión. Al hacer cualquier cosa, necesitamos una conclusión. La oración es la conclusión espiritual de toda nuestra carrera espiritual. En nuestra vida y nuestro trabajo, en todo lo que hay dentro de nosotros y en todo lo que está fuera de nosotros, la oración es la conclusión. Por lo tanto, necesitamos perseverar en esta oración concluyente.
Hechos 6:4 nos dice que los apóstoles tomaron la decisión de persistir en la oración y en el ministerio de la palabra. Aquí la oración es mencionada primero. En Hechos 2:42 la oración está al final. Por lo tanto, la oración está tanto al final como al comienzo; es tanto la conclusión como el principio. Necesitamos persistir en la oración.
En Efesios 6:18 el apóstol Pablo nos encarga que oremos en todo tiempo en el espíritu y que para ello velemos con toda perseverancia y petición. Mientras perseveramos en oración tenemos que hacer peticiones. Por un lado, estamos perseverando y por otro, presentamos nuestras peticiones.
Ocurren muchas cosas en nuestro medio ambiente que consumen nuestro tiempo de oración. Esta es la razón por la cual necesitamos perseverar. Cuando estamos orando, debemos olvidarnos de contestar el teléfono y no debemos hacer caso cuando llamen a la puerta. Estamos ocupados orando. Estamos cuidando de los negocios de nuestro Rey. En nuestro tiempo de oración debemos tener la actitud de que estamos con nuestro Rey y totalmente ocupados con El. Por esto, no tenemos tiempo de contestar el teléfono o la puerta. Esto es un ejemplo de lo que significa perseverar y velar en oración.
Debemos estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo y no apagar al Espíritu (1 Ts. 5:16-19). Pablo puso estas cuatro cosas juntas. Si usted desea orar, tiene que gozarse. Si desea orar, tiene que dar gracias en todo. Y si quiere orar, no debe apagar al Espíritu. Gozarse siempre, orar sin cesar, dar gracias en todo, y no apagar al Espíritu van juntos. Si usted no se goza, entonces apaga al Espíritu. Si no ora, apaga al Espíritu. Y si no da gracias, apaga al Espíritu. Todo el día, tiene que decir: “¡Alabado sea el Señor!”. Todo el día, usted tiene que dar gracias en todo.
Supongamos que rompió una taza en su cocina. ¿Diría usted: “Gracias Señor, porque la taza se rompió”? Tal vez no sea normal dar gracias en todo. Pero, en realidad, si no damos gracias es anormal. Necesitamos llegar a ser cristianos normales. Estar silenciosos en las reuniones es anormal, pero estar ejercitados y vivientes es normal. Los cristianos tienen que gritar, gozarse, cantar, alabar, y dar gracias. Esto es lo normal.
Muchos de nosotros no damos gracias al Señor cuando suceden cosas negativas. Necesitamos aprender a dar gracias al Señor en todo: en lo bueno, en lo malo, en lo positivo, en lo negativo, al ganar y al perder. Si alguien lo oyó a usted dando gracias al Señor cuando rompió una taza, es posible que piense que usted está loco. Sin embargo, cuando alguien dice que usted está loco, es indicio de que usted le inspiró algo. El nunca olvidará lo que vio. La Biblia nos exhorta a dar gracias en todo. Dar gracias en todo es en realidad muy normal.
Necesitamos participar del derramamiento del Espíritu económico de poder, que es el poder de lo alto y el impacto dinámico cuyo fin es que el evangelio sea predicado y Cristo sea ministrado a otros (Hch. 2:17-18, 33; Lc. 24:49).
Nuestra participación del derramamiento del Espíritu económico de poder está basada en el Dios Triuno, quien es el Espíritu esencial que mora en nosotros, obra en nosotros, vive en nosotros, hace Su hogar en nosotros, nos da el suministro, y nos llena. Tenemos tal Dios Triuno dentro de nosotros, y El está obrando para llevar a cabo Su carrera. Dios el Padre como el Espíritu mora y opera en nosotros (Jn. 4:24; 1 Jn. 4:13; Fil. 2:13); Dios el Hijo como el Espíritu vivificante vive y hace Su morada en nosotros (1 Co. 15:45; Gá. 2:20a; Ef. 3:17a); y Dios el Espíritu mora en nosotros, nos da el suministro, y nos llena (Hch. 5:3-4; Ro. 8:11; Fil. 1:19b; Hch. 13:52). Tenemos como base un hecho tan maravilloso.
Los ciento veinte fueron llenos del Espíritu Santo para poder predicar el evangelio el día de Pentecostés (Hch. 2:4). Esto es el llenar exterior del Espíritu Santo como el Espíritu económico para que el evangelio sea predicado con un impacto dinámico.
Pedro fue lleno del Espíritu Santo, el Espíritu Santo económico, para poder predicarles a los gobernantes y ancianos de Israel (Hch. 4:8).
Después de muchas súplicas, todos los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo, para poder hablar la palabra de Dios con denuedo (Hch. 4:31).
Saulo fue lleno del Espíritu Santo al comienzo de su vida cristiana para poder recibir su vista y ser bautizado (Hch. 9:17-18).
Pablo fue lleno del Espíritu Santo para poder reprender el mago diabólico (Hch. 13:9-11).
Para llevar a cabo todos los ministerios arriba mencionados, los cuales están relacionados con la predicación del evangelio y con la ministración de Cristo a otros, necesitamos el llenar exterior del Espíritu de poder, el Espíritu económico. Nuestra participación del derramamiento del Espíritu económico de poder está basada en que el Dios Triuno como el Espíritu consumado more en nosotros, opere en nosotros, viva en nosotros, haga su hogar en nosotros, nos dé el suministro y nos llene. Pero, ¿por qué no experimentamos el derramamiento del Espíritu? Porque estamos faltos de oración. La oración es el puente que une estos dos aspectos. Tenemos el llenar interior del Espíritu que mora en nosotros, pero no tenemos el poder exterior porque no existe la conexión, el puente, entre estas dos cosas. La oración es nuestro puente.
Algunos pentecostales dirían que uno tiene que ayunar y orar por muchos días para que algo le suceda. Pero esto es contrario a la enseñanza de la Biblia. La Biblia dice que cuando creímos en el Señor Jesús, el Espíritu entró en nosotros, Cristo entró en nosotros, y Dios el Padre entró en nosotros. Los tres de la Trinidad Divina están ahora en nosotros como nuestra vida y como nuestra esencia. Han llegado a ser uno con nuestra persona, nuestra constitución y nuestro ser. La Biblia nos revela que el Dios Triuno ahora está en nosotros para ser nuestra esencia, nuestro elemento y nuestra intrínseca, y que se mezcla con nosotros para hacernos uno con El. Nosotros somos personas divinas. Somos la mezcla de humanidad con divinidad.
Ya que éste es el caso, ¿por qué estamos tan callados, por qué somos tan inútiles y estamos tan faltos de poder? Porque no experimentamos el aspecto exterior del Espíritu, el Espíritu económico. Para tocar este aspecto exterior, existe la necesidad de una conexión, un puente, y este puente es nuestra oración. Debemos abandonar el concepto pentecostal de que tenemos que orar con ayunos por muchos días para recibir el poder de lo alto. Necesitamos orar no tan sólo por un período de muchos días sino todos los días. Necesitamos orar todos los días de cada año. En otras palabras, necesitamos orar sin cesar. Tal vez nos preguntemos por qué cosas debemos orar, pero no necesitamos pensar de antemano lo que vamos a orar. Orar incesantemente es tener comunión con Dios en nuestro espíritu sin interrupción. Cuando oremos incesantemente, nos gocemos siempre, y demos gracias en todo, esto nos “enloquecerá”. Cuando estamos locos, tenemos poder y impacto.
Si visitamos en una forma religiosa a un candidato para el evangelio, fracasaremos. Ir de esta manera es ir como un cadáver. Pero cuando visitamos a la gente de una manera enloquecida, tendremos poder e impacto. Por un lado, tenemos que ser muy locos, pero por otro tenemos que ser muy formales y propios. El verdadero impacto viene de nuestra oración. En todo el Nuevo Testamento, no encontrarán una persona que haya recibido el derramamiento del Espíritu Santo sin haber recibido primero el Espíritu esencial interiormente. Si ejercitamos nuestro espíritu para orar, el derramamiento será nuestro, y esto nos hará personas diferentes.
Si no oramos, seremos anormales. En el pasado éramos anormales, porque no éramos vivientes. Tenemos al Espíritu, a Cristo y a Dios el Padre dentro de nosotros, pero no somos vivientes porque no oramos. Unicamente una cosa nos puede avivar, y eso es la oración. Tenemos que orar sin cesar.
Efesios 4 nos muestra que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y que el Espíritu, el Señor, y el Padre están en el Cuerpo y están mezclados con el Cuerpo. Por eso, estos cuatro se han hecho uno: el Cuerpo, el Espíritu, el Señor y el Padre. Esta unidad es el impacto. Esta unidad es en realidad el poder de lo alto. Como Cuerpo de Cristo, tenemos al Espíritu, al Señor y al Padre, y estamos mezclados con la Trinidad Divina. Por medio de nuestra oración, estaremos listos para visitar a la gente, porque participaremos del poder de lo alto que es el impacto dinámico.
Cuando participemos del Espíritu derramado, nuestras reuniones, nuestra oración, nuestra predicación y nuestro ministerio serán dinámicos. Todo lo que tenemos será dinámico debido a que el Dios Triuno que se mezcla con nosotros es el dínamo. El es el dínamo, el “pum, pum, pum”, dentro de nosotros. Sin embargo, hoy no podemos oír el “pum, pum, pum”. Al contrario, cuando llegamos a la reunión parece ser que todos se están muriendo. Esta condición va a la par con la epístola que el Señor mandó a la iglesia en Sardis, en la cual les dijo que tenían nombre de que vivían, pero en realidad estaban muertos (Ap. 3:1-2). No solamente estaban muertos sino también estaban moribundos. Su muerte no se había consumado aún, por lo tanto estaban moribundos. Tenemos que confesar que nuestras reuniones frecuentemente estaban moribundas. Aun nuestras visitas y nuestra predicación estaban moribundas.
La clave para ser avivado es la oración, y orar es principalmente ejercitar el espíritu. Cuando le enseña al Señor en su oración, cuando le explica y cuando hace muchas descripciones en su oración, no hay impacto porque esa clase de oración no libera al Espíritu. Tenemos que orar, diciendo: “Señor, quiero estar lleno de vida. Dame el impacto, Señor”. En Getsemaní el Señor oró tres veces y en cada ocasión fue breve. En estos días todos tenemos que orar: “Señor, quiero estar lleno de vida”. Mientras las hermanas cocinan o lavan los platos, deben decir: “Señor, quiero estar llena de vida. Quiero tener impacto, Señor”. No oren por muchas cosas y tampoco le den explicaciones al Señor, porque El ya lo sabe todo. Sólo haga su petición, y dígale lo que quiere conforme al deseo de El. También necesitamos dar gracias en todo. Si el día está oscuro, dé gracias; si el día está brillante y resplandeciente, dé gracias. Si suceden cosas buenas, dé gracias; si suceden cosas malas, dé gracias. Este es el significado de orar.