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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE ONCE

DIOS: SUS ATRIBUTOS

(4)

  En este mensaje concluiremos nuestro estudio de los atributos de Dios.

U. CONSOLACIÓN

  En Romanos 15:5 Dios es llamado el Dios de la consolación. Además, 2 Corintios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de compasiones y Dios de toda consolación”. La consolación, como atributo de Dios, es ligeramente diferente de reconfortar. La palabra griega traducida “consolación” en 2 Corintios 1:3 tiene el sentido de alentar o animar. Esta consolación se relaciona con la esperanza. Si tenemos esperanza, tendremos consolación.

  Pablo experimentó a Dios como el Dios de toda consolación. En 2 Corintios 1:4 él testifica que el Dios de toda consolación “nos consuela en toda tribulación nuestra, para que podamos nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios”. Primero tenemos que experimentar la consolación de Dios; luego podremos consolar a otros con la consolación que experimentamos de parte de Dios. Por tanto, somos consolados a fin de que podamos consolar a otros. Para esto se requiere experiencia.

V. BENIGNIDAD

  El Nuevo Testamento revela el atributo divino de la benignidad. Romanos 2:4 dice: “¿O desprecias las riquezas de Su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que la benignidad de Dios te guía al arrepentimiento?”. Romanos 11:22, al hablar de la benignidad, o bondad, de Dios y de Su severidad, enfatiza el atributo de la benignidad de Dios. Además, Efesios 2:7 declara: “Para mostrar en los siglos venideros las superabundantes riquezas de Su gracia en Su bondad [o, benignidad] para con nosotros en Cristo Jesús”. La benignidad es una bondad benevolente que procede de la misericordia y el amor. Es en tal benignidad que la gracia de Dios nos es dada. Tito 3:4-5 dice: “Cuando se manifestó la bondad [o, benignidad] de Dios nuestro Salvador, y Su amor para con los hombres, nos salvó”. Es la benignidad y el amor de nuestro Salvador Dios que nos salvó y nos hizo diferentes a los demás.

W. PACIENCIA

  Con respecto a la manera en que Dios procede con los pecadores, Romanos 2:4 se refiere a Su atributo excelente de paciencia. Dios es paciente con el hombre caído con un propósito. Su propósito al manifestar Su paciencia es realizar Su economía. Si Dios no se mostrase paciente con el hombre, no podría cumplir Su propósito de realizar Su economía.

  La Biblia revela que en Su economía Dios manifestó gran paciencia. Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios comenzó a manifestar paciencia en Su trato con el hombre. Si usted lee Génesis 3 desde la perspectiva de la paciencia divina, podrá ver cuán paciente fue Dios con el hombre caído. Dios mostró que era comprensivo al entender por completo la situación en que estaba el hombre y la necesidad que éste tenía. Dios también manifestó Su sabiduría en Su trato con el hombre caído.

  Para la realización de Su propósito eterno, para llevar a cabo Su economía, Dios siempre manifestó paciencia. Juntamente con Su paciencia, Dios abunda en comprensión, sabiduría, serenidad, consideración, conmiseración, misericordia, benignidad, amor y gracia. Incluso el rico suministro de vida está incluido en la paciencia de Dios. Dios jamás nos ordena hacer algo sin antes considerar nuestra necesidad y concedernos Su suministro. La paciencia de Dios hace que siempre incluya Su suministro adecuado para atender a nuestra necesidad.

  Dios se relacionó con personas diferentes de maneras diferentes. Él se relacionó con Adán de una manera, con Abel de otra manera y con Caín de otra manera. En esto podemos ver la paciencia de Dios.

  En las Escrituras hay diferentes dispensaciones, diferentes maneras en las que Dios se relaciona con el hombre. En realidad, estas dispensaciones guardan relación con la paciencia divina. Que Dios se relacione con las personas de una manera particular en determinada era significa que Él manifiesta paciencia.

  Dios da a conocer Su paciencia al relacionarse con nosotros de una manera razonable, adecuada y considerada. Dios jamás disciplina a nadie sin la consideración apropiada. Con frecuencia, Él espera un largo período de tiempo antes de disciplinar a alguien. Dios ciertamente es paciente en Su trato con nosotros.

X. LONGANIMIDAD

  Romanos 2:4 también habla de la longanimidad de Dios. Éste también es un atributo divino. La longanimidad es algo más que la paciencia. Significa aguantar sufrimiento por largo tiempo. “La longanimidad es aquella cualidad de auto-refrenamiento ante la provocación que no toma represalias apresuradas ni castiga con celeridad; es lo opuesto de la ira y se asocia con la misericordia”. (Hogg and Vine)

Y. PERSEVERANCIA

  En Romanos 15:5 Dios es llamado el Dios de la perseverancia. ¿Cómo hemos de diferenciar la longanimidad de la perseverancia? Longanimidad es la paciencia con respecto a las personas problemáticas, mientras que la perseverancia es la paciencia con respecto a las cosas que nos afligen. Con respecto a nosotros, quienes le traemos problemas, Dios manifiesta Su longanimidad; pero con respecto a los problemas que suscitamos, Él tiene perseverancia. Tanto la longanimidad como la perseverancia son Sus atributos, de los cuales nosotros, por ser Sus hijos, debemos participar en nuestra relación con las personas y con nuestro entorno.

Z. CELO

  En 2 Corintios 11:2 se nos dice: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Por lo general se considera que el celo es algo negativo, pero éste es uno de los atributos de Dios. No hay persona más celosa en el universo que Dios mismo. Él es celoso siempre que amamos alguna cosa o alguna persona en lugar de amarle a Él. Él desea que le amemos única, exclusiva e íntegramente.

  El celo de Dios es como el celo de un marido en relación con su esposa. Ningún marido podría tolerar que su esposa ame a otro hombre. Asimismo, Dios es celoso con relación a nosotros. El celo, por tanto, es uno de Sus atributos.

  Sabedores de que nuestro Dios es celoso, debemos hacer nuestro Su celo de modo que nos preocupemos sólo por Él, le amemos y no permitamos que nada ni nadie le reemplace en nuestro corazón. Además, nuestro amor por Él debe ser puro, nuestra mente sencilla y todo nuestro ser debe concentrarse en Él. Por ser celoso, Él no puede tolerar a nadie que no le ame exclusivamente así como íntegramente.

AA. SEVERIDAD

  Romanos 11:22 nos muestra que otro atributo de Dios es la severidad: “Mira, pues, la bondad [o, benignidad] y la severidad de Dios; la severidad para con los que cayeron, pero la bondad [o, benignidad] de Dios para contigo, si permaneces en esa bondad [o, benignidad]; pues de otra manera tú también serás cortado”. Dios posee tanto benignidad, como severidad. Aunque Él es benigno, Él también es muy severo. Tanto la benignidad como la severidad son atributos divinos.

BB. IMPARCIALIDAD

  La imparcialidad es un atributo de Dios. Al respecto, Pedro dice en Hechos 10:34: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas”. En Romanos 2:11 Pablo dice: “No hay acepción de personas para con Dios”. Además, en Efesios 6:9 Pablo dice: “Vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para Él no hay acepción de personas”. Estos versículos también indican que Dios es imparcial.

CC. INMORTALIDAD

  En 1 Timoteo 6:16 se nos dice que Dios es “el único que tiene inmortalidad”. Literalmente, la palabra griega para “inmortalidad” es atanasía, que significa carencia de muerte, lo cual denota libertad de la muerte. Únicamente Dios posee inmortalidad en Sí mismo; la inmortalidad es un elemento esencial de Su ser.

DD. INMUTABILIDAD

  Otro de los atributos de Dios es la inmutabilidad. Que Dios sea inmutable significa que Él no puede cambiar ni mudar. Con respecto a este atributo, Jacobo 1:17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni oscurecimiento causado por rotación”. La palabra griega traducida “mudanza” también podría traducirse “variación”. El Padre es el Creador, la fuente, de las luces, de los luminares celestiales. Con Él no hay oscurecimiento causado por rotación —tal como ocurre con los astros celestes, como cuando la luna se oscurece o cuando la luna eclipsa el sol—, pues Él no varía, no cambia. Debido a que Dios es invariable, inmutable, Hebreos 6:17 habla de “la inmutabilidad de Su consejo”.

EE. GLORIA

  Otro maravilloso atributo de Dios es la gloria. Hechos 7:2 dice: “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham”. Hablando de Esteban, Hechos 7:55 dice: “Pero él [...] puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios”. La gloria es la expresión de Dios, Dios expresado en esplendor. La gloria de Dios ejerció gran atracción sobre Abraham, con lo cual lo separó del mundo apartándolo para Dios. La gloria de Dios también lo alentó y fortaleció grandemente capacitándolo para seguir a Dios (Gn. 12:1, 4).

  En 2 Pedro 1:3 se nos dice que Dios nos ha llamado a, o por, Su propia gloria. Además, 1 Pedro 5:10 dice que Dios nos ha llamado a Su gloria eterna. Según 2 Timoteo 2:10, la salvación de Dios que obtenemos es con gloria eterna. Esto indica que la gloria eterna es la meta suprema de la salvación de Dios (Ro. 8:21). La salvación de Dios nos conduce a Su gloria (He. 2:10).

  En el Evangelio de Juan dice que la Palabra, quien era Dios, se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, y entonces vimos Su gloria (Jn. 1:1, 14). Juan 1:18 procede a declarar: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Hay gloria en la declaración de Dios. Cuando vemos a Dios, vemos la gloria.

  Romanos 3:23 dice: “Todos han pecado, y carecen de la gloria de Dios”. El hombre fue hecho por Dios a Su imagen a fin de que pueda expresar a Dios para gloria de Dios. Pero el hombre pecó. Ahora, en lugar de expresar a Dios, el hombre expresa el pecado y su yo pecaminoso. Por tanto, el hombre carece de la gloria de Dios. No obstante, fuimos predestinados para la gloria de Dios y llamados a ella (1 Co. 2:7; 1 Ts. 2:12). Como creyentes, estamos siendo transformados a esta gloria (2 Co. 3:18) y seremos introducidos en ella (He. 2:10). A la postre, hemos de ser glorificados con Cristo (Ro. 8:17, 30) a fin de ser portadores de la gloria de Dios para la expresión de Dios en la Nueva Jerusalén.

  Romanos 9:23 dice: “Para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria”. Dios nos creó como Sus vasos a fin de que podamos contenerle y expresarle. Dios da a conocer las riquezas de Su gloria sobre nosotros, Sus vasos, a quienes Él preparó de antemano destinándonos para gloria. En Su soberanía, Dios nos predestinó para que fuésemos Sus vasijas, vasos para honra, a fin de expresar lo que Él es en gloria. Esto será plenamente revelado en la Nueva Jerusalén.

  Una característica destacada de la Nueva Jerusalén es que ella tiene la gloria de Dios (Ap. 21:11), Su expresión. Toda la ciudad de la Nueva Jerusalén será portadora de la gloria de Dios, la cual es Dios mismo que resplandece a través de la ciudad. En realidad, la gloria de Dios será el contenido mismo de la Nueva Jerusalén, pues esta ciudad estará completamente llena de Su gloria. Esto indica que la ciudad es un vaso que contiene a Dios y le expresa. La gloria de Dios es, en realidad, Dios mismo manifestado. El hecho de que la Nueva Jerusalén esté llena de la gloria de Dios significa que Dios es manifestado en esta ciudad. La vida de iglesia hoy en día también debe tener la gloria de Dios al manifestarle y expresarle en este maravilloso atributo divino.

FF. HONRA

  Apocalipsis 4:9 dice que los seres vivientes dan “gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 5:13 dice: “Y a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, la honra, la gloria y el imperio, por los siglos de los siglos”. Estos versículos que proceden de Apocalipsis indican que la honra es otro atributo de Dios. Mientras que la gloria —Dios mismo expresado— se refiere a una condición, la honra se refiere a una posición elevada, en particular a la dignidad relacionada con tal posición.

GG. MAJESTAD

  Otro atributo de Dios es la majestad. Judas 25 dice: “Al único Dios, nuestro Salvador, por medio de nuestro Señor Jesucristo, sea gloria y majestad, imperio y autoridad, desde antes de todos los tiempos, ahora y por todos los siglos. Amén”. Aquí la majestad denota grandeza en honra. El hecho de que Dios posea el atributo de la majestad indica que no hay otro mayor que Él con Su dignidad. También podríamos decir que la majestad es la totalidad de la gloria y la honra. Debido a que Dios tiene gloria y honra, Él también tiene majestad.

HH. SOBERANÍA

  Dios no solamente posee gloria, honra y majestad; Él también tiene soberanía. La soberanía es también uno de los atributos de Dios. Él es soberano. La soberanía indica la autoridad y el poder ilimitados de Dios. La posición de Dios es también ilimitada. No podríamos decir cuán elevada es la posición de Dios. Asimismo, tampoco podríamos medir la gloria ni la majestad de Dios. Puesto que Dios es el Soberano, no hay límites a Su autoridad, poder y posición.

  Aunque las palabras soberano o soberanía no se usan en Romanos 9:20 y 21, estos versículos ciertamente hacen referencia a la soberanía de Dios: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el objeto moldeado al que lo moldeó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene autoridad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”. Todos tenemos que comprender quiénes somos. Somos criaturas de Dios, y Él es nuestro Creador. Por ser Sus criaturas, no debiéramos oponer resistencia a Su propósito (v. 19) ni tampoco cuestionar al Creador. Ésta es la razón por la cual Pablo pregunta: “¿Dirá el objeto moldeado al que lo moldeó: ¿Por qué me has hecho así?”. Después, Pablo procede a indicar que el Dios alfarero tiene autoridad sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra. Dios es el Alfarero, y nosotros somos el barro. Como Alfarero, Dios es soberano. Él tiene autoridad sobre el barro. Si Él así lo desea, puede hacer a un vaso para honra y al otro para deshonra. Esto no depende de nuestra preferencia; más bien, depende de la soberanía de Dios.

  Estos versículos de Romanos 9 indican que Dios nos creó soberanamente para que fuésemos Sus vasos, Sus recipientes, en conformidad con Su predestinación. En 2 Timoteo 2:20 y 21 se nos comunica el mismo pensamiento al afirmar que somos vasos para honra. Sin embargo, ser vasos para honra no es resultado de nuestra elección; esto se origina en la soberanía de Dios. Es por Su soberanía que Dios da a conocer Su gloria al crear vasos de misericordia que le contengan a Él mismo. Estas palabras son muy profundas. La soberanía de Dios es la base de Su elección. Su elección depende de Su soberanía.

  En Romanos 9:22 Pablo dice además: “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar Su ira y dar a conocer Su poder, soportó con mucha longanimidad los vasos de ira preparados para destrucción”. ¿Qué hemos de decir a este respecto? No tenemos nada que decir. Dios es el Alfarero, y Él tiene la autoridad. Los seres humanos somos simplemente el barro.

  A continuación, en Romanos 9:23 y 24 Pablo dice: “Para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria, a saber, nosotros, a los cuales también ha llamado, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles?”. Esto depende de la soberanía de Dios. Dios tiene la autoridad para hacer de aquellos que eligió y llamó —no solamente de entre los judíos, sino también de entre los gentiles— vasos de misericordia que le contuvieran a fin de que Su gloria pudiera ser manifestada. Conforme a Su autoridad soberana, Él nos preparó de antemano para esta gloria. Fuimos predestinados por Dios en Su soberanía para ser Sus recipientes. Éste es el punto culminante de nuestra utilidad para Dios. Ésta es la meta de la elección de Dios conforme a Su soberanía.

II. AUTORIDAD

  Judas 25 indica que Dios tiene autoridad como uno de Sus atributos. La autoridad es el poder ejercido al gobernar. Con respecto al atributo divino de la autoridad, el Señor Jesús dice en Lucas 12:5: “Os mostraré a quién debéis temer: Temed a Aquel que después de haber matado, tiene autoridad para echar en la Gehena; sí, os digo, a Él temed”. Únicamente Dios tiene la autoridad para echar en la Gehena.

  Un policía en uniforme sirve de ilustración para entender la diferencia que existe entre el poder y la autoridad. Aunque el policía no tenga mucha fuerza, él tiene la autoridad para dirigir el tráfico. Un boxeador, por el contrario, tiene mucha más fuerza que un policía, pero no tiene ninguna autoridad. La autoridad es mayor que el poder. Dios, por supuesto, tiene tanto autoridad como poder.

JJ. PODER

  En 1 Corintios 1:24 se nos habla del poder de Dios, el cual es un ítem crucial de los atributos divinos: “Para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. El Cristo crucificado es el poder de Dios. Este poder destruye a Satanás, juzga al mundo, pone fin al pecado, crucifica al hombre caído, la carne, la vida natural y la vieja creación, así como también anula las ordenanzas. Éste es el poder de la crucifixión, el poder de la maravillosa muerte de Cristo. Este poder no solamente pone fin a las cosas negativas, sino que también lleva a cabo el plan de Dios. Mientras que la sabiduría divina tiene por finalidad que Dios haga Su plan y determine Su propósito, el poder divino tiene por finalidad llevar a cabo lo que Dios planeó y se propuso.

  Efesios 1:19 dice: “Y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de Su fuerza”. El poder de Dios es supereminentemente grande; es conforme a la operación del poder de Su fuerza. Éste es el poder que Dios hizo operar en Cristo (v. 20a). El poder de Dios para con nosotros es el mismo poder que Dios hizo operar en Cristo. Este poder, primero, resucitó a Cristo de entre los muertos. Este poder ha vencido la muerte y el Hades, donde están retenidos los muertos. Debido a este poder, la muerte y el Hades no pudieron retener a Cristo (Hch. 2:24).

  Segundo, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo sentó a Cristo a Su diestra en los lugares celestiales por encima de todo (Ef. 1:20b-21). Estar a la diestra de Dios, donde Cristo fue sentado por la supereminente grandeza del poder de Dios, es ocupar el lugar de máxima honra, el lugar de autoridad suprema.

  Tercero, el gran poder que Dios hizo operar en Cristo sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo (v. 22a). Sentar a Cristo por encima de todo es una cosa; sujetar todas las cosas bajo Sus pies es otra. Aquello denota la trascendencia de Cristo; esto denota la sujeción de todas las cosas a Él.

  Cuarto, el gran poder de Dios que Él hizo operar en Cristo dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (v. 22b). La autoridad de Cristo como Cabeza sobre todas las cosas es un don que Dios le dio. Fue por medio del gran poder de Dios que Cristo recibió la autoridad como Cabeza en el universo.

  En estos versículos, el gran poder de Dios que Él hizo operar en Cristo es revelado en cuatro aspectos: el poder de resurrección, el poder de trascenderlo todo, el poder que somete todas las cosas y el poder que reúne todas las cosas bajo una cabeza. Este poder cuádruple es trasmitido a la iglesia. La frase a la iglesia en el versículo 22 implica una transmisión. Todo cuanto Cristo, la Cabeza, ha logrado y obtenido es ahora transmitido a la iglesia, Su Cuerpo.

  En realidad, el gran poder de Dios que Él hizo operar en Cristo es el propio Dios Triuno, quien pasó por la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión y quien se ha instalado en nuestro ser como poder todo-inclusivo. El apóstol Pablo oró pidiendo nos fuera concedido un espíritu de sabiduría y revelación para que pudiésemos conocer cuál es la supereminente grandeza de este poder divino. ¡Ciertamente tenemos que hacer esta misma oración!

KK. FORTALEZA

  Efesios 1:19 habla del poder de la fuerza de Dios, y Apocalipsis 5:12 también se refiere a dicha fortaleza. Dios tiene como atributos tanto la fortaleza como el poder. De manera inherente, Dios tiene fortaleza. Según M. R. Vincent, la palabra griega iscús para fuerza, o fortaleza, en Efesios 1:19 y Apocalipsis 5:12 denota fortaleza interna; es algo intrínseco, no algo externo.

LL. IMPERIO

  Finalmente, Dios posee como atributo el imperio, o poderío. Efesios habla del “poder de su fuerza”. Apocalipsis 1:6 declara: “A Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos”. En Apocalipsis 5:13 todas las criaturas dicen: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, la honra, la gloria y el imperio, por los siglos de los siglos”. Judas 25 también atribuye tal imperio o poderío a Dios, y 1 Timoteo 6:16 dice que a Él es debida “la honra y el poder sempiterno”. La palabra griega para “imperio” (krátos) denota poder manifiesto. La fortaleza es mayor que el imperio, el poder es mayor que la fortaleza, la autoridad es mayor que el poder y la soberanía es mayor que la autoridad. Nuestro Dios tiene imperio, fortaleza, poder, autoridad y soberanía. Todos éstos son Sus atributos.

  En estos mensajes hemos visto muchos aspectos de lo que Dios es en Su persona. También hemos considerado los atributos de Dios. Este Dios ahora se imparte en nosotros. Esto significa que Dios con todo lo que Él es y con todo lo que Él tiene, se imparte en nosotros. Cuanto más recibimos la impartición de Dios, más los atributos divinos son infundidos en nuestro ser. Mientras Dios se imparte en nosotros, Él imparte todo lo que Él es y tiene.

  Repasemos rápidamente los atributos divinos: vida, amor, luz, riquezas, plenitud, santidad, justicia, sabiduría, prudencia, fidelidad, veracidad, simplicidad, sinceridad, bondad, misericordia, compasión, gracia, paz, gozo, esperanza, consolación, benignidad, paciencia, longanimidad, perseverancia, celo, severidad, imparcialidad, inmortalidad, inmutabilidad, gloria, honor, majestad, soberanía, autoridad, poder, fortaleza e imperio. ¡Qué maravilloso que estos atributos son impartidos en nosotros! Si nos mantenemos recibiendo la impartición de Dios día tras día, Sus atributos serán impartidos e infundidos en nuestro ser. Después que los atributos de Dios hayan sido impartidos e infundidos dentro de nosotros, todos ellos se convertirán en nuestras virtudes.

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