
Lectura bíblica: He. 10:7b; Mt. 1:22; Lc. 24:25-27, 44-46; Ro. 1:2; 1 Co. 15:3-4; Col. 1:25-27; Ef. 1:9-10; 3:9-11; Ro. 14:17; Ap. 21:2, 10-11
En este mensaje continuaremos considerando el Nuevo Testamento y la economía neotestamentaria de Dios. Hemos visto que el Nuevo Testamento guarda relación con el Antiguo Testamento, que es el cumplimiento del Antiguo Testamento, que es el desarrollo y la cosecha de la semilla sembrada en el Antiguo Testamento y que es la compleción de la revelación divina. Ahora debemos avanzar para ver que el Nuevo Testamento es la revelación de la economía neotestamentaria de Dios (Col. 1:26-27).
El Nuevo Testamento es la revelación de la economía neotestamentaria de Dios. Esta revelación nos devela siete asuntos principales: Dios, Cristo, el Espíritu, los creyentes, la iglesia, el reino y la Nueva Jerusalén. Estos siete asuntos son siete personas. Dios es una persona, y Cristo y el Espíritu también son personas. Los creyentes pueden ser considerados una persona corporativa; asimismo, la iglesia es una persona corporativa. Sin embargo, algunos tendrán problemas en considerar el reino como una persona. No obstante, nosotros afirmamos categóricamente que el reino es una persona.
Debemos considerar en mayor detalle el reino como una persona. Podemos valernos del reino animal a manera de ilustración. ¿Qué es el reino animal? El reino animal es la totalidad de todos los animales. Por tanto, el reino animal equivale a todos los animales. Si no hubiera animales, no habría un reino animal. El principio es el mismo con el reino vegetal. El reino vegetal consta de todas las plantas. Si no hubiera plantas, no habría un reino vegetal. Asimismo, el reino humano consta de la humanidad. Si escudriñamos las profundidades de la enseñanza bíblica con respecto al reino, comprenderemos que el reino de Dios es en realidad Cristo mismo desarrollado y agrandado hasta llegar a ser el reino. El reino de Dios es el Salvador, el Señor Jesús, como semilla de vida sembrada en Sus creyentes, el pueblo escogido de Dios (Mr. 4:3, 26), y que se desarrolla hasta llegar a ser un ámbito en el cual Dios puede reinar como Su reino en la vida divina. Por tanto, el reino es verdaderamente una persona. Esto está claramente demostrado en Daniel 2:34-35 por la piedra cortada no con manos, la cual representa al Cristo preparado por Dios, piedra que hiere a la gran imagen en sus pies para desmenuzarla por completo, esto es, destruye a todos los poderes mundanos, y se convierte en un gran monte que llena toda la tierra, lo cual representa el reino venidero de Dios (Ap. 11:15). Esto indica que el Cristo preparado por Dios, como una piedra, se desarrollará hasta convertirse, cuando Cristo retorne, en el reino de Dios que, como un gran monte, llenará toda la tierra.
El reino es en realidad otro aspecto de la iglesia. No debiéramos pensar que la iglesia es una cosa y que el reino es otra cosa, que la iglesia es una persona y que el reino es otra persona. En realidad, la iglesia y el reino son una sola persona en dos aspectos.
Romanos 14:17 dice: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Este versículo es prueba contundente de que la iglesia en la era de la iglesia es el reino de Dios, debido a que el contexto de este versículo trata sobre la vida de iglesia en la era presente. Juan 3:3 y 5 revelan que la regeneración es la entrada actual en el reino de Dios. Hechos es un libro que trata sobre la propagación del evangelio y el establecimiento de la iglesia; no obstante, en Hechos 1:3 el Señor Jesús habló con Sus discípulos durante cuarenta días acerca del reino de Dios a fin de prepararlos para esta obra. Enseguida, en Hechos 8:12; 20:25 y 28:23-31, los discípulos, al predicar a Jesucristo, predicaron el reino de Dios con la finalidad de que las iglesias fueran establecidas. Más aún, en 1 Corintios 6:9; Gálatas 5:21 y Efesios 5:5 Pablo, según el contexto, considera que el reino de Dios es equivalente a la iglesia. Él y sus colaboradores laboraban para la iglesia, pero en Colosenses 4:11 él dice que ellos laboraban para el reino de Dios. Lo dicho por el Señor Jesús en Mateo 16:18-19 también revela claramente que el reino es la iglesia. En Apocalipsis 1:9 Juan indica que él y los demás creyentes ya estaban en el reino. Si consideramos Romanos 14:17 en el contexto de todo el libro de Romanos, veremos que el reino de Dios en este versículo ciertamente se refiere a la iglesia.
La iglesia hoy en día es el reino de Dios. Puesto que la iglesia es una persona corporativa y la iglesia es el reino, no sería lógico afirmar que el reino no es una persona. La iglesia es una persona corporativa, y el reino también es una persona corporativa.
Al igual que la iglesia y el reino, la Nueva Jerusalén es una persona. Cuando algunos escuchen decir que la Nueva Jerusalén es una persona, quizás digan: “La Nueva Jerusalén es una ciudad. ¿Cómo pueden afirmar que la ciudad es una persona?”. La Biblia indica que la Nueva Jerusalén es una persona en Apocalipsis 21, donde se nos dice que la Nueva Jerusalén estaba “dispuesta como una novia ataviada para su marido” (v. 2) y que ella es “la desposada, la esposa del Cordero” (v. 9). Una esposa, ¿no es acaso una persona? Puesto que la Nueva Jerusalén es la esposa del Cordero y la esposa es una persona, entonces la Nueva Jerusalén es una persona, una persona corporativa.
Los siete asuntos principales develados en la revelación de la economía neotestamentaria de Dios son, todos ellos, personas. Dios, Cristo y el Espíritu son personas individuales, mientras que los creyentes, la iglesia, el reino y la Nueva Jerusalén son personas corporativas.
¿Qué es la economía neotestamentaria de Dios? La economía neotestamentaria de Dios es la administración familiar ejercida por Dios, el arreglo administrativo doméstico efectuado por Dios, la dispensación divina (plan). Aquí usamos el término dispensación para referirnos a los arreglos efectuados por Dios, esto es, a un plan.
Esta economía, esta dispensación, es revelada en Efesios 1:10 y 3:9. Efesios 1:10 dice: “Para la economía [o, dispensación] de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. La palabra griega que algunas versiones traducen “dispensación” aquí es oikonomía, de la cual procede la palabra economía. Dios se propuso tener una economía. Todos los reinos en el universo —el reino angélico, el reino humano, el reino animal y el reino vegetal— tienen como finalidad esta economía, esta dispensación, y avanzan hacia la compleción de dicha economía.
La palabra griega traducida “dispensación” en Efesios 1:10 también puede ser traducida “mayordomía” o “arreglo doméstico”. También se podría usar la palabra “administración” debido a que a la postre esta dispensación, esta mayordomía y arreglo doméstico, se convertirá en una administración eterna. Con el tiempo, el universo entero vendrá a estar bajo una sola administración. Aunque la palabra administración podría ser usada aquí, prefiero las palabras dispensación, mayordomía y arreglo doméstico.
Usar el término economía con relación al propósito de Dios no es algo con lo cual muchos cristianos estén familiarizados. La palabra griega para “economía”, oikonomía, es usada otras dos veces en Efesios. Ya vimos que en Efesios 1:10 Pablo habla de esta dispensación, o economía, de la plenitud de los tiempos, en la cual todas las cosas serán reunidas bajo una cabeza en Cristo. Después, en 3:2 él habla de la mayordomía de la gracia de Dios, y en 3:9, de la economía del misterio. En 3:9 Pablo dice: “Y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía [o, dispensación] del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. El misterio de Dios es Su propósito que estaba escondido. Su propósito es impartirse Él mismo en Su pueblo escogido; por tanto, tenemos ahora la economía del misterio de Dios. Este misterio estaba escondido en Dios desde los siglos, esto es, desde la eternidad y a lo largo de todas las eras pasadas; pero ahora ha sido traído a la luz para los creyentes neotestamentarios.
En 1 Timoteo 1:4 Pablo habla de “la economía [o, dispensación] de Dios que se funda en la fe”. Una vez más, la palabra griega traducida como “dispensación” o “economía” es oikonomía. En el griego, la expresión la dispensación de Dios también significa la economía doméstica de Dios. Ésta es la administración familiar ejercida por Dios, la cual consiste en que Dios, en Cristo, se imparte en Su pueblo escogido a fin de obtener una casa, una familia, que lo exprese; esta casa o familia es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. El ministerio de Pablo estaba centrado en esta economía de Dios (Col. 1:25; 1 Co. 9:17).
La economía neotestamentaria de Dios es un plan hecho por Dios según Su beneplácito. Al respecto, Efesios 1:9 dice: “Dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo”. El beneplácito de Dios es el deseo de Su corazón. Este beneplácito fue lo que Dios se propuso en Sí mismo para una dispensación, para un plan (v. 10). Este plan fue hecho por Dios según Su beneplácito, el deseo de Su corazón.
El beneplácito de Dios es lo que Dios se propuso en Sí mismo. Esto significa que la persona misma de Dios es el inicio, el origen y la esfera de Su propósito eterno. Dios tiene un plan, un deseo, y conforme a Su plan, Él tiene un propósito. La existencia misma del universo es conforme al propósito de Dios. Los cielos, la tierra, los millones de cosas y el linaje humano existen, todos ellos, en conformidad con el deseo que Dios se propuso realizar. Por tanto, en el universo hay un deseo, el deseo de Dios. Debido a que este deseo es algo que Dios se propuso, nadie ni nada podrá subvertirlo. Dios se propuso este deseo en Sí mismo; Él no recibió consejo de nadie con respecto a esto.
Hemos visto que Efesios 1:9 habla del beneplácito de Dios. Todos desean obtener placer. Si los seres humanos deseamos obtener placer, ciertamente Dios también. Todo ser viviente desea obtener placer. De hecho, cuanto más viviente sea uno, más placer requerirá. Debido a que Dios es el más viviente de todos, ciertamente Él necesita del mayor placer. Si nosotros, pecadores caídos, necesitamos obtener placer, ¿cuánto más Dios, el Viviente, tendrá una profunda necesidad de obtener placer?
A diferencia del libro de Romanos, el cual comienza desde la perspectiva de la condición del hombre caído, el libro de Efesios fue escrito desde la perspectiva del beneplácito de Dios, del deseo de Su corazón. Entonces debemos preguntarnos, ¿en qué consiste el beneplácito de Dios? El beneplácito de Dios consiste en impartirse Él mismo en nosotros. Éste es el deseo único de Dios. Podríamos incluso decir que Dios “sueña” con impartirse en nosotros. Su anhelo, Su aspiración, es impartirse en Su pueblo escogido.
Muchos cristianos no le dan importancia al deseo que tiene Dios de impartirse en nosotros. En lugar de atender a este asunto, ellos prestan atención a enseñanzas sobre cómo ser santos, espirituales y victoriosos. Muchos jamás han oído que Dios desea hacer una sola cosa: impartirse en nosotros.
En cierto sentido, un creyente puede ser “santo” sin tener mucho de Dios impartido en sí mismo. Sin embargo, tal clase de “santidad” no es auténtica y, por ello, tampoco es estable. Pero si Dios es impartido en nuestro ser, seremos genuinamente santos. En realidad, la santidad no es otra cosa que Dios mismo impartido en nuestro ser de manera subjetiva. En términos objetivos, Dios es santo únicamente en Sí mismo y por Sí mismo; pero en términos subjetivos, Dios —el Dios que se ha impartido en nuestro ser— llega a ser nuestra santidad de manera subjetiva. Por tanto, para nosotros, la verdadera santidad es Dios impartido en nuestro ser. Es el beneplácito de Dios, el deseo de Su corazón, impartirse en nosotros para ser nuestro todo.
La economía de Dios es un plan eterno que Dios hizo en Cristo. Al respecto, Efesios 3:11 dice: “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. Este propósito es el propósito de la eternidad, el propósito eterno, el plan eterno que Dios hizo en la eternidad pasada.
Dios hizo Su economía eterna en Cristo. El Cristo revelado en la Biblia es la corporificación del Dios Triuno y todos los procesos por los que Él pasó, incluyendo Su encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección, ascensión y descenso. Es en tal Cristo que Dios hizo Su economía eterna. Por tanto, Cristo es el elemento, la esfera, el medio, la meta y el objetivo de la economía eterna de Dios. Cristo lo es todo en la economía de Dios. De hecho, todo el contenido de la economía eterna de Dios es simplemente Cristo. Cristo es el centro, la circunferencia, el elemento, la esfera, el medio, la meta y el objetivo de esta economía. Según Efesios 3, esta economía fue hecha en Cristo.
La economía neotestamentaria de Dios es Su plan mediante el cual Dios mismo, en Su Trinidad, se imparte en Su pueblo escogido. ¿De qué manera Dios, en Su Trinidad, se imparte en Su pueblo? Esta impartición tiene tres pasos. Primero, esta impartición se realiza a partir de Dios el Padre. El Padre es la fuente, el origen. Segundo, esta impartición se realiza mediante Dios el Hijo, quien es el curso. Tercero, la impartición de Dios está en Dios el Espíritu, quien es el instrumento y la esfera. A través de estos pasos —a partir de Dios el Padre, mediante Dios el Hijo y en Dios el Espíritu—, Dios mismo se imparte en Su pueblo escogido.
La economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en que Dios se imparte en Su pueblo escogido, tiene como finalidad producir la iglesia (Ef. 3:10). Esta impartición produce la iglesia para la manifestación de la multiforme sabiduría de Dios conforme al propósito eterno que Dios hizo en Cristo (vs. 9-11). Esto significa que mediante la impartición de Dios, en Su Trinidad, la iglesia es producida a fin de exhibir la multiforme sabiduría de Dios.
Hemos señalado que la iglesia hoy en día es el reino de Dios. Por tanto, la impartición de Dios en nosotros produce la iglesia como reino de Dios. En 1 Corintios 4:17 y 20 se nos muestra que el reino es la vida de iglesia hoy. En el versículo 17 Pablo hace referencia a su “proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes, en todas las iglesias”. Después, en el versículo 20 dice: “El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Estos versículos muestran que el reino de Dios es la iglesia en todas partes, y la iglesia en todas partes es el reino. El reino está aquí porque la iglesia está aquí.
La iglesia como reino de Dios tendrá una consumación, y esta consumación será la Nueva Jerusalén con miras a la expresión eterna del Dios Triuno. Apocalipsis 21:2 dice: “Vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido”. La Nueva Jerusalén es una composición viviente de todos los santos redimidos por Dios a lo largo de todas las generaciones. La Nueva Jerusalén es la novia de Cristo como Su complemento (Jn. 3:29) y es la ciudad santa de Dios como Su habitación. Por ser la novia de Cristo, la Nueva Jerusalén procede de Cristo, “su marido”, y llega a ser Su complemento, tal como Eva procedió de Adán, su marido, y llegó a ser su complemento (Gn. 2:21-24). La Nueva Jerusalén es preparada como una novia para su marido al participar de las riquezas de la vida y naturaleza de Cristo. Por ser la ciudad santa de Dios, ella está completamente santificada para Dios y está plenamente saturada con la naturaleza de Dios para ser Su habitación.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios compara a Su pueblo escogido con una esposa (Is. 54:6; Jer. 3:1; Ez. 16:8; Os. 2:19; 2 Co. 11:2; Ef. 5:31-32) y con una morada para Sí (Éx. 29:45-46; Nm. 5:3; Ez. 43:7, 9; Sal. 68:18; 1 Co. 3:16-17; 6:19; 2 Co. 6:16; 1 Ti. 3:15). La esposa es para Su satisfacción en amor y la morada es para Su reposo en expresión. Ambos aspectos tendrán su máxima consumación en la Nueva Jerusalén. En ella Dios tendrá la más plena satisfacción en amor y el máximo reposo en expresión por la eternidad.
Apocalipsis 21:10 y 11 dicen: “Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. La gloria de Dios es la expresión de Dios, Dios expresado. Nosotros fuimos predestinados para esta gloria y llamados a ella (1 Co. 2:7; 1 P. 5:10; 1 Ts. 2:12). Estamos siendo transformados en esta gloria (2 Co. 3:18) y hemos de ser introducidos en ella (He. 2:10). A la postre, seremos glorificados con Cristo (Ro. 8:17, 30) a fin de que seamos portadores de la gloria de Dios para la expresión de Dios en la Nueva Jerusalén. Por tanto, la impartición de Dios mismo en Su pueblo escogido a fin de producir la iglesia como reino de Dios alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén, Su expresión eterna.
A lo largo de los años hemos dado muchos mensajes acerca de la economía neotestamentaria de Dios. Sin embargo, de acuerdo con lo que he podido observar, la mayoría de los santos que han escuchado estos mensajes todavía tienen necesidad de recibir una visión clara de la economía de Dios. Necesitamos recibir una visión del tema central en la Biblia, a saber: el deseo del corazón de Dios es, en Su Trinidad, impartirse en Su pueblo escogido a fin de producir la iglesia, la cual es el reino de Dios, cuya consumación será la Nueva Jerusalén como expresión eterna del Dios Triuno.
Necesitamos recibir una visión de la economía neotestamentaria de Dios. No es adecuado meramente saber acerca de esto. Es posible que usted sepa acerca de cierta persona, pero que no la haya visto jamás. Ver a una persona es muy diferente de meramente saber acerca de ella. Asimismo, ver la visión de la economía neotestamentaria de Dios es diferente de meramente escuchar acerca de ella. Espero que todos los santos dediquen mucho tiempo para orar, tanto individual como corporativamente, acerca de esto. Debemos decir: “Señor, clamo a Ti con respecto a la economía de Dios. Necesito recibir una visión de la economía neotestamentaria. Señor, he sido salvo hace ya mucho tiempo, pero todavía no he visto la visión de que el Nuevo Testamento revela la economía neotestamentaria de Dios. Señor, hazme ver que el Dios Triuno desea impartirse en nosotros a fin de que la iglesia sea producida como reino de Dios con miras a que Él tenga una consumación eterna para expresarse de manera corporativa por la eternidad”.
Es importante que hagamos una distinción entre las palabras dispensación y dispensar. Según el diccionario, dispensación es la forma sustantivada del verbo dispensar. Pero según el uso en el Nuevo Testamento, la palabra dispensación se refiere al arreglo efectuado por Dios, al plan de Dios.
Hemos visto que dispensación es la traducción de la palabra griega oikonomía, la cual está compuesta de dos palabras: oikos, que significa “casa”, y nomos, que significa “ley”. Oikonomía denota regulaciones domésticas o administración familiar. Debido a que esta palabra se refiere a la administración de la familia y gobierno doméstico, ella implica un plan. En Efesios 3 la palabra dispensación significa plan, arreglo. Por tanto, cuando usamos la palabra dispensación, nos referimos a la administración familiar ejercida por Dios, el arreglo efectuado por Dios, el plan de Dios. Cuando usamos la palabra dispensación, no nos referimos al dispensar, lo cual hace referencia a la acción en la cual Dios se imparte en nosotros. No obstante, en la dispensación de Dios el asunto crucial es el dispensar, la impartición, del Dios Triuno en nosotros.
Si estamos claros con respecto a la diferencia entre dispensación y dispensar, no diremos que estamos bajo la dispensación de Dios, sino bajo Su dispensar, bajo Su impartición. Estar bajo la dispensación de Dios es estar bajo Su gobierno administrativo. Estar bajo el dispensar de Dios es estar bajo Su acción de dispensarse, Su acción de impartirse Él mismo en nosotros. Si usásemos la palabra dispensación para referirnos al dispensar de Dios, otros podrían malinterpretarnos y pensar que estamos hablando del plan hecho por Dios. Por tanto, usemos las palabras dispensación y dispensar de acuerdo con el uso bíblico, dejando bien en claro que dispensación denota el arreglo administrativo efectuado por Dios y que dispensar denota Su acción de impartirse Él mismo en nosotros.