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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE VEINTE

DIOS: SU OBRA

(7)

  En este mensaje abordaremos más asuntos referentes a la obra de Dios en Su nueva dispensación y después procederemos a considerar la obra de Dios en la eternidad futura.

28. Se interesa por los creyentes, los guarda y les provee una salida de la tentación

  Dios se interesa por los creyentes y los guarda; además, Él les provee una salida de la tentación. Con respecto al cuidado que Dios prodiga a los creyentes, 1 Pedro 5:7 dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él se preocupa por vosotros”. Aquí la palabra echando significa lanzar, esto es, encomendar, entregar. El tiempo del verbo denota un acto realizado de una vez por todas. Las palabras toda vuestra ansiedad indican que debemos echar sobre Dios la totalidad de la ansiedad acumulada durante toda nuestra vida, nuestra vida entera con su ansiedad. Debemos aprender a echar la carga de nuestra ansiedad sobre Dios. Si bien la forma del verbo echando indica un acto realizado de una vez por todas, debido a nuestra debilidad, tal vez sea necesario para nosotros echar nuestras ansiedades sobre Dios una y otra vez.

  La razón por la cual podemos echar toda nuestra ansiedad sobre Dios es “porque Él se preocupa” por nosotros. La expresión Él se preocupa por vosotros también podría traducirse como “Él se interesa por ustedes”. Dios siente una amorosa preocupación por los creyentes, especialmente por quienes padecen persecución. Debido a que Dios se interesa fielmente por ellos, los creyentes pueden echar sobre Él su ansiedad, especialmente en medio de sus persecuciones.

  En Filipenses 4:7 Pablo dice: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. La palabra griega aquí traducida “guardará” también podría traducirse “montará guardia”. El Dios de paz patrulla, o monta guardia, vigilando nuestros corazones y pensamientos en Cristo. El corazón es la fuente, y los pensamientos son el resultado. La paz de Dios guarda tanto nuestros corazones como nuestros pensamientos. Esto significa que en Cristo Jesús, la paz de Dios patrulla como un guardián que vigila una y otra vez nuestros corazones y pensamientos. La paz de Dios que patrulla de este modo dentro de nuestro ser nos mantiene serenos y tranquilos. Aun cuando tengamos muchos problemas y afanes, nada nos perturbará. La paz de Dios infundida en nosotros habrá de mantenernos serenos al mismo tiempo que nos resguarda.

  Judas 24 se refiere a Dios como Aquel “que es poderoso para guardaros de tropiezos, y presentaros sin mancha delante de Su gloria con gran alegría”. Aquí el escritor indica claramente que aunque exhorta a los creyentes a esforzarse en cuanto a las cosas mencionadas en los versículos 20-23, sólo Dios nuestro Salvador puede guardarlos de tropiezos y presentarlos sin mancha delante de Su gloria con gran alegría.

  En 1 Corintios 10:13 se nos dice que Dios provee a los creyentes una salida de la tentación: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. Dios, en Su fidelidad, no permitirá que nos sobrevenga ninguna tentación que no podamos soportar, sino que siempre nos dará la salida. Lo dicho aquí por Pablo representa tanto un consuelo como una corrección. Tal vez pensemos que las tentaciones que experimentamos son demasiado poderosas como para poder resistirlas; pero Pablo dice que ninguna tentación nos ha sobrevenido que no sea común a todos los hombres. Además, él nos asegura que Dios es fiel y no permitirá que seamos tentados más de lo que podamos resistir, sino que juntamente con la tentación dará la salida de modo que podamos soportar la tentación. Estas palabras constituyen una promesa y también son palabras de aliento.

29. Consuela a los creyentes

  En 2 Corintios 1:3-4 el apóstol Pablo bendijo a Dios como el Dios de toda consolación, quien consolaba al apóstol y a sus colaboradores en medio de todas sus tribulaciones a fin de que ellos pudieran consolar a los que estaban en cualquier tribulación por medio de la consolación con la que ellos mismos habían sido consolados por Dios. Además, en 2 Corintios 7:6, Pablo consideró a Dios como Aquel que consuela a los abatidos, y fue este Dios quien les había consolado a él y a sus colaboradores, incluso valiéndose de la venida de Tito. Esta clase de consuelo difiere ligeramente de lo que entendemos por reconfortar, pues incluye el sentido de alegrar. Esto indica que Dios no solamente nos reconforta, sino que también nos alienta alegrándonos con Su bondad. Ésta es otra de las obras bondadosas que Dios realiza en nosotros.

30. Perfecciona, confirma, fortalece y cimienta a los creyentes

  En 1 Pedro 5:10 se nos dice: “El Dios de toda gracia, que os llamó a Su gloria eterna en Cristo Jesús, después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo os perfeccione, confirme, fortalezca y cimiente”. De acuerdo con lo dicho por Pedro aquí, nuestros sufrimientos duran poco tiempo, pero la gloria de Dios es eterna. Después que hayamos padecido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, personalmente, habrá de perfeccionarnos, confirmarnos, fortalecernos y cimentarnos.

  La expresión Él mismo en este versículo indica la actividad personal de Dios en la obra de gracia. La palabra griega traducida “perfeccione” literalmente significa restaurar. Esta palabra implica reparar, corregir, poner de nuevo en orden, enmendar, unir perfectamente, equipar completamente, proveer de todo lo necesario; así que significa perfeccionar, completar, educar. En el griego, la palabra traducida “confirme” literalmente significa establecer, consolidar. La misma palabra fue usada por el Señor al exhortar a Pedro en Lucas 22:32. El significado de fortalecer es muy cercano al de confirmar. La palabra traducida “cimiente” literalmente significa poner las bases para algo y se deriva de la palabra que significa fundamento; por consiguiente, significa cimentar sólidamente, como en Mateo 7:25, Efesios 3:17 y Hebreos 1:10.

  En los cuatro actos divinos de gracia se puede ver una progresión. Ser perfeccionados nos lleva a ser confirmados, ser confirmados hace que seamos fortalecidos y ser fortalecidos hace que podamos ser cimentados en el Dios de toda gracia, quien es el Dios Triuno que se imparte como fundamento sólido. Primero Dios nos perfecciona. Mediante los sufrimientos que padecemos al ser perseguidos, somos perfeccionados. Después de perfeccionarnos, Dios nos confirma. Una vez que hemos sido confirmados, ya no deambulamos ni somos volubles. Después de confirmarnos, Dios nos fortalece, nos da poder, y finalmente, hace que estemos cimentados en Él mismo, el Dios Triuno.

  Romanos 16:25 dice que es conforme al evangelio y la proclamación del Señor Jesucristo, según la revelación del misterio que estuvo mantenido en silencio desde tiempos eternos, que el Dios de poder habrá de confirmarnos. Esto indica cuán importante es este asunto de ser confirmados por Dios. Es algo que responde a la proclamación de Cristo en conformidad con el misterio que estuvo escondido desde tiempos eternos.

  Efesios 3:16 es otro versículo que nos dice que Dios fortalece a los creyentes: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”.

  Aquí, “ser fortalecidos” es modificado por cuatro frases: “conforme a las riquezas de Su gloria”, “con poder”, “por Su Espíritu” y “en el hombre interior”. Primero somos fortalecidos conforme a las riquezas de la gloria del Padre y luego somos fortalecidos con poder, el cual es el poder de la resurrección al que se refiere Efesios 1:19-20. Además, el Padre nos fortalece mediante el Espíritu que mora en nosotros. Esto no significa que el Espíritu no esté con nosotros ni tampoco que el Espíritu descenderá de los cielos para fortalecernos. El Espíritu que fortalece ha estado con nosotros desde que fuimos regenerados por Dios. Él continúa estando dentro de nosotros ahora. Mediante Su Espíritu que mora en nosotros, el Padre nos fortalece desde nuestro interior. Según el versículo 16, somos fortalecidos en nuestro hombre interior. El hombre interior es nuestro espíritu regenerado, cuya vida es la vida de Dios. Es nuestro espíritu regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), habitado por el Espíritu de Dios (Ro. 8:11, 16) y mezclado con el Espíritu de Dios (1 Co. 6:17). Para experimentar a Cristo hasta la medida de toda la plenitud de Dios, necesitamos ser fortalecidos por Dios en nuestro hombre interior.

31. Disciplina a los creyentes

  En referencia a la persecución que sufrían los creyentes hebreos, Hebreos 12:5-11 considera la persecución como parte de la disciplina que el Padre aplica a los creyentes que son auténticos hijos Suyos (v. 7). Allí se nos dice que “el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo hijo que recibe” (v. 6), y que todos los creyentes, por ser hijos de Dios, han llegado a ser participantes de la disciplina del Padre (v. 8). Además, se nos exhorta a que, como hijos de Dios, no menospreciemos la disciplina de Dios (v. 5), sino más bien respetemos al Padre que nos disciplina y nos sometamos mucho mejor a Aquel que es el Padre de los espíritus, a fin de que vivamos (v. 9). El Padre nos disciplina para lo que es provechoso a fin de que participemos de Su santidad (v. 10), que es característica inherente a Su naturaleza santa. En esto consiste la obra más fina que Dios nuestro Padre realiza al tratar con nosotros Sus hijos. Su obra consistente en hacernos santos se relaciona con la obra transformadora del Espíritu (2 Co. 3:18), la cual es llevada a cabo internamente mediante la impartición divina y externamente mediante la presión ejercida por nuestro entorno.

  Hebreos 12 procede a decirnos que “es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por ella han sido ejercitados” (v. 11). La disciplina de Dios no solamente nos hace participantes de Su santidad, sino que también da fruto apacible de justicia. La paz es el fruto de la justicia (Is. 32:17). La santidad se refiere a la naturaleza interna, mientras que la justicia se refiere a nuestra conducta externa, esto es, a estar bien tanto con Dios como con los hombres para que, en tal situación de justicia, podamos disfrutar de la paz como un dulce fruto, un apacible fruto de justicia.

32. Hace que todas las cosas cooperen para el bien de aquellos que aman a Dios y que son llamados conforme a Su propósito

  Romanos 8:28 dice: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. En griego, la palabra aquí traducida “todas las cosas” se refiere a todos los asuntos, todas las personas y todas las cosas. Dios el Padre es soberano y Él dispone todas las cosas. Él sabe lo que necesitamos. En Su soberanía, Él hace que todas las cosas, todos los asuntos y todas las personas cooperen para el bien de aquellos que le aman y que han sido llamados por Él con la finalidad de que Él pueda llevar a cabo Su propósito.

  Dios ha determinado nuestro destino de antemano, y este destino no podría cumplirse sin los arreglos divinos que hacen que todas las cosas cooperen para bien en beneficio nuestro. Nuestro destino es el de ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29). Todavía no estamos plenamente conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios, pero Dios el Padre está haciendo que todas las cosas cooperen para bien a fin de que pueda cumplirse Su propósito de obtener muchos hijos conformados a la imagen del Hijo primogénito.

  La intención de Dios es introducirnos en la plena filiación, por lo cual debemos crecer. Sin duda alguna el crecimiento procede del nutrimento interno, pero este nutrimento debe estar en coordinación con nuestro entorno externo. En esta coyuntura, tenemos la necesidad de que Dios en Su soberanía disponga nuestro entorno a fin de que todo coopere para nuestro bien conforme a Su propósito.

33. Responde a las oraciones de los creyentes

  Juan 16:23b; Mateo 6:6; Lucas 18:7-8; Jacobo 5:14-16; Filipenses 4:6-7; Apocalipsis 6:10-11 y 8:3-5, indican de manera contundente que Dios responde a las oraciones de los creyentes. Responder a nuestras oraciones implica que Dios realice muchas cosas como parte de Su obra en beneficio nuestro. Por tanto, esto también forma parte de la obra que Dios realiza en Su economía neotestamentaria.

34. Aplasta a Satanás bajo los pies de los creyentes

  Romanos 16:20 dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. Esta promesa indica que Dios está trabajando para aplastar bajo nuestros pies a nuestro enemigo Satanás. Si bien esto tiene un sentido negativo, todavía forma parte de la obra que Dios realiza por nosotros en Su nueva dispensación para el cumplimiento de Su plan eterno a fin de que Él obtenga una manifestación completa con miras a Su expresión eterna.

35. Edifica la Nueva Jerusalén

  Hebreos 11:10 dice que Dios es el Arquitecto y Constructor de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén (12:22a; Ap. 21:2). Esto indica que Dios es el Constructor de la Nueva Jerusalén. Esta obra de edificación realizada por Dios fue iniciada al ser perfeccionados los santos del Antiguo Testamento, comenzando desde los patriarcas en la antigua dispensación. Esta obra continúa de manera más intensa al producir creyentes maduros en la nueva dispensación. En realidad, la Biblia entera constituye un relato completo de la obra de edificación realizada por Dios para construir la Nueva Jerusalén como Su manifestación completa a fin de obtener Su expresión plena en la eternidad, obra realizada a lo largo de todas las dispensaciones en la vieja creación, esto es: la dispensación de los patriarcas, la dispensación de la ley, la dispensación de la gracia y la dispensación del reino. La Nueva Jerusalén es una composición de todos los santos del Antiguo Testamento que fueron perfeccionados y de todos los creyentes del Nuevo Testamento que alcanzaron la madurez. Entre las obras realizadas por Dios para la realización de Su economía eterna, ésta es la obra más importante, la cual mayormente se realiza en la dispensación del Nuevo Testamento.

36. Da a Cristo la revelación de las cosas que deben suceder pronto con respecto a la iglesia, Israel y el mundo

  Apocalipsis 1:1 habla de “la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a Sus esclavos las cosas que deben suceder pronto”. A manera de conclusión a la revelación divina en las Santas Escrituras, Dios le dio a Cristo esta última revelación con respecto a tres categorías de personas en el universo: la iglesia, Israel y el mundo. La iglesia está bajo la disciplina y el perfeccionamiento del Cristo celestial a fin de poder introducir el reino de Dios y de Cristo y alcanzar su consumación en la Nueva Jerusalén con miras a la expresión de Dios por la eternidad. Israel está bajo el cuidado soberano de Dios a fin de que también pueda alcanzar su consumación en la Nueva Jerusalén con miras a la eterna manifestación de Dios. El mundo se encuentra por completo bajo el juicio de Dios a fin de ser conducido a su destino final: la perdición eterna en el lago de fuego.

37. Lleva muchos creyentes a la gloria

  Hebreos 2:10 dice que Dios ha de “llevar muchos hijos a la gloria”. Aquí los muchos hijos son los muchos hermanos mencionados en Romanos 8:29 y los muchos granos de trigo mencionados en Juan 12:24. El último paso de la gran salvación de Dios es introducir en la gloria, en la expresión de Dios, a Sus muchos hijos. Romanos 8:29-30 dice que la obra de gracia que Dios nos aplica comenzó con Su presciencia, continuó mediante Su predestinación, llamamiento y justificación, y concluirá con Su glorificación. Esto será logrado mediante el regreso del Señor (Fil. 3:21), tiempo en el cual seremos manifestados juntamente con Él en gloria (Col. 3:4). Esta glorificación de los hijos de Dios, que es la meta de la salvación de Dios, será manifestada en plenitud en la Nueva Jerusalén por la eternidad (Ap. 21:11, 23).

  En Su oración al Padre, el Señor Jesús le dijo: “La gloria que me diste, Yo les he dado” (Jn. 17:22). La gloria a la cual Dios nos lleva es la gloria que Él ya nos dio. Aunque la gloria ya nos ha sido dada, todavía es necesario que entremos en ella.

  Hemos sido llamados a la gloria, y esta gloria fue dispuesta según la sabiduría de Dios en la eternidad pasada (1 Ts. 2:12; 1 P. 5:10; 1 Co. 2:7). Cuando Cristo se manifieste, nosotros seremos manifestados con Él en Su gloria (Col. 3:4). La gloria en la cual seremos manifestados juntamente con Cristo no es meramente un brillo o resplandor objetivo; más bien, es el irradiar subjetivo de la vida divina desde nuestro interior, similar al florecimiento de ciertas flores.

  Mediante la regeneración, la vida de gloria entró en nuestro ser, y ahora tenemos una semilla de gloria dentro de nosotros. La vida que tenemos en nuestro interior como semilla es la vida de gloria. Esto es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (Col. 1:27). A la postre, esta semilla florecerá y, por tanto, seremos introducidos en la gloria. Esto será como la transfiguración del Señor Jesús (Mt. 17:1-2). Cuando el Señor fue transfigurado en el monte, lo que ocurrió no fue que la gloria shekiná de improviso descendió sobre Él procedente de los cielos; más bien, la gloria divina resplandeció al ser irradiada desde Su interior. Asimismo, la gloria a la cual hemos de ser introducidos es el resplandor irradiado por la misma gloria que está dentro de nosotros ahora mismo.

38. En los tiempos de la restauración, Dios envía a Su pueblo escogido el Cristo designado de antemano

  En los tiempos de la restauración, Dios enviará a Su pueblo escogido, Israel, el Cristo designado de antemano. Al respecto, Hechos 3:20-21 dice: “Para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y Él envíe a Cristo, que fue designado de antemano para vosotros, a Jesús; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de Sus santos profetas desde tiempo antiguo”. Los tiempos de la restauración de todas las cosas se refiere a los tiempos de la restauración en el milenio, como se profetizó en Isaías 11:1-10 y 65:18-25, y a lo que Cristo se refirió en Mateo 17:11 y 19:28. Los tiempos de la restauración de todas las cosas serán traídos por el regreso de Cristo, cuando Dios lo envíe a Israel para restaurar a Su pueblo escogido.

39. Vuelve para reedificar el tabernáculo caído de David: para restaurar a la nación de Israel

  Hechos 15:16 dice: “Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar”. El tabernáculo de David es el reino de Israel, y reedificar el tabernáculo de David es restaurar a la nación de Israel (1:6). En el Antiguo Testamento, el Señor prometió al pueblo judío que el Mesías, el Ungido, habría de venir a heredar el trono de David y a restaurar la nación judía, la nación de Israel (Gn. 49:10; 2 S. 7:13, 16; Sal. 2:8-9; 72:1-20; 89:4; 110:2-3; Is. 9:6-7; 11:1-5, 10; Jer. 23:5-6; 30:9; 33:14-17; Ez. 21:27; 34:23-24; 37:24, 28; Dn. 2:35, 44; 7:14; Os. 3:5; Am. 9:11-12; Zac. 3:8; 6:12-13; 9:9-10). Cuando el Señor Jesús vino la primera vez, el pueblo judío estaba esperando que el Mesías restaurase Su reino (Lc. 2:25; 3:15; 7:19; Jn. 1:41; 7:27, 41). Sin embargo, no será sino hasta la segunda venida del Señor que Él restaurará el reino mesiánico (Mt. 23:39). El reino que el Mesías restaurará —el reino del Mesías, o el reino de Israel que será restaurado en el futuro— será la parte terrenal del milenio, el tabernáculo de David que Dios reedificará, y constituirá el reino del Hijo del Hombre (13:41; Ap. 11:15). Entonces Cristo, como Hijo del Hombre, el descendiente real de David, se sentará en el trono de David y reinará como Rey sobre la casa de Jacob, el pueblo judío (Lc. 1:32-33), para reinar sobre las naciones en la tierra durante el milenio (Sal. 2:8; 72:8; Dn. 7:14; 2:35, 44).

40. Establece Su reino en el milenio

  Dios establecerá Su reino en el milenio. Mateo 13:43 se refiere a esto: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”. El reino del Padre es la parte celestial del milenio, la manifestación del reino de los cielos como recompensa para los vencedores. Los “justos” en este versículo son los vencedores, quienes serán la luz que resplandecerá en el reino de su Padre. En la parte celestial del milenio, la cual será la manifestación del reino de los cielos y el reino del Padre, los santos vencedores reinarán juntamente con Cristo como co-reyes.

  Apocalipsis 20:6 indica que los vencedores “serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años”. Este reinado de mil años se refiere al reino del Padre, el cual Dios establecerá en el milenio. En esta parte del milenio, Cristo y los vencedores reinarán con miras a la expresión y satisfacción del Padre.

41. Pone a todos los enemigos bajo los pies de Cristo al final del milenio

  Al final del milenio Dios pondrá a todos los enemigos bajo los pies de Cristo. En 1 Corintios 15:25 se nos dice: “Porque preciso es que Él reine hasta que Dios haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies”. Cuanto más tiempo Cristo reine, más enemigos serán puestos bajo Sus pies. A la postre, al final del milenio, la última era de la vieja creación, todos los enemigos habrán sido puestos bajo los pies de Cristo. La palabra hasta indica esto y apunta al final de los mil años. Ese será el tiempo cuando Dios habrá puesto a todos los enemigos bajo los pies de Cristo.

42. Abolirá al último enemigo: la muerte

  El último aspecto de la obra de Dios en la nueva dispensación será el de abolir al último enemigo: la muerte. En 1 Corintios 15:26 se nos dice: “La muerte, el último enemigo, es abolida.” Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios empezó Su obra de abolir el pecado y la muerte. Esta obra progresó a lo largo de las edades del Antiguo Testamento y del Nuevo, y sigue realizándose hoy. Cuando el pecado sea quitado al final de la vieja creación, y cuando su origen, Satanás, sea arrojado al lago de fuego (Ap. 20:7-10), entonces la muerte será abolida; ella será arrojada al lago de fuego junto con el Hades, su poder, después del juicio final ante el gran trono blanco (vs. 11-15). El lago de fuego es el “basurero” de todo el universo, y allí serán arrojadas todas las cosas negativas, incluyendo la muerte y el Hades (v. 14). La muerte será el último enemigo que Dios destruirá.

  Todo cuanto Dios ha hecho y todo cuanto Él hará es realizado con el propósito de impartirse Él mismo en Su pueblo escogido. Dios está trabajando para quitar todos los obstáculos y preparar el camino a fin de impartirse en todos Sus escogidos con miras a la realización de Su economía eterna. No basta con que nosotros apenas sepamos de esto, sino que debemos verlo. Si vemos lo que Dios está haciendo y con qué propósito, entonces sabremos dónde tenemos que estar, esto es: debemos estar continuamente bajo Su impartición. Por tanto, permanezcamos en la presencia de Dios permitiéndole infundirnos todo lo que Él es y tiene. Ésta es nuestra carga en estos mensajes.

D. EN LA ETERNIDAD FUTURA

1. Como Dios redentor, Él administra desde la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva

  En la eternidad futura, después del milenio, Dios, como Dios redentor, administrará desde la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Apocalipsis 22:1 habla del trono de Dios y del Cordero. Que haya un solo trono para Dios y el Cordero significa que Dios y el Cordero son uno solo, el Dios-Cordero, el Dios redentor, Dios el Redentor. En la eternidad, el mismo Dios que se sienta en el trono será nuestro Dios redentor, de cuyo trono sale el río de agua de vida para darnos el suministro y satisfacernos. Esto describe cómo el Dios Triuno —Dios, el Cordero y el Espíritu, quien está simbolizado por el agua de vida— se imparte a Sus redimidos que están bajo Su autoridad como Cabeza (implícita en la autoridad del trono) por la eternidad. Por tanto, en Apocalipsis 22:1 vemos al Dios redentor que administra desde la Nueva Jerusalén. Esta administración tendrá lugar a fin de llevar a cabo en plenitud la impartición de Dios.

  Tanto Dios como el Cordero están sentados en el trono. No están sentados lado a lado; más bien, Dios está en el Cordero. Dios es la luz, y el Cordero es la lámpara (Ap. 21:23). La gloria de la luz y la lámpara no están una al lado de la otra. La luz está en la lámpara. El Cordero como lámpara resplandece con Dios como luz. Esto indica que Dios está en el Cordero sentado en el trono. Los dos son, en realidad, uno solo, tal como la luz y la lámpara forman una unidad, una sola entidad. Dios en el Cordero es el Dios redentor. Por la eternidad en la Nueva Jerusalén hemos de ver al Dios redentor, Dios en el Cordero.

  El río de agua de vida procede del trono de Dios y del Cordero. Que el agua de vida fluya del trono de Dios y del Cordero significa que fluye de Dios mismo. En la Nueva Jerusalén tenemos a Dios en el Cordero, y de este Dios redentor fluye el río de vida, el Espíritu vivificante. Ésta es la impartición del Dios Triuno. Antes que Dios pudiera impartirse en nosotros, Él tenía que redimirnos. Por tanto, el cuadro en Apocalipsis 22 revela que el Dios redentor es el Dios que imparte vida. El Cordero representa la redención, y el río de vida representa la impartición de vida. Por la eternidad, nuestro Dios será el Dios que redime y que imparte vida. En la Nueva Jerusalén, en el cielo nuevo y la tierra nueva, nuestro Dios estará en el Cordero redentor, fluyendo como el río de vida (el Espíritu vivificante) para impartir Su vida a cada una de las partes de la ciudad.

  El árbol de la vida crece en el río de agua de vida, y el río de agua de vida que fluye procedente del trono llega a todas las partes de la ciudad. Esto indica que el fluir del Dios Triuno riega toda la ciudad. Todas las partes de la ciudad reciben el suministro de vida debido a que el árbol de la vida crece en el río y el río llega a todas las partes de la ciudad. El árbol de la vida, como una vid, crece a ambos lados del río. Dondequiera corre el río, crece el árbol de la vida. El suministro de vida está en el fluir de vida. Éste es un cuadro de la impartición de Dios. Cristo como árbol de la vida es el suministro de vida disponible a lo largo del fluir del Espíritu como agua de vida. Allí donde el Espíritu fluye, allí se encuentra el suministro de vida de Cristo. Toda la ciudad de la Nueva Jerusalén, cuyos constituyentes serán todos los redimidos por Dios, será regada por el río de agua de vida y nutrida por el árbol de la vida. Ésta es la impartición del Dios Triuno en plenitud por la eternidad.

  En estos mensajes hemos considerado los muchos aspectos de la obra de Dios en la eternidad pasada, en la vieja dispensación y en la nueva dispensación. Finalmente, Dios pondrá a todos los enemigos bajo los pies de Cristo y abolirá la muerte, el último enemigo. Entonces todo será nuevo. Tendremos el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén como centro. Por la eternidad el Dios redentor se sentará en el trono al centro de la Nueva Jerusalén, y procedente de este trono, es decir, de Dios mismo, fluirá el agua de vida para saturar la ciudad. Además, el árbol de la vida crecerá en el agua de vida para nutrir a la ciudad. Este saturar y nutrir es la impartición divina en plenitud. Hemos de estar allí comiendo del árbol de la vida y bebiendo del agua de vida. Por la eternidad hemos de comer, beber y adorar a Dios. Éste es el eterno disfrute que tendremos de la impartición de Dios. Mientras disfrutamos la impartición del Dios Triuno al comerle y beberle, le adoraremos.

2. El Dios Triuno se expresa a Sí mismo mediante la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva

  La obra de Dios en la eternidad futura también consistirá en expresarse a Sí mismo mediante la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Apocalipsis 21:11 dice que la Nueva Jerusalén tiene la gloria de Dios. Esto indica que la Nueva Jerusalén es portadora de la expresión de Dios. El Dios Triuno se expresa a Sí mismo mediante la Nueva Jerusalén de manera triuna: en el árbol de la vida, en el río de la vida y en la luz de la vida. Esta expresión triuna del Dios procesado constituye Su expresión plena en Su manifestación eterna conforme a Su economía eterna con miras a Su impartición divina.

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