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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE SEIS

DIOS: SU PERSONA

(4)

  En este mensaje concluiremos nuestro estudio referente a los aspectos de la persona de Dios revelados en el Nuevo Testamento.

25. Aquel que es, que era y que ha de venir

  Dos veces en el libro de Apocalipsis se nos dice que Dios es Aquel que es, que era y que ha de venir. Éste es el significado del nombre Jehová. En hebreo Jehová significa “Yo soy el que soy”. El hecho de que Él sea el Yo soy significa que Él es Aquel que existe desde la eternidad y hasta la eternidad. Este título está compuesto básicamente del verbo ser. Aparte de Dios, Jehová, todo lo demás es nada. Él es el único que es, el único que posee la realidad de ser. El verbo ser no debiera aplicarse absolutamente a ninguna otra persona o cosa, sino únicamente a Dios mismo. Él es el único Ser que existe por Sí mismo y para siempre. En el universo todas las cosas son nada. Únicamente Dios es Aquel que es, que era y que ha de venir. En el pasado, Él era; en el presente, Él es; y en el futuro, Él será.

  Hebreos 11:6 dice que “es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él es”. Según este versículo, Dios es; y tenemos que creer que Él es. Dios es, pero nosotros no somos, y todas las cosas tampoco son. Como Aquel que es, que era y que ha de venir, Dios es Aquel que existe por Sí mismo y para siempre, Aquel que no depende de nada que no sea Él mismo y Aquel que existe eternamente, quien no tiene principio ni fin. Antes que algo existiera, Dios era. Después que muchas cosas hayan dejado de ser, Dios todavía será. Dios era, Dios es y Dios será.

  Por ser Aquel que existe por Sí mismo y para siempre, Dios es la realidad de todas las cosas positivas. El Evangelio de Juan revela que Él es todo cuanto necesitamos: vida, luz, alimento, bebida, los pastos, el camino y todas las cosas. Por tanto, este título de Dios indica no solamente que Él existe eternamente, sino que también, en un sentido positivo, Él lo es todo. ¿Necesitan vida? Dios es vida. ¿Quieren luz? Dios es luz. ¿Desean santidad? Dios es santidad. Dios existe desde la eternidad y hasta la eternidad, y Él lo es todo. Éste es nuestro Dios.

  Debemos conocer a Dios como Aquel que es, que era y que ha de venir. El cielo y la tierra pasarán, pero Dios es. ¿Se siente desalentado por su debilidad? Un día su debilidad dejará de existir, pero Dios todavía será. No crea en ninguna otra cosa que no sea Dios mismo. No crea en su debilidad ni en su fortaleza, pues tanto su debilidad como su fortaleza dejarán de ser. Sin embargo, cuando ellas hayan dejado de ser, Dios seguirá siendo Aquel que es. ¡Oh, tenemos que creer en Él como Aquel que existe para siempre! Si conocemos a Dios como Aquel que es, que era y que ha de venir, seremos grandemente alentados, especialmente durante tiempos difíciles.

26. El Alfa y la Omega

  Dios es también el Alfa y la Omega (Ap. 1:8; 21:6). El Dios eterno y todopoderoso es el Alfa, Aquel que es el principio para dar origen, y la Omega, Aquel que es el final para dar consumación a Su propósito eterno. Él era el Alfa en el libro de Génesis, y Él es la Omega en el libro de Apocalipsis. Él completará todo lo que originó. En Su gobierno, Él continúa Su operación universal, la cual Él inició desde la eternidad y a la cual dará consumación.

  El Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. El hecho de que Dios es el Alfa y la Omega indica que Él es el “alfabeto” entero, el cual se requiere para componer la historia del universo. Él también es todas las “letras” requeridas para escribir la historia de nuestras vidas personales. ¡Cuán significativo es que nuestro Dios sea el Alfa y la Omega!

27. El Juez de todos

  Según Hebreos 12:23, Dios es el Juez de todos. En Hebreos 12:22-24 encontramos una lista de ocho cosas positivas a las cuales los creyentes neotestamentarios han venido. La quinta cosa que se menciona en esta lista de ocho cosas es Dios mismo como Juez de todos. Dios es el Creador y el Señor, el Dueño, de todas las cosas, y Él es justo en todas las cosas y con todas las cosas. Por ser tal Dios, Él tiene que mantener todas las cosas justas ante Sus ojos. Él tiene que justificar lo justo y condenar lo injusto. Por tanto, Él es el Juez de todos. En la lista de las ocho cosas positivas, junto a Dios el Juez de todos se considera a los espíritus de los hombres justos hechos perfectos. Estos hombres justos eran los santos del Antiguo Testamento que fueron hechos perfectos, esto es, hechos rectos, por Dios el Juez de todos, quien rectifica todas las injusticias de Su pueblo escogido para hacerlos perfectos. Hebreos es un libro que confronta a los creyentes hebreos que estaban errados en su concepto acerca de la economía neotestamentaria de Dios y que estaban equivocados en sus acciones al retroceder al judaísmo viejo. A causa de esto, Dios los juzgará (He. 10:26-31) a fin de rectificar su error de modo que, eventualmente, puedan ser hechos perfectos por Dios como Juez de todos. Por tanto, en el capítulo 12, se les dijo que el Dios al que se habían acercado es el Juez de todos. Esto debería haberles servido de advertencia para que rectificaran su error y no tuvieran que ser juzgados por Dios como Juez de todos a fin de estar en conformidad con Su justicia.

28. El Señor

  Un número de versículos en el Nuevo Testamento indican que Dios es el Señor (Mt. 1:20, 22; Hch. 3:19-20; Ap. 1:8). Dios, el Todopoderoso, es el Señor. El hecho de que Él sea el Señor significa que Él es el Dueño del universo. Podríamos decir que Él es el “Propietario” del universo entero. Él es el Gobernante, la Autoridad. Lo que nosotros u otros podamos decir no significa nada, pero lo que Dios dice lo es todo debido a que Él es el Señor. Cuando Él dice “sí”, es sí, y cuando Él dice “no”, es no. Dios es el Señor, el Dueño, la Autoridad.

29. El Arquitecto y Constructor de la Nueva Jerusalén

  Hebreos 11:10 indica que Dios es el Arquitecto y Constructor de la Nueva Jerusalén. En referencia a Abraham, este versículo nos dice que él “esperaba con anhelo la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios”. Ésta es “la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (12:22), “la Jerusalén de arriba” (Gá. 4:26), “la santa ciudad, la Nueva Jerusalén” (Ap. 21:2; 3:12), la cual Dios ha preparado para Su pueblo (He. 11:16), y el tabernáculo de Dios en donde Dios morará con los hombres por la eternidad (Ap. 21:3). Tal como los patriarcas esperaron por esta ciudad, nosotros también la buscamos (He. 13:14).

  La palabra griega traducida “Arquitecto” en Hebreos 11:10 es tecnites, que denota un artífice, alguien que produce una obra siguiendo las reglas del arte; por tanto, un arquitecto. La palabra griega traducida “Constructor” es demiourgós, que literalmente significa uno que trabaja para el pueblo. En el uso general, estas palabras pasaron a referirse a un edificador o constructor. En Hebreos 11:10 tanto tecnites como demiourgós son usados para referirse a Dios. Tecnites hace referencia a Dios como Arquitecto, Aquel que diseñó la Nueva Jerusalén; demiourgós se refiere, concretamente, al Hacedor o Artífice de la ciudad.

  Algunas traducciones de Hebreos 11:10 oscurecen el hecho de que Dios es un Arquitecto, el Arquitecto de la Nueva Jerusalén. Consideremos la Nueva Jerusalén tal como está revelada en el Nuevo Testamento. ¿Quién sino Dios mismo podría haber diseñado semejante ciudad? Únicamente Dios como supremo Arquitecto podría haberla diseñado. La Nueva Jerusalén fue diseñada por el Arquitecto divino y eterno.

B. EN PARÁBOLAS Y SEÑALES

1. El Dueño de casa en la parábola de los viñadores malvados

  La persona de Dios también es revelada en las parábolas del Nuevo Testamento. En la parábola de los viñadores malvados (Mt. 21:33-46), Dios es el Dueño de casa. Al respecto, Mateo 21:33 dice: “Oíd otra parábola: Había un hombre, dueño de casa, el cual plantó una viña, la cercó con un seto, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos viñadores, y se fue al extranjero”. El dueño de casa es Dios, la viña es la ciudad de Jerusalén (Is. 5:1) y los viñadores son los líderes de los israelitas (Mt. 21:34). En esta parábola vemos que Dios, el Dueño de casa, envió a Sus esclavos, los profetas. Después, el Dueño de casa envió a Su Hijo, el Señor Jesús. Finalmente, el Dueño de casa destruyó a los viñadores malvados y arrendó la viña a otros viñadores. Esto se cumplió cuando Tito y su ejército destruyeron Jerusalén en el año 70 d. C. Los “otros viñadores” en esta parábola eran los apóstoles, quienes cuidaron de la iglesia, el reino de Dios (v. 41) en el Nuevo Testamento.

2. El Rey en la parábola de la fiesta de bodas

  Dios es el Rey en la parábola de la fiesta de bodas (Mt. 22:1-14). Al respecto, Mateo 22:2 dice: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un rey que hizo fiesta de bodas para su hijo”. El “rey” aquí es Dios, y el “hijo” es Cristo. Primero, según esta parábola, Dios envió a “sus esclavos”, el primer grupo de apóstoles del Nuevo Testamento, a fin de que éstos llamen a quienes fueron invitados a la fiesta de bodas (v. 3). Después, Él envió “otros esclavos”, es decir, los apóstoles que el Señor envió después (v. 4). En los versículos 6 y 7 vemos que el Rey se enojó con quienes maltrataron a Sus esclavos y los mataron, por lo cual Él, “enviando sus tropas, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad”. Éstas fueron las tropas romanas lideradas por Tito, que destruyeron Jerusalén en el año 70 d. C.

3. El amigo en la parábola de la oración persistente

  Lucas 11:5-8 presenta la parábola de la oración persistente. En esta parábola Dios, a quien oramos, es comparado a nuestro amigo, y nosotros somos comparados a Su amigo, lo cual indica que en oración Dios es un amigo íntimo para nosotros y nosotros somos amigos íntimos para Él en mutuo amor. Este cuadro de intimidad entre amigos anula el concepto religioso de supuesta “reverencia” en nuestra oración a Dios.

4. El Señor en la parábola de la higuera estéril

  En Lucas 13:6-9 tenemos la parábola de la higuera estéril. En esta parábola Dios es el Señor (v. 8). Esta parábola indica que Dios es el dueño de la higuera plantada en Su viña, y como tal, en el Hijo, Él vino al pueblo judío —representado por una higuera plantada en la tierra prometida por Dios, la viña— a fin de buscar el fruto que debía ser producido por ellos. Él había estado buscando fruto de ellos por tres años (v. 7) y no había hallado ninguno. Él había querido cortarlos, pero el Hijo, quien es el viñador, oró por ellos pidiéndole a Dios el Padre que los tolerase hasta que Él muriera por ellos (cavase alrededor de la higuera, v. 8) y les diese fertilizante (echara abono), con la esperanza de que ellos se arrepentirían y habrían de producir fruto. De no ser así, ellos habrían de ser cortados. Los pasajes en Lucas 11:29-32 y 42-52, que revelan al pueblo judío como una generación malvada, confirman esta interpretación.

  En esta parábola el pueblo judío es considerado por Dios como una higuera. Cuando Dios no halló fruto en este árbol, Él pensó en cortarlo. Pero el viñador, el Señor Jesús, le rogó al Padre que no lo hiciera hasta que, por medio de Su muerte y resurrección, Él cavase alrededor de la higuera y le echara abono. Después, si el árbol no producía fruto, podía ser cortado. Esto es lo que realmente ocurrió. Debido a que los judíos no se arrepintieron, incluso después que el Señor Jesús murió y resucitó y el Espíritu vino, la “higuera” fue “cortada”. Esto ocurrió en el año 70 d. C. cuando Tito trajo su ejército romano a Jerusalén y la destruyó. Aquella destrucción de Jerusalén fue el equivalente de talar la higuera.

5. El amo de casa en la parábola de la gran cena

  En Lucas 14:15-24 Dios es “el amo de casa” (v. 21) en la parábola de la gran cena. Esta gran cena difiere de la fiesta de bodas en Mateo 22:2-14. Esa fiesta de bodas era para la recompensa del reino; esta gran cena es para la salvación completa de Dios. Dios, aquel “cierto hombre” (Lc. 14:16), ha preparado Su salvación completa a manera de una gran cena, y Él envió a los primeros apóstoles como Sus esclavos a fin de invitar a los judíos (vs. 16-17). Pero debido a que ellos estaban ocupados con sus riquezas, tales como la tierra, el ganado o una esposa, estas personas rechazaron Su invitación (vs. 18-20). Después, Dios envió los apóstoles a la gente que estaba en la calle: los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos. Debido a su propia pobreza y miseria, ellos aceptaron la invitación de Dios (vs. 21-22a). No obstante, la salvación de Dios todavía daba cabida a más personas; por tanto, Dios envió Sus esclavos a ir más lejos aún, al mundo gentil, representado por los caminos y los vallados, para forzar a los gentiles a entrar a la habitación de Su salvación y llenarla (vs. 22b-23; Hch. 13:46-48; Ro. 11:25).

6. El padre amoroso y que recibe en la parábola del hijo pródigo

  En la parábola del hijo pródigo (Lc. 15:11-32), Dios es revelado como el padre amoroso y que recibe (vs. 20-24). El hijo pródigo juntó todo lo que había recibido de su padre y viajó a una provincia apartada, donde desperdició su hacienda viviendo disolutamente (v. 13). Después que hubo gastado todo lo que había tomado de su padre y se encontró en una situación de hambruna (v. 14), él se percató de su condición y resolvió regresar a su padre (vs. 17-18). “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a compasión, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó afectuosamente” (v. 20). No fue por casualidad que el padre vio venir a su hijo; más bien, el padre salió de la casa para esperar el regreso de su hijo. Cuando el padre vio a su hijo, corrió hacia él, se echó sobre su cuello y le besó afectuosamente. Esto indica que Dios el Padre corre para recibir al pecador que regresa. ¡Cuánta efusividad es manifestada aquí! Que el padre se echase sobre el cuello de su hijo y le besase afectuosamente manifiesta una recepción cálida y amorosa. Después, el padre le dijo a sus esclavos: “Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y sandalias en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos; porque este mi hijo estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado” (vs. 22-24a).

7. El juez injusto en la parábola de la oración persistente

  En la parábola sobre la oración persistente en Lucas 18:1-8, el juez injusto hace referencia al Dios justo (vs. 6-7). La “viuda” en el versículo 3 representa a los creyentes. En cierto sentido, los que creen en Cristo son una viuda en esta era debido a que Cristo, el Esposo de ellos (2 Co. 11:2), está ausente. Los que creemos en Cristo también tenemos un opositor, que es Satanás el diablo, acerca del cual necesitamos la venganza de Dios. Debemos orar con persistencia por esta venganza y no desanimarnos. Lucas 18:8 indica que Dios nos vengará de nuestro enemigo cuando el Salvador regrese (2 Ts. 2:6-9).

  Esta parábola indica el sufrimiento que padecemos a causa de nuestro opositor durante el tiempo en que el Señor aparentemente está ausente. Durante la aparente ausencia del Señor, somos una viuda y nuestro opositor nos perturba todo el tiempo. Cuando somos perseguidos por nuestro opositor, podría parecer que nuestro Dios no es justo, pues Él permite que Sus hijos sean injustamente perseguidos. Por ejemplo, Juan el Bautista fue decapitado, Pedro murió como mártir, Pablo fue encarcelado y Juan fue exiliado. A lo largo de los siglos, miles y miles de fieles seguidores del Señor Jesús han padecido persecuciones injustas. Incluso actualmente continuamos padeciendo maltratos injustos. Nuestro Dios parece injusto, pues Él no interviene para juzgar y vindicar. Cuando nuestro Esposo está aparentemente ausente y somos dejados en esta tierra como una viuda, es posible que temporalmente nuestro Dios parezca un juez injusto. Aunque Él parezca ser injusto, nosotros todavía debemos apelar a Él, orar persistentemente y molestarlo una y otra vez.

  Por un lado, esta parábola indica que el Juez es soberano; esto significa que depende íntegramente de Él juzgar o no juzgar. Aparentemente sin mediar razón alguna, Él puede escuchar a la viuda o no escucharla. Esta parábola revela que Dios es el Soberano Señor y que Él juzga cuando elige hacerlo. Por otro lado, esta parábola indica que nosotros debemos molestar al Señor al orar persistentemente. El significado de esta parábola es profundo. Todos debemos conocer a Dios según es revelado aquí.

8. Piedra de jaspe y cornalina

  Este ítem y los dos siguientes son figuras en el libro de Apocalipsis que muestran lo que Dios es. En el libro de Apocalipsis, Dios nos da a conocer Su revelación por medio de “señales” (1:1), esto es, mediante símbolos con significado espiritual. Juan recibió una revelación tan divina, misteriosa y profunda en muchos aspectos, que las palabras humanas no podían explicar dichos asuntos adecuadamente; por tanto, tales cosas nos fueron dadas a conocer por medio de señales. Apocalipsis 4:2-3 dice: “He aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina”. Según Apocalipsis 21:11, esta piedra de jaspe era “una piedra preciosísima [...] diáfana como el cristal”. Su color debía haber sido el verde oscuro, el cual representa la vida en su riqueza. Aquí el jaspe, como lo indica Apocalipsis 21:11, representa la gloria comunicable de Dios en Su vida rica (2, Jn. 17:22). Éste es el aspecto de Dios, el cual también es el aspecto de la santa ciudad, la Nueva Jerusalén. El muro de la ciudad y su primer cimiento están edificados con este jaspe (Ap. 21:18-19).

  La cornalina es una piedra preciosísima de color rojo, el cual representa la redención. Mientras que el jaspe indica que Dios es el Dios de gloria en Su vida rica, la cornalina representa a Dios como el Dios de la redención. En el pectoral del sumo sacerdote en el Antiguo Testamento, la primera piedra era cornalina, y la última, jaspe (Éx. 28:17, 20). Esto significa que el pueblo redimido por Dios tiene su inicio en la redención de Dios y alcanza su consumación en la manifestación gloriosa de Dios en vida.

9. El templo en la Nueva Jerusalén

  Apocalipsis 21:22 indica que en la Nueva Jerusalén, Dios es el templo: “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella”. La palabra griega para “templo” en este versículo, naós, no denota todo el templo de una manera común abarcando tanto el Lugar Santísimo como el Lugar Santo; más bien esta palabra denota el templo interior, el Lugar Santísimo. Este templo interior es el Señor Dios, lo cual significa que Dios será el lugar en el que nosotros, Sus redimidos, moraremos y donde le serviremos a Él. En la Nueva Jerusalén moraremos en Dios. Dios mismo será la morada de todos Sus servidores.

10. La luz en la Nueva Jerusalén

  En Apocalipsis 21:23 vemos que Dios es la luz en la Nueva Jerusalén: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara”. El templo de la ciudad es Dios mismo, y la luz también es Dios mismo. El Cordero como lámpara resplandece con Dios como luz para iluminar a la ciudad con la gloria de Dios, la expresión de la luz divina. Debido a que esta luz divina iluminará la ciudad santa, no habrá necesidad de luz natural ni de la luz hecha por el hombre. Dios mismo será la luz en la ciudad santa.

  En estos mensajes hemos considerado muchos aspectos de la persona de Dios. Me parece que hemos abarcado exhaustivamente todo el Nuevo Testamento en cuanto a este asunto. Al considerar todos los aspectos de la persona de Dios, podemos ver qué clase de Dios se imparte en nosotros.

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