
Hemos visto que los creyentes experimentan corporativamente la impartición de la Trinidad Divina al entrar en el reino de Dios, al vivir en la iglesia y al vivir en el Cuerpo de Cristo. En este mensaje veremos que, en la etapa progresiva de la salvación completa de Dios, los creyentes también experimentan esta impartición al vestirse del nuevo hombre.
Los creyentes experimentan corporativamente la impartición del Dios Triuno procesado al vestirse del nuevo hombre (Ef. 4:22-24). El nuevo hombre es de Cristo. Es Su Cuerpo, creado en Él en la cruz (2:15-16). No es individual, sino corporativo (Col. 3:10-11).
El libro de Efesios revela, primero, que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (1:22-23), el reino de Dios, la familia de Dios (2:19), y el templo, la morada de Dios (2:21-22). Después, en 4:24, este libro revela además que la iglesia es el nuevo hombre. La palabra griega que se tradujo “iglesia” es ekklesía, que significa “llamados a salir a fin de congregarse”; por tanto, una asamblea. Éste es el aspecto inicial de la iglesia. A partir de esto, Pablo aborda otros aspectos de la iglesia al referirse a los conciudadanos del reino de Dios y a los miembros de la familia de Dios. Estos aspectos son más elevados que el inicial, pero no tan elevados como el aspecto de la iglesia como Cuerpo de Cristo. No obstante, el nuevo hombre es algo incluso más elevado que el Cuerpo de Cristo. Por tanto, la iglesia no es sólo una asamblea de creyentes, un reino de ciudadanos celestiales, una familia de hijos de Dios, o incluso, un Cuerpo para Cristo. En un aspecto incluso más elevado, la iglesia es un nuevo hombre, cuyo objetivo es lograr el propósito eterno de Dios. Como Cuerpo de Cristo, la iglesia necesita a Cristo como su vida, mientras que como el nuevo hombre, la iglesia necesita a Cristo como su persona. Esta nueva persona corporativa debe llevar una vida como la que llevó Jesús sobre la tierra, esto es, una vida de realidad, una vida que exprese a Dios y en la cual el hombre experimente a Dios como realidad.
Debemos vestirnos del nuevo hombre, el cual ya ha sido creado en Cristo (2:15). Cristo creó un solo y nuevo hombre, la iglesia, forjando la naturaleza de Dios en la humanidad; al hacer esto, Él hizo algo completamente nuevo. En la vieja creación, Dios no forjó Su naturaleza en ninguna de Sus criaturas, ni siquiera en el hombre; sin embargo, en la creación del nuevo hombre, la naturaleza de Dios fue forjada en el hombre para hacer que Su naturaleza forme una sola entidad con la humanidad.
La frase en Sí mismo en Efesios 2:15 es muy significativa. Ella indica que Cristo no solamente es el Creador de un solo y nuevo hombre, la iglesia, sino que también es la esfera en la cual el nuevo hombre fue creado así como la esencia con la cual fue creado. Cristo es el elemento mismo del nuevo hombre. Nada de nuestro viejo hombre era bueno para la creación del nuevo hombre, pues nuestra esencia antigua era pecaminosa. Pero en Cristo hay una esencia maravillosa, en la cual fue creado un solo y nuevo hombre. Este nuevo hombre, que es la iglesia, es una entidad corporativa y universal. Hay muchos creyentes, pero hay únicamente un solo y nuevo hombre en el universo. Todos los creyentes conforman este único nuevo hombre corporativo y universal.
Puesto que somos personas que han sido salvas y regeneradas, ahora tenemos que despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo. Aunque el nuevo hombre ya ha sido creado, todavía es necesario que nos vistamos de él. Sin embargo, son pocos los creyentes que saben cómo despojarse del viejo hombre, mucho menos cómo vestirse del nuevo hombre. Podríamos pensar que despojarse del viejo hombre es despojarse de la vieja naturaleza o del viejo yo, y que vestirse del nuevo hombre es vestirse de la nueva naturaleza. Pero este concepto es completamente erróneo. Puesto que el nuevo hombre descrito en 2:15 es un hombre corporativo, el nuevo hombre mencionado en 4:24 también debe ser corporativo. Según 4:24, debemos vestirnos del mismo nuevo hombre que ya ha sido creado en Cristo.
Los creyentes se visten del nuevo hombre al despojarse del viejo hombre con su vivir corrupto en las pasiones del engaño. Efesios 4:22 dice: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño”. El viejo hombre pertenece a Adán, quien fue creado por Dios pero cayó por medio del pecado. Nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo (Ro. 6:6) y fue sepultado en el bautismo (v. 4a).
En Efesios 4:22 el artículo de la palabra engaño es enfático, lo cual indica que “el engaño” está personificado. Por tanto, “el engaño” se refiere al engañador, el diablo, de quien provienen las lujurias del viejo hombre corrupto. El viejo hombre está corrompido conforme a las lujurias del diablo, el engañador. Externamente, la manera de vivir del viejo hombre consiste en andar en la vanidad de la mente (v. 17). Internamente, el viejo hombre está corrupto conforme a las lujurias del diablo, las pasiones del engaño.
Despojarse del viejo hombre no es meramente despojarse de la vieja naturaleza, sino que también conlleva despojarse de la vieja manera de vivir, de la antigua manera de vivir. Nuestra vieja manera de vivir no era por completo una manera de vivir individualista, pues involucraba nuestra vida social, nuestra vida en comunidad. Ningún ser humano puede ser por completo individualista. La naturaleza humana es inherentemente social. Que seamos un ser humano implica vivir en sociedad y tener alguna clase de vida comunitaria. Por tanto, en particular, despojarnos del viejo hombre consiste en despojarnos de nuestras relaciones sociales mundanas. Un creyente que continúa viviendo inmerso en sus antiguas relaciones sociales todavía vive la vida del viejo hombre. El vivir del viejo hombre se desarrolla principalmente en sus relaciones sociales. Por tanto, despojarse del viejo hombre significa no solamente despojarse del yo del viejo hombre, sino también de sus relaciones sociales mundanas.
El propósito del Señor hoy no solamente consiste en congregarnos, sino en hacer que nos despojemos de la vida del viejo hombre. Tenemos que despojarnos no solamente de nuestra vieja naturaleza, sino también de nuestra pasada manera de vivir. Nuestra manera de vivir tiene que llegar a ser absolutamente nueva en naturaleza, manera y práctica. La vida de iglesia es el vivir diario del nuevo hombre conforme a la nueva naturaleza y manera.
Los creyentes se visten del nuevo hombre por la renovación en el espíritu de su mente. En Efesios 4:23 Pablo dice que estamos siendo renovados en el espíritu de nuestra mente. Somos renovados para ser transformados a la imagen de Cristo (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18). El espíritu mencionado en Efesios 4:23 se refiere al espíritu regenerado de los creyentes, el cual está mezclado con el Espíritu de Dios que mora en nosotros. Tal espíritu mezclado se extiende a nuestra mente, llegando a ser así el espíritu de nuestra mente. En tal espíritu somos renovados para nuestra transformación. De esta manera nuestra mente natural es conquistada, subyugada y puesta bajo la dirección del espíritu. Esto, por supuesto, implica un proceso de transformación metabólica. En la medida que este proceso se desarrolla, el espíritu mezclado entra en nuestra mente, la conquista y llega a ser el espíritu de nuestra mente.
Es en virtud del espíritu de nuestra mente que somos renovados a fin de que se cumpla en nuestra experiencia lo que fue logrado mediante el bautismo, esto es, el hecho de habernos despojado del viejo hombre y vestido del nuevo. En realidad, despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo son hechos ya logrados. Ahora debemos experimentar y hacer realidad tales hechos al ser renovados en el espíritu de nuestra mente.
La manera de vestirse del nuevo hombre consiste en que nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu, llegue a ser el espíritu de nuestra mente. Nuestra mente domina y dirige todo nuestro ser. Que el espíritu llegue a ser el espíritu de nuestra mente significa que el espíritu dirige, controla, domina y posee nuestra mente. En lugar de que nuestra mente sea la mente de nuestro espíritu, nuestro espíritu debe ser el espíritu de nuestra mente. Si la mente es la mente del espíritu, esto significa que nuestra mente domina, controla y dirige nuestro espíritu. Pero si nuestro espíritu es el espíritu de nuestra mente, esto significa que nuestro espíritu domina, controla y dirige nuestra mente. Cuando el espíritu dirige nuestra mente, entonces gobierna todo nuestro ser. Cuando éste es el caso, nuestro ser está bajo el control del espíritu. Es en este espíritu de nuestra mente que somos renovados y, por medio de este espíritu, nos vestimos del nuevo hombre en términos de nuestra experiencia.
Debemos ver que el nuevo hombre ya ha sido creado y que, mediante la regeneración, éste ha sido puesto en nuestro espíritu. Ahora es necesario que nuestro espíritu llegue a ser la parte dominante de nuestro ser. Esto significa que nuestro espíritu mezclado con el Espíritu de Dios tiene que llegar a ser el espíritu de nuestra mente. Si nuestro espíritu es el espíritu de nuestra mente, entonces todo nuestro vivir será por el espíritu. Todo cuanto hagamos será conforme al espíritu. Este espíritu de nuestra mente entonces llegará a ser el espíritu renovador. En la medida que somos renovados por este espíritu, nos vestimos del nuevo hombre.
Cuánto experimentemos el vestirnos del nuevo hombre dependerá de cuánto nuestro espíritu dirija nuestro ser. Por tanto, en términos de nuestra experiencia, vestirse del nuevo hombre no es algo que ocurre de una vez por todas. Por el contrario, es un asunto que lleva toda la vida, es un proceso gradual que se desarrolla a lo largo de nuestra vida cristiana. Cuando fuimos regenerados, el nuevo hombre —creado con Cristo como esencia divina— fue puesto dentro de nuestro espíritu. Ahora, día a día, debemos vestirnos de este nuevo hombre al permitir que el espíritu controle nuestro ser y renueve nuestra mente. Cada vez que una parte de nuestro ser es renovada, nos vestimos un poco más del nuevo hombre. Por tanto, cuanto más somos renovados por medio de que el espíritu regule nuestra mente, más nos vestimos del nuevo hombre. A la postre, este proceso de vestirnos del nuevo hombre será completado.
Efesios 4:24 nos insta a vestirnos “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad [o, verdad]”. El viejo hombre, exteriormente, fue creado conforme a la imagen de Dios, pero sin la vida y naturaleza de Dios (Gn. 1:26-27), mientras que el nuevo hombre, interiormente, fue creado conforme a Dios mismo y con la vida y naturaleza de Dios.
Debido a que el nuevo hombre ha sido creado en Cristo y con Cristo según Dios, el nuevo hombre tiene la imagen de Dios. Finalmente, el nuevo hombre será portador de la imagen de Dios en la justicia y santidad de la realidad.
Efesios 4:24 dice que el nuevo hombre fue creado en la justicia y santidad de la realidad, o verdad. La justicia consiste en estar bien con Dios y con el hombre conforme a la manera justa de proceder de Dios, mientras que la santidad consiste en haber sido apartados para Dios separándonos de todo lo que sea común y en haber sido saturados con la naturaleza santa de Dios. Externamente, todo lo relacionado con el nuevo hombre es justo, e internamente, todo lo relacionado con el nuevo hombre es santo.
En 4:24 la justicia denota las obras de Dios, y la santidad denota Su ser mismo. Todo cuanto Dios hace es justo, y todo cuanto Él es, es santo. El nuevo hombre es creado según Dios en estos dos aspectos.
La justicia y santidad del nuevo hombre son la justicia y santidad “de la realidad”. El artículo definido usado antes de “realidad” en el versículo 24 es enfático. Del mismo modo que el engaño en el versículo 22, relacionado con el viejo hombre, es la personificación de Satanás, así la realidad aquí, relacionada con el nuevo hombre, es la personificación de Dios. Esta realidad fue exhibida en la vida de Jesús, como se menciona en el versículo 21. En la vida de Jesús, la justicia y la santidad de la realidad fueron manifestadas continuamente. El nuevo hombre fue creado en la justicia y en la santidad de esta realidad, la cual es Dios hecho real y expresado.
Dean Alford afirma que en 4:24 la realidad denota la esencia misma de Dios, pues Dios es la realidad misma. Esto es presentado en contraste con las pasiones del engaño del versículo 22. El engaño es la esencia de Satanás, quien es un mentiroso, pero la realidad es la esencia de Dios, quien es la realidad, la verdad. Por tanto, las pasiones del engaño son de Satanás, quien es el engaño mismo, mientras que la justicia y la santidad son de Dios, quien es la realidad misma. M. R. Vincent indica que en estos versículos el engaño y la realidad deben estar personificados. El nuevo hombre es creado en conformidad con Dios mismo en justicia y santidad, dos aspectos de la esencia de Dios.
Colosenses 3:10 dice que el nuevo hombre “conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Aquí la imagen se refiere a Cristo, el Amado, como expresión de Dios (1:15; He. 1:3a). Fue Dios el Creador quien creó al nuevo hombre en Cristo (Ef. 2:15).
Mientras que Efesios 4:24 dice que el nuevo hombre fue creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad, Colosenses 3:10 dice que el nuevo hombre se renueva hasta el conocimiento pleno conforme a la imagen del que lo creó. La imagen de Dios en Colosenses 3:10 es la justicia y santidad de la realidad en Efesios 4:24. Cristo es la imagen de Dios y la corporificación de Dios (Col. 1:15; 2:9). Cuando Él estaba en la tierra, Él era un hombre justo y santo, lleno de amor y de luz. Ésta era la imagen de Dios expresada en un hombre. En la actualidad, la iglesia como nuevo hombre porta la imagen de Dios, es decir, el nuevo hombre es portador de la justicia y santidad de Dios y también de Su amor y luz.
Efesios 4:24 indica que el nuevo hombre fue creado conforme a Dios directamente; pero Colosenses 3:10 revela que el nuevo hombre se va renovando hasta el conocimiento pleno, lo cual es conforme a la imagen de Dios. Debido a que el nuevo hombre fue creado según Dios, en un sentido muy real es igual a Dios. No obstante, en nuestra experiencia el nuevo hombre tiene que renovarse hasta el conocimiento pleno, esto es, en conformidad con la imagen, la expresión, del Dios que lo creó. La creación del nuevo hombre según Dios ya ha sido completada, pero en nuestra experiencia el nuevo hombre es renovado hasta el conocimiento pleno poco a poco. De este modo, el nuevo hombre experimentado por nosotros llega a ser la expresión de Dios.
Cuanto más seamos renovados en el espíritu de nuestra mente, más el nuevo hombre con el elemento divino se propagará de nuestro espíritu a nuestra alma. Esta propagación dentro de nosotros es conforme a Cristo, quien es la imagen de Dios, la expresión de Dios. Cuanto más la renovación tiene lugar en nuestra alma, más podemos expresar a Dios. En otras palabras, cuanto más renovación experimentemos en nuestra alma, más tendremos de la imagen de Cristo.
El nuevo hombre tiene a Cristo como Aquel que es todos los miembros y está en todos los miembros, sin que tengan cabida la raza, la religión, la cultura o la posición social. Después de referirse al nuevo hombre en Colosenses 3:10, Pablo procede a decir en el versículo 11: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. La palabra donde, la cual se refiere al nuevo hombre en el versículo 10, significa: en el nuevo hombre. No solamente no hay ninguna persona natural en el nuevo hombre, sino que además, no hay posibilidad de que en él exista persona natural alguna ni tampoco hay cabida para ella. Vincent dice que en el idioma griego las palabras aquí traducidas “no hay” son categóricas y significan que esto simplemente no es posible. En el nuevo hombre no puede haber griegos, aquellos que buscan la sabiduría filosófica, ni judíos, quienes buscan señales milagrosas (1 Co. 1:22). No puede haber circuncisión ni incircuncisión. Aquí “circuncisión” se refiere a aquellos que observaban los ritos religiosos de los judíos; la “incircuncisión” se refiere a aquellos que no tomaban en cuenta la religión judía. Además, en el nuevo hombre no puede haber bárbaro, escita, esclavo o libre. Un bárbaro es una persona inculta; los escitas eran considerados los más bárbaros; los esclavos eran aquellos que habían sido vendidos a la esclavitud; y los libres se refiere a aquellos que habían sido liberados de la esclavitud. En el nuevo hombre sólo hay cabida para Cristo, y no hay cabida para ninguna clase de persona natural.
En el nuevo hombre “Cristo es el todo, y en todos”. En el nuevo hombre únicamente Cristo tiene cabida. Él es todos los miembros del nuevo hombre, y está en todos los miembros. Él es todo en el nuevo hombre. En realidad, Él es el nuevo hombre. En el nuevo hombre, Cristo es la centralidad y la universalidad.
Las palabras todo y todos en el versículo 11 se refieren a todos los miembros que constituyen el nuevo hombre. Cristo es todos estos miembros y Él está en todos los miembros. Debido a que Cristo es todos los miembros del nuevo hombre, en el nuevo hombre no hay cabida para ninguna raza, nacionalidad, cultura o posición social. Para que experimentemos la realidad de que Cristo es todos los miembros del nuevo hombre, debemos tomar a Cristo como nuestra vida y persona, y vivirle a Él, no a nosotros mismos. Si Cristo es el vivir de todos los santos, entonces en realidad sólo Él estará en el nuevo hombre. Cuando todos los santos, sin importar su nacionalidad, vivan a Cristo, entonces de manera práctica y real Cristo será todos los miembros del nuevo hombre. Cristo será usted, y Cristo será yo. Debido a que todos vivimos a Cristo y no a nosotros mismos, Cristo será todos nosotros, todos y cada uno de los miembros del nuevo hombre.
En 3:11 Pablo no solamente dice que Cristo es el todo, sino también que Él está en todos. Por un lado, Cristo es todos los miembros; por otro, Él está en todos los miembros. Podríamos preguntarnos qué necesidad había de que Pablo dijera que Cristo está en todos. Si Pablo no hubiera dicho que Cristo está en todos, sino únicamente que Él lo es todo, podríamos pensar que en el nuevo hombre solamente se necesita a Cristo y que nosotros no somos necesarios. Pero no debemos pensar que puesto que Cristo es todos los miembros en el nuevo hombre, nosotros no somos nada y no somos necesarios. Por un lado, la Biblia dice que en el nuevo hombre ninguna persona natural tiene cabida porque Cristo es todos los miembros. No obstante, Pablo también dice que Cristo está en todos los miembros. El hecho de que Cristo esté en los miembros del nuevo hombre indica que los miembros continúan existiendo.
Cuando tomamos a Cristo como nuestra vida y persona, y vivimos juntamente con Él, tendremos el sentir profundo en nuestro ser de que somos uno con Cristo y que Cristo es nosotros; pero simultáneamente tendremos incluso un sentir más profundo de que Cristo está en nosotros. Por tanto, decimos verdad cuando afirmamos que Cristo está en nosotros y que Él es nosotros. Formamos parte del nuevo hombre donde Cristo está en nosotros. Nosotros mismos continuamos existiendo, pero no existimos sin Cristo; somos aquellos en quienes Cristo mora. En el nuevo hombre Cristo es todos, y Él también está en todos.