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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 157-171)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CIENTO SESENTA Y SIETE

LOS CREYENTES: SU PRESENTE

(51)

  En este mensaje veremos que en la etapa progresiva de la salvación completa de Dios, la etapa de la transformación, los creyentes experimentan corporativamente la impartición de la Trinidad Divina también al combatir contra el diablo y sus huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef. 6:10-20).

e. Combatir contra el diablo y sus huestes espirituales de maldad en las regiones celestes

  En Efesios 1:1—6:9 tenemos la revelación con sentido positivo acerca de la iglesia con miras al cumplimiento del propósito eterno de Dios. En Efesios 6:10-20 vemos que, en el aspecto negativo, la iglesia es un guerrero a fin de derrotar al enemigo de Dios, esto es, al diablo y sus huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. En el versículo 11 Pablo se refiere a las estratagemas del diablo, y después, en el versículo 12, explica: “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernadores del mundo de estas tinieblas, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. La expresión sangre y carne se refiere a los seres humanos. Detrás de los hombres de sangre y carne están las malignas huestes del diablo, las cuales combaten oponiéndose al propósito de Dios. Así que, nuestra lucha, nuestra batalla, no debe ser contra el hombre sino contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Los principados, las autoridades y los gobernadores del mundo de estas tinieblas son los ángeles rebeldes que han seguido a Satanás en su rebelión contra Dios y que ahora gobiernan en las regiones celestes ejerciendo dominio sobre las naciones del mundo. La expresión estas tinieblas se refiere al mundo actual, que está completamente bajo el gobierno de tinieblas del diablo, quien rige a través de sus ángeles malignos. Los gobernadores del mundo de estas tinieblas son los príncipes que Satanás ha puesto para gobernar las diversas naciones. Por la operación de Satanás, quien es la autoridad de estas tinieblas, la tierra y su atmósfera se han convertido en lo que aquí se llama “estas tinieblas”.

  En el versículo 12 Pablo también se refiere a las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Aquí la expresión las regiones celestes se refiere al aire (2:2). Satanás y sus huestes espirituales de maldad están en el aire, pero nosotros estamos sentados en el tercer cielo, por encima de ellos (2:6). Por tanto, Satanás y sus huestes malignas están bajo nosotros y están destinados a ser vencidos por nosotros.

  Debemos comprender que nuestra guerra no es contra seres humanos, sino contra los espíritus malignos, las huestes espirituales en las regiones celestes. Por tanto, la guerra entre la iglesia y Satanás es una guerra entre los que amamos al Señor y estamos en Su iglesia, y los poderes malignos que operan en las regiones celestes. Tenemos que combatir contra estas huestes espirituales.

(1) Fortalecidos en el Señor y en el poder de Su fuerza

  En Efesios 6:10 Pablo dice: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza”. La palabra griega aquí traducida “fortaleceos” tiene la misma raíz que la palabra poder hallada en 1:19. Para hacer frente al enemigo de Dios, para combatir contra las fuerzas malignas de las tinieblas, necesitamos ser fortalecidos con el poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo sentó en los cielos, muy por encima de todos los espíritus malignos en el aire. Primero, somos fortalecidos por el poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo hizo Cabeza sobre todas las cosas, y después conocemos el poderío y la fortaleza de Dios.

  En 6:10 se nos insta a fortalecernos “en el Señor”. El hecho de que seamos fortalecidos en el Señor indica que en la guerra espiritual contra Satanás y su reino de maldad, podemos combatir únicamente estando en el Señor y no en nosotros mismos. Siempre que estamos en nosotros mismos, somos derrotados.

(2) Vestidos de toda la armadura de Dios a fin de estar firmes contra las estratagemas del diablo

  En Efesios 6:11 Pablo dice: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las estratagemas del diablo”. Para combatir en la guerra espiritual, no sólo necesitamos del poder del Señor, sino también de la armadura de Dios. Nuestras armas no sirven para ello, sino que es necesaria la armadura de Dios, incluso toda la armadura de Dios.

  Toda la armadura de Dios es dada a todo el Cuerpo y no a ningún miembro del Cuerpo de forma individual. La iglesia es un guerrero corporativo, y los creyentes en su conjunto forman parte de este guerrero único. Solamente el guerrero corporativo, y no los creyentes de forma individual, puede vestirse con toda la armadura de Dios. Por tanto, debemos combatir la batalla espiritual en el Cuerpo, no como individuos.

  La exhortación a vestirnos de toda la armadura de Dios está en forma imperativa, es un mandato. Dios ha provisto la armadura para nosotros, pero Él no nos la pone; más bien, nosotros mismos debemos vestirnos de la armadura provista por Dios. Para hacer esto necesitamos ser fortalecidos. Aunque es Dios quien nos fortalece, nosotros todavía tenemos que ejercitar nuestra voluntad para cooperar con Él. Según este mismo principio, tenemos que cooperar con el mandato de Dios que nos ordena vestirnos de la armadura.

  Debemos vestirnos con la armadura de Dios a fin de que podamos “estar firmes”. En Efesios 6 la expresión estad firmes es crucial. Sentarnos con Cristo (2:6) es participar de todos Sus logros, andar en Su Cuerpo (4:1, 17; 5:2, 8, 15) es cumplir el propósito eterno de Dios y estar firmes en Su poder es luchar contra el enemigo de Dios.

  Al vestirnos de toda la armadura de Dios podemos estar firmes “contra las estratagemas del diablo”. Estas estratagemas son los planes malignos del diablo. El diablo no solamente tiene una voluntad maligna, sino que también concibe sutiles estratagemas a fin de realizar su voluntad. Incluso ahora mismo Satanás está muy ocupado trabajando y conspirando para llevar a cabo sus sutiles estratagemas malignas.

  Efesios 6:13 dice: “Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. En el versículo 11 se nos exhortó a vestirnos de toda la armadura de Dios, y en el versículo 13 se nos ordena tomarla. Dios preparó y proveyó Su armadura para nosotros, pero nosotros debemos tomarla y vestirnos de ella, es decir, debemos hacer uso de lo provisto por Dios y aplicarlo. Algunos componentes de la armadura, tales como la espada y el escudo, los tomamos; pero otros, tales como la coraza, el yelmo y el calzado, los vestimos. Ya sea que nos vistamos con toda la armadura de Dios o la tomemos, tenemos que ejercitar nuestra voluntad con firmeza a fin de aplicar lo provisto por Dios.

  En los versículos 11 y 13 Pablo específicamente se refiere a “toda la armadura de Dios”, no tan solo a una parte o a ciertas partes de la misma. A fin de combatir en la guerra espiritual necesitamos toda la armadura. Esto hace necesario que sea el Cuerpo de Cristo, y no solamente los creyentes individuales, quien tome la armadura. Esta armadura no está destinada a los creyentes como individuos, sino a la iglesia corporativamente como Cuerpo de Cristo. Únicamente el guerrero corporativo, el Cuerpo, puede vestirse de toda la armadura de Dios.

  Al tomar toda la armadura de Dios podremos “resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. Resistir equivale a estar firmes en contra de algo. Al combatir, no hay nada más importante que poder estar firmes. En esta lucha debemos estar firmes hasta el final. Habiendo acabado todo, todavía tenemos que permanecer firmes.

  Según Efesios 6, Cristo es la armadura de la cual nos vestimos para nuestra protección. En los versículos del 14 al 17 vemos seis aspectos de Cristo como armadura: el cinto de la verdad o de la realidad, la coraza de justicia, el firme cimiento del evangelio de la paz (el calzado), el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu. De estos seis aspectos de Cristo como nuestra armadura, únicamente la espada es usada para atacar en un combate; todos los demás componentes cumplen una función defensiva.

(a) Ceñidos los lomos con la verdad

  Efesios 6:14 dice: “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad”. Ceñir nuestros lomos sirve al propósito de fortalecer todo nuestro ser. A fin de poder estar firmes, es necesario que todo nuestro ser sea fortalecido con la verdad.

  La verdad en 6:14 se refiere a Dios en Cristo como la realidad en nuestro vivir, es decir, Dios experimentado y expresado por nosotros como nuestro vivir. De hecho, esto es Cristo mismo expresado en nuestras vidas (Jn. 14:6). Tal verdad, tal realidad, es el cinto que fortalece todo nuestro ser con miras a la batalla espiritual.

(b) Vestidos con la coraza de justicia

  Efesios 6:14 también menciona la coraza de justicia, la cual protege nuestra conciencia, representada por el pecho. Al combatir contra Satanás, nuestro acusador, necesitamos una conciencia libre de ofensa; pero no importa cuán bien pensemos que está nuestra conciencia, todavía tenemos necesidad de protegerla con la coraza de justicia. La justicia que protege nuestra conciencia y nos guarda de las acusaciones de Satanás es Cristo mismo (1 Co. 1:30). Por tanto, estamos protegidos por Cristo como nuestra justicia. Además, la coraza de justicia está relacionada tanto con Cristo mismo como con Su sangre. En nuestra experiencia no podemos separar la sangre de Cristo mismo. Sin Su sangre, Cristo no podría ser la cobertura que nos protege. Al estar nosotros bajo la limpieza de Su sangre, Él llega a ser nuestra justicia para proteger nuestra conciencia.

(c) Calzados los pies con el firme cimiento del evangelio de la paz

  Efesios 6:15 dice: “Calzados los pies con el firme cimiento del evangelio de la paz”. Nos calzamos los pies para fortalecer nuestra posición en la batalla. La expresión el firme cimiento del evangelio de la paz se refiere al establecimiento del evangelio de la paz. En la cruz Cristo hizo la paz por nosotros, tanto con Dios como con los hombres, y esta paz ha venido a ser nuestro evangelio (2:13-17). Este evangelio de la paz ha sido establecido como un firme cimiento, como la presteza con la cual calzamos nuestros pies. Estando calzados así, tendremos una posición firme a fin de mantenernos en pie para pelear la batalla espiritual. La paz para un fundamento tan firme también es Cristo (v. 14). Combatimos en paz y con la paz; combatimos al estar firmemente posicionados en la paz. Cristo es la paz para nosotros a fin de que podamos ser uno con Dios y con los santos. Esta paz es el firme cimiento que nos permite permanecer firmes resistiendo al enemigo.

(d) Tomar el escudo de la fe

  A continuación, Efesios 6:16 dice: “Habiendo tomado el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno”. Los dardos de fuego eran usados por los combatientes en tiempos del apóstol, y éste se valió de ellos a manera de ilustración para describir los ataques de Satanás contra nosotros. Los dardos de fuego son las tentaciones, propuestas, dudas, preguntas, mentiras y ataques de Satanás. A fin de apagar estos dardos de fuego procedentes del maligno, debemos tomar el escudo de la fe. El escudo no es algo con lo cual nos vestimos, sino algo que tomamos para protegernos contra los ataques del enemigo.

  La fe viene después de la verdad, la justicia y la paz. Si tenemos la verdad en nuestro vivir, la justicia como nuestra cubierta y la paz como nuestra posición, espontáneamente tendremos fe. Esta fe es una salvaguarda contra los dardos de fuego del enemigo. Cristo es el Autor y Perfeccionador de tal fe (He. 12:2).

(e) Recibir el yelmo de la salvación

  En Efesios 6:17a Pablo dice: “Recibid el yelmo de la salvación”. Recibir el yelmo de la salvación sirve para proteger nuestra mente contra los pensamientos negativos disparados por el maligno. Este yelmo, esta protección, es la salvación de Dios. Satanás inyecta amenazas, preocupaciones, ansiedades y otros pensamientos debilitantes en nuestra mente. La salvación de Dios es la protección que tomamos contra todo esto. Tal salvación es el Cristo salvador a quien experimentamos en nuestra vida diaria (Jn. 16:33).

(f) Recibir la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios, con toda oración

  En Efesios 6:17b Pablo nos insta a recibir “la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”. La espada es el único componente de la armadura que se usa para atacar al enemigo.

  En el versículo 17 “Espíritu”, y no la espada, es el antecedente de la expresión el cual; esto indica que el Espíritu es la palabra de Dios. Tanto el Espíritu como la palabra son Cristo (2 Co. 3:17; Ap. 19:13). Pablo habla de “la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”. En esta frase, la espada ¿es la espada del Espíritu o la espada de la palabra? El Espíritu es la espada misma, no el agente que usa la espada. La palabra de Dios también es una espada. La espada es el Espíritu, y el Espíritu es la palabra. Aquí tenemos tres cosas que son una sola: la espada, el Espíritu y la palabra.

  En nuestra experiencia cristiana la palabra y el Espíritu siempre tienen que ser uno. Cristo es tanto el Espíritu como la palabra. Él no es el Espíritu sin ser la palabra, ni es la palabra sin ser el Espíritu. Al emprender la guerra espiritual contra el enemigo, nuestra única arma es el Espíritu-palabra, el cual es la espada.

  El versículo 18 comienza con la frase con toda oración y petición. Esta frase modifica el verbo del predicado recibid en el versículo 17. Es mediante la oración que recibimos tanto el yelmo de la salvación como la palabra de Dios. Esto indica que debemos recibir la palabra de Dios con toda oración y petición.

  La cláusula “con toda oración y petición” del versículo 18 en realidad modifica todos los seis componentes de la armadura mencionados en los versículos del 14 al 17. Es con toda oración y petición que ceñimos nuestros lomos con la verdad, que nos vestimos con la coraza de justicia, que calzamos nuestros pies con el firme cimiento del evangelio de la paz, que tomamos el escudo de la fe y que recibimos el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios. La oración es el único medio por el cual aplicamos la armadura de Dios; por tanto, la oración es crucial y vital.

(3) Orar en el espíritu y velar en ello con toda perseverancia haciendo petición por todos los santos y apóstoles

  Los creyentes luchan contra el diablo y sus huestes espirituales de maldad en las regiones celestes no solamente al ser fortalecidos en el Señor y en el poder de Su fuerza y al vestirse de toda la armadura de Dios, sino también al orar en el espíritu y velar en ello con toda perseverancia haciendo petición por todos los santos y apóstoles. En el versículo 18 Pablo habla de orar “en todo tiempo en el espíritu”. Orar en todo tiempo corresponde a lo dicho por Pablo en 1 Tesalonicenses 5:17 respecto a orar sin cesar.

  En Efesios 6:18 Pablo dice específicamente que hemos de orar en nuestro espíritu, esto es, en nuestro espíritu regenerado habitado por el Espíritu de Dios. Éste es el espíritu mezclado, nuestro espíritu mezclado con el Espíritu de Dios. Siempre que estamos en nuestro espíritu, también estamos en el Espíritu Santo, pues nuestro espíritu es uno con el Señor (1 Co. 6:17). Por tanto, la exhortación hecha por Pablo de orar en el espíritu implica que debemos orar en el Espíritu de Dios, pues el Espíritu y nuestro espíritu regenerado están mezclados dentro de nosotros.

  En Efesios 6:18 Pablo añade: “Para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”. Esto indica que esta vida de oración requiere que velemos en ello, que estemos alertas al respecto. Debemos estar en guardia, no vaya a ser que nos sea robado el tiempo que debiéramos dedicar a la oración. Además, debemos velar a fin de orar con toda perseverancia. Para mantener una vida de oración tenemos necesidad de toda perseverancia, esto es, orar de manera constante y persistente.

  En el versículo 18 Pablo también habla de hacer “petición por todos los santos”. Esto indica que debemos orar por los santos. Debemos dedicar mucho tiempo a orar por los santos en nuestra localidad y por los santos en otras ciudades y países.

  Efesios 6:19 y 20 indica que también debemos orar por los apóstoles. En estos versículos Pablo pide a los santos que oren por él, “a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio”, y que “en ello, hable con denuedo, como debo hablar”. Aquí Pablo pide a los creyentes que oren para que le sean dadas palabras y que él pueda abrir su boca con denuedo a fin de dar a conocer el misterio del evangelio. Este misterio es Cristo y la iglesia para el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Este misterio implica toda la economía del Nuevo Testamento. Cristo es el misterio de Dios, y la iglesia es el misterio de Cristo. Tanto Cristo como la iglesia sirven al propósito de la economía de Dios, la cual también es un misterio. Todos estos misterios están relacionados con el evangelio. Por tanto, Pablo pidió a los santos que oraran por él a fin de que le fuera dada palabra con respecto al misterio del evangelio y para que él anunciara con denuedo el evangelio.

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