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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 189-204)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CIENTO NOVENTA Y TRES

LA IGLESIA: LA REVELACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO

(3)

  En este mensaje continuaremos considerando la revelación del misterio de Cristo, la cual es la iglesia.

B. Por el Espíritu Santo

  En el Evangelio de Mateo, Cristo revela la iglesia al primer grupo de apóstoles en dos ocasiones: al revelarles la iglesia en su aspecto universal (16:18) y al revelarles la iglesia en su aspecto local (18:15-20). Sin embargo, cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, no le era posible revelar el aspecto más hondo y profundo de la iglesia a aquellos primeros apóstoles. De hecho, en Juan 16:12 y 13 Él les dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os guiará a toda la realidad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. Esto indica que había algo más en el corazón del Señor que Él deseaba decir a los discípulos; sin embargo, en aquel entonces ellos no podían comprenderlo. Por tanto, Él les dijo que tendrían que esperar hasta que enviase al Espíritu de realidad para revelarles los aspectos más profundos de la iglesia. Esto nos muestra que la revelación del misterio de Cristo es dada primero por Cristo y después por el Espíritu Santo.

  En Juan 14:26 el Señor Jesús dice: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho”. Aquí vemos que el Padre envía al Espíritu en el nombre del Hijo. Según Juan 5:43, el Hijo vino en el nombre del Padre. Que el Hijo viniera en el nombre del Padre significa que el Hijo viene como Padre. Este mismo principio se cumple en el hecho de que el Padre envíe al Espíritu en el nombre del Hijo. Según 14:26, el Padre envía al Espíritu, pero Él envía al Espíritu en el nombre del Hijo. Por tanto, el Espíritu viene en el nombre del Hijo porque el Espíritu y el Hijo son uno (2 Co. 3:17). Así como el Hijo no viene en Su propio nombre, sino que viene en el nombre del Padre, del mismo modo el Espíritu no viene en Su propio nombre, sino que viene en el nombre del Hijo. Esto significa que aun cuando el Espíritu está aquí, Él no está aquí en Su propio nombre, sino en el nombre del Hijo. Además, el Hijo está aquí en el nombre del Padre, no en Su propio nombre. Por tanto, cuando el Espíritu está aquí, el Hijo está aquí, y cuando el Hijo está aquí, el Padre está aquí. Esto significa que cuando el Espíritu viene, todos los tres del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— vienen con el Espíritu. Éste es el Dios Triuno que finalmente llega a nosotros como Espíritu para revelar la iglesia, el misterio de Cristo.

  Según 14:26, el Espíritu nos enseñará todas las cosas y, según 16:13, Él nos guiará a toda la realidad. El Espíritu de realidad guía a los creyentes a toda la realidad del Dios Triuno y de todo asunto divino. El Espíritu recibe todo lo que es del Hijo para darlo a conocer a los creyentes. Al respecto, el Señor Jesús dice: “Él me glorificará; porque recibirá de lo Mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío, y os lo hará saber” (16:14-15). Todo lo que el Padre es y tiene está corporificado en el Hijo (Col. 2:9), y todo lo que el Hijo es y tiene, es revelado como realidad a nosotros mediante el Espíritu. Por tanto, el Espíritu de realidad revela a los creyentes todo lo que el Hijo es. Esto significa que nuestra comprensión del Hijo es obtenida mediante el Espíritu, quien ha recibido todo lo que el Hijo es y nos lo revela a nosotros.

  El Padre, quien es la fuente, el origen, tiene muchas riquezas. Todo cuanto el Padre tiene es del Hijo, y todo lo que el Hijo tiene, es recibido por nosotros mediante el Espíritu. Puesto que aquello que el Espíritu recibe nos es dado a conocer, nos es transmitido a nuestro ser, entonces somos nosotros los destinatarios de todo ello. El Padre está corporificado en el Hijo, el Hijo es transfigurado para ser el Espíritu, y el Espíritu es la Trinidad Divina que llega a nosotros. Por tanto, nosotros somos el destino final del Dios Triuno. Todo lo que el Dios Triuno es y tiene ha sido dado a conocer y transmitido a nosotros. Debido a que estamos unidos orgánicamente al Espíritu, esto es, orgánicamente unidos al Dios Triuno procesado, todo lo que Él es y tiene ahora es nuestra porción como nuestra realidad. Por tanto, al Espíritu recibir todo lo que el Hijo tiene y revelarlo a nosotros, es completada la revelación del misterio de Cristo, la iglesia.

  En lo referente a las cosas que Dios ha preparado para los que le aman, Pablo dice en 1 Corintios 2:10: “Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios”. Aquí “las profundidades de Dios” se refieren a las cosas profundas de Dios, que son Cristo en Sus muchos aspectos como nuestra porción eterna, la cual Dios dispuso de antemano, preparó y nos dio gratuitamente. Éstas jamás subieron en corazón de hombre, pero el Espíritu de Dios nos las revela en nuestro espíritu.

  Dios nos revela mediante el Espíritu cosas profundas y escondidas, pues éstas son cosas que ojo no vio, ni oído oyó ni han subido en corazón de hombre (1 Co. 2:9). Esto significa que el hombre no tiene la menor noción respecto de estas cosas ni piensa en ellas. Tales cosas son por completo misteriosas, están escondidas en Dios y superan el entendimiento humano. Pero Dios nos las ha revelado mediante el Espíritu.

  Que algo nos sea revelado es muy diferente de que nos sea enseñado. Ser enseñado tiene que ver con la mente; pero recibir revelación está relacionado con nuestro espíritu. Para comprender las cosas profundas y escondidas que Dios preparó para nosotros, nuestro espíritu es más necesario que nuestra mente.

  En 1 Corintios 2:10 se nos dice que el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. La palabra griega traducida “escudriña” se usa con referencia a una investigación activa e implica la adquisición de conocimiento exacto, no por un descubrimiento casual sino por exploración. El Espíritu de Dios explora las profundidades de Dios con respecto a Cristo y nos las muestra en nuestro espíritu para nuestra comprensión y participación. El Espíritu vivificante se mueve y escudriña dentro de nosotros a fin de impartir a nuestro ser las riquezas de Cristo, incluyendo la revelación de la iglesia como misterio de Cristo.

1. En las Epístolas

  La revelación del misterio de Cristo dada por el Espíritu Santo es hallada en las Epístolas, especialmente en las epístolas de Pablo. En Efesios 3:3 y 4 él dice: “Por revelación me fue dado a conocer el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo”.

  La expresión el misterio de Cristo es muy profunda. Pablo consideraba que la iglesia era el misterio de Cristo. La iglesia es verdaderamente un misterio.

  Si bien los incrédulos podrían pensar que la iglesia es un edificio físico, los maestros de la Asamblea de los Hermanos hicieron notar hace más de siglo y medio que la iglesia no es un edificio, sino la asamblea. La palabra griega traducida “iglesia” es ekklesía, que significa “la asamblea llamada a salir”. Esto indica que la iglesia es una congregación, una asamblea, formada por aquellos que han sido llamados por Dios a salir del mundo. Por tanto, la iglesia es una congregación que ha sido llamada a salir. Sin embargo, si la iglesia fuera meramente un grupo de auténticos creyentes que Dios llamó a salir del mundo, la iglesia no sería un misterio. Debemos entender por qué Pablo considera que la iglesia es un misterio.

  ¿Cuál es el asunto crucial que hace de la iglesia un misterio? Este asunto crucial es Cristo. Cristo mismo es un misterio. En Colosenses 1:25-27 Pablo indica claramente que Cristo es un misterio: “Fui hecho ministro, según la mayordomía de Dios que me fue dada para con vosotros, para completar la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Mediante la palabra divina y por el Espíritu Santo, este Cristo misterioso, quien es el misterio único, ha sido impartido en nosotros. El Cristo misterioso, quien es el misterio de Dios, ha sido ministrado a nuestro ser, y ahora le tenemos dentro de nosotros. Ésta es la razón por la cual Pablo dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.

  Cristo como misterio dentro de nosotros hace que seamos partes de una totalidad, la cual es el misterio de Cristo. Esta totalidad, el misterio de Cristo, es la iglesia. En este sentido, la iglesia es un misterio.

  Cristo, como misterio que mora en nosotros, es nuestra justicia, santidad, victoria, vida, vivir y testimonio. Todo aquel que posea este misterio dentro de sí debe ser reconocido como un hermano. Este misterio dentro de nosotros responde al misterio dentro de los demás creyentes. Además, este misterio nos gobierna, nos rige, nos controla, pues este misterio es un gran Gobernante, el Rey de reyes y Señor de señores. Este misterio también hace que nos amemos unos a otros. Nos amamos unos a otros no debido a que se nos haya enseñado a amar, sino debido a que tenemos dentro de nosotros un factor que nos hace amar, a saber: Cristo mismo como misterio. Si no nos amamos unos a otros, no tenemos paz ni gozo; pero si nos amamos unos a otros, somos llenos de paz y gozo.

  Cristo no podía hablarles al primer grupo de apóstoles acerca de este aspecto de la iglesia porque en ese entonces el Espíritu de realidad todavía no había entrado en ellos. Pero después de Su resurrección Él llegó a ser el Espíritu vivificante e infundió el Espíritu en los apóstoles al soplar en ellos (Jn. 20:22). Desde entonces los apóstoles tuvieron dentro de ellos al Espíritu de realidad a fin de que les revelase los aspectos más hondos y profundos de Cristo y la iglesia. En particular, estos aspectos le fueron revelados a Pablo. Él pudo escribir sus epístolas debido a que tenía al Espíritu de realidad dentro de él, el cual le revelaba a Cristo como misterio de Dios y a la iglesia como misterio de Cristo.

  Mediante la resurrección, Cristo llegó a ser el maravilloso Espíritu, y como Espíritu Él ahora está dentro de nosotros. Este Espíritu es un misterio. Como creyentes, todos tenemos algo misterioso dentro de nosotros, y este misterio es Cristo. Por tanto, el Cristo que es el Espíritu vivificante quien mora dentro de nosotros es la esencia, el elemento, la sustancia y el factor que hace que la iglesia sea misteriosa y hace que cada miembro de la iglesia sea un misterio. Por esta razón, a los ojos de nuestros familiares y amigos incrédulos somos un misterio, y ellos no nos pueden entender. Somos miembros misteriosos del misterioso Cuerpo de Cristo, la iglesia.

2. Dada a los apóstoles y profetas

  La revelación del misterio de Cristo, la iglesia, fue dada a los apóstoles y profetas. En Efesios 3:3a Pablo dice: “Por revelación me fue dado a conocer el misterio”, y en el versículo 5 él dice que este misterio “en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a Sus santos apóstoles y profetas en el espíritu”. Entre los apóstoles que recibieron la revelación del aspecto más profundo de la iglesia como misterio de Cristo, Pablo fue el principal. El aspecto más hondo y profundo de la iglesia —la iglesia como misterio de Cristo— fue revelado plenamente a Pablo. Llevar a cabo esta revelación fue el ministerio de Pablo a fin de que la iglesia fuese producida.

3. En el espíritu de ellos

  En Efesios 3:5b Pablo dice que este misterio ha sido revelado a los apóstoles y profetas “en el espíritu”. Hemos de recalcar nuevamente que “el espíritu” aquí se refiere al espíritu mezclado, esto es, el espíritu humano regenerado de los apóstoles y profetas en el cual mora el Espíritu Santo de Dios y que está mezclado con este Espíritu. Tal espíritu mezclado es el medio por el cual se revela a los apóstoles y profetas la iglesia como misterio de Cristo. A fin de recibir esta revelación en la actualidad, nosotros también necesitamos de tal espíritu. El espíritu mezclado es el órgano en el cual puede ser revelado este asunto hondo y profundo de la iglesia como misterio de Cristo.

  A fin de ver la iglesia como misterio escondido en la economía eterna de Dios, no debiéramos ejercitar únicamente nuestros ojos físicos para leer la Palabra ni nuestra mente para entenderla, sino también nuestro espíritu para aprehender. Debemos abrir nuestro ser, ser pobres en espíritu y orar pidiéndole al Señor que revele a nuestro espíritu lo que está en Su corazón con respecto a la iglesia. Entonces habremos de ser iluminados y hemos de ver la iglesia como misterio de Cristo.

4. Con respecto a la sabiduría de Dios en misterio

  La revelación del misterio de Cristo, la iglesia, dada por el Espíritu Santo atañe a la sabiduría de Dios en misterio. En 1 Corintios 2:6 y 7 Pablo dice: “Hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que son reducidos a nada. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría que estaba oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria”. La sabiduría de Dios es Cristo (1:24), quien es el misterio escondido, el cual fue destinado, designado y ordenado de antemano antes de los siglos, desde la eternidad, para nuestra gloria. Según 2:7, la sabiduría de Dios es una sabiduría en misterio, o sea, es una sabiduría misteriosa. La sabiduría de Dios es la sabiduría que estuvo escondida, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria. La sabiduría de Dios es nuestro destino, y este destino fue determinado por Dios, decidido por Él, de antemano. En la eternidad Dios determinó nuestro destino. Él predestinó que Su sabiduría fuese para nuestra gloria. Esto significa que en la eternidad Él decidió que Su sabiduría sería nuestro destino y gloria.

  Como Aquel que es el centro de Dios y nuestra porción para nuestro disfrute, Cristo es la sabiduría de Dios en misterio, una sabiduría que es profunda e insondable, que va más allá del entendimiento humano. Dentro de Dios mismo hay algo que Pablo describe como la sabiduría de Dios en misterio. Esta sabiduría ha estado escondida y fue predestinada antes de los siglos para nuestra gloria. Como creyentes tenemos un destino, y este destino es la porción máxima y consumada de nuestro disfrute. La sabiduría de Dios en misterio no solamente ha estado escondida, sino que también fue predestinada por Dios a fin de que llegase a ser nuestro destino para nuestra gloria.

5. Para ser el fundamento sobre el cual la iglesia es edificada

  La revelación de la iglesia como misterio de Cristo dada por el Espíritu Santo es el fundamento sobre el cual la iglesia es edificada. Pablo se refiere a esto en Efesios 2:20, donde él afirma que la iglesia está siendo edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas”. Podría sernos difícil entender cuál es el fundamento al cual se refiere este versículo. En 1 Corintios 3:11 se nos dice: “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Cristo es el único fundamento. No obstante, Efesios 2:20 habla del fundamento de los apóstoles y profetas. Sin embargo, esto no quiere decir que los apóstoles y profetas son por sí mismos el fundamento. Debido a que el misterio de Cristo fue revelado a los apóstoles, la revelación que ellos recibieron se considera el fundamento sobre el cual es edificada la iglesia. Esto corresponde a la roca mencionada en Mateo 16:18, la cual no sólo es Cristo mismo sino también la revelación acerca de Cristo, sobre cuya base Cristo edificará Su iglesia. Por tanto, el fundamento de los apóstoles y profetas es la revelación que ellos recibieron respecto a Cristo y la iglesia para la edificación de la iglesia. La iglesia es edificada sobre esta revelación. Éste es el significado del fundamento mencionado en Efesios 2:20.

  ¿Sobre qué fundamento edificamos la iglesia en el recobro del Señor? Afirmar que edificamos sobre Cristo es demasiado vago e indefinido. Tenemos que edificar la iglesia sobre la revelación recibida por los apóstoles y profetas. Las así llamadas iglesias establecidas en conformidad con diversas nacionalidades, doctrinas y prácticas no son edificadas sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. En contraste con todas estas presuntas iglesias, en el recobro del Señor tenemos que poder afirmar categóricamente que las iglesias en el recobro son edificadas sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Esto significa que las iglesias en el recobro del Señor son edificadas en conformidad con la revelación recibida por los apóstoles y profetas.

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