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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 221-239)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE DOSCIENTOS VEINTIDÓS

LA IGLESIA: LOS FRACASOS EN LAS IGLESIAS

(2)

  En este mensaje continuaremos considerando los fracasos en las iglesias.

E. Juzgarse unos a otros con respecto a la comida y a guardar ciertos días

  En Romanos 14 Pablo se refiere al fracaso en que incurrieron los creyentes al juzgarse unos a otros con respecto a la comida y a guardar ciertos días. Tal fracaso ocurrió a causa de ciertas costumbres propias de su tradición. Algunos decían que los creyentes debían ingerir únicamente ciertos alimentos y debían guardar ciertos días, mientras que otros decían que podían comer toda clase de alimento y no tenían que guardar ciertos días. Como resultado de ello, se suscitaron críticas y debates con respecto a la comida y a guardar ciertos días.

  En 14:2-5 Pablo dice: “Uno cree que puede comer de todo, pero el que es débil, sólo come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente”. Aquí Pablo constituye un excelente ejemplo de alguien que no juzga a los demás con relación a la comida y a guardar ciertos días, pues él no expresa su opinión respecto a lo que es correcto o equivocado. Ciertamente él conocía las doctrinas correctas referentes a la comida y a guardar ciertos días; no obstante, él no tomó partido, sino que exhortó a los creyentes a ser amplios en estos asuntos y a no criticar a los demás. Debemos permitir que los demás se sientan libres de comer lo que desean y de guardar los días que quieran.

  En 14:10 Pablo añade: “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios”. Aquí vemos que tenemos que recibir a los santos a la luz del tribunal de Dios. No debemos juzgar a los demás, pues todos compareceremos ante el tribunal de Dios.

  En 14:20 Pablo dice: “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre coma haciendo tropezar a otros”. En todas las personas salvas hay cierta medida de la obra de Dios. Dios les ha llamado y salvado; por lo menos Él ha realizado Su obra divina en ellos en esta medida. Si por nuestros conceptos doctrinales hacemos que alguno de los creyentes tropiece, entonces derribamos, destruimos, la obra de gracia que Dios ha llevado a cabo en dicha persona. Debemos cuidar de la obra de Dios y no de nuestros conceptos doctrinales. Todos nuestros juicios con respecto a la comida y a guardar ciertos días deben ser puestos a un lado por causa de la obra de gracia de Dios en los demás. Tenemos que atender a la edificación de los creyentes en vida, no a nuestros propios conceptos referentes a la comida y a guardar ciertos días.

F. Causar divisiones y ser causa de tropiezo, lo cual es contrario a la enseñanza de los apóstoles

  En Romanos 16:17 Pablo dice: “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”. Incluso en los tiempos en que Pablo escribió el libro de Romanos, algunos estaban causando divisiones y eran causa de tropiezo, lo cual era contrario a “la enseñanza”, esto es, era contrario a la enseñanza de los apóstoles. Si nos desviamos de la enseñanza de los apóstoles, hemos de ser factores de división y también causa de tropiezo para los demás.

  Al mismo tiempo que disfrutamos la vida de iglesia, tenemos que permanecer alertas con respecto a quienes causen divisiones. Toda disensión contraria a la enseñanza de los apóstoles es divisiva y tenemos que mantenernos alertas con respecto a ellas y examinarlas con el debido discernimiento. Según Romanos 16:17, tenemos que apartarnos de aquellos que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza de los apóstoles.

  En 1 Timoteo 6:3 Pablo se refiere a todo aquel que “enseña cosas diferentes, y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad”. Enseñar cosas diferentes es enseñar cosas que difieren de la enseñanza de los apóstoles, la cual está centrada en Cristo y la iglesia. Aquí “las sanas palabras” hacen alusión a la condición saludable propia de la vida. La sana enseñanza de los apóstoles ministra la sana enseñanza como suministro de vida a las personas. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo son palabras de vida (Jn. 6:63); por tanto, son las sanas palabras. Las sanas palabras del Señor son la fuente de la enseñanza que es conforme a la piedad. Cuando las palabras de vida dadas por el Señor son enseñadas, particularmente en ciertos aspectos, entonces ellas se convierten en la enseñanza que es conforme a la piedad. Las palabras vivientes del Señor siempre producen la piedad, es decir, una vida que consiste en vivir a Cristo y en expresar a Dios en Cristo. La enseñanza de Pablo era conforme a la piedad. Sin embargo, debido a que algunos no se conformaban a las sanas palabras, enseñaban cosas diferentes. Ellos no enseñaban conforme a la piedad. Toda nuestra enseñanza tiene que conformarse a las sanas palabras de la economía de Dios.

G. Hincharse de orgullo favoreciendo a una persona dotada en contra de otra, lo cual redunda en contiendas y divisiones

  Un fracaso entre los creyentes en Corinto fue que ellos se hinchaban de orgullo favoreciendo a una persona dotada en contra de otra, lo cual redunda en contiendas y divisiones. Por ejemplo, uno se hinchaba de orgullo al jactarse de Apolos tomando partido contra Pablo y Pedro, y otros se hinchaban de orgullo al jactarse de Pablo tomando partido contra Pedro y Apolo. Esto resultó en contiendas y divisiones. Pablo se refiere claramente a esto en 1 Corintios 1:11 y 12: “He sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. Este fracaso producido en Corinto nos enseña cuán crucial es que no tengamos preferencias. No debiéramos preferir a una persona dotada sobre otra, o a un anciano sobre otro. Todas las preferencias de este tipo tienen que ser condenadas. Debemos aprender a no tener elección o preferencia excepto Cristo. El Cristo todo-inclusivo es nuestra única elección y preferencia. Cristo es único y no puede ser dividido (v. 13). Si tomamos a Cristo como único centro, esto pondrá fin a toda división.

  En 1 Corintios 3:3 y 4 Pablo dice: “Todavía sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos y contiendas, ¿no sois carnales, y andáis según lo humano? Porque diciendo el uno: Yo soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois hombres de la carne?”. Los celos y las contiendas son manifestaciones, características, de la naturaleza de la carne; por lo cual, tales cosas caracterizan a quienes están en la carne, a los que son carnales. En el versículo 4 “hombres” se refiere al hombre de la carne, al hombre caído y natural. Al afirmar que eran de Pablo o de Apolos, los corintios andaban según el hombre caído y natural. Ellos no vivían ni se conducían según el Espíritu que estaba en su espíritu humano regenerado.

  En 1 Corintios 4:6 se nos dice: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no ir más allá de lo que está escrito, para que no os hinchéis de orgullo favoreciendo al uno contra el otro”. Al decir “pero esto”, Pablo se refería a todo lo que dijo anteriormente en esta epístola. La expresión griega aquí traducida “presentado como ejemplo” literalmente significa “transfigurar”, “trasladar en figura”. Lo que Pablo había escrito en esta epístola presenta una figura, y ahora él traslada tal figura a sí mismo y a Apolos, aplicándoselo a ellos mismos de manera figurada. Pablo y Apolos eran simples ministros de Cristo, uno de ellos plantó y el otro regó (3:5-7). Ellos no eran Cristo, quien fue crucificado por los creyentes, ni tampoco eran Dios mismo, quien hace que los creyentes crezcan. Ellos no debían ser elogiados más allá de lo que les correspondía como ministros de Cristo; de otro modo, quienes los elogiaban, al igual que los creyentes corintios carnales, podrían hincharse de orgullo favoreciendo al uno contra el otro.

H. Cometer fornicación

  En 1 Corintios 5:1 se nos dice: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se da entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre”. Aquí leemos acerca de un hermano en la iglesia en Corinto que había cometido pecado de incesto con su madrastra. La intención de Pablo, por supuesto, era la de ayudar a la iglesia a tomar medidas con respecto a este perverso hermano. Si no tuviéramos este relato en el Nuevo Testamento, probablemente sería muy difícil para nosotros creer que una persona salva pudiera cometer esta clase de pecado; más bien, podríamos pensar que después que una persona ha sido salva, jamás podría ser tan pecaminosa. Sin embargo, este capítulo revela que incluso un auténtico creyente puede cometer un pecado tan grave. Un hermano en Corinto cometió incesto con su madrastra. No hay peor pecado ni pecado que dañe más a la humanidad que el incesto; no obstante, este pecado fue cometido por un hermano en la iglesia en Corinto.

I. Ir a juicio unos contra otros

  En 1 Corintios 6:6 leemos acerca de otro fracaso que tuvo lugar en las iglesias: “El hermano va a juicio contra el hermano, y esto ante los incrédulos”. Pablo estaba completamente en desacuerdo con esto y lo consideraba como un fracaso (vs. 4-7).

  Acogerse a las leyes seculares y entablar un litigio contra un hermano es cuestión de reclamar nuestros derechos y de no estar dispuesto a sufrir pérdida. Cuando somos anímicos y carnales, siempre reclamamos nuestros derechos. No estaremos dispuestos a permitir que alguien sea injusto con nosotros. Únicamente cuando vivimos en el espíritu estamos dispuestos a ceder y a no exigir nuestros derechos. Cuando llevamos una vida regida por el espíritu mezclado, no reclamaremos nuestros derechos. La razón por la cual reclamamos nuestros derechos es que, en lugar de vivir por el espíritu mezclado, estamos viviendo en el alma y en la carne. Debido a que su vida anímica era prevaleciente y a que las concupiscencias de su carne les abrieron tal puerta, se produjeron litigios entre los creyentes en Corinto. La secuencia consiste en que primero tenemos una preferencia propia de nuestra alma, después surge la concupiscencia de la carne y, finalmente, reclamamos nuestros derechos.

J. Cuestionar el apostolado del apóstol y acusarle de ser astuto obteniendo ganancias con engaños

  Los creyentes corintios también tuvieron un gran fracaso al cuestionar el apostolado de Pablo e, incluso, acusar al apóstol de ser astuto obteniendo ganancias con engaños (1 Co. 9:1-3; 2 Co. 12:6). En 1 Corintios 9:1 Pablo vindica su apostolado al preguntarles: “¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?”. El apostolado de Pablo le daba la autoridad para enfrentar todos los problemas suscitados en Corinto, problemas serios con respecto a la vida de iglesia y su comunión. Su manera de tratar estos problemas no sólo se basaba en su enseñanza, sino también en la autoridad inherente a su apostolado. Para tratar con esta situación, Pablo tuvo que mantenerse firme en esta posición y aclarar este asunto a los creyentes corintios. Ellos habían puesto en duda su apostolado y estaban en una situación caótica, mayormente debido a la necedad de su sabiduría mundana, su confianza en sí mismos y su orgullo.

  En el versículo 3 Pablo dice: “Contra los que me examinan, ésta es mi defensa”. Los corintios en realidad estaban examinando a Pablo; le estaban investigando para determinar si era un apóstol. ¡Qué vergüenza era esto para ellos! Esto era como si los niños examinasen a su padre para determinar si verdaderamente era padre de ellos.

  En 2 Corintios 12:16 Pablo dice: “Yo no os he sido carga, sino que, según algunos de vosotros dicen, como soy astuto, os prendí por engaño”. Algunos de los corintios acusaron al apóstol de ser astuto. Dijeron que él era astuto para obtener ganancia, que aseguraba su provecho enviando a Tito con el fin de que éste recibiera la colecta para los santos pobres. Aunque Pablo no había sido gravoso para los corintios, algunos de ellos decían que él era astuto y que les había engañado para aprovecharse de ellos. Ellos dijeron que Pablo no venía personalmente, pero que usaba a Tito para esconder su deseo de asegurarse un beneficio mientras permanecía detrás de la escena. Ellos acusaban a Pablo de ser quien en realidad recogía el dinero de la colecta por medio de Tito. A juicio de ellos, en esto consistía la astucia de Pablo. Por tanto, Pablo envió a más de una persona con Tito para hacer la colecta. Él hizo esto a fin de silenciar a quienes lo difamaban. Sin embargo, aunque Pablo actuó con cuidado y de manera previsora, algunos de los corintios persistieron en difamarlo.

  La experiencia de Pablo nos enseña que aun cuando los santos mismos pueden ser honestos, no obstante, Satanás se agazapa en medio de ellos. Satanás usa el dinero para viciar la situación entre los que ministran y los santos. Por esta razón, algunos corintios criticaron a Pablo acusándolo de ser astuto en relación con asuntos monetarios. Es probable que quienes criticaron a Pablo hayan sido avaros y personas que amaban el dinero. Tal vez ésta haya sido la razón por la cual ellos acusaron a Pablo de ser astuto.

K. Participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios

  En 1 Corintios 10:21 se nos dice: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios”. Beber la copa del Señor y participar (comer) de la mesa del Señor es identificarnos con el Señor. Beber la copa de los demonios y participar de la mesa de los demonios es hacernos uno con los demonios. Algunos creyentes corintios estaban haciendo precisamente esto al comer de lo sacrificado a los ídolos.

  Un ídolo y lo sacrificado a un ídolo no son nada (v. 19; 8:4). Pero detrás de ellos están los demonios, los cuales son abominables y aborrecibles para Dios. Los creyentes, quienes adoran a Dios, no deben identificarse con los demonios ni convertirse en adoradores de ellos al comer lo sacrificado a los ídolos. Puesto que los demonios son la realidad de los ídolos, comer lo que se ha sacrificado a los ídolos hace que los que comen tengan comunión con demonios, que participen conjuntamente de ellos. Quienes comen de lo sacrificado a los ídolos no solamente tienen comunión con los demonios, sino que además participan conjuntamente de los demonios, haciéndose así uno con ellos.

  El Señor es el Dios celoso (Éx. 20:5). La idolatría le es totalmente abominable y aborrecible. Si participamos de la comunión con los demonios, haciéndonos uno con ellos, provocaremos a celos al Señor (1 Co. 10:22). Por tanto, debemos huir de la idolatría (v. 14).

L. Comer el pan y beber la copa del Señor indignamente y sin discernir el Cuerpo

  Entre los corintios también se cayó en el fracaso de comer el pan y beber la copa del Señor indignamente y sin discernir el Cuerpo. En 1 Corintios 11:27 se nos dice: “Cualquiera que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”. Esto es comer y beber sin valorar el significado del pan y la copa del Señor, los cuales representan Su cuerpo quebrantado por nosotros y la sangre que Él derramó por nuestros pecados al morir para redimirnos. Ser culpado del cuerpo y de la sangre del Señor implica que un creyente acarrea juicio para sí (vs. 29-30).

  En el versículo 29 Pablo añade: “Porque el que come y bebe, sin discernir el cuerpo, juicio come y bebe para sí”. Comer el pan o beber la copa del Señor indignamente nos acarrea juicio. Este juicio no es de condenación, sino una disciplina temporal de parte del Señor (v. 32).

  Sin discernir significa sin distinguir, separar, discriminar, hacer una distinción. No discernir el cuerpo del Señor es no hacer distinción entre el pan que representa el cuerpo del Señor, y el alimento común y corriente. Equivale a no valorar el significado que tiene el pan que tomamos en la cena del Señor.

  Es probable que el pensamiento de Pablo al hacer referencia simplemente a “el cuerpo” sea el de hacer alusión también al Cuerpo místico de Cristo (Ef. 4:4) además de referirse al cuerpo físico del Señor (1 Co. 11:24). Por tanto, cuando participamos de la mesa del Señor, tenemos que discernir si el pan en la mesa representa el único Cuerpo de Cristo o una división humana, una denominación. Si discernimos el Cuerpo de Cristo, no debemos participar del pan en ninguna división ni con un espíritu divisivo. Nuestra participación en la mesa del Señor tiene que ser la comunión única de Su Cuerpo único, sin división alguna en práctica ni en espíritu.

M. Abusar del don de lenguas

  Otro fracaso fue que abusaron del don de lenguas (1 Co. 14:19-20, 23). Hoy en día muchas de las manifestaciones del don de lenguas no son genuinas. Pero aun en el caso que sea una manifestación genuina del don de lenguas, no se debe abusar de dicho don, es decir, no debe recurrirse en exceso a tal don en las reuniones de la iglesia. De hecho, Pablo restringió el uso del don de lenguas en las reuniones al decir: “En la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi mente, para instruir también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida” (v. 19). Esto muestra que lo que se necesita en las reuniones de la iglesia es hablar con palabras comprensibles para que la iglesia sea edificada, y no hablar en lenguas.

  En 1 Corintios 14:23 se nos dice: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos en cuanto a las lenguas o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?”. Aquí la palabra todos se refiere a todos los que ejercen su función, no a todos los asistentes a una reunión. Si en una determinada reunión todos los que ejercen alguna función hablasen en lenguas, la gente podría pensar que ellos han perdido el juicio. Por tanto, fomentar que todos los santos hablen en lenguas en las reunión de la iglesia no es correcto; es contrario a la palabra del apóstol Pablo. Lo dicho por Pablo en el versículo 23 desalienta enfáticamente practicar en exceso el hablar en lenguas.

N. Decir que no hay resurrección de los muertos

  En 1 Corintios 15 Pablo confronta la herejía expresada por algunos corintios de que no hay resurrección de los muertos. En el versículo 12 Pablo pregunta: “Si se proclama a Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?”. Algunos de los corintios eran como los saduceos (Mt. 22:23; Hch. 23:8) al afirmar que no había resurrección de los muertos. Nada es más dañino y destructivo para la economía neotestamentaria de Dios que afirmar que no hay resurrección. Esto es peor aún que la herejía propagada por Himeneo y Fileto con respecto a la resurrección en 2 Timoteo 2:17 y 18. La resurrección es el pulso vital y el sustento de la economía divina. Si no hubiera resurrección, Dios sería un Dios de muertos, y no el Dios de vivos (Mt. 22:32). Él sería un Salvador muerto, y no Aquel que vive para siempre (Ap. 1:18) y que nos puede salvar por completo (He. 7:25). Si no hubiera resurrección, no habría prueba viva de la justificación por Su muerte (Ro. 4:25), ni se nos impartiría la vida (Jn. 12:24), ni habría regeneración (3:5), ni renovación (Tit. 3:5), ni transformación (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18), ni tampoco conformación a la imagen de Cristo (Ro. 8:29). Si no hubiera resurrección, no habría miembros de Cristo (12:5), ni Cuerpo de Cristo como plenitud de Él (Ef. 1:20-23), ni tampoco existiría la iglesia como novia de Cristo (Jn. 3:29) y tampoco el nuevo hombre (Ef. 2:15; 4:24; Col. 3:10-11). Si no hubiera resurrección, la economía neotestamentaria de Dios se derrumbaría por completo y el propósito eterno de Dios sería anulado.

  En 1 Corintios 15:12 Pablo se refiere a la proclamación de que Cristo ha sido resucitado de los muertos. Esto indica claramente que los apóstoles predicaban la resurrección de Cristo. Según el libro de Hechos, la predicación del evangelio consistía principalmente en proclamar la resurrección de Cristo. En la actualidad debemos seguir a los apóstoles y recalcar la resurrección al igual que la crucifixión.

O. Andar desordenadamente

  Finalmente, en las iglesias tuvo lugar el fracaso que consiste en andar desordenadamente. En 2 Tesalonicenses 3:11 se nos dice: “Oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno”. Podría parecer que andar desordenadamente es un asunto insignificante; no obstante, es muy práctico. Andar desordenadamente no es sólo andar conforme a la carne (Ro. 8:4), sino también en contra de la edificación de la vida de iglesia (1 Ts. 5:11; Ro. 14:19; 1 Co. 10:23).

  Según lo dicho por Pablo en 2 Tesalonicenses 3:11, quienes andaban desordenadamente estaban ocupados pero “no trabajando en nada”; es decir, ellos estaban ocupados únicamente con aquello que no les correspondía. Los entrometidos no son nadie, y con ellos no hay Cuerpo de Cristo.

  Creo que tal desorden en Tesalónica se originó en el concepto errado que se tenía acerca del regreso del Señor. Algunos creyentes pensaban que el Señor Jesús regresaría muy pronto y que, por tanto, no era necesario que ellos trabajasen. Probablemente ellos pensaban que siempre y cuando tuvieran qué comer y pudieran subsistir, eso era lo suficientemente adecuado. Aquellos que pensaban así iban más allá del nivel correspondiente a la espiritualidad apropiada y andaban desordenadamente.

  En 2 Tesalonicenses 3:6 Pablo ordena a los creyentes a apartarse de cualquier hermano que ande desordenadamente. Esto indica que Pablo consideraba que era muy grave andar desordenadamente, pues ello perjudicaba la vida de iglesia.

  Incluso mientras los primeros apóstoles todavía vivían, se produjeron muchos fracasos en las iglesias. Estos fracasos incluyeron cosas tales como la ambición por vanagloria, la tradición, la concupiscencia, no creer en la resurrección de Cristo y no poner en práctica apropiadamente la mesa del Señor. La intención de Dios al dejar constancia de estos fracasos en Su santa Palabra es la de hacernos una advertencia con respecto a la posibilidad de que tales fracasos vuelvan a ocurrir en la vida de iglesia. Debemos aprender de estos fracasos y esforzarnos al máximo por evitarlos. Si las iglesias en los tiempos de aquellos apóstoles pudieron caer en tales fracasos, es mucho más probable que esto pueda suceder en la actualidad; así pues, si no somos cuidadosos, nosotros también padeceremos la misma clase de fracasos. Por tanto, debemos poner nuestra mirada en el Señor a fin de ser guardados de estos fracasos.

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