
En este mensaje abordaremos otras dos etapas de la iglesia, las etapas representadas por la iglesia en Tiatira (Ap. 2:18-19) y por la iglesia en Sardis (3:1-6).
La iglesia en Tiatira es la iglesia en apostasía. La palabra griega traducida “Tiatira” significa sacrificio aromático, o sacrificio continuo. Como señal, la iglesia en Tiatira prefigura a la Iglesia Católica Romana, la cual constituyó la iglesia apóstata cuando se estableció el sistema papal universal a fines del sexto siglo. Esta iglesia apóstata está llena de sacrificios, como lo demuestran sus misas continuas. La iglesia apóstata todavía existirá cuando el Señor regrese.
En 2:19 el Señor dice: “Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu perseverancia, y que tus obras postreras son más que las primeras”. La apóstata Iglesia Católica tiene muchas obras y servicios. Sus obras en los últimos días son más que las del pasado.
La iglesia en Tiatira es una continuación de la iglesia mundana y, como tal, tiene como símbolo precursor a la iglesia en Pérgamo. La iglesia en Pérgamo tenía la enseñanza del profeta gentil, Balaam, y la enseñanza de los nicolaítas, es decir, la enseñanza del sistema clerical. La Iglesia Católica da continuación a estas enseñanzas, a saber, las enseñanzas de Balaam que llevan a las personas a la idolatría y la fornicación, y las enseñanzas de los nicolaítas que edifican una jerarquía. En la Iglesia Católica actualmente hay una enseñanza prevaleciente con relación a la edificación de una organización religiosa con su correspondiente jerarquía.
Uno de los puntos cruciales de la epístola a la iglesia en Tiatira trata acerca de la mujer Jezabel. El Señor se refiere a ella en Apocalipsis 2:20: “Tengo contra ti que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis esclavos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”. El Señor profetizó acerca de esta mujer en Mateo 13:33. Allí la mujer agregó levadura (que representa cosas malignas, heréticas y paganas) a la harina pura (que representa a Cristo como ofrenda de harina para la satisfacción de Dios y del hombre). Esta mujer es también la gran ramera de Apocalipsis 17, la cual mezcla abominaciones con cosas divinas. Jezabel, la esposa pagana de Acab, tipifica a esta iglesia apóstata.
En Apocalipsis 2:20 el Señor indica que la iglesia apóstata se hace llamar profetisa. Un profeta es alguien que habla por Dios con Su autorización. La Iglesia Católica apóstata pretende haber recibido de Dios la autoridad para hablar por Él. Ella exige a las personas escucharla a ella antes que a Dios mismo. Sus partidarios están drogados con sus enseñanzas heréticas y religiosas, por lo cual no les interesa que Cristo sea su vida y suministro de vida, según lo indican el árbol de la vida y el maná escondido prometidos por el Señor a las iglesias en Éfeso y Pérgamo (vs. 7, 17).
Mateo 13:33 dice: “Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”. Maestros competentes de la Biblia reconocen que la Jezabel mencionada en Apocalipsis 2:20 es la misma mujer acerca de la cual profetizó el Señor en Mateo 13:33. La gran ramera mencionada en Apocalipsis 17 también es la misma mujer. Por tanto, la mujer en Mateo 13 es Jezabel en Apocalipsis 2, y Jezabel llega a ser la gran ramera que es llamada la gran Babilonia en Apocalipsis 17. La Jezabel del Antiguo Testamento (1 R. 16:31) prefiguraba “a la mujer Jezabel” mencionada en Apocalipsis 2:20. Cuando el Señor se dirigió a la iglesia en Tiatira, Él le dijo que había una Jezabel actual. Según la historia, la Jezabel actual es, sin duda alguna, la iglesia apóstata: la Iglesia Católica Romana. Al usar el nombre Jezabel, el Señor nos estaba recordando lo que hizo Jezabel, la esposa de Acab. Ella tenía raíces paganas e introdujo cosas paganas en la adoración a Dios efectuada por Su pueblo. Éste es el asunto crucial y central presentado en la epístola a Tiatira. El principio subyacente a las obras que realiza la iglesia apóstata es el de mezclar las cosas paganas con la adoración a Dios efectuada por el pueblo de Dios. Ella ayuda al pueblo de Dios a adorar a Dios, pero no lo hace a la manera de Dios, sino que lo hace a su propia manera, la cual es pagana.
La Iglesia Católica Romana ha leudado todo lo relacionado con Cristo. Esto es indicado por las palabras “hasta que todo fue leudado” en Mateo 13:33. La Iglesia Católica Romana tiene a Cristo, la harina, pero ha introducido levadura en la harina.
En Apocalipsis 2:26 y 27 tenemos la promesa del Señor a los vencedores en esta etapa. En el versículo 26 Él dice: “Al que venza y guarde Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones”. Aquí vencer significa vencer el catolicismo. Los vencedores, el remanente en Tiatira, no tienen la enseñanza de Jezabel (v. 24), no han conocido las profundidades de Satanás, retienen el testimonio del Señor hasta que Él venga (v. 25) y guardan las obras del Señor hasta el fin. La frase Mis obras, en el versículo 26, se refiere a las cosas que el Señor ha logrado y a las que está realizando, tales como Su crucifixión, Su resurrección y Su intercesión, lo cual está en contraste con las obras de la iglesia apóstata realizadas bajo la influencia de Satanás.
En el versículo 26 el Señor dice que al que venza Él le dará autoridad sobre las naciones. Reinar con Cristo sobre las naciones en el reino milenario es un premio para los vencedores (20:4, 6). Esta promesa del Señor implica claramente que los que no respondan a Su llamado para vencer a la iglesia apóstata no participarán en el reinado del reino milenario.
En el versículo 27 el Señor, refiriéndose a aquel que venza, añade: “Y las pastoreará con vara de hierro, y serán quebradas como vasijas de barro; como Yo también la he recibido de Mi Padre”. En el reino milenario, el que reine será un pastor. En Salmos 2:9 Dios le dio a Cristo autoridad para gobernar a las naciones; aquí Cristo les da la misma autoridad a Sus vencedores.
En Apocalipsis 2:28 vemos otro aspecto de la promesa hecha por el Señor al que venza en esta etapa. Él dice: “Le daré la estrella de la mañana”. Aquí la estrella de la mañana se refiere al Cristo venidero. En la primera venida de Cristo, Su estrella fue vista por los magos y no por los religiosos judíos (Mt. 2:2, 9-10). En Su segunda venida, Él será la estrella de la mañana para los vencedores, quienes velan esperando Su venida. Para todos los demás Él aparecerá sólo como el sol (Mal. 4:2). Únicamente los vencedores escondidos, quienes disfrutan a Cristo como maná escondido, verán al Cristo escondido que se aparece como estrella de la mañana a los que le aman.
En el griego “Sardis” significa el remanente, lo restante, o la restauración. Como señal, la iglesia en Sardis prefigura a la iglesia protestante, desde la Reforma hasta la segunda venida de Cristo. La Reforma fue la reacción de Dios a la apóstata Iglesia Católica Romana, la cual es tipificada por la degradada iglesia en Tiatira. La Reforma fue llevada a cabo por una minoría de creyentes, el remanente; por consiguiente, fue una restauración efectuada por el remanente.
Al mensajero de la iglesia en Sardis, el Señor le dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Ap. 3:1). Muchos consideran que la iglesia protestante reformada es viviente, pero el Señor dice que está muerta. Por tanto, en tal condición de muerte, ella necesita de los siete Espíritus vivientes y las estrellas resplandecientes. Nominalmente, las iglesias protestantes son vivientes y mejores que la Iglesia Católica. Pero en realidad las denominaciones protestantes están muertas.
En el versículo 2 el Señor dice: “Afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir”. La frase las cosas que quedan se refiere a las cosas que se habían perdido y fueron restauradas por la Reforma, como la justificación por fe y la exposición de la Biblia. Aunque estas cosas fueron restauradas, estaban “a punto de morir”. Por tanto, la iglesia protestante requiere de un avivamiento a fin de que las cosas recobradas sean mantenidas vivas.
En el versículo 2 el Señor también dice: “No he hallado tus obras completas delante de Mi Dios”. Nada de lo comenzado en la Reforma ha sido completado por las iglesias protestantes. Por eso la iglesia en Filadelfia (vs. 7-13), que representa a la iglesia en el recobro, es necesaria para completar la obra. A los ojos de Dios, en las llamadas iglesias reformadas no se han completado tales obras.
En 3:5 tenemos la promesa del Señor a los vencedores en esta etapa. Aquí vencer se refiere a vencer la muerte que prevalece en las iglesias protestantes, es decir, vencer al protestantismo muerto. Todo el versículo 5 es la promesa hecha por el Señor a los vencedores. Esta promesa será cumplida en el reino milenario, cuando el Señor regrese.
En 3:4 el Señor dice: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han contaminado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. En la Biblia las vestiduras representan lo que somos en nuestro andar y vivir. Contaminar nuestras vestiduras se refiere particularmente a mancharlas con muerte. Ante Dios, la muerte es más contaminante que el pecado (Lv. 11:24-25; Nm. 6:6-7, 9). En este versículo la contaminación denota todo aquello que está relacionado con la naturaleza de la muerte. La contaminación de Sardis no era la contaminación del pecado, sino la contaminación de la muerte.
En referencia a quienes no contaminaron sus vestiduras, el Señor dice: “Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. El color blanco no sólo simboliza pureza, sino también aprobación. Aquí las vestiduras blancas representan un modo de andar y vivir que no ha sido contaminado por la muerte y que será aprobado por el Señor. Es algo que lo hace a uno apto para andar con el Señor, especialmente en el reino venidero.
Si leen el contexto de Apocalipsis 2 y 3, verán que cada vez que el Señor hace una promesa en una de las siete epístolas, en términos estrictos ella se refiere al reino venidero. En ninguno de los casos se hace referencia a nuestro destino eterno, sino a nuestro futuro en el reino venidero. Éste es el principio fundamental y el principio rector con respecto a entender todas las promesas en estas siete epístolas. En 3:4 el Señor promete que quienes sean vivientes, es decir, quienes no contaminaron sus vestiduras, andarán con Él en vestiduras blancas. Esto tendrá lugar durante el milenio. Andar con el Señor en vestiduras blancas significa andar con Él durante esos mil años.
En 3:5a el Señor dice: “El que venza será vestido de vestiduras blancas”. Esto será un premio para los vencedores en el reino milenario. Aquello en lo que hayan andado en esta era, será el premio que recibirán en la era venidera.
Vestirse con vestiduras blancas implica nuestra experiencia de Cristo como segunda vestidura requerida por todo cristiano. La primera vestidura es la vestidura de la salvación, la cual representa a Cristo como nuestra justicia objetiva. En Lucas 15, cuando el hijo pródigo regresó a su hogar, el padre tenía preparado para él el mejor vestido. Lo primero que el padre hizo fue hacerle vestir este vestido a su hijo que regresaba. Al ponerse tal vestido, el hijo pródigo fue justificado en la presencia del padre. Esto significa que él fue justificado en Cristo y que Cristo había llegado a ser su cobertura que lo justificaba. Él fue cubierto por Cristo como Su justicia. Por tanto, la vestimenta de justificación, el primer vestido, es para salvación. Sin embargo, además de esto, tenemos necesidad de otra vestimenta a fin de que seamos aprobados por el Señor y seamos gratos a Él. El “lino fino, resplandeciente y limpio” mencionado en Apocalipsis 19:8 denota este segundo vestido. Este vestido no consiste en Cristo como nuestra justicia objetiva, sino en experimentar a Cristo como nuestra justicia subjetiva. Este vestido tiene por finalidad obtener recompensa. Las vestiduras blancas mencionadas en 3:5 se refieren al segundo vestido.
Con relación a quien venza en esta etapa de la iglesia, el Señor dice en 3:5b: “Nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de Mi Padre, y delante de Sus ángeles”. El libro de la vida es un registro divino de los nombres de aquellos que participan de las bendiciones que Dios ha preparado para ellos. Estas bendiciones son dadas en tres etapas: en la iglesia, en el reino milenario y en la eternidad. Todos los creyentes tendrán parte en las bendiciones de la primera y tercera etapa, pero únicamente los vencedores tendrán parte en las bendiciones de la segunda etapa, esto es, en las bendiciones del reino milenario. Si ellos cooperan con el suministro de gracia provisto por Dios y maduran en vida durante la era de la iglesia, entonces se les dará como premio la rica entrada en el reino milenario y la participación de las bendiciones divinas correspondientes a esa etapa. Esto significa que sus nombres no serán borrados del libro de la vida durante el milenio. Los nombres de todos los creyentes verdaderos habrán sido escritos en el libro de la vida. Sin embargo, durante el milenio, los nombres de algunos de ellos —los creyentes que fueron derrotados— serán borrados, mientras que los nombres de los que venzan permanecerán en el libro de la vida durante la era venidera en el reino milenario.