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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 240-253)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE DOSCIENTOS CINCUENTA

EL REINO: SU REALIDAD, SU NATURALEZA, SU EXPRESIÓN, SU RELACIÓN CON LA GLORIA DE DIOS, Y SU INCONMOVILIDAD

(1)

  Hemos abordado los diversos aspectos del reino. En este mensaje y en los siguientes consideraremos el reino en su realidad, su naturaleza, su expresión, su relación con la gloria de Dios y su inconmovilidad.

II. SU REALIDAD

A. Cristo como semilla de vida

  La realidad del reino es Cristo como semilla de vida. Cristo, quien es vida, se ha sembrado como semilla de vida en los escogidos de Dios, quienes son el suelo donde Él ha de crecer (Mr. 4:3, 26). El Señor Jesús vino a sembrarse como semilla de vida en los corazones de los hombres a fin de que Él pudiera crecer en ellos, vivir en ellos y ser expresado desde el interior de ellos. La semilla del reino no es cuestión de poder o autoridad, sino de la vida divina corporificada en Cristo. Por tanto, la semilla del reino es una semilla de vida. Esta semilla de vida, la cual es Cristo mismo, es el elemento básico de la realidad del reino.

  En Marcos 4 vemos que el Señor Jesús establece el reino al sembrarse como semilla de vida en el pueblo escogido de Dios, los creyentes, a fin de que el reino pueda crecer. Esto indica que el establecimiento del reino está íntegramente relacionado con el crecimiento en vida. Por tanto, establecer el reino es hacerlo crecer. El reino no es establecido mediante obras externas, sino mediante el crecimiento interno. Si no comprendemos esto, podríamos pensar que el reino es establecido mediante nuestra obra. Sin embargo, el reino puede ser establecido únicamente por medio de que Cristo como semilla de vida sea sembrado en la humanidad. Por tanto, el reino no es introducido mediante enseñanzas ni obras; más bien, el reino llega a existir por medio de que Cristo como semilla del reino sea sembrado en los creyentes. La semilla crecerá, y la vida dentro de ella producirá el reino en su realidad. Debe causarnos profunda impresión el hecho de que el reino de Dios está íntegramente relacionado con la vida, a saber: Cristo mismo como semilla de vida, como semilla del reino, sembrado en nuestro ser.

  A fin de dejar esto en claro podríamos prestar el término biológico gen y aplicarlo a Cristo como semilla de vida, quien es la realidad del reino. El Cristo que ha sido sembrado en nuestro ser es el “gen” del reino. Sabemos que sin los genes humanos sería imposible tener la vida humana. Nuestro nacimiento, nuestro ser y nuestra existencia proceden todos de un gen. Este mismo principio se aplica al reino con respecto a su realidad. Cristo ha sido sembrado en nosotros para ser el gen del reino. A la postre, el reino será lo que este gen produzca. Es crucial ver que Cristo, quien ha sido sembrado en nuestros corazones, es el gen del reino. Cristo ha sido sembrado en nosotros como un gen, como una semilla de vida, a fin de crecer, desarrollarse y producir el reino.

  En Marcos 4:26-29 el Señor Jesús nos relata la parábola de la semilla del reino. “Así es el reino de Dios, como si un hombre echara semilla en la tierra; duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra lleva fruto por sí misma, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga” (vs. 26-28). Este hombre es el Señor Jesús, el sembrador. La semilla es Cristo mismo como semilla de vida que ha sido sembrada en nosotros. Esta parábola revela que el reino de Dios está íntegramente relacionado con la vida, la vida de Dios, la cual brota, crece, da fruto, madura y produce una cosecha. El reino no tiene nada que ver con una organización inerte, la cual es producida por medio de la sabiduría y capacidad del hombre. El reino en su realidad consiste en tener a Cristo como semilla de vida sembrado en nosotros y creciendo en nosotros hasta llegar a la madurez.

B. La expansión de Cristo como aumento

  La realidad del reino también es vista en la expansión de Cristo como aumento. La expansión de Cristo es Su crecimiento dentro de nosotros, y Su expansión constituye Su aumento.

  Apocalipsis 1:6 dice que hemos sido hechos el reino de Dios. Cristo nos liberó de nuestros pecados con Su sangre (v. 5) e hizo de nosotros un reino. Los creyentes, redimidos por la sangre de Cristo, no sólo nacieron de Dios y así fueron introducidos en Su reino (Jn. 3:5), sino que también fueron hechos un reino para la economía de Dios, que es la iglesia (Mt. 16:18-19). Juan, el escritor del libro de Apocalipsis, estaba en el reino (Ap. 1:9), y todos los creyentes redimidos y renacidos también forman parte de este reino (Ro. 14:17).

  Somos el reino de Dios porque somos la expansión de Cristo, Su aumento. Lucas 17:20-21 confirma esto: “Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. ¿Qué significa que el reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse? Esto significa que el reino es invisible. El reino no puede ser observado mediante nuestras capacidades naturales; en particular, el reino no puede ser percibido mediante nuestro entendimiento natural, que no sirve en absoluto para aprehender el reino de Dios. El reino de Dios no es material, sino espiritual. Tal realidad espiritual puede ser aprehendida únicamente por medio del Espíritu que está en nuestro espíritu regenerado.

  El reino en su realidad actual es el Señor Jesús como Espíritu. En Mateo 12:28 el Señor dice: “Si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”. Esto indica que el reino es la realidad del Espíritu de Dios, el cual es la realidad de Cristo. El Espíritu es la realidad del Señor Jesús, pues el Espíritu es Su persona, y Su persona es Su realidad. El reino, por tanto, es nuestra aprehensión espiritual del Señor Jesús. Cuando le aprehendemos a Él espiritualmente, obtenemos el reino en su realidad.

  En Lucas 17:20-21 el Señor revela que Él mismo es el reino. Como Aquel que es el reino, Él entra en Sus creyentes y crece en ellos a fin de tener una expansión de Sí mismo, un aumento, y este aumento es el reino en su realidad. Así que, tanto la semilla del reino como la expansión del reino son la realidad del reino.

C. El aumento es la esfera del reinado del reino

  El reino de Dios es el Señor Jesús como semilla de vida sembrada dentro de Sus creyentes, el pueblo escogido de Dios, quien se desarrolla hasta llegar a ser una esfera en la cual Dios puede gobernar como reino Suyo en Su vida divina. La entrada al reino es la regeneración (Jn. 3:5), y su desarrollo es el crecimiento de los creyentes en la vida divina (2 P. 1:3-11). El reino es la actual vida de iglesia que llevan los creyentes fieles (Ro. 14:17), y se desarrollará hasta ser el reino venidero, una recompensa que han de heredar (Gá. 5:21; Ef. 5:5) los santos vencedores en el milenio (Ap. 20:4, 6). Finalmente, tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como el reino eterno de Dios, un dominio eterno que contiene la bendición eterna de la vida eterna de Dios, la cual todos los redimidos de Dios disfrutarán en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (21:1-4; 22:1-5).

  En la eternidad la Nueva Jerusalén será la totalidad de todos los creyentes que resplandezcan irradiando al Dios Triuno procesado. La tierra nueva será una esfera en la cual Dios regirá sobre las naciones. Esta esfera gubernamental será formada por el resplandor de la Nueva Jerusalén. Por tanto, el resplandor de la Nueva Jerusalén producirá una esfera en la que Dios gobernará. En esto consiste el reino de Dios.

III. SU NATURALEZA

  Ahora abordaremos la naturaleza del reino. Hemos de usar seis adjetivos para describir el reino en su naturaleza: divino, celestial, espiritual, humano, puro y eterno.

Dios,

  En su naturaleza el reino de Dios (Mr. 1:15) es divino, pues posee los atributos divinos. La palabra divino denota que es de Dios mismo y posee la naturaleza de Dios, o que trasciende y es distinto a todo lo demás. Sólo Dios tiene la naturaleza de Dios, y sólo Dios es trascendente y distinto a todo lo demás. Por tanto, únicamente Dios es divino.

  La naturaleza del reino es divina porque es el reino de Dios con los atributos divinos. Debido a que el reino es el reino de Dios, su naturaleza será la naturaleza de Dios mismo. Puesto que Dios es santo, ciertamente Su reino también será santo. Asimismo, puesto que Dios es justo, Su reino también será justo. Dios es divino, y el reino, por ser el reino de Dios, también será divino.

Los cielos,

  El reino es también celestial en su naturaleza, pues es el reino de los cielos (Mt. 3:2), con la trascendencia propia de los cielos. Hoy en día la iglesia debe ser trascendente; debe haber cierta trascendencia en la vida de iglesia. Como miembros de la iglesia, no somos personas inferiores, sino que poseemos la naturaleza celestial con la trascendencia propia de los cielos.

Espíritu

  El reino es espiritual en naturaleza porque es del Espíritu Santo que está en el espíritu humano regenerado. Romanos 14:17 nos dice que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Mateo 5:3 dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Estos versículos nos permiten ver que el reino está relacionado con el Espíritu Santo en nuestro espíritu; por tanto, el reino en su naturaleza es espiritual.

  En Filipenses 1:19 Pablo se refiere a la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Éste es el Espíritu mencionado por el Señor Jesús en Juan 7:39. Éste no es meramente el Espíritu de Dios antes de la encarnación del Señor, sino el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo poseedor de divinidad, después de la encarnación del Señor, Su vivir humano, Su crucifixión y Su resurrección. Tal Espíritu posee una abundante suministración. Puesto que tal Espíritu tiene un suministro abundante, el reino, el cual es del Espíritu en nuestro espíritu, está lleno del suministro abundante.

Hombre,

  En cuanto a su naturaleza, el reino también es humano, pues es el reino del Hijo del Hombre. Después que Satanás sedujo al hombre para hacerlo su seguidor, Dios se hizo hombre para destruir las obras del diablo (1 Jn. 3:8) y destruir al diablo mismo (He. 2:14) a fin de reclamar para Sí la tierra de modo que sea Su reino. En el reino venidero, el cual será traído por Cristo (Dn. 7:13-14; Lc. 19:12-15), Él será el Hijo del Hombre, lo cual será una señal, por un lado, de Su victoria y gloria y, por otro, de la derrota y vergüenza de Satanás.

  Debido a que el reino es humano en su naturaleza y posee las virtudes humanas, el Señor nos ordena no anular ningún mandamiento referente a la moralidad (Mt. 5:17-48). Por el contrario, debemos cumplir con todos los mandamientos referentes a la moralidad a fin de tener las virtudes humanas que correspondan con los atributos divinos.

E. Puro: la sal de la tierra, con el poder aniquilador propio de la muerte de Cristo

  El reino de Dios es puro. Es la sal de la tierra (Mt. 5:13), con el poder aniquilador propio de la muerte de Cristo (2 Co. 4:10a, 12a, Fil. 3:10b). En Mateo 5:13 el Señor Jesús dice: “Vosotros sois la sal de la tierra”. La sal es por naturaleza un elemento que mata y elimina los microbios de corrupción. La naturaleza propia del reino de Dios es una naturaleza pura como la sal de la tierra. Esta naturaleza tiene el poder aniquilador propio de la muerte de Cristo a fin de aniquilar todo germen de corrupción.

Eterno,

  Finalmente, en su naturaleza el reino es eterno. Es el reino eterno (2 P. 1:11), el cual es ilimitado.

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