
En Efesios 6:23-24 consta la bendición dada por Pablo: “Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo en incorrupción”. Estos versículos indican que podemos experimentar y disfrutar a Cristo como fuente de la paz, del amor con fe y de la gracia; además, para que amemos a nuestro Señor Jesucristo en incorrupción, necesitamos la paz, el amor, la fe y la gracia.
Cristo es la fuente de la paz, del amor con fe y de la gracia para la vida de iglesia. Al comienzo del libro, el saludo del apóstol es primero con gracia como disfrute y después con paz como el resultado de tal disfrute (1:2). Pero en la conclusión, estos elementos son presentados al revés, avanzando desde el resultado, que es la paz, al disfrute, que es la gracia. En otras palabras, después de haber entrado en la paz, todavía necesitamos de la gracia. Primero entramos en la paz por medio de la gracia. Ahora, al disfrutar de la paz, tenemos necesidad de mayor gracia aún. Esto es gracia sobre gracia, lo cual indica que nuestra experiencia es de gracia en gracia.
La razón por la cual el apóstol, al concluir esta epístola, incluyó el amor entre la paz y la gracia es que la única manera en que podemos mantenernos en una situación de paz es disfrutar continuamente al Señor en amor. Pablo se dio cuenta de que el amor es crucial. Él habló del amor en relación con la paz y la gracia, indicando así que el amor es necesario para que seamos guardados en una condición de paz.
Según el versículo 23 del capítulo 6, el amor procede de Dios Padre y del Señor Jesucristo. Lo que aquí se recalca es que el amor se origina en Dios, no en nosotros. Sin embargo, al final, el amor de Dios viene a ser nuestro amor. Ésta es la razón por la cual Pablo, en el versículo 24, se refiere a los que aman a nuestro Señor Jesucristo. El amor de Dios por nosotros viene a ser nuestro amor por Él. La paz es mantenida por esta clase de amor. Al vivir en la intimidad de la presencia de Dios, el amor viene a nosotros. Después, este amor regresa al Señor y se convierte en nuestro amor por Él. Mediante este tráfico de amor, la paz es mantenida y nosotros somos mantenidos en el disfrute de la gracia, la cual es necesaria para que podamos llevar una vida de iglesia que cumpla el propósito eterno de Dios y resuelva el problema que Dios tiene con Su enemigo.
El amor con fe es el medio por el cual participamos de Cristo y le experimentamos (1 Ti. 1:14). Con la fe le recibimos (Jn. 1:12), y con el amor le disfrutamos (14:23). El Evangelio de Juan nos dice que primero debemos creer en el Hijo a fin de tener vida eterna (3:15). Creer en el Señor Jesús es recibirle. El Evangelio de Juan también recalca el amor. En el capítulo 21 el Señor le preguntó a Pedro con respecto a su amor por Él (vs. 15-17). Además, en 14:23 el Señor dice que el Padre y el Hijo harán morada con aquel que ame al Señor Jesús. Por tanto, por fe recibimos al Señor Jesús y le disfrutamos mediante el amor. Por esta razón, en 1 Timoteo 1:14 Pablo une la fe y el amor.
El apóstol Pablo también habla acerca de la fe y el amor en 1 Tesalonicenses 5:8. En este versículo él alienta a los santos a vestirse “con la coraza de fe y de amor”. Al comparar este versículo con Efesios 6:14 vemos que hay dos clases de corazas: una para nuestro vivir diario y otra para combatir. Para nuestro vivir diario necesitamos la coraza de fe y de amor. La fe y el amor son tiernos; en la Biblia son representados por los pechos. Tales partes tiernas de nuestro ser, nuestros pechos espirituales, necesitan ser protegidas con la coraza. Mediante la coraza nuestra fe y nuestro amor, necesarios para la vida cristiana apropiada, son resguardados. A diferencia de esta coraza, la coraza de justicia mencionada en el versículo 14 sirve para combatir. Siempre que tomamos parte en la guerra espiritual, nuestra conciencia tiene que ser protegida de la acusación de Satanás por la coraza de justicia.
Los versículos acerca de la fe y el amor en el Evangelio de Juan, en 1 Tesalonicenses y en 1 Timoteo indican que la fe y el amor van juntos. Pero en Efesios 6:23 Pablo no habla de la fe y el amor, ni del amor y la fe, sino del amor con fe. Esto indica que necesitamos la fe como complemento y apoyo de nuestro amor. El amor con fe es necesario. Según Gálatas 5:6, la fe obra por medio del amor. Esta operación es muy delicada. En Gálatas, un libro que enfatiza la justificación por la fe, el versículo 6 dice que “en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe, que obra por medio del amor”. Este versículo indica que nuestra fe obra por medio del amor; creer en el Señor Jesús es algo propio del amor. Una persona que escucha el evangelio, se arrepiente y entonces siente aprecio por el Señor Jesús y lo considera absolutamente digno de su amor, tendrá una fe fuerte. Esta fe obra por medio de su amor por el Señor. Cuanto más amemos al Señor, más fuerte será nuestra fe en Él. Éste es el pensamiento de Pablo en Gálatas.
Efesios, sin embargo, enfatiza el amor, no la fe. Según Gálatas, cuanto más aprecio sintamos por el Señor Jesús y le amemos, más creeremos en Él. Esto tiene por finalidad la salvación. Pero en el libro de Efesios la preocupación de Pablo no es la salvación, sino la continuación y la comunión. Esto requiere amor con fe. Si nuestra fe es debilitada porque toleramos las dudas e interrogantes, nos será difícil amar al Señor. Siempre que la fe es menoscabada, el amor también sufre daño. A fin de continuar en comunión con el Señor al amarle, necesitamos una fe fuerte. Por tanto, necesitamos tanto de la fe que obra por medio del amor como del amor que está acompañado de la fe.
Amor con fe es la conclusión de Efesios, un libro que trata de la iglesia. La iglesia necesita disfrutar a Cristo en amor con fe, la cual opera a través del amor (Gá. 5:6). El amor viene de Dios a nosotros, y la fe va de nosotros a Dios. Por medio de este tráfico de amor y fe, la paz sigue siendo nuestra porción. Somos guardados en paz por la venida del amor de Dios a nosotros y por la ida de nuestra fe a Él. Este tráfico nos mantiene continuamente en el suministro de gracia, en el disfrute del Señor (Ef. 6:24).
Los que aman al Señor le disfrutan como gracia. En Efesios la frase en amor, una expresión llena de sentimiento, es usada repetidas veces (1:4; 3:17; 4:2, 15-16; 5:2). Más tarde, la iglesia en Éfeso fue reprendida por el Señor porque había perdido su primer amor hacia Él (Ap. 2:4). Uno de los puntos principales revelados en este libro es que la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, también es la novia, la esposa, de Cristo. En cuanto al Cuerpo, el énfasis está en tomar a Cristo como vida; en cuanto a la esposa, el énfasis está en amar a Cristo. Por tanto, este libro recalca nuestro amor hacia el Señor y concluye con este mismo amor. La iglesia en Éfeso, la destinataria de esta epístola, fracasó en lo concerniente a amar al Señor. Tal fracaso ha venido a ser la fuente y la razón principal del fracaso de la iglesia a través de los siglos (Ap. 2—3).
En nuestra experiencia, Cristo es la paz, el amor con fe y la gracia para nosotros a fin de que podamos amarle en incorrupción, esto es, en todo lo que la iglesia es. Para tener una vida de iglesia apropiada debemos amar al Señor en incorrupción, es decir, en todas las cosas cruciales reveladas y enseñadas en los seis capítulos de este libro y en conformidad con ellas, tales como: la iglesia como Cuerpo de Cristo, el nuevo hombre, la economía del misterio de Dios, la unidad del Espíritu, la realidad y la gracia, la luz y el amor, y las partes de la armadura de Dios. Todas estas cosas son incorruptibles porque son veraces, auténticas y reales. Por amor de la iglesia, debemos amar al Señor en estas cosas incorruptibles.
En 1 Timoteo 1:17 Pablo afirma que Dios es incorruptible y en 2 Timoteo 1:10 dice que el Señor “anuló la muerte y sacó a luz la vida y la incorrupción por medio del evangelio”. En 1 Corintios 15 se nos dice que en resurrección las cosas corruptibles serán hechas incorruptibles (vs. 50-53). Amar al Señor en incorrupción significa amarle en la nueva creación. Todas las cosas de la vieja creación son corruptibles. Esto queda demostrado en Romanos 8 donde vemos que toda la creación gime al encontrarse bajo la esclavitud de corrupción (vs. 21-22). Todo lo de la vieja creación está sujeto a corrupción, mientras que esto no sucede con la nueva creación. Tenemos que amar al Señor en la nueva creación, no en la vieja creación.
Efesios 6:24 es la conclusión de todo el libro de Efesios. En los seis capítulos de Efesios Pablo revela las cosas incorruptibles: Cristo, la iglesia y todos los asuntos positivos relacionados con Cristo y la iglesia. Tenemos que amar al Señor en estas cosas incorruptibles. Debemos amar al Señor en conformidad con la elección del Padre y Su predestinación para filiación; debemos amar al Señor en conformidad con la redención del Hijo; debemos amar al Señor en conformidad con el sellar y el darse en arras del Espíritu; debemos amar al Señor en conformidad con la esperanza del llamamiento de Dios, en conformidad con las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos y en conformidad con la supereminente grandeza de Su poder que hizo a Cristo Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia; y debemos amar al Señor en conformidad con la resurrección de Cristo, la cual nos vivificó, resucitó y sentó en los lugares celestiales.
Una de las cosas incorruptibles reveladas en Efesios es el Cuerpo de Cristo como corporificación y expresión del Dios Triuno procesado (4:4-6). Si hemos de amar al Señor Jesús en incorrupción, tenemos que amarle en conformidad con la realidad del Cuerpo de Cristo, que es la corporificación y expresión del Dios Triuno. Esto significa que nuestro ser debe mezclarse con el Dios Triuno; de otro modo, nuestro amor por el Señor estaría sujeto a corrupción.
No debemos amar al Señor de manera corruptible, es decir, no debemos amar al Señor de manera natural, a la manera de la vieja creación; más bien, debemos amar al Señor a la manera propia de la nueva creación. Por ejemplo, si hemos de amar al Señor en incorrupción en lo referente a las ofrendas materiales, no debemos dejar que nuestra mano derecha sepa lo que hace nuestra mano izquierda (Mt. 6:3). Ofrendar haciendo una exhibición es propio de la vieja creación. Puesto que somos el pueblo del reino, nuestras acciones justas deben ser mantenidas en secreto en el mayor grado posible (vs. 4, 6, 18). Todo cuanto hagamos en nuestro espíritu bajo el gobierno celestial con el único propósito de agradar a nuestro Padre no debe sufrir la interferencia de nuestra carne, que codicia la gloria del hombre. Nosotros, como pueblo del reino, debemos vivir por la vida divina del Padre y andar en conformidad con nuestro espíritu. Amar al Señor en incorrupción es amarle en nuestro espíritu mezclado, nuestro espíritu regenerado, renovado y habitado por el Espíritu de Dios. Si hacemos alguna cosa en nuestra carne, lo hacemos en corrupción.
Hacer las cosas de tal modo que no hagamos alarde ni nos exhibamos a nosotros mismos es propio de la nueva creación. Cuando demos un testimonio en una reunión, debemos esforzarnos al máximo por no hacer alarde de nada. Si testificamos para hacer alarde de algo o exhibirnos, desempeñaremos nuestra función en la vieja creación, esto es, en corrupción. El Señor Jesús reprendió a los fariseos por el deseo que ellos tenían de hacer alarde; ellos hacían todas sus obras a fin de ser vistos por los hombres (23:5a). Además, en Mateo 6:16-18 el Señor dijo: “Cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas que ponen cara triste; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. Esto indica que no debemos hacer alarde en nada de lo que hagamos; de otro modo, estaremos sirviendo en corrupción.
Lamentablemente, muchos cristianos al amar al Señor en lo referente a la iglesia, lo hacen en corrupción. Tanto la organización como las prácticas de las denominaciones son cosas corruptibles, pues son propias de la vieja creación. Si alguien ama al Señor pero le sirve según la manera de proceder de las denominaciones, esto se halla en corrupción.
En Efesios 1:22-23 Pablo habla de la iglesia como Cuerpo de Cristo, “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Debemos dejar en claro que en estos versículos la iglesia no se refiere a ninguna organización religiosa. La iglesia como Cuerpo de Cristo es incorruptible, pero las organizaciones religiosas son corruptibles. Estar firmes en el terreno genuino de la unidad, la unidad del Cuerpo de Cristo, no es susceptible de corrupción. En contraste con ello, afirmarse en cualquier otro terreno que no sea el de la unidad única del Cuerpo de Cristo guardado y expresado en las iglesias locales (Ap. 1:11) equivale a afirmarse en un terreno susceptible de corrupción. En lugar de amar al Señor en corrupción, debemos amarle en incorrupción; esto es, de una manera pura que pueda permanecer para siempre.
Pablo concluye su epístola conforme al contenido de la misma debido a que todo lo revelado en esta epístola es incorruptible. El Dios Triuno, Su impartición y el resultado de Su impartición —la iglesia, el Cuerpo de Cristo, el nuevo hombre y la novia— son, todos ellos, incorruptibles, mientras que todas las otras cosas en el universo se corromperán. Pablo no concluye su epístola diciendo simplemente: “La gracia sea con todos”; más bien, él declara: “La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo en incorrupción”. La razón para ello es que la condición para recibir gracia es amar al Señor en incorrupción. Si hemos de recibir gracia y practicar la vida de iglesia apropiada, debemos amar al Señor en incorrupción. Con relación a la iglesia nuestro amor para con el Señor tiene que ser incorruptible, inmortal e imperecedero. Tal amor es genuino y sincero.
Efesios presenta asuntos profundos que están basados en hechos divinos, celestiales y espirituales, todos los cuales fueron concebidos por el Padre, realizados por Cristo el Hijo y aplicados a nosotros por el Espíritu. Aunque nuestra actual experiencia de Cristo pueda ser deficiente en cuanto a estos aspectos profundos y maravillosos de Cristo revelados en Efesios, todos debemos esforzarnos por experimentar a Cristo y disfrutarle en todos estos aspectos.