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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 367-387)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE TRESCIENTOS OCHENTA Y TRES

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

(89)

105. La piedra viva

  En 1 Pedro 2:4-8 Cristo es revelado como la piedra viva. En la Biblia, este asunto de la piedra es un tema importante. Según Génesis 2, el hombre fue puesto frente al árbol de la vida, el cual estaba en el huerto del Edén desde el cual salía un río (vs. 8-10). Uno de los materiales preciosos producto de la corriente de aquel río era el ónice, una piedra preciosa (v. 12). La Biblia procede a revelarnos a Cristo como una piedra en muchos aspectos. Él es la piedra de fundamento, la piedra en la cual confiamos y de la cual dependemos (Is. 28:16; 1 Co. 3:11). Él también es la piedra que es cabeza del ángulo (Mt. 21:42; Hch. 4:11; Ef. 2:20), la cual une dos muros, uno de los cuales está formado por los creyentes judíos y el otro por los creyentes gentiles. Para los judíos incrédulos, Cristo es la piedra de tropiezo y la roca de escándalo (Is. 8:14-15; Ro. 9:32-33; Lc. 2:34). Para las naciones, Él es la piedra que golpea, la cual golpeará y desmenuzará el conglomerado del gobierno humano a Su regreso (Dn. 2:34-35; Mt. 21:43-44). No obstante, para nosotros Él es la piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa (1 P. 2:4).

a. Desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa

  En 1 Pedro 2:4 se nos dice que Cristo, piedra viva, fue “desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa”. Aunque Cristo como piedra viva fue desechado por los líderes del pueblo de Dios, esta piedra fue escogida por Dios. La elección que Dios hizo de Cristo como piedra viva tiene dos aspectos. Primero, Cristo fue escogido por Dios en la eternidad pasada (1:20). Ésa fue la acción inicial de la elección que Dios hizo de Cristo. Después, Dios escogió a Cristo la segunda vez en resurrección. La resurrección es prueba contundente de que Dios ha escogido a Cristo. Esta segunda acción en la elección hecha por Dios confirma la primera. Por tanto, en la resurrección Dios confirmó la elección que Él había hecho con respecto a Cristo en la eternidad pasada.

  Cuando Cristo estuvo en la cruz, aparentemente Él fue rechazado por Dios. Para los fariseos y para todos los que se oponían a Cristo, Su crucifixión fue señal de que Dios le había rechazado. Según Mateo 27:42-43, los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, dijeron: “Es Rey de Israel; que descienda ahora de la cruz, y creeremos en Él. Ha confiado en Dios; que Él le libre ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios”. Lucas 23:35 dice: “Los gobernantes también se mofaban, diciendo: A otros salvó; sálvese a Sí mismo, si éste es el Cristo de Dios, el Escogido”. Los líderes religiosos pensaron que Dios había rechazado a Cristo. Sin embargo, al tercer día Cristo fue resucitado, y esa resurrección es señal de la elección de Dios, prueba de que Dios había escogido a Cristo para que fuese la piedra para Su edificio.

  Desde el tiempo de Su resurrección, Cristo ha sido tenido en honra. La palabra griega traducida “preciosa” en 1 Pedro 2:4, que es la misma palabra usada en el versículo 6, también significa “honorable”. Difiere de la palabra griega traducida “preciosa” en 1:19. Aquella palabra denota preciosidad en esencia; aquí denota una preciosidad que el hombre reconoce y honra.

  En 2:6 Pedro, citando Isaías 28:16, dice: “He aquí, pongo en Sion una piedra angular, escogida, preciosa”. Esta afirmación se refiere no solamente a la resurrección de Cristo, sino también a Su ascensión. Después que Dios resucitó a Cristo, le elevó a los cielos. Por tanto, la ascensión de Cristo es señal adicional y confirmación de que Dios le escogió.

  La elección de Cristo efectuada por Dios en la eternidad pasada no fue vista por nadie, ni siquiera por los ángeles. Cuando Dios escogió a Cristo, nada había sido creado, pues tal elección fue hecha antes de la fundación del mundo. Únicamente Dios sabía que Cristo era Su escogido. Pero esta elección ha sido manifestada en la resurrección y ascensión de Cristo. Poco después de la ascensión de Cristo, Pedro comprendió claramente que Cristo era el Mesías escogido por Dios. Ésta es la razón por la cual Pedro, en Hechos 4, les dijo a los líderes religiosos: “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, en Su nombre está en vuestra presencia sano este hombre. Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (vs. 10-12). No hay salvación en ningún otro nombre porque Dios escogió a Cristo, y esta elección fue hecha manifiesta y confirmada por la resurrección y ascensión de Cristo.

  Juntamente con los demás apóstoles, Pedro pudo testificar que él había visto al Cristo resucitado. Además, todos ellos habían sido testigos de Su ascensión. Estos dos actos —la resurrección y la ascensión— demuestran y confirman que Jesús de Nazaret es Aquel a quien Dios escogió para que fuese cabeza del ángulo para el edificio de Dios.

  Por ser el Elegido, Cristo ahora es tenido en honra. Cristo no solamente está en gloria, sino también en el trono a la diestra de Dios. Esto significa que Él está en una posición de honra. Debido a que Cristo ahora ocupa tal posición honorable, Él es precioso y tenido en alta estima.

  Con Cristo como piedra para el edificio de Dios tenemos tanto el aspecto de ser desechado como el aspecto de recibir honra. Cristo fue desechado por los líderes judíos, pues éstos lo pusieron en la cruz. Pero Cristo fue honrado por Dios, pues Dios le resucitó y exaltó. Por tanto, la resurrección y la exaltación de Cristo son señales contundentes de que Dios le escogió y de que Él es tenido en honra por Dios mismo.

b. Como piedras vivas, nos acercamos a Cristo a fin de ser edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Él

  En 1 Pedro 2:5 se nos dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. Es por medio de la regeneración y la transformación que quienes fuimos hechos de barro podemos llegar a ser piedras vivas (Ro. 9:21; 2 Co. 3:18). En la regeneración recibimos la simiente de la vida divina, la cual crece en nosotros y así nos transforma en piedras vivas.

  Según Juan 1:42, cuando Andrés trajo a su hermano Simón Pedro al Señor Jesús, “mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)”. Después, en Cesarea de Filipo, el Señor Jesús les preguntó a Sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (Mt. 16:15). Entonces, Pedro tomó la iniciativa de proclamar: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). Al responder a Pedro, el Señor dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Aquí el nombre Pedro significa “una piedra”, que es el material para el edificio de Dios. En su ministerio, Pedro recalca el tema de la piedra probablemente debido a que una parte crucial de su experiencia como discípulo del Señor fue que el Señor cambiara su nombre de Simón a Pedro.

  Como piedras vivas nos acercamos a Cristo a fin de ser edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Él. La casa espiritual, la cual es la iglesia (1 Ti. 3:15), es un sacerdocio, el cual es un ministerio sacerdotal. La totalidad del servicio sacerdotal corporativo que brindan los creyentes constituye la casa espiritual. El sacerdocio santo —que es una casa espiritual edificada con los creyentes como sus muchas piedras— es el ministerio sacerdotal que ejercen los creyentes, los muchos sacerdotes, al ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

1) Nos acercamos a Él como piedras vivas

  Una piedra viva no solamente posee vida, sino que también crece en vida. Cristo es la piedra viva para el edificio de Dios. En 1 Pedro 1:23 Pedro dijo que fuimos regenerados mediante la palabra de Dios que vive y permanece para siempre, la cual es la simiente incorruptible. En 2:4 Pedro pasa de la metáfora de la simiente, la cual pertenece al reino vegetal (1:23-24), a la de una piedra, la cual pertenece al reino mineral. La simiente sirve para plantar vida; la piedra sirve para edificar (2:5). El pensamiento de Pedro pasa de la siembra de la vida al edificio de Dios. Cristo como vida para nosotros es la simiente, pero para el edificio de Dios Él es la piedra. Después de recibirle como simiente de vida, necesitamos crecer a fin de experimentarle como la piedra que vive en nosotros. De este modo Él también hará de nosotros piedras vivas, transformadas con Su naturaleza pétrea para que seamos edificados juntamente con otros como casa espiritual sobre Él como fundamento y piedra angular (Is. 28:16).

  En 1 Pedro 2:4-5 Pedro dice: “Acercándoos a Él, piedra viva”, y después dice que nosotros somos “piedras vivas”. La palabra griega traducida “acercándoos” también podría traducirse “aproximándose, allegándose, acudiendo”. Nosotros llegamos a ser piedras vivas al acercarnos a Cristo, la piedra viva.

  Según 2:2 nosotros, como niños recién nacidos, deseamos la leche de la palabra dada sin engaño; y según el versículo 4, debemos acercarnos a Cristo, la piedra viva. Esto indica que nos acercamos al Señor bebiendo la leche de la palabra. La leche de la palabra es el propio Señor. Por tanto, cuando bebemos la leche, nos acercamos al Señor. La palabra acercándoos usada en el versículo 4 es equivalente al beber implícito en el versículo 2. Por tanto, cuando bebemos la leche, nos acercamos al Señor.

  Como Aquel que es todo-inclusivo, Cristo es tanto la leche como la piedra. Tenemos necesidad de experimentar más a Cristo como la leche y la piedra. En la mañana debemos beber a Cristo como la leche de la Palabra. Después, durante el día, el proceso de transformación debe tener lugar dentro de nosotros. Al anochecer debemos ir a las reuniones de la iglesia y tener comunión con los santos. En esto consiste la edificación. Aquí vemos que en la mañana Cristo es la leche, y al anochecer Él llega a ser la piedra. Durante el día, la leche realiza una obra de transformación dentro de nosotros a fin de producir una piedra.

  Aquellos que no experimentan a Cristo como la leche podrían gustar de estar dispersos o de ser independientes. Aun cuando algunos creyentes les visiten y animen a asistir a las reuniones, ellos no quieren hacerlo. No obstante, puede ser que comience a surgir en ellos el deseo de beber la leche de la palabra; entonces, al beber la leche, anhelarán poder asistir a las reuniones de la iglesia.

  El Señor es primero leche para nutrirnos. En virtud del nutrimento hallado en la leche de la palabra, la transformación tiene lugar. Entonces tenemos la edificación, donde el Señor mismo es la piedra. Ésta es la razón por la cual, en el capítulo 2, primero tenemos la leche y después la piedra.

2) A fin de ser edificados como casa espiritual hasta llegar a ser un sacerdocio santo

  En 1 Pedro 2:5 la palabra espiritual denota la capacidad que la vida divina tiene de vivir y crecer; santo denota la capacidad de la naturaleza divina para separar y santificar. La casa de Dios subsiste principalmente por la vida divina; por ende, es espiritual. El sacerdocio subsiste principalmente por la naturaleza divina; por tanto, es santo.

  El sacerdocio santo es la casa espiritual. En el Nuevo Testamento se usan tres palabras griegas con relación al sacerdocio: ierosúne, en Hebreos 7:12, se refiere al oficio sacerdotal; ieratéia, en el versículo 5, se refiere al servicio sacerdotal; y ieráteuma, en 1 Pedro 2:5 y 9, se refiere a la asamblea de los sacerdotes, el cuerpo de sacerdotes, a un sacerdocio. El cuerpo coordinado de sacerdotes es la casa espiritual edificada. Aunque Pedro no dirigió sus dos epístolas a la iglesia, ni usó el término iglesia en este versículo al recalcar la vida corporativa de los creyentes, sí usó las expresiones casa espiritual y sacerdocio santo para referirse a la vida de iglesia. No es la vida espiritual vivida de una manera individualista sino de una manera corporativa, la que puede cumplir el propósito de Dios y satisfacer Su deseo. Él desea una casa espiritual que sea Su morada, un cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio, para Su servicio. La perspectiva de Pedro con respecto al servicio corporativo de los creyentes en coordinación es la misma que la de Pablo en Romanos 12. Este servicio nace de tres pasos vitales en la vida espiritual: el nuevo nacimiento (1 P. 2:2a), el crecimiento en vida al ser nutridos con Cristo (v. 2b) y la edificación con los creyentes.

  Nuestro crecimiento sirve al propósito de que seamos edificados como casa espiritual, la cual es la iglesia. El propósito de Dios es que seamos juntamente edificados como casa espiritual, y esta casa espiritual es un sacerdocio, a saber, un cuerpo de sacerdotes juntamente edificados a fin de ofrecer sacrificios espirituales a Dios. En esto consiste el servicio en la iglesia y en la vida de iglesia. Este edificio, esta casa espiritual, es el Cuerpo de Cristo. Los sacerdotes son los miembros del Cuerpo de Cristo, y el sacerdocio es el Cuerpo. El Cuerpo con los muchos sacerdotes conjuntamente coordinados ofrece sacrificios espirituales a Dios.

  Los creyentes neotestamentarios son sacerdotes de Dios no individualmente sino corporativamente; ellos conforman un cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio. El cuerpo de sacerdotes en coordinación es la casa espiritual edificada. Dios desea una casa espiritual para Su morada, un cuerpo sacerdotal, para Su servicio. Todos tenemos necesidad del servicio corporativo en la casa espiritual a fin de cumplir el propósito de Dios y satisfacer el deseo de Dios.

  Si no son edificadas como una casa espiritual, las piedras vivas no pueden hacer nada y son inútiles. Las piedras deben ser edificadas para formar una casa que sea útil para Dios. Esta utilidad de las piedras es el servicio sacerdotal, y esta casa es el sacerdocio. Hay necesidad de un cuerpo sacerdotal, un grupo sacerdotal, que ofrezca sacrificios espirituales. Si no somos edificados como tal cuerpo sacerdotal, no somos aptos para ofrecer nada a Dios. Por tanto, si no somos edificados, no somos aptos para servir. Para el servicio, tenemos necesidad del Cuerpo.

  Todos tenemos que comprender que no podemos servir a Dios por nosotros mismos de manera individual. Tenemos que servir en coordinación con los demás. Una sola piedra jamás podrá ser una casa; ella tiene que ser edificada juntamente con las otras piedras a fin de formar un edificio. Es imposible para un cristiano individual constituir el sacerdocio. Esto significa que, estrictamente hablando, si no hay edificación, no hay verdadero servicio a Dios. Es únicamente cuando seamos juntamente edificados que podremos brindar el servicio apropiado a Dios. El verdadero servicio a Dios es una cuestión de edificación.

  Romanos 12 claramente se refiere a los miembros del Cuerpo de Cristo que juntamente ejercen su función en toda clase de ministerios y servicios. El servicio que brinda el pueblo del Señor tiene que ser realizado en el Cuerpo, el edificio, que es la iglesia. En principio, ésta es la razón por la cual el libro de Levítico viene después de Éxodo. Éxodo relata la edificación, y Levítico es un libro sobre el servicio. El servicio siempre sigue a la edificación. Si no hubiera tabernáculo, no habría sacerdotes que sirvan. Como cristianos, somos personas individuales, pero no podemos ser cristianos individualistas. No podemos servir al Señor siendo independientes de los demás. Cada uno de los sacerdotes individuales tiene que estar en coordinación con todos los otros sacerdotes. Es algo terrible intentar servir al Señor aparte de la vida de iglesia apropiada, sin ser edificados con otros. Tenemos que ser juntamente edificados como sacerdocio para servir a Dios en el edificio, la iglesia, de manera coordinada.

  En 1 Pedro 2:5 se nos dice que, como piedras vivas, somos edificados como casa espiritual. Sin embargo, si todos somos de barro, ¿cómo podríamos ser edificados? A fin de ser edificados como casa espiritual, debemos llegar a ser piedras, y para llegar a ser piedras vivas, debemos acercarnos a Cristo, la piedra viva, al beber la leche de la palabra dada sin engaño.

  Si deseamos la leche de la palabra, esta leche será como una corriente de agua viva que fluye dentro de nosotros. Al permanecer en esta corriente, ella se llevará nuestra sustancia natural y la reemplazará con Cristo, Aquel que es los minerales celestiales y divinos. Gradualmente, durante cierto período de tiempo, seremos transformados; es decir, llegaremos a ser piedras preciosas. Si hemos de ser transformados, es necesario que todos los días nos acerquemos al Señor como leche.

  Alimentarse de Cristo tomando la leche nutritiva de la palabra de Dios no sólo sirve para que crezcamos en vida, sino también que seamos edificados. El crecimiento tiene como fin la edificación. La leche nutritiva de la palabra alimenta nuestra alma, a través de la mente, y también nutre nuestro espíritu, haciendo que seamos espirituales y no personas centradas en el alma, aptos para ser edificados como casa espiritual de Dios.

  Nuestra mutua dependencia los unos de los otros como miembros del Cuerpo es producida mediante una obra de transformación. Cuando seamos transformados a la imagen de Cristo y le expresemos plenamente, nuestro individualismo desaparecerá automáticamente. Sólo entonces estaremos en coordinación y nos relacionaremos como corresponde al Cuerpo.

  La casa espiritual que llegamos a ser por medio de la edificación es el edificio de Dios. A la postre, este edificio tendrá por consumación la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no habrá nada de barro, pues todo el barro habrá sido transformado en piedras preciosas. Esto significa que la Nueva Jerusalén es edificada con piedras preciosas. Nosotros estamos llegando a ser las piedras preciosas que serán edificadas para formar la Nueva Jerusalén. La obra de edificación tiene lugar ahora cuando diariamente, incluso a cada hora, acudimos a Cristo como leche y le bebemos. Entonces tendremos el fluir, la corriente, que nos transforma de barro a piedra para el edificio de Dios.

3) Para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo

  Los sacrificios espirituales que los creyentes ofrecen en la era neotestamentaria conforme a la economía de Dios son: (1) Cristo como la realidad de todos los sacrificios de los tipos antiguotestamentarios, tales como el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones (Lv. 1—5); (2) los pecadores que son salvos mediante nuestra predicación evangélica, ofrecidos como miembros de Cristo (Ro. 15:16) y (3) nuestro cuerpo, nuestras alabanzas y lo que hacemos para Dios (12:1; He. 13:15-16; Fil. 4:18).

c. Él es la piedra puesta en Sion, piedra angular, escogida y preciosa; el que cree en Él, jamás será avergonzado

  En 1 Pedro 2:6 se nos dice: “He aquí, pongo en Sion una piedra angular, escogida, preciosa; y el que cree en Él, jamás será avergonzado”. Aquí vemos que Cristo es la piedra escogida puesta en Sion como preciosa piedra angular, y que quienes han creído en Él jamás serán avergonzados. La expresión en Él implica que Cristo es un fundamento, una base. Esto indica que Cristo como piedra angular es el fundamento sobre el cual hemos puesto nuestra fe. Creemos en esta piedra angular como firme fundamento; por tanto, jamás seremos avergonzados. Cristo es digno de confianza, estable y firme. Podemos poner nuestra confianza en Él y tener la seguridad de que jamás seremos avergonzados.

  Cristo es la piedra del ángulo con miras a la edificación de la iglesia en la era del Nuevo Testamento. En la economía neotestamentaria de Dios, Cristo como piedra angular, al salvarnos (Hch. 4:11-12), primero hace de nosotros piedras vivas útiles para la edificación de la casa espiritual de Dios (Mt. 16:16-18; Jn. 1:42; 1 P. 2:2-6) y, después, en el proceso por el cual nos transforma (Ro. 12:2a; 2 Co. 3:18), Él nos edifica juntamente para morada de Dios (Ef. 2:19-22), a fin de que Él pueda llevar a cabo la economía eterna de Dios para el beneplácito de Dios (1:9; 3:9-11).

  Como Aquel que es la piedra todo-inclusiva, Cristo es la centralidad del mover de Dios para la edificación de Su habitación eterna (Mt. 21:42, 44; Zac. 3:9; cfr. Ap. 5:5-6; Hch. 4:10-12; Is. 28:16; Ef. 2:19-22; 1 P. 2:4-8; Dn. 2:34-35; Zac. 4:7; Ap. 21:11 cfr. 4:3). Todo lo que Cristo es, todo lo que Él ha hecho y todo lo que Él hace, es determinado por el hecho de que Él es la piedra angular. Es en virtud de ser la piedra angular que Él pudo morir por nosotros, que nosotros pudimos ser crucificados con Él, vivificados con Él, resucitados con Él y sentados con Él en los lugares celestiales, y que Él pudo salvarnos, transformarnos en piedras preciosas y edificarnos juntamente para que seamos la morada de Dios, el único templo de Dios en el universo.

d. Para quienes creemos, Él es lo más preciado; pero para los incrédulos Él es la piedra que los edificadores desecharon y que ha venido a ser la cabeza del ángulo, piedra de tropiezo y roca de escándalo

  En 1 Pedro 2:7-8 Pedro dice: “Para vosotros, pues, los que creéis, Él es lo más preciado; pero para los que no creen, ‘la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo’; y: ‘Piedra de tropiezo, y roca de escándalo’, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; para lo cual fueron también puestos”. En el versículo 7 la palabra griega traducida “lo más preciado” es afín a la palabra preciosa usada en los versículos 4 y 6. El Cristo escogido por Dios como piedra, más aún como piedra angular que para Dios es preciosa, es lo más preciado para Sus creyentes, lo cual se refiere a la cualidad de ser extremadamente preciosa. Pero para los que no creen, Él es la piedra desechada por los edificadores, los líderes judíos (Hch. 4:11), que ha llegado a ser cabeza del ángulo, piedra angular, y para ellos, piedra de tropiezo y roca de escándalo. Muchos judíos, incluyendo a hombres de prestigio, han tropezado en Él como piedra de tropiezo.

  Los “edificadores” en 1 Pedro 2:7 eran los líderes del judaísmo, quienes deberían edificar la casa de Dios. Ellos rechazaron totalmente a Cristo. El Cristo confiable (v. 6), al ser rechazado, vino a ser una piedra de tropiezo en la cual tropezaron los judaizantes que lo rechazaron (Mt. 21:44a).

  En la Biblia Cristo es revelado, por lo menos, como nueve clases de piedras. Él es la roca eterna (Is. 26:4; Mt. 16:18), la piedra de fundamento (Is. 28:16; 1 Co. 3:11), la piedra viva (1 P. 2:4), la piedra angular (v. 6, Hch. 4:11; Ef. 2:20; Sal. 118:22; Is. 28:16), la piedra preciosa (v. 16; 1 P. 2:4, 6-7), la piedra cimera (Zac. 4:7), la piedra hendida (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4), la piedra que desmenuza (Dn. 2:34-35; Mt. 21:44b) y la piedra de tropiezo (Is. 8:14; Ro. 9:33).

  Cristo, como roca hendida, no es para edificación sino para hacer fluir el agua viva. Él es la roca que fue golpeada y hendida en la cruz a fin de hacer fluir Su vida eterna como agua viva para nosotros (Jn. 19:34). En contraste con ello, Cristo es la piedra de fundamento, la piedra angular y la piedra cimera, no para ser nuestro suministro sino para ser el material con miras al edificio de Dios. Un día Cristo será puesto en el edificio de Dios como piedra cimera. Según Zacarías 4:7, en ese tiempo todo el pueblo de Dios clamará: “¡Gracia, gracia a ella!”.

  En Daniel 2:34-35 Cristo es revelado como la piedra que desmenuza, quien viene a destruir la totalidad del gobierno humano, representada por la imagen humana (vs. 31-33). En Mateo 21:44, con respecto a esta piedra, el Señor Jesús le dijo a la gente: “El que caiga sobre esta piedra se despedazará; y sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le esparcirá”. Cristo es la piedra que desmenuza, no para con los creyentes sino para con los gentiles incrédulos. Cristo también es revelado como piedra de tropiezo y como roca de escándalo para los judíos incrédulos (Is. 8:14; Ro. 9:33; 1 P. 2:8).

  Hay tres categorías básicas de personas en la tierra: los judíos, los gentiles y los creyentes en Cristo. Cristo está relacionado con cada una de estas categorías como diferentes clases de piedras. Para los creyentes, Cristo es la roca eterna, la piedra de fundamento, la piedra viva, la piedra angular, la piedra preciosa, la piedra cimera y la piedra hendida. Éstos son aspectos con sentido positivo del Cristo que es la piedra. Con sentido negativo, Cristo será una piedra que desmenuza para los gentiles incrédulos y piedra de tropiezo para los judíos incrédulos. Por tanto, Cristo está relacionado con todas las clases de personas que hay en la tierra. Nadie puede decir que Cristo no tiene nada que ver con él o ella.

  En el versículo 8 Pedro se refiere a quienes “tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; para lo cual fueron también puestos”. No se nos dice explícitamente a quiénes se está refiriendo tal afirmación, pero podemos decir que sí se halla implícito. El pensamiento de Pedro parece ser que quienes “tropiezan en la palabra” se refiere a todo aquel que tropiece. Así pues, si nosotros tropezamos en la palabra, entonces esta frase también se refiere a nosotros. Esto se refiere a todo aquel que, a lo largo de las generaciones, tropezó en la palabra.

  ¿En qué palabra tropiezan estas personas? Ellas tropiezan en la palabra citada por Pedro en los versículos del 6 al 8, esto es, en lo dicho acerca de la piedra escogida, la piedra angular que es tenida en honra y fue puesta en Sion. También se refiere a lo dicho acerca de la piedra desechada por los edificadores, la misma que llega a ser la cabeza del ángulo (v. 7). Además, incluye lo dicho en el versículo 8 acerca de que esta piedra es una piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ésta es la palabra con la cual las personas podrían tropezar.

  Los judíos, tanto en el tiempo del Señor Jesús como en el tiempo de los apóstoles, no creían en tales palabras. Ellos tenían la actitud de que era imposible que Jesús de Nazaret fuera alguna vez la cabeza del ángulo. En lugar de creer esta palabra, los líderes y maestros judíos argumentaban en contra de ello. Todo el que no crea esta palabra tropezará con ella.

  No debiéramos pensar que es imposible para los cristianos tropezar en la palabra. Hay muchos cristianos que han tropezado en la palabra. Ellos no creen que el Señor Jesús pueda ser tan estricto, recto o estrecho. A veces podemos haber hablado con ciertos creyentes acerca del hecho de que Cristo es tanto la piedra para edificación como la piedra de tropiezo. No obstante, ellos han respondido que debido a que el Señor Jesús es misericordioso y tiene un corazón muy amplio, jamás podría ser piedra de tropiezo o roca de escándalo. Sin embargo, si somos demasiado amplios, no creeremos, por un lado, que Cristo es la piedra para edificación y que, por otro, Él también es la piedra de tropiezo. Muchos cristianos han tropezado en esta palabra estricta. Los líderes judíos no han sido los únicos que tropezaron en ella.

  Debemos ver que Cristo puede ser deliberadamente una roca de escándalo. También debemos ser cuidadosos con respecto a esto y preguntarnos si creemos en esta palabra. Si no creemos en ella, entonces tropezamos a causa de ella. Entonces automáticamente el Señor llegará a ser una piedra de tropiezo para nosotros. Tropezamos en esa palabra porque, en nuestra opinión, es demasiado estrecha y estricta.

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