
En los mensajes anteriores hemos considerado la experiencia y disfrute que tenemos de Cristo según lo presentado en las veintiuna Epístolas del Nuevo Testamento. En dichos mensajes vimos ciento dieciocho aspectos de las riquezas de Cristo, a quien podemos experimentar y disfrutar con miras a Su expresión. Debemos comprender que experimentar y disfrutar a Cristo es experimentar y disfrutar al Dios Triuno, pues Cristo es la corporificación del Dios Triuno. De hecho, disfrutar a Cristo es disfrutar al Dios Triuno procesado: el Padre procesado, el Hijo procesado y el Espíritu procesado. El Hijo de Dios pasó por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Incluso Dios el Padre fue procesado, pues el Padre estaba con el Hijo en todo por lo cual el Hijo pasó (Jn. 8:29; 16:32). El Espíritu de Dios fue procesado mediante la muerte y resurrección de Cristo para llegar a Su consumación como Espíritu vivificante. Tal Dios Triuno procesado lo es todo para nosotros. El Nuevo Testamento es un libro acerca de disfrutar al Dios Triuno procesado a fin de que Él sea expresado en el universo por la eternidad.
En este mensaje comenzaremos a considerar los aspectos de la experiencia y disfrute de Cristo revelados en Apocalipsis, el último libro de la Biblia y su conclusión. Al considerar estos aspectos veremos que Cristo como nuestro disfrute eterno es la corporificación del Dios Triuno procesado. Apocalipsis 1:1 habla de “la revelación de Jesucristo”. El libro de Apocalipsis, por ser la conclusión, la compleción y la consumación de la Biblia, es “la revelación de Jesucristo”. Esto significa que Apocalipsis es la revelación de Cristo mismo. Este libro es un cuadro, una descripción, de Cristo, no meramente una revelación dada por Cristo. Tenemos que ver que Cristo es el centro, el enfoque y la figura principal de todo el libro de Apocalipsis. Por tanto, tenemos que entender la frase la revelación de Jesucristo de manera subjetiva. No se trata meramente de una revelación dada por Cristo, sino una revelación que nos devela a Cristo.
En este universo Cristo era misterioso, secreto y estaba escondido de los ojos humanos y del entendimiento humano. Sin embargo, después de la ascensión de Cristo el velo fue quitado, y ahora Cristo nos ha sido revelado. Éste es el significado de la frase la revelación de Jesucristo.
Cristo es revelado en las profecías, los tipos y las palabras claras del Antiguo Testamento. Si leemos el Antiguo Testamento prestando especial atención a las profecías, los tipos y las palabras claras que se refieren a Cristo, obtendremos una revelación de Cristo. Mediante estas revelaciones, podemos recibir una visión de los varios aspectos de Cristo. No obstante, no importa cuán perfectas sean las revelaciones de Cristo en el Antiguo Testamento, no son completas. Por tanto, tenemos que acudir al Nuevo Testamento, el cual es una revelación completa de Cristo. Si solamente leemos los Evangelios, el libro de Hechos y las Epístolas, veremos muchos aspectos de Cristo, pero no veremos los aspectos que aborda el libro de Apocalipsis. El libro de Apocalipsis es una revelación única y consumada de Jesucristo. Esta revelación única y consumada de Jesucristo es una revelación de lo todo-inclusivo que es Cristo: la Persona excelente, maravillosa y asombrosa que es el enfoque central de la economía neotestamentaria de Dios. Él es maravilloso, pues nos sorprende sobremanera; Él es también misterioso, pues no podemos entenderlo ni aprehenderlo por completo.
Apocalipsis es un libro extenso de veintidós capítulos, pero puede dividirse en tres secciones. Los primeros tres capítulos conforman una sección, la cual revela a Cristo en la iglesia. La segunda sección, los capítulos del 4 al 20, nos revela a Cristo en el juicio y reino de Dios. Estos diecisiete capítulos nos muestran que en el juicio y reino de Dios, Cristo es el centro. Por tanto, incluso esta sección es la revelación de Cristo. A lo largo de estos capítulos hallamos la línea del Cristo glorioso y maravilloso, quien es la esencia, la realidad y el centro del juicio y reino de Dios. La tercera sección, Apocalipsis 21 y 22, revela a Cristo en la eternidad como Aquel que es el centro, la centralidad y la universalidad de todas las cosas. En la eternidad, Cristo será la centralidad y universalidad de Dios y del hombre. Cristo lo es todo. La primera sección revela a Cristo en la iglesia, la segunda sección revela a Cristo en el juicio de Dios y en el reino de Dios, y la última sección revela a Cristo en la eternidad.
En Apocalipsis 1:4-7 Cristo es revelado como el último de la Trinidad Divina. Toda la Biblia es la revelación de Dios. En el libro de Apocalipsis tenemos la revelación final y completa de quién es Dios. Dios es triuno. Todos estamos familiarizados con el término el Dios Triuno. Este asunto reviste gran importancia en la revelación de Dios. A lo largo de los siglos, sin embargo, la mayoría de cristianos no ha captado plenamente el significado que encierra el término el Dios Triuno. En el libro de Apocalipsis, un libro que revela asuntos de manera consumada, vemos algo más profundo, más elevado, más rico y más dulce con respecto al Dios Triuno. En Apocalipsis, no sólo la revelación de Cristo es final, sino también la revelación del Dios Triuno es final.
Apocalipsis 1:4-7 revela al Dios Triuno. Como Dios el Padre eterno, Él era en el pasado, Él es en el presente, y Él vendrá en el futuro (v. 4). Como Dios el Espíritu, Él es el Espíritu que ha sido intensificado siete veces para que Dios pueda operar (v. 4). Como Dios el Hijo, Él es el “Testigo”, el testimonio, la expresión de Dios; “el Primogénito de entre los muertos” para la iglesia, la nueva creación; y “el Soberano de los reyes de la tierra” para el mundo (v. 5). Desde este maravilloso Dios Triuno, se imparte gracia y paz a las iglesias (v. 4).
En Apocalipsis la secuencia en que se presenta al Dios Triuno difiere de la hallada en Mateo. En Mateo 28:19 la secuencia del Dios Triuno es la siguiente: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En este versículo Cristo, el Hijo, es presentado como el segundo de la Trinidad Divina. Pero en Apocalipsis 1:4 y 5 la secuencia es diferente. Los siete Espíritus de Dios se mencionan en el segundo lugar en vez del tercero. Esto revela la importancia de la función intensificada del Espíritu séptuplo de Dios. Este punto es confirmado por el constante énfasis que se da a lo dicho por el Espíritu en 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 14:13 y 22:17. Al principio de las otras epístolas sólo se mencionan el Padre y el Hijo; de Ellos los destinatarios reciben gracia y paz. Sin embargo, aquí se incluye al Espíritu; de Él, se imparte gracia y paz a las iglesias. Esto también muestra que el Espíritu es indispensable para contrarrestar la degradación de la iglesia por causa del mover de Dios.
En Apocalipsis vemos que el primero de la Trinidad Divina, el Padre, es calificado por la frase que es y que era y que ha de venir (1:4). El segundo de la Trinidad Divina en Apocalipsis, los siete Espíritus, es calificado por la frase que están delante de Su trono (v. 4). El tercero de la Trinidad Divina, Jesucristo, el Hijo de Dios, es calificado por las frases el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos; el Soberano de los reyes de la tierra; [Aquel] que nos ama, y nos liberó de nuestros pecados; [Aquel] que hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre; y [Aquel] que viene (vs. 5-7). Todos estos calificativos son usados para describir a los tres de la Deidad e indican que la Trinidad Divina en Apocalipsis no es presentada en Su aspecto esencial, sino en Su aspecto económico. La Trinidad esencial se refiere a la existencia de Dios. En términos de la existencia de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten y son coinherentes desde la eternidad hasta la eternidad. No se requiere calificativo alguno para la Trinidad en Su aspecto esencial. El libro de Apocalipsis, sin embargo, no aborda la existencia de la Trinidad, sino la economía de la Trinidad. En conformidad con la economía de Dios, el Padre es Aquel que ahora es, que en el pasado era y que en el futuro será. Estos calificativos denotan Su economía. Además, en términos de la existencia de Dios, el Espíritu de Dios es uno solo, pero en términos de la economía de Dios, el Espíritu de Dios es siete con relación a Su función. En el aspecto esencial, el Espíritu de Dios en existencia es uno solo; pero en el aspecto económico, el Espíritu de Dios debe ser intensificado para cumplir Su función a fin de llevar a cabo la economía de Dios. En cuanto a esencia, Dios el Hijo es simplemente el Hijo, pero en cuanto a la economía de Dios, Él es Jesús, Cristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Soberano de los reyes de la tierra, Aquel que nos ama y nos liberó de nuestros pecados con Su sangre, Aquel que hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre, y Aquel que viene a ejercer el gobierno final de Dios. La secuencia de todos los calificativos que describen al Hijo en Apocalipsis 1:5-7 está relacionada con el mover de Dios, la economía de Dios. Apocalipsis no trata acerca de la esencia divina de la Trinidad, sino acerca de la economía divina de la Trinidad.
La Trinidad en Mateo 28 es la Trinidad referente a la existencia de Dios, la Trinidad esencial. Al final de Mateo vemos la Trinidad descrita de manera simple como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre, el Hijo y el Espíritu son uno en esencia para Su existencia. Es necesario que seamos bautizados en la esencia divina de la Trinidad Divina; no es necesario que seamos bautizados en la economía de Dios, ni en Su administración, Su mover o Sus acciones. Hemos sido bautizados “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (v. 19). Un nombre no se refiere a las actividades que desarrolla tal persona, sino a su ser mismo. Cuando llamamos a una persona por su nombre, esto indica que deseamos a la persona misma. Ser bautizados “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” equivale a ser bautizados en la persona del Padre, el Hijo y el Espíritu. Esto se relaciona con el ser, la esencia, de la Deidad Triuna.
En contraste con ello, la Trinidad en Apocalipsis es la Trinidad en la economía de Dios, la Trinidad económica. Apocalipsis es un libro acerca de la administración de Dios debido a que el centro de este libro es el trono de Dios. El trono de Dios es visto en Apocalipsis con relación a la administración del propósito eterno de Dios. El trono de Dios no está relacionado con Su persona, sino con Su administración, la cual es por completo un asunto referente a la economía de Dios. En Apocalipsis vemos la administración, la actividad, el movimiento, el mover, el accionar y la obra de la Trinidad.
En cuanto a la esencia de Dios, la Trinidad es simplemente el Padre, el Hijo y el Espíritu; pero en cuanto a la economía de Dios, la Trinidad es compleja. Además, en cuanto a la esencia de Dios, el Padre es el primero, el Hijo es el segundo y el Espíritu es el tercero; pero en cuanto a la economía de Dios, el Espíritu viene antes que Dios el Hijo. El Espíritu lleva a cabo la administración de Dios y es quien infunde a las iglesias y las escudriña. En los cuatro Evangelios el Hijo estaba más presente que el Espíritu, pero en Apocalipsis el Espíritu está más presente que el Hijo; por tanto, el Espíritu viene antes que el Hijo en la secuencia de la Trinidad económica presentada en Apocalipsis 1.
En Apocalipsis 1:4 y 5 el Padre es presentado en primer lugar. “Aquel que es y que era y que ha de venir” es Dios el Padre eterno. Los “siete Espíritus” son mencionados en segundo lugar. Los siete Espíritus que están delante del trono de Dios son el Espíritu de Dios que opera, el único Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, quien ocupaba el tercer lugar en la Trinidad Divina revelada en Mateo 28:19. El único Espíritu de Dios ha sido intensificado siete veces para llegar a ser los siete Espíritus de Dios, quien es revelado como el segundo de la Trinidad Divina en el último libro de la Biblia. Cristo, el Hijo de Dios, aparece después en tercer lugar. Aunque Apocalipsis 1:5-7 no usa la expresión el Hijo de Dios, nos da una descripción de Su persona y obra. Con respecto a Su persona, Cristo fue el Testigo fiel en la carne sobre la tierra, el Primogénito de entre los muertos desde el tiempo de Su resurrección y el Soberano de los reyes de la tierra desde el momento de Su ascensión hasta Su segunda venida. En el pasado, Cristo fue el Testigo fiel mientras vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Después, desde el tiempo de Su resurrección, Cristo llegó a ser el Primogénito de entre los muertos para ser la Cabeza y el principio de la nueva creación de Dios. Finalmente, desde el tiempo de Su ascensión hasta Su regreso, Cristo es el Soberano de los reyes de la tierra, la Cabeza del gobierno que rige sobre esta tierra. Jesucristo, quien es “el Testigo fiel” para Dios, “el Primogénito de entre los muertos” para la iglesia y “el Soberano de los reyes de la tierra” para el mundo, es Dios el Hijo (v. 5). Con respecto a la obra de Cristo, los versículos del 5 al 7 revelan lo que Él ha realizado, realiza y realizará. Él nos ama y nos ha liberado de nuestros pecados con Su sangre. Él efectuó la redención para hacer de nosotros un reino sacerdotal, una composición de sacerdotes para Su Dios y Padre. Él también vendrá sobre las nubes, y todo ojo le verá, incluso aquellos que le traspasaron y dieron muerte, y entonces todas las tribus de Israel llorarán amargamente por Él (Zac. 12). Con base en la descripción de la persona y obra de Cristo hecha en Apocalipsis 1, podemos afirmar que al ejercer el gobierno final de Dios, Cristo como último de la Trinidad Divina es la consumación de la Trinidad Divina.
En Apocalipsis 1:5 Cristo, el Hijo de Dios, es revelado como “el Testigo Fiel”. El Hijo es el Testigo de Dios. Aunque Él es Dios, Él también es el Testigo de Dios. Sin Él, no podemos conocer, ver ni ganar a Dios. Dios es testificado por Él. Él es el Testigo de la Deidad entera.
Que Cristo sea el Testigo fiel se refiere a Su vida terrenal de treinta y tres años y medio. Él era el Testigo, el testimonio, la expresión de Dios, que en Su vivir humano testificaba lo que Dios es (3:14). Que Él expresase a Dios equivale a Su testificar. Muchas personas se preguntaban quién era Él. Este hombre era Dios, y Él daba testimonio de Dios. Como Testigo viviente y fiel de Dios, Cristo es Aquel que da testimonio de Dios. Todos los hombres saben que hay un Dios, pero nadie le vio jamás. Sin embargo, en este universo hay un hombre llamado Jesús quien vivió en la tierra y era, y continúa siendo, el testimonio de Dios. En Cristo podemos ver todo lo que Dios es (Jn. 1:18). Jesús testifica de Dios no solamente por medio de Su palabra y acciones, sino también por lo que Él es. Su ser es el testimonio de Dios.
Primero, Cristo, nuestra Cabeza, es el Testigo de Dios, portador del testimonio de Dios. Después, los creyentes son testigos de Cristo para la propagación de Su evangelio (Hch. 1:8). Como testigos de Cristo, somos Su continuación a fin de ser testigos, que testifican del Cristo todo-inclusivo para la propagación del evangelio con miras a producir Su Cuerpo. Podemos testificar del vivir humano de Cristo (10:37-39a), de Su muerte, Su resurrección y Su ascensión (2:30-36; 3:15; 10:39b-41). En Hechos, éste fue el testimonio de los apóstoles. Este testimonio consiste en salvar pecadores a fin de que sean miembros de Cristo para la edificación de Su Cuerpo (2:37-42; 4:10-12; 10:42-43).
Apocalipsis 1:2 se refiere al testimonio de Jesucristo. La palabra Testigo se refiere a la persona, pero la palabra testimonio se refiere a aquello que tal persona porta, su obra y acciones. Por ejemplo, un testigo es una persona que en un tribunal da su testimonio; el testimonio se refiere a sus acciones. El Señor Jesús fue el Testigo fiel de Dios, quien testificó de Dios para producir la iglesia. Producir la iglesia es Su testimonio. En otras palabras, el Testigo se refiere a Cristo mismo, y Su testimonio se refiere a la iglesia. Jesús fue el Testigo, y lo que salió de Él fue la iglesia como testimonio. El libro de Apocalipsis presenta el testimonio de Jesús, el cual es la iglesia como expresión corporativa de Cristo.
La meta de Dios al crear al hombre era obtener una expresión corporativa, un testimonio, de Sí mismo, y en conformidad con esta meta, el hombre fue hecho a imagen de Dios para ser Su testimonio (Gn. 1:26). La persona viviente de Jesús es la imagen, la expresión y el testimonio de Dios, y la iglesia hoy en día es el testimonio de Jesús, Su expresión corporativa (2 Co. 4:4; Col. 1:15, 18; 3:10-11, 15). Apocalipsis devela a Cristo, y Cristo es expresado por medio de la iglesia; por tanto, la iglesia es el testimonio del Jesús revelado en Apocalipsis. En el vivir humano de Jesús, Él expresó plenamente a Dios; Él era la verdadera “fotografía” de Dios. Ahora esta fotografía única ha sido reproducida en los creyentes. Como creyentes en Cristo somos reproducciones, “fotografías”, de Jesús; por tanto, en la actualidad Dios posee una expresión corporativa —la iglesia—, la cual es el testimonio de Jesús, quien es la expresión de Dios (Jn. 1:14, 18; 12:24; 2 Co. 3:18; Ef. 1:22-23; 4:16). El primer Dios-hombre, el maravilloso Cristo todo-inclusivo, ahora vive en nosotros como Espíritu vivificante; Él es nuestra vida, y nosotros le experimentamos y disfrutamos, estamos constituidos de Él y le vivimos para Su expresión (1 Co. 15:45; 6:17 Gá.2:20; Col. 3:4, 10-11; Fil. 1:20-21a). El vivir corporativo del Dios-hombre, el vivir de los muchos Dios-hombres como reproducciones del primer Dios-hombre, es la auténtica vida de iglesia: el testimonio de Jesús (1 Co. 1:2; 12:27; Ap. 1:2, 11, 20).
En el libro de Apocalipsis la iglesia, como testimonio de Jesús, es revelada en nueve aspectos: los candeleros (1:11-12, 20), la gran multitud de redimidos (7:9-17), la mujer resplandeciente con su hijo varón (12:1-17), la mies con sus primicias (14:4, 14-16), los vencedores de pie sobre el mar de vidrio (15:2-4), la novia preparada para la boda (19:7-9), el ejército del Cordero (17:14; 19:14, 19), los co-reyes de Cristo en el milenio (20:4, 6) y la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva (21:1-3).
El libro de Apocalipsis no es solamente una revelación de Cristo mismo, sino también una revelación con respecto a Cristo en Su iglesia y en unidad con Su iglesia (1:1-2, 11; 22:16a; Ef. 5:25, 32). En Apocalipsis vemos a Cristo con Su iglesia y en la iglesia (1:11-13). Jesús es el testimonio de Dios, quien expresa a Dios; Dios requiere el aumento de Su testimonio, lo cual es la iglesia (1 Co. 12:12). Cristo es el testimonio de Dios, y la iglesia es el testimonio de Jesús, el Cristo agrandado (Jn. 1:18; 5:31-37; 8:14; Ap. 1:2, 5, 9). Lo que Dios es, es expresado plenamente en Jesús, y lo que Cristo es tiene que ser plenamente expresado en la iglesia (Ef. 3:21). En la actualidad Dios posee una expresión corporativa —la iglesia—, la cual es el testimonio de Jesús, quien es la expresión de Dios (Col. 1:15, 18; 2:2; Ef. 3:4, 6). Nuestro destino como creyentes es que expresemos al Dios Triuno de manera corporativa como testimonio de Jesús.
Según el libro de Apocalipsis, debemos comprender que todo cuanto experimentamos, disfrutamos y aprehendemos de nuestro Señor Jesucristo constituye también nuestra experiencia, disfrute y aprehensión del Dios Triuno. En el libro de Apocalipsis Cristo es revelado de manera muy extensa, y nosotros tenemos que experimentarle y disfrutarle en tal medida. Entonces nuestro disfrute de Él llega a ser Su testimonio, y este testimonio vivo es la revelación actual de Jesucristo. Cristo es revelado, nosotros le experimentamos y disfrutamos, con lo cual llegamos a ser Su testimonio, y nuestro testimonio llega a ser Su revelación actual. En nuestra experiencia de Cristo como testimonio para Él, Él es revelado como Aquel que es todo-inclusivo, excelente, maravilloso, misterioso y asombroso. Debemos experimentar al Cristo todo-inclusivo de manera detallada a fin de que nuestra experiencia de Él llegue a ser no solamente Su testimonio, sino también Su revelación actual (Ef. 3:16-17a, 19b, 21; Ap. 1:9, 11; 22:16a).
En Apocalipsis 1:5 el Hijo también es revelado como “el Primogénito de entre los muertos”. En el universo Dios tiene dos creaciones: la creación producto de Su primera obra y la creación producto de Su segunda obra. Todos conocemos la primera creación de Dios, pero no muchos de nosotros están familiarizados con Su segunda creación: la resurrección. Primero, Dios creó todo cuanto existe; segundo, Él resucitó algunas de esas cosas existentes y las introdujo en otra esfera, otro ámbito, que es el ámbito de la resurrección. Mientras nuestro cuerpo permanece en la primera creación de Dios, nuestro espíritu está en Su segunda creación. Nuestro espíritu ha sido regenerado. Esto significa que ha sido creado de nuevo; por tanto, pertenece a la segunda creación de Dios. En ambas creaciones de Dios, Cristo es el primero. Colosenses 1:15 dice que Cristo es el Primogénito de toda creación, y Apocalipsis 1:5 nos dice que Él es el Primogénito de entre los muertos. Él fue el primero en ser resucitado de entre los muertos, y nosotros le seguiremos. Aquí la frase el Primogénito de entre los muertos indica la creación de Dios en resurrección. Esto significa un nuevo comienzo. En la primera creación de Dios hubo un principio, y en la segunda creación de Dios en resurrección hubo un nuevo principio. Cuando fuimos regenerados, experimentamos un nuevo principio en la segunda creación de Dios.
Que Cristo sea el Primogénito de entre los muertos se refiere a Su resurrección. Él es el Primogénito de entre los muertos, el Primogénito de la resurrección. Lázaro fue resucitado de entre los muertos (Jn. 11:43-44), pero su resurrección fue sólo temporal. Después él volvió a morir. Pero en el caso de la resurrección del Señor, se dio fin a la muerte. Él vivirá por siempre (Ap. 1:18). Por tanto, Él es verdaderamente el Primogénito de entre los muertos.