
Apocalipsis 11:15-18 y 12:10 indican que podemos experimentar y disfrutar a Cristo como Rey eterno.
Apocalipsis 11:15 dice: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos”. Este versículo indica que después del juicio de Dios sobre la tierra, la tierra será conquistada por Dios y le será devuelta a Él, de modo que Cristo reinará en Su reino sobre la tierra por los siglos de los siglos. El reino de Cristo será sempiterno, pues perdurará no solamente por mil años sino por la eternidad. Por tanto, el reinado del Señor por los siglos de los siglos es Su reinado tanto en el reino milenario como en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (22:5). Él reinará como rey por los siglos de los siglos. Nosotros también reinaremos con Él (2 Ti. 2:12). Todos los vencedores reinarán con Cristo por mil años (Ap. 20:4, 6), y todos los que sean salvos reinarán por los siglos de los siglos en la eternidad (22:5b).
Después que Cristo ejecute Su juicio sobre las naciones a Su regreso, el reinado sobre el mundo pasará a ser de Cristo (Dn. 7:13-14; 2:44-45). Al sonar la séptima trompeta, no solamente se terminará la gran tribulación, sino que también concluirá esta era, el misterio de Dios será consumado (Ap. 10:7) y comenzará otra era, la del reino, el milenio, por mil años. Cuando la era del reino llegue, toda la tierra será el reino de Cristo.
En la actualidad, la tierra es un reino mundano bajo el gobierno de Satanás. Pero viene el día cuando el Señor, como Rey, reconquistará este mundo. Apocalipsis 11:15 dice: “El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos”. El mundo al que Apocalipsis 11:15 se refiere es la tierra que, según Mateo 5:5, será heredada por los mansos.
Únicamente Cristo es el Dueño correcto de la tierra. Él pagó el precio en la cruz a fin de comprar toda la tierra para que un día el reino fuera establecido en ella (13:44). Cada centímetro de esta tierra pertenece a Cristo. No estamos de acuerdo en que ninguna parte de la tierra le pertenezca a algún otro. Cristo es el único Dueño; todos los demás son usurpadores. Además, Él regresará para tomar posesión de la tierra (Ap. 10:1-2). Si verdaderamente conocemos el Nuevo Testamento, veremos esto claramente. Allí donde nos lleven nuestros viajes, debemos aprender a declarar: “Esto es propiedad de mi Señor. Está usurpado temporalmente por el enemigo, pero un día mi Señor vendrá a reclamar lo que es Suyo”. Tarde o temprano, el reinado sobre el mundo pasará a ser el reinado de nuestro Señor y de Su Cristo.
Apocalipsis 11:15 forma parte de una promesa que Dios le hizo a Jacob en Génesis 35:11, la cual dice: “Una nación y conjunto de naciones procederán de ti, / y reyes saldrán de tus lomos”. Primero, tenemos “un conjunto de naciones”, lo cual denota multiplicación, y después tenemos “reyes”, lo cual denota el reino. Después de Jacob vino una nación formada por sus descendientes. Después hubo el reino de sus descendientes bajo el gobierno de David y Salomón. En el Nuevo Testamento tenemos el reino bajo el gobierno de su descendiente, Jesucristo; en la era siguiente tendremos el reino milenario; y después de ello tendremos el reino eterno en el cielo nuevo y la tierra nueva. Este único asunto de los reyes requiere para su cumplimiento de todos los libros siguientes del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Incluso en la actualidad la iglesia como reino de Dios sobre la tierra está incluida en esta promesa. Todo cuanto forma parte de la vida de Jacob es un tipo que será cumplido por nosotros. No debiéramos estar satisfechos con que sólo una o dos personas sean salvas por medio nuestro; más bien, debemos decir: “Señor, no estoy contento con esto. Quiero ver Tu reino. Necesito experimentar la multiplicación que redundará en el reino”. Este asunto reviste gran importancia. Debemos tener la fe para ello y decir: “Señor, he de tener fe para ser multiplicado, no para obtener mi propio imperio, sino para Tu reino”.
Cuando el reinado sobre el mundo haya pasado a ser el reino de Cristo a Su regreso (Dn. 7:13-14; 2:44-45), los veinticuatro ancianos se postrarán sobre sus rostros y adorarán a Dios diciendo: “Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras, porque has tomado Tu gran poder, y has reinado” (Ap. 11:17). Aquí es difícil determinar a quién se refiere este versículo, debido a que el versículo 15 hace referencia al reinado de Cristo pero el versículo 17 dice que es el Señor Dios Todopoderoso quien reina. El versículo 17, ¿se refiere a Cristo o al Señor Dios Todopoderoso? En otras palabras, el que reina ¿es Cristo o el Señor Dios Todopoderoso? Aunque esto sea ambiguo, podemos afirmar que quien reina es tanto Cristo como el Señor Dios Todopoderoso. En estos versículos vemos la Trinidad Divina: Dios, quien es tres-uno. Con frecuencia la Biblia se refiere a la Trinidad Divina de manera ambigua. Debido a que ciertos términos en la Biblia revelan la Trinidad Divina de manera ambigua, es difícil discernir a quién de la Trinidad se refieren; con frecuencia es mejor atribuir tales términos a la totalidad del Dios Triuno.
A continuación Apocalipsis 11:18 dice: “El tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a Tus esclavos los profetas, y a los santos, y a los que temen Tu nombre, a los pequeños y a los grandes”. En este versículo “Tu” se refiere tanto a Cristo como a Dios. Nuevamente, aquí se halla implícita la trinidad de la Deidad.
El aspecto positivo de la séptima trompeta incluye (1) la venida del reino eterno de Cristo, el cual es el reino en su manifestación (vs. 15, 17); (2) el juicio de los muertos antes de la resurrección de los santos (v. 18) y (3) la entrega del galardón, en el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10), a los profetas y a los santos después de la resurrección y el arrebatamiento de los santos (1 Co. 15:23, 52; 1 Ts. 4:16-17), y la entrega del galardón, en el trono de la gloria de Dios (Mt. 25:31-34), a los que temen el nombre de Dios (Ap. 14:6-7).
Puesto que “el tiempo de juzgar a los muertos” en Apocalipsis 11:18 se menciona antes de “dar el galardón a Tus esclavos”, lo primero no debe de referirse al juicio de los muertos ante el gran trono blanco que ocurrirá después del milenio (20:11-15). Más bien, se refiere al hecho de que al final de esta era, antes del milenio, según Juan 5:27-29, los muertos serán juzgados para determinar quiénes tendrán parte en la resurrección para vida, antes del milenio (1 Co. 15:23; Ap. 20:4-6), y quiénes resucitarán para condenación, después del milenio (vs. 11-12). Antes que Cristo resucite a los santos, Él primero ejecutará el juicio entre los muertos en relación con la primera resurrección para vida y la segunda resurrección para condenación. Después que Él haga esta decisión, la resurrección de los santos tendrá lugar.
A Su regreso Cristo recompensará a Sus siervos. El galardón será dado por el Señor a Sus fieles cuando Él regrese (22:12; Mt. 16:27). Después de la resurrección y el arrebatamiento de los santos (1 Co. 15:23, 52; 1 Ts. 4:16-17), Cristo en Su tribunal juzgará a los profetas y a los santos (2 Co. 5:10) para determinar quiénes de entre los salvos son dignos de recibir un galardón y quiénes necesitan recibir más disciplina.
Cristo también recompensará a quienes temen a Dios. Apocalipsis 11:18 también menciona específicamente que será dado un galardón “a los que temen Tu nombre”. Los que temen el nombre de Dios son las “ovejas” mencionadas en Mateo 25:33-40. Ellos serán los que presten atención al evangelio eterno, temiendo a Dios y adorándole, sin adorar al anticristo ni a su imagen (Ap. 14:6-7).
Después que Cristo regrese a la tierra y establezca el trono de Su gloria en Jerusalén, el centro de Su reino, Él juzgará a las naciones, las cuales están conformadas por los incrédulos vivos. El Nuevo Testamento indica que Cristo ha sido designado para juzgar a los vivos y a los muertos (Hch. 10:42; 2 Ti. 4:1). Él juzgará a los vivos después que Él combata en la batalla de Armagedón y destruya al anticristo, al falso profeta y a sus seguidores (Ap. 19:11-21). En aquel entonces, habrá un gran número de incrédulos que todavía estarán vivos en la tierra. Según Mateo 25:31-46, Cristo reunirá a todas las naciones alrededor de Su trono en Jerusalén y las juzgará.
Muchos piensan que este juicio se refiere al juicio ejercido sobre los cristianos a fin de determinar quién es real y quién es falso. Pero debemos considerar lo que Mateo 25:31-32a dice: “Cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria, y todos los ángeles con Él, entonces se sentará en el trono de Su gloria, y serán reunidas delante de Él todas las naciones”. En el Nuevo Testamento la palabra naciones se refiere a los gentiles. A continuación Mateo 25:32 continúa diciendo: “Separará los unos de los otros, como separa el pastor las ovejas de los cabritos”. Este juicio no será en conformidad con la ley ni tampoco según el evangelio de la gracia, sino en conformidad con el evangelio eterno predicado por el ángel en Apocalipsis 14:6-7. Durante los tres años y medio en los cuales el anticristo obligará a la gente a adorar su imagen, desde el cielo un ángel proclamará el evangelio eterno instando a las personas sobre la tierra a no adorar esa imagen, sino a temer y adorar a Dios. Algunos de los habitantes de la tierra recibirán este evangelio eterno. En lugar de adorar la imagen de la bestia, ellos temerán y adorarán a Dios, y auxiliarán a los judíos y cristianos que estén en necesidad, los cuales sufrirán persecución a manos del anticristo. Por tanto, en Mateo 25:34-36 el Rey dirá a los de Su derecha: “Venid, benditos de Mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me acogisteis; estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a Mí”. Cuando estos justos le pregunten al Señor cómo podían haberle auxiliado de este modo a Él, el Señor les responderá: “De cierto os digo que por cuanto lo hicisteis a uno de estos Mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis” (v. 40). Durante la gran tribulación estas “ovejas” cuidarán a Sus hermanos pequeños, esto es, a los creyentes que sufren persecución y a los judíos que temen a Dios. Por consiguiente, serán trasladados al reino milenario y allí serán las naciones que poblarán la tierra (Ap. 2:26; 12:5).
Apocalipsis 12:5 relata el nacimiento del hijo varón. El hijo varón representa a los vencedores, quienes tienen autoridad para gobernar a las naciones. Este hijo varón será arrebatado al trono de Dios en los cielos. Cuando el hijo varón sea arrebatado al trono, habrá una gran batalla en los cielos contra Satanás, y Satanás será arrojado a la tierra (vs. 7-9). Hoy en día el enemigo, Satanás, todavía está en los cielos, pero una vez que los vencedores lleguen allí, no tendrá más cabida allí y será arrojado abajo. Una vez que Satanás sea arrojado abajo, una gran voz proclamará: “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo” (v. 10). Aquí se hace referencia a Cristo como “Su Cristo”, esto es, el Cristo de Dios. Nuevamente, esto implica la trinidad de la Deidad, pues Cristo es Dios mismo (Ro. 9:5).
En la actualidad el Señor desea establecer Su reino en nosotros. Ser cristiano no es meramente cuestión de ser santo y victorioso, sino también de sujetarse a la autoridad del reino. Ser cristiano no solamente está relacionado con la gracia, el disfrute y el poder; sino también con permitir que Cristo tenga derecho a gobernarnos, a hacer de nosotros Su reino, a establecer Su trono y a llevar a cabo Su voluntad en nosotros. Cuando haya un grupo de personas en la iglesia que estén dispuestas a permitir que la autoridad de Cristo fluya entre ellas, esto traerá el reino de Cristo a la tierra. Cuando haya un grupo de vencedores en la iglesia, estos vencedores traerán la autoridad celestial, el reino de Dios, a la tierra. Entonces la iglesia será victoriosa, y el enemigo será impotente.
Los creyentes vencedores guerrean contra Satanás para hacer venir el reino de Dios. El Señor nos enseñó a orar por la venida del reino (Mt. 6:10). Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos muestre que Su oración tiene por finalidad la propagación ilimitada del reino de Dios en la tierra y en el universo entero. Por supuesto, a fin de llevar a cabo tal plan de Dios, es necesario que el pueblo de Dios ore lo suficiente. Las verdaderas oraciones del pueblo de Dios tienen por finalidad Su reino. Podríamos orar por muchas cosas, pero a menos que el propósito final sea el reino de Dios, tales oraciones carecen de valor delante de Dios. Reconocemos que la oración del Señor aborda el asunto del perdón de los pecados y de nuestro diario vivir, pero su inicio y final están íntegramente dedicados al reino de Dios. Al inicio dice: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (v. 10). Al final dice: “Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos” (v. 13). Por tanto, esta oración nos muestra que Él desea que nuestra oración sea hecha íntegramente en pro del reino de Dios.
La escena presentada en Apocalipsis 12 describe las verdaderas oraciones de los santos. Allí vemos a la mujer dando a luz al hijo varón (v. 5). La mujer representa la totalidad de los redimidos. El hijo varón representa la parte más fuerte del pueblo redimido, esto es, los vencedores. Debemos comprender que la mujer y el hijo varón a quien ella dio a luz han orado (v. 2). Sus voces han llegado a Dios; por ende, después del arrebatamiento del hijo varón se produce una guerra en el cielo. Consecuentemente, el enemigo de Dios es arrojado del cielo a la tierra. Entonces hay una gran voz en el cielo, que dice: “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo” (v. 10). Por tanto, una vez que el pueblo de Dios da expresión a las verdaderas oraciones, el resultado siempre es que viene el reino de Dios. Por un lado, sin las oraciones del pueblo de Dios es imposible que el reino de Dios venga. La venida del reino está absolutamente relacionada con nuestras oraciones.
Los ejemplos en el Antiguo Testamento también confirman esto. Cuando los hijos de Israel estaban en cautividad, Jerusalén fue destruida, el templo fue incinerado y la nación de Israel se encontraba en completo colapso. Durante todo ese tiempo, Dios hizo surgir varios hombres de oración en Babilonia. Daniel y tres de sus amigos eran diestros en oración. Sus oraciones hicieron venir el reino. El reino de Dios había venido a la tierra por medio de David, pero después de los tiempos de Salomón, nuevamente sufrió una derrota. En Babilonia Daniel oraba precisamente por este asunto a fin de que el reino de Dios pudiera ser nuevamente traído a la tierra (Dn. 6:10). Fue completamente debido a la oración de Daniel que Dios pudo edificar el templo, restaurar Jerusalén y ejercer Su dominio. Por tanto, debemos tener muy en claro que la venida del reino de Dios y que Él pueda gobernar la tierra dependen de que el pueblo de Dios ore. El propósito final de la oración es hacer venir el reino de Dios.
Además de orar debemos pelear por la venida del reino. La venida del reino tiene dos aspectos: su realidad (Mt. 5:3), la cual se encuentra en la vida de iglesia apropiada actual (Ro. 14:17), y su manifestación en el milenio, la cual vendrá por medio de los creyentes vencedores. La frase ahora ha venido [...] el reino de nuestro Dios denota la manifestación del reino de Dios. Si somos los vencedores, vivimos en la realidad del reino en la actualidad. Puesto que estamos en la realidad del reino actualmente, ciertamente estaremos en la manifestación del reino en el futuro. Para estar en la manifestación del reino es necesario que estemos en la realidad del reino.
El libro de Apocalipsis comienza con el tema del reino. En Apocalipsis 1:9 Juan nos dice que él era nuestro hermano y copartícipe nuestro en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús. Él es nuestro compañero en el reino. La intención del Señor en Apocalipsis es abrir el asunto del reino a todos los santos. Sin embargo, en los primeros capítulos de Apocalipsis lo que se revela son los candeleros como iglesias, pero no el reino. Esto significa que, en términos prácticos, las iglesias son el reino. La vida de iglesia apropiada es la realidad del reino. Las iglesias no existen sólo para sí mismas, sino para el reino. En Apocalipsis Juan no dijo que él era uno de los miembros del Cuerpo de Cristo, sino nuestro compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús. La tribulación es necesaria por causa del reino, y la perseverancia es necesaria para soportar la tribulación. Si hemos de entrar en el reino, tenemos que sufrir. Además, a fin de soportar el sufrimiento necesitamos cierta medida de perseverancia. Ésta no es nuestra perseverancia, sino la perseverancia de Jesús.
Los primeros capítulos de Apocalipsis muestran nuestra participación en el reino. La intención de Dios para la iglesia es obtener el reino, y para esto, todos Sus creyentes tienen que madurar al grado de poder vivir en la realidad del reino e introducir la manifestación del reino. La manifestación del reino simplemente será la madurez y el crecimiento consumado de la vida del reino. Cuando vivamos en la realidad del reino en su estado consumado, ello será la manifestación del reino. El propósito de Dios es obtener la iglesia, la cual puede hacer venir Su reino. La redención de Cristo tiene por finalidad traer el reino. La vida de iglesia normal simplemente consiste en la realidad del reino, y esta realidad tendrá su consumación en la manifestación del reino. Un día el reino de Dios será manifestado. Ello será el cumplimiento de Apocalipsis 12:10. El reino de Dios vendrá en su manifestación plena.
Lamentablemente, muchos cristianos genuinos no han visto esto y carecen de esta experiencia. La mayoría se encuentra por debajo del estándar de la vida de iglesia normal. Por tanto, en el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, el Señor Jesús hizo un llamado, no a los incrédulos sino a los creyentes. Todo creyente ha sido llamado una vez por el Señor. Pero en Apocalipsis 2 y 3 el Señor Jesús hizo un segundo llamado a los creyentes, un llamado a los vencedores. Todos fuimos llamados a creer, y todos fuimos llamados a la vida de iglesia. Pero muchos todavía no alcanzan al propósito del Señor ni llegan al nivel normal que es adecuado para hacer venir la manifestación del reino.
Apocalipsis comienza con el reino en el capítulo 1 y también proclama la venida del reino en el capítulo 12. Esto indica que Apocalipsis es un libro acerca del reino. Mateo contiene la semilla del reino, las Epístolas contienen el crecimiento y el desarrollo de la semilla del reino y Apocalipsis contiene la cosecha de la semilla del reino. El primer aspecto de la cosecha del reino es los siete candeleros, y la cosecha consumada del reino será la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es simplemente la cosecha del reino en su máxima expresión. En la Nueva Jerusalén el reino será plenamente manifestado. Incluso el milenio no será la manifestación máxima del reino. Pero la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva será la máxima consumación y la plena manifestación del reino. En el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén estará el reino eterno de Dios.
Cuando se manifieste el reino, la salvación de Dios vendrá en plenitud con el reino. La salvación de Dios ya nos ha sido manifestada hoy en día, pero vendrá en plenitud en la era del reino. Lo mismo ocurre con el poder de Dios y la autoridad de Su Cristo. Al presente, hemos participado del poder de Dios y de la autoridad de Cristo, pero los disfrutaremos en plenitud en la era del reino.