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Mensajes del libro «Conocer la vida y la iglesia»
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CAPÍTULO DIECINUEVE

EL PRINCIPIO DEL QUEBRANTAMIENTO DE DIOS

  Lectura bíblica: Hch. 13:22, 36

  En este capítulo veremos el quebrantamiento de Dios, esto es, que Dios quebranta al hombre. Hablando con propiedad, a fin de ser útiles en la mano de Dios y según el corazón de Dios, tenemos que pasar por los muchos quebrantamientos de Dios.

EL SIGNIFICADO DEL QUEBRANTAMIENTO

  El quebrantamiento remueve lo que originalmente estaba constituido en nuestro ser natural, lo cual cambia nuestro aspecto original y altera nuestra condición original. Podemos tener innumerables aspectos buenos y nobles, pero Dios tiene que derribar y destruir estos aspectos buenos y nobles. Cuando uno edifica una estructura, la edifica según un orden lógico; sin embargo, cuando una estructura es derribada, no hay tal orden; simplemente todo es destruido. Así pues, según el concepto del hombre, derribar o quebrantar no son palabras positivas. Sin embargo, todo el que es útil en la mano de Dios tiene que pasar por Su quebrantamiento.

  Hemos estado hablando por algún tiempo sobre el ejercicio de la disciplina del Espíritu Santo y el quebrantamiento de la cruz. Tanto la disciplina del Espíritu Santo como el quebrantamiento de la cruz están relacionados con la obra de quebrantamiento que Dios efectúa, pero no son el quebrantamiento mismo. La obra de quebrantamiento realizada por Dios es con frecuencia más profunda y más pesada que la disciplina del Espíritu Santo y el quebrantamiento de la cruz. Anteriormente, hablamos del quebrantamiento de Dios en forma fragmentaria; no se abordó completamente. En este capítulo, lo abordaremos de manera exhaustiva. Antes de hablar del quebrantamiento de Dios, tenemos que aclarar varios asuntos.

LA OBRA REDENTORA DE DIOS NECESITA LA COOPERACIÓN DEL HOMBRE

  Primeramente, Dios, en Su obra redentora, necesita la cooperación del hombre. Cada asunto relacionado con el servicio a Dios está basado en la cooperación que Dios recibe del hombre. La utilidad de una persona en el servicio se basa en la cooperación que le presta a Dios. Sin embargo, una persona que no ha sido quebrantada por Dios no puede cooperar mucho con Él. Aunque ésta es una ilustración superficial, si queremos mudarnos a una casa, tendremos que modificarla o derribarla parcialmente para que sea habitable. Ser quebrantados es un prerrequisito que le permite a Dios obtener nuestra cooperación y usarnos. El grado al cual seamos quebrantados es el grado al cual podemos cooperar con Dios.

  A veces nos quedamos en algún lugar temporalmente. Dado que estamos allí sólo unos cuantos días, aun cuando la altura de la puerta o el tamaño de la cama no correspondan a nuestro tamaño, soportamos la situación. Externamente esforzarnos por soportar algo de este modo indica que no hemos sido quebrantados. Si Dios no obtiene nuestra cooperación, Él no puede hacer nada, y si queremos cooperar con Dios, todo lo que tenemos, que sea según nuestra constitución original y natural, debe ser quebrantado. Lo que somos originalmente, incluso nuestro aspecto y gusto originales, no concuerda con Dios y no es compatible con Él. Por consiguiente, Dios tiene que quebrantarnos.

  Un compuesto químico debe sufrir la separación de sus componentes para poder combinarse con otros y formar un nuevo compuesto. De igual manera, tenemos que pasar por el quebrantamiento de Dios a fin de corresponderle a Dios y serle útil a Él. Usemos otro ejemplo. Si queremos mezclar el cemento con la grava, se requiere un proceso de descomposición. De igual manera, si queremos ser mezclados con Dios, necesitamos pasar por un proceso de quebrantamiento. Necesitamos ser quebrantados a fin de ser útiles en la mano de Dios, ya que podremos corresponderle a Él sólo cuando nuestros elementos naturales hayan sido removidos. A fin de corresponderle a Dios, tenemos que ser quebrantados por Él.

TODOS LOS ASUNTOS ESPIRITUALES DEBEN PASAR POR LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN

  Segundo, todos los asuntos espirituales deben pasar por la muerte y la resurrección. Todo lo que no ha pasado por la muerte y la resurrección es crudo y silvestre. El hierro crudo tiene que ser refinado y labrado a martillo para convertirse en hierro y acero forjado. Los asuntos espirituales tienen que pasar por la muerte y la resurrección a fin de que sean procesados, en lugar de ser crudos y naturales. Todo lo que no ha pasado por la muerte y la resurrección es natural. El quebrantamiento de Dios es el procedimiento, el proceso, de la muerte. En términos de la experiencia, no es suficiente ver la muerte efectuada por la cruz. Doctrinalmente, es suficiente verla, pero a menos que pasemos por los varios quebrantamientos que nos viene de parte de Dios, no conoceremos la realidad de la muerte de cruz. El quebrantamiento es el proceso de la muerte efectuada por la cruz. Alguien que no ha sido quebrantado, no ha pasado por la muerte ni por la cruz. Podremos hablar con claridad sobre la doctrina de la cruz, pero a menos que seamos quebrantados, no habrá ningún rastro de la cruz en nuestro ser.

  El primer mensaje que impartí en Taiwán en 1949 trataba del Dios que da vida a los muertos y llama las cosas que no son, como existentes (Ro. 4:17). La expresión llama las cosasque no son, como existentes se refiere a la creación realizada por Dios, y da vida a los muertos se refiere al poder de la resurrección de Dios. La creación no cumple el propósito de Dios; el propósito de Dios se cumple cuando se le da vida a los muertos. En otras palabras, la creación no cumple el propósito de Dios; la redención sí cumple el propósito de Dios. Por esta razón, necesitamos muchos quebrantamientos. Todo lo que va en contra de nosotros se halla en el principio del quebrantamiento de Dios.

  Lo que Dios edifica, también lo derriba. Todo lo que sea quebrantado por Dios entrará en la muerte a fin de pasar por la muerte. En cuanto pase por la muerte, entrará en la resurrección; una vez que sea resucitado, puede alcanzar la meta de Dios. A fin de alcanzar la meta de Dios, todo lo que Él creó tiene que pasar por Su proceso de quebrantamiento y derribamiento, de modo que lo que es quebrantado y derribado pueda pasar por la muerte y entrar en la resurrección. Si no es quebrantado, no puede pasar por la muerte; sin entrar en la muerte y pasar por la muerte, no puede entrar en la resurrección.

EL QUE NO HA SIDO QUEBRANTADO NO ES CONFIABLE

  Tercero, una persona que no es quebrantada no es de fiar. Una persona que no ha sido quebrantada por Dios no puede ser encomendada con la obra de Dios; no es confiable. Ni Dios, ni aun los ancianos y colaboradores pueden confiar en tal persona. Una persona que no ha sido quebrantada, que no ha sido derribada por Dios, no es confiable. Ella es una persona natural, y su vida es natural y falsa. Nuestra vida natural no solamente engaña a los demás, sino también a nosotros mismos. Si aún estamos viviendo en nuestro ser natural y no hemos pasado por el quebrantamiento de Dios, no somos confiables.

  En una ocasión laboré en cierto lugar donde disfruté muchísimo de la presencia y bendición del Señor. Los santos estaban dispuestos a ayudarme, y me expresaban sus muestras de aprecio. Entre ellos había un hermano muy inteligente y capacitado que me dijo: “De hoy en adelante, me entrego por completo a usted y me someto a su dirección”. Yo sonreí, sin darle una respuesta clara. Simplemente le dije: “Tómese su tiempo”. Al analizarle, tuve el sentir de que él un día se levantaría y se rebelaría en contra mía porque no se conocía a sí mismo. Una persona que no es quebrantada nunca puede someterse a otros. Usualmente, nos sometemos a un hermano cuando él encaja con nuestros gustos. Cuando un hermano es compatible con nuestra manera de ser, nos sometemos a él, y cuando un hermano deja que descarguemos nuestra ira contra él, nos sometemos a él. Sin embargo, cuando un hermano nos reprende y ejerce cierta presión, no estamos dispuestos a someternos e incluso nos rebelamos. Si por naturaleza nos gusta comer cosas dulces, no podremos tolerar cosas ácidas ni por tres días. En realidad, no nos conocemos a nosotros mismos; sólo los que verdaderamente han estado sujetos a otros conocen la rebeldía de su hombre natural. Después de un par de años, aquel hermano tan capacitado un día perdió la paciencia conmigo por completo. Este caso nos deja ver que no podemos confiar en alguien que no ha sido quebrantado; en determinado tiempo él se levantará en oposición. Por consiguiente, Dios no puede confiar en ninguno que Su mano no haya quebrantado.

EL QUE NO HA SIDO QUEBRANTADO ES INCAPAZ DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

  Cuarto, una persona que no ha sido quebrantada no puede hacer la voluntad de Dios. La persona que realmente hace la voluntad de Dios es aquella que ha sido quebrantada por Dios. Estos cuatro asuntos deben quedar grabados en nuestro ser profundamente. A fin de cooperar con Dios, tenemos que ser quebrantados por Él; a fin de tener valor espiritual, necesitamos ser quebrantados; a fin de ser encomendados con la obra de Dios, necesitamos ser quebrantados; a fin de hacer la voluntad de Dios, necesitamos ser quebrantados. Tenemos que ser aquellos que han sido quebrantados por Dios. Entonces le seremos útiles a Dios. Tenemos que captar estos cuatro principios firmemente.

CRISTO ES INTRODUCIDO POR LA FE Y POR EL QUEBRANTAMIENTO

  Ahora debemos considerar algunos ejemplos en la Biblia. Los judíos tienen en alta estima a dos de sus antepasados, Abraham y David. Aunque Moisés es de suma importancia para los judíos, a él no le llaman padre; sólo les llaman padres a Abraham y a David. En el Nuevo Testamento, la primera oración del Evangelio de Mateo comienza, diciendo: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (1:1). Esto muestra que el Señor Jesús pudo venir a la tierra debido a dos vidas. En otras palabras, Dios pudo hacerse carne y venir a estar entre los hombres porque Él ganó la cooperación de dos hombres en la tierra: Abraham y David. Esto significa que las vidas de Abraham y David le rindieron su cooperación a Dios y le trajeron del cielo. Así pues, necesitamos examinar las vidas de Abraham y David.

La vida de Abraham representa una vida de fe

  La vida de Abraham representa una vida de fe. En la Biblia Abraham es considerado como el padre de la fe (Ro. 4:16-17; Gá. 3:7-9, 29). Esto muestra que la fe tuvo su inicio en Abraham; la vida de fe comenzó con Él. La vida que puede traer a Cristo a la tierra es primeramente una vida de fe. La fe permite que el hombre contacte a Dios y tenga una relación con Dios. Así pues, Abraham fue llamado amigo de Dios, por cuanto sólo un hombre de fe puede hacer amistad con Dios y tratar con Dios (Jac. 2:23; Is. 41:8).

La vida de David representa una vida de quebrantamiento

  La vida de David representa una vida de quebrantamiento. Aunque no podemos hallar la palabra quebrantamiento en la Biblia, podemos ver en el relato bíblico que Abraham creyó en Dios y que David fue quebrantado por Dios. David recibió muchas presiones de parte de Dios durante toda su vida; esto hizo de él una persona conforme al corazón de Dios (Hch. 13:22). Consideremos los ejemplos de una casa y las prendas de vestir. Cuánto más se someta una casa a demolición, más funcional podemos hacerla según el deseo de nuestro corazón. De igual manera, si un vestido no nos queda, tenemos que deshacerlo y alterarlo para que nos sintamos más cómodos y contentos cuando lo llevemos puesto. Sólo después de haberlo desecho y alterado, nos puede quedar a la medida según nuestros deseos. Puesto que David fue quebrantado por Dios, él era un varón conforme al corazón de Dios.

  Desde el primer día hasta el último día la mano de Dios nunca se apartó de David. Desde que David nació, fue sometido a la obra del quebrantamiento de Dios. Los judíos le ponen mucha atención al primogénito; por ende, el primogénito ocupa una posición prominente. David, sin embargo, era el miembro más joven y menospreciado. Según lo que Dios dispuso, David nació teniendo la posición menos importante. Su nacimiento causó que él fuese oprimido.

  Cuando Samuel se presentó para ungir a uno de los hijos de Isaí, Isaí mantuvo consigo a siete hijos, mas envió a David a apacentar a las ovejas. Esto muestra que Isaí valoraba muy poco a David. Al padre no le importaba que David estuviera allí o no. En aquel día no sólo acontecería la unción de un rey, sino que también habría buena comida, pero aun así Isaí envió afuera a su hijo más joven. David no era tan alto como sus hermanos, así que su padre le pidió que fuese a cuidar las ovejas. Esto muestra que Isaí tenía a David en muy poca estima.

  Después que los siete hijos de Isaí pasaron delante de Samuel, el Espíritu de Jehová dijo a Samuel que Él no había escogido a ninguno de ellos. Entonces Samuel dijo a Isaí: “¿Son éstos todos los jóvenes que tienes?”. Isaí le respondió: “Queda aún el menor, pero él ahora apacienta las ovejas”. Luego, Samuel dijo a Isaí: “Envía por él, y tráelo; porque no nos sentaremos hasta que él venga aquí”. En cuanto David llegó, Jehová dijo a Samuel: “Levántate; úngelo, porque éste es” (1 S. 16:1-12).

  Cuando leemos este pasaje de la Palabra, necesitamos ver el énfasis que hace el Espíritu Santo. Desde el día que David nació, fue menospreciado por los hombres, no sólo por otros, sino incluso por su propio padre. Aun cuando toda la familia estaba reunida en una fiesta para ofrecerle sacrificio a Dios, el padre lo mandó afuera. Creo que en aquel día, aun cuando David no derramó lágrimas, debió haber sorbido algunas. La familia entera sabía que vendría un profeta y habría una fiesta, pero a David se le mandó a cuidar las ovejas. Si nos quedamos en la casa de algún santo y nos hallamos en una situación en donde no podemos dormir bien o donde no se nos incluye entre los ancianos y diáconos, ¿cómo reaccionaríamos? Si estuviésemos en el lugar de David, ¿habríamos podido aceptar tal trato? Tenemos que reconocer que todo está en la mano de Dios. No nos corresponde a nosotros decir si cierto asunto es correcto o no; eso le corresponde a Dios. Todos nuestros juicios acerca de lo que es correcto o incorrecto son expresiones de nuestra carne; todos nuestros argumentos sólo ponen de manifiesto nuestra verdadera condición. Si David hubiera querido discutir, ciertamente tenía la base, pero él no discutió. La Biblia muestra que él permaneció en silencio; él no tenía ninguna expectativa ni deseo personal.

  En el Antiguo Testamento David fue el primer hombre que Dios halló que era conforme al deseo de Su corazón. Dios aborreció a Saúl como rey de Israel, porque cuando Dios quería hacer una cosa, Saúl hacía otra. Él no cooperó con Dios. Pero en la casa de Isaí, Dios encontró a David, quien era el menor y el más despreciado, y lo ungió como rey. Aunque David fue ungido, no sabía cuándo sería el rey. Por lo tanto, su padre y sus hermanos le siguieron viendo con menosprecio. Los filisteos reunieron sus ejércitos para la batalla contra los israelitas, y Goliat desafió a los escuadrones de Israel. Saúl y todo Israel tuvieron mucho temor cuando oyeron las palabras de ese filisteo. Un día Isaí le pidió a David que llevara algunos alimentos al campamento y visitara a sus hermanos. Cuando David llegó al campo de batalla, su hermano mayor le dijo: “¿Para qué has descendido acá? ¿Y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la maldad de tu corazón”. Esto muestra que aun después que David fue ungido, sus hermanos seguían despreciándolo (17:1-30).

  David aprendió buenas lecciones en el desierto; él fue probado en la mano de Dios. Cuando David se ofreció para pelear con Goliat, Saúl le dijo que no podía ir porque él era sólo un joven. Sin embargo, David le respondió: “Tu siervo ha apacentado las ovejas de su padre; y cuando venía un león o un oso y tomaba algún cordero del rebaño, salía yo tras él, lo hería y libraba el cordero de su boca; y cuando se levantaba contra mí, yo le echaba mano a sus barbas, lo hería y lo mataba [...] Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, Él me librará de manos de este filisteo” (vs. 34-37). David no mintió. Él había aprendido lecciones profundas y tenía raíces profundas. Después que David mató a Goliat, Saúl guardó a David y no le dejó volver a la casa de su padre. Después de otras batallas, salían las mujeres de todos los pueblos de Israel cantando y danzando, con panderos, cánticos gozosos e instrumentos de cuerda (18:6). Ellas cantaban unas a otras mientras tocaban, y decían: “Saúl mató a sus miles, / pero David a sus diez miles” (v. 7). Esta alabanza no le afectó a David, pero afectó a Saúl. Salomón dijo: “Al hombre se le prueba por la alabanza que recibe” (Pr. 27:21).

  A partir de ese día, Saúl decidió matar a David, y David no tenía donde esconderse. Cuando leemos en 1 y 2 Samuel y en los Salmos de cómo él fue expulsado, vemos su condición interior y las lecciones maravillosas que aprendió delante de Dios. En una ocasión cuando Saúl lo perseguía, David no tuvo más opción que esconderse en una cueva. Por disposición del Espíritu Santo, Saúl también entró en la cueva. Si David hubiera querido eliminar la causa de sus problemas, podía haber matado a Saúl con su espada. David no le tenía miedo a Saúl, pero temía a Dios, así que él sólo cortó una orilla del manto de Saúl como prueba para éste. David pudo haber matado a Saúl, pero no lo hizo porque Saúl era el ungido de Dios (1 S. 24:1-15). Sin embargo, con sólo haber hecho eso, se turbó el corazón de David, pues él había hecho algo que procedía de su carne para vindicarse y gloriarse de sí mismo. Este sentir que tenía en su conciencia mostraba que él había aprendido una buena lección.

  Aun después que David había aprendido tantas lecciones, Dios debía efectuar otra obra de quebrantamiento en él. Dios no le alzó al trono para ser rey sino hasta que él fuera quebrantado casi por completo, pues sólo esta clase de persona puede reinar y ser la autoridad delegada de Dios entre Sus hijos. Sin embargo, David debía ser aún más quebrantado por cuanto su piedad natural seguía estando intacta. La piedad natural de David era irreprochable. Así pues, un día Dios dispuso cierta situación en la cual David cayó al grado de que usurpó a la esposa de Urías y planeó cómo aniquilar el marido de ella (2 S. 11:2-17). Si Dios no lo hubiera permitido, David no habría pecado. Si la piedad natural de David no hubiera sido quebrantada debido a esta caída, él habría seguido siendo perfecto conforme a la vieja creación. Sin embargo, Dios quería quebrantar la perfección natural de David. La tragedia que se desencadenó debido a su caída redundó en un quebrantamiento adicional. Dios no permitiría que una persona con una actitud piadosa natural viviera en hipocresía delante de Él; por consiguiente, Él tenía que tomar medidas con respecto a esta situación. Éste era el quebrantamiento de Dios.

  Cuando David escapaba de su hijo Absalón, Simei lo maldijo con palabras muy hirientes y despiadadas. Los hombres valientes de David no podían tolerarlo y querían matar a Simei (16:5-9), pero David dijo: “Si él maldice, y si Jehová le ha dicho que maldiga a David, ¿quién, pues, podrá decir: ¿Por qué has hecho esto? [...] Mi hijo, que ha salido de mis entrañas, busca mi vida; cuánto más, pues, hará así este benjamita. Dejadle solo y que maldiga, porque Jehová se lo ha mandado. Quizá mire Jehová el daño que me ha sido hecho, y Jehová me devuelva bien por su maldición de este día” (vs. 10-12). Mientras David y sus hombres siguieron su camino, Simei seguía por el lado de la colina frente a él, maldiciendo mientras iba; y le tiraba piedras y le arrojaba polvo (v. 13). David, sin embargo, aceptó el quebrantamiento de Dios; la maldición de Simei terminó siendo un perfeccionamiento para David. David sintió que Jehová había dicho a Simei que le maldijera, y tal maldición era el hablar de Dios para él.

  Aquí vemos a una persona que fue completamente derribada por Dios. Aunque él había nacido en aflicción y opresión, la naturaleza humana que traía desde que nació, su carácter natural, no había sido aún quebrantada. Al llegar a este punto, su carácter espiritual era un total fracaso. En la familia de David, se dieron casos de incesto, casos de un hijo que se rebeló contra su padre y de siervos que reprendieron a su amo, todo esto causó que el ser natural de David llegara a su fin. En cuanto a ser piadoso, David era la persona más piadosa; en cuanto a su estatus, David era rey. Sin embargo, su propio hijo y sus propios siervos se rebelaron contra él. En esta situación, ¿qué le quedaba a él? Él estaba hundido en un completo fracaso y había sido derribado por Dios. David no era nada.

LA UTILIDAD DEL HOMBRE DEPENDE DE QUE Él SEA QUEBRANTADO POR DIOS

  Algunos santos no pueden caer a menos que ellos pequen; ésta es la misericordia de Dios. Si bien el carácter espiritual de algunos equivale a una bancarrota, se siguen resistiendo en su hombre natural. Tienen que sufrir una gran caída para que su autocomplacencia pueda ser derribada por completo. La persona que es jactanciosa no ha sido quebrantada, cualquiera que culpe a otros no ha sido quebrantado, y cualquiera que compita con los hermanos y hermanas no ha sido quebrantado. Una persona que no ha sido quebrantada siempre debate y contiende con otros en la iglesia y en la obra. Piensa que lo puede hacer todo y que lo hace mejor que los demás. Algunos jóvenes e incluso algunos mayores son así. Cuando una persona así oye un comentario negativo, reacciona al instante. Esta clase de persona nunca ha sido quebrantada.

  Nuestra verdadera utilidad en la mano de Dios no depende de nuestra capacidad, elocuencia o inteligencia, sino de la medida en que hayamos sido quebrantados y derribados por Dios. Una persona útil es aquella que puede ser quebrantada por Dios. Alguien que nunca ha sido oprimido, maltratado, quebrantado, despreciado o malentendido por otros es una persona cruda y silvestre, y no tiene utilidad para Dios. Aun cuando hayamos recibido cierta disciplina del Espíritu Santo, aun así podemos ser inútiles. Tal vez aceptemos la disciplina del entorno, pero si no somos aptos para recibir una palabra ofensiva de parte de los hermanos y hermanas, seguiremos siendo inútiles. Tenemos que examinarnos de esta manera.

  Por ejemplo, cuando venimos a la reunión, tal vez nuestro vestido se rompe por causa del gancho de una puerta. Pensando que esto es la disciplina del Espíritu Santo, lo aceptamos con gusto. Sin embargo, cuando entramos en la habitación de los ancianos o en la oficina administrativa y nos encontramos con varios asuntos desagradables y escuchamos ciertas palabras pesadas, nos negamos a orar y a decir “Amén”. Aceptamos la disciplina del Espíritu Santo cuando estamos felices y contentos, pero cuando estamos enojados y contrariados, nos ponemos negativos y no podemos aceptar el trato del Señor. Esto comprueba que no hemos sido quebrantados por Dios. Esto muestra que no tenemos luz, que no hemos sido quebrantados y seguimos intactos.

  Debido a que no hay una grieta en nuestro ser y la luz del sol no puede resplandecer en nosotros, no tenemos una luz interior. Podemos haber oído muchos mensajes y estar bien familiarizados con las Escrituras, pero si no hemos sido quebrantados, no tendremos luz y no habrá una abertura en nosotros. Una persona que no ha sido quebrantada, o derribada, por Dios, es miserable. Cuando otros nos tratan bien y nos aprecian, nos alaban y nos exaltan, recibimos gustosamente la disciplina del Espíritu Santo. Sin embargo, cuando otros nos alteran y perdemos nuestro prestigio y nos sentimos heridos, no estamos tan dispuestos a recibir la disciplina del Espíritu Santo.

  Si poseemos un buen atributo, queremos darlo a conocer y testificar de ello ante los demás para que todo el mundo se entere. Además, tan pronto sufrimos un agravio, queremos propagarlo por todas partes para ganarnos la comprensión de otros. A diferencia de nosotros, David fue menospreciado por su familia, pero de él no se oyó el menor sonido ni hizo nada por resistirse. Antes bien, él vivió delante de Dios, se escondió en Dios y aprendió muchas lecciones en secreto, lecciones que mantuvo ocultas de su padre y de sus hermanos. Aquí hay una pregunta: ¿Las lecciones que aprendemos son superficiales o están escondidas? Cuando damos un testimonio, ¿lo publicamos todo, o sólo lo que nos permite el Espíritu Santo? Dios necesita personas quebrantadas. Sólo quienes son quebrantados pueden ser conforme al corazón de Dios y pueden servirle a Él y a las personas, y ministrarles conforme al corazón de Dios. Sólo quienes son quebrantados pueden administrar la iglesia y servir a los santos. Sólo quienes son quebrantados pueden ser obreros del Señor, ancianos y diáconos. Sólo quienes son quebrantados pueden ministrar la vida de Dios a las personas en esta era. Que el Señor tenga misericordia de nosotros a fin de que aceptemos voluntariamente el quebrantamiento que Él efectúa en nuestro ser.

APRENDER A SER QUEBRANTADOS POR DIOS TODA NUESTRA VIDA

  Si realmente hemos visto lo que significa ser quebrantados, comprenderemos que todo lo que nos sobreviene puede llevarnos a adorar a Dios. Podemos olvidar y aceptar que otros nos menosprecien, que no estén de acuerdo con nosotros y nos maltraten; incluso podemos hacer a un lado que ellos nos tengan en alta estima y nos reciban bien. Tenemos que determinar una vez y para siempre que recibiremos el quebrantamiento de Dios durante toda nuestra vida. En la Biblia la historia de David no carece de significado. El Nuevo Testamento comienza, diciendo: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. Esto muestra que sólo la fe y el quebrantamiento pueden introducir a Cristo y transmitir Cristo a otros. Sólo una persona así puede ser conforme al corazón de Dios; sólo esta persona puede ministrar la vida de Dios a las personas.

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