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CAPÍTULO CINCO

LAS ESPECIAS DE LA OFRENDA DE HARINA

  Lectura bíblica: Lv. 2:4-16; 6:14-18

  Es importante ver cuál es el significado de las especias en la ofrenda de harina. Una receta de cocina apropiada siempre incluye especias. En la ofrenda de harina hay tres especias positivas y dos negativas. La harina fina no es una especia, sino que es la sustancia e ingrediente principal en la preparación de la ofrenda de harina. A la harina fina se le añadían varias especias, que se mencionan en Levítico 2.

EL ACEITE

  La primera especia es el aceite, lo cual ya mencionamos en el capítulo anterior. Todos sabemos que en tipología el aceite significa el Espíritu divino. Estoy usando la palabra divino en vez de Santo debido a que hay muchos conceptos errados relacionados a las palabras Espíritu Santo. En este capítulo prefiero usar Espíritu divino porque el Espíritu divino es la divinidad de Dios. La harina fina representa la humanidad de Jesús, y el aceite representa la divinidad de Jesús. Así que el aceite es la especia divina que se le añade a la ofrenda de harina.

  Jesús es un hombre; sin embargo, está mezclado y ungido con el Espíritu divino. El Espíritu divino no sólo está mezclado con la humanidad de Jesús, sino que también unge Su humanidad. La mezcla es más profunda que la unción, pero la unción es más visible. Por ejemplo, en Levítico 2 la harina fina del sartén debía mezclarse con el aceite. Después adquiría una forma que se podía dividir en trozos. Una vez partida en trozos, se echaba aceite sobre ella. “Pero si presentas una ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite. La partirás en trozos y echarás aceite sobre ella. Es una ofrenda” (vs. 5-6). Aunque está amasada o mezclada con el aceite, aún necesita ser ungida. La mezcla toma lugar por dentro, interiormente, mientras que la unción se cumple por fuera, exteriormente.

  Desde Su nacimiento Jesús estaba mezclado con el Espíritu Santo. Jesús nació del Espíritu Santo; esto significa que Su humanidad ya estaba mezclada con el Espíritu divino. Pero cuando fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma (Mt. 3:16). Él no sólo estaba mezclado interiormente con el Espíritu divino, sino que también fue ungido por fuera con el Espíritu divino en forma de paloma. No fue meramente ungido en una forma abstracta, sino que fue ungido por el Espíritu en una forma definida, como una paloma. Así pues, vemos que el aceite, como una especia de la ofrenda de harina, estaba mezclado con la harina fina y también se usaba para ungir la harina fina. Como nuestra ofrenda de harina, Jesús estaba mezclado con el Espíritu divino y fue ungido por Él.

EL OLÍBANO

  La segunda especia de la ofrenda de harina era el olíbano. En tipología el olíbano representa la fragancia de la vida y naturaleza de la resurrección de Cristo. Aun antes de ser crucificado y resucitado, Él siempre manifestó en toda Su conducta y actividades algo muy dulce y fragante. Ésa era la vida de resurrección. En la humanidad de Jesús, la ofrenda de harina, están presentes la especia del Espíritu divino y la especia de la vida de resurrección.

SAL

  Otra especia positiva era la sal. Es fácil entender el significado de la sal. Primeramente, la sal mata todos los gérmenes de corrupción. Y mientras mata los elementos de corrupción, también preserva, impartiendo así un poder que perdura. La sal tiene el poder que mata, el poder que preserva y el poder que hace perdurar.

  Al leer la biografía de Jesús en los cuatro Evangelios, vemos que todas las actividades que Él realizó en la tierra perduran por siempre. Las eras cambiaron y los siglos pasaron, pero la vida de Jesús sigue presente aquí. Verdaderamente posee un poder perdurador. En la vida, actividades y conducta del Señor Jesús hay una constante perpetuidad. Sus actividades no son como las actividades del hombre natural. Algunas actividades de los hombres eran buenas en el segundo siglo, pero ahora ya no lo son. Algunas eran buenas hace treinta años, pero ahora nadie estaría interesado en ellas. Todas se acabaron pero lean de nuevo los cuatro Evangelios. Cada página es tan fresca y nueva. Todo lo que el Señor hizo sigue siendo tan refrescante. Nada podía dañar Sus actividades, porque en ellas no existe el elemento de corrupción. Ningún elemento corrupto puede existir junto con la sal celestial que hay en la vida de Jesús; así que la vida del Señor Jesús perdurará por la eternidad. Estoy convencido de que en la Nueva Jerusalén frecuentemente recordaremos las páginas de los cuatro Evangelios.

  En la vida del Señor Jesús, especialmente en Su humanidad, está la sal. Ésta es el poder que mata, el poder que preserva y el poder que hace perdurar. El amor que Jesús nos tiene es tan puro. Muchas veces el amor que nosotros tenemos para con otros casi no tiene sal. Fue dulce ayer, pero hoy día es amargo. Esto se debe a que no tiene sal. Sin sal nuestro amor se fermenta. Debemos poner sal en todas nuestras relaciones con los hermanos. Es bueno el hecho de que nos agrade cierto hermano; pero ese tipo de relación necesita morir. No quiero decir que el agrado por ese hermano deba desaparecer, sino que los elementos de corrupción presentes en nuestros gustos deben morir. Se necesita el poder aniquilador de la sal.

  ¡Aleluya! La humanidad de Jesús tiene aceite, olíbano y sal. Cuando Lázaro, el amigo más íntimo de Jesús, se enfermó, sus hermanas Marta y María le enviaron las noticias a Jesús, diciéndole que aquel a quien Él amaba estaba enfermo. Si nosotros hubiésemos sido Jesús, posiblemente hubiésemos derramado unas cuantas lágrimas e inmediatamente habríamos ido a verlo. Sin embargo, después que Jesús recibió la noticia parece que no se conmovió, pues permaneció en el mismo lugar donde estaba por varios días. No piensen que no amaba a Lázaro. Lo amaba, pero Su amor contenía el poder que mata y aniquila todo lo que corrompe. Su amor fue un amor puro, y debido a eso fue un amor que perduró.

  Si ustedes me hablan de un hermano a quien conozco muy bien y me dicen que ese hermano está enfermo, eso sería una verdadera prueba para mí. Si me entristezco y digo que debo ir a verlo de inmediato, esto mostraría que en mi amor no hay sal; no existe el poder que mata. Ciertamente esta clase de amor se manifiesta con facilidad; es emotivo y natural. Sin embargo, si he estado experimentando la humanidad de Jesús, en donde se encuentra la sal, cuando me llegue la noticia acerca de este hermano, inmediatamente me volvería al Señor y le preguntaría: “Señor, ¿cuál es Tu sentir? No quiero actuar según mis sentimientos, porque deben ser puestos en la cruz. Si Tú no tienes ningún sentir sobre la enfermedad de este hermano, me olvidaré del asunto”. Verdaderamente necesitamos la sal para dar muerte a nuestras amistades naturales, a nuestro amor natural y a nuestro afecto natural. La sal no sólo sirve para matar, sino que además sirve como el poder preservador y el poder que hace perdurar.

LAS ESPECIAS NEGATIVAS

  Él aceite, el olíbano y la sal son las especias positivas en la ofrenda de harina, pero también hay especias negativas. Al decir especias negativas, me refiero a que estas especias nunca debían añadirse a la ofrenda de harina. “Ninguna ofrenda que presentéis a Jehová será preparada con levadura, pues ninguna cosa leudada, ni ninguna de miel, se ha de quemar como ofrenda para Jehová” (Lv. 2:11). ¿Por qué no se podía añadir ni levadura ni miel a la ofrenda de harina? Porque estas dos cosas se fermentan con facilidad. Cuando la comida se fermenta, significa que esa comida se corrompió y se echó a perder.

  La primera especia negativa mencionada es la levadura. La levadura en la Biblia siempre representa las cosas malignas como la mundanalidad, la pecaminosidad o cualquier cosa relacionada a la corrupción. En la Biblia todas las cosas malas son comparadas con la levadura.

  Entonces, ¿qué es la miel? La miel en la Biblia representa algo bueno. Nuestro odio es levadura, pero nuestro amor es miel. Nuestro orgullo es levadura, y nuestra bondad es miel. Todo nuestro buen comportamiento es miel. Nuestro amor puede ser bueno, pero puede estar fermentado. En muchos casos, el odio no se fermenta tanto como el amor. Supongamos que cinco hermanos viven juntos y se aborrecen el uno al otro. Sería difícil que su relación llegue a fermentarse porque se odian con frialdad. Sin embargo, si se aman mucho los unos a los otros, su amor natural los desarmará, y en poco tiempo sus relaciones podrían fermentarse.

  En la iglesia no necesitamos orgullo ni tampoco humildad. No nos gusta tener un hermano que cree saberlo todo, y tampoco nos gusta tener un hermano que siempre dice que no sabe nada. Eso es miel. La miel es muy dulce, pero no es de fiar. Sabemos que el odio es malo, pero nadie diría que el amor es malo. Sin embargo, Levítico 2 dice que en la ofrenda de harina no se debe poner nada de levadura ni de miel. Dios no acepta la levadura ni la miel. No ascenderán desde el altar como olor grato al Señor.

  No debemos ser ni orgullosos ni humildes. Simplemente debemos tomar el aceite y el incienso con cierta cantidad de sal. Esto es el Espíritu, la resurrección y la cruz. La sal es simplemente la cruz que elimina nuestro amor, afecto y paciencia naturales. Todas estas cosas “buenas” deben ser eliminadas debido a que causan fermentación. Siempre les he temido a las personas pacientes. Si usted todo el tiempo es paciente para conmigo, un día será la persona que más me critique en el mundo. No aprecien ninguna paciencia natural. Todo lo bueno que sea natural debe ser eliminado por la sal.

  La sal es la cruz y el olíbano es la resurrección. En la ofrenda de harina, esto es, en la humanidad de Jesús se encuentra el efecto aniquilador de la cruz y también la resurrección. La sal mata, preserva e imparte el poder preservador, y el olíbano es la fragante vida de resurrección. La sal en este capítulo es llamada la sal del pacto de Dios. “Sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no permitirás que falte jamás en tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios. En todas tus ofrendas ofrecerás sal” (v. 13). En el pacto que Dios ha hecho con nosotros el factor básico es la cruz, la crucifixión del Señor. Esto hace que Su pacto perdure para siempre. Es por la cruz que éste es un pacto eterno. En la ofrenda de harina está la humanidad de Cristo, la divinidad de Cristo, la cruz que aniquila y preserva, y la fragante resurrección que da aroma a toda Su humanidad.

  Esto no debe ser simplemente una doctrina para nosotros. Si nos alimentamos de la ofrenda de harina, finalmente seremos lo que comemos. Vivimos por lo que comemos, y gradualmente lo que comemos llega a ser lo que somos. La ofrenda de harina incluye la humanidad de Jesús, la divinidad de Jesús, la cruz de Jesús y la resurrección de Jesús. En la ofrenda de harina hay harina fina, aceite, olíbano y sal; pero no hay cabida para nada de levadura ni de miel. En la vida que Jesús llevó como hombre, no había lugar para ninguna clase de impureza o corrupción. Si nos alimentamos de este Jesús, tendremos la harina fina, el aceite, la sal y el olíbano, sin nada de levadura ni de miel.

LOS DIFERENTES NIVELES DE APRECIO EN LA OFRENDA DE HARINA

  Levítico 2 también revela los diferentes niveles de aprecio que tenemos por Cristo como la ofrenda de harina. Ya hemos visto esto en el holocausto. Se usaba el becerro, el cordero o la cabra, y el palomino o la tórtola. En la ofrenda de harina también habían tres clases o niveles de aprecio: “Cuando presentes una ofrenda cocida al horno, será de tortas de flor de harina sin levadura, amasadas con aceite, y de hojaldres sin levadura, untadas con aceite. Pero si presentas una ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite [...] Si presentas una ofrenda cocida en cazuela, se hará de flor de harina con aceite” (vs. 4-5, 7).

  En el holocausto el nivel de aprecio difería en tamaño, mientras que el aprecio que tenemos por Jesús como la ofrenda de harina tiene diferentes niveles de sufrimientos. El horno significa una clase de sufrimiento; la sartén otra clase sufrimiento y la cazuela aún otra clase de sufrimiento.

  Cuando ponemos algo en el horno, el sufrimiento es interno. Es un sufrimiento oculto; es una clase de sufrimiento más profundo. En los cuatro Evangelios algunos de los sufrimientos del Señor Jesús eran como los sufrimientos que se padecen en el horno. Eran tan escondidos que sólo Él los conocía y nadie más. Por ejemplo, cuando Él estaba orando en el huerto de Getsemaní, ni siquiera Sus discípulos que estaban con Él conocían la magnitud de Sus sufrimientos. Él estaba verdaderamente en una clase de horno. Éste es el aprecio más grande que se puede tener del Cristo sufriente. Él sufría internamente y no recibió la conmiseración de otros; Él había sido puesto dentro de un horno. Si podemos o no presentar a Cristo como Aquel que sufre en el horno o en la sartén, depende de nuestra comprensión y experiencia. Tal aprecio lo adquirimos al aprehender y experimentar a Jesús.

  Las tortas y hojaldres cocidas en el horno tenían una forma más definida. Cada torta y cada hojaldre tenía cierta forma. La experiencia y aprecio que tenemos de Jesús de esta manera profunda tiene una forma más definida. Aquí la palabra hebrea traducida “tortas” quiere decir tortas perforadas o agujereadas, refiriéndose a una torta que estaba perforada y llena de orificios. Cuando leemos los cuatro Evangelios, vemos que Jesús fue perfecto, pero no permaneció entero. Era perfecto, pero fue perforado y traspasado. Temo que a muchos de nosotros ni siquiera se nos ha hecho un solo orificio. No somos perfectos y además estamos tan enteros. Ser perfecto está bien, pero no deberíamos permanecer tan enteros. En la vida de iglesia cuantos más orificios tengamos, mejor es. No debemos quedarnos tan enteros, al punto que nunca seamos quebrantados, perforados y traspasados. La vida de Jesús según los Evangelios fue una vida que fue traspasada una y otra vez. Es por eso que podemos alimentarnos de Él con facilidad. Es tan fácil comer las tortas perforadas y traspasadas.

  La palabra hebrea traducida “hojaldres” indica que son de lo más delgadas. Posiblemente eran huecas, porque la raíz de esta palabra quiere decir “vacío”. Eran tan delgadas y tan huecas que se podían comer con mucha facilidad. Sin embargo, los sufrimientos internos de Jesús tenían una forma definida. Éste es el aprecio más profundo que se puede tener por Jesús como la ofrenda de harina. Aquel que traiga a la Tienda de Reunión a Cristo como ofrenda de harina, debe tener este aprecio profundo por Sus sufrimientos.

  El segundo nivel de aprecio en la ofrenda de harina es la harina fina mezclada con aceite y cocida en la sartén. Una sartén es más abierta que un horno. Esto alude a los sufrimientos al descubierto, los cuales se pueden notar con más facilidad. Se ve cierta forma, porque la ofrenda está dividida en trozos; sin embargo, no tiene tanta forma como las tortas y los hojaldres hechos en el horno.

  El tercer nivel de aprecio se ve en la harina fina mezclada con el aceite y cocida en cazuela. Este sufrimiento es más superficial y casi no tiene una forma definida. Éste es el mínimo aprecio que se puede tener por Jesús como la ofrenda de harina. Cuando fuimos recientemente salvos, teníamos esta clase de aprecio por Jesús. Pero al alimentarnos de la humanidad de Jesús y crecer, nuestro aprecio por Jesús debió ser un poco más como las tortas y los hojaldres horneados en el horno. El aprecio y experiencia que tenemos de la humanidad del Señor deben llegar a ser más y más profundos, más y más elevados, y deben tomar una forma más definida.

LA OFRENDA DE HARINA DE LAS PRIMICIAS

  Aparte de estos tres niveles de aprecio, también hay un aprecio por la ofrenda de las primicias. “Si presentas a Jehová una ofrenda de primicias, tostarás al fuego las espigas verdes y ofrecerás el grano desmenuzado como ofrenda de tus primicias” (Lv. 2:14). El grano nuevo se obtenía de las espigas verdes. Esto alude a un aprecio extraordinario por Cristo. El aprecio que regularmente tenemos por Cristo está en tres niveles, pero además de ello, hay un aprecio extraordinario por la humanidad de Jesús. En algunas ocasiones tenemos nuevas experiencias de Cristo como nuestra ofrenda de harina. Otras veces en las reuniones, al escuchar el testimonio de cierto hermano, percibimos algo muy verde, algo nuevo y fresco. Sin embargo, todo eso es aún la ofrenda de harina. Necesitamos tener más y más experiencias de Cristo. ¿Cómo podríamos tener las espigas verdes y frescas si no tenemos una cosecha? Debemos laborar en la buena tierra con la expectativa de que un día tendremos una cosecha nueva con muchas espigas verdes. Entonces podemos traer eso a la Tienda de Reunión como una clase de ofrenda de harina extraordinaria.

LA MANERA EN QUE COMÍAN LA OFRENDA DE HARINA

Sólo se daba a los sacerdotes

  Ahora es importante que veamos cómo se comía la ofrenda de harina. Primeramente, la ofrenda de harina no se daba a la gente común. Era la dieta especial de los sacerdotes: “Aarón y sus hijos comerán lo que sobre de ella. Sin levadura se comerá en lugar santo; en el atrio de la Tienda de Reunión [heb.] lo comerán [...] Todos los hombres entre los hijos de Aarón comerán de ella. Estatuto perpetuo será para vuestras generaciones en lo tocante a las ofrendas quemadas para Jehová. Toda cosa que las toque quedará santificada” (6:16, 18).

  La ofrenda de harina es el alimento de los sacerdotes. Si no tenemos la intención de asumir nuestra función en la vida de iglesia como sacerdotes, no tendremos la base que nos permite alimentarnos con esta dieta. Un sacerdote es uno que sirve y está activo en la Tienda de Reunión. El hecho de ejercer nuestra función o no en las reuniones, hace una gran diferencia. Nuestro disfrute será mayor si ejercemos nuestra función, pero si no lo hacemos, perderemos la base que tienen los sacerdotes para disfrutar de la ofrenda de harina. Si hemos de ser un sacerdote, debemos ejercer nuestra función de una manera plena con miras a disfrutar esta dieta especial de la ofrenda de harina.

Sólo se daba los hombres

  Otro punto es que la ofrenda de harina era sólo para los hombres. “Todos los hombres entre los hijos de Aarón comerán de ella”. Esto no quiere decir que las hermanas no tienen una porción. Todas las hermanas que ejercen una función en la Tienda de Reunión son hombres, y todos los hermanos que no funcionan son mujeres. Ser hombre en las Escrituras quiere decir ser uno que es fuerte. Cristo es el hombre sin mancha. Ser mujer es ser débil (1 P. 3:7). Los hombres son los fuertes, y las mujeres son las débiles. A los ojos de Dios ser hombre depende de si uno es fuerte o débil. Si en la Tienda de Reunión somos débiles, somos mujeres. Pero si nos empeñamos en ejercer nuestra función, seremos aquellos hombres que tienen la posición adecuada para alimentarse con esta dieta.

Sólo se comía en la Tienda de Reunión

  La ofrenda de harina debía comerse en el atrio de la Tienda de Reunión. No era un alimento que se pudiera comer en casa. Estrictamente hablando, no podemos disfrutar a Cristo como la ofrenda de harina estando en casa; debemos estar en las reuniones de la iglesia. Ésta no es una dieta que seguimos en nuestro hogar, sino una dieta que se sigue en la casa de Dios. Debemos ser aquellos que sirven y trabajan activamente en la presencia de Dios en Su morada; entonces tendremos la posición adecuada para disfrutar esta dieta. Muchos podemos testificar que si bien disfrutamos algo de Cristo en nuestras casas, nunca podremos disfrutarlo como lo hacemos en la reunión de la iglesia. El disfrute que tenemos de Cristo en la reunión es más elevado, más rico y no tiene comparación. Podremos preparar la ofrenda de harina en nuestra casa, pero no podemos disfrutarla allí. A fin de disfrutarlo, debemos traer lo que hemos preparado a la reunión de la iglesia. Esta dieta sólo se disfruta en el atrio de la Tienda de Reunión.

Sin levadura ni miel

  Cuando comemos de la ofrenda de harina, no debemos comerla con levadura ni miel. La ofrenda de harina en sí misma no tiene levadura ni miel, y no debemos comerla con ninguna de estas especias negativas. Para disfrutar a Cristo como la ofrenda de harina, no debemos estar involucrados con nada de levadura o de miel. A fin de disfrutar a Cristo de una manera elevada, debemos rechazar lo que es naturalmente malo o bueno. Tenemos que ser salados. Las únicas especias que podemos usar son el aceite, el olíbano y la sal, esto es, el Espíritu divino, la vida de resurrección y la cruz que aniquila.

Santifica al que lo toca

  El último punto acerca de comer la ofrenda de harina es que todo aquel que la tocaba quedaba santificado, separado. Yo puedo testificar que esto es verdad. Muchas veces después que hemos disfrutado a Cristo como la ofrenda de harina en las reuniones, nos separamos más del mundo. Somos más apartados, más santificados, porque hemos estado disfrutando del banquete de la ofrenda de harina. Cuando disfrutemos verdaderamente al Señor Jesús como la ofrenda de harina, seremos plenamente separados de todo lo mundano. Debido a que la ofrenda de harina es tan santa, todo el que la toca es separado del mundo a fin de ser santo para el Señor. Una vez que probamos al Señor Jesús de esta manera, habrá un gran cambio en nuestra vida diaria. Él es tan santo que nos santifica, nos separa y hace que seamos santos. Si nosotros decimos que estamos comiéndole como la ofrenda de harina y sin embargo permanecemos iguales, dudo que estemos comiéndolo como la ofrenda de harina. La verdadera ofrenda de harina, que es la humanidad de Cristo, es santa. Todo el que la toca queda separado, santificado y es hecho santo.

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