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Mensajes del libro «Cristo es contrario a la religión»
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CAPITULO ONCE

EN LAS EPISTOLAS, CRISTO ES CONTRARIO A LA RELIGION

  Lectura bíblica: Ro. 2:29; 7:6; 2 Co. 3:6; Gá. 1:12-16; 2:1-5, 11-14; 5:1-4, 25; 6:15; Ef. 4:11-16; Fil. 3:2-14; Col. 2:8-9, 16-17, 20-22; 3:11; He. 7:16

  En los pasajes arriba citados, desde la Epístola a los Romanos hasta el libro de Hebreos, en todos y cada uno de ellos se muestra que Cristo es incompatible con la religión.

EN ROMANOS

  Hemos seleccionado dos versículos de la Epístola a los Romanos, uno del capítulo dos y otro del capítulo siete. En Romanos 2:29 leemos que nuestra necesidad no tiene que ver con algo religioso ni exterior, sino con algo interior, en nuestro espíritu; este versículo dice: “Sino que es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra...” En otras palabras, este versículo nos muestra claramente que debemos estar en el espíritu, y no sólo en la letra de las Escrituras. El apóstol Pablo es quien escribe esto. Supongamos que no existiera tal versículo en la Biblia, y que yo les enseñara que debemos estar en el espíritu y no preocuparnos tanto por la letra de las Escrituras; pienso que ustedes me apedrearían hasta que muriera. ¡Aleluya, el apóstol Pablo tomó la iniciativa! Esta enseñanza no es mía; yo solamente la cito. No soy más que un seguidor insignificante; el apóstol Pablo es mi salvaguarda. Si quieren apedrear a alguien, deben empezar por él. Tengo una base bíblica sólida para afirmar que necesitamos estar en el espíritu, y no simplemente tener la letra de las Escrituras. ¿Quién puede contradecir esto? No interpreten mis palabras equivocadamente: no estoy diciendo ni jamás he dicho que no debemos prestar atención a las Escrituras. Más bien, estoy diciendo que debemos obtener algo en el espíritu, y no meramente conforme a la letra de las Escrituras. Lo que necesitamos es al Cristo viviente, y no solamente lo blanco y negro del código escrito. Este es el principio que afirmamos al decir que Cristo es incompatible con la religión.

  Ya hemos visto que el Cristo que disfrutamos es ahora el Espíritu vivificante, quien mora en nuestro espíritu y es uno con él: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El” (1 Co. 6:17). Cuando decimos que debemos estar “en el espíritu”, nos referimos a este maravilloso Espíritu mezclado. En este espíritu tenemos al Señor Jesús como Espíritu vivificante. Tener meramente la letra de las Escrituras equivale a ser un religioso. A los religiosos no les interesa Cristo, lo único que les interesa es la letra impresa. En los evangelios vemos al Cristo viviente frente a los religiosos, pero a ellos lo único que les interesaba era la letra de las Escrituras. En el capítulo siete de Juan los religiosos preguntaron, estando Cristo frente a ellos: “¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de Belén...?” Por una parte, ellos se apoyaban en la Biblia, y por otra, estaban en la presencia del propio Cristo. Sin embargo, se preocupaban más por su Biblia que por el Cristo viviente. ¿Cree usted que la situación del cristianismo actual sea diferente?

  Hace más de cuarenta años estuve con un grupo de cristianos que dedicaban mucho tiempo al estudio de la Biblia. Nunca había conocido personas tan familiarizadas con la enseñanza de la Palabra. Un miembro del grupo era llamado “la concordancia viviente”. Más tarde, algunos de nosotros empezamos a tener experiencias vivas de Cristo. Oímos al Señor hablándonos directamente a nuestro espíritu. Cuando oyó esto el hermano que llevaba la delantera en ese grupo, quien era un hermano mayor que conocía la Biblia perfectamente, quedó muy sorprendido y preguntó: “¿Qué significa esto? La palabra de Dios se ha cumplido totalmente, desde Génesis hasta Apocalipsis. Si alguien quiere oír a Dios, debe estudiar Su Palabra. Dios ha completado cabalmente la Biblia y ya no habla directamente al hombre”. Este era el concepto de dicho grupo. Para ellos, todo aquel que oía una palabra viva de Dios aparte del estudio de la Biblia, era un hereje. Me molestó la actitud de este hermano líder. Sin embargo, dentro de mí había algo que me fortalecía y me daba la certeza de testificar y proclamar que es completamente normal que el Señor hable directamente al espíritu de los creyentes. Todo esto muestra la condición en que se encuentra el cristianismo: ciertamente les interesa la Biblia, pero no así la persona de Cristo; se preocupan por la doctrina acerca de Cristo, pero no les interesa el Cristo vivo y presente.

  Leamos Romanos 7:6 “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra”. Ahora sabemos a lo que se refiere aquí la palabra “letra”: se refiere a la palabra escrita. Ahora debemos servir al Señor viviente en la novedad del espíritu, y no según la vejez de la letra. Puedo decir con atrevimiento, como un seguidor insignificante del apóstol Pablo, quien fue el hombre más atrevido y viviente, que no servimos más en la vejez de la letra, de la Palabra escrita, sino en la novedad del espíritu. ¿Por qué afirmamos esto? Porque en nuestro espíritu tenemos a Cristo, mientras que en la letra escrita sólo tenemos la religión. Tenemos que reconocer que Cristo es contrario a la religión.

  ¿Qué significa ser religioso? Simplemente es tener una buena base bíblica, ser fundamentalista, pero sin la presencia de Cristo. Si no tenemos Su presencia, por mucho fundamento bíblico que tengamos, seremos simplemente religiosos. En estos versículos de Romanos, Pablo demuestra firmemente que Cristo es incompatible con la religión. Ahora nuestro servicio, labor y vida deben centrarse en el espíritu, y no sólo conformarse a la palabra escrita. Sé que es muy atrevido decir esto. Tal vez me acusen de herejía, diciendo que aparto a la gente de la Biblia. Sin embargo, analicen estos dos versículos, Romanos 2:29 y 7:6. Si lo hacen, descubrirán que en ellos, la palabra “letra” se refiere a las Escrituras. No hay duda al respecto. Cristo es contrario a la religión; El contradice a la letra escrita. Puede ser que el código escrito nos dé la razón, pero a pesar de ello, podemos errar al blanco y perder a Cristo, tal como los fariseos y los escribas de aquel tiempo. Debemos estar alertas y no prestar demasiada atención al código escrito. De otra manera, es muy probable que erremos al blanco en cuanto a la persona de Cristo. La única forma de no caer en ello, es contemplar “a cara descubierta la gloria del Señor” (2 Co. 3:18).

EN GALATAS

  En el primer capítulo de Gálatas, Pablo describe brevemente su trasfondo religioso. El da a entender lo siguiente: “No me hablen del tema de la religión, pues en este asunto nadie me puede ganar. Yo estuve en la religión, e incluso fui uno de los más destacados en ella”. En el versículo 14 dice: “Aventajaba a muchos de mis contemporáneos ... siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. Las tradiciones siempre abundan en la religión. Si usted defiende la tradición, defiende también la religión, y por consiguiente, persigue a la iglesia. Todos los defensores de la religión se convierten en perseguidores de la iglesia. El mismo apóstol Pablo afirmó esto, tanto en Gálatas 1 como en Filipenses 3. ”En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia" (Fil. 3:6). En otras palabras, cuando estaba en la religión, perseguía a la iglesia.

  Si usted es un verdadero cristiano, ciertamente es miembro del Cuerpo de Cristo. Pero tenga cuidado, pues aun como miembro del Cuerpo de Cristo, puede ser religioso; si éste es el caso, espontáneamente perseguirá a la iglesia. Sé lo que estoy diciendo. He visto a muchos buenos cristianos, y a muchos buenos miembros del Cuerpo de Cristo hacer daño a la iglesia. Ellos generalmente defienden a la religión; simplemente son religiosos. Tales personas justifican sus acciones citando versículos de la Palabra; no son incrédulos ni judíos, sino verdaderos cristianos. Se preocupan por la religión cristiana, pero no les interesa la vida de iglesia. Algunos de ellos no perjudicarían abiertamente a la iglesia, pero sutilmente le causan daño.

  Los dos elementos esenciales que preservan la vida de iglesia son: guardar la unidad y permanecer en el espíritu. De hecho, esto resume todo lo necesario para llevar la vida de iglesia. El lema, “en el espíritu y en unidad”, lo resume todo. “En unidad” significa que debemos guardar la unidad, y “en el espíritu” significa que debemos hacer todo en el espíritu”. Debemos guardar la unidad y hacer todo en el espíritu. Ambos puntos han sido el motivo de las críticas y persecuciones que ha sufrido la vida de iglesia. La gente se preocupa más por la religión que por estar en el espíritu y guardar la unidad.

  Si realmente tomamos con seriedad la vida de iglesia, debemos dedicarnos por completo a ella. Debemos participar en todas las actividades de la iglesia, a menos que ésta se halle involucrada en pecado, inmoralidad o idolatría. Hemos de guardar la unidad en la iglesia local, sin importarnos que las reuniones sean silenciosas o ruidosas, ya sea que los santos hablen en lenguas o no lo hagan, o aun cuando practiquen el orar-leer o no. Supongamos que un hermano viene a la reunión descalzo. No por ello debemos rechazarlo. No debemos decirle: “Hermano, vaya a su casa y póngase zapatos; de lo contrario, no vuelva”. Mientras él crea en el Señor Jesús y lo ame, será nuestro hermano amado. Debemos amarlo, no porque traiga o no zapatos, sino porque tiene a Jesucristo. Si usted piensa que debe hablar en lenguas, hágalo. Si una hermana piensa que debe cubrirse la cabeza, que lo haga. Si usted prefiere no cubrirse la cabeza, no moleste a las que lo hacen. ¿Están dispuestos y son capaces de recibir a todos?

  Actualmente existe este problema: los que hablan en lenguas insisten en que también los demás deben hablarlas, y los que no hablan en lenguas prohiben que los demás lo hagan. No debemos preocuparnos por la religión; lo único que debe interesarnos es Cristo. Si nos centramos en Cristo, nada no nos fastidiará, seremos uno con todos los hermanos y hermanas. Si Cristo es nuestro único interés, siempre mantendremos la unidad y no existirá ningún problema.

  Nuestro único centro debe ser Cristo y la iglesia; así, podremos tolerar todas las cosas: la práctica del orar-leer, el hablar en lenguas, el cubrirse la cabeza, el andar descalzos, y todas las demás cosas que no sean pecaminosas. ¿Podría usted decir que andar descalzo es pecaminoso? Ciertamente no lo es. Quizás a usted no le guste que las personas anden descalzas, pero el Señor puede contestar que a El no le preocupa eso. Quizás algunos dirán: “No puedo soportar que alguien toque el pandero durante las reuniones”. Personalmente no estoy a favor ni en contra de esto, más bien, adopto una posición neutral. Si alguien siente que debe tocar el pandero en la reunión, que lo toque. ¿Por qué no lo ha de hacer? No nos preocupan esas cosas; lo único que nos interesa es Cristo. El es lo que nos une.

  Algunos pueden decir que somos demasiado liberales, e incluso es posible que nos llamen “cristianos liberales”. Pero tengan cuidado, porque la expresión “cristianos liberales” se refiere a los modernistas, a aquellos que no creen que la Biblia es la revelación divina, ni que Jesucristo es el Hijo de Dios, quien efectuó la redención, resucitó y ascendió a los cielos. Ellos son los liberales, no nosotros. Nosotros daríamos nuestras vidas por defender la verdad de la Biblia. Ciertamente creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, y creemos que nuestro Señor Jesús es Dios mismo que se encarnó para ser un hombre, quien murió en la cruz por nuestros pecados, y quien resucitó física, espiritual y literalmente. Además, creemos que hoy en día El está en los cielos y a la vez mora dentro de nosotros como Espíritu vivificante; y que un día, El regresará física y literalmente. No pueden llamarnos liberales. Somos los más fundamentalistas entre todos los cristianos. También creemos que hay una sola Cabeza y un solo Cuerpo, un solo Pastor, un solo rebaño, un solo Cristo, una sola iglesia universal y una sola iglesia local en cada ciudad.

  No somos liberales ni legalistas. No abogamos por el legalismo de la letra. Jamás insistimos de manera legalista en ninguno de los puntos secundarios de las Escrituras. Tampoco comprometeríamos jamás la verdad bíblica respecto a la persona y la obra de Cristo. En este asunto somos los más legalistas. No nos interesa la religión, ni aun la religión cristiana; lo único que nos importa es el Cristo viviente.

  En Gálatas capítulo uno Pablo nos dice cuánto se había involucrado en la religión y con cuánto celo persiguió a la iglesia de Dios. ¿Qué es la iglesia? La iglesia no es algo religioso; la iglesia es simplemente la expresión del Cristo viviente. Esta es la verdadera razón por la cual los religiosos persiguieron a la iglesia. La iglesia es el Cristo agrandado. Si usted se consagra a Cristo en forma absoluta, seguramente sufrirá persecuciones, no de parte de los incrédulos, sino de los cristianos, de los religiosos.

  En Hechos capítulo diez vimos cómo Pedro recibió una visión, en la cual aprendió que ahora no hay ninguna diferencia entre judíos y gentiles, entre las criaturas limpias y las inmundas. Tal parecía que aprendió bien la lección, pero mire cuál fue su comportamiento en el capítulo dos de Gálatas. Cuando Pedro fue a Antioquía, comió con todos los hermanos, incluyendo a los hermanos gentiles. Pero cuando unos hermanos judíos descendieron de Jerusalén, Pedro se apartó de los gentiles, simulando así que no se asociaba con ellos. ¿Podría usted creer que Pedro fuera tan cobarde? El sabía bien que tenía que desechar sus conceptos religiosos, pero temía a los hermanos judíos; y no solamente él tuvo miedo, sino también Bernabé. En aquel tiempo, únicamente Pablo fue muy valiente, y permaneció firme del lado de Cristo y en contra de la religión. El resistió a Pedro cara a cara. Es muy fácil pretender que somos espirituales. Usted puede gritar: “¡Aleluya, alabado sea el Señor!”, pero cuando se halla en presencia de ciertos hermanos, deja de gritar y se convierte no en un Pablo valiente, sino en un Pedro cobarde.

  Sin embargo, hemos visto que años después Pablo tampoco fue valiente. En Jerusalén, donde el ambiente estaba impregnado de religión, aun Pablo se sometió a la norma religiosa y se conformó a ella, a fin de no causar problemas. Permítanme advertirles algo: siempre que alguien se amolda a la religión para evitar problemas, le vendrán aún más problemas. Tal vez usted puede conformarse a la religión, pero el Señor nunca se conformará a ella. Jamás intente evitar problemas cuando siga al Señor. En cambio, cuanto más se enfrente a los problemas con valentía, menos problemas tendrá. Si quiere adoptar una posición intermedia, comprometiéndose aunque sea en cierta medida, tenga la certeza de que le esperan muchas dificultades. Guárdese de actuar como Pedro y Bernabé en Gálatas 2, o como el apóstol Pablo en Hechos 21. En la actualidad vivimos en un tiempo de confusión. Hoy se está librando una batalla entre Cristo y la religión.

  Pablo dice en su carta a los Gálatas, que si intentamos preservar la religión, perderemos a Cristo y lo anularemos en nosotros: “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo ... Habéis sido reducidos a nada, separados de Cristo, los que buscáis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído” (Gá. 5:2, 4). Si usted preserva la religión, perderá a Cristo; y si prefiere a Cristo, desechará la religión. Cristo se opone a la religión y jamás se conforma a ella.

  Más adelante, en Gálatas 6, Pablo dice que esto no depende de la circuncisión ni de la incircuncisión, ni de ser judío o griego; sino de ser una nueva criatura en Cristo (6:15). El afirma: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (5:25). Este es el único requisito: debemos andar en el Espíritu; debemos ser simplemente una nueva criatura, libres de toda religiosidad.

EN EFESIOS

  Leamos ahora el pasaje de Efesios 4:14-15, que dice: “Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema de error, sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo” . Aparentemente en este pasaje no hay nada que pertenezca a la religión. Pero aunque no se menciona la palabra “religión”, sí se menciona algo acerca de la religión. Pablo dice que no debemos ser zarandeados por “todo viento de enseñanza”. Observe que no habla de “herejía” sino de “enseñanza”. Indudablemente “toda enseñanza” pertenece al campo de la religión. En este pasaje podemos ver el contraste que existe entre “viento de enseñanza” y “asidos a la verdad”. La verdad se refiere a Cristo. Debemos asirnos de la verdad en amor para crecer en Cristo. Por tanto, aquí vemos que Cristo está en oposición a la enseñanza; en otras palabras, Cristo se opone a la religión.

  En el capítulo cuatro de Efesios leemos que los profetas, apóstoles, evangelistas, pastores y maestros, fueron dados al Cuerpo por la Cabeza, para el perfeccionamiento de los santos. Perfeccionar a los santos consiste en hacerlos crecer. Alimentamos a los santos con el fin de que crezcan y colaboren en la obra del ministerio. El resultado final es que estos santos edifican el Cuerpo de Cristo. La edificación de la iglesia no se lleva a cabo directamente por los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores o maestros, sino por todos los santos, “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (v. 13). Los santos son perfeccionados hasta alcanzar: 1) la unidad de la fe y el pleno conocimiento del Hijo de Dios aquí la unidad incluye tanto la fe como el conocimiento del Hijo de Dios; 2) un hombre de plena madurez, o sea que, a la vez que avanzamos, crecemos hasta convertirnos en un hombre de plena madurez; 3) la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Según Efesios 1:23, la estatura de la plenitud de Cristo es simplemente el Cuerpo. La medida de la estatura de la plenitud de Cristo es la medida del Cuerpo.

  Si leemos cuidadosamente el versículo 13, notaremos que no dice: hasta que todos lleguemos a la unidad de la doctrina y de las enseñanzas acerca del Hijo de Dios; más bien, dice: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios”. Si nos preocupamos demasiado por la doctrina, seremos simplemente religiosos. Debemos ver la gran diferencia que existe entre la fe y la doctrina. La doctrina cristiana es absolutamente diferente a la fe cristiana. La fe cristiana consta de lo siguiente: Jesucristo es el Hijo de Dios, que se encarnó como hombre, murió en la cruz por nuestros pecados, resucitó corporalmente de los muertos, ascendió a los cielos, mora ahora en nuestro espíritu, y volverá pronto. Esta es nuestra fe y todos somos uno en esto. Pero aparte de esta fe existen muchas enseñanzas o doctrinas. Incluso hay muchas enseñanzas acerca de un solo asunto; por ejemplo, la segunda venida del Señor Jesús. Algunos afirman que Jesús regresará después de la gran tribulación; otros insisten en que El vendrá antes de ésta; y aún otros declaran que El volverá en medio de la tribulación. Todos ciertamente creemos que Jesús volverá: ésa es nuestra fe común. Todo cristiano genuino cree esto, y no existe ningún problema en cuanto a este hecho. Sin embargo, los cristianos están divididos en cuanto a la época o el tiempo en el que Jesús regresará. Debemos ver que las distintas doctrinas o enseñanzas acerca del tiempo en el que Jesús volverá, no tienen nada que ver con nuestra fe. Nuestra fe es lo que nos salva; si no tenemos fe, no podemos ser salvos. Si creemos que el regreso del Señor será antes, en medio o después de la tribulación, eso no tiene absolutamente nada que ver con nuestra salvación. No debemos aferrarnos a ninguna enseñanza específica acerca del regreso del Señor. Lo que debemos hacer es guardar la fe, y no las doctrinas.

  Supongamos que tres hermanos de sangre asisten a una reunión del evangelio y son salvos. Esto significa que los tres reciben la misma fe. Ahora supongamos que después de ser salvos, uno va al seminario presbiteriano, otro al instituto metodista, y el tercero a una universidad bautista. Después de un año, cada uno habrá adquirido y asimilado muchas doctrinas distintas, de modo que, cuando vuelvan a reunirse, discutirán y argumentarán entre sí. En el momento en que fueron salvos, los tres tenían la misma fe, así que podían ser uno. Sin embargo, aparte de esa fe, después se empeñaron en acumular toda clase de enseñanzas. Empezaron con algo bueno, pero luego recibieron algo más, es decir, las doctrinas; permítanme usar este término: recibieron “basura”. Finalmente empezaron a amar dicha “basura”. Usemos otro término menos fuerte, y digamos que empezaron a adquirir “juguetes”. Actualmente, las muchas doctrinas que dividen a los hijos del Señor hoy en día, no son más que “juguetes”.

  Ahora supongamos que estos tres hermanos, que han obtenido sus “juguetes”, se encuentran con un hermano que realmente conoce la vida, que conoce la manera en que los creyentes pueden crecer. Supongamos que este hermano se relaciona con ellos sin hablarles jamás de doctrinas, sino ayudándolos a crecer. Les enseña a invocar el nombre del Señor, diciendo: “¡Oh Señor, amén, aleluya!” Espontáneamente, todas las doctrinas y enseñanzas diferentes serán desechadas y desaparecerán. Mientras seamos alimentados con Cristo, creceremos espontáneamente y no nos dividirá ninguna doctrina.

  Cuanto más jóvenes e inmaduros somos, más nos aferramos a los juguetes. Yo ya soy abuelo, y por lo tanto, no tengo ni un solo juguete. Pero todos mis nietos tienen muchos juguetes. Cuando crecemos, espontáneamente abandonamos los juguetes. Pablo mostró preocupación por el hecho de que “ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza”. Los niños son aquellos que son zarandeados por las doctrinas, y así son desviados de Cristo (la Cabeza), y de la iglesia (el Cuerpo). Cuando desechamos todas las doctrinas, es decir, cuando nos deshacemos de todos los “juguetes”, nos volvemos a Cristo y a la iglesia.

  Las numerosas doctrinas nos han apartado de Cristo y de la iglesia. Notemos lo siguiente, que las doctrinas son enseñanzas y no herejías. Es posible que sean doctrinas correctas, bíblicas y fundamentalistas, pero apartan a la gente de Cristo y de la iglesia, de la Cabeza y del Cuerpo. No obstante, el crecimiento en vida nos permite abandonar las doctrinas y obtener la unidad de la fe. ¡Aleluya! En el caso que mencionamos con anterioridad, los tres hermanos, en el momento en que fueron salvos, eran uno en la fe. Pero después, fueron desviados por las diversas doctrinas. Sin embargo, ¡alabado sea el Señor! más adelante el crecimiento en vida los condujo a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios.

  Al acumular doctrinas, adquirimos toda clase de conceptos religiosos. Las doctrinas no son otra cosa que conceptos religiosos. Hemos mencionado una sola categoría de doctrinas: las doctrinas relacionadas con la venida del Señor. Piense en la enorme cantidad de doctrinas que existen, tan solo acerca del bautismo. Algunos creen en un sola inmersión, otros, en tres inmersiones; unos creen que deben bautizarse hacia adelante, otros, hacia atrás; hay quienes creen que el bautismo debe efectuarse en un bautisterio, otros insisten que debe ser en agua fluyente. Existe una enorme cantidad de enseñanzas acerca del bautismo. Y todavía falta enumerar muchas otras categorías de enseñanzas.

  ¿Acaso fuimos salvos para acumular todas estas doctrinas? ¡Que el Señor nos conceda misericordia! Hemos sido salvos para experimentar a Cristo y la iglesia. Esto nos hará uno, y de esta forma, “todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Ef. 4:16). Debemos abandonar todas las doctrinas, dejar a un lado las tradiciones religiosas y asirnos únicamente de la verdad, que es Cristo, y de la iglesia, que es Su expresión. Entonces seremos uno en la fe única, en la fe que salva.

EN FILIPENSES

  En la Epístola a los Filipenses, Pablo profundiza más acerca de su trasfondo religioso. El había obtenido importantes logros en la religión; sin embargo, lo que en la religión había sido ganancia para él, ahora lo estimaba como pérdida por causa de Cristo. Incluso estimó las cosas religiosas como “basura”. La palabra griega traducida “basura” (Fil. 3:8) significa comida de perros, es decir, los desperdicios inmundos con los que alimentaban a los perros. Para el apóstol Pablo, la comida de perros no era solamente lo inmundo, sino también lo religioso. Por tanto, él dijo en el mismo capítulo: “Guardaos de los perros” (3:2). En otras palabras, Pablo estaba diciendo que nos guardemos de los judaizantes, es decir, de los religiosos.

  El dijo también: “Guardaos de los mutiladores del cuerpo” (3:2). “Los mutiladores del cuerpo” es una expresión despectiva que alude a la circuncisión, y se refiere a la práctica de los judaizantes religiosos: la circuncisión religiosa carente de realidad. Pablo estaba dando a entender: “No se preocupen por lo religioso. Si lo hacen, errarán al blanco con respecto a Cristo”. Pablo tenía la determinación de no errar al blanco en cuanto a Cristo. Por eso dijo: “Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús” (vs. 13-14). Debemos estar conscientes de que las experiencias pasadas, por más buenas que hayan sido, pueden convertirse en nuestra religión actual, si nos aferramos a ellas. El maná de ayer nunca podrá ser el alimento de hoy; si lo conservamos, se corromperá y producirá gusanos. ¡Cuán lamentable es referirnos continuamente a experiencias de hace diez o veinte años! Debemos experimentar la novedad de Cristo cada día y aun cada hora. Si nos aferramos a nuestras experiencias pasadas, incluso a las del día anterior, éstas se convertirán en nuestra religión. Cuando usted experimentó eso en el pasado, estaba en la presencia del Señor. Pero hoy el Señor ha avanzado. ¿Por qué quedarnos estancados con esas cosas, aunque sean buenas y correctas, pero perder Su presencia actual? Todas esas cosas buenas y correctas pueden convertirse en nuestra religión. Debemos proseguir, olvidando lo que queda atrás. Nuestra meta es obtener la plenitud de Dios en Cristo. Pablo dice: “...prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (v. 12). En otras palabras, Pablo estaba diciendo: “Cristo me ha ganado para que reciba de Su plenitud; pero yo aún no he experimentado toda esa plenitud. Así que, prosigo hacia la meta”. Necesitamos la misericordia y la gracia del Señor para no estancarnos en nuestras experiencias pasadas. Debemos dejarlas atrás, abandonarlas, olvidarnos de ellas y seguir adelante.

EN COLOSENSES

  En Colosenses leemos: “Mirad que nadie os lleve cautivos...” (2:8). Tenga cuidado; usted puede ser capturado, distraído y estorbado por la filosofía, las tradiciones humanas, los rudimentos del mundo, y muchas otras cosas ajenas a Cristo. Porque en Cristo ”habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (v. 9). Olvídese de la filosofía, las tradiciones, los rudimentos del mundo, y de todas esas cosas, por buenas que parezcan, siempre y cuando no sean Cristo mismo. Olvídese de todo, excepto de Cristo. Finalmente, Pablo dice que en el nuevo hombre, en la vida de iglesia, no hay ni griego ni judío, ni bárbaro ni escita. Esto significa que no hay religioso ni no religioso, ni culto ni inculto. En la vida de iglesia, Cristo lo es todo y en todos (3:11). En la iglesia no tenemos ni religión ni cultura; sólo tenemos a Cristo.

EN HEBREOS

  Finalmente, en Hebreos 7:16 Pablo dice que Cristo es un Sacerdote: “no designado conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según el poder de una vida indestructible”. No tenemos ninguna regla ni norma, porque Cristo, el Sumo Sacerdote, nos ministra las cosas de Dios, no conforme al mandamiento de la letra, sino según el poder de una vida indestructible. En la iglesia ya no hay religión, sino únicamente el Cristo viviente.

  Debemos abandonar todo lo tradicional y lo religioso, por más bueno, “espiritual”, bíblico o fundamental que sea, si todo ello carece de la presencia de Cristo. Abandonemos todas estas cosas religiosas, incluyendo nuestras experiencias pasadas, y preocupémonos únicamente por el Cristo viviente, por el Cristo instantáneo y actual. Este es nuestro destino, y debería ser también nuestro objetivo, nuestra meta. Debemos proseguir para asir aquello para lo cual fuimos también asidos por Cristo Jesús, es decir, proseguir para experimentar plenamente a Cristo.

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