
Lectura bíblica: Ap. 1:12-18; 2:1-7, 12-21, 24-29; 3:1-6, 14-22; 17:4-5; 18:2, 4; 19:7-8
Ahora llegamos al libro de Apocalipsis, el cual muestra más evidencias del hecho de que Cristo es contrario a la religión. El Cristo que vemos en este libro difiere completamente del Cristo que presentan los cuatro evangelios. En los evangelios vemos a un Cristo amable, tierno y manso, pero en Apocalipsis descubrimos a un Cristo que se muestra temible. En los evangelios, el apóstol Juan podía recostarse sobre el pecho de Cristo, pero cuando el mismo Juan vio a Cristo en Apocalipsis, cayó a tierra como muerto. El Cristo que vemos en Apocalipsis tiene ojos como llama de fuego y Su voz es como el estruendo de muchas aguas. ¿Por qué ésta diferencia tan grande? Debido al cambio de era que introduce el libro de Apocalipsis. Por esta razón se ve un cambio tan drástico en el aspecto y la actitud de Cristo.
En el libro de Apocalipsis vemos la religión, pero ésta difiere de la religión presentada en los evangelios, Hechos y las Epístolas. En todos estos libros, la religión alude a la antigua religión, a la religión judía. Pero en el último libro del Nuevo Testamento la religión reviste un nuevo aspecto, pues ya no se refiere a la religión judía sino a la religión cristiana, a la nueva religión: el cristianismo. Por eso, tanto Cristo como la religión son diferentes en el libro de Apocalipsis.
En los primeros capítulos de Apocalipsis, las siete epístolas enviadas a las siete iglesias muestran un panorama completo de la nueva religión, el cristianismo. Gradualmente, el cristianismo se ha convertido en la religión actual. En las epístolas a las siete iglesias, podemos ver las cinco etapas del desarrollo de esta nueva religión. De entre las siete iglesias sólo dos de ellas, Esmirna y Filadelfia, no tienen nada que ver con la religión. Las otras cinco iglesias se relacionan estrechamente con la religión; cada una de ellas representa una etapa definida en la formación de la religión cristiana. En otras palabras, estas cinco iglesias representan las cinco etapas que dieron inicio a la nueva religión del cristianismo.
La primera etapa en la formación del cristianismo se caracteriza por un inagotable trabajo para Cristo que carece de un amor íntimo y personal hacia El. Nadie habría imaginado que trabajar para el Señor pudiera formar una religión. La mayoría piensa que trabajar mucho por el Señor, es bueno. ¿Qué hay de malo en trabajar en el campo misionero, en enseñar la Biblia y en ayudar a las personas a conocer al Señor para que sean salvas? El Señor reconoce toda obra realizada, como lo hizo en el caso de la iglesia en Efeso, pero existe un peligro: se puede laborar diligentemente y lograr mucho por el Señor, sin tener un amor íntimo y personal hacia El mismo.
En el recobro de la vida de iglesia todos debemos tomar esta advertencia. Ciertamente debemos laborar para el Señor, pero debemos guardar un equilibrio entre nuestra obra y nuestro amor íntimo y personal hacia nuestro amado Señor. Nuestro amor incluso debe ser más grande que nuestra labor. Nuestro amor por El debe ser más precioso y profundo que la obra que realicemos por El. Debe preocuparnos más la medida de nuestro amor hacia Cristo, que la cantidad de trabajo que hagamos por El. Necesitamos amar de modo íntimo y personal al Señor Jesús, y este amor debe ser el primer amor, el mejor amor. La palabra “primer” en la frase “primer amor” (Ap. 2:4) es la misma palabra traducida como “mejor”, en referencia al “mejor vestido” (Lc. 15:22). Por consiguiente, el primer amor es el mejor amor, y éste es el amor que debemos mantener fresco hacia el Señor. Podemos olvidarnos de laborar por El, pero jamás debemos olvidar amarlo con el primer y mejor amor. Principalmente El es nuestro Esposo, y no nuestro Maestro. Jamás debemos olvidar que Jesús es nuestro amado y precioso Esposo, a quien disfrutamos. Servirlo es algo secundario; amarlo es lo más importante.
El Señor advirtió a la iglesia en Efeso: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete ... pues si no vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido” (2:5). El Señor les advirtió que si no se arrepentían y volvían a su primer amor, perderían la luz, el testimonio y el candelero, y finalmente quedarían en tinieblas. En otras palabras, sin el primer y mejor amor, fracasamos en cuanto al testimonio del Señor Jesús. Esto es muy grave. El hecho de trabajar mucho por el Señor no implica que tengamos el testimonio. Nuestro amor por El es la mejor forma de poseer el poder resplandeciente, la luz, el candelero y el testimonio. El testimonio resplandeciente de Jesús no depende de cuánto trabajemos por El, sino de cuánto amamos íntimamente Su preciosa persona.
La advertencia del Señor a la iglesia en Efeso fue acompañada de una promesa. El Señor dijo: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios” (2:7). Estas tres palabras siempre van juntas: amor, luz y vida. Si amamos íntima y personalmente al Señor con el primer y mejor amor, poseeremos la luz y disfrutaremos la vida. El Señor prometió que los vencedores que lo amaran con esta intensidad, comerían del árbol de la vida. Esta promesa no ofrece solamente un disfrute para el futuro, sino una bendición en la actualidad. La vida apropiada de iglesia es el paraíso actual de Dios, en donde podemos disfrutar a Cristo como nuestro árbol de la vida. Cristo no es un conjunto de enseñanzas; más bien, El es el árbol de la vida para que lo disfrutemos hoy. No tenemos qué imitar a Jesús ni meramente seguirlo, más bien, debemos comerlo como nuestro árbol de la vida en la iglesia, la cual es el paraíso de Dios. Es cierto que esta promesa se refiere principalmente al futuro, pero ahora mismo podemos recibir un anticipo, un sabor anticipado. ¡Aleluya! Muchos de nosotros podemos testificar que en la vida de iglesia, es decir, en el paraíso actual de Dios, tenemos un anticipo de Cristo como el árbol de la vida.
La primera etapa en la formación del cristianismo consiste en trabajar incansablemente por el Señor; este trabajo excesivo reemplaza el amor íntimo y personal hacia El. Hermanos y hermanas, lo más importante que debemos hacer en las iglesias locales es amar al Señor. Lo que impresiona e impacta de las iglesias locales no es la manera en que se trabaja por Cristo, sino la intensidad con que se le ama. Cada vez que mencionamos Su precioso nombre, debemos exultarnos hasta lo sumo por nuestro amor hacia El. Esta debe ser nuestra meta, jamás deberíamos perder nuestro amor por El. La segunda impresión que debemos dar a la gente es que nos amamos unos a otros con el mismo amor con el que amamos a Jesús. Lo amamos a El con mucha intimidad e intensidad, y del mismo modo, nos amamos unos a otros. El mayor impacto que debe recibir todo aquel que toca la vida de iglesia, es el amor en estas dos direcciones: hacia el Señor Jesús y hacia todos los demás. De esta forma, tendremos el candelero con el poder resplandeciente y con la plenitud de luz capaz de disipar todas las tinieblas. Entonces disfrutaremos el árbol de la vida, y lo disfrutaremos ahora mismo, en el paraíso actual de Dios. Si no tenemos esto, nos hallamos en la primera etapa, camino al cristianismo.
De la iglesia en Efeso pasamos a la iglesia en Pérgamo. En Pérgamo tenemos la segunda etapa. Las etapas son progresivas. Si usted se involucra en la primera etapa, seguramente avanzará a la segunda. Esta segunda etapa se distingue por dos características principales: la doctrina de Balaam y la doctrina de los nicolaítas.
¿Qué es la doctrina de Balaam? Balaam era un profeta que trabajaba por dinero. Por consiguiente, su predicación y su enseñanza eran simplemente un empleo. ¿Por qué sucedió esto? Debido al exceso de trabajo. Cuando la iglesia tiene demasiado trabajo, contratará el servicio de personas que lleven a cabo esta labor. Si amamos al Señor sobre todas las cosas, y no nos preocupamos tanto por el trabajo, no necesitaremos contratar a nadie. La tendencia en el cristianismo ha sido, y sigue siendo, que se hacen muchas obras pero sin amor. Esta es la razón por la que se contratan a tantos obreros cristianos. En la iglesia, los que laboran por el Señor no deben hacerlo por dinero, sino motivados por un amor íntimo y ardiente hacia su Señor. Debemos servir al Señor porque Su amor arde dentro de nosotros. Sencillamente lo amamos, y daríamos cada gota de nuestra sangre por El. Deseamos servirlo, pero esto no implica que tengamos que efectuar cierta clase de labor o trabajo, sino que nuestro servicio es la expresión de nuestro amor hacia El. No debe preocuparnos el dinero en absoluto.
El cristianismo se concentra totalmente en las obras. Dicen: “Organicemos algo. Abramos un nuevo campo misionero; enviemos muchos misioneros; vayamos a los seminarios y a los institutos bíblicos y contratemos a sus graduados”. Por supuesto, los que son contratados deben cumplir con el trabajo que el presupuesto asignado requiera. De esta manera se comercializa el servicio del Señor. Esta no es simplemente una religión, sino algo peor. Si se piensa contratar a alguien en la iglesia para que cumpla una tarea determinada, se habrá entrado a la segunda etapa de la formación de una nueva religión. Cada vez que hablemos de dinero, estaremos entrando en esta esfera. No hablemos del dinero que tenemos, sino de las numerosas gotas de sangre que poseemos para derramarlas por el Señor. No deberíamos trabajar por dinero, sino por amor a Jesús. Que no nos preocupe la abundancia de dinero ni la falta de él. Sirvamos por amor a Jesús. No debemos laborar por un salario, sino basados en las gotas de sangre que poseemos. Si servimos tomando en cuenta el dinero, nunca llevaremos a cabo la obra por amor. Si salimos a realizar la obra sin dinero, pero estamos preparados para derramar nuestra sangre por amor a Jesús, levantaremos una iglesia que posea el primer y mejor amor, una iglesia que no tolerará la formación de una religión.
¿Cuál es la razón por la que el cristianismo actual se ha convertido en una religión degradada? Debido al asunto del dinero; esta es la doctrina de Balaam.
La doctrina de los nicolaítas sigue inevitablemente a la doctrina de Balaam. ¿Qué significa la palabra “nicolaítas”? La palabra “nicolaítas” proviene de dos vocablos griegos: niko y laos. El término niko significa “conquistar o vencer”, mientras que laos quiere decir “gente común o secular”. Una vez juntos estos dos vocablos significan “conquistar a la gente común”, dicho en otras palabras, éste es el sistema de clérigos y laicos. Debido a la comercialización del servicio cristiano, apareció espontáneamente el sistema clero-laicado. Este sistema anula la función de los miembros y aniquila el Cuerpo de Cristo. Este mal terrible se ha desarrollado a tal grado, que en ciertos lugares no se permite que un laico ore. Esta es la religión en su aspecto más lamentable. No existe nada que ofenda más al Señor que este sistema religioso.
Siento en mi espíritu la confianza de alentar a todos los hijos del Señor a que oren y aun griten en las reuniones. Creo que ésta es la reacción del Señor hoy en día. Hoy el Señor Jesús está actuando contra la religión y la cultura; El está reaccionando fuertemente. Todos debemos aborrecer la doctrina de Balaam y la doctrina de los nicolaítas.
En la iglesia que estaba en Efeso, las obras de los nicolaítas aparecieron como una práctica; este fue su principio. Finalmente, en la iglesia en Pérgamo, estas prácticas llegaron a ser una doctrina. Cuando una práctica se convierte en doctrina, esto significa que tal práctica es justificada por la gente. La gente la practicaba, y además la tomaban como enseñanza. ¡Qué tristeza! Pero hoy debemos rechazar dicha práctica y enseñanza detestable del sistema clero-laicado. Debemos extirpar tal enseñanza y deshacer las obras de los nicolaítas. Si usted asiste a la reunión, y solamente se sienta a esperar que otros funcionen, sigue bajo la influencia de los nicolaítas. Debemos liberarnos de esta doctrina de los nicolaítas, aun cuando para lograrlo tengamos que gritar. En la vida de iglesia no debe haber ni “nicos”, ni “laitas”, ni clero ni laicado. Todos los hermanos y hermanas deben funcionar por igual; todos deben orar, testificar, gritar y alabar. No piense que el hecho de gritar en una reunión es algo insignificante. Les aseguro que ésta es la reacción del Señor. ¡Derribemos las obras de los nicolaítas, y exaltemos al Señor! La era ha cambiado. El Señor ya no tolerará más el sistema nicolaíta, del clero y el laicado. Si usted viene a la reunión como un laico, esperando que otros funcionen, eso avergüenza públicamente al Señor Jesús.
Quizás usted piense que es un acto salvaje gritar “¡Jesús es Señor!” y “¡Oh Señor Jesús!” en las reuniones. Pero les aseguro que históricamente, siempre que el Señor ha reaccionado, lo ha hecho de manera “salvaje”. Hemos visto cómo actuó Juan el Bautista: el Señor Jesús fue introducido de manera “salvaje”, no con suavidad. Ahora, en el libro de Apocalipsis, el Señor Jesús es un Cristo poderoso. El actúa agresivamente contra de la religión, contra lo falso y contra todo lo que distrae a la gente de Sí mismo.
Si nos involucramos mucho en la obra del Señor, pero carecemos de un amor apropiado y personal hacia El, ciertamente seguiremos el camino de Balaam y finalmente caeremos en la doctrina de los nicolaítas.
Cuando llegamos a la iglesia en Tiatira descubrimos una situación aún más lamentable. Después de la segunda etapa aparece automáticamente la tercera. De modo que en Tiatira aparece una mujer llamada Jezabel, una mujer que ha recopilado muchas enseñanzas y que se autodenomina “profetisa”. Hasta aquí hemos visto la doctrina de Balaam y la de los nicolaítas, pero ahora aparece la enseñanza de Jezabel. Esta es la razón por la cual debemos abandonar todas las enseñanzas y doctrinas. La historia de la iglesia indica que Tiatira representa a la Iglesia Católica Romana, y que el Espíritu le da a esta falsa iglesia el nombre de Jezabel. ¿Quién fue esa mujer maligna? Ella fue la que introdujo muchas enseñanzas y prácticas paganas a la iglesia, y las mezcló con las enseñanzas acerca de Cristo. Esto dio por resultado el culto a los ídolos y la fornicación.
A los ojos del Señor hay tres abominaciones: el culto a los ídolos, la fornicación y la división. El culto a los ídolos ofende a la persona de Dios; la fornicación daña a la humanidad y la división mutila el Cuerpo de Cristo. Dios se preocupa por Sí mismo, por la humanidad y por el Cuerpo de Cristo. El jamás tolerará los ídolos, la fornicación ni la división. En la iglesia en Tiatira, esta mujer introdujo la doctrina maligna y fomentó el culto a los ídolos y la fornicación, lo cual ofendió a Dios y dañó la humanidad. Esta es la religión Católica Romana. ¡Es algo grotesco!
Después de desarrollarse plenamente, esta mujer Jezabel se convirtió en Babilonia la Grande. En el capítulo dos de Apocalipsis se llama Jezabel, pero en el capítulo diecisiete su nombre es Babilonia la Grande. También es llamada la gran ramera, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. Esta es la culminación de la religión cristiana, a la cual llegó paso a paso y etapa tras etapa. El primer paso fue el trabajo excesivo; el segundo paso fue la doctrina de Balaam y la doctrina de los nicolaítas; posteriormente, el tercer paso le abrió completamente la puerta al paganismo e introdujo directamente a Babilonia. Babilonia es la consumación de la religión cristiana, el cristianismo. ¡Evitemos a toda costa lo religioso!
No piense que no hay nada de malo en planear la obra misionera y esforzarse por extender el evangelio para el progreso del reino. Debemos tener mucho cuidado, pues esto podría ser el inicio que nos conduzca a formar parte del cristianismo. Si damos el primer paso, seguramente daremos el segundo, y finalmente el tercero, hasta caer por completo en Babilonia.
Hoy estamos en la era del recobro del Señor. Siento que debemos recalcar el hecho que Cristo es contrario a la religión. Temo que se repita la historia dentro de diez o quince años. Es posible que pronto entremos en la primera etapa, de intensa labor y trabajo, y que perdamos el amor personal e íntimo con el Señor Jesús, el primer y mejor amor. Si esto sucede, nos encontraremos en camino a formar una religión. Luego tendremos muchas doctrinas y caeremos totalmente en el cristianismo. Que el Señor nos conceda misericordia y nos libre de ello. Ya que estamos en el recobro del Señor, debemos comprender con claridad lo siguiente: no debemos involucrarnos en absoluto con ninguna de las tres etapas; por el contrario, estemos alertas y no permitamos que se infiltre nada religioso entre nosotros.
La historia del recobro del Señor se inició cuando el Señor avanzó de Tiatira a Sardis. Sardis constituyó un recobro parcial de Tiatira. Sin embargo, la Palabra del Señor nos enseña que al poco tiempo de aparecer Sardis, ésta llegó a ser una religión muerta. ¿Qué había de malo en Sardis? No mucho. Su único problema era que estaba muerta. El Señor le dijo: “Tienes nombre de que vives, y estás muerto”, y “afirma las cosas que ... están a punto de morir”. Sardis estaba moribunda prácticamente en todo aspecto. La historia de la iglesia nos enseña que aunque la iglesia fue parcialmente recobrada por medio de Martín Lutero, ésta no tardó mucho en morir. La religión consiste en hacer todo correctamente, y sin embargo estar muertos. Podemos tener la razón, ser fundamentalistas y bíblicos, pero estar muertos; si esto sucede, habremos caído en una religión. Es bueno que usted hable de la justificación por fe, pero si lo hace sin vida, simplemente será una religión.
He conocido a muchos luteranos. Sabemos que la Iglesia Luterana defiende la enseñanza de Lutero acerca de la justificación por fe, así que estos creyentes hablaron mucho conmigo acerca de este asunto. Tenían toda la razón, pero sólo doctrinalmente. Hablaban mucho de la justificación por fe, pero finalmente descubrí que ellos mismos no eran justificados. Tenían razón desde el punto de vista doctrinal, pero no habían experimentado lo que enseñaban. Esto es simplemente un tipo de religión. La gente religiosa defiende sus enseñanzas religiosas, pero carecen totalmente de vida.
Aplique este principio a los diferentes grupos del cristianismo y se dará cuenta de que sucede lo mismo en cada uno de ellos: defienden sus enseñanzas, pero lo hacen sin vida. Hermanos y hermanas, si no estamos alertas, me temo que estaremos defendiendo las enseñanzas correctas acerca de Cristo como Espíritu vivificante, sin tener la experiencia personal de ello. Incluso podemos tener las enseñanzas correctas acerca de un asunto como éste, y carecer de vida. Esto también sería religión. Todo lo que enseñemos, todo lo que ministremos, todo lo que defendamos, debe estar lleno de vida; de otro modo, estaremos repitiendo la historia de Sardis. ¿En qué consiste la religión de Sardis? Consiste en defender algo muy correcto, muy fundamental y muy bíblico, pero carecer de vida al hacerlo. Incluso podríamos defender la vida de iglesia y el terreno local de unidad sólo como doctrinas correctas, carentes de vida y sin ningún impacto. Todo lo que es bíblico y aun espiritual, pero carece de vida, se convierte en religión. El Señor no puede tolerar a los que están “correctos pero muertos”. Esta es la cuarta etapa.
En la historia del mover del Señor, después del recobro que ocurrió hace quinientos años por medio de Martín Lutero, el Señor dio otro paso hace aproximadamente ciento cuarenta años por medio de la Asamblea de los Hermanos. Al principio, ellos eran la verdadera iglesia en Filadelfia, pero eso no duró por mucho tiempo. Pronto se degradaron y se convirtieron en Laodicea. Filadelfia fue una mejoría sobre Sardis, pero Laodicea fue la degradación de Filadelfia. ¿Cuál fue el problema con Laodicea? Simplemente que Laodicea lo tenía todo; ellos eran verdaderamente ricos, pero únicamente en doctrina, así como Sardis. Ellos pensaban tenerlo todo y creían que no necesitaban nada, pero el Señor Jesús les dijo que no eran ni fríos ni calientes.
En la vida de iglesia persiste el peligro de que un día nos volvamos tibios, es decir, que no seamos ni fríos ni calientes. Podemos decir que somos ricos, y serlo únicamente en doctrina, mas no en experiencia. En tal caso seríamos ricos, pero estaríamos muertos. El Señor Jesús le pidió a la iglesia en Laodicea que compraran oro para que fuesen ricos y que ungieran sus ojos con colirio para que pudieran ver. Debemos estar alertas, puesto que no queremos sólo tener riquezas superficiales, es decir, riquezas acerca de la vida, del Espíritu y de la iglesia, pero únicamente en doctrina. Podemos pensar que somos muy ricos, que sabemos mucho, y aun así, no tener visión espiritual. Podemos tener conocimiento, pero no la luz. Podemos acumular doctrina sin poseer oro. Tal vez no seamos fríos, pero tampoco calientes; por lo tanto, el Señor nos vomitará de Su boca.
Escuchen las promesas que hizo el Señor. A la iglesia en Efeso: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida” (2:7). A la iglesia en Pérgamo: “Al que venza, daré a comer del maná escondido...” (2:17). A la iglesia en Laodicea: “Si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (3:20). El Señor prometió que si permanecemos alertas y evitamos caer en las diferentes clases de religión, seremos preservados en el disfrute del Señor, comeremos de El como el árbol de la vida y como el maná escondido, y cenaremos con El y El con nosotros.
En las siete epístolas citadas en estos dos capítulos de Apocalipsis, vemos que algo religioso se mezcló con algo del Señor. Durante el transcurso de los siglos y hasta ahora, el Señor ha estado separando lo que es Suyo de lo que es religioso. Todo lo religioso será reunido y quemado juntamente con Babilonia la Grande (Ap. 17—18). Babilonia la Grande es la consumación de la religión; es el destino de todo lo religioso mencionado en estas epístolas. Por otra parte, la esposa, la Nueva Jerusalén, será la consumación de toda la obra de separación que lleve a cabo el Señor durante el transcurso de los siglos. Hoy en día la iglesia local es el lugar donde el Señor lleva a cabo esta obra de separación, para obtener Su esposa. La iglesia local es la parte final de esta obra de separación, efectuada para preparar la esposa. Por tanto, vemos que en la historia de la iglesia a través de los siglos ha existido una inclinación hacia la mixtura, cuyo resultado es Babilonia. Sin embargo, en el transcurso de los siglos, la obra divina de separación también ha progresado. En la última parte de este siglo veinte, el Señor ha estado recobrando las iglesias locales como el lugar que nos separa de Babilonia la Grande. Finalmente, esto dará por resultado la esposa, el logro máximo de la obra separadora del Señor. ¡Aleluya! Después de Apocalipsis 17 y 18, llegamos al capítulo 19, donde la esposa se ha preparado. En el capítulo dieciocho oímos el llamado del Señor: “Salid de ella, pueblo Mío, para que no seáis partícipes de sus pecados” (v. 4). En el capítulo diecinueve leemos: “Han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado” (v. 17). Alabado sea el Señor porque hoy estamos en la vida de iglesia, totalmente separados de lo religioso, y así estamos siendo preparados para ser la esposa del Cordero.
En todos estos capítulos hemos visto que Cristo es incompatible con la religión. La consumación de Cristo será Su esposa, y la consumación de la religión será Babilonia la Grande. Por consiguiente, Cristo en oposición a la religión llegará a ser finalmente su esposa en oposición a Babilonia. Debemos apartarnos de todo lo religioso y permanecer en las iglesias locales, preparándonos para ser la esposa de Cristo. ¡Aleluya!