
Lectura bíblica: Ap. 2:1, 7, 8, 11, 12, 17, 18, 29; 3:1a, 6, 7, 13, 14, 22; 14:13b; 22:17a; 5:6; 1:10; 19:10b; 22:6b
La era del libro de Apocalipsis es la era de los siete Espíritus, la era en que vivimos. ¡Aleluya por el último libro de la Biblia, el libro de Apocalipsis! Este libro es totalmente distinto de los demás. En Mateo encontramos muchas citas del Antiguo Testamento; en Juan, Hechos, Romanos, Hebreos y en otros libros, también se hallan muchas citas bíblicas. No obstante, en el libro de Apocalipsis, un libro de veintidós capítulos, no podemos encontrar ni una cita del Antiguo Testamento. Todo su contenido es nuevo; no contiene nada de los libros antiguos. Este libro no cita ni un solo versículo bíblico, no tiene nada antiguo. Entonces, ¿cuál es su contenido? ¡Los siete Espíritus! Un Cordero con siete ojos, los cuales son los siete Espíritus de Dios. Sólo vemos al Cordero Redentor y al Espíritu intensificado. Este libro no contiene nada que pertenezca a la fuente vieja. En este libro todas las expresiones provienen del Espíritu siete veces intensificado, y todas son nuevas y frescas. No hay nada religioso, nada viejo, nada muerto; el Espíritu viviente lo dice todo, y lo dice de una manera nueva y viviente.
Además, este libro no contiene ninguna declaración humana. Siempre leemos que el Espíritu habla. “Sí, dice el Espíritu” (Ap. 14:13). “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (2:7). En los capítulos dos y tres leemos en siete ocasiones que el Espíritu habla a las iglesias. Estos mensajes no se parecen a los que dieron los profetas del Antiguo Testamento, tal como: “Sí, pueblo mío, así dice el Señor...” Tampoco se parecen a lo que leemos en las epístolas. Las epístolas dicen: “Esto digo [Pablo]” (1 Co. 7:6), o “Yo [Pedro] exhorto” (1 P. 5:1). En el libro de Apocalipsis nunca encontramos frases como esta: “Así dice el Señor” o “Esto digo”. Antes bien leemos: “El Espíritu dice, el Espíritu dice, el Espíritu dice”. ¿Ha notado usted que esta misma frase con las mismas palabras se repite siete veces: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”? ¿Por qué dicha frase se repite siete veces? Por causa del Espíritu siete veces intensificado. Finalmente el libro concluye así: “El Espíritu y la novia dicen...” (22:17). Primero leemos que el Espíritu habla a las iglesias, y finalmente, que el Espíritu y la novia llegan a ser uno; hablan juntos. En este versículo, el Espíritu y la novia son un sujeto compuesto. Ambos fueron compuestos y forman una sola entidad; ambos se hicieron uno. ¡Aleluya! La iglesia forma una sola entidad con los siete Espíritus, y los siete Espíritus se han forjado integralmente en la iglesia. ¡Esta es la meta de Dios, la consumación final de Su propósito eterno!
En el libro de Apocalipsis tampoco podemos encontrar doctrinas, dones, ni personas dotadas. No sobresalen apóstoles, profetas, evangelistas, ni pastores; tampoco encontramos ancianos ni diáconos. Lo único que vemos aquí son los ángeles en las iglesias locales. Los ángeles son las estrellas, y las estrellas están relacionadas con los siete Espíritus, así como las siete iglesias también están relacionadas con los siete Espíritus. Los siete Espíritus son para las siete iglesias, y los siete Espíritus son también para las siete estrellas.
¿Qué significa todo esto? Debemos estar conscientes de que en el tiempo en que se escribió el libro de Apocalipsis, la era había cambiado por completo, pues pasó de la religión al Espíritu. ¿Por qué en este libro ya no vemos doctrinas, dones, personas dotadas, ancianos ni diáconos? Debido a que el sutil enemigo había usado todas estas cosas para formar una religión. Por lo tanto, en estos pasajes de Apocalipsis y en el recobro del Señor, el Espíritu no menciona más esas cosas. ¿Podría alguien formar una religión con los siete Espíritus? Les aseguro que los siete Espíritus desecharían cualquier elemento religioso.
Recientemente, en cierta ciudad, dos jóvenes recibieron mucha ayuda de otros jóvenes en las reuniones de su iglesia local. Al día siguiente, estos dos jóvenes, un muchacho y una muchacha, se levantaron junto con su madre en la reunión y declararon: “¡Satanás, estás derrotado!” El padre de esos jóvenes estaba allí y se sintió muy ofendido por tal declaración. Así que, parándose en frente de todos dijo a la congregación lo contrariado que se sentía a causa de aquella exclamación: “¡Satanás, estás derrotado!” El dijo: “Si Satanás estuviera aquí, ustedes estarían atemorizados!” Inmediatamente después de eso, todos los hermanos y las hermanas empezaron a gritar en la reunión: “¡Satanás, estás derrotado! ¡Satanás, estás derrotado!” Luego el padre llamó a la madre, y haciendo señales a los hijos para que lo siguieran, salió de la reunión con paso airado. Más tarde me enteré de que ellos eran miembros piadosos de un grupo cristiano muy famoso por su conocimiento de las doctrinas bíblicas. Pensé: ¿Qué hay de malo en decir: “¡Satanás, estás derrotado!”? Por el contrario, yo diría que es una declaración maravillosa. No obstante, aquellos miembros piadosos que pertenecían a dicho grupo cristiano muy conocedor de las doctrinas bíblicas, se ofendieron por aquella declaración. Esto es la religión.
Hermanos y hermanas, me temo que ustedes estarían alarmados por causa de Juan el Bautista si viviesen en su tiempo y estuviesen acostumbrados a ofrecer sacrificios de manera ceremoniosa en el templo. Si ustedes hubiesen ido al desierto y hubiesen visto a Juan vistiendo ropas de pelo de camello y comiendo langostas y miel silvestre, habrían dicho: “¿Qué es esto? ¿Es un hombre o un animal? ¿Puede esta persona ser un profeta de Dios? ¿Por qué no habla en el templo como es debido?” Pero, ¿quiénes son ustedes? ¿Son ustedes el Señor? No los estoy reprendiendo. Lo que estoy diciendo es que todos debemos darnos cuenta que hemos sido atrapados por la religión, por el cristianismo. El cristianismo es una trampa sutil; ha capturado a la mayoría de los cristianos. Permítanme decirles algo, lo digo a ustedes, y no a otras personas: aún tienen mucha religión en su sangre.
¿Se han dado usted cuenta de que el relato del nacimiento del Señor en los cuatro evangelios fue totalmente distinto de lo que esperaban aquellos que tenían el Antiguo Testamento en sus manos? Los religiosos conocían las profecías tocante al nacimiento de Cristo y ciertamente esperaban el nacimiento del Mesías. Pero finalmente, cuando El nació, todo aconteció de una manera diametralmente opuesta a lo que ellos esperaban. Los que poseían la Biblia no prestaron ninguna atención a dicho acontecimiento. Cuando el Señor Jesús empezó Su ministerio a la edad de treinta años, ningún religioso lo reconoció. ¿No cree usted que la misma situación se dará en el tiempo de la segunda venida del Señor? Muchos creyentes neotestamentarios tienen la Biblia en sus manos hoy en día; muchos conocen y proclaman la segunda venida del Señor. Pero finalmente, cuando vuelva el Señor Jesús, El vendrá de manera diametralmente opuesta a lo que ellos esperan. La religión los cegará.
Fuimos adoctrinados con muchos conceptos religiosos; no imaginamos cuántos. Estos se han infiltrado en nuestra naturaleza, en nuestra vida y en nuestra sangre. Aparentemente los jóvenes tienen más facilidad para librarse de la sangre religiosa, pero sólo aparentemente. No piense que por estar gritando se ha librado de la religión. El concepto religioso no reside en una actividad exterior, sino en su disposición interior. La religión se encuentra en nuestra sangre, en nuestra naturaleza. Los de mayor edad tenemos más dificultad para romper los lazos y sacar la religión de nuestra sangre. No imaginamos cuántos conceptos religiosos se han forjado en nuestro ser.
Todo lo que carece de la presencia de Cristo es religión. Las experiencias espirituales de ayer, aplicadas a nuestra situación actual, también son religión. Cuando llegamos al libro de Apocalipsis, todo cambia radicalmente. No encontramos ni posiciones ni títulos. En las iglesias locales mencionadas en las epístolas, vemos primeramente a los ancianos o los que vigilan, y luego a los diáconos; también encontramos títulos tales como: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Sin embargo, cuando llegamos al libro de Apocalipsis, vemos que todo eso ha desaparecido. Pablo escribió a las iglesias como “apóstol de Cristo Jesús” (Ef. 1:1), pero en Apocalipsis, Juan se llama a sí mismo “vuestro hermano” (1:9). Cuando Juan escribió el libro de Apocalipsis, él tenía casi cien años de edad. Como apóstol, él estaba verdaderamente capacitado y experimentado; él sí tenía la posición. Además, cuando escribió Apocalipsis, era el último de los doce apóstoles originales que quedaba en la tierra. Pero en este libro él nunca recalcó su posición o título de apóstol. ¿Había visto usted esto? El dijo: “Yo, Juan, vuestro hermano”. Eso fue todo; esa fue su posición; ese fue el título que él asumió en este libro. ¿Por qué? Porque según lo que este libro presenta y lo que experimentamos en esta era, todas esas cosas —posición, título, capacidad— han cesado de formar parte en la economía del Señor.
Actualmente, en la era del Espíritu, no hay posición ni título ni reconocimiento. Queda una sola cosa: el Espíritu siete veces intensificado. No hay ancianos; hay solamente estrellas. Usted puede pretender que es un buen anciano, pero nunca podrá hacer alarde de que es una estrella. Si usted es una estrella, entonces debe brillar. Hoy en día es una vergüenza proclamarse anciano. Es una vergüenza proclamar cualquier posición, aunque sean numerosos los años que tengamos de experiencia. No importa el número de años que usted haya estado laborando por el Señor, lo que importa es el resplandor que usted tenga. ¿Está usted brillando? ¿Está viviente y ardiendo? Actualmente, en la era del Espíritu, al Señor no le interesan sus experiencias, su posición ni sus títulos; lo que a El le interesa son los siete Espíritus ardientes. ¿Ha sido usted quemado por los siete Espíritus? ¿Está ardiendo en el Espíritu siete veces intensificado?
Hoy no estamos en el tiempo de las epístolas; hoy es la era de Apocalipsis. Esta no es la era de los ancianos; es la era de las estrellas resplandecientes. ¡Oh, cuánta muerte se manifiesta al proclamarse la posición de anciano! Eso es religión, y finalmente llegará a formar parte de Babilonia la Grande. La posición que usted proclama no estará jamás en la Nueva Jerusalén. Los que proclaman tener una posición determinada están en una condición de muerte. Están muertos; no hay ningún fluir de vida en ellos; no hay nada viviente, nada ardiente, nada resplandeciente en tales personas. Proclamar una posición o un título no es más que religión. Eso no es vida, no es Cristo; es sólo religión.
Después de haber leído tanto acerca del hecho que Cristo es contrario a la religión, puede ser que aún no sepa lo que es la religión. Tal vez usted critique a otros hermanos, a los hermanos responsables, a los colaboradores. ¿Qué es esto? Esto también es religión. “¡Oh, que el Señor tenga misericordia de nosotros! ¡Oh Señor Jesús! ¡Oh Señor Jesús! ¡Cuánto necesitamos que nos rescates, Señor! ¡Necesitamos Tu liberación! Líbranos de las posiciones, líbranos de los títulos y de todas las críticas”. Todas estas cosas pertenecen a Babilonia la Grande; nunca formarán parte de la Nueva Jerusalén. En Babilonia están el papa, los cardenales, los obispos, etc. Allí hay muchas posiciones y títulos. Sin embargo, en las iglesias no hay ni posiciones ni títulos ni ministros dotados. En la iglesia está solamente el Espíritu siete veces intensificado con las estrellas resplandecientes.
Quizás usted haga alarde de estar en la iglesia local. Pero, ¿está verdaderamente el candelero en su ciudad? ¿Está resplandeciendo en realidad? ¡Oh, que el Señor nos conceda misericordia! No pregunte: “¿Acaso no somos la casa de Dios? ¿No somos la iglesia local?" Yo le diría, ¿en dónde está el resplandor, en dónde está el candelero? ¿Verdaderamente resplandece algo en las tinieblas de su ciudad, en la noche de esta era?
Debemos entender el carácter de la era actual. Esta era ha dejado de ser la era de la religión; ya no es la era de las citas bíblicas, de los dones ni de las personas dotadas; tampoco es la era de los ancianos y diáconos. Esta es la era del libro de Apocalipsis; es la era de los siete Espíritus para las siete iglesias con las siete estrellas. En este libro el Señor Jesús declara que El es Aquel que vive (Ap. 1:18). ¿De qué sirve defender las doctrinas sanas y bíblicas, si usted se encuentra en una condición de muerte? ¡Oh, las doctrinas! ¡Oh, los dones! ¡Oh, las disensiones! ¡Oh, la muerte! ¡Cuánto necesitamos abandonar nuestros conceptos y argumentos! ¡Cuánto necesitamos volvernos al libro de Apocalipsis y a la era de este libro! El libro de Apocalipsis es una pieza clave para consumar la Nueva Jerusalén. Si nunca hemos estado en la realidad de este libro, nunca podremos estar en la Nueva Jerusalén. Abandonemos toda la vejez y entremos en la realidad de Apocalipsis. Tomemos una sola palabra: Amén, y mezclémosla con las palabras de este libro. Las siete iglesias ¡Amén! Los siete Espíritus ¡Amén! Los siete ángeles ¡Amén! Las siete estrellas ¡Amén! Una sola ciudad, una sola iglesia ¡Amén! Una sola iglesia, una sola ciudad ¡Amén! La iglesia en Efeso ¡Amén! La iglesia en Esmirna ¡Amén! La iglesia en Pérgamo ¡Amén! Aunque no lo entienda todo, debo decir Amén. Aunque no esté de acuerdo, sigo diciendo Amén. Yo no soy el Señor; ¡Jesús es el Señor! Si estamos dispuestos a hacer esto, recibiremos grandes bendiciones; seremos el pueblo más favorecido de esta tierra. Hallaremos descanso y estaremos llenos de gozo. No nos preocupemos por lo que diga la gente; lo que dicen los siete Espíritus es lo único que debe interesarnos.
No sugiero que quemen todos los demás libros, pero les ruego que los hagan a un lado y que se centren en el último libro de la Biblia. El último libro de la Biblia es la palabra final del Señor, y la palabra final de una persona es la más importante. La palabra final de la Biblia es el libro de Apocalipsis. Debemos orar-leer cada capítulo y cada versículo, cada frase y cada palabra de este libro, y digamos cada vez: Amén. No intenten entender o analizar todo. Sólo digan amén a cada palabra. Los desafío a que practiquen esto y comprueben el resultado. Tengo la plena seguridad de que serán encendidos por el Espíritu siete veces intensificado.
No estamos en el año 1770, ni en el 1870, sino en el 1970. El Señor sigue adelante. Damos las gracias al Señor por todos los recobros anteriores que fueron efectuados en las generaciones pasadas; sin ellos, nunca habríamos alcanzado la era actual. No obstante, debemos actualizarnos con el Señor. No debemos quedarnos estancados en una época atrasada con respecto al mover del Señor. Estamos en el año 1970; por tal razón, debemos adaptarnos al mover del Señor en 1970. ¡Que el Señor nos libre de ser cristianos atrasados! Debemos seguir adelante. Este mes es diferente del mes pasado, y hoy es diferente de ayer. Sabemos que mañana el Señor hará algo más. ¿Por qué tenemos qué aferrarnos a tantas cosas viejas? Esa es una trampa sutil de Satanás. Tenemos que ser rescatados por el Jesús actual. Lo que era bueno ayer, hoy puede convertirse en la trampa del enemigo.
Permítanme decir algo a los hermanos y hermanas de edad avanzada. No soy un joven; conozco todos los problemas que ustedes tienen. Podría resumir sus problemas en tres categorías: las doctrinas que han aprendido, las experiencias por las cuales han pasado y todo lo que han visto en el pasado. Pero lo repito: el libro de Apocalipsis no contiene ninguna doctrina, ninguna experiencia, ni nada del pasado. Todos necesitamos un nuevo comienzo. En este libro, el apóstol Juan es completamente nuevo y totalmente diferente de como era en su evangelio y en sus epístolas. Escuche el tono de su voz en Apocalipsis. ¿Por qué se dio este cambio? Porque estaba en el espíritu y oyó la voz; porque se volvió y vio algo nuevo. ¡Cuánto necesitamos vencer las antiguas doctrinas, las antiguas experiencias y todas las cosas que hemos visto en el pasado! Debemos vencer y seguir adelante. No diga que se compadece de los jóvenes porque son muy jóvenes y activos. No necesita compadecerse de ellos. ¡Compadézcase de usted mismo! Nadie se encuentra en una situación tan deplorable como usted. ¡Pídale al Señor que tenga misericordia de usted!
Los siete Espíritus de Dios han sido enviados a toda la tierra (5:6). Ahora los siete Espíritus son como el aire que envuelve toda la tierra. No están solamente en la ciudad de Los Angeles, sino en todas partes. No diga jamás que este Espíritu intensificado es efectivo únicamente en Los Angeles. Quizás usted diga que Los Angeles es diferente a cualquier otra ciudad, y que cada iglesia debe tener su propia expresión separada y distinta. Pero, ¿cuál es su expresión? Me temo que sea una expresión de muerte, la expresión de su individualismo. El cristianismo hoy no es más que la expresión de la religión muerta, la expresión de tantas cosas sectarias. Hoy el Espíritu siete veces intensificado ha sido enviado a toda la tierra.
No piense que el libro de Apocalipsis es simplemente un libro de profecía. Hemos leído Apocalipsis 19:10, que dice: “...el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Estoy de acuerdo: el libro de Apocalipsis es un libro de profecía, pero usted no debe preocuparse únicamente por la profecía y olvidarse del Espíritu; más bien, debería olvidarse de la profecía y preocuparse por el Espíritu. Cuando usted lea este libro, no intente analizarlo ni entenderlo. Solamente diga amén con su espíritu a cada palabra; entonces poseerá el espíritu de profecía. Una cosa es preocuparse por las profecías, y otra muy distinta es preocuparse por el espíritu de la profecía.
Leamos el último capítulo de este libro, donde dice que el Señor es “el Dios de los espíritus de los profetas” (22:6). Dios es el Dios de nuestro espíritu; El no es el Dios de nuestra mente, ni de nuestras actividades exteriores. Nunca acuda ni busque a Dios en su mente, en las enseñanzas ni en las doctrinas, pues jamás lo hallará en todas esas esferas: El no está allí. Dios está en el espíritu del creyente. Usted debe estar en su espíritu para estar con Dios y tener contacto con El. Ahora vivo en un domicilio de la ciudad de Los Angeles. Si usted va a San Francisco, no me encontrará allá. Si va a cualquier calle en Los Angeles que no sea la mía, no me encontrará. Si se queda en la esquina de la calle de mi casa, tampoco me encontrará. Tiene que venir a la puerta de mi casa y entrar, pues es allí donde vivo. Dios es el Dios de los espíritus de los profetas. Todos debemos volvernos a nuestro espíritu. Esta es la razón por la cual Juan estaba en el espíritu.
Hoy estamos en la era del libro de Apocalipsis. En esta era, el Espíritu de Dios siete veces intensificado se opone a la religión. Busquemos desesperadamente al Señor para que podamos salir completamente de la religión y para que la religión sea totalmente extirpada de nosotros. ¡Que seamos simplemente las siete estrellas resplandecientes en los siete candeleros ardientes con el Espíritu siete veces intensificado. ¡Oh Señor! ¡Amén!