Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Cristo que mora en nosotros seqún se ve en el canon el Nuevo Testamento, El»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO DIEZ

EL CRISTO QUE MORA EN LOS CREYENTES SEGÚN SE VE EN 2 CORINTIOS

(2)

  Lectura bíblica: 2 Co. 1:21-22; 2:10, 14-16; 3:3, 6b, 17-18; 4:6-7; 13:14

  En este libro de 2 Corintios no encontramos doctrinas. No obstante, al hablarnos de su vida, Pablo nos da indicios de algunas de las cosas que tenemos en Cristo. Mientras él testifica de la clase de vida que tiene en Cristo, espontáneamente nos revela algunos aspectos relacionados con Cristo. Por esta razón, los aspectos de Cristo mencionados en este libro son más preciosos que los que se mencionan en otros libros.

FIRMEMENTE ADHERIDOS

  Lo primero que Pablo nos dice es que nosotros fuimos firmemente adheridos al Ungido. “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones” (2 Co. 1:21-22). Dios nos ha adherido firmemente a Cristo, el Ungido de Dios. Ser adheridos es ser unidos. Cristo es el Ungido, y Dios nos adhirió firmemente a este Cristo.

SELLADOS

  Después de esto, Pablo nos dice que además fuimos sellados por Dios, y que Él nos dio en arras el Espíritu. La unción de Dios nos trae Su esencia divina, mientras que el sellar de Dios imprime en nosotros Su imagen. Cuando sellamos un objeto, la imagen del sello queda impresa en él. Las arras del Espíritu nos son dadas para nuestro disfrute. Por lo tanto, debemos conocer a Cristo como el Ungido de Dios. Esto significa que Él hace que el Dios Triuno sea real a nosotros. Dios nos unió al Ungido, y Él espontáneamente llega a ser un sello sobre nosotros. El Espíritu viviente nos ha sellado a todos con el Dios Triuno.

  Muchos cristianos pueden testificar que con relación a ciertas personas no es necesario preguntarles si son cristianas o no. En cuanto uno las ve, percibe que hay un sello. Ellas llevan una impresión que nos dice que están en Cristo. Ésa es la semejanza del Dios Triuno. Dios se expresa en sus rostros, y ése es el sello. Al mismo tiempo, dicho sello es el disfrute que tienen de Dios. Todos fuimos adheridos al Dios Triuno, y nosotros lo expresamos al disfrutarle.

  Esto está completamente relacionado con el hecho de que Cristo mora en nosotros. El morar de Cristo en nosotros hace posible que seamos adheridos y sellados, y también hace que disfrutemos al Espíritu. Ningún otro libro nos dice nada acerca de que fuimos adheridos. Esto únicamente se menciona en 2 Corintios. Eso significa que Pablo por experiencia propia testificó que él era alguien que había sido adherido al Dios Triuno. Él no vivía por sí mismo. Él vivía por Aquel a quien había sido adherido.

EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

  Luego Pablo nos dice que nosotros no necesitamos la letra en absoluto, lo cual se refiere al conocimiento de la doctrina de las Escrituras. “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica” (3:6). No necesitamos la letra, sino al Espíritu que da vida. Pablo mencionó esto en Romanos 8, pero no fue tan claro como en 2 Corintios 3.

  Al final Pablo declaró que hoy en día el Señor Jesús es el Espíritu que da vida. “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (v. 17). El Señor Jesús hoy es tal Espíritu vivificante; Él es el Espíritu que da vida. En ningún otro libro Pablo nos dice de una manera tan clara y específica que el Señor Jesucristo es el Espíritu. Éste es el único versículo que nos dice de una manera tan contundente, osada, clara y enfática que hoy Jesús el Señor es el Espíritu que da vida.

EL ESPÍRITU QUE LIBERA

  Después de esto, él dice que este Espíritu, quien es el Señor Jesús mismo, está en nosotros liberándonos. Él nos libera de la letra de la ley, de la letra de las doctrinas, las enseñanzas y el conocimiento, y de las ordenanzas, rituales, etc. Él es el Espíritu que libera. La cultura humana es una atadura. La religión es otra atadura. Toda doctrina de letras nos esclaviza sobremanera. Incluso el conocimiento puede ser una trampa. La religión, la cultura, la doctrina y el conocimiento confinan a las personas. Aunque impiden que la gente se comporte desenfrenadamente, en otro sentido las ata y las mata espiritualmente. Sin embargo, hoy el Señor Jesús no sólo es el Espíritu vivificante, sino también el Espíritu que libera. Él está en nosotros, y dondequiera que el Señor está, allí hay libertad. Él es el Espíritu que libera.

  Una vez más les digo que en ningún otro libro encontramos un versículo que nos diga tan claramente que Jesús hoy es el Espíritu que libera, quien está liberándonos interiormente al ser nuestra vida. La mayoría de los cristianos piensa que Jesús nos libera de forma externa. Sin embargo, en este capítulo Pablo nos dice que la liberación que Jesús nos otorga es interna. Él nos libera, no principalmente mediante Su poder, sino por medio de Su vida. Él es el Espíritu vivificante, quien nos libera interiormente. Cuanto más nosotros lo tomamos a Él como nuestra vida y nuestra persona, más somos liberados de toda esclavitud.

EL ESPÍRITU QUE TRANSFORMA

  Pablo continúa diciéndonos que el Señor Jesús es el Espíritu que transforma. “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (3:18). La doctrina, la cultura, la religión y el conocimiento únicamente pueden confinarnos; jamás pueden cambiarnos ni transformarnos. Sin embargo, el Cristo vivo ha entrado en nosotros no para confinarnos, sino para transformarnos, para cambiar nuestra vida. Él hace esto al saturar todo nuestro ser de Sí mismo. Su elemento santo, divino, espiritual, eterno y celestial no sólo se ha añadido a nuestro ser, sino que está saturando todo lo que somos. Finalmente, seremos transformados a Su imagen. Esto significa que seremos trasformados conforme a lo que Él es. Además, esta transformación es de gloria en gloria. Es de un grado de gloria a otro grado de gloria. De este modo, somos transformados diariamente.

  Llevo doce años viviendo en Los Ángeles, y he llegado a conocer a muchos santos aquí en estos pasados años. Me siento muy contento de poder decir que muchos de ellos han llegado a ser más como Cristo. Éste es el efecto transformador del Cristo que mora en nosotros. La transformación es el resultado de que Él more en nosotros. El hecho de que Él mora en nosotros implica que Él nos da vida, nos libera, nos transforma, e incluso que de algún modo lo que nosotros somos está siendo aniquilado. El hecho de que Él more en nosotros aniquila nuestro ser natural. Esto tiene como fin que Él pueda transformarnos a Su propio ser.

TRANSFORMACIÓN AUN EN MEDIO DE ALTIBAJOS

  Jesús no es una religión ni una doctrina. Él es una realidad viviente, no sólo en los cielos, sino más real aún en nuestro ser. Él está moviéndose continuamente en nuestro ser. Me doy cuenta de que sobre todo entre los jóvenes, el cielo siempre fluctúa. A las cuatro de la tarde el cielo estaba despejado, pero treinta minutos después, se nubla. Su cielo fluctúa continuamente. A todos nos gusta ser personas estables; si no somos estables en el tercer cielo, al menos esperamos poderlo ser en el aire. A nadie le gusta estar abajo en la tierra. Sin embargo, si estamos arriba o abajo, no hace mucha diferencia. Jesús aún está realizando una obra en nosotros. Yo puedo testificar esto de muchos jóvenes que he venido observando en los pasados diez años. Ellos continuamente han tenido altibajos. Pero ¡alabado sea el Señor! En medio de estos altibajos ellos experimentaron la transformación. No importa si a nosotros nos parece que estamos en el cielo o en el infierno profundo, Jesús aún está moviéndose en nuestro ser. Cuando sentimos que estamos arriba, Él está moviéndose. Cuando sentimos que estamos abajo, Él está moviéndose. Él jamás se detiene. Su intención es forjarse a Sí mismo en nuestro ser.

  El Señor Jesús conoce nuestro corazón. Él sabe que nosotros le amamos. Lo que yo más valoro es ver a muchos jóvenes amando al Señor. Ésta es una verdadera misericordia que disfrutamos en la vida de iglesia. En otros grupos cristianos yo nunca llegué a ver a tantos jóvenes amando al Señor. Ésta es una gran gracia que está sobre nosotros. Siempre que amemos al Señor, Su intención es forjarse a Sí mismo en nosotros. Da igual si nos sentimos contentos o tristes. Cuando estamos contentos, Él está obrando en nosotros. Cuando nos sentimos tristes, Él todavía está obrando en nosotros.

  Creo que muchos de nosotros nos sentimos desilusionados cuando nos enojamos. No le recomendaría que se enoje, pero tampoco le aconsejaría que no se enoje. Da igual si le digo que no se enoje o si le digo que está bien que se enoje. Cuando se enoje, simplemente se enojará. Yo no puedo ayudarlo, y el Señor Jesús tampoco lo ayudará. Esto es porque Él sabe que cuando nos enojamos, Él puede obrar en nosotros aún más. Muchas veces Cristo ha podido forjarse en nuestro ser cuando nos hemos enojado, más que por medio de otras cosas. Sin embargo, no piense que con esto lo estoy animando a que se enoje.

  Cuando era joven, yo podía ser muy amable con los demás por un tiempo prolongado. Pero puedo testificar que durante todo ese tiempo Cristo no se forjó profundamente en mí. Luego el Señor vino a despojarme de mi bondad. A pesar de que alababa al Señor por la mañana, al medio día me enojaba con mi esposa. Entonces me sentía deprimido. Simplemente era incapaz de vivir. Le decía al Señor: “Oh, Señor Jesús, perdóname. Acabo de enojarme”. Pero después me daba cuenta de que mientras me sentía tan deprimido, Cristo había podido forjarse mucho más en mí.

  Mientras usted ame al Señor Jesús, puedo asegurarle que usted estará en el ascensor, subiendo y bajando, y bajando y subiendo. Pero ¡alabado sea el Señor! Por medio de esta clase de experiencias Cristo se forja en nosotros. Esto sucede especialmente en la primera etapa de nuestra vida cristiana. Cuando nos enojamos, Cristo tiene una mejor oportunidad para forjarse en nuestro ser.

  La obra del Cristo que mora en nosotros consiste en forjarse a Sí mismo en nosotros, a fin de que seamos transformados a Su imagen. Esto no se logra simplemente estudiando, leyendo la Biblia u orando. Por supuesto, no quiero decir que no debamos hacer estas cosas; pero muchas veces Cristo se forja en nosotros por medio de nuestros fracasos. Nuestros fracasos le proveen al Señor una buena oportunidad para que pueda forjarse en nosotros. Sobra decir que no debemos tratar de enojarnos. Eso simplemente sería una especie de actuación. No obstante, mientras amamos al Señor Jesús, aun en medio de nuestros altibajos, Él se forja en nuestro ser como el Espíritu vivificante. Él obra al morar en nosotros a fin de transformarnos. Ésta es la obra principal que Él realiza hoy.

SU FAZ ES NUESTRO TESORO

  En 2 Corintios encontramos otro versículo extraordinario: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (4:7). No existe un versículo como éste en ningún otro libro. Pablo nos dice que somos los vasos, y que el Señor Jesús es el tesoro que reside en nosotros. Pero la clave para entender este versículo, es el versículo anterior, que dice: “Para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (v. 6). En griego, la palabra traducida “faz” es la misma que se tradujo “persona” en 2 Corintios 2:10, la cual denota el área del rostro alrededor de los ojos. Eso significa que si no miramos la faz de Jesús, Él nunca podrá ser un tesoro para nosotros. Sólo nos percataremos de que tenemos un tesoro en nuestro interior cuando miremos la faz de Jesús. Cuando disfrutamos Su presencia, nos damos cuenta de que Él es este tesoro inestimable dentro de nosotros.

  No debemos permitir que esto se convierta en un dicho más. Todos podemos decir que somos vasos de barro, y que Jesús es el tesoro que está adentro. Sin embargo, es posible que digamos esto sin percatarnos de la realidad que está en nosotros. Es sólo cuando vivimos en Su presencia, siendo guiados por Su mirada, que podemos percibir que Él es tal tesoro para nosotros. No hay nada más precioso en todo el universo que contemplar la faz de Jesús. Esto es algo que tiene que ver con nuestra experiencia y disfrute personales. Cuanto más vivimos en Su presencia, más percibimos lo precioso que es Jesús. Esto no es otra cosa que disfrutar del hecho de que Él mora en nuestro interior. El propio Jesús mora en nosotros. Esto es una realidad viviente, y no meramente un dicho.

  Si todos aprendiéramos a repudiar nuestra vieja persona, y lo tomáramos a Él como nuestra persona estando atentos a la expresión de Su rostro mientras disfrutamos Su presencia, tendríamos la agradable sensación de lo precioso que es el Jesús que mora en nuestro interior. Esto nos haría brillar con un resplandor que es el reflejo de Su gloria. Les puedo asegurar que si llegan a tener esta experiencia, los demás podrán ver cuánto ustedes resplandecen. No sólo estarán contentos, sino que de hecho resplandecerán. Algo en su interior resplandecerá, y ese algo será el reflejo de Jesús. Ésta fue la experiencia que tuvo Pablo del Cristo que moraba en su interior.

CAUTIVOS DE JESÚS

  Pablo también nos dice que somos cautivos que han sido derrotados por Jesús. “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que perecen; a éstos olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida” (2:14-16). Dios hoy nos lleva en triunfo en Cristo. Esta frase es difícil de traducir. El cuadro que nos presenta aquí es el de un general que peleó la guerra y obtuvo la victoria, así capturó a muchos cautivos. Después de esto, él regresa triunfalmente para celebrar su victoria, realizando un desfile en el que le siguen todos los cautivos. Hoy en día Cristo ha obtenido la victoria, y Él ha capturado a muchos cautivos, entre los cuales estamos usted y yo. La procesión aún continúa en el universo. ¡Aleluya! Todos fuimos puestos en esta procesión. Dios nos llevará de esta manera en el triunfo de Cristo.

  Sin embargo, ser capturados implica la necesidad de que seamos derrotados, conquistados y subyugados por Jesús. ¡Cuán bueno es ser derrotados por Jesús! Sin lugar a dudas, a los ojos de nuestros parientes y amigos que no son creyentes, nosotros simplemente somos un cautivo de Jesús. Para ellos, simplemente hemos sido capturados. ¡Alabado sea el Señor, pues hemos sido capturados! Jesús nos derrotó, conquistó, subyugó y capturó. Es por eso que ahora dependemos tanto de Él. Lo tomamos como nuestro todo. Ésta es la procesión de Su triunfo. No tenemos nada que decir ni nada que hacer. Nosotros hemos sido completamente cautivados por Él.

GRATO OLOR DE CRISTO

  En la antigüedad, mientras se llevaba a cabo esta procesión y celebración, algunos esparcían incienso antes de la procesión. Pablo se refiere a esto cuando dice que nosotros somos grato olor de Cristo. Fuimos derrotados, conquistados, subyugados y capturados, y ahora portamos el incienso. La verdadera predicación del evangelio consiste en esparcir el incienso. El grato olor de este incienso es vida para unos y muerte para otros. Alabado sea el Señor porque participamos en esta procesión a fin de celebrar el triunfo de Cristo.

EL CONTENIDO DE LA IGLESIA

  Al examinar todos estos puntos, vemos dónde debemos encontrarnos. Debemos ser aquellos que están adheridos al Dios Triuno, en quienes Jesús está operando continuamente, transformándonos a Su imagen. Además de esto, debemos ser vasos de barro que contienen el tesoro, que es Él mismo y Su faz viviente. Entonces seremos cautivos en Su desfile triunfal, quienes celebran Su victoria en todo el universo.

  Podemos ver que todos estos asuntos son completamente diferentes de las enseñanzas y doctrinas que recibimos de manera tradicional. La razón es que estos asuntos están relacionados con el hecho de que Jesús mora en nosotros. El Cristo que mora en nosotros llevará a cabo todos estos asuntos, de modo que éstos sean muy reales, vivientes y prácticos en nuestra vida diaria. El recobro del Señor hoy no simplemente consiste en recobrar la unidad y el testimonio de la iglesia, sino también en recobrar el verdadero contenido de la vida de iglesia. El contenido de la vida de iglesia es sencillamente todos estos asuntos relacionados con el Cristo que mora en nosotros.

UNA VIDA DULCE DE IGLESIA

  Es por ello que la vida de iglesia es completamente diferente de todo lo que vimos y experimentamos en el cristianismo. De hecho, esto pertenece enteramente a otra categoría. Es por ello que la vida de iglesia es tan placentera para nosotros. El Cristo que mora en nosotros está operando en todos los hermanos y hermanas en la iglesia. Si no tuviéramos al Cristo que mora en nosotros, cada quien seguiría su propio camino. La razón por la cual amamos a todos los hermanos y hermanas es que Jesús está viviendo y operando en ellos. En la vida de iglesia cada uno de los miembros es muy precioso, y realmente nos amamos unos a otros. Esto no se debe a que somos personas encantadoras, sino a que dentro de nosotros reside un tesoro. Por supuesto, somos humanos, y a veces tenemos problemas con los demás. Pero cuán bueno es cuando nos volvemos al Jesús que mora en nosotros. Es entonces que podemos decir: “Hermano, perdóname, estaba equivocado. Volvámonos al Señor juntos”. Cuando contactamos al Señor juntos, todos llegamos a ser personas muy encantadoras. En realidad no depende de lo que somos, sino del dulce Jesús que mora en nosotros.

  La religión puede confinarnos, pero jamás puede darnos un sabor dulce. La religión sencillamente no tiene un olor grato. Pero Jesús es el propio incienso que es esparcido entre Sus cautivos. Es difícil explicar cuál es la diferencia con la iglesia. Otros cristianos también cantan himnos, tienen la Biblia, se tienen los unos a los otros y tienen un orador. ¿En qué radica la diferencia? Simplemente radica en el dulce Jesús. Es por ello que hemos sentido la carga de compartir estos mensajes acerca del Cristo que mora en nuestro ser. El propósito de dichos mensajes es fortalecer, enriquecer y elevar la vida de iglesia. Cuanto más disfrutemos al Cristo que mora en nuestro ser, más precioso será Cristo para nosotros.

  Si no aprendemos a disfrutar al Cristo que mora en nosotros, no habrá incienso en la vida de iglesia. Él no será dulce para nosotros si lo estudiamos de una manera objetiva. De esa manera no podemos olerlo ni percibirlo. Sin embargo, Él es sumamente dulce en el aspecto subjetivo. Cuando aprendemos a disfrutarlo en nuestro interior, esparcimos un sabor dulce que otros pueden percibir. Este grato olor es simplemente una muestra de la dulce naturaleza y esencia de Jesús mismo.

  No hay otro libro que se compare con 2 Corintios. Pablo abarca todos estos preciosos asuntos en su autobiografía simplemente porque nadie puede expresar estas cosas por medio de enseñanzas. Ésta es sencillamente su experiencia, y él testifica de ello. Al final, él declara: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). Ésta es la vida de iglesia que experimentamos mediante el Cristo que mora en nosotros.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración