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Mensajes del libro «Cristo todo-inclusivo, El»
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CAPITULO DOCE

COMO POSEER LA TIERRA

IV. POR MEDIO DE LA FORMACION DEL EJERCITO

  Lectura bíblica: Nm. 1:1-4, 17, 18, 52, 53; 2:1, 2; 4:3; 8:23-26; 26:1, 2, 52-56, 63-65

  Hemos visto muchas cosas relacionadas con la entrada a la buena tierra. Todas ellas se relacionan con el disfrute de Cristo, a partir del disfrute de El como el cordero pascual hasta el disfrute de El como el arca agrandada con el tabernáculo, incluyendo las ofrendas y el sacerdocio. En esta etapa en nuestra experiencia, tenemos la suficiente madurez para estar en la posición de asumir algo de responsabilidad. En esta etapa podemos funcionar en el sacerdocio, lo cual significa que en cierto grado podemos servir a Dios.

DESDE EXODO HASTA NUMEROS

  Todo lo que hay en el libro de Exodo se presenta en una forma progresiva. A partir de disfrutar a Cristo como el cordero pascual, los hijos de Israel siguieron adelante hasta que un día se erigió el tabernáculo entre ellos. Fue entonces cuando disfrutaron a Cristo como testimonio de Dios, y en aquella etapa pudieron tomar responsabilidad como sacerdotes. Esto es el contenido del libro de Exodo.

  Después de Exodo, pasamos a Levítico, donde se ve a Cristo como muchas ofrendas para nuestro disfrute. De esta manera el pueblo de Dios puede disfrutar a Cristo en una forma mucho más completa que antes. En esta etapa pueden tomar toda la responsabilidad del sacerdocio y llevar a cabo todas las normas divinas acerca de la vida santa. Hemos visto que en Levítico hay tres porciones: la primera trata de las ofrendas; la segunda trata del sacerdocio; y la tercera trata de los principios divinos de la vida santa.

  Después de Levítico, llegamos a Números. La mayoría de las exposiciones y comentarios sobre esta parte de la Biblia declaran que Números es un libro que se trata enteramente del censo y el vagar de los hijos de Israel. Aparentemente esto es cierto, pero en esencia, no lo es. Aunque ese elemento existe, principalmente y en el sentido espiritual Números es un libro de historias gloriosas. Es un libro que narra la formación del ejército divino. Sólo en esto, después de las experiencias de Exodo y de Levítico, es posible que el pueblo de Dios sea formado como ejército que pelee la batalla para El. Es en verdad glorioso que un grupo de hijos del Señor sea formado como ejército para el Señor en esta tierra. Es aún más glorioso que este mismo pueblo es el que ha de tomar posesión de la tierra. Aquellos que puedan pelear la batalla para Dios son los que dividirán y tomarán posesión de la tierra.

  En el libro de Números, se hacen dos censos del pueblo de Israel. Fueron contados por primera vez para formar un ejército que peleara la batalla. La segunda vez, fueron contados no sólo como un ejército que guerreara, sino también como un pueblo que dividiría y heredaría la buena tierra. Aquellos que comparten la tierra son los que peleen la batalla. Por lo tanto, en este libro podemos darnos cuenta no solamente de los censos y del vagar de los hijos de Israel, sino también del hecho glorioso de que fueron formados como ejército y designados para heredar la buena tierra.

DESDE EL CORDERO HASTA UN EJERCITO, UNA LISTA DE CONTROL

  Entonces, ¿cuál es la forma de poseer la buena tierra? No es tan sencillo. Enumeremos y revisemos los pasos. En primer lugar, debemos disfrutar a Cristo como el cordero redentor. Debemos recibir a Cristo como nuestro Salvador. Debemos pasar el juicio de Dios. Este es el primer paso. Si ya lo hemos hecho, podemos poner una marca aquí; hemos pasado el primer paso. ¿Cuál es el segundo? Hay que salir de Egipto y disfrutar a Cristo como el maná diario, como nuestro diario suministro de vida. Por supuesto, no podemos tomar alimentos sin beber agua; así que, al mismo tiempo debemos disfrutar a Cristo, la roca de la cual fluye el agua viva. Disfrutamos el maná y disfrutamos la roca de la cual fluye el agua viva ¿Tiene usted esa experiencia de día en día? Muchos de ustedes pueden decir con confianza que sí. Todos los días usted disfruta a Cristo como su comida y su bebida. De otra manera, no podría vivir, no podría seguir adelante, ni podría mantener su vida como cristiano. Diariamente debemos disfrutar a Cristo como nuestro alimento y nuestra agua viva; necesitamos algo que comer y beber. Cuando nos encontramos en la mañana, en vez de saludarnos diciendo “¡Buenos días!”, preguntemos: “¿Ya comiste?” Prefiero tal saludo. ¿Comiste esta mañana, hermano? ¿Bebiste algo esta mañana, hermana? Algunos de ustedes pueden contestar que han tenido tres buenas comidas hoy. ¡Alabado sea el Señor! Hay que decirle a la gente que diariamente nos alimentamos de Cristo. Comemos a Cristo y bebemos de Cristo. Si tenemos esta experiencia, podemos poner una marca aquí también.

  Vayamos ahora al tercer paso. ¿Tienen un tabernáculo donde viven? ¿Disfrutan a Cristo como el centro, como el testimonio de Dios entre ustedes? ¿Realmente experimentan a Cristo como la manifestación y la explicación de Dios en una forma sólida, y también experimentan la expansión de Cristo, el tabernáculo, como Su verdadera expresión entre ustedes? ¿Tienen esta experiencia en la localidad donde viven? ¿Tienen un tabernáculo con Cristo no sólo como el cordero o el maná diario, sino como el testimonio de Dios. O, ¿hay algún problema con este paso? En otras palabras, ¿hay un grupo de personas en su ciudad que experimentan a Cristo como la manifestación de Dios con el aumento de El, la iglesia, como Su verdadera expresión? ¿Cuál es su respuesta? Quizás algunos hayan empezado a tener esta experiencia. Si así es, ¡alabado sea el Señor! Quizás muchos tengan que confesar que no tienen nada semejante.

  Por supuesto, el primer punto se pasa fácilmente. Con el segundo puede que haya alguna duda. Sin embargo, tocante al tercero hay un problema considerable. En verdad es rara la experiencia del arca con el tabernáculo. ¿Qué, pues, podemos hacer? Hermanos y hermanas, debemos orar. Ustedes que viven en una misma ciudad deben reunirse para orar acerca de esto. Pidan al Señor que les revele a Cristo y les haga experimentar a Cristo, el testimonio de Dios, como su centro, y que también les haga experimentar la iglesia, el agrandamiento de Cristo, como Su expresión. Esto no es una enseñanza para guardar en la mente. Tienen que darse cuenta de su verdadera situación delante del Señor y tratar con El acerca de este asunto. Deben orar pidiendo que un tabernáculo espiritual sea erigido donde viven y que tengan un nuevo comienzo. Esto no es una cosa insignificante; es un comienzo totalmente nuevo. En cierto momento, algo nuevo debe empezar entre ustedes. Anteriormente, lo que han disfrutado ha sido a Cristo como el cordero, el maná, y cuando mucho, como la roca de la cual fluye agua viva. Ahora hay que disfrutar a Cristo en una manera nueva, en una etapa nueva, para que haya entre ustedes un nuevo comienzo del Espíritu. Tienen que llegar al “primer día del primer mes del segundo año”, para que el tabernáculo, la iglesia, pueda ser erigida (Ex. 40:2). Este es un nuevo comienzo en la segunda etapa. Ya han comenzado el primer año en la primera etapa. Ahora deben comenzar el segundo año en la segunda etapa. Deben seguir adelante para tener a Cristo como su centro y el tabernáculo, como la expresión de Cristo, erigido en su localidad.

  Sigamos adelante al cuarto punto. Supongamos que ya tenemos aquí el tabernáculo. Entonces debemos seguir adelante para experimentar a Cristo en una manera mucho más rica. Hay que experimentarlo como todas las ofrendas, como la ofrenda por la transgresión, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz, la ofrenda de harina y el holocausto.

  El quinto punto es la experiencia de Cristo como el sumo sacerdote para que podamos asumir el sacerdocio. ¿Qué podemos decir de esto? ¿Pueden decir que tienen un verdadero sacerdocio en su localidad? Tal vez hasta aquí han podido poner la marca en cada uno de los pasos. Pero, ¿pueden poner la marca en éste? Esta es una experiencia más profunda.

  El pensamiento o la línea del Espíritu Santo en el relato de las Escrituras siempre es progresivo, siempre está avanzando. Del primer paso al segundo, al tercero, al cuarto, y ahora al quinto, el pensamiento va avanzando, solidificándose y haciéndose más profundo. Pero si la mayoría de ustedes hablan sinceramente delante del Señor, tendrán que confesar que es bastante difícil pasar a este quinto punto. No hay muchos grupos de hijos del Señor que lleguen a tener la experiencia del sacerdocio. ¿Hay un sacerdocio en su ciudad? Dediquen algún tiempo para considerar todos estos puntos, uno por uno. Entonces sabrán dónde están con relación a esta lista.

  En estos tiempos es casi imposible hallar un grupo de hijos del Señor que hayan llegado a esta etapa, que hayan disfrutado a Cristo como el sumo sacerdote hasta tal punto que hayan asumido el sacerdocio. En nuestras oraciones decimos: “¡Oh, Señor, Tú eres nuestro sumo sacerdote!” Pero no son más que palabras; no tenemos la experiencia. No hemos experimentado mucho tocante a Cristo como el sumo sacerdote; así que, no podemos asumir el sacerdocio. Debemos saber lo que significa el sacerdocio para nosotros y para Dios.

  Llegamos ahora al sexto punto. Debemos ser formados como ejército. Este es un paso adicional. Como un grupo de hijos del Señor que somos, debemos ser formados en un ejército a fin de pelear la batalla para El en la tierra. ¡Oh, esto es grandioso! Si esto le atemoriza, quizás se vuelva atrás. En verdad, esto es algo de significado universal.

  Hermanos y hermanas, todos estos asuntos los deben tomar en serio. Deben orar juntos diciendo: “Señor, ¿sabemos algo de experimentarte como el arca, el testimonio de Dios, con su ensanchamiento como Tu expresión?” Verifiquen esto con el Señor y aprendan por Su gracia a aplicar a Cristo en este mismo aspecto. Luego pregúntenle al Señor: “¿Tenemos alguna experiencia de Ti como el sumo sacerdote de manera que podamos asumir el sacerdocio entre Tu pueblo?” Por la gracia del Señor, conózcanlo y experiméntenlo; apliquen a Cristo como la vida sacerdotal.

REQUISITOS PARA EL EJERCITO

  Luego, después del sacerdocio, se necesita la formación del ejército. Por medio de asumir el sacerdocio, podemos ser formados como ejército espiritual para pelear por lo que le interesa al Señor en la tierra. No obstante, hay algunos requisitos que debemos cumplir para ser formados como tal ejército. Primero, para ser formados como ejército, cada uno debe declarar su linaje, su genealogía, por supuesto no la física, sino la espiritual. Ninguna genealogía física serviría para esto. Debemos tener una genealogía espiritual. Los hijos de Israel tuvieron que declarar su origen. Tuvieron que dar el nombre de su padre y declarar a cuál familia y a cuál tribu pertenecían. Si no podían hacer tal declaración, si no podían afirmar su linaje, tenían que hacerse a un lado; no podían formar parte del ejército. Usted debe tener la vida espiritual. ¿Ha nacido de nuevo? Entonces, díganos su linaje. Al menos tiene que dar el nombre de su padre. Esto significa que debe verificar su nuevo nacimiento. ¿Tiene la certeza de que posee la vida espiritual? ¿Es un verdadero israelita? Debemos estar seguros de que hemos nacido de nuevo.

  Recientemente tuve una conversación con un hermano joven. Le pregunté cuántos años tenía y me contestó que tenía trece. Luego le pregunté cuándo había sido salvo y me contestó que fue salvo cuando tenía nueve años. Le pregunté: “¿Cómo sabes que eres salvo?” “Porque me encontré con el Espíritu Santo; cuando tenía nueve años me encontré con el Espíritu Santo”. Pudo darme algo que expresó su origen espiritual para probar que había nacido de nuevo. Tenía la vida de un verdadero israelita. Tenía un comienzo. Esta es la primera condición para ser incluidos en el ejército.

  Ahora el segundo requisito. Usted ha nacido de nuevo, tiene la vida, pero debe haber crecido hasta cierto punto; debe tener veinte años por lo menos (Nm. 1:3). Un soldado debe ser una persona con una vida madura. Los niños no pueden ser enviados a la guerra. Necesitamos tener la madurez espiritual de veinte años. Este es el crecimiento y madurez de la vida espiritual. ¿Pueden decir que entre ustedes hay algunos que verdaderamente han madurado, que pueden presentarse para pelear la batalla por el reino de Dios? Hay muchos cristianos en muchos lugares, pero parece que son como niños, que juegan con las cosas espirituales. Son muy jóvenes. Pueden decirle su linaje espiritual, pero no han crecido. Y peor aún, aunque son niños, según su propia estimación son los mejores.

  Un día la nieta de cierto hermano me dijo: “No me llame ‘niña’, ¡soy grande!” Sólo tenía tres años y le encantaba pensar en cuán grande era. ¿Se puede enviar a una niña así a la guerra? ¡Qué absurdo! Tenemos que crecer en la vida espiritual. Debemos crecer hasta cierto nivel para ser formados como ejército para pelear la batalla por el reino y el testimonio de Dios.

  Quisiera repetir que esto no es una enseñanza. Hay que orar acerca de este asunto. Ore y recuerde que debe crecer hasta cierto nivel. Esta norma no puede ser rebajada. Debemos crecer hasta alcanzarla. Digo crecer, no envejecer. Si usted se hace viejo, será despedido; será jubilado del servicio espiritual. Sólo debe avanzar, no deteriorarse. Debe mantenerse firme en el ejército desde la edad de veinte hasta la edad de sesenta. Necesita estar lleno de experiencias, pero sin deterioro. En realidad, algunos todavía no han crecido, pero ya son viejos. Son jóvenes viejos. Debemos crecer hasta cierta etapa de vida para que conformemos el ejército. Este es el segundo requisito.

  El tercero es que todos los israelitas tenían que estar bajo la bandera de su propia casa. Esto significa que no hay opciones. Si usted es de San Francisco, debe permanecer bajo la bandera de San Francisco. Si es de Los Angeles, tiene que permanecer bajo la bandera de Los Angeles. No hay opción. Tal vez usted nació en Los Angeles, pero se siente descontento con los hermanos y hermanas que viven en esa ciudad. Le gustaría mudarse. Cree que sería más feliz con los hermanos y hermanas de San Francisco. Pero el Señor dice: “Regresa; vuelve a la casa de tus padres; regresa a la bandera de esa casa”. Esto quiere decir que sus gustos, deseos y preferencias personales deben ser eliminados. No hay preferencias personales entre el pueblo de Dios. No puedo decir que soy de la tribu de Judá, pero que no me gusta, que prefiero la de Benjamín. Debo quedarme bajo la bandera de Judá. Mi propio deseo tiene que ser limitado.

  Considere la situación actual entre los hijos del Señor. ¡Cuánta confusión hay! Aquellos que son de la tribu de “Judá” se han colocado bajo la bandera de “Benjamín”, y aquellos que son de la tribu de “Benjamín” se han pasado a la de “Manasés”. Todo está en un estado de caos. Es imposible formar un ejército en tal situación. Es necesario tener la vida, tener el crecimiento y ser limitados por la bandera de la casa de nuestro padre. Esta es una lección estricta que tenemos que aprender.

  En cuarto lugar, debemos estar en orden. Considere el cuadro de los hijos de Israel. En el centro estaba el arca con su ensanchamiento, el tabernáculo. Alrededor del tabernáculo acampaban los levitas, familia por familia. Luego, rodeándolos a ellos estaban las otras doce tribus ubicadas y acampando en su lugar. Guardaban el orden. Había un lugar para cada tribu. Se ordenaba que ciertas tribus acamparan al oriente, otras tribus al sur, otras al occidente y otras al norte. El orden del Señor incluye el asunto de sumisión. Si queremos mantener el orden, debemos aprender la lección de sumisión. Debemos someternos a alguien; de otra manera no habrá posibilidad de que se forme el ejército. Cuando crezcamos en vida para ser formados como el ejército de Dios a fin de pelear la batalla por Su reino, espontáneamente nos someteremos. Cada uno de nosotros se someterá a otros. Habrá un orden divino entre nosotros, y así será formado el ejército.

  Esta es la manera de poseer la buena tierra, al Cristo todo-inclusivo. No puede tomar otro camino. La única forma es disfrutar a Cristo como el cordero, el maná, la roca con el agua viva, el arca con el tabernáculo, las ofrendas, el sacerdote para asumir el sacerdocio, y finalmente, por medio de crecer para ser formados como ejército.

  El quinto requisito es que seamos siempre nuevos y jóvenes. Cuando empezamos a envejecer, debemos ser renovados. Cuando llegó el tiempo del segundo censo, todos los que habían estado en el primero ya habían envejecido. Por lo tanto, era necesario hacer otro censo. Los viejos se van y los nuevos vienen. Los hijos de Dios que pueden conformar un ejército y compartir la buena tierra, son los que continuamente son jóvenes y nuevos.

  En realidad, no todo el pueblo de Israel fue formado como ejército. Hubo algunos que no podían porque eran mujeres. En la Escritura la mujer simboliza ‘un vaso más débil’ (1 P. 3:7). Tipifican a los que son más débiles entre los hijos del Señor. Además, estaban aquellos que tenían menos de veinte años, los inmaduros. De ninguna manera son todos aptos para el ejército. No esperen que todos los hermanos y hermanas entre ustedes sean incluidos en el ejército. Es posible que haya sólo dos o tres, cuatro o cinco, nueve o diez. Tal vez sólo haya un pequeño grupo como núcleo. Pero, alabado sea el Señor, mientras haya unos pocos que en verdad tienen el crecimiento en la vida, ustedes tienen la base para ser formados como ejército. Pueden decirle al Señor que están en esa ciudad para ser un ejército que pelee la batalla para El.

  No obstante, debemos entender claramente que antes de que podamos ser un ejército, debemos asumir el sacerdocio. Miremos el cuadro. En el centro está el arca con el tabernáculo. Luego, alrededor del tabernáculo está el sacerdocio. Después, alrededor del sacerdocio está el ejército. Hay que moverse del centro hacia la circunferencia. Si no sabemos cómo mantener la comunión con el Señor, no podremos pelear. La lucha espiritual siempre depende de la comunión espiritual. Manteniendo el sacerdocio, podremos pelear la batalla. Si perdemos nuestra comunión con el Señor, no podemos hacer nada contra el enemigo; seremos vencidos.

  En Números 4:3, 30, 35, 39, 43, la palabra hebrea que se traduce “servir” o “ministrar”, la cual está relacionada con el servicio del sacerdocio, es la misma palabra hebrea que se traduce “guerra” en Números 26:2, con respecto a la guerra llevada a cabo por el ejército. Los sacerdotes deben desempeñar su servicio en el tabernáculo, pero su servicio es llamado una guerra. Mientras sirven, pelean la batalla. En otras palabras, el servicio sacerdotal es la guerra. Si realmente estamos en el sacerdocio hoy, somos el ejército al mismo tiempo. Estar fuera del sacerdocio es estar fuera del ejército. Mantener el sacerdocio es mantener la guerra. El ejército siempre es guardado por el sacerdocio.

  ¿Tenemos el linaje espiritual? ¿Tenemos el crecimiento adecuado en la vida espiritual? ¿Aceptamos limitaciones con respecto a nuestros gustos, deseos y preferencias personales entre los hijos del Señor? Si podemos contestar que sí, entonces debemos mantener el orden con sumisión y estar siempre en novedad. Así estaremos capacitados para asumir el sacerdocio y ser formados como ejército.

  ¡Oh, hermanos y hermanas, cuánto nos falta! Al marcar la lista, punto por punto, parece que cuando llegamos al quinto, tocante al sacerdocio, no podemos proseguir. Si no podemos pasar el quinto, ciertamente no pasaremos el sexto. Debemos orar. Debemos procurar aplicar a Cristo como el sumo sacerdote y aprender a asumir el sacerdocio. Entonces podremos avanzar para ser formados como el ejército del Señor a fin de pelear la batalla por el reino de Dios.

  Tenemos que notar otra cosa más. El requisito para servir en el ejército es tener veinte años de edad, mientras que el requisito del sacerdocio es tener treinta años de edad. La duración del servicio en el ejército es de los veinte a los sesenta años, mientras que en el sacerdocio es de los treinta a los cincuenta. Tanto en el ejército como en el sacerdocio, se requiere pleno crecimiento sin ninguna clase de deterioro. El sacerdocio y también el ejército dependen del crecimiento en vida. Esto lo debemos tomar en serio. Tenemos que crecer; de otra manera, entre nosotros no habrá sacerdocio ni ejército. ¡Cuánto necesitan crecer los hijos de Dios! Que el Señor abra nuestros ojos y nos muestre cuánto necesitamos el crecimiento en vida. Sólo creciendo hasta cierto nivel podremos asumir la responsabilidad del sacerdocio y ser formados como ejército. Sólo entonces podremos ser organizados espiritualmente para ser un pueblo con el arca como nuestro centro, el tabernáculo como nuestro agrandamiento, y un pueblo en el que todos somos mantenidos en orden con sumisión. Es un cuadro hermoso. Entonces estaremos listos para cruzar el río Jordán y tomar posesión de la tierra.

  Hemos hablado mucho acerca de la tierra todo-inclusiva, el Cristo todo-inclusivo. Esta es la forma de poseerla; ésta es la manera de entrar. Todo lo escrito en estos tres libros, Exodo, Levítico y Números, trata de los pasos para poseer la buena tierra. Podemos decir que hay seis pasos. Los dos primeros son relativamente fáciles de pasar. Los últimos cuatro son los que plantean un gran problema: el tabernáculo con el arca como su centro, las ofrendas, el sacerdocio y la formación del ejército. Oremos y ejercitémonos profundamente delante del Señor para que avancemos en la vida espiritual, progresando de la experiencia de Cristo como el cordero y prosiguiendo hasta llegar a ser el sacerdocio y el ejército.

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