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Mensajes del libro «Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Los»
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CAPÍTULO OCHO

LA VIDA

  Lectura bíblica: Jn. 3:14-15; 1 Jn. 5:12; 2 P. 1:3; Ro. 5:10; 8:2, 6, 10-11; Jn. 6:63b; Ap. 2:7; 22:14a, 17

LA ESENCIA DE LA BIBLIA ES CRISTO

  El primer asunto misterioso hallado en la Biblia es Cristo, quien es Dios y también hombre. Por lo tanto, el extracto, la esencia, de toda la Biblia, desde el Antiguo Testamento y a través del Nuevo Testamento, es Cristo. Mateo, el primer libro del Nuevo Testamento, habla de la venida de Cristo y desde el comienzo nos provee una genealogía para mostrarnos Su origen. Una genealogía es una breve introducción al origen de una persona. Por lo tanto, si queremos entender la genealogía de Cristo, es preciso que conozcamos todo el Antiguo Testamento, porque la genealogía de Cristo es una miniatura de todo el Antiguo Testamento. Después de esto, el segundo asunto misterioso hallado en la Biblia es que este Cristo como Dios-hombre pasó por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante.

CRISTO ES AQUEL QUE ES DIOS Y A LA VEZ HOMBRE

  El relato que nos presenta la Biblia acerca de Cristo en los Evangelios es enteramente una historia del Espíritu. Él fue concebido del Espíritu Santo. Podríamos decir que el Espíritu Santo que entró en el vientre de la virgen María era el “gene”, el factor vital, de la concepción de Cristo. El Espíritu Santo era el “gene” que provino de Dios, entró en el vientre de la virgen y llegó a ser el factor de la concepción de Cristo. Por otra parte, Cristo aún tenía el factor de la humanidad, el cual provenía de Su madre carnal. Estos dos factores se mezclaron para producir a una maravillosa persona, a Jesucristo, quien es Dios y a la vez hombre.

  Cuando Él tenía treinta años de edad y estaba a punto de salir para cumplir Su ministerio, el Espíritu Santo fue derramado sobre Él, y así fue completamente ungido por el Espíritu Santo. Así pues, Él como hombre nació del Espíritu Santo y fue ungido por el Espíritu Santo. Él fue saturado por el Espíritu Santo interiormente, y también el Espíritu Santo había sido derramado sobre Él exteriormente. Por lo tanto, el Espíritu estaba dentro de Él y fuera de Él. Durante los tres años y medio de Su ministerio, fue así como Él vivió, actuó y, más aún, laboró. Él estaba saturado del Espíritu interiormente, y exteriormente tenía el derramamiento del Espíritu. Esta persona es nuestro Salvador, quien es Dios y también hombre.

EL CRISTO QUE PASÓ POR LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN

  Puesto que Cristo es Aquel que es Dios y a la vez hombre, Él no sólo posee divinidad sino también humanidad. Cuando Él nació, se vistió de humanidad, el factor que provenía de la virgen; sin embargo, esta humanidad aún no había sido elevada al nivel de la divinidad. Es por eso que aún necesitaba pasar por la muerte y la resurrección. Cuando 1 Corintios 15 define la resurrección, utiliza como ejemplo una semilla, en particular un grano de trigo, para explicar lo que es morir y resucitar. En 1936 yo estaba en Pekín laborando para el Señor. Un día fui a la Universidad Nacional de Tsing Hua a predicar el evangelio. Después de predicar allí, una persona a quien conocía y estudiaba allí vino para hablar conmigo en la noche y me dijo: “Hermano Lee, yo nací en una familia cristiana, pero hasta ahora no puedo creer en la resurrección. Después que alguien muere, ¿cómo podría resucitar? Esto es supersticioso. Hoy todo es científico, y para que sea científico, necesitamos tener pruebas. Sin embargo, usted simplemente les dice a las personas que Jesús murió, fue sepultado y resucitó. ¿Cómo puede usted probar esto?”. En ese momento ambos estábamos de pie cerca de la ventana de la sala de profesores de la universidad. Al mirar por la ventana, se podía ver un campo verde de trigo. En el norte de china el trigo se siembra en el otoño, y pasa por el invierno sepultado bajo mucha nieve. Después de esto crece hasta abril o mayo del siguiente año antes de ser cosechado. Señalándole aquel campo verde de trigo, le dije: “¿Puede ver allá? Ese campo de trigo que está afuera tiene que ver con la resurrección. ¿Cómo puede usted decir que la resurrección es una superstición? Un grano tras otro de semillas amarillas de trigo son plantadas, y después de unos cuantos meses crece el trigo. ¿No es eso la resurrección? La semilla de trigo muere para producir semillas, y luego las semillas crecen para producir muchos granos como fruto. Esto es un cuadro de la resurrección”. Debido a estas palabras, él de inmediato quedó claro. Él creyó en el Señor y fue salvo.

  La primera estrofa de Himnos, #200 dice: “En la cruz estoy con Cristo, / Y me libertó la cruz, / Fui con Él resucitado, / Vive en mi espíritu”. Fuimos crucificados juntamente con Cristo, y ahora Cristo se manifiesta en nuestro vivir. La tercera estrofa dice: “El secreto de la siega, / Muerto el grano vida da”. Esto se refiere a la resurrección. Una semilla viviente al principio no tiene ninguna gloria; no es ni verde ni dorada, pero una vez que es sembrada en el campo, crece y se vuelve verde. Luego, a medida que madura, se enriquece con granos dorados. Esto es un cuadro de la resurrección. En Juan 12:24 el Señor Jesús se refiere a Sí mismo como un grano de trigo, diciendo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Esto se refiere a la muerte y resurrección del Señor Jesús. Cuando el Señor murió, Satanás estaba contento, pensando que había llegado el fin del Señor Jesús después que pasó por la muerte y sepultura. Sin embargo, Satanás no sabía que al morir el Señor Jesús como un grano de trigo, se le brindó la oportunidad de entrar en la resurrección para producir muchos granos.

  Si un grano de trigo permaneciera sobre una mesa aun por mil años, seguiría solo, pero si usted lo echa en la tierra, le brinda una excelente oportunidad para resucitar y producir muchos granos. Esto mismo se aplica al Señor Jesús. Aun si Él hubiera vivido en la tierra en Su cuerpo físico por mil años, habría permanecido solo. Cuando fue “sembrado” en la tierra, al ser muerto y sepultado, aquello pareció Su fin. ¿Quién se habría imaginado que esto en realidad le brindaba una excelente oportunidad para poder resucitar? Como grano de trigo que era, nada mejor podía sucederle que el ser sembrado. Es por eso que cuando habló estas palabras en Juan 12, el Señor por un lado estaba afligido; pero, por otro, se sentía contento. Aparentemente un grano de trigo que es sembrado es quebrantado, pero en realidad esto le brinda una excelente oportunidad para resucitar.

  Con respecto a la definición de la resurrección, 1 Corintios 15 nos revela que el cuerpo que es sembrado es diferente del cuerpo que emerge en resurrección (vs. 35-44). Una vez que pasa por la resurrección, es transfigurado. Cuando un grano de trigo es sembrado, es una semilla desnuda, pero lo que crece es un brote verde que no tiene ningún rasgo ni forma de la semilla original. Cristo como Aquel que es Dios y a la vez hombre es glorioso y divino, pero Él poseía un cuerpo que era Su cáscara externa. Él era semejante a un grano de trigo que posee vida en su interior, pero está restringido por la cáscara externa. Es sólo cuando se quiebra esta cáscara que la vida que está dentro de la semilla puede ser liberada en resurrección. La crucifixión de Cristo tenía como fin quebrar la cáscara de Su cuerpo para que la vida gloriosa y divina que estaba en Él fuera liberada y así Él pudiera entrar en la resurrección. Cuando Él salió de la muerte, Su cuerpo original, Su cáscara original, había cambiado para siempre. Con respecto al grano de trigo, lo que sale es un brote; con respecto a Cristo, lo que sale es el Espíritu. Un grano de trigo crece y se convierte en un brote, y luego produce muchos granos dando fruto a treinta, a sesenta, e incluso a ciento por uno. Asimismo, cuando Cristo resucitó como Espíritu, Él también produjo a los creyentes como los muchos granos, los cuales son Su aumento. En esto consiste la resurrección de Cristo y esto es Cristo en resurrección.

  La revelación de la Biblia es muy misteriosa y no es algo que podemos entender simplemente leyéndola dos o tres veces conforme a nuestra mente natural. Damos gracias al Señor porque aunque lo que es revelado es un misterio, con todo, es un hecho. En el universo, tenemos el hecho de la resurrección. Tal vez no lo entendamos, pero debemos tener presente este hecho, el cual es completamente científico. No piensen que las enseñanzas de la Biblia no son científicas. Ninguna filosofía o doctrina es más científica que las enseñanzas bíblicas.

LOS MUCHOS ASPECTOS DEL ESPÍRITU

  El hecho de que Cristo viniera mediante la encarnación para estar entre los hombres fue enteramente una historia del Espíritu. Si Él no hubiese sido concebido ni hubiese nacido del Espíritu, y si el Espíritu tampoco hubiese sido derramado sobre Él, no habría podido tener el ministerio que tuvo ni llevar la vida que llevó durante esos tres años y medio. Todos los que leen los cuatro Evangelios reconocen que de entre millones de biografías del mundo, sólo los cuatro Evangelios son excepcionales, pues son diferentes de todas las demás biografías en sabor, color y estilo. Al leer la biografía de cualquier persona, nunca nos faltan palabras para describirla; pero al leer los cuatro Evangelios, todos reconocen que no hay palabras adecuadas que puedan describir a este Señor Jesús porque Él es demasiado maravilloso y trascendente, y Su vivir es muy sublime. Tenemos el hecho, mas no las expresiones adecuadas; tenemos tal persona, mas nos es imposible describirla. Lo único que el hombre puede decir es: “¡Él es demasiado maravilloso!”. No hay mejores palabras para describirlo. Esta persona tan maravillosa que lo trasciende todo es completamente una historia del Espíritu en todo aspecto. Después de los tres años y medio de Su vida y ministerio, esta persona que es Dios y a la vez hombre y es por completo una historia del Espíritu, entró voluntariamente en la muerte y permitió que le sembraran en la muerte. Sin embargo, Su muerte no marcó Su fin. Después de tres días, brotó de la muerte, se levantó una vez más y llegó a ser el Espíritu que retoña, el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es equivalente al retoño de una semilla de trigo, un retoño que es capaz de producir muchos granos.

  En primer lugar había Cristo, luego el Espíritu Santo y finalmente “el Espíritu”. Romanos 8:2 dice que este Espíritu es el Espíritu de vida. Esto nos muestra que después que la iglesia fue formada y establecida, la revelación del Espíritu avanzó al Espíritu de vida. Génesis 1:2 dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas de muerte. El Espíritu de Dios estaba presente en la creación. Según el relato del capítulo 2, después que Dios creó al hombre, el nombre Jehová se usa en la relación que Dios tiene con el hombre. En el relato bíblico, después de esto y hasta el final del Antiguo Testamento, se usa el título divino el Espíritu de Jehová con respecto a la relación entre Dios y el hombre. Al comienzo del Nuevo Testamento, se menciona primeramente la venida de Juan el Bautista. Luego Cristo fue concebido y nació, y fue ungido a la edad de treinta años. En todos estos acontecimientos se usa el término el Espíritu Santo. En Juan 7, cuando el Señor estaba ministrando, llamó a las personas a que vinieran a Él y bebieran, es decir, a que recibieran al Espíritu, pero para aquel tiempo “aún no había el Espíritu” porque Jesús no había sido aún glorificado (v. 39). Esto significa que el cuerpo físico de este Dios-hombre aún no había entrado en la gloria. No fue sino hasta después que Él se levantó de entre los muertos que fue glorificado (Lc. 24:26). Cuando un grano de trigo es sembrado en la tierra y crece, ésa es la glorificación de la semilla, la entrada de la semilla en la gloria. De la misma manera, cuando el Señor entró en la resurrección y fue glorificado, había “el Espíritu”.

  Fue después que este Dios hombre hubo pasado por la muerte y la resurrección que el Espíritu llegó a existir como tal. Por lo tanto, el Espíritu no es simplemente el Espíritu de Dios antes de la encarnación, sino el Espíritu después de la resurrección del Señor. Ahora, el Espíritu es el Espíritu de vida (Ro. 8:2), el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7), el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9) y el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19). El Espíritu de vida principalmente se refiere a la realidad y elemento de la vida divina, mientras que el Espíritu vivificante principalmente tiene como fin impartirnos esta vida divina. El Espíritu de Jesús está relacionado principalmente con la humanidad del Señor y Su vivir humano; el Espíritu de Cristo está relacionado principalmente con la resurrección del Señor; y el Espíritu de Jesucristo está relacionado principalmente con la experiencia de los sufrimientos del Señor en Su humanidad y con Su resurrección. Por último, en Apocalipsis, el Espíritu llega a ser los siete Espíritus de Dios: el Espíritu siete veces intensificado (Ap. 1:4; 4:5; 5:6). Así pues, el Señor es el Espíritu, y el Espíritu hoy ha llegado a ser los siete Espíritus con miras al mover de Dios en Su administración. Por último, en la máxima consumación de la administración de Dios, el Espíritu y la novia hablan juntos como una sola persona (22:17). Ésta es la historia del Espíritu.

EL ESPÍRITU ES LA VIDA

  Romanos 8:2 revela que el Espíritu es el Espíritu de vida y que este Espíritu tiene una ley. Esto indica que el Espíritu mismo es vida porque una vida es una ley. Dado que el Espíritu ha llegado a ser uno con la vida y contiene el elemento de la vida, Él, sin duda, es vida. Por esta razón, el Espíritu de vida es vida.

  Juan 3:14-15 dice: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”. Aquí no dice “el Hijo de Dios” sino “el Hijo del Hombre”. El Hijo del Hombre es Jesús en la carne quien fue levantado en la cruz como la serpiente de bronce para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. La palabra griega que aquí se traduce “vida” es zoé, que denota la vida eterna. Esta vida se halla en el Señor Jesús (1:4) y es el Señor Jesús mismo (Jn. 11:25; 14:6; Col. 3:4). Por lo tanto, el Señor Jesús y la vida son uno, y no pueden ser separados. Es por eso que en 1 Juan 5:12 se afirma: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. Cuando era joven y leía 1 Juan 5:12, me costaba trabajo creer en este versículo de la Palabra. Me parecía que antes de haber creído en el Señor, ya tenía vida. ¿Cómo podía este versículo decir que no tenía vida? En aquel tiempo un pastor me enseñó, diciendo: “Antes de ser salvo, tenías vida, pero la vida que tenías no era muy buena. Después que fuiste salvo, tu vida llegó a ser buena. Esto es lo que este versículo quiere decir”. Yo no me sentía satisfecho con esta clase de enseñanza. Más tarde en la Asamblea de los Hermanos, fui enseñado por un hermano anciano que había sido un estudiante de Benjamín Newton. Los Hermanos habían publicado un libro que supuestamente era una verdadera explicación de la regeneración, y yo me alegré mucho cuando leí el título de este libro. Sin embargo, después de leerlo me sentí aún más confundido porque el libro explicaba que la enseñanza de la regeneración era igual al proverbio chino que dice que todo lo pasado murió ayer, y todas las cosas de ahora en adelante nacen el día de hoy. Yo pensaba que si fuera así, entonces por qué los misioneros occidentales tenían que haber venido hasta China a predicar esta religión. Ya que nosotros los chinos sabíamos esto desde hace mucho tiempo, ¿por qué aún necesitábamos que los misioneros vinieran a enseñarnos? Este hermano anciano que me enseñó esto entendía mucho acerca de los tipos y era capaz de explicarlos de una manera lógica y clara, por lo cual estuve con él y aprendí de él por siete años y medio. Verdaderamente lo respetaba en esto. Sin embargo, no me sentí satisfecho con sus explicaciones acerca de la vida.

  Más tarde, descubrí que había tres palabras griegas que han sido traducidas “vida”. En 1 Juan 5:12 vida es zoé, que denota la vida eterna. En Juan 10:10, el Señor Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. La palabra vida aquí es la vida zoé. El versículo 11 continúa diciendo: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas”. La palabra griega traducida “vida” en este versículo es psujé, que denota la vida psicológica, esto es, la vida del alma. Toda persona tiene su vida psujé, la vida del alma. La palabra psujé es la raíz de la palabra psicología. Antes de ser salvos, todos teníamos la vida psujé, mas no la vida zoé, la vida divina, eterna e increada de Dios. Con respecto a nuestro aspecto biológico, también tenemos la vida física, bíos. Sin el Hijo de Dios, es posible tener la vida psujé y la vida bíos, mas no la vida zoé, la vida eterna de Dios. Cuando el Señor Jesús murió por nosotros en la cruz, Él puso Su alma, Su vida psujé, o sea, Su vida humana, para que nosotros participáramos de Su vida zoé. Por lo tanto, cuando tenemos al Hijo de Dios, tenemos la vida zoé.

  Todos los versículos que aparecen al comienzo de este mensaje se refieren a la vida zoé. La vida zoé es la vida divina, increada y eterna. Esta vida es Dios mismo. En Juan 14:6, el Señor Jesús dijo que Él es zoé; Él es la vida. Por lo tanto, si le tenemos a Él, tenemos la vida, pero si no le tenemos, no tenemos la vida. Aparte de Él, ninguna otra persona, asunto o cosa es zoé. En todo el universo, solamente Él puede decir: “Yo soy zoé; solamente Yo soy la vida. Aparte de Mí, ninguna persona, asunto o cosa es la vida”. ¿Cómo lo obtenemos a Él como la vida zoé? Por medio de Su muerte y resurrección. Él murió y resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante, y este Espíritu vivificante también es vida. Cristo es el Espíritu, y el Espíritu es la vida. Este Espíritu está en nosotros como vida, es decir, el Espíritu de vida está en nosotros (Ro. 8:2) porque este Espíritu es quien imparte la vida de Dios a nuestro ser. Por lo tanto, Romanos 8:11 dice: “Si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, Aquel que levantó de los muertos a Cristo vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”.

  El cristianismo ya ha estado en la tierra por dos mil años, pero muchas personas siguen andando a tientas en la oscuridad como si siguieran viviendo en la época anterior a la del apóstol Pablo. En Juan 10:7-8, el Señor Jesús dice: “Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de Mí vinieron, ladrones son y salteadores”. Los ladrones aquí se refieren principalmente a los fariseos, porque no entraron al redil por medio del Señor Jesús. Estos salteadores golpean a las personas dejándolas medio muertas (Lc. 10:30) y aun consideran que no son tan malas personas. Antes de ser salvo, el apóstol Pablo era uno de estos salteadores (Fil. 3:5b-6a). Todos los fariseos eran ladrones; no ladrones de los que tienen cuchillos y armas, sino ladrones refinados que hablaban de amor, justicia y moralidad. Debido a que ellos sólo hablaban de bondad, justicia y moralidad en lugar de Cristo, no daban a Cristo a las personas, sino que sólo les exigían cosas. De este modo, ellos despojaban a las personas y se convirtieron en salteadores.

  Desde el siglo XIX, son muchos los santos que han experimentado el asunto de la vida y nos han dejado muchos escritos acerca de este tema. Hoy nos apoyamos en ellos recopilando dichos escritos, comparándolos y añadiéndoles nuestro propio conocimiento y experiencia de la verdad bíblica. No podemos negar que lo que el Señor nos ha mostrado es más claro que lo que otros santos vieron a través de los siglos. No nos estamos jactando; hoy podemos ver las cosas con mayor claridad porque nos apoyamos en aquellos que vivieron antes que nosotros. Hoy en día, cualquier electricista sabe más de electricidad que el mismo Thomas Edison, el padre de la electricidad, porque los electricistas de hoy se apoyan en la obra de Edison. De manera que no estamos jactándonos; en verdad nosotros nos apoyamos en los santos de siglos pasados, y debemos agradecerles por esto. Por otro lado, el Señor me ha dado un corazón estudioso. En mi biblioteca tengo varias versiones de las más famosas y autorizadas traducciones y exposiciones de la Biblia. Por la misericordia del Señor, hoy en día podemos saber que Cristo es vida y que Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante, quien es el Espíritu de vida. Hoy este Espíritu mora en nosotros principalmente como vida (Ro. 8:11).

  En general, el mayor temor que tiene la gente es el temor de la muerte, porque la muerte significa el fin de la vida. Cuando la vida termina, todo termina. Damos gracias al Señor porque Juan 3:15 dice que los que creemos en el Señor tenemos la vida zoé, la vida eterna, que es la vida divina, increada e ilimitada. La palabra eterna aquí en griego está relacionada tanto con el espacio como con el tiempo y se refiere a algo que no tiene límites de espacio ni tiempo. Éste es el verdadero significado de la palabra eterno. Por lo tanto, la vida zoé, la cual los creyentes han recibido, es muy preciosa. Hoy en día esta vida está en nosotros. Esta vida es el Espíritu, el Espíritu es Cristo, y Cristo es Dios, no el Dios “crudo”, sino el Dios procesado, Aquel que es la divinidad mezclada con la humanidad. Esto es la vida.

LA VIDA DE LA DIVINIDAD MEZCLADA CON LA HUMANIDAD

  La estrofa 5 de Hymns, #113 dice: “Aunque los ángeles alaban al Rey celestial, / Y le adoran como Dios, / Nosotros jubilosos podemos cantar: / ‘Él está en el trono vestido de nuestra naturaleza’”. Este himno fue escrito por Thomas Kelly y fue traducido al chino por el hermano Watchman Nee. La frase “Él está en el trono vestido de nuestra naturaleza”, es una expresión maravillosa. Desde la resurrección y ascensión de Cristo, ha habido muchos debates entre los cristianos acerca de la persona de Cristo, y uno de ellos es con respecto a si Cristo realmente tiene humanidad. Ésta fue la razón por la cual el apóstol Juan escribió su primera epístola. En 4:2-3 él nos dice: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo”. En aquel tiempo había una escuela de filosofía griega llamada gnosticismo, que enseñaba que toda materia física era impura y esencialmente maligna, y puesto que la carne humana era física, también era impura. La influencia de la filosofía griega se introdujo en la iglesia, y produjo una terrible herejía llamada el docetismo. Aceptando las enseñanzas de los gnósticos, esta herejía decía que puesto que Cristo era santo, jamás podría haberse contaminado con la carne humana, por lo que Su cuerpo no era de carne y sangre verdaderos, sino que simplemente era un fantasma engañoso fugaz. Esta herejía menoscaba no sólo la encarnación del Señor, sino también Su redención y resurrección. Según lo dicho por el apóstol Juan, estos herejes eran anticristos.

  Esta verdad fue objeto de debates hasta el siglo XIX cuando todos los teólogos ortodoxos rechazaron la herejía del docetismo. Sin embargo, es muy extraño que hoy en día muchos cristianos todavía crean en una forma de esta enseñanza. Cuando mucho ellos confiesan que el Señor Jesús fue un hombre cuando estuvo en la tierra, pero dicen que dejó de serlo después de Su resurrección de entre los muertos; por ende, el Cristo que está en el trono hoy ya no es un hombre sino solamente Dios. En el pasado, un supuesto colaborador entre nosotros de hecho dijo que no aprobaba la última línea de la estrofa 5 de Hymns, #113, que dice: “Él está en el trono vestido de nuestra naturaleza”. Él consideraba que el Cristo que está en el trono hoy no posee humanidad. La Biblia claramente revela que el Cristo que está en el trono todavía posee humanidad. Mateo 26:63-64 dice que mientras el Señor Jesús era juzgado, el sumo sacerdote le preguntó: “Te ordeno que [...] nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios”. El Señor Jesús respondió, diciendo: “Tú lo has dicho; pero además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo”. Esto indica que Cristo es todavía el Hijo del Hombre después de Su ascensión y que seguirá siendo el Hijo del Hombre a Su regreso. Hechos 7:55-56 dice que cuando Esteban era perseguido, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y dijo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”. Esto indica que el Cristo que está en los cielos hoy sigue siendo el Hijo del Hombre. En Apocalipsis 1:13 el apóstol Juan vio a Cristo caminando como Hijo del Hombre en medio de los candeleros. Luego en 14:14 dice que cuando Cristo venga de nuevo para segar la mies, Él será el Hijo del Hombre y que estará sentado sobre una nube. Mateo 25:31 también dice que cuando Cristo regrese a sentarse en Su trono de gloria en Jerusalén para juzgar a las naciones, Él aún será el Hijo del Hombre. Más aún, Juan 1:51 revela que Él también será el Hijo del Hombre en la eternidad; en aquel tiempo los ángeles de Dios ascenderán y descenderán sobre el Hijo del Hombre. Esto nos muestra que en Su ascensión, en Su ministerio celestial, en Su segunda venida, cuando Él arrebate a los creyentes, cuando juzgue a las naciones y en la eternidad, Él es siempre el Hijo del Hombre con humanidad. Ésta es la clara revelación de la Biblia.

  Es por eso que debemos ver que, por un lado, el Señor Jesús es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (Ro. 9:5) y, por otro, Él es también un hombre perfecto. El Señor en quien creemos es Aquel que posee divinidad y humanidad. Él tuvo un cuerpo no sólo mientras estuvo en la tierra; aun después de Su muerte Él sigue teniendo un cuerpo. Cuando Él vino a los discípulos en la noche del día de Su resurrección, los discípulos estaban espantados y atemorizados, pues pensaban que veían un espíritu porque todas las puertas y ventanas estaban cerradas (Lc. 24:36-49; Jn. 20:19-20). Quizás pensaron: “¿No fue sepultado el Señor Jesús? Éste tal vez sea Su fantasma”. Pero el Señor Jesús les dijo: “¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestros corazones? Mirad Mis manos y Mis pies, que Yo mismo soy; palpadme, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (Lc. 24:38-39). Él les mostró las marcas de los clavos en Sus manos y la herida que le causó la lanza en Su costado, e incluso comió parte de un pez asado delante de ellos (vs. 40-43). Esto indica que después de Su resurrección, el Señor todavía tenía un cuerpo resucitado, el cual es un cuerpo espiritual y glorioso. Cuando un grano de trigo muere y luego brota, no podemos decir que no tenga un cuerpo; el brote que crece aún tiene una forma física. Ésta es la verdad que la Biblia nos revela.

LA EXPERIENCIA DE TENER VIDA ETERNA

  Cristo es el Espíritu, y el Espíritu es la vida. Por lo tanto, no sólo tenemos a Cristo y al Espíritu en nosotros, sino que también hoy esta vida está en nosotros. Y puesto que esta vida está en nosotros, todas las realidades espirituales están en nosotros. Cuando creímos en el Señor, quizás no entendimos claramente en qué creímos, pero un hecho es muy claro: cuando oramos, Cristo, el Espíritu y la vida entraron en nosotros. Esto lo podemos comprobar con nuestra experiencia. Muchos de entre nosotros eran muy corruptos. Sin embargo, cuando creyeron en el Señor, oraron y fueron salvos, de inmediato percibieron algo en su interior que les hizo sentir un gozo, un júbilo, una alegría inefables. Yo mismo tuve esta experiencia. Después que fui salvo, mientras caminaba a casa, oré: “Oh Señor, aunque Tú me dieras todo el mundo y me hicieras un emperador con mucha autoridad, no lo querría. Lo único que quiero eres Tú”. Éste es Cristo, éste es el Espíritu y también es la vida que entra en nosotros para ser nuestra vida y nuestro todo. Esto es lo que nos comunica este sentir.

PROCURAR EXPERIMENTAR LA VIDA

  La verdadera necesidad del hombre no es la moralidad, la etiqueta ni la ética. Es Cristo, el Espíritu y la vida. Si no tenemos a Cristo, entonces necesitamos las enseñanzas sobre la moralidad, la etiqueta y la ética, pero cuando Cristo viene, no las necesitamos. Cristo es el Espíritu que está en nosotros como vida, y esta vida espontáneamente nos enseña. Sin embargo, una cosa es tener esta vida, y otra, permanecer continuamente en ella. Los asuntos relacionados con la vida son continuos. Las necesidades de la vida, como por ejemplo, respirar, comer y beber, deben cumplirse continuamente. Si estamos dispuestos a ejercitarnos constantemente, entonces la vida que está en nosotros será fuerte y estará bien abastecida.

  Leer la Biblia es “comer”. No leemos la Biblia para aprender doctrinas, sino para recibir el suministro de vida. Damos gracias al Señor porque hoy no sólo tenemos la Biblia, sino también los Estudios-vida y la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Cada vez que abrimos la Versión Recobro y ejercitamos nuestro espíritu para orar-leer los versículos con las notas al pie de página, y luego consultamos los Estudios-vida, recibimos el suministro de vida. Después de leer por unos minutos, podemos abrir nuestra boca para alabar con gozo y júbilo. En esto radica la diferencia entre el recobro del Señor y el cristianismo. Es cierto que muchos cristianos leen y explican la Biblia. No obstante, nuestra lectura de la Palabra y nuestra predicación tienen como objetivo que las personas reciban el suministro de vida. No somos como el cristianismo, que enseña a las personas a ser buenos hijos, esposos, esposas y buenos padres. Es muy raro un mensaje en el cristianismo que les permita a las personas contactar la vida y recibir el suministro de vida. Podemos decir que la situación entre la mayoría de los cristianos hoy es de completas tinieblas, donde no hay luz, vida ni verdad. La luz, la vida y la verdad se hallan casi enteramente en el recobro del Señor. Es por ello que debemos recibir la carga de hacer todo lo posible por salir y predicar el evangelio, enseñar la verdad y ministrar la vida. Si alguien no es salvo, debemos predicarle el evangelio; si alguien ya es salvo, debemos entonces presentarle la verdad; y si alguien está buscando más del Señor, debemos ministrarle la vida.

TODO NUESTRO SER —ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO— LLEGA A SER VIDA

  Cristo es el Espíritu, y el Espíritu es la vida. El hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Cuando fuimos salvos, esta vida entró en nuestro espíritu, y nuestro espíritu llegó a ser vida. Es por ello que Romanos 8:10 dice: “Si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. Sin embargo, todavía tenemos la vida psujé, la vida del alma, dentro de nosotros. Nuestra mente, parte emotiva y voluntad aún permanecen en la esfera de psujé. Por lo tanto, debemos seguir procurando darle al Señor cabida en nosotros al poner nuestra mente, parte emotiva y voluntad en Él. Cuanto más amemos al Señor y le busquemos, más cabida tendrá Él en nosotros. Su vida no sólo llenará nuestro espíritu, sino que también se desbordará hacia nuestra alma para saturar nuestra mente. Eso es lo que significa poner nuestra mente en el espíritu, y el resultado de ello es que nuestra mente llega a ser vida, lo cual redunda en paz. Es por esta razón que Romanos 8:6 dice: “La mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Cuando la mente llega a ser vida, entonces el alma llega a ser vida.

  Si continuamos practicando esto y ejercitándonos más en ello, la vida crecerá un poco más. El resultado será que el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Cristo, quien mora en nosotros, podrá impartir vida a nuestro cuerpo mortal, como dice Romanos 8:11. De este modo, toda nuestra persona, la cual consta de tres partes, será vida: nuestro espíritu es vida, nuestra mente, que es la parte principal de nuestra alma, será vida, y nuestro cuerpo mortal también tendrá esta vida. Esto significa que todo nuestro ser será vida.

  La ley del Espíritu de vida en Romanos 8:2, la cual nos libera, es la totalidad de lo dicho en los versículos 6, 10 y 11. Este Espíritu vivificante en Su totalidad ya fue sembrado en la tierra de nuestro corazón como la semilla de vida. Por consiguiente, no necesitamos orar ni suplicar; solamente necesitamos seguir avanzando y ejercitarnos con diligencia, y la vida brotará de esta semilla. Esto es conforme a 1 Juan 3:9, que dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él”. Nosotros fuimos regenerados por Dios en nuestro espíritu. Puesto que nuestro espíritu nació de Dios, nosotros no practicamos el pecado porque Su simiente, esto es, la vida divina, ha sido sembrada en nosotros. Según la revelación de los Evangelios, esta simiente es Cristo mismo, y según la revelación de las Epístolas, Cristo es el Espíritu y la vida. Por lo tanto, todas las riquezas de la vida divina brotarán de la simiente que está en nosotros. Toda especie de vida crece a partir del interior; por tanto, el crecimiento de vida no es algo que se añade externamente. De igual manera, la vida que está en nosotros continuará creciendo hasta la madurez.

EL ESPÍRITU Y LA VIDA

  Romanos 8:2 relaciona la vida con el Espíritu. Apocalipsis 2:7 también relaciona la vida con el Espíritu cuando dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”. Esto significa que a todo el que oiga al Espíritu se le dará a comer del árbol de la vida. La mayoría de los expositores de la Biblia dicen que esto estrictamente se refiere al reino milenario cuando los vencedores comerán del árbol de la vida en el Paraíso de Dios como su recompensa. Sin embargo, hoy nosotros en las iglesias debemos disfrutar a Cristo como el árbol de la vida, a fin de obtener esta recompensa en el futuro. Si no nos ejercitamos para comer hoy, entonces no sabremos cómo comer en el futuro.

  En el reino milenario, la Nueva Jerusalén será el Paraíso de Dios (Ap. 3:12; 21:2, 10; 22:1-2, 14, 19), y la iglesia actual, como precursor y anticipo de la Nueva Jerusalén, es el Paraíso de Dios hoy. Por lo tanto, en las iglesias hoy en día debemos ejercitarnos para comer del árbol de la vida. La palabra griega traducida “árbol” en Apocalipsis 2:7, como también en 1 Pedro 2:24, significa madero. No es la palabra que comúnmente se traduce “árbol”; más bien, alude al Cristo crucificado y resucitado. En la Biblia, el árbol de la vida se refiere siempre a Cristo que, como corporificación de todas las riquezas de Dios (Col. 2:9), es nuestro alimento. Por consiguiente, cuando oímos lo que el Espíritu dice a las iglesias, vencemos, y el resultado de ello es que disfrutamos a Cristo como nuestro suministro de vida.

  Si queremos disfrutar al Señor Jesús, debemos contactar al Señor constantemente a fin de ser llenos de Él. La manera de ser llenos del Señor es ejercitar nuestro espíritu y leer Su palabra. En Juan 6:63 el Señor Jesús dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Hoy el Señor es el Espíritu que no sólo es nuestra vida en nuestro ser interior, sino también la palabra. Por lo tanto, el Espíritu interno es vida, y la palabra externa es Espíritu y vida. Si queremos disfrutar al Señor, debemos ejercitar nuestro espíritu y leer la palabra del Señor. Al leer la Biblia necesitamos nuestros ojos para ver, nuestra mente para entender y nuestro corazón para recibir, pero, además de esto, necesitamos nuestro espíritu para digerir la palabra. Esto significa que cuando leemos la Biblia, debemos convertir en oración lo que nuestra mente ha entendido y lo que nuestro corazón ha recibido. Cuando oramos, ejercitamos nuestro espíritu, y la palabra entonces llega a ser vida y paz en nosotros para ser nuestro suministro.

  Es por ello que nosotros necesitamos acudir al Señor una y otra vez cada día, no para usar nuestra mente para estudiar, sino para usar nuestro espíritu para orar sobre lo que nuestros ojos han visto, nuestra mente ha entendido y nuestro corazón ha recibido. Si nos ejercitamos de esta manera por sólo diez minutos, de inmediato seremos llenos interiormente del Espíritu, y la vida del Señor operará en nosotros, de tal modo que llevaremos una vida que lo trasciende todo. Esto se debe a que no comemos del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino del fruto del árbol de la vida. Nuestra comida no es el cristianismo, sino el Cristo vivo, quien es el Espíritu y la vida. El resultado de esto es que no vivimos en el reino de la moralidad, ni vivimos en el reino del pecado, sino en el reino de la vida, que es el reino de la realidad.

  Nuestra necesidad hoy en día no es sólo escuchar esta doctrina, sino poner esto en práctica. Una vez que usted activa el interruptor, la luz eléctrica resplandece, pero cuando lo apaga, no ilumina. Esto ejemplifica el secreto de la vida. Cristo ya nos salvó en Su vida, pero si nosotros no lo contactamos a Él de manera constante, estaremos separados de Su vida y espontáneamente estaremos en tinieblas interiormente y sin ejercer ninguna función. Hoy en día la fuente de energía ha sido instalada en nuestro ser, pero la pregunta crucial es si hemos encendido el interruptor para obtener la electricidad celestial.

LA VIDA PRODUCE LA IGLESIA

  A fin de sustentar debidamente nuestra vida humana y ser saludables, debemos respirar a cada instante, tomar tres comidas y beber ocho vasos de agua a diario. Además de esto, debemos mantener un buen estado de ánimo y ser amables; no debemos enojarnos, deprimirnos ni desanimarnos. Asimismo, tenemos que ejercitar nuestro espíritu a cada momento y leer la palabra del Señor cada día, si no, contraeremos una enfermedad espiritual y nos debilitaremos en nuestro espíritu. En tal caso, el resultado será que dependeremos únicamente de las conferencias para que nos den una buena “dosis de vitaminas” o nos impartan serias amonestaciones que nos ayuden a seguir adelante por cierto tiempo. Pero al cabo de cierto tiempo, nuestra enfermedad espiritual volverá a molestarnos. Por lo tanto, no debemos depender de las conferencias ni de oír buenos mensajes. Debemos entender que hoy en día el Señor es el Espíritu que está en nosotros como vida. Debemos contactarlo a Él a cada momento y leer Su palabra con frecuencia, no sólo con nuestra mente para entenderla, sino, y más aún, con nuestro corazón para recibirla y con nuestro espíritu para digerirla. De esta manera nuestra vida interior recibirá “aire fresco, nutrientes y agua” a fin de ser vigorosa y saludable, de modo que podamos llevar una vida cristiana normal.

  Si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada es necesario que primeramente llevemos una vida cristiana normal. Así como no puede haber un buen país sin buenos ciudadanos, tampoco es posible producir una buena iglesia sin buenos cristianos. Cristo es el Espíritu, el Espíritu es la vida, y la vida produce la iglesia. Damos gracias al Señor y lo alabamos porque Él nos ha dado el secreto del Espíritu Santo, que está en nuestro interior, y la Santa Biblia, que está fuera de nosotros. Tenemos Su Espíritu y Su palabra que podemos disfrutar. La manera en que podemos disfrutar es orar, leer la palabra e invocar el nombre del Señor. Mediante estas prácticas, podemos respirar hondo, y comer en plenitud y beber hasta saciarnos a fin de llevar una vida cristiana normal y así traer a la existencia una vida de iglesia apropiada.

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