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Mensajes del libro «Cultivar la siguiente generación para la vida de iglesia»
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LECCIÓN CINCO

LA MANERA ORDENADA POR DIOS CONSISTE EN GANAR FAMILIAS

  Lectura bíblica: Hch. 2:39; Jos. 24:15; Gn. 7:1; Éx. 12:3; 2 S. 6:11; Lc. 19:9; Hch. 16:31; 1 Co. 7:14; Ef. 1:4-5

  1. Al considerar el ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios de predicar el evangelio, debemos incluir la unidad de la salvación de Dios; la promesa de la salvación de Dios tiene a la familia como la unidad y no al individuo—Hch. 2:39; 16:31:
    1. Con respecto a la vida eterna, la Biblia toma al individuo como unidad, no a la familia; sin embargo, con respecto a la salvación, la Biblia indica que las personas son salvas familia por familia—1 Jn. 5:12; Gn. 7:1.
    2. Esperamos que en el futuro ninguno de nuestros niños requiera de un esfuerzo extraordinario para conducirlos a la salvación y rescatarlos de este mundo; debemos asegurarnos que aquellos a quienes engendramos en la carne, también lleguen a pertenecer a nuestra familia espiritual—Sal. 87:5; 2 Ti. 1:5.
    3. Si la iglesia podrá seguir avanzando con la siguiente generación, va a depender de si nosotros podemos conducir a nuestros hijos al Señor; si el número de los que perdemos es igual al número de los que nacen de nosotros, nuestra segunda generación desaparecerá—Sal. 127:3-5:
      1. Si aquellos que hemos engendrado permanecen firmes generación tras generación y, además, algunos de afuera se añaden a nosotros, la iglesia será fuerte y aumentará en número—2 Ti. 1:5.
      2. Jamás deberíamos engendrar un hijo para luego perderlo; más bien, es imprescindible que los que han nacido de nosotros sean regenerados—Sal. 127:3.
  2. El principio básico en la Biblia es que Dios salva a los hombres familia por familia:
    1. En el Antiguo Testamento:
      1. Fue una familia completa la que entró en el arca—Gn. 7:1; 1 P. 3:20.
      2. Toda la casa fue circuncidada—Gn. 17:12-13.
      3. Un cordero pascual por familia—Éx. 12:3-7.
      4. El sacerdocio fue confiado a una familia—Nm. 18:1, 11.
      5. La salvación de la familia de Rahab, la ramera—Jos. 2:19; 6:17.
      6. Una familia es bendecida—2 S. 6:11.
      7. Nos regocijamos con toda nuestra familia—Dt. 12:7; 14:26.
    2. En el Nuevo Testamento:
      1. La casa de Zaqueo—Lc. 19:9.
      2. La casa de un noble—Jn. 4:53.
      3. La casa de Cornelio—Hch. 10:2; 11:4.
      4. La casa de Lidia—16:15.
      5. La casa del carcelero—v. 31.
      6. La casa de Crispo—Hch. 18:8.
      7. La promesa del Espíritu es para “vosotros” y a “vuestros hijos”—2:39.
      8. Paz para la casa—Lc. 10:5-6.
      9. La casa de Estéfanas—1 Co. 1:16.
      10. La casa de Onesíforo—2 Ti. 4:19; 1:16.
  3. En la Biblia el jefe de la familia tiene, delante de Dios, la responsabilidad especial de traer a toda su casa al Señor y ponerla a Su servicio; la cabeza del hogar puede tomar la decisión por toda su familia—Jos. 24:15:
    1. Debemos declarar con fe que hemos decidido que nuestra familia será una familia que adora a Dios y que nuestra familia será una familia que cree en el Señor; si ejercemos nuestra autoridad para tomar la delantera, nuestros hijos nos seguirán—2 Co. 4:13; Mr. 2:4-5.
    2. La familia es nuestra, y tenemos la potestad para decidir si nuestra familia servirá al Señor; cuando tomamos esta posición, todos los que están bajo nuestra tutela vendrán al Señor, pues no tendrán otra opción—1 Co. 11:3.
  4. La salvación de la familia es uno de los principios más importantes que encontramos en la Biblia; una vez que usted es salvo, toda su familia debe ser salva; en primer lugar, usted personalmente debe tener una postura firme por el Señor; y entonces, su familia cambiará—7:14:
    1. Cuando invitemos a la gente a las reuniones de la iglesia, muchos vendrán solos; si vamos a visitar a la gente en sus hogares, alcanzaremos a toda la familia—Lc. 19:5-9.
    2. Uno de los mayores fracasos entre los protestantes consiste en que son muy negligentes con la siguiente generación; ellos han permitido que su siguiente generación elija su propia fe—Pr. 22:6.
    3. Podemos ser egoístas aun cuando oramos por la salvación de nuestros hijos; no orar por nuestros hijos es incorrecto, pero estar completamente ocupados en orar por ellos egoístamente, también es incorrecto; la salvación de nuestros hijos y su bienestar espiritual son una prueba para nosotros—11:25.
    4. Debemos criar a nuestros hijos según las enseñanzas del Señor; este es nuestro deber y debemos hacerlo; pero a la larga, su salvación y su búsqueda del Señor dependen de la elección eterna y la predestinación de Dios—Ef. 1:4-5.

Extractos de las publicaciones del ministerio:

LA UNIDAD DE LA SALVACIÓN DE DIOS

  Al considerar el ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios de predicar el evangelio, debemos incluir la unidad de la salvación de Dios. La mayoría de la gente, cristianos y no cristianos, tiene la idea de que la salvación de Dios está relacionada con individuos. La mente natural piensa que una persona es la unidad de la salvación de Dios. Este concepto es contrario a la economía de Dios, esto es, el plan de Dios. La manera ordenada por Dios consiste en ganar familias, no meramente individuos. (El ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, pág. 85)

LA PROMESA DE LA SALVACIÓN DE DIOS ES PARA LA FAMILIA

  Ahora trataremos el tema de la unidad básica en lo que respecta a la salvación. Todo se mide por unidades, y la unidad básica con respecto a la salvación es la familia.

  De acuerdo a la Biblia, Dios, al relacionarse y comunicarse con el hombre, le hizo muchas promesas. Conocer tales promesas resultará en grandes beneficios, y si las desconocemos, sufriremos gran pérdida.

  La promesa de la salvación de Dios tiene a la familia como la unidad, no al individuo. Si una persona que recién ha sido salva comprende esto al inicio mismo de su vida cristiana, se ahorrará muchos problemas y obtendrá muchos beneficios. Cuando Dios salva al hombre, Él no toma al individuo como unidad, sino a toda la familia.

  Con respecto a la vida eterna, la Biblia toma al individuo como unidad, no a la familia. Sin embargo, con respecto a la salvación, la Biblia indica que las personas son salvas familia por familia. Así pues, la unidad de la salvación es la familia. A continuación, quisiéramos examinar algunos pasajes bíblicos que nos mostrarán claramente que la salvación es para toda la familia. Después, podremos indagar con Dios en conformidad con esos versículos, y podremos relacionarnos con Dios ya no solamente por nosotros mismos, como individuos, sino también por toda nuestra familia.

  Esperamos que en el futuro ninguno de nuestros niños requiera de un esfuerzo extraordinario para conducirlos a la salvación y rescatarlos de este mundo. Debemos asegurarnos que aquellos a quienes engendramos en la carne, también lleguen a pertenecer a nuestra familia espiritual. No podemos permitir que nuestros hijos se extravíen año tras año para luego luchar por rescatarlos. No podemos simplemente traerlos a este mundo, sino que además, tenemos que conducirlos al Señor.

  Si todos los hermanos y hermanas concuerdan en que debemos optar por este camino, entonces tendremos entre nosotros tantos salvos como el número de los que han crecido en el ceno de nuestra familia. El Señor nos ha confiado a nuestros hijos. No debemos permitir que se pierdan, sino que tenemos que asegurarnos que sean salvos. De otro modo, cuando hayan crecido tendremos que esforzarnos mucho para rescatarlos del mundo. Todos los pececillos que hayan engendrado nuestros peces mayores deben permanecer con nosotros y no debemos permitir que regresen al mar para luchar nuevamente a fin de agarrarlos. Si la iglesia seguirá adelante con su segunda generación o no, dependerá de si todos nuestros hijos pertenecen al Señor o no.

  Espero que los hermanos y hermanas vean cuán importante es este asunto. Si la iglesia podrá seguir avanzando con la siguiente generación, va a depender de si nosotros podemos conducir a nuestros hijos al Señor; si el número de los que perdemos es igual al número de los que nacen de nosotros, nuestra segunda generación desaparecerá. Si aquellos que hemos engendrado permanecen firmes generación tras generación y, además, algunos de afuera se añaden a nosotros, la iglesia será fuerte y aumentará en número. Jamás deberíamos engendrar un hijo para luego perderlo. Es imprescindible que los que han nacido entre nosotros sean regenerados.

ALGUNOS EJEMPLOS DE LA BIBLIA

  La Biblia revela el principio básico de que Dios salva a los hombres familia por familia. ¿Cómo podemos demostrar esto? Para ello, debemos examinar algunos pasajes bíblicos.

En el Antiguo Testamento

Fue una familia completa la que entró en el arca

  Génesis 7:1 dice: “Dijo luego Jehová a Noé: Entra en el arca tú y toda tu casa”, y 1 Pedro 3:20 dice: “Algunos, es decir, ocho almas, fueron llevadas a salvo por agua”.

  El arca no era para un solo individuo, sino para toda una familia. En Génesis 6 se nos muestra a un hombre que era justo delante de Dios, Noé. La Biblia no dice que los hijos de Noé, ni tampoco sus esposas, fueran personas justas. La Biblia únicamente afirma que Noé era un varón justo delante de Dios. Sin embargo, cuando Dios preparó el medio por el cual Noé sería salvo, Él mandó que la familia completa de Noé entrara en el arca. Por tanto, toda la casa, y no un individuo, fue la que entró en el arca.

  Un nuevo creyente debe introducir a cada uno de los miembros de su familia en el arca. Usted podría decirle al Señor: “Yo he creído en Ti y Tú has dicho que toda mi casa puede entrar en el arca. Ahora Señor, por favor, trae a toda mi familia y ponla en el arca”. Dios honrará su fe.

La circuncisión fue prescrita para toda la casa

  Génesis 17:12-13 dice: “Todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo”.

  Dios llamó a Abraham e hizo pacto con él diciendo: “Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti” (v. 7). La señal de que existía un pacto entre Dios y Abraham era la circuncisión. Todos aquellos que habían sido circuncidados, pertenecían a Dios, y aquellos que no habían sido circuncidados, no pertenecían a Dios. Dios también le dijo a Abraham que toda su casa debía ser circuncidada, incluyendo tanto a los nacidos en su casa como a los que pasaron a formar parte de ella por haber sido adquiridos con dinero. Por tanto, la promesa que corresponde a la circuncisión no le fue hecha únicamente a Abraham, sino a toda su casa. Así pues, en lo que a la circuncisión se refiere, la familia es la unidad básica. La promesa de Dios le fue hecha a la casa de Abraham, no solamente a Abraham.

Un cordero pascual por familia

  Éxodo 12:3 y 7 dicen: “Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia [...] Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer”.

  Es claro que el cordero pascual era entregado a una familia, no a un individuo. Así pues, nuevamente vemos aquí la importancia que tiene la familia para Dios. El cordero que se sacrificaba en la Pascua era para la familia y no para un individuo. No se preparaba un cordero para cada persona, sino para cada casa. Asimismo, la sangre untada sobre los postes y el dintel de la puerta cumplía la función de proteger a toda la casa, y el ángel aniquilador dejaba ilesa a toda la familia.

  Resulta maravilloso ver que la salvación preparada por medio del Señor Jesucristo, al igual que con el cordero pascual, no está destinada a individuos, sino a la familia en su totalidad. Si un individuo come del cordero, esto significa que solamente él es salvo, pero si toda la casa come del cordero, esto significa que toda la familia es salva, porque la salvación es para toda la familia. La familia entera come del cordero y, asimismo, toda la familia se beneficia de la sangre, y todos juntos disfrutan de estas cosas. Quiera el Señor abrir los ojos de nuestro entendimiento para que lleguemos a comprender que la salvación es un asunto que involucra a toda la familia, no solamente a individuos. (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, t. 2, págs. 339-342)

  * * *

  En Éxodo 12 el cordero de la Pascua era comido según las familias. Si una familia era demasiado pequeña para el cordero, debía compartir su cordero con una familia vecina (vs. 3-4). Además, la sangre del cordero pascual se untaba en los postes y en el dintel de la casa donde estuvieran, en vez de untarse en los individuos. Tomar la Pascua como individuo es contrario a la economía de Dios. Jesucristo, como el Cordero pascual, no es sólo para individuos; Él es para toda la casa. Si no tomamos la familia como unidad de la salvación de Dios, violamos el principio de la economía de Dios. (El ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, pág. 85)

El sacerdocio fue confiado a una familia

  La promesa del sacerdocio fue hecha por Dios a toda una familia, a una sola casa. No fue algo que se otorgara a uno o dos individuos. Números 18:1 dice: “Jehová dijo a Aarón: Tú y tus hijos, y la casa de tu padre contigo, llevaréis la iniquidad del santuario”.

  El versículo 11 dice: “Esto también será tuyo: la ofrenda elevada de sus dones, y todas las ofrendas mecidas de los hijos de Israel, he dado a ti y a tus hijos y a tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; todo limpio en tu casa podrá comer de ellas”. Dios encomendó todos los sacrificios y ofrendas a la casa de Aarón. Los sacrificios pasaban a ser pertenencia de la casa de Aarón, no de Aarón solamente. Esto se debe a que Dios acepta a la familia como una sola entidad. Por favor, recuerden que el sacerdocio le fue dado a la casa de Aarón y no solamente a Aarón. El sacerdocio tomó la familia como una sola unidad.

La salvación de la familia

  Josué 2:19 dice: “Cualquiera que salga fuera de las puertas de tu casa a la calle, su sangre será sobre su cabeza, y nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare”. Y Josué 6:17 dice: “Y será la ciudad dedicada para destrucción a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos”.

  Aquí vemos cómo Rahab la ramera y su casa fueron salvos. ¿Qué hizo ella? Ella recibió a los espías. Cuando ella recibió a los espías, Dios le concedió una señal. Ella debía atar un cordón de grana a una de las ventanas de su casa. Luego, todos los que estuvieran en aquella casa que exhibía el cordón de grana serían librados, mientras que el resto de habitantes de Jericó sería aniquilado. El cordón de grana simboliza la salvación. La salvación tipificada por el cordón de grana salvó a toda la casa de Rahab, no solamente a ella.

  Necesitamos estar claros acerca del alcance de la salvación. El capítulo 2 de Josué nos relata la promesa hecha a Rahab, mientras que en el capítulo 6 se nos relata la ejecución de dicha promesa. Tanto la promesa en el capítulo 2, como la ejecución de la misma en el capítulo 6, nos muestran que toda la casa de Rahab fue salva. Todos aquellos que estaban en la casa que tenía el cordón de grana fueron salvos. La salvación de Dios es para toda la familia y no solo para individuos.

La familia es bendecida

  En 2 Samuel 6:11 dice: “Y estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa”.

  En el Antiguo Testamento la bendición de Jehová era derramada sobre toda la familia. Mientras el arca permaneció en la casa de Obed-edom, Jehová bendijo a toda su casa. En lo que se refiere a la bendición de Jehová, la familia es la unidad y no el individuo.

  Ya hablamos acerca de la salvación. Ahora veremos que este principio no está confinado solamente a la salvación, sino que además rige muchos otros asuntos tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. La casa es considerada como una unidad. Los hijos de Dios, en especial aquellos que son cabezas de familia, deben darse cuenta que Dios se relaciona con los hombres en función de sus familias. Si usted no conoce este hecho, sufrirá gran pérdida. Si usted es la cabeza de una familia, tiene que aferrarse a este hecho. Necesita decir: “Señor, Tú me has dicho que Tú te relacionas con mi familia y no solamente conmigo. Así pues, te ruego que salves a toda mi familia”.

  No solamente quien es cabeza de familia debe apoyarse en este hecho, sino que también los otros miembros de la familia deben pedir al Señor con respecto a la casa de sus padres. Rahab no era la cabeza de su casa, ella tenía un padre. Pero Rahab se aferró a Dios, y su casa fue bendecida y salvada. Es muy bueno que usted sea la cabeza de su hogar, pues ello le permite hablar en representación de toda su familia. Pero incluso si usted no es la cabeza del hogar, usted puede hablar por fe, tal como lo hizo Rahab, y decir: “Señor, haz que mi familia se vuelva a Ti para recibir Tu gracia y bendición”.

Nos regocijamos con toda nuestra familia

  Deuteronomio 12:7 dice: “Comeréis allí delante de Jehová vuestro Dios, y os alegraréis, vosotros y vuestras familias, en todo lo que emprendieres en lo cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido”. Usted y toda su casa reciben la bendición de Dios y se regocijan en ello.

  Deuteronomio 14:26 dice: “Darás el dinero por todo lo que deseare tu alma, por bueyes, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que deseare tu alma; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia”.

  ¿Comprenden esto? Dios prometió a los israelitas que, en aquel día, ellos comerían, beberían y se alegrarían delante de Dios casa por casa. En otras palabras, la bendición es dada a toda la casa, y no a individuos.

En el Nuevo Testamento

  ¿Y con respecto al Nuevo Testamento? En el Antiguo Testamento, Dios salvaba a los hombres casa por casa, y lo mismo sucede en el Nuevo Testamento.

La casa de Zaqueo

  Lucas 19:9 dice: “Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa”. ¡Esto es maravilloso! El Nuevo Testamento proclama el mismo principio. Me temo que muchos han predicado por más de veinte años únicamente una salvación personal. Sin embargo, el Señor nos dice que “la salvación ha venido a esta casa”.

  Cuando usted predique el evangelio, tiene que hacerlo con miras a la salvación de toda la casa. No debe procurar únicamente la salvación personal de un solo individuo. Si usted verdaderamente cree en esto y esta es su expectativa, entonces la manera en que usted labore será completamente distinta. Esto depende íntegramente de la fe y expectativa que usted tenga. Si usted tiene la expectativa de que las personas vendrán una por una al Señor, ellas vendrán una a una. Pero si usted cree en que las personas vendrán al Señor casa por casa, entonces ellas sí vendrán familia por familia. La salvación de Dios abarca a toda la casa. No debiéramos reducir el espectro que abarca la salvación.

La casa de un noble

  Juan 4:53 dice: “El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa”. En este caso, solamente una persona fue sanada: el hijo. Sin embargo, la Biblia dice que “creyó él con toda su casa”. Este es un hecho al que usted puede aferrarse delante del Señor. Si bien el hijo era quien había recibido directamente la gracia de Dios, toda la casa se volvió al Señor y creyó en Él. Nuestra esperanza, nuestra expectativa, es que nosotros también llevemos fruto de una manera prevaleciente.

La casa de Cornelio

  Hechos 10:2 dice que Cornelio era “devoto y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”, y 11:14 dice: “Él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa”.

  Toda la casa de Cornelio fue salva; no fue solamente una persona la que se salvó. Cornelio invitó a sus parientes y amigos más íntimos a su casa para que ellos también escucharan lo que Pedro iba a decirles. Mientras Pedro estaba hablando todavía, el Espíritu Santo fue derramado sobre todos aquellos que se encontraban en la casa de Cornelio, y todos ellos recibieron la salvación.

La casa de Lidia

  Hechos 16:15 dice: “Y cuando fue bautizada ella, lo mismo que su familia”. El apóstol predicó el evangelio a la familia de Lidia, y toda su casa creyó y fue bautizada.

La casa del carcelero

  Hechos 16:31 dice: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa”. Este es uno de los versículos más conocidos entre los cristianos. Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa. La Palabra de Dios no dice que si usted cree en el Señor Jesús, usted y su casa recibirán la vida eterna; más bien, dice que si usted cree en el Señor Jesús, usted y su casa serán salvos.

  A través de todo el Antiguo Testamento vemos que Dios se relacionó con el hombre únicamente por familias. De la misma manera, en el Nuevo Testamento vemos que Dios se relaciona con el hombre por medio de familias. La familia es la unidad básica, no existe otra unidad menor que esta. Si alguno cree en el Señor Jesús, toda su casa será salva. ¡Esto es verdaderamente maravilloso! Yo no podría explicarles por qué es así, pero la palabra del Señor dice que es así. El Antiguo Testamento y el Nuevo concuerdan entre sí, pues ambos reconocen la misma unidad.

  La iglesia en Filipos tuvo sus comienzos con un carcelero. Pablo le dijo: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa”. El versículo 34 del mismo capítulo dice: “Y haciéndolos subir a su casa, les puso la mesa; y se regocijó de que toda su casa hubiera creído en Dios”. Aquí podemos contemplar un cuadro maravilloso. Al comienzo, la promesa le fue hecha al carcelero, pero nadie más escuchó tales palabras. “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa”. Más tarde, el carcelero trajo su familia a Pablo. Después que Pablo les hubo hablado, ellos fueron bautizados. Entonces, el carcelero trajo a todos a su casa, y se regocijó él y toda su casa por haber creído en Dios. “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa”, fíjense que no se trata de algo muy difícil de lograr. El apóstol le hizo al carcelero una promesa, y toda su casa fue salva. Todos escucharon, todos fueron bautizados y todos se regocijaron.

  Supongamos que el apóstol le hubiese dicho al carcelero: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo”. Si tal fuera el caso, tendríamos que dejar pasar algunos días posteriores a la salvación de esta persona, enseñarle algo con la esperanza de que comprenda y, sólo entonces, poco a poco, podríamos testificar a su familia, y entonces al final quizás su familia podría llegar a creer y ser salva. Si este hubiese sido el caso, ¿cuánto tiempo hubiera requerido la casa del carcelero para ser salva? El apóstol no predicó el evangelio de esta manera. Él no trató con cada individuo en forma particular; en lugar de ello, él se dirigió a toda la familia, y le dijo: “Tú y tu casa” serán salvos. Es imprescindible que comprendamos esto: la salvación de una familia no difiere en nada de la salvación de una persona ni es más difícil. Nunca debiéramos renunciar al privilegio de hacer que toda la familia sea salva. Si toda su familia le acompaña, toda su familia será salva.

  Espero que en unos cinco a diez años, cuando la iglesia predique el evangelio, sean familias las que acudan al Señor. De ahora en adelante, la meta de nuestros obreros que salen a evangelizar, deberá ser ganar familias completas. Si nuestra meta es ganar familias, serán familias las que ganemos, pero si nuestra meta es simplemente ganar individuos, solamente ganaremos individuos. Dios actúa conforme a nuestra fe.

  Si entendemos bien la manera en que Dios se relaciona con los hombres, no sufriremos pérdidas innecesarias. Para Dios, la familia es la unidad. Si Dios gana una persona, deberá ganar a toda su familia también, sin importar cuántas personas conformen dicha familia. Espero que ustedes exhorten a los hermanos a tomar resoluciones firmes, casa por casa. Aquellos que son cabeza del hogar tienen la prerrogativa de traer a su familia completa al Señor, y son ellos quienes deben ayudar a que toda la familia sea salva.

  La salvación de la familia implica el regocijo de toda la familia. ¡Este asunto es muy importante! Si comprendemos que Dios se relaciona con el hombre en función de sus familias, experimentaremos muchas bendiciones. Tenemos que aprender a tomar posesión de esta promesa de Dios. (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, t. 2, págs. 342-348)

  * * *

  En Hechos 16:31, Pablo le dijo al carcelero: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa”. En este versículo no vemos ninguna palabra en cuanto a traer una oveja. Sin embargo, tan pronto crea en el Señor, inmediatamente pensará en su casa: sus padres, su esposa, sus hijos, sus hermanos, sus hermanas, sus tíos, sus tías y sus primos. Todos estos son la “casa” de uno. El campo de esta casa es extremadamente ancho. Hablando con propiedad, esta casa entera son las “cabritas” de uno. Hay que llevarlas con uno mismo. (Puntos claves sobre las reuniones en casa, pág. 66)

La casa de Crispo

  Hechos 18:8 dice: “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa [...] y eran bautizados”.

  En la Biblia podemos encontrar tanto individuos como familias que creyeron en el Señor. Nótese cuán fácil es que la gracia de Dios alcance a toda una familia. Toda la casa de Crispo creyó y fue bautizada.

La promesa del Pentecostés fue dada a vosotros y a vuestros hijos

  Examinemos cual fue la condición de Pentecostés. Hechos 2:39 dice: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame a Sí”.

  La promesa del Pentecostés incluye recibir el perdón de los pecados y recibir al Espíritu Santo. Esta promesa fue dada a “vosotros” y a “vuestros hijos”; no fue dada meramente a vosotros. Especialmente los que son jefes de familia deben apropiarse de esta promesa y decir: “Señor, Tu promesa es tanto para mí como para mis hijos. Ella no puede ser sólo para mí sin que mis niños fuesen incluidos. Yo la quiero para mí y también para mis hijos”.

Paz sea a esta casa

  Lucas 10:5-6 dice: “En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hay allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre aquélla; y si no, se volverá a vosotros”.

  El Señor afirma que cuando alguno sale a predicar el evangelio, en el momento de entrar a una casa debe decir: “Paz sea a esta casa”. Esto nos muestra que la paz de Dios viene a los hombres casa por casa. Tal paz no es dada a individuos, sino a familias. Si en esa casa hay alguno sobre quien dicha paz se dignara reposar, entonces tal paz habrá venido a toda su casa. Este versículo es muy claro. Al relacionarse con el hombre, Dios lo hace de familia en familia. Damos gracias a Dios porque la paz viene al hombre casa por casa.

La casa de Estéfanas

  En 1 Corintios 1:16 dice: “También bauticé a la familia de Estéfanas”. Aquí Pablo dice que él bautizó a cada miembro de la familia de Estéfanas. Al igual que el carcelero y la casa de Lidia, toda la casa de Estéfanas creyó y fue bautizada.

La casa de Onesíforo

  En 2 Timoteo 4:19 dice: “Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo”, y en 1:16 dice: “Tenga el Señor misericordia de la casa de Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas”. He aquí una familia que auxilió a Pablo, una familia que no se avergonzaba de sus cadenas. Nótese nuevamente que no se trataba de un solo individuo, sino de una familia entera.

  Todos estos numerosos casos son evidencia suficiente para concluir que, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios se relaciona con el hombre casa por casa. Esto resulta particularmente cierto con respecto al tema de la salvación, pues Dios considera a la familia como la unidad mínima. (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, t. 2, págs. 348-349)

ES NECESARIO QUE LA CABEZA DEL HOGAR HAGA UNA DECLARACIÓN

  Ahora, quiero dirigirme particularmente a los que son la cabeza del hogar. En la Biblia, la mayoría de las personas que asumieron alguna responsabilidad fueron jefes de familia. Delante de Dios, el jefe de la familia tiene la especial responsabilidad de traer a toda su casa al Señor y ponerla a Su servicio. Es necesario que ustedes asuman una postura definida en vuestra condición de cabeza del hogar y declaren que sus familias habrán de creer en el Señor y que ustedes no permitirán que ninguno de los suyos sea un incrédulo. La cabeza del hogar puede decidir por toda su familia. Incluso si sus hijos aún no creen, usted aún puede afirmar que su familia creerá en el Señor, debido a que la familia le pertenece a usted y no a sus niños. Es usted, no sus hijos, el responsable de la familia. Así pues, usted puede declarar lo dicho en Josué 24:15 delante del Señor y delante de toda su familia: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. Ustedes tienen que reconocer que su familia es una familia de creyentes. Ustedes tienen que declarar esto por fe, y además tienen que establecer esto en su esposa e hijos. Siempre manténganse en esta posición. “Yo soy la cabeza de este hogar, y mi familia creerá en Dios. Mi casa no va a creer en el diablo. Yo he decidido que esta familia será una familia que cree en el Señor”. Si usted declara esto con fe, y si usa su autoridad para tomar la delantera, sus hijos lo seguirán.

  Yo creo que la cabeza de todos los hogares deben hacer la declaración de Josué 24:15. Deben reunir a todos sus hijos y los dependientes suyos, y decirles: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. Entonces, mientras usted exista, su familia servirá al Señor, pues esta es su familia y usted tiene la potestad para decidir si su familia servirá al Señor. Cuando usted resuelva esto con firmeza, todos los que se encuentran bajo su autoridad vendrán al Señor, pues no tendrán otra opción. ¡Esto es maravilloso! (págs. 352-353)

ES NECESARIO QUE TODA NUESTRA FAMILIA SEA CONDUCIDA AL SEÑOR

  Espero que los hermanos y hermanas que recién han sido salvos presten mucha atención a este asunto. Ahora que son salvos, ellos deben reunir a los miembros de su familia y declararles: “Desde ahora en adelante, ustedes, los de mi casa pertenecen a Dios”. Ya sea que en ese momento ellos pertenezcan al Señor o no, y ya sea que ellos estén de acuerdo o no, es necesario que usted haga tal declaración. Por ser la cabeza de ese hogar a usted le corresponde hacer tal declaración. Usted tiene que tomar cartas en el asunto y declarar que su casa servirá al Señor. Usted finalmente prevalecerá si ha ejercitado su fe al adoptar una postura firme al respecto.

  Si los que se salvan entre nosotros fueran salvos familia por familia, en lugar de uno por uno, ¡cuán diferente sería nuestra situación! Hermanos y hermanas, no sean descuidados con sus hijos. Uno de los mayores fracasos entre los protestantes consiste en ser negligentes con la siguiente generación; ellos han permitido que sus generaciones posteriores elijan su propia fe. Los católicos no tienen que predicar el evangelio. Ellos experimentan incremento numérico únicamente en virtud de los niños nacidos entre ellos y, nada más con eso, superan el incremento que logran los protestantes en el curso de toda su vida. ¿Han visto ustedes a los católicos predicando el evangelio en las esquinas de las calles tal como lo hace, por ejemplo, el Ejército de Salvación? No. Ellos se propagan simplemente en virtud de los nacidos en forma natural, una generación tras otra. Dos se convierten en cuatro y cuatro llegan a ser ocho. Todo niño nacido en una familia católica se convierte automáticamente en un católico romano. Los católicos no le dan mucha importancia al aumento por evangelización. Siempre y cuando una persona haya nacido en una familia católica, ella es arrastrada a dicha religión, ya sea que se convierta en un auténtico creyente o no. No es de sorprender que el número de católicos supere más de tres veces a la población protestante. No debemos ser indiferentes al respecto, ni debemos permitir que nuestros hijos se descarríen.

  Permítanme reiterar esto: un nuevo creyente debe declarar al inicio mismo de su vida cristiana que su familia pertenece al Señor. No solamente él mismo deberá ser del Señor, sino que además, tiene que declarar que su familia pertenece al Señor. Asuman su responsabilidad cabalmente y la salvación de toda su familia se hará realidad. Ustedes tienen que declarar una y otra vez en sus hogares: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Todos los que viven en esta casa deben decidir servir al Señor”. Ustedes deben conducir a sus familias al Señor. No busquen excusas al respecto. No permitan que ninguno se descarríe.

  La salvación de la familia es uno de los principios más importantes que encontramos en la Biblia. Una vez que usted es salvo, toda su familia debe ser salva. En primer lugar, usted personalmente tiene que optar resueltamente por el Señor; y entonces, su familia cambiará. Espero que le den la debida importancia a este asunto. Esto es una gran bendición. Si usted hace esto, conducirá a más personas al Señor. (págs. 354-355)

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  Cuando invitemos a la gente a las reuniones de la iglesia, muchos vendrán solos. Si salimos a visitar a la gente en sus propios hogares, tendremos contacto con la familia entera. De lo anterior deducimos que al “tocar puertas” nos comunicamos con la familia, no sólo con una persona. Cuando tocamos a la puerta de las personas, estamos observando el principio de la economía de Dios. Es una vergüenza que menospreciemos la manera ordenada por Dios de llevar el evangelio a la gente. Debemos tomar la manera ordenada por Dios de predicar el evangelio, el cual está de acuerdo con la revelación bíblica. (El ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, págs. 85-86)

GANAR A TODA LA FAMILIA

  Cuando salga a visitar a la gente, no se preocupe por el número, ocúpese de la familia. Nuestra meta no es solamente conseguir individuos. Nuestra meta es ganar a toda la familia. Cuando le hablamos a la gente, nuestras palabras deben abrir el camino para toda la familia. Si ellos son sólo una pareja, debemos tener como meta, no meramente ganar a la esposa o al esposo, sino ganar a ambos. Si la esposa está encinta, debemos tener la intención de ganar también a ese pequeño. Debemos ganar a todos los miembros de la familia.

  Cuando vayan, procuren siempre ganar a toda la familia. Si usted le predica el evangelio a un joven de diecisiete años de edad, tenga en cuenta a los padres de él. Por bautizar a este muchacho, usted puede arruinar su labor sobre la familia entera. Usted tiene que usar su sabiduría para decidir si debe bautizar o no a este joven. Si usted no lo bautiza, no quiere decir que lo está desechando. Es más bien una especie de preparación para ganar a sus padres y a la familia completa. Si usted sale persistentemente, podría ganar por lo menos dos familias sólidas cada año. (pág. 96)

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  No obstante, por muy bueno que sea el ejemplo establecido por los padres, la manera en que los hijos se desarrollan depende de la misericordia de Dios. Por una parte, los padres deben mantener una norma elevada, y por otra, deben confiar en el Señor. Día tras día debemos decirle: “Señor, estos niños no son míos, son posesión Tuya, puestos bajo mi custodia por un tiempo. Señor, lo que hago con ellos es simplemente cumplir con mi responsabilidad, pero el resultado depende por completo de Tu misericordia”.

  Algunos padres son egoístas con respecto a la espiritualidad de sus hijos. Si sus hijos son salvos y llegan a ser espirituales, se sienten muy contentos. Pero si ven que los hijos de otras familias son más espirituales que los suyos, tal vez no se sienten contentos. La mayoría de los padres que están en la iglesia esperan que sus hijos sean los futuros apóstoles, ancianos, y diáconos. Así vemos que aun en esto somos egoístas.

  Una vez leí acerca de una mujer que oraba desesperadamente por la salvación de su hijo. Aunque oró por varios años, su hijo no se salvó. Un día le preguntó al Señor que porqué no cumplía su promesa y le contestaba su oración. El Señor le dijo que Él ciertamente cumpliría Su promesa y contestaría las oraciones de ella, pero que ella era muy egoísta. Si ella dejara de orar tanto por su hijo y empezara a orar por los hijos de otros, vería la fidelidad del Señor. A partir de entonces ella comenzó a pedir por la salvación de otros, y al poco tiempo su propio hijo fue salvo.

  Esta historia muestra que podemos ser egoístas aun cuando oramos por la salvación de nuestros hijos. No orar por nuestros hijos es incorrecto, pero estar completamente ocupados en orar por ellos egoístamente, también es incorrecto. Por consiguiente, la salvación de nuestros hijos y su bienestar espiritual son una prueba para nosotros. (Estudio-vida de Efesios, págs. 527-528)

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  Aunque el Señor le prometió un hijo a Abraham, tal hijo no nació sino después de muchos años. Incluso, el Señor puso a Abraham en una situación en la que se vio obligado a orar por la familia de Abimelec para que pudieran tener hijos (Gn. 20:17). Si hubiéramos sido Abraham, tal vez se nos habría hecho difícil orar. Quizá hubiéramos dicho: “Soy muy patético. He orado por mí por muchos años y todavía no he tenido un hijo. ¿Cómo puedo orar por ellos?”. No obstante, cuando Abraham oró, Dios no sólo contestó la oración que hizo por Abimelec, sino que también contestó la suya (21:1-2). Si cambiamos la oración que hacemos por nosotros mismos, para orar por otros, recibiremos lo que deseamos (Job 42:10). El Señor necesita enseñarnos una lección debido a que al orar nos concentramos mucho en nosotros mismos. Si regamos a otros, seremos regados; si cuidamos de otros, así también seremos cuidados. (La manera normal de llevar fruto y de pastorear a fin de edificar la iglesia, pág. 44)

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  He conocido muchos cristianos serios, uno de los cuales era el hermano Nee. No todos sus hermanos fueron salvos dinámicamente. La madre del hermano Nee amaba mucho al Señor. Ella lloró mucho por sus hijos. Yo he visto muchas hermanas como ella. Aun entre nosotros hay muchas hermanas muy fervientes que oran por sus hijos casi todos los días, ya que ellos no son creyentes. Por otro lado, algunos padres no son muy devotos, pero sus hijos aman al Señor. Me postro ante el Señor pues Su palabra es verdadera. Debemos criar a nuestros hijos según las enseñanzas del Señor, pero su salvación y su búsqueda del Señor dependen de la elección eterna y la predestinación de Dios. Si la manera en que criamos a nuestros hijos decidiera su futuro espiritual, eso estaría en contra de la predestinación.

  Es difícil determinar quién es escogido; simplemente debemos cumplir nuestro deber de criar a nuestros hijos según la enseñanza del Señor. Si son escogidos o no, no depende de nosotros. Algunos dirían: “Si no depende de nosotros, no tenemos que hacer mucho”. Eso también es un error. (Una exhortación amorosa a los colaboradores, ancianos y los que aman y buscan al Señor, págs. 12-13)

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