
Este libro consiste de mensajes que fueron dados durante el verano de 1963 en la ciudad de Altadena, California, y forma parte de los primeros mensajes que el hermano Witness Lee dio en los Estados Unidos de América, poco después de que fuera guiado por el Señor a iniciar la obra del ministerio en este país. Los que tuvimos el privilegio de escuchar estos mensajes en aquel tiempo, ya sea al asistir a las reuniones en que estos fueron dados o al escuchar la grabación de las mismas, podemos testificar de la profunda e indeleble impresión que el Señor causó en nosotros con respecto al reino de los cielos. La mayoría de los que escuchamos estos mensajes teníamos años de ser salvos; aun así, al ser presentada la Palabra, casi todo lo que se habló constituyó una nueva revelación.
La verdad acerca del reino es una revelación bíblica grandiosa y crucial: es necesario que Dios establezca Su reino a fin de llevar a cabo Su propósito divino. El gobierno de Dios está con Su reino, y allí El ejerce plenamente Su autoridad. Todo creyente debe llevar una vida regulada por el gobierno celestial. Además de nuestra salvación, debemos ejercitarnos y tomar la responsabilidad del reino de los cielos en esta era. Aquellos que experimenten la realidad del reino de los cielos hoy (Mt. 5—7), participarán en su manifestación como recompensa en la era venidera (Mt. 24—25). El Señor, en Su segunda venida, juzgará a Sus creyentes conforme a la manera en que ellos hayan vivido y laborado después de haber sido salvos (2 Co. 5:10), y basándose en ello, ha de recompensarlos o disciplinarlos (Mt. 24:40—25:30; Lc. 12:35–48; 1 Co. 3:10-15).
Esperamos que este libro sea leído con mucha oración, y que su contenido nos aliente a correr con perseverancia la carrera (1 Co. 9:24-27; He. 12:1) y a proseguir a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús (Fil. 3:12-14), con la esperanza de que el Señor nos salve para Su reino celestial (2 Ti. 4:18) y nos sea concedida la corona de justicia en aquel día (2 Ti. 4:8), el día de la segunda venida de Cristo, cuando El recompensará a cada hombre conforme a sus hechos (Mt. 16:27) y a su obra (Ap. 22:12).
Junio de 1986 Benson Phillips Irving, Texas
Un reino no es algo sencillo. Por ejemplo, los Estados Unidos de América como nación, como reino, es más bien una estructura compleja que un asunto simple. El reino de Dios incluye muchos aspectos que debemos entender. En el Antiguo Testamento se estableció el reino de Israel, y en el Nuevo Testamento vemos el reino de los cielos. Luego, una vez concluida la era de la iglesia, habrá un período de mil años conocido como el milenio (Ap. 20:4, 6). Si leemos las Escrituras detenidamente, descubriremos que aun durante el milenio se dan más aspectos del reino. El reino de Israel en el Antiguo Testamento, el reino de los cielos en el Nuevo Testamento, así como el reino milenario posterior a la era de la iglesia, son partes del reino de Dios. El reino de Dios abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura; es una esfera, un ámbito, donde Dios gobierna. En este reino, Dios ejerce Su autoridad sobre todas las cosas.
Con respecto al hecho de que el reino de Israel fue una parte del reino de Dios durante los tiempos del Antiguo Testamento, Mateo 21:43 afirma: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él”. El reino de Dios ya estaba allí, entre los israelitas, pero como ellos no produjeron fruto, el Señor dijo que el reino de Dios sería quitado de ellos. Puesto que podía ser quitado, esto implica que el reino de Dios ya estaba allí entre ellos. De hecho, el Señor les quitó el reino y lo dio a otro pueblo, a la iglesia.
Además debemos entender, según las Escrituras, que el reino de los cielos es diferente al reino de Dios. Lamentablemente, la mayoría de los cristianos suponen que estas dos expresiones son sinónimas. Cuando Juan el Bautista empezó a predicar, él instó al pueblo a que se arrepintiera porque el reino de los cielos se había acercado (Mt. 3:2); por consiguiente, deducimos que anteriormente a la época de Juan el Bautista, el reino de los cielos aún no había venido, sino que apenas estaba cerca. Luego, cuando el Señor Jesús salió a predicar el evangelio al comienzo de Su ministerio, El afirmó lo mismo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Posteriormente, en Mateo 10:7, el Señor envió al primer grupo de discípulos y les instruyó que proclamaran lo mismo, es decir, que el reino de los cielos se había acercado. Podemos afirmar, pues, que cuando el Señor salió a predicar el evangelio, el reino de los cielos aún no había venido. Por una parte, el reino de Dios ya estaba entre los hijos de Israel; por otra, el reino de los cielos se aproximaba.
En Mateo 12:28 el Señor Jesús declara: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”. En este versículo el Señor hace referencia al reino de Dios, no al reino de los cielos. En ese entonces, el reino de los cielos aún no había llegado, pero el reino de Dios ya estaba allí.
Mateo 11:11-12 también constituye otro pasaje importante que señala dicha distinción: “De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. Mas desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos es tomado con violencia, y los violentos lo arrebatan”. El pasaje indica que en aquel entonces “el reino de los cielos” no había venido y que Juan el Bautista no estaba en él, pues el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que Juan. Además, desde la época de Juan hasta el tiempo en que el Señor pronunció estas palabras, las personas podían esforzarse por entrar al reino de los cielos.
En Mateo 16:19 el Señor dijo a Pedro que le daría “las llaves del reino de los cielos”. Esto implica que, durante el tiempo de lo relatado en el capítulo dieciséis de Mateo, aún no había comenzado el reino de los cielos pues las llaves no habían sido entregadas todavía. El Señor le dio a Pedro la primera llave del reino de los cielos en el día de Pentecostés. El reino de los cielos comenzó en el día de Pentecostés cuando se inició la edificación de la iglesia. En ese día, Pedro usó una de las llaves para abrir la puerta del reino de los cielos a los creyentes judíos (Hch. 2:38-42), y usó la otra llave en la casa de Cornelio para abrir la puerta del reino de los cielos a los creyentes gentiles (10:34-48).
El capítulo trece de Mateo contiene otra prueba de que el reino de los cielos comenzó con la edificación de la iglesia. En la primer parábola de Mateo 13, el Señor dijo: “He aquí, el sembrador salió a sembrar” (v. 3). Sin embargo, en la segunda parábola El dijo: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (vs. 24-25). En la tercera parábola, el Señor dijo que el reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza (v. 31). Y la cuarta parábola dice que “el reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (v. 33). De estas cuatro parábolas mencionadas en Mateo 13, las últimas tres comienzan con la cláusula: “el reino de los cielos es semejante a...”, pero la primer parábola no contiene tal expresión. La primer parábola describe que el Señor salió a sembrarse a Sí mismo en las personas como semilla de vida; en el tiempo en que la primer parábola transcurre, el reino de los cielos sólo se había acercado y aún no había venido. Sólo en la segunda parábola el Señor comenzó a usar la expresión: “el reino de los cielos es semejante a...”, porque el reino de los cielos comenzó a ser establecido cuando la iglesia fue producida (16:18-19) en el día de Pentecostés. La segunda parábola empezó a cumplirse después que la iglesia fue formada, pues en esa época se comenzó a sembrar la cizaña (los creyentes falsos) en medio del trigo (los creyentes genuinos). Por lo tanto, el reino de los cielos es una parte del reino de Dios.
Hasta ahora hemos visto que el reino de Dios abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, e incluye el reino de Israel en el Antiguo Testamento, el reino de los cielos en el Nuevo Testamento y el reino milenario posterior a la era de la iglesia (véase el diagrama incluido en las páginas 14 y 15).
El reino de los cielos es el reino de Dios, de la misma forma que California, una parte de los Estados Unidos, es los Estados Unidos. En Mateo 19:23-24 dice: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: de cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”. El versículo veintitrés menciona el reino de los cielos, mientras que el veinticuatro habla del reino de Dios; esto demuestra que el reino de los cielos forma parte del reino de Dios. Habíamos visto anteriormente en otros pasajes que el reino de los cielos difiere del reino de Dios, puesto que el reino de Dios ya existía antes de que viniera el reino de los cielos. Este pasaje, sin embargo, demuestra que el reino de los cielos es el reino de Dios. El ejemplo mencionado, el de California y los Estados Unidos, puede ayudarnos a entender esto. Por una parte, el estado de California es distinto de los Estados Unidos, porque los Estados Unidos es un país, una nación. El estado de California sólo forma parte de esta nación, así que difiere de ella. Por otra parte, California es los Estados Unidos, propiamente dicho, porque si usted visita a California, llega a los Estados Unidos. Del mismo modo, si usted entra en el reino de los cielos, ingresa al reino de Dios, pues el reino de los cielos forma parte del reino de Dios. Si usted está en California, está en los Estados Unidos; pero si está en los Estados Unidos, no necesariamente estará en California. Si va a los Estados Unidos, puede ir a Nueva York, Oregon o Washington, y no necesariamente a California. Si usted entra en el reino de los cielos, ciertamente ingresa al reino de Dios; pero el hecho de estar en el reino de Dios no le garantiza que esté en el reino de los cielos.
Mateo 19:23 afirma que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. No obstante, en Juan 3:3 y 5 el Señor Jesús revela que el único requisito para entrar en el reino de Dios es nacer de nuevo. Si usted nació de nuevo, ha entrado en el reino de Dios. Por medio del segundo nacimiento entramos en el reino de Dios, pero ¿habremos entrado en el reino de los cielos? Uno entra en el reino de Dios simplemente mediante la regeneración, pero ingresar en el reino de los cielos es otro asunto. Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Para entrar en el reino de Dios debemos ser regenerados, lo cual equivale a recibir una nueva vida, pero obtener acceso al reino de los cielos requiere que expresemos una justicia superior, después de haber sido regenerados. ¡Cuán rigurosa es esta demanda! Además, Mateo 7:21 afirma: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Ya que entrar en el reino de los cielos requiere que hagamos la voluntad del Padre celestial, obviamente difiere de entrar en el reino de Dios mediante la regeneración. La entrada a éste se obtiene naciendo de la vida divina; la entrada a aquél se obtiene experimentando esa vida. Mateo 18:3 dice: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, jamás entraréis en el reino de los cielos”. Una vez que hemos sido regenerados, estamos en el reino de Dios; pero para ingresar al reino de los cielos, debemos tener la justicia que supera a la de los fariseos, debemos hacer la voluntad de Dios y debemos hacernos como niños.
El tiempo de nuestra entrada en el reino de los cielos se revela en los capítulos veinticuatro y veinticinco de Mateo, donde hallamos la profecía acerca del reino. Estos capítulos también revelan que existe una diferencia entre el reino de los cielos y el reino de Dios.
Algunos maestros de la Biblia afirman que cuando el Señor Jesús vino, El trajo consigo el reino y lo presentó a los judíos. Así pues, cuando los judíos rechazaron al Señor, El retomó el reino y éste quedó suspendido. Según estos maestros, la era de la iglesia no es la era del reino, porque el reino fue suspendido; por consiguiente, ellos deducen que cuando el Señor regrese, nuevamente traerá consigo el reino. Incluso el Dr. C. I. Scofield enseñó de esta manera, pero la Biblia revela que el reino de Dios jamás ha sido suspendido. En Mateo 21:43 el Señor afirmó claramente que el reino de Dios sería quitado de los judíos y dado a otra nación, o sea, a la iglesia; esto indica que el reino de Dios jamás fue suspendido. Después de la resurrección del Señor y antes de Su ascensión a los cielos, El permaneció con los discípulos por cuarenta días. Durante ese lapso, el Señor habló con respecto al reino de Dios: “A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo tocante al reino de Dios” (Hch. 1:3). Esto indica otra vez que el Señor nunca suspendió el reino de Dios. Hechos 8:12 dice: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios...” Cuando los apóstoles predicaban el evangelio, anunciaban el reino de Dios. El reino de Dios nunca fue suspendido; antes bien, fue predicado incluso posteriormente a la ascensión del Señor y después del día de Pentecostés. Hechos 14:22 dice: “Confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Algunos maestros de la Biblia dicen que el reino de Dios atañe exclusivamente a los judíos, pero en el pasaje mencionado los apóstoles exhortaban a las iglesias gentiles a que permaneciesen en la fe y entraran en el reino de Dios. Otro versículo que muestra que el reino de Dios no fue suspendido es Romanos 14:17: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. El reino de Dios sigue vigente en la esfera del Espíritu Santo. Además, el contexto de este versículo es la vida de iglesia en la era presente. Los siguientes versículos también muestran que el reino de Dios no fue suspendido: 1 Corintios 6:9-10; 15:50; Gálatas 5:21; Efesios 5:5; 2 Tesalonicenses 1:5; Apocalipsis 11:15; 12:10; y 2 Timoteo 4:18. Este último versículo afirma: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial. A El sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”. El apóstol Pablo, al final de su jornada como cristiano, como uno que sirvió al Señor, afirmó que el Señor lo salvaría para Su reino celestial.
Hemos visto que el reino de Dios no atañe únicamente a los judíos, sino también a los cristianos. El tema del reino no es muy simple. Por una parte, nuestro nuevo nacimiento nos introdujo en el reino de Dios; por otra, estamos en el proceso de entrar en el reino de los cielos. Para ejemplificar esto podría decir que, si bien he entrado en los Estados Unidos puesto que estoy en California, todavía no he entrado en la sede de gobierno, la Casa Blanca. El reino de los cielos difiere del reino de Dios; no obstante, el reino de los cielos sí es el reino de Dios porque forma parte de éste. Por lo tanto, uno puede estar en el reino de Dios, y aun así no estar en el reino de los cielos. Juan 3:3 dice que, al nacer de nuevo, entramos en el reino de Dios; pero Hechos 14:22 dice que entramos en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones. El reino de Dios es la esfera en la cual Dios rige desde la eternidad hasta la eternidad. En el reino de Dios hay una parte llamada el reino de los cielos, la cual comenzó en el día de Pentecostés y concluirá al finalizar el milenio.
El reino de los cielos tiene tres aspectos: la apariencia (Mt. 13), la realidad (Mt. 5—7) y la manifestación (Mt. 24—25). Si hemos de entender el reino de los cielos, debemos conocer estas tres facetas. En el día de Pentecostés se dio inicio a la realidad del reino de los cielos y a su apariencia, mientras que la manifestación del reino de los cielos se iniciará con la venida del Señor Jesús. Cuando el Señor regrese, el reino de los cielos será manifestado plenamente. Por una parte, podemos afirmar que el reino de los cielos ya comenzó; sin embargo, esto se refiere sólo a la realidad del reino de los cielos y a su apariencia, mas no a su manifestación. La apariencia del reino de los cielos incluye a todos los falsos cristianos, pero sólo los cristianos victoriosos y vencedores participan de la realidad del reino de los cielos. Cuando el Señor Jesús regrese, se manifestará la plenitud del reino de los cielos.