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Mensajes del libro «Definición breve del reino de los cielos, Una»
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CAPITULO CINCO

LAS DIVERSAS MANERAS EN QUE DIOS JUZGA A DIFERENTES CATEGORIAS DE PERSONAS

  Lectura bíblica: 2 Co. 5:10; Ro. 14:10; 1 Co. 10:32; Zac. 13:8-9; 8:20-23; Ap. 14:6-7; Mt. 25:31-46; Ap. 21:24; 22:2-5

  Una vez que hemos sido salvos, podemos estar seguros de que nuestra salvación es eterna; sin embargo, debemos entender algunos detalles relacionados con el reino. El reino hoy es un ejercicio y en la próxima era será una recompensa. Si bien tenemos la seguridad eterna respecto de nuestra salvación, aún está por decidirse si hemos de recibir recompensa o sufrir pérdida.

EL TRIBUNAL DE CRISTO

  Cuando el Señor regrese, El establecerá Su tribunal en el aire para juzgar a todos los creyentes que habrán sido resucitados y arrebatados. Este juicio no determinará la salvación eterna de ellos, pues ésta ya ha sido asegurada una vez para siempre, sino que determinará si los creyentes son aptos o no para participar en la manifestación del reino de los cielos como recompensa. Además, el tribunal determinará si los creyentes merecen algún castigo, o disciplina, que les ayude a madurar. En 2 Corintios 5:10 y Romanos 14:10 se menciona este tribunal, el cual es distinto del juicio eterno que Dios llevará a cabo en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15). El juicio eterno pronunciado en el gran trono blanco tiene como fin juzgar a todos los incrédulos para su castigo eterno en el lago de fuego; pero el tribunal de Cristo no determinará la salvación o perdición eterna de las personas, sino que les otorgará recompensa o les infligirá castigo.

LAS ADVERTENCIAS HALLADAS EN HEBREOS

  Las cinco advertencias halladas en el libro de Hebreos también se relacionan con el reino (2:1-4; 3:7—4:13; 5:11—6:20; 10:19-39; 12:1-29). El reposo al que aluden los capítulos tres y cuatro de Hebreos es el reposo del reino que los creyentes vencedores disfrutarán en la manifestación del reino de los cielos. En el Antiguo Testamento los hijos de Israel fueron salvos por medio de la Pascua, y luego fueron liberados de Egipto, pero no todos entraron en la tierra de Canaán, la cual tipifica a Cristo como nuestro reposo (Dt. 12:9; He. 4:8). De entre los muchos hijos de Israel que experimentaron la liberación y el éxodo de Egipto, sólo Josué y Caleb entraron en la buena tierra y participaron de ella; el resto de ellos pereció en el desierto (Nm. 14:30; 1 Co. 10:1-11). Dos israelitas que habían fallecido antes del éxodo de Egipto, Jacob y José, fueron llevados también a la tierra prometida (Gn. 50:5-6; Jos. 24:32). Caleb y Josué representan a los santos vivos, mientras que Jacob y José, a los santos fallecidos; ambos grupos de vencedores disfrutarán a Cristo como su recompensa en el reino. Si no entendemos las verdades del reino, jamás podremos entender plenamente el libro de Hebreos.

LOS VENCEDORES MENCIONADOS EN APOCALIPSIS

  En cada una de las siete epístolas de Apocalipsis escritas a las siete iglesias de Asia, se emite un llamamiento a vencer y se promete una recompensa a los que venzan. La recompensa se relaciona con el reino (Ap. 2:7, 10-11, 17, 26-29; 3:4-6, 11-13, 20-22).

COMO EL SEÑOR JUZGA A LAS TRES CATEGORIAS DE PERSONAS

  Según muestra 1 Corintios 10:32, en los tiempos neotestamentarios existen tres categorías de personas: los judíos, el pueblo escogido de Dios; los griegos, los gentiles incrédulos; y la iglesia, los que creen en Cristo.

La iglesia

  Por supuesto, la iglesia está compuesta de personas regeneradas, los creyentes, quienes han sido rescatados del mundo. Para el tiempo del milenio, muchos creyentes aún no estarán plenamente transformados, pero los que venzan sí lo estarán. Los vencedores estarán listos para formar parte de la Nueva Jerusalén, la cual es una entidad compuesta de todos los creyentes transformados de la era neotestamentaria y de todos los santos redimidos del Antiguo Testamento. Los creyentes que no sean transformados en la era actual, lo serán en la era venidera. Todas las personas redimidas y transformadas constituirán juntamente la Nueva Jerusalén por la eternidad.

Los judíos

  Consideremos ahora qué hará el Señor con los judíos a Su regreso. Durante la era de la iglesia, el Señor ha abandonado temporalmente al pueblo de Israel y los trata como gentiles. Ellos deben recibir el evangelio para ser salvos y convertirse en miembros de la iglesia; sin embargo, según los capítulos doce y trece de Zacarías y el capítulo once de Romanos, al final de esta era, la nación judía experimentará un avivamiento espiritual y se volverá al Señor. Debido a que esto ocurrirá durante la tribulación, muchos de ellos sufrirán y morirán. Zacarías 13:8-9 afirma que por lo menos dos terceras partes de los judíos han de morir; esto no incluye a los millones que fueron masacrados por Hitler. Cuando el Señor Jesús regrese, el tercio restante se arrepentirá y creerá en el Señor; en aquel tiempo, toda la casa de Israel será salva.

  Después de haber sido regenerados y salvos, los judíos serán trasladados a la sección terrenal del reino milenario, donde serán los sacerdotes que enseñan a las naciones a servir a Dios (Zac. 8; Is. 2). Los creyentes que venzan serán los reyes y gobernarán durante el reino milenario, mientras que los salvos del pueblo de Israel serán los sacerdotes.

Los gentiles: las naciones

  Ahora veamos qué hará el Señor con las naciones. Cuando el Señor regrese, El enviará Sus ángeles a reunir a los gentiles para juzgarlos; éste será el juicio de los gentiles que estarán vivos. El Nuevo Testamento dice que el Señor Jesús será el Juez de los vivos y los muertos (2 Ti. 4:1). Como Juez justo, en Su segunda venida El juzgará a los vivos en Su trono de gloria (Mt. 25:31-46), y después del milenio juzgará en el gran trono blanco a los muertos (Ap. 20:11-15). Según Mateo 25:32, el Señor reunirá delante de El a “todas las naciones”. La expresión “todas las naciones” se refiere a todos los gentiles que estén vivos cuando Cristo regrese a la tierra, después de que haya destruido en Armagedón a los gentiles que hayan seguido al anticristo (Ap. 16:14, 16; 19:11-15, 19-21). Antes de que el Señor regrese transcurrirán tres años y medio de gran tribulación, durante los cuales los creyentes sufrirán inmensamente. Apocalipsis 14:6-7 dice que durante la gran tribulación, Dios enviará un ángel a predicar el evangelio eterno a los moradores de la tierra. El contenido básico de dicho evangelio consiste en que los hombres deben temer a Dios y adorarle. Si las naciones temen a Dios durante la gran tribulación, no perseguirán al pueblo de Dios ni adorarán la imagen erigida por el anticristo.

  Durante la gran tribulación, los cristianos que aún no hayan sido perfeccionados y, por ende, no estén listos para ser arrebatados, serán dejados en la tierra para que maduren, y ciertamente han de sufrir. En Mateo 25:40, el Señor se refiere a ellos como: “Mis hermanos más pequeños”. Estos creyentes son los hermanos más pequeños del Señor. Según Mateo 25:32-46, el juicio del Señor sobre las naciones dependerá de cómo éstas traten a Sus hermanos durante la gran tribulación. Esto corresponde con la parábola dada por el Señor en Mateo 13:47-50, en la que el reino de los cielos es comparado a una red echada en el mar, la cual recoge de toda clase de peces. “El mar” representa al mundo gentil; en el versículo 47, “toda clase” se refiere a todas las naciones, todos los gentiles (Mt. 25:32). Los peces buenos son puestos en recipientes, y los peces malos son echados fuera; esto corresponde con las ovejas buenas y los cabritos malos de Mateo 25:32. Recordemos que Mateo 25:32 dice que “serán reunidas delante de El todas las naciones”. El término griego traducido “naciones”, es el mismo vocablo que en otros pasajes se traduce: “gentiles”. Todos los gentiles serán reunidos delante del Señor, quien los juzgará sobre la base de cómo ellos trataron a Sus hermanos más pequeños, a los cristianos, durante la gran tribulación. Muchos de los pequeños hermanos del Señor sufrirán hambre, sed, desnudez, enfermedad y prisiones (Mt. 25:35-36). Si por temer a Dios y adorarlo, las naciones trataron bien a aquellos creyentes, a los hermanos pequeños del Señor que padecieron pobreza y persecución a manos del anticristo, tales naciones serán justificadas por el Señor y podrán entrar en la sección terrenal del milenio para que participen del reino preparado por Dios para ellos desde la fundación del mundo (Mt. 25:34). En cambio, las naciones que, por su afán de seguir al anticristo y adorar su imagen, hayan maltratado a los cristianos, serán condenadas y arrojadas al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41, 46; 13:49-50).

LOS REYES, LOS SACERDOTES Y LOS PUEBLOS EN EL MILENIO

  Hasta ahora hemos visto que, en el milenio, los creyentes que venzan serán los reyes, los israelitas salvos serán los sacerdotes, y los pueblos que obedezcan el evangelio eterno durante la gran tribulación serán las naciones. En el milenio, los creyentes vencedores habrán sido salvos, regenerados y plenamente transformados. Ellos funcionarán como reyes y sacerdotes: sacerdotes reales, el real sacerdocio, conforme al orden de Melquisedec (1 P. 2:9; He. 7:1-2). También en el milenio, los judíos salvos y regenerados, quienes serán los sacerdotes de las naciones, no estarán todavía plenamente transformados. Estarán aún en la vieja creación y morarán en la tierra para ser sacerdotes que enseñen a las naciones cómo conocer y servir a Dios. Posteriormente, cuando se introduzca la Nueva Jerusalén, estos judíos ya estarán completamente transformados y transfigurados. De nuevo, la Nueva Jerusalén es una entidad compuesta de todas las personas salvas, regeneradas, redimidas y transformadas. Las naciones en el reino milenario no son personas regeneradas, tal como lo indica Mateo 13:47-50 en la parábola de la red. La red de esta parábola reúne a todas las naciones sacándolas del mar, el cual representa al mundo gentil.

LA NUEVA JERUSALEN

  Al finalizar los mil años del milenio, todos los santos que venzan constituirán la Nueva Jerusalén. Igualmente, todos los santos que aún no habían madurado pero que hayan madurado durante el milenio, formarán parte de ella. Asimismo, los israelitas salvos y los israelitas redimidos del Antiguo Testamento, también formarán parte de la Nueva Jerusalén. Por tanto, la Nueva Jerusalén será una entidad compuesta de todos los redimidos de Dios, desde la eternidad y hasta la eternidad. Al final del milenio algunas naciones se rebelarán nuevamente contra Dios, como lo menciona Apocalipsis 20:8-10. Satanás inducirá a las naciones a rebelarse contra el Señor, y todos estos rebeldes serán destruidos. El resto de las naciones será trasladado al cielo nuevo y la tierra nueva, donde serán los pueblos en la tierra nueva.

  Apocalipsis 21:24 afirma que las naciones andarán a la luz de la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén, todos los santos disfrutarán del fruto del árbol de la vida como su alimento, mientras que las hojas del árbol serán para la sanidad de las naciones a fin de que éstas existan (Ap. 22:2). Los santos, quienes constituirán la Nueva Jerusalén, serán también los reyes y sacerdotes (Ap. 22:3-5) y vivirán por el fruto del árbol de la vida; mientras que las naciones subsistirán por las hojas del árbol de la vida.

EL ASUNTO CRUCIAL ACERCA DEL REINO

  En conclusión, debemos recordar el asunto crucial acerca del reino: el evangelio exige que nos sometamos al reino, y este requisito sólo se puede cumplir por la vida de Cristo que está en nosotros. Después de haber sido regenerados, debemos crecer, madurar en vida, correr la carrera y pagar el precio para alcanzar la meta del supremo disfrute de Cristo en el reino milenario, lo cual será la recompensa de los que venzan.

  Cuando los cristianos realmente estemos bajo el gobierno del reino y en la práctica de dicha realidad, seremos un grupo de personas que apresurarán la venida del Señor (2 P. 3:12). Esto significa que la manera en que vivimos acelerará la manifestación del reino de los cielos. El Señor enseñó a los discípulos a orar por la venida del reino (Mt. 6:10). Debemos orar para que el reino venga, y debemos vivir en la realidad del reino hasta que la tierra sea plenamente recobrada en la era venidera, conforme a la voluntad de Dios.

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