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Mensajes del libro «Dios Triuno es vida para el hombre tripartito, El»
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CAPÍTULO CATORCE

¿DE QUÉ ESPÍRITU ERES? Y ¿PIENSA QUE TIENE EL ESPÍRITU DE DIOS?

  Lectura bíblica: Lc. 9:55; Mt. 5:3, 8; Is. 66:2; Sal. 51:12; 1 Co. 7:40b; He. 1:9; Hch. 13:52; Ro. 14:17; Is. 11:2-3

¿DE QUÉ ESPÍRITU ERES?

  En Lucas 9 Jacobo y Juan le preguntaron al Señor si deberían mandar que descendiera fuego del cielo para consumir la aldea de los samaritanos que le había rechazado (v. 54). Pero el Señor reprendió a Jacobo y a Juan, diciendo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (v. 55, véase la nota en la Versión Recobro). Esto indica que cuando estamos a punto de hacer cualquier cosa, debemos preguntarnos: “¿De qué espíritu somos?”.

  En octubre de 1933 fui guiado por el Señor a dejar mi empleo y servirle a Él de tiempo completo. El Señor también me guió a ir a Shanghái para reunirme con el hermano Nee. Mientras iba de Chifú a Shanghái, me quedé brevemente en la casa de un hermano en el norte de China. Cuando yo estaba allí, leímos una carta que el hermano Nee había escrito a cierta persona. En esa carta el hermano Nee decía que uno no sólo debe hacer lo correcto, sino también hacer lo correcto en la forma correcta y en el espíritu apropiado. Lo que uno hace puede ser correcto, pero el espíritu en que lo hace puede ser el incorrecto. Debe hacer lo correcto en la forma correcta y en el espíritu correcto. Durante los últimos cincuenta y ocho años, esa palabra del hermano Nee me ha ayudado mucho. No es adecuado simplemente hacer lo correcto. Uno debe hacer lo correcto en la forma correcta y en un espíritu correcto. Si hacemos lo que es correcto, pero nuestro espíritu es el incorrecto, nuestra conducta no edificará a los santos ni a la iglesia. Para que nuestra conducta sea constructiva, ejemplar y útil en la edificación del Cuerpo de Cristo, debemos ser correctos en lo que hacemos, correctos en nuestra manera de proceder y correctos en nuestro espíritu. Muchas veces afirmamos que lo que hacemos está correcto. Esto tal vez sea verdad, pero es posible que nuestra manera de proceder, nuestra actitud o nuestro espíritu ofenda a la gente. En tal caso tenemos que preguntarnos: “¿De qué espíritu somos?”.

Un santo que busca al Señor debe ser pobre en espíritu y tener un corazón puro

  Un santo que busca al Señor debe ser pobre en espíritu y tener un corazón puro (Mt. 5:3, 8; Is. 66:2). Un cristiano siempre debe ser pobre en espíritu. Ser pobre en espíritu significa ser humilde, reconociendo que uno no tiene nada, que no sabe nada, que no puede hacer nada y que no es nada. Sin Cristo, sin el Espíritu vivificante, no somos nada. Ser pobre en espíritu debe complementarse con un corazón puro. Ser pobre en espíritu no sólo significa ser humildes, sino también estar vacíos en nuestro espíritu, en lo profundo de nuestro ser. Tener un corazón puro es un asunto de motivos; significa tener un solo propósito, es decir, tener la meta única de llevar a cabo la voluntad de Dios para la gloria de Dios (1 Co. 10:31).

Un creyente arrepentido tiene un espíritu dispuesto

  En Salmos 51:12 David dijo al Señor: “Devuélveme el gozo de Tu salvación y espíritu noble me sustente”. Como creyentes, siempre debemos tener un espíritu dispuesto para las cosas del Señor y de la iglesia. Sin embargo, muy frecuentemente no estamos dispuestos en cuanto a las cosas relacionadas con los intereses del Señor. Debemos ser pobres en espíritu y estar dispuestos para lo que le interesa al Señor.

¿PIENSA QUE TIENE EL ESPÍRITU DE DIOS?

  En 1 Corintios 7 Pablo habla acerca de varios puntos relacionados con el matrimonio. Luego en el versículo 40 él dice: “Pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios”. El Espíritu de Dios aquí es el Espíritu que mora en nosotros.

Un creyente normal tiene el Espíritu de gozo

  Un creyente normal debe tener el Espíritu de gozo (He. 1:9; Hch. 13:52; Ro. 14:17). Debemos tener el Espíritu de Dios de una manera gozosa. El Espíritu de Dios es el óleo de júbilo (Is. 61:1; He. 1:9). Por lo tanto, nosotros debemos ser un pueblo feliz, debemos estar gozosos todo el día. Debemos ser capaces de dar gracias a Dios en todo (Ef. 5:20; Col. 3:17).

Una persona que teme a Dios tiene el Espíritu de sabiduría y de inteligencia, el Espíritu de consejo y de poder, el Espíritu de conocimiento y de temor de Dios

  Una persona que teme a Dios debe tener el Espíritu de sabiduría y de inteligencia, el Espíritu de consejo y de poder, el Espíritu de conocimiento y de temor de Dios (Is. 11:2-3). Si tenemos el Espíritu de Dios, debemos darnos cuenta de que el Espíritu tiene muchos aspectos. El Espíritu está lleno de sabiduría y de instrucción, lleno de consejo y de poder. El consejo se refiere a la manera de hacer lo correcto, y el poder se refiere a la fuerza con la cual hacerlo.

  El Espíritu también es el Espíritu de conocimiento y de temor de Dios. Isaías une el conocimiento con el temor del Señor. Sólo el temor de Dios nos guarda de ser desenfrenados y sin ley. Debemos tener el temor del Señor y el conocimiento. Cuanto más conocimiento tenemos, más temor de Dios debemos tener.

  Si usted es una persona que tiene el Espíritu de Dios, será sabio, estará lleno de entendimiento y de instrucción. También será una persona que siempre tiene la manera apropiada de proceder y la fuerza para llevar a cabo lo necesario. Debido a que tiene el Espíritu de Dios, no será una persona necia ni descuidada que no tema a Dios. En lugar de eso, será muy entendido, mas estará lleno del temor de Dios.

PRACTICAR LA MANERA ORDENADA POR DIOS

  Necesitamos tener un espíritu dispuesto y estar llenos del Espíritu de Dios para poder practicar la manera ordenada por Dios de reunirnos y de servir. Anteriormente, en el recobro, poníamos mucha atención a muchas cosas cruciales, pero no prestábamos atención a la manera neotestamentaria de reunirnos y de servir. Por medio de su estudio del Nuevo Testamento, el hermano Nee descubrió que era necesario recobrar la práctica en la cual todos los que asisten a una reunión profeticen, según 1 Corintios 14. Pero en la época en que el hermano Nee vio esto, nosotros no teníamos la manera de practicarlo.

  En 1984 sacrifiqué varios aspectos de la obra en los Estados Unidos para descubrir la manera de reunirnos y de servir conforme al Nuevo Testamento. Los tres primeros años, desde el 1984 hasta el 1987, fueron años de investigación, porque no teníamos bien en claro la práctica de la nueva manera. Así que hubo mucha experimentación y muchos cambios. Pero hoy en día los pasos de la nueva manera están claramente definidos. Desde 1988 hasta hoy, las iglesias han llegado a tener bien en claro la nueva manera y la han aceptado. No obstante, aceptar la nueva manera es una cosa, pero practicarla es otra.

  El primer paso en la práctica de la nueva manera es ganar pecadores para Cristo. Éste es el paso de engendrar. Engendrar nuevos creyentes cumple nuestro servicio como sacerdotes que laboran en el sacerdocio del evangelio (Ro. 15:16). Si no engendramos pecadores para que sean creyentes, no estamos ejerciendo nuestro sacerdocio. En el sacerdocio neotestamentario del evangelio, el primer punto es “que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable” (1 P. 2:9). Nuestra meta es hacer que los pecadores salgan de sus tinieblas y entren en Su luz admirable. Una vez que sean salvos, son miembros de Cristo (1 Co. 12:13), hijos de luz (Ef. 5:8) y piedras vivas (1 P. 2:5).

  El segundo paso en la práctica de la nueva manera es alimentar a los nuevos creyentes. Al alimentar a los nuevos creyentes, los establecemos. El tercer paso es perfeccionar a los nuevos creyentes en las reuniones de grupo. En las reuniones de grupo, los santos tienen comunión, interceden unos por otros, se cuidan y se pastorean mutuamente. En las reuniones de grupo, el Cuerpo de Cristo es edificado directamente por todos los miembros perfeccionados, no sólo por las personas dotadas. Éste es el cumplimiento de Efesios 4:11-16.

  El cuarto paso es edificar a todos los santos de manera que profeticen. Debemos entrenar a todos los santos no sólo a funcionar como apóstoles enviados por Dios para traer las buenas nuevas a otros, sino también a funcionar como profetas para enseñar a otros al profetizar. No es suficiente sólo profetizar en las reuniones de la iglesia en la mañana del día del Señor. Debemos profetizar todo el día en todo lugar. Profetizar es hablar por el Señor. No es un asunto principalmente de predecir. Debemos hablar por Dios a nuestros padres, a nuestras madres, a nuestros tíos, primos, suegros, vecinos, compañeros de clase y colegas. Todos debemos esforzarnos por profetizar, o sea, hablar por el Señor, a toda clase de personas.

  En la práctica de la nueva manera, hay cuatro pasos: engendrar, nutrir, perfeccionar y edificar. Durante todo el año, cada creyente adecuado siempre debe tener bajo su cuidado a dos o tres nuevos creyentes. Estos dos o tres nuevos creyentes surgirán si visitamos a la gente y le llevamos el evangelio. La expresión tocar puertas significa contactar a la gente o hacer que la gente lo contacte a usted. Hacer una llamada telefónica para el evangelio es tocar puertas. Pedir que su primo le dé el nombre, la dirección y el número telefónico de uno de sus amigos o parientes también es un aspecto de tocar puertas. Contactar a la gente es tocar puertas. Al tocar puertas, uno puede ganar algunos nuevos creyentes. Gradualmente, mientras usted cuida a dos o tres de estos nuevos creyentes, uno de ellos será establecido e introducido en la vida de iglesia. Si usted pierde a estos dos o tres que están bajo su cuidado, debe salir de nuevo para conseguir otros dos o tres. Si durante todo el año algunos de los santos ponen en práctica esta manera de proceder, tengo la certeza de que cada año introducirán en la vida de iglesia a dos personas como fruto que permanezca.

  También he animado a los ancianos a que tomen la iniciativa en cuidar a la gente, dejando en manos de otros la responsabilidad directa de los asuntos administrativos de las iglesias. Es anormal pasar cuatro o cinco años sin dar fruto. Es anormal ser “espiritual” sin dar fruto. Algunos ancianos no han dado fruto en diez años. Algunos tal vez tengan el pretexto de que están ocupados en los asuntos administrativos de la iglesia y no tienen tiempo para cuidar a la gente. Ésta no es la actitud apropiada. Lo primordial en nuestra vida cristiana debe ser engendrar. Como promedio, cada año un nuevo creyente debe ser engendrado de usted, por usted, a través de usted y con usted. Si no estamos engendrando nuevos creyentes, tenemos que preguntarnos: “¿De qué espíritu somos?”, y “¿pensamos que tenemos el Espíritu de Dios?”.

  Desde 1988 la mayoría de los santos han aceptado la nueva manera, la manera ordenada por Dios, pero no hay muchos que la practiquen. La mayoría de los santos piensan que están demasiado ocupados y que no tienen tiempo para practicarla. Por esta razón, he animado a los santos a que administren bien su tiempo, y dediquen como mínimo dos o tres horas a la semana para predicar el evangelio. No debemos desperdiciar nuestro tiempo durante la semana haciendo llamadas telefónicas largas e innecesarias. Muchas veces, cuando tenemos extensas conversaciones por teléfono, es difícil evitar el chisme. No tenemos la intención de chismear, pero cuando la conversación se extiende, puede ser que se nos presente la tentación de chismear. Cuando usted desperdicia su tiempo, tiene un espíritu incorrecto y no tiene el Espíritu de Dios. Según Efesios 5, redimir el tiempo (v. 16) va junto con estar lleno en el espíritu (v. 18). Redimir el tiempo está estrechamente relacionado con tener el Espíritu de Dios. Por lo tanto, necesitamos aprender a preguntarnos: “¿De qué espíritu eres?”, y “¿piensa que tiene el Espíritu de Dios?”.

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