
Lectura bíblica: Col. 3:4a; Gá. 2:20a; 2 Ti. 4:22; Col. 3:10-11; Dn. 2:34-35, 44; Mt. 19:28; Ap. 20:4-6; 2:7, 26; 12:5; Mt. 25:34, 46b; Ap. 21:1-2, 10-11; 22:1-2, 5b; 21:24
El primer asunto que el Nuevo Testamento abarca es la venida de Dios, que comienza con Su encarnación y culmina cuando Él fue hecho Espíritu vivificante, a fin de poder llegar hasta nuestro espíritu. Después de que Dios vino, Él entró en nosotros para regenerarnos, hacernos Sus hijos, Sus hijos maduros, para que pudiéramos ser partícipes de la naturaleza divina. Esta participación tendrá su consumación cuando seamos glorificados. Después de nuestra regeneración, Cristo como la corporificación del Dios Triuno permanece en nuestro interior para ser nuestra vida (Col. 3:4a). Él no sólo entra en nosotros para regenerarnos, sino que también permanece en nuestro interior para ser nuestra vida. Cristo es nuestra vida en tres eras: la era presente, la era venidera y la era eterna.
En la era presente Cristo vive en el espíritu de los creyentes para su vida diaria (Gá. 2:20a; 2 Ti. 4:22). Nuestra vida diaria no debe ser meramente una vida humana que vivimos por nosotros mismos; nuestra vida diaria debe ser Cristo. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En este pasaje Pablo parece estar diciendo: “Cristo en mí es mi vida, y ahora Él vive en mí para ser mi vivir. Él es mi vida por dentro y mi vivir por fuera. Yo vivo Cristo. Cristo es mi vida y Cristo también es mi vivir. Él es mi vida diaria”.
El Cristo que vive en nosotros como nuestra vida está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Si vamos a tomar a Cristo como nuestra vida y vamos a vivirlo a Él como nuestro vivir, tenemos que ser aquellos que permanecemos en nuestro espíritu. Tenemos que estar en nuestro espíritu, no en nuestra mente, parte emotiva, voluntad, entendimiento ni en lo que nos agrada o desagrada. Cuando nos desagrada una persona, cuanto más pensamos en ella, más nos desagrada. Por ejemplo, en el entrenamiento es posible que a una hermana se le haya asignado una compañera de cuarto que ella considera problemática. Cuanto más esa hermana piensa en su compañera de cuarto, más problemática se le vuelve ésta. La solución para este tipo de problema es volvernos a nuestro espíritu. Tenemos que considerarnos unos a otros en nuestro espíritu. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, Cristo como nuestra vida está allí. Ésta es nuestra vida cristiana.
Cristo vive en nosotros para ser todos los miembros del nuevo hombre (Col. 3:10-11). Nosotros somos los miembros del nuevo hombre, y todo miembro del nuevo hombre tiene que ser Cristo. Cristo es el elemento del nuevo hombre, y el mismo Dios que está en Cristo es la esencia del nuevo hombre. Nosotros somos la cáscara, el componente exterior, del nuevo hombre.
Cristo es todos los miembros del nuevo hombre para la vida de iglesia de los creyentes. En la vida de iglesia no hay americanos, chinos, japoneses, alemanes ni españoles. Cristo es todo en el nuevo hombre. Colosenses 3:10-11 dice: “Vestido del nuevo [...] donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. En el nuevo hombre todos hemos sido anulados. Ahora sólo está Cristo. Cristo debe ser nuestra vida diaria y Él también debe ser nuestra vida de iglesia. Ésta es nuestra vida de iglesia en la era presente. Si Cristo fuera nuestra vida diaria y nuestra vida de iglesia, no habría problemas en nuestra vida familiar ni en nuestra vida de iglesia. Los problemas en nuestra vida familiar y en la vida de iglesia vienen cuando vivimos como chinos, como neozelandeses o como americanos. Cuando vivimos de esa manera, la vida de iglesia es anulada. Cuando vivimos otra cosa que no sea Cristo, la vida de iglesia está acabada. Por lo tanto, tenemos que ser anulados, y Cristo debe ser el que viva. Cuando somos anulados y Cristo es el que vive, tenemos la vida apropiada de iglesia.
Que Cristo sea nuestra vida en la era venidera será diferente a cómo Él es nuestra vida hoy, ya que la era va a cambiar de la era de la iglesia a la era del reino. Cristo es vida para nosotros de una manera en la era de la iglesia, y será vida para nosotros de otra manera en la era del reino.
Cristo como la corporificación del Dios Triuno y como vida para Sus creyentes llegará a ser el reino agrandado de Dios en la era venidera (Dn. 2:34-35, 44). En la era presente Cristo es nuestra vida (Col. 3:4a); en la era del reino venidero, el milenio, Cristo como vida para nosotros será el reino. Hoy Cristo es vida para nosotros, y mañana Él será el reino para nosotros. En esta era podemos recibir a Cristo como nuestra vida gratuitamente; pero a fin de heredar a Cristo como el reino en la próxima era, tenemos que pagar un precio muy alto. Aunque tal vez parezca que el Cristo que vive en nuestro espíritu humano hoy en día es muy pequeño, en la era venidera del reino, Él llegará a ser un gran monte que llena toda la tierra (Dn. 2:34-35).
En la era venidera, Cristo llegará a ser el reino agrandado de Dios, tipificado por la piedra cortada no por mano humana. Hoy en día en la era de la iglesia, Cristo es una piedra pequeña (1 P. 2:4), pero en la era del reino esta piedra se volverá un gran monte que llena toda la tierra. Este gran monte será el agrandamiento de la piedra en la era de la iglesia. Daniel 2:34-35 y 44 dice: “Estabas mirando, hasta que una piedra se desprendió sin que la cortara mano alguna, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Pero la piedra que hirió a la imagen se hizo un gran monte que llenó toda la tierra [...] En los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. Conforme a estos versículos en Daniel 2, el reino venidero se compara con un monte. El monte mencionado en el versículo 35 es el agrandamiento de una piedra cortada no por manos humanas. Esta piedra es Cristo, y el monte que es el agrandamiento de la piedra es el reino. El reino venidero será el agrandamiento de Cristo.
La interpretación de la imagen en Daniel 2 es una profecía sobre los gobiernos humanos comenzando con el reino de Nabucodonosor, rey de Babilonia, hasta el tiempo de la venida de Cristo (véase págs. 26-27 del libro La edificación orgánica de la iglesia como Cuerpo de Cristo para ser el organismo del Dios Triuno procesado y dispensador, publicado por Living Stream Ministry). Los pies de la imagen son en parte de hierro y en parte de barro cocido (vs. 33-34). El hierro representa el poder humano en el gobierno, especialmente en dictaduras y autocracias. El barro cocido representa las personas. Cuando el hierro es mezclado con el barro, aquél es debilitado. Cuando la gente se levanta demandando democracia y libertad, como lo ha hecho en Europa oriental en días recientes, la autocracia y la dictadura son debilitadas. Así pues, los eventos recientes en Europa oriental son un cumplimiento más de la profecía en Daniel 2. En Daniel 2 una piedra cortada no por manos humanas hirió los pies de la imagen y los desmenuzó (v. 34). Así que, la imagen entera, símbolo del gobierno humano en forma de autocracia, fue desmenuzada. La piedra que hirió la imagen llegó a ser el reemplazo de la imagen. Este reemplazo es Cristo en Su agrandamiento. En el cumplimiento de esta profecía, Cristo será ensanchado hasta cubrir toda la tierra. Este agrandamiento será el reino, y el reino será Cristo mismo.
El reino en su realidad está aquí hoy (véase He. 12:28, nota 1, Versión Recobro), pero todavía no se ha manifestado. En Lucas 17:20-21, el Señor Jesús dijo a los fariseos: “El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse [...] he aquí el reino de Dios está entre vosotros”. En aquel entonces, Jesús ya estaba entre las personas como el reino de Dios. Esto es paralelo a Marcos 4:26, donde el Señor dijo: “Así es el reino de Dios, como si un hombre echara semilla en la tierra”. La semilla de vida es la semilla del reino. Esta semilla es Cristo mismo. Cristo como la semilla del reino ha sido sembrado en nosotros, y esta semilla está creciendo dentro de nosotros.
Según Lucas 19:12, el Señor Jesús es como un hombre de noble estirpe que fue a un país lejano (los cielos) para recibir un reino y volver. Por un lado, el Señor se ha ido a un país lejano para recibir un reino y volver. Por otro lado, Él está aquí creciendo en nosotros hasta que el reino sea manifestado. Podríamos preguntarnos si el Señor está esperando el tiempo de Su venida en los cielos o si está creciendo en nosotros para ser manifestado. De hecho, que Él se manifieste desde nuestro interior es Su venida, y Su venida misma es simplemente que Él sea manifestado desde nuestro interior. Cuando los santos que viven en la tierra son llenos de Cristo, saturados con Cristo y han crecido hasta llegar a la madurez en Cristo, el reino como el gran monte será manifestado. Nosotros como creyentes hemos recibido al Jesús pequeño, pero heredaremos el agrandamiento de Jesús, el cual es el reino.
Los creyentes vencedores en Cristo heredarán la vida eterna como su recompensa en el milenio (Mt. 19:28-29; Ap. 20:4-6). Tener vida eterna y heredar vida eterna son dos cosas diferentes en el Nuevo Testamento. Juan 3:16 dice que “todo aquel que en Él [el Hijo] cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. Sin embargo, Mateo 19:29 dice: “Todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por causa de Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”. Tener vida eterna es un asunto de la era presente; así que, en Juan 3:16 el Señor Jesús usó el tiempo presente del verbo tener. No obstante, en Mateo 19:29 el Señor usó el tiempo futuro de heredar, ya que heredar la vida eterna es algo para la era venidera.
Hoy en día tenemos vida eterna, y la disfrutamos hoy. Ciertamente la vida eterna es nuestra hoy, pero todavía no podemos decir que hemos heredado vida eterna como nuestra legítima posesión. A fin de tener vida eterna, el único requisito es que creamos en Cristo (Jn. 3:16; 20:31). Sin embargo, para heredar la vida eterna, tenemos que cumplir condiciones y requisitos adicionales. Una de las condiciones para heredar la vida eterna es que tenemos que dejar todas las cosas de esta era (Mt. 19:29).
Heredar la vida eterna, en Mateo 19:29, está relacionado con el reino. Esto se prueba por el versículo precedente, que dice que en la restauración los doce apóstoles, quienes siguieron al Señor Jesús, se sentarán sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (v. 28). Sentarse sobre tronos no es algo de esta era; es algo para la era del reino venidero. En la era del reino los santos vencedores regirán como reyes, sentados sobre tronos (Ap. 20:4, 6). El contexto de Mateo 19:29 prueba claramente que heredar la vida eterna está relacionado con el reino.
En el milenio el Paraíso de Dios será la Nueva Jerusalén. Los creyentes vencedores disfrutarán a Cristo como el árbol de la vida en el Paraíso de Dios, el cual es la Nueva Jerusalén en el milenio (Ap. 2:7). Durante los mil años del reino, la Nueva Jerusalén será una porción especial, una recompensa en pequeña escala, para los creyentes vencedores; pero en el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será agrandada inmensamente como la porción común de todos los redimidos de Dios.
Los creyentes vencedores serán reyes para regir en la vida eterna sobre las naciones que queden sobre la tierra en la esfera de la vida eterna, es decir, el reino agrandado de Dios en el milenio (Ap. 20:4, 6; 2:26; 12:5; Mt. 25:34, 46b). Mateo 25:34 dice: “Entonces el Rey dirá a los de Su derecha: Venid, benditos de Mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. El versículo 46 dice: “E irán éstos al castigo eterno, mas los justos a la vida eterna”. Tener vida eterna es una cosa, heredar la vida eterna es otra y entrar en la vida eterna es todavía otra cosa.
Los justos del versículo 46 son las ovejas mencionadas en el versículo 33. Las ovejas serán las naciones buenas que entrarán en la esfera de la vida eterna en la era del reino. Cuando Él regrese, el Señor Jesús descenderá sobre el monte de los Olivos (Zac. 14:4) y se sentará en Su trono de gloria (Mt. 25:31). En ese entonces, serán reunidas delante de Él todas las naciones (v. 32). Él clasificará o separará las naciones en dos categorías: las ovejas y los cabritos. Las ovejas son los justos, y los cabritos son los injustos (vs. 33, 46). Los cabritos serán enviados al castigo eterno (v. 46a), al lago de fuego (v. 41; Ap. 20:14-15), pero las ovejas entrarán en la vida eterna (Mt. 25:46b). La vida eterna será la esfera en la cual ellos entrarán, pero la vida eterna no entrará en ellos. Ellos no entrarán en el reino de Dios hoy en día, pero lo harán en la era venidera. En el reino venidero, las ovejas serán las naciones, los pueblos, los subordinados, los súbditos, que han de ser regidos por los creyentes vencedores, quienes serán los reyes (Ap. 20:4, 6; 12:5). ¿Será usted un creyente que sea un rey en el reino venidero? Tenemos que ejercitar nuestra fe para creer que podemos ser los creyentes vencedores que han de ser los reyes en el reino venidero. A fin de ser tales reyes, tenemos que prepararnos hoy en día. En la era presente, somos parte del nuevo hombre y también somos parte del agrandamiento de Cristo. Este nuevo hombre llegará a ser el reino en la era venidera. Nosotros somos parte del nuevo hombre hoy y seremos parte del reino en la próxima era.
La iglesia como el nuevo hombre y como el Cuerpo de Cristo es el agrandamiento de Cristo. El Cuerpo de Cristo hoy será el agrandamiento de Cristo en la era venidera. Puesto que somos miembros del Cuerpo de Cristo hoy, seremos parte del agrandamiento de Cristo en el reino venidero. Éstos son los hechos. Somos parte del reino de Dios hoy (Ro. 14:17) y seremos parte del reino de Dios en la era venidera. Nosotros, como creyentes vencedores, seremos parte del reinado corporativo para regir sobre las naciones justas; y las naciones, que serán salvas pero no regeneradas, entrarán en la esfera de la vida eterna para ser nuestros súbditos.
Que seamos parte de Cristo, parte del nuevo hombre y parte del reino hoy, está completamente basado en que tengamos vida eterna. Si el Dios Triuno no hubiera sido procesado para ser nuestra vida, nosotros no podríamos ser parte de Cristo, parte del nuevo hombre ni parte del reino de Dios hoy. La vida eterna en la era presente, en la era venidera y en la era eterna está relacionada con el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida. Tenemos vida eterna en esta era y también la tendremos en la era venidera. En la era venidera, la vida eterna será agrandada para llegar a ser el reino. Nosotros no solamente estaremos en el reino, sino que también seremos el reino como el agrandamiento de Cristo. Este agrandamiento será algo completamente en la vida eterna.
En la era eterna, en el cielo nuevo y en la tierra nueva, Cristo como la corporificación del Dios Triuno será vida, simbolizado por el árbol de la vida que crece a ambos lados del río de agua de vida, para todos los redimidos de Dios (Ap. 21:1-2, 10-11; 22:1-2). El pueblo redimido por Dios comprende tres grupos diferentes: aquellos que fueron salvos antes de la era de la iglesia, como por ejemplo Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé y Abraham; aquellos que fueron salvos durante la era de la iglesia; y aquellos judíos que serán salvos después de que el Señor regrese. Cuando el Señor Jesús regrese, terminará la era de la iglesia, y miles de judíos serán salvos, incluyendo a toda la nación de Israel. Ellos serán salvos, pero no estarán en la iglesia. Los santos del Antiguo Testamento, los santos del Nuevo Testamento y los judíos salvos después de la venida del Señor, todos juntos serán la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva.
Durante el milenio, la Nueva Jerusalén constará de los vencedores de entre los santos del Antiguo Testamento y los vencedores de entre los santos del Nuevo Testamento. En Mateo 8:11 el Señor Jesús dijo que muchos vendrían del oriente y del occidente, y se reclinarían a la mesa (festejarían) con Abraham, Isaac y Jacob en el reino. Hoy en día Abraham, Isaac, Jacob y otros están esperándonos. Ellos han sido invitados a la fiesta de bodas, y también nosotros hemos sido invitados. Ellos están listos para comenzar la fiesta, pero nosotros aún no lo estamos. Según Hebreos 11:40, los santos del Antiguo Testamento no están completos sin nosotros; por lo tanto, ellos tienen que esperar hasta que nosotros estemos listos. Cuando estemos listos, comenzará la fiesta de bodas (Ap. 19:7-9), y todos los mil años del milenio serán una fiesta del día de bodas. El día de bodas solamente dura un día, pero la vida matrimonial perdura toda la vida de uno. El día de bodas de Cristo y la iglesia durará mil años. Durante el milenio, el disfrute de la Nueva Jerusalén como porción especial de los vencedores del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento durará un día de mil años (2 P. 3:8). Después de este día de bodas, la vida matrimonial empezará en el cielo nuevo y la tierra nueva y durará por la eternidad en la Nueva Jerusalén.
Todo el pueblo redimido por Dios, incluyendo a los santos del Antiguo Testamento, los santos del Nuevo Testamento y los judíos que serán salvos durante el milenio, serán reyes que reinan en la esfera de la vida eterna sobre las naciones (Ap. 22:5b; 21:24), las cuales permanecerán en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad. Nosotros, como reyes, comeremos el fruto del árbol de la vida, y los pueblos, las naciones, comerán las hojas del árbol de la vida (22:2). Nosotros tenemos la vida del árbol de la vida, pero ellos no tendrán esa vida. El árbol de la vida será el propio Dios Triuno procesado y consumado, quien será nuestra vida para siempre.
En la era presente, el Dios Triuno es vida para nosotros al vivir Él en nosotros para hacernos los miembros del nuevo hombre. En la era del reino, Él será vida para nosotros al mezclarse con nosotros para hacernos un cuerpo que reina, el agrandamiento de Cristo, para regir como reyes sobre la tierra. Esto será una recompensa para nosotros en la era venidera. En la era eterna del cielo nuevo y la tierra nueva, el Dios Triuno consumado aún será vida para nosotros al mezclarse con Su hombre tripartito, redimido y transformado con el fin de tener la Nueva Jerusalén. Así pues, nosotros le disfrutaremos como vida para siempre.
Lo que hemos presentado en estos cuatro mensajes es el pensamiento de que el Dios Triuno sea vida para el hombre tripartito, lo cual se ve a lo largo de toda la revelación divina, de Génesis a Apocalipsis. Estos mensajes son un extracto de toda la revelación y la economía neotestamentaria de Dios, desde la encarnación hasta la Nueva Jerusalén.