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Mensajes del libro «Dios Triuno es vida para el hombre tripartito, El»
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CAPÍTULO CINCO

EL DIOS TRIUNO ES PROCESADO PARA SER EL ESPÍRITU VIVIFICANTE, Y EL HOMBRE TRIPARTITO ES CREADO CON UN ESPÍRITU PARA SER EL RECEPTOR Y EL ENVASE DE LA VIDA DIVINA

  Lectura bíblica: Jn. 1:14; He. 2:14a; Jn. 1:29; 1 Co. 15:3b; He. 2:14b; Jn. 3:14; 12:31-33; Gá. 6:14; Ro. 6:6; Gá. 2:20a; 5:24; Jn. 12:24; 1 P. 1:3; Jn. 1:12; Ro. 12:5; Éx. 30:25; Ro. 8:2a; 2 Co. 3:6b; Gn. 2:7; Pr. 20:27; Jn. 3:6b; 2 Ti. 4:22; 2 Co. 3:18; 1 Co. 6:17; 4, Ro. 8:6

  En este mensaje abarcaremos dos puntos principales: que el Dios Triuno es procesado para ser el Espíritu vivificante, y que el hombre tripartito es creado con un espíritu para ser el receptor y el envase de la vida divina. De ahí que, el tema de este mensaje es los dos espíritus: el Espíritu divino y el espíritu humano. El primer Espíritu es Dios mismo procesado para ser el Espíritu vivificante. Este Espíritu es el Dios Triuno consumado. El Dios Triuno llegó a ser el Espíritu a fin de darle vida al hombre tripartito. Éste es un lado. El otro lado es que el hombre ha sido creado con un espíritu, el receptor y el envase de la vida divina. Por el lado de Dios, existe el Espíritu vivificante, y por el lado del hombre, existe el espíritu humano. A fin de tener la experiencia apropiada de vida, tenemos que conocer estos dos espíritus.

EL DIOS TRIUNO ES PROCESADO PARA SER EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

  El proceso del Dios Triuno se revela claramente en el Nuevo Testamento, pero este asunto ha sido descuidado por la mayoría de los cristianos. Aunque no es posible hallar en la Biblia palabras como proceso y Trinidad, los hechos descritos por estas palabras están evidentemente revelados en la Biblia. Teófilo de Antioquía (115-188 d. C.), uno de los padres de la iglesia, fue el primero en usar la palabra Trinidad en sus escritos. La palabra triuno también comenzó a ser usada durante la misma época. Así que, tanto la palabra Trinidad como la palabra triuno fueron introducidas en la teología cristiana.

  La revelación del Dios Triuno puede hallarse a lo largo del Nuevo Testamento. En Mateo 28:19 el Señor Jesús les mandó a los discípulos que bautizaran a las naciones “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. En este versículo nombre está en singular; sin embargo, este solo nombre se refiere a tres personas. Esto muestra que hay un solo nombre para la Trinidad Divina (véase las notas 5 y 6 de Mateo 28:19, Versión Recobro). La palabra persona se usa con frecuencia para describir a los tres de la Trinidad Divina, y aun así tenemos que ser cuidadosos al usar este término. En cuanto al término persona, Griffith Thomas, uno de los fundadores del seminario teológico de Dallas y un estudioso de la Biblia muy respetado, dijo en su libro The Principles of Theology [Los principios de la teología] (pág. 31): “De la misma manera que todo lenguaje humano, se puede culpar de insuficiencia e incluso de error. Ciertamente no se le puede dar mucho énfasis; de otro modo conduciría al triteísmo [...] Mientras somos forzados a usar términos como ‘sustancia’ y ‘Persona’, no debemos pensar que estos términos son exactamente la misma cosa que entendemos como sustancia humana o personalidad humana”.

  El Padre, el Hijo y el Espíritu no son tres personas separadas ni tres Dioses; son un solo Dios, una realidad, una persona. De ahí que, el Padre, al Hijo y al Espíritu son mencionados con un solo nombre. El nombre se refiere a la persona, y la persona es la realidad del nombre. El nombre de la Trinidad Divina es la suma total del Ser divino, que equivale a Su persona. Dios es triuno; esto es, Él es tres-uno. En algunos escritos teológicos se le añade la preposición en entre tres y uno dando como resultado tres-en-uno. No obstante, es más exacto decir que Dios es tres-uno. Ya que Dios es tres-uno, Él es un solo Dios, que tiene al Padre, el Hijo y el Espíritu como Su realidad, como Su persona. De este modo, el nombre del Dios Triuno es Padre, Hijo y Espíritu. Padre, Hijo y Espíritu no son tres nombres diferentes; son el único nombre de la Trinidad Divina. Este nombre es un título compuesto. Muchos de los títulos divinos que se mencionan en la Biblia, tales como “Dios el Padre”, “el Señor Jesús” y “el Señor Espíritu” (2 Co. 3:18), son títulos compuestos. El nombre compuesto que tenemos en Mateo 28:19 consta de tres partes: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los pasos que dio el Dios Triuno para llegar a ser el Espíritu vivificante

  El Dios Triuno dio varios pasos cruciales al ser procesado para ser el Espíritu vivificante. Primero, Él se encarnó. Como Dios, Él entró en el vientre de una virgen humana y permaneció en aquel vientre por nueve meses. De esta manera, Él se vistió de humanidad como Su refugio, como Su morada. Su encarnación fue ciertamente un proceso. Segundo, Él vivió y anduvo sobre esta tierra, pasando por el largo “túnel” del vivir humano durante treinta y tres años y medio. Esto también fue un proceso. Tercero, Él entró en la muerte y pasó por la muerte, lo cual incluye la tumba y el Hades. Cuarto, después de tres días, Él salió de la muerte y del Hades, y entró en resurrección. Su muerte y resurrección también fueron un proceso. Después de Su muerte y estando en resurrección, Él vino a visitar a Sus discípulos (Jn. 20:19; Lc. 24:36). Sus discípulos pensaron que veían un fantasma (v. 37) y no pudieron comprender cómo era posible que Él entrara en el cuarto sin que las puertas estuvieran abiertas. Tres días antes, el Señor Jesús, en Su cuerpo de carne, había tomado el pan con ellos (22:19), pero cuando entró en ese cuarto aquella noche, Él vino en Su cuerpo resucitado. El Señor Jesús les dijo que miraran Sus manos y pies y que lo tocaran, diciendo: “Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (24:39). ¿Cómo podría ser esto? En contestación a tal pregunta, es sabio decir que no sabemos la respuesta.

  Después de que el Señor resucitó, Él se quedó con los discípulos cuarenta días (Hch. 1:3), durante los cuales hizo que Su presencia les fuera visible e invisible. Luego los llevó a Jerusalén y después ascendió al tercer cielo desde el monte de los Olivos (9, Hch. 1:12). En Su ascensión el Señor Jesús completó Su proceso. Su ascensión fue el paso final en la consumación del Dios Triuno. Los tres —el Padre, el Hijo y el Espíritu— fueron plenamente consumados en la ascensión del Señor.

  La palabra consumación indica que una obra o un proceso ha sido completado o terminado. Esto puede mostrarse en la cocción de alimentos. Antes de empezar el proceso de cocción, todos los alimentos están crudos. Después de cocinarlos por dos horas, los alimentos llegan a su consumación en una fiesta. Antes de Su encarnación, Dios estaba “crudo”, teniendo solamente la naturaleza divina pero no la humana. A través de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, Dios fue procesado y consumado. Ahora, Él ya no es el Dios “crudo”; Él es el Dios Triuno consumado y que ha sido completado, teniendo divinidad, humanidad, el vivir humano, la muerte todo-inclusiva, la poderosa resurrección y la ascensión trascendente. Todos éstos son elementos o ingredientes que están en el Dios Triuno procesado y consumado.

Encarnado para participar de humanidad

  El Dios Triuno se encarnó para participar de humanidad (Jn. 1:14; He. 2:14a). Después de encarnarse, Dios era diferente de lo que era antes de la encarnación. Antes de encarnarse, Él era solamente Dios, pero después de encarnarse, Él era Dios dentro de una cáscara humana. El bebé que yacía en un pesebre junto al mesón en Belén (Lc. 2:7) era el Dios fuerte (Is. 9:6). Muchos judíos de aquel entonces, igual que muchos eruditos judíos de la actualidad, no podían creer que ese pequeño niño que estaba en el pesebre fuera Jehová Dios. Aun así, nosotros sí creemos que Él era el propio Dios. Después de Su nacimiento, Él vivió en esta tierra por varios años. Un día les dijo a Sus discípulos que Él iba a Jerusalén para ser crucificado (Mt. 16:21). No crean que Él simplemente fue arrestado por los soldados y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos. En realidad, Él se entregó a Sí mismo a ellos (Jn. 10:15, 18; 18:3-8). Cuando ellos llegaron para arrestarle, el Señor les preguntó a los soldados a quién buscaban. Ellos le dijeron que buscaban a Jesús el Nazareno. Cuando el Señor contestó: “Yo soy”, el significado del nombre Jehová (Éx. 3:14-15), ellos cayeron de espaldas a tierra (Jn. 18:6). Era imposible que ellos arrestaran a Jehová. El Señor Jesús se entregó a Sí mismo a fin de ser procesado por medio de la muerte y la resurrección.

Crucificado para efectuar la muerte todo-inclusiva para la redención

  El Señor Jesús fue crucificado con el fin de efectuar la muerte todo-inclusiva para la redención (Jn. 1:29; 1 Co. 15:3b; He. 2:14b; Jn. 3:14; 12:31-33; Gá. 6:14; Ro. 6:6; Gá. 2:20a; 5:24; Jn. 12:24). El Señor Jesús murió una muerte todo-inclusiva, y Su muerte acabó con seis asuntos negativos principales: el pecado (incluyendo los pecados, Jn. 1:29; 1 Co. 15:3b), Satanás (He. 2:14b; Jn. 3:14), el mundo (Jn. 12:31-33; Gá. 6:14), el viejo hombre (Ro. 6:6), la carne (Gá. 5:24) y el “yo” (Gá. 2:20a), el cual incluye nuestra vida natural. Además, la muerte todo-inclusiva del Señor logró una cosa positiva: liberó la vida divina que había dentro de Su humanidad (Jn. 12:24). De este modo, la muerte del Señor tuvo por lo menos siete logros. La muerte todo-inclusiva del Señor Jesús vino a ser un factor principal en Su consumado Ser triuno. A través de dicha muerte, Él obtuvo eterna redención para Su pueblo redimido (He. 9:12).

Resucitado para introducir la humanidad en la divinidad haciendo a los creyentes en Cristo hijos de Dios y miembros de Cristo

  Después de pasar por la muerte, el Dios Triuno entró en resurrección. En resurrección, Él introdujo la humanidad en la divinidad, haciendo a los creyentes en Cristo hijos de Dios y miembros de Cristo (1 P. 1:3; Jn. 1:12; Ro. 12:5). Introducir lo humano en lo divino es introducir al hombre en Dios. La encarnación del Dios Triuno introdujo a Dios en el hombre, y Su resurrección introdujo al hombre en Dios. Mediante este tipo de tránsito, ocurre una mezcla maravillosa. Ahora, en Su resurrección, Dios se mezcla con el hombre y el hombre se mezcla con Dios. De esta manera, el hombre y Dios, Dios y el hombre, son uno. ¡Qué maravilloso es esto! En este mezclar, Dios hizo a los creyentes de Cristo hijos de Dios. Estos hijos de Dios son humanos y divinos. Dios puede decir a Sus creyentes: “Yo soy divino y humano”, y Sus creyentes pueden responder: “Te alabamos, Señor. Tú eres divino y humano, y nosotros somos humanos y divinos”. Esto se efectuó mediante Su resurrección.

  Cuando vivimos en resurrección, introducimos a la humanidad en la divinidad. Esto quiere decir que cuando vivimos en resurrección, nos introducimos en Dios, y cuando no vivimos en resurrección, estamos fuera de Dios. Así que, la resurrección todavía está ocurriendo hoy en día. Romanos 6:4-5 dice que fuimos sepultados en Su muerte por el bautismo y que fuimos resucitados para andar en novedad de vida (v. 4), lo cual es la semejanza de la resurrección de Cristo (v. 5). Puesto que vivimos en resurrección, somos uno con Dios y somos introducidos en Dios.

Consumado para ser el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y que mora en nosotros

  Al pasar por los pasos de encarnación, crucifixión y resurrección, el Dios Triuno ha sido consumado como el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y que mora en nosotros (Éx. 30:25). Este Espíritu es el Dios Triuno procesado y consumado. En Éxodo 30 se preparó un ungüento, y este ungüento era llamado un ungüento compuesto, ya que era hecho de aceite mezclado con cuatro especias diferentes (vs. 22-25). Este ungüento compuesto es un tipo del Espíritu compuesto, quien es el Dios Triuno compuesto de la humanidad, la muerte todo-inclusiva de Cristo, la resurrección todopoderosa de Cristo y la ascensión trascendente de Cristo. Este Espíritu compuesto es el Dios Triuno consumado.

Como el Espíritu de vida

  Como dicho Espíritu compuesto, Él es el Espíritu de vida (Ro. 8:2a). Los ingredientes de creación, encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión han sido añadidos a este único Espíritu formando un compuesto. Ahora, este Espíritu es el Espíritu de vida que espera ser recibido y contenido por el hombre tripartito.

La impartición de la vida divina en los creyentes en Cristo

  El Espíritu de vida imparte la vida divina a los creyentes de Cristo (2 Co. 3:6b). Nosotros recibimos el Espíritu de vida al ejercitar nuestro espíritu humano. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, inmediatamente el Espíritu compuesto, quien es el Espíritu de vida y el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), entra en nuestro espíritu al impartir la vida divina en nosotros.

EL HOMBRE TRIPARTITO ES CREADO CON UN ESPÍRITU PARA SER EL RECEPTOR Y EL ENVASE DE LA VIDA DIVINA

  El Dios Triuno como Espíritu vivificante desea darle vida al hombre, pero si el hombre no tuviera espíritu para recibirle y contenerle, el Dios Triuno no podría darle vida. La lluvia cae sobre una roca por muchas horas, pero la roca no puede recibir el agua porque no tiene el receptor adecuado para recibir el agua. Sin embargo, si la lluvia cae sobre una esponja, después de un corto periodo de tiempo, el agua empapará y saturará la esponja, debido a que la esponja tiene el receptor apropiado para el agua. Finalmente, la esponja se mezclará con el agua. Eso muestra cómo el hombre con su espíritu es un receptor y un envase para la vida divina.

  La vida es la mezcla de Dios como Espíritu con el hombre en el espíritu de éste. No obstante, muchas personas confunden la vida con virtudes tales como humildad, mansedumbre o gentileza. Muchos de los que estudian a Confucio son muy humildes y mansos, pero su humildad y mansedumbre son un asunto del carácter externo. La vida es Dios procesado como el Espíritu vivificante para ser recibido por el hombre tripartito, el cual fue creado con un espíritu como el receptor y el envase para el Espíritu, quien es el Espíritu de vida.

  La vida es Dios que, como Espíritu, se mezcla con nosotros en nuestro espíritu. De hecho, tenemos tal mezcla, pero es posible que en nuestra vida diaria no experimentemos esta mezcla de manera práctica. Tal vez vivamos de una manera que anule dicha mezcla. Cuando percibimos que se ha detenido el mezclar, tenemos que confesar al Señor y ser limpiados por la sangre. Entonces, la unción regresará y el mezclar continuará. Esto es la vida. La vida es el mismo Dios Triuno, en quien creemos, a quien servimos, a quien adoramos y a quien exaltamos, que ha sido procesado como el Espíritu vivificante para que nosotros le recibamos, los hombres tripartitos, quienes hemos sido creados con un espíritu para recibir y contener al Espíritu divino como nuestra vida. Dicha vida no conoce lo que es ser humilde u orgulloso, bueno o malo. La vida tiene varios atributos, y la humildad es uno de dichos atributos; sin embargo, la humildad de la vida no es algo perteneciente a la conducta humana. Cuando preguntamos: “¿Qué debemos hacer?”, no estamos en vida. La vida es tan espontánea como la respiración. Si estamos en vida, sin intención alguna, simplemente expresaremos los atributos de la vida.

Creado con el aliento de vida, el cual vino a ser el espíritu del hombre

  El hombre tripartito fue creado con un espíritu que recibiera y contuviera la vida divina (Gn. 2:7; Pr. 20:27). Génesis 2:7 dice que cuando Dios formó al hombre, Él sopló en la nariz del hombre aliento de vida. Dicho aliento de vida llegó a ser el espíritu del hombre. En Proverbios 20:27 la palabra espíritu es la palabra hebrea neshamá, la misma que se usó en Génesis 2:7 para aliento. El aliento de vida mencionado en Génesis 2:7 es el propio espíritu del hombre. Proverbios 20:27 dice que el espíritu del hombre es la lámpara del Señor. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para creer en el Señor, el Espíritu compuesto entra inmediatamente en nosotros. Después de que le recibimos, le contenemos como el Espíritu de vida.

  Cuando comencé a viajar por los Estados Unidos en 1963, hablaba del espíritu humano adondequiera que iba. Muchas personas me decían que ellos jamás habían oído semejante cosa. Los versículos que yo les mostraba para dar sustantividad a lo que estaba diciendo eran Juan 4:24, Juan 3:6 y Romanos 8:16. En cada uno de estos versículos se mencionan los dos espíritus: el Espíritu divino y el espíritu humano. Al leerles los versículos, muchos fueron iluminados. En aquellos días, yo era tal vez la única persona en los Estados Unidos que hablaba acerca del espíritu humano. Hoy en día, sin embargo, muchas personas han adoptado la verdad del espíritu humano y están hablando al respecto.

  Nuestro espíritu humano es como nuestro estómago. Nuestro estómago físico es un receptor y un envase para nuestro alimento diario. Todos los días recibimos comida por nuestra boca. Nuestra boca es el acceso a nuestro estómago, y nuestro estómago es el envase que contiene el alimento que ingerimos. Mientras que nuestro estómago contiene la comida, también la digiere y la asimila. Finalmente, todo lo que el estómago asimila es distribuido a las células. Nuestro espíritu es nuestro estómago espiritual. Todos los días tenemos que comer del alimento espiritual. El Señor Jesús dijo que Él podía ser comido (Jn. 6:35, 51, 57) y que nosotros necesitamos venir a Él y beber (Jn. 7:37). Al comerle y beberle recibimos al Dios Triuno como nuestro alimento espiritual.

Un espíritu para recibir el Espíritu de vida para la regeneración

  El espíritu del hombre fue creado para que recibiera al Espíritu de vida para la regeneración (Jn. 3:6b). Cuando nosotros recibimos al Espíritu compuesto, quien es el Dios Triuno consumado, Él nos regeneró.

Un espíritu para contener al Señor Espíritu como vida

  Desde el momento de nuestra regeneración, nosotros contenemos al Señor Espíritu como vida (2 Ti. 4:22; 2 Co. 3:18). Nosotros contenemos al Espíritu de vida; así que, continuamente podemos recibir vida.

El espíritu humano y el Espíritu divino consumado llegan a ser un solo espíritu: el espíritu mezclado

  El espíritu humano y el Espíritu divino consumado llegan a ser un solo espíritu. Este espíritu es el espíritu mezclado (1 Co. 6:17).

Los creyentes ponen su mente en el espíritu mezclado a fin de tener vida

  Los creyentes deben aprender a poner sus mentes en el espíritu mezclado a fin de tener vida (Ro. 8:6). No debemos poner nuestra mente en nuestra parte emotiva, en nuestra voluntad ni aun en nuestro propio pensamiento. Tenemos que poner nuestra mente en nuestro espíritu mezclado. En nuestro espíritu está el Espíritu compuesto. Por lo tanto, poner nuestra mente en nuestro espíritu es poner nuestra mente en el Espíritu divino. Cuando ponemos nuestra mente en el espíritu mezclado, recibimos vida.

Los creyentes andan conforme al espíritu mezclado

  Los creyentes deben andar conforme al espíritu mezclado (Ro. 8:4). Debemos andar, hacer las cosas y tener nuestro ser conforme al espíritu mezclado. Como resultado, tendremos vida, disfrutaremos vida, expresaremos vida y ministraremos vida todo el día. Esta vida es la manera en que nosotros como creyentes disfrutamos y experimentamos vida.

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