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Mensajes del libro «Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo»
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CAPÍTULO CINCO

DIOS EN CRISTO COMO NUESTRO ALIMENTO

  Lectura bíblica: Col. 1:15a; 3:4a; Jn. 6:57; 1 Co. 8:1; Ap. 2:7b, 17; 22:2a, 14

  Desde el principio Dios ha tenido una intención, pero esta intención fue desatendida por todo el linaje humano. Cuando el Señor Jesús vino, Él laboró para restaurar la intención de Dios y para traer a las personas de regreso al principio. Finalmente, la iglesia fue producida para prestarle toda su atención a la intención original de Dios. No obstante, poco después de que la iglesia fue establecida, también la iglesia desatendió la intención de Dios.

LA PROMESA QUE EL SEÑOR DA A LOS VENCEDORES EN CUANTO AL COMER

  Tras la degradación de la iglesia, el Señor hizo un llamado a los vencedores en el libro de Apocalipsis (2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). Según Su intención original, Él prometió a estos vencedores que les daría a comer, esto es, a comer del árbol de la vida (2:7), a comer del maná escondido (v. 17) y a cenar, tener un banquete, con Él (3:20). La promesa que el Señor hizo a los vencedores nos recuerda tres ocasiones importantes relacionadas con la comida en el Antiguo Testamento: (1) comer el árbol de la vida en el huerto de Edén, como símbolo para el hombre creado por Dios, (2) comer el maná como una bendición dada al pueblo de Dios cuando anduvieron errantes en el desierto y (3) comer el producto de la buena tierra en las fiestas anuales.

  Comer del árbol de la vida significa comer según la intención original que Dios tenía en el huerto del Edén; comer el maná significa disfrutar del alimento que el pueblo de Dios comía diariamente en el desierto, y tener un banquete con el Señor significa disfrutar del rico producto en la buena tierra. Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra, comenzaron a disfrutar del rico producto de la buena tierra (Jos. 5:12). Luego Dios les ordenó que celebraran tres fiestas al año, a saber: la Fiesta de la Pascua (la Fiesta de los Panes sin Levadura), la Fiesta de Pentecostés (la Fiesta de las Semanas) y la Fiesta de los Tabernáculos (Dt. 16:16). La promesa que el Señor hizo en el libro de Apocalipsis nos trae de regreso a la intención original de Dios en el principio.

LA INTENCIÓN DE DIOS EN LA BIBLIA

  La intención de Dios en la Biblia es muy básica, pero ha estado escondida por siglos. Génesis 1 nos dice que Dios creó al hombre a Su propia imagen y que le dio el dominio sobre todas las cosas creadas (v. 26). Dos palabras aquí son muy importantes: imagen y dominio. Dios creó al hombre a Su propia imagen, y Dios le dio al hombre dominio sobre todas las cosas, en especial sobre la tierra y sobre todo lo que se arrastra. La Biblia luego nos dice que Dios puso a este hombre frente al árbol de la vida (2:9). Muchos árboles estaban en el huerto, y todos eran buenos para comer, pero solamente un árbol fue designado con el nombre el árbol de la vida.

  Colosenses 1:15 nos dice de forma maravillosa que Jesús es la imagen de Dios. Este versículo nos trae de regreso a Génesis 1, donde el hombre fue hecho a la imagen de Dios. ¿Quién es la imagen de Dios, y qué es la imagen de Dios? Según Colosenses 1:15, Cristo es la imagen de Dios. El hombre fue creado a la imagen de Dios, y la imagen de Dios es Cristo. Por tanto, el hombre fue hecho según Cristo. ¡Esto es maravilloso! Debemos estar impresionados profundamente con estas dos palabras imagen y dominio. Dios hizo al hombre a Su propia imagen y le dio a éste el dominio sobre toda la tierra.

  En Génesis 2 Dios formó el cuerpo físico de Adán del polvo de la tierra (v. 7a). Según los médicos, el cuerpo físico del hombre contiene todos los elementos de la tierra, incluyendo sal, cobre, hierro, azufre y muchos otros elementos. Esto comprueba que el hombre es simplemente polvo. Entonces, después de haber creado el cuerpo del hombre, Dios sopló en su nariz aliento de vida (v. 7b). Según el texto hebreo, la palabra aliento en Génesis 2:7 es la misma palabra traducida “espíritu” en Proverbios 20:27, que dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. Dios infundió aliento de vida en el cuerpo de polvo del hombre, y este aliento es el espíritu del hombre. Después que Dios sopló en el cuerpo del hombre, formando así el espíritu del hombre, éste llegó a ser un alma viviente.

EL ÁRBOL DE LA VIDA ES DIOS EN CRISTO COMO VIDA EN FORMA DE ALIMENTO

  Tener la imagen de Dios y la autoridad de Dios son meramente hechos objetivos. En el aspecto subjetivo el hombre aún necesitaba la vida de Dios. El hombre tenía la imagen de Dios, y también el dominio de Dios, pero todavía no poseía la vida de Dios, la cual es Dios mismo. Por consiguiente, Dios puso al hombre frente al árbol de la vida en medio del huerto (Gn. 2:8-9), lo cual indicaba que el hombre debía participar de este árbol. El árbol de la vida representa a Dios mismo como vida para el hombre en forma de alimento. Más tarde, la Biblia nos indica que Dios en Cristo es el árbol de la vida (Jn. 1:4; 10:10; 14:6; 15:1). Génesis 2:9 dice: “Hizo Jehová Dios brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer, y también el árbol de la vida en medio del huerto”. Luego cuando Jesús vino, Él dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás [...] Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre [...] Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:35, 51, 57).

EL MANDAMIENTO DE DIOS CON RESPECTO A LO QUE EL HOMBRE COME

  Según Génesis 2:9, el árbol del conocimiento estaba junto al árbol de la vida. Dios puso al hombre frente al árbol de la vida para que tomara del árbol de la vida, y también le advirtió al hombre que no tomara del árbol del conocimiento. Génesis 2:16-17 dice: “Mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer libremente, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás; porque el día en que comas de él, ciertamente morirás”. El árbol del conocimiento es el árbol del conocimiento no sólo del mal, sino del bien y del mal. Tanto el bien como el mal son contrarios a la vida. La intención de Dios era que Adán tomara del árbol de la vida y no tuviera nada que ver con el árbol del conocimiento del bien y del mal.

  Después de crear al hombre, Dios no le dio a Adán muchos mandamientos. Él no le dijo: “Adán, primeramente, debes comprender que tienes que adorarme. Yo soy el Creador, y tú eres la criatura. Segundo, tienes que glorificarme. Tercero, te hice una esposa, y tú tienes que amarla. Cuarto, tienes que ser amable, humilde y paciente. Por último, te daré algunos hijos, y tú tienes que cuidar de ellos”. Tales mandamientos no se encuentran en Génesis 2. Dios le dijo al hombre muy poco acerca de lo que debía o no debía hacer. Dios solamente le dijo que tuviera cuidado del árbol del conocimiento del bien y del mal. En otras palabras Dios parecía decir: “Adán, sólo ten cuidado de lo que comes. Si comes las cosas debidas, estarás bien; pero si comes de las cosas indebidas, morirás”. Dios no le dijo a Adán que hiciera algo. Tampoco le dio diez mandamientos, ni siquiera dos mandamientos. Él simplemente le advirtió a Adán que comiera apropiadamente, que fuese cuidadoso acerca de los dos árboles que estaban frente a él. Todos debemos darnos cuenta de que la intención de Dios no es que hagamos esto ni lo otro. La intención de Dios es que le comamos a Él y le tomemos como nuestra vida.

TOMAR A DIOS COMO VIDA AL COMER A JESÚS

  La intención de Dios era que Él mismo sería la vida de Adán, es decir, que Adán tomaría a Dios como su propia vida. Podemos ver la manera de tomar a Dios como vida usando como ejemplo los productos cultivados en los Estados Unidos. ¿Cómo puede un pollo llegar a ser vida para nosotros? Si sólo andamos cargando el pollo, éste sigue siendo pollo; pero no es vida para nosotros. La única manera en que el pollo puede ser vida para nosotros es si lo matamos, lo cocinamos, lo servimos en la mesa del comedor y nos lo comemos. Luego tras unas cuantas horas de digestión y asimilación, el pollo llegará a ser nosotros. Es sólo de esta manera que algo que está fuera de nosotros puede llegar a ser vida para nosotros. Conocemos la frase somos lo que comemos. Digamos que en la mañana yo mirase un pollo en su casa, pero en la noche ya no está allí. ¿Dónde está el pollo? Ahora está dentro de usted; después que usted se come el pollo, usted mismo llega a ser el pollo.

  En el cristianismo muy pocos, si es que los hay, han oído que la intención de Dios consiste en que el hombre debe recibir a Dios al comer de Él. Muchos jamás han oído un mensaje donde se les dijese que el hombre tiene que comer a Dios. Durante una conferencia celebrada en Taiwán en 1958, di un mensaje muy enfático acerca de Juan 6, y les dije a los santos que Jesús es comestible y que todos tenemos que comerle. Después de la reunión, un hermano muy educado se me aproximó de una manera muy amable, pero con determinación, diciendo: “Hermano Lee, esta noche su mensaje fue maravilloso. Solamente hubo una cosa que me molestó. Usted dijo que podemos comer a Jesús. Decir esto es demasiado atrevido”. Yo le respondí: “Hermano, si yo soy atrevido, no soy el primero en serlo. El mismo Señor Jesús fue atrevido, porque Él dijo en Juan 6:57: ‘El que me come, él también vivirá por causa de Mí’. Esto no es invención mía; es una cita que hago. No me culpe de ser atrevido. Vaya al Señor Jesús y cúlpelo a Él”.

  En realidad, esto no es cuestión de ser atrevido. Pensamientos como éste provienen de los conceptos humanos y religiosos. Cuando hablamos de Dios, siempre consideramos que Dios es tan grande, muy elevado y muy digno, que está sentado en el trono y que debemos inclinarnos delante de Él. Éste es nuestro concepto religioso y natural. Cuando alguien dice que podemos comer a Jesús, nos preguntamos cómo es posible comer a Jesús. En Juan 6 el Señor Jesús hizo un milagro cuando alimentó a los cinco mil con cinco panes de cebada. Los judíos vieron aquel milagro y, estimando que Jesús era alguien muy importante, querían hacerlo rey. Finalmente, el Señor Jesús se retiró de ellos porque no quería ser para ellos un rey externamente. Al día siguiente cuando Él regresó, le dijo a la gente: “Yo soy el pan de vida. No tengo la intención de ser alguien importante. Mi intención es ser vuestro alimento. No me hagáis un rey. Antes bien, tomadme como alimento y comed de Mí”.

  Arrodillarse calladamente delante del Señor, quien es el pan que está sobre la mesa, es demasiado religioso. Quizás el Señor Jesús diría: “Tontines. No quiero veros inclinados. Levantaos y comed. No deseo vuestra adoración religiosa. No es que me haga falta vuestra adoración; se trata de que estáis carentes de Mí. Debéis recibirme al comer de Mí”.

HACER MEMORIA DEL SEÑOR AL COMER Y BEBER DE ÉL

  A muchos de nosotros se nos ha enseñado que en la reunión de la mesa del Señor debemos hacer memoria del Señor al ejercitar nuestra mente para recordar cómo el Señor era Aquel que estaba en el trono en los cielos, cómo Él un día llegó a ser un niño nacido en un pesebre, cómo Él vivió en la casa de un carpintero, cómo Él salió para llevar a cabo Su ministerio, cómo Él fue perseguido, arrestado, probado, sentenciado y llevado al Calvario, y cómo Él fue puesto en la cruz. Yo mismo hice esta clase de recordatorio muchas veces cuando fui joven.

  No obstante, en Mateo 26:26 el Señor dijo: “Tomad, comed; esto es Mi cuerpo”, y en Lucas 22:19 dijo: “Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí”. Asimismo Él habló de la copa, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto establecido en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí” (1 Co. 11:25). ¿Cuál es la manera de hacer memoria del Señor? La manera apropiada de hacer memoria del Señor no es recordarle a Él, sino recibirle en nuestro ser. El concepto de Dios es que debemos comerle a Él.

DIOS EN CRISTO COMO NUESTRO ALIMENTO ES REVELADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El Cordero pascual

  Dios en Cristo como nuestra vida en forma de alimento es revelado, tipificado y prefigurado de muchas maneras en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, durante el tiempo de la pascua, el pueblo no sólo rociaba la sangre, sino que también debía comer la carne del cordero con panes sin levadura (Éx. 12:3-11). En el cristianismo muchos centran toda su atención en el rociamiento de la sangre, pero pasan por alto que se debía comer del cordero. Debemos darnos cuenta de que el rociamiento de la sangre tenía como objetivo que se comiera del cordero. Rociar la sangre en el dintel de las casas de los hijos de Israel era una cobertura, pero cuando llegó el tiempo en que debían dejar Egipto, ellos necesitaban un alimento que los sustentara. Bajo la cobertura de la sangre, ellos podían comer la carne del cordero a fin de estar preparados para salir de Egipto.

  El cordero de la pascua era un tipo de Cristo (1 Co. 5:7). Hoy en día Jesús es nuestro Cordero pascual. Su sangre fue rociada por nosotros (1 P. 1:2), y Él mismo es bueno para comer. Cuando creemos en el Señor Jesús, le comemos a Él bajo la cobertura de Su sangre. Hoy el cristianismo predica el rociamiento de la sangre pero deja a un lado el tema de comer a Jesús. Bajo el rociamiento de la sangre, nosotros necesitamos comer de Jesús. Puede ser que haya cristianos que han sido salvos por muchos años y que nunca se hayan dado cuenta de que su necesidad es comer a Jesús. Todos necesitamos comer a Jesús.

El maná

  Después que el pueblo salió de Egipto, ellos entraron en el desierto y vagaron allí por cuarenta años. Día tras día ellos comieron maná (Éx. 16:35). Muchos cristianos saben que el maná es un tipo de Cristo, pero cuando yo estuve en el cristianismo nunca oí decir que debíamos comer a Jesús día tras día. Algunos dijeron que debíamos tomar la palabra de la Biblia como nuestra porción diaria. Esto no está mal, pero no es suficiente. Debemos ver que el maná no solamente es un tipo de la palabra como nuestra porción diaria; el maná es Jesús mismo. Jesús es nuestra comida diaria, nuestra porción diaria.

La buena tierra

  Después que el pueblo entró en la buena tierra y comió del rico producto de la tierra, el maná cesó (Jos. 5:12). La buena tierra es Cristo (Col. 1:12; Ef. 3:8). Espero que todos lean El Cristo todo-inclusivo. Este libro nos ayuda a ver que Cristo hoy es la rica tierra que fluye con leche y miel. Él es muy rico, pero nosotros debemos laborar en Él.

  El maná era maravilloso, pero había un aspecto que no era tan bueno. Dios nunca le pidió a Su pueblo que le adorara con el maná. El maná era bueno, pero no podía constituir una adoración apropiada a Dios. No obstante, Dios sí le pidió a Su pueblo que le adorara con todos los ricos productos de la buena tierra (Dt. 12:11). Al adorar a Dios, ellos debían presentarle todas las ofrendas: el ganado, los primogénitos y la porción máxima del producto de la buena tierra.

  Esta palabra nos deja ver que comenzando desde Génesis 1 siempre ha estado presente el concepto acerca del comer: comer del árbol de la vida, comer del maná y comer del rico producto de la buena tierra.

CRISTO ES EL PAN DE LOS HIJOS Y LAS MIGAJAS BAJO LA MESA

  Si no comemos, no podemos hacer nada. Hoy en día simplemente necesitamos comer a Cristo. Él es nuestra vida en la forma de alimento. Cristo vino y se presentó como el pan de vida. Un día una mujer cananea vino a Él, diciendo: “¡Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David!”. El Señor Jesús le respondió: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (Mt. 15:22, 26). Esto fue muy significativo. La mujer llamó al Señor Jesús, Hijo de David, un descendiente de la familia real, pero el Señor Jesús en Su respuesta indicó que Él era el pan de los hijos. El Señor parecía decir: “No consideres que Yo soy un descendiente de la realeza. He venido aquí para ser tu pan. Yo soy el pan de los hijos. Considérame de esta manera”. La mujer era inteligente e inmediatamente asumió su posición. Ella dijo: “Sí, Señor. Estás en lo correcto. Tú eres el pan de los hijos, y yo soy un perrillo gentil. Pero también los perrillos tienen su porción: las migajas bajo la mesa. Tú, Jesús, te encuentras ahora bajo la mesa. El travieso pueblo judío te ha quitado de la mesa. Ahora es mi turno. Tú estás como migajas en el piso de los gentiles para ser mi porción”. El concepto natural, humano y religioso es que Jesús es el Hijo de David, procedente de la familia real, incluso es el Rey. Sin embargo, el concepto divino es que Jesús, quien es el propio Dios, ha venido para ser nuestra vida en forma de alimento. Por consiguiente, necesitamos comerle a Él.

EL CONOCIMIENTO Y LOS DONES DISTRAEN A LOS CREYENTES, HACIENDO QUE ELLOS NO TOMEN A CRISTO COMO SU VIDA

  Jesús murió en la cruz, y en resurrección fue transfigurado de la carne al Espíritu, como 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. En el libro de 1 Corintios, Pablo señala que lo que los creyentes corintios necesitaban no eran dones ni conocimiento, sino el Espíritu vivificante y comer a Jesús. Los creyentes corintios cometieron el error de recibir conocimiento y dones. En 1 Corintios 1:7 leemos: “Nada os falta en ningún don, aguardando con anhelo la revelación de nuestro Señor Jesucristo”. A los corintios nos les faltaba ningún don. Ellos tenían todos los dones, y tenían todo el conocimiento, pero no eran santos maduros. El capítulo 3 dice: “Yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo” (v. 1). Los corintios tenían el conocimiento, pero seguían siendo niños.

  En 8:1 Pablo dice: “El conocimiento envanece”. El conocimiento nos da muerte porque el conocimiento es parte del árbol del conocimiento. No es parte del árbol de la vida. Los corintios mantenían el concepto de que necesitaban el conocimiento y los dones, pero según Pablo, ellos seguían siendo niños. El concepto del apóstol Pablo era que ellos necesitaban comer a Cristo. En 10:3 y 4 Pablo dice: “Todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. En el capítulo 3 Pablo dice: “Os di a beber leche” (v. 2). Los corintios tomaron equivocadamente el conocimiento y los dones, así que Pablo los corrigió diciéndoles que la necesidad de ellos era Cristo como su alimento. El postrer Adán llegó a ser el Espíritu que da vida. Los corintios necesitaban recibir a este Cristo. La iglesia ha errado el blanco, no sólo hoy en este siglo, sino aun desde el primer siglo. Los corintios erraron el blanco al dejar de comer de Jesús para volverse al conocimiento y los dones. Como resultado, la iglesia entró en degradación. La iglesia se degrada cuando hace énfasis en las enseñanzas, el conocimiento y los dones.

SER RECOBRADOS DE LAS ENSEÑANZAS Y DOCTRINAS PARA COMER DE JESÚS

  En las siete epístolas de Apocalipsis, el Señor Jesús les habló a las iglesias respecto a las enseñanzas y las obras (2:2, 6, 14-15, 20). Él parecía estar diciendo: “Tenéis la enseñanza de Balaam, tenéis la enseñanza de los nicolaítas, y sois enseñados por la mujer Jezabel. Vosotros también habéis hecho muchas cosas para Mí. Tenéis el conocimiento, tenéis las doctrinas, tenéis enseñanzas y tenéis todos los dones. No obstante, no me habéis comido a Mí”. En estas siete epístolas el Señor Jesús les prometió a los vencedores que ellos comerían. Él no les prometió que ellos conocerían, harían ni laborarían, sino que comerían del árbol de la vida. Éste es el recobro del Señor. ¿Ha sido usted recobrado? Hoy muchos de nosotros hablan bastante sobre el recobro, pero debo verificar con usted: ¿En qué consiste el recobro del Señor? El recobro consiste en traernos de regreso al origen, de regreso al principio. ¿Qué había en el principio, en el origen? Estaba el asunto del comer del árbol de la vida. Que el Señor sea misericordioso con nosotros de modo que nuestros ojos sean abiertos. Que podamos ver que necesitamos comer de Jesús, del árbol de la vida. Por esta razón, no solamente debemos vencer nuestro mal genio, las modas actuales, ni la aspiración de obtener un doctorado en ciencias. Debemos vencer todas las enseñanzas degradadas del cristianismo de hoy.

  Yo mismo nací y crecí en el cristianismo fundamentalista, y formé parte de los Hermanos de Plymouth durante siete años y medio. Ellos son muy estrictos y famosos por su enseñanza, y recibí de ellos mucho conocimiento. Me llevó quince años poder deshacerme de todo el conocimiento que recibí de ellos, el cual me distrajo. Hoy en día, muchos queridos cristianos buscadores y hambrientos están siendo distraídos y desviados por todas las enseñanzas, de modo que no pueden disfrutar ni comer a Cristo. Hoy el Señor nos está recobrando de todas las enseñanzas presentes en el cristianismo degradado y nos está llevando de regreso a la dieta pura de Jesús.

RECOBRAR LA VIDA DE IGLESIA COMO RESULTADO DE NUESTRO DISFRUTE DE CRISTO

  Hoy el Señor está recobrando la vida de iglesia. Todos debemos entender lo que es la vida de iglesia. La vida de iglesia es el resultado de nuestro disfrute de Cristo. No podemos tener una vida de iglesia apropiada meramente por medio de la enseñanza ni los dones. En los últimos cuatro o cinco siglos, se han recobrado, aplicado y probado toda clase de enseñanzas. El resultado de ello ha sido división tras división. Todas las divisiones provienen de enseñanzas diferentes. Siempre que surge un gran maestro, el resultado podría ser una división.

  El cristianismo de hoy se ha dividido principalmente por dos cosas: las enseñanzas y los dones. Hoy la gente presta atención a las prácticas carismáticas, a los dones, pero muchos de los que recalcan los dones son los más divisivos. Los grupos carismáticos se han dividido una y otra vez en una división tras otra. Yo estuve en el movimiento carismático por cierto período de tiempo, y recibí poder y dones. Sin embargo, el verdadero poder es la vida. Los dones y la vida pueden compararse a una tormenta y a unas florecitas. Una tormenta poderosa puede pasar por toda una ciudad, pero finalmente desaparece. No obstante, las flores y la hierba continúan viviendo y creciendo día tras día. La vida de iglesia no necesita el poder de una tormenta; lo que necesita es el poder de la vida.

  La intención del Señor hoy es obtener el recobro de la vida de iglesia. La vida de iglesia es una vida en la cual todos los miembros se alimentan de Jesús diariamente. Cristo vino como alimento para ser asimilado por Su pueblo. Todos tenemos que comer a Jesús. El que toma a Cristo como alimento es parte de Su Cuerpo. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ser comensales de Jesús. Podemos ser una parte de Jesús solamente al comer a Jesús. Si comemos a Jesús, llegamos a ser Jesús. Somos miembros de Jesús al comer a Jesús.

  En 1966 el Señor nos dio la práctica de orar-leer. Mediante el orar-leer, miles de santos han sido introducidos en la unidad. Cuanto más oramos-leemos, más somos introducidos en la unidad. Si unos cuantos hermanos se reúnen solamente para recitar y estudiar Juan 1:1, después de un corto tiempo estarán peleando. Si no pelean, al menos no estarán contentos los unos con los otros. No obstante, si estos mismos hermanos se reúnen y oran-leen, el resultado será diferente. Si yo digo: “¡Aleluya, en el principio!”, usted dice: “¡Amen!”, y dos hermanos dicen: “¡Era la Palabra!”, después de solamente diez minutos, diremos en voz alta: “¡Oh, qué dulzura! ¡Oh, la unidad! ¡Oh, el Espíritu!”.

  Desde el principio hasta el final, la Biblia es un libro relacionado con el comer. Tenemos el árbol de la vida en Génesis 2, el maná en el desierto y el producto de la buena tierra. Luego, de los cuatro Evangelios, el Evangelio de Juan especialmente revela el asunto del comer. El Señor nos dijo que Él es el pan de vida que podemos comer. Finalmente, en el último capítulo de Apocalipsis, no hay poder, ni conocimiento ni dones. Solamente hay un trono, del cual fluye un río, y en ambos lados del río está el árbol de la vida (22:1-2). “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (v. 14). Comeremos del árbol de la vida por la eternidad.

  Necesitamos poder, pero el poder no es necesario para la vida cotidiana normal de la iglesia. La iglesia es la labranza de Dios (1 Co. 3:9). La iglesia es una cosecha, un cultivo. Debido a que la iglesia es un cultivo, Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (v. 6). Plantar, regar y hacer crecer están relacionados con la vida. Nunca olviden que la iglesia es una labranza, una cosecha, y que todos los miembros de la iglesia necesitan el crecimiento en vida. Podemos crecer únicamente al comer. No hay otra manera de crecer.

COMER A JESÚS AL EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU PARA TENER CONTACTO CON ÉL

  Desde la primera página de la Biblia hasta la última, se habla de comer del Señor. Muchos saben que Jesús es el pan de vida, y algunos también saben que necesitamos alimentarnos de Jesús, mas no saben cómo comerle a Él, cómo alimentarse de Él y cómo ser nutridos de Él. ¿Cómo se come a Jesús? Los judíos quedaron anonadados cuando el Señor Jesús habló acerca de que debíamos comerle. Ellos dijeron: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer Su carne? [...] Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” (Jn. 6:52, 60). Luego el Señor Jesús dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (v. 63). Él parecía estar diciendo: “No consideréis que Yo soy solamente carne. Debéis saber que un día llegaré a ser el Espíritu vivificante”. Al resucitar, el postrer Adán en la carne llegó a ser Espíritu vivificante. Cristo hoy es el Espíritu que da vida, y este Cristo está en nuestro espíritu (1 Co. 15:45; Ro. 8:11; 1 Co. 6:17; 2 Ti. 4:22). El Señor está dentro de nosotros, en nuestro espíritu, así que debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con Él.

INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR

  La manera apropiada de tener contacto con el Señor es invocar Su nombre: “El mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan” (Ro. 10:12). Aprenda a invocarle. No sea un cristiano silencioso, esto es, un cristiano mudo. En 1 Corintios 12:2-3 Pablo dice: “Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Antes, éramos adoradores mudos, pero ahora estamos tratando con un Dios que habla. Por tanto, ya no debemos seguir siendo mudos. Tenemos que decir algo. El Señor es rico para con todos los que le invocan.

  Supongamos que durante una reunión del evangelio, dos incrédulos son inspirados y llegan a ser nuevos conversos. Uno de ellos ora en silencio: “Señor Jesús, soy pecaminoso. Tú moriste en la cruz por mí. Creo en Ti. Gracias, Jesús. Amén”. Sin embargo, el otro hermano ora invocando: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Oh Jesús!”. El primero es salvo, pero no de manera contundente. Si le preguntásemos si él es salvo o no, probablemente respondería: “Sí, creo que sí”. No obstante, el segundo hermano sin necesidad de que le preguntemos, dirá: “¡Soy salvo! Tal vez yo no esté muy claro, pero sé que estoy gozoso”. Invocar al Señor hace una real diferencia. No debemos pensar que invocar el nombre del Señor es algo insignificante. Yo fui un cristiano mudo por muchos años, pero un día comencé a invocar: “¡Oh, Señor Jesús!”.

COMER LA PALABRA, QUE ES LA CORPORIFICACIÓN DEL CRISTO VIVIENTE

  Tenemos el invocar el nombre del Señor, y también tenemos la Palabra. La Palabra es la corporificación de Cristo. No debemos tomar la Biblia como un libro de conocimiento. Si consideramos que la Biblia es un libro de conocimiento, haremos de ella el árbol del conocimiento. Debemos considerar que la Biblia es la corporificación del Cristo viviente. La Biblia es la Palabra escrita, y Cristo es la Palabra viva. No debemos meramente ejercitar nuestra mente para entender la Biblia. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu para comer de la Biblia. “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16).

  Debemos aprender a comer la Palabra. La Palabra es la corporificación del Cristo viviente. Al invocar el nombre del Señor y comer Su Palabra, disfrutamos a Cristo. De esta manera veremos la luz, y también veremos el crecimiento y la transformación. En el capítulo siguiente veremos el asunto de la transformación, la cual es el resultado de comer a Jesús. La transformación resulta de la alimentación.

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