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Mensajes del libro «Don sobresliente para edificar la iglesia, El»
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CAPÍTULO CINCO

LOS MODELOS DE PERFECCIONAMIENTO

  Lectura bíblica: Ef. 4:11-12; 1 Ts. 2:6-8, 11-12; Jn. 21:15-17; Mt. 28:20; 1 Co. 14:3-4, 24-25; Hch. 20:17-21, 24, 27-28, 31; 8:4-5, 12, 26-38

  En este capítulo debe impresionarnos que el Señor necesita recobrar el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio. A fin de llevar a cabo esta labor de perfeccionamiento, necesitamos ver los modelos de perfeccionamiento que nos presentan las Escrituras.

EL CAMINO BÍBLICO DE EDIFICAR LA IGLESIA COMO EL CUERPO DE CRISTO

  El deseo de Cristo, conforme a Su promesa en Mateo 16:18, es edificar la iglesia, la cual es Su Cuerpo. Él hace esto como la Cabeza del Cuerpo al dar las personas dotadas a la iglesia. Sin duda alguna, las personas dotadas hacen lo que son capaces de hacer. Los apóstoles establecen iglesias, los profetas hablan por el Señor, los evangelistas predican el evangelio, y los pastores y maestros pastorean a la iglesia y enseñan a los santos. Sin embargo, además de esto, las personas dotadas realizan otra labor, la cual consiste en perfeccionar a los santos. El apóstol Pablo laboró mucho para levantar las iglesias y establecer ancianos, y mientras hizo esto, perfeccionó a todos los santos para que hicieran lo mismo que él hacía. Esta labor de perfeccionamiento edifica la iglesia como el Cuerpo de Cristo.

  El Cuerpo no es edificado directamente por medio de la Cabeza ni por medio de las personas dotadas, sino por medio de los santos que son perfeccionados. La Cabeza y las personas dotadas edifican la iglesia indirectamente, mientras que los santos que son perfeccionados la edifican directamente. Debemos ver estos tres niveles de la edificación: primero, la Cabeza da los dones; segundo, los dones perfeccionan a los santos; y tercero, los santos perfeccionados realizan la obra de edificar la iglesia directamente. Esto se revela claramente en el Nuevo Testamento, especialmente en Efesios 4 y en 1 Corintios 14; sin embargo, no vemos que esto se practique en la tierra. Es posible que hayamos leído Efesios 4:11-16 y 1 Corintios 14 en el pasado, pero hayamos pasado por alto estos pasajes de la Palabra, pensando que los entendíamos. El Señor recientemente me dirigió a estos dos pasajes de la Palabra y mis ojos han sido abiertos para ver su significado. Siento la carga de que estos versículos se practiquen verdaderamente entre nosotros, a fin de que el Señor pueda lograr el deseo de Su corazón, esto es, edificar Su Cuerpo.

  Hemos sido tan lentos para poner en práctica la manera bíblica por la influencia que recibimos de la tradición, y ahora lo que nos retiene es el hábito que hemos desarrollado. Este hábito es un gran obstáculo. Es posible que entendamos Efesios 4 y 1 Corintios 14, pero continuemos haciendo lo que hemos venido practicando. Si yo tuviera la manera de hacerlo, iría a las casas de cada uno de los santos y los llevaría conmigo a tocar a las puertas de las personas para predicar el evangelio. Después iría con ellos a visitar los hogares de los creyentes recién bautizados para brindarles un cuidado tierno y alimentarlos. Asimismo exhortaría a los santos a cuidar de estos nuevos creyentes como si fueran sus propios hijos. Si todos hiciéramos esto, se produciría un gran cambio en nuestra vida de iglesia. Hoy en día tal vez llevemos nuestra vida de iglesia simplemente de forma rutinaria. Es posible que los ancianos únicamente programen la reunión de oración y dejen el resto de la semana para que los santos tengan reuniones de hogar y reuniones de grupos pequeños. También es posible que programen la reunión del día del Señor para que los santos participen de la mesa del Señor y compartan unos con otros. Sin embargo, esta situación entre nosotros puede seguir igual semana tras semana sin que verdaderamente avancemos hacia el recobro actual del Señor.

  Si hubiésemos sido conducidos a Cristo aparte de la influencia prevaleciente del cristianismo tradicional, nuestra vida de iglesia sería muy diferente. Supongamos que un grupo de nosotros fuera a tocar a las puertas de ciertas personas, les predicáramos el evangelio y las bautizáramos en el Dios Triuno. Luego continuamos reuniéndonos con ellas dos veces por semana, no de una manera formal, sino de una manera práctica y libre. Así, al abrirles la Biblia, les hablaríamos del proceso por el cual el Señor pasó para llegar a ser el Espíritu vivificante. Además de esto, les compartiríamos de cómo el Señor está en los cielos y al mismo tiempo en nosotros, es decir, en nuestro espíritu como el Espíritu vivificante. Después les enseñamos y las ayudamos a practicar el invocar el nombre del Señor. Al principio, tal vez invoquen con cierta indiferencia, pero al cabo de cierto tiempo de estar invocando el nombre del Señor, ellas empezarán a tener cierto sentir, cierta sensación interna. Así, después de estar visitándolas por dos meses, se producirá un gran cambio no sólo en sus conceptos, sino también en su andar diario y en su vida familiar. Una vez que esto suceda, podremos decirles que como hermanos cristianos que somos, debemos reunirnos en nuestra comunidad y, de este modo, podremos hacer que formen un grupo pequeño con otras tres o cuatro familias del vecindario, con quienes también hemos venido laborando. De este modo, podremos ayudarles a practicar apropiadamente las reuniones cristianas, y empezar a practicar la vida de iglesia con ellas. Podremos ayudarlas a que aprendan de nosotros, perfeccionándolas para que hagan lo mismo que nosotros hemos estado haciendo.

  No debemos decirles lo que un anciano es porque no queremos enseñarles nada prematuramente. Cuando los padres crían a sus hijos, sólo les dan a conocer ciertas cosas cuando están preparados para recibirlas y en la etapa apropiada de su crecimiento en vida. Después de cierto periodo de tiempo, los nuevos creyentes dirán que desean avanzar más con el Señor. En ese momento, cuando quizás hayan crecido en número a veinte o treinta, usted podrá ayudarles a comprender que ellos están en la iglesia que está en su localidad, y que en la iglesia se necesita que haya hermanos que ejerzan el liderazgo. Este grupo de cristianos estará en una situación que es completamente diferente del cristianismo tradicional de hoy. Ellos irán a tocar puertas para predicar el evangelio a las personas y luego saldrán para tener reuniones de hogar. Ellos irán a tocar a las puertas de sus parientes, de sus compañeros de clase y de sus colegas, y perfeccionarán a los nuevos que han bautizado para que hagan lo mismo que ellos han hecho. Todos ellos aprenderán a tener reuniones de hogar y reuniones de grupo, y aprenderán a profetizar, a hablar Cristo. Una iglesia así será la mejor iglesia de todas.

  Hace poco, en Taipéi, los hermanos emprendieron la obra de evangelizar toda la isla de Taiwán. Cinco equipos, con veinte santos en cada equipo, salieron a cinco ciudades para levantar la vida de iglesia. En menos de una semana de estar visitando a las personas puerta a puerta, ellos bautizaron a más de ciento veinte. En cada lugar lograron ganar a más de veinte nuevos creyentes. Al oír esto, me preocupó un poco que estuvieran bautizando a demasiadas personas sin tener suficientes nodrizas que pudieran cuidar de estos nuevos creyentes. Sin embargo, ellos me dijeron que, según su experiencia, sólo alrededor del cincuenta por ciento de las personas bautizadas permanecería, y que, por tanto, tratarían de bautizar a cincuenta en cada localidad. Después de dos semanas, dos hermanos de tiempo completo se quedarían en cada localidad para continuar visitando los hogares de todos los nuevos creyentes, y los dieciocho restantes irían a una nueva localidad para levantar otra iglesia. De este modo, desde el comienzo de su vida cristiana, estos nuevos creyentes serán introducidos en la manera bíblica de practicar la vida de iglesia. Todos los nuevos creyentes aprenderán a hacer lo mismo que han hecho los hermanos de tiempo completo para levantar la iglesia. Todos los días estos nuevos creyentes aprenderán algo nuevo que nunca antes han oído ni visto. Así pues, los veinte hermanos de tiempo completo laboran en cada localidad como modelos, y los nuevos creyentes aprenden de dichos modelos.

DEDICAR NUESTRAS VIDAS AL SEÑOR PARA SEGUIR EL CAMINO BÍBLICO

  Es posible que quienes llevemos bastantes años en la vida de iglesia nos envejezcamos; es por ello que todos necesitamos experimentar un nuevo comienzo. Quisiera rogarles a todos ustedes que se olviden de todo su conocimiento y formación tradicional que han recibido del cristianismo. Simplemente debemos practicar lo que la Biblia enseña. Si queremos practicar la manera bíblica, tenemos que empezar cada mañana con el Señor, a fin de ser avivados nuevamente (Lm. 3:22-23). Además de esto, debemos dedicar nuestras vidas al Señor. En el reciente entrenamiento de invierno sobre Levítico, vimos en Levítico 27 que el Señor desea que nosotros le dediquemos todo lo que somos y tenemos. Dedicar es una palabra más enfática que consagrar, pues implica hacer un voto al Señor. Debemos decirle al Señor: “Señor, hago un voto contigo para dedicar mi vida a Ti para seguir Tu camino bíblico”.

  Si queremos dedicar nuestra vida al Señor para seguir el camino bíblico, tenemos que visitar a las personas. Espero que todos dediquemos al Señor dos días a la semana, tres horas cada día, para visitar a las personas. El Señor ha hecho mucho por nosotros; a cambio, nosotros podemos dedicarle este tiempo. Debemos ser capaces de separar, santificar, seis horas al Señor cada semana. Podemos usar los fines de semana o las noches durante la semana para este propósito. A fin de hacer esto, debemos hacer un voto, diciendo: “Señor, a partir de hoy y delante de Ti hago el voto de darte tres horas, dos veces a la semana”. Esto lo haríamos además de asistir a las reuniones regulares de la iglesia. Al menos debemos tener una reunión de oración durante la semana y asistir a la reunión de la iglesia el día del Señor para participar de la mesa del Señor y hablar por el Señor. Si todos le diéramos al Señor seis horas a la semana para salir a visitar a las personas con el propósito de predicarles el evangelio, ciertamente con el tiempo ganaríamos a algunos nuevos creyentes. Si no logramos ganar a algunos nuevos creyentes la primera semana, lo lograremos la semana siguiente.

  Debemos visitar a las personas con el objetivo de que en un año tengamos para el Señor dos frutos que permanezcan. Ya sea que bauticemos a diez o a cinco personas en un año, debemos pedirle al Señor que al menos dos de ellas sean fruto que permanezca. Podemos salir dos veces a la semana, tres horas cada vez que salgamos, ya sea para bautizar a las personas o para alimentarlas, cuidarlas y enseñarles. Podemos salir para criar a los nuevos creyentes en Cristo y para ayudarlos a reunirse como un grupo pequeño. Debemos visitarlos repetidas veces para nutrirlos, cuidarlos con ternura y enseñarles continuamente. Las madres saben que criar a los hijos es una “dificultad que causa gozo”. Es difícil pero al mismo tiempo nos trae gozo. Una vez que hayamos cuidado de ciertos nuevos creyentes por dos meses, los amaremos como a nuestros propios hijos. Después de un año, ellos harán lo mismo que nosotros hicimos con ellos. En cada familia, a medida que los pequeños crecen, ellos imitan a sus padres. Todo lo que nosotros hagamos, también lo harán los nuevos creyentes. Todo lo que nosotros hablemos, ellos también lo hablarán.

  En el linaje humano la crianza de los niños no se lleva a cabo en reuniones grandes, sino en los hogares. En toda la tierra, en uno y otro hogar, se crían niños. Esto es un ejemplo, un tipo, de cómo los santos son “criados” para llegar a ser la iglesia. El Nuevo Testamento nos muestra que es en un hogar tras otro que los santos son criados para llegar a ser la iglesia. Si muchos de nosotros nos levantamos para visitar a las personas en sus hogares, estoy seguro de que el número en las iglesias se duplicará en tan sólo un año. Tengo la certeza de que todo el que dedique seis horas a la semana para visitar a las personas podrá tener cada año dos frutos que permanezcan.

  Supongamos que el cincuenta por ciento de los santos que se reúnen con nosotros deciden dedicar al Señor seis horas a la semana para este propósito. El otro cincuenta por ciento tal vez no sea capaz de salir por razones de salud, debilidad física o debido a su entorno, pero aun así pueden orar por aquellos que salen. Si cada uno de los hermanos que salen gana a dos personas nuevas al año, el número de santos en la iglesia se duplicará. Espero que muchos de nosotros tomemos la resolución de seguir este camino. He recibido informes de muchos lugares alrededor del mundo. En muchas iglesias los santos se están levantando para seguir el camino bíblico, y los resultados son muy alentadores. El camino bíblico para obtener el incremento de la iglesia consiste primeramente en visitar a las personas para predicarles el evangelio; segundo, en tener reuniones de hogar con los recién salvos; tercero, en tener reuniones de grupos pequeños; y cuarto, en traer a las reuniones de la iglesia a los nuevos creyentes que han sido bautizados, alimentados, cuidados y enseñados.

  Si las reuniones de la iglesia son demasiado grandes, muchos de los santos no tendrán la oportunidad de hablar por el Señor. Por esta razón, es bueno tener reuniones de sólo cincuenta santos el día del Señor. Si trescientos santos se reúnen el día del Señor en cierta localidad, ellos podrán dividirse en seis reuniones con cincuenta santos en cada reunión. El día del Señor, podremos tener una reunión para participar de la reunión de mesa del Señor y usar el resto del tiempo para que los santos practiquen 1 Corintios 14:26. Puesto que cada uno de los santos tiene algo, muchos de ellos compartirán. Si veinte santos hablan por tres minutos cada uno, en total tardarán una hora. Algunas veces el compartir puede ser más corto; pero si es demasiado corto, no será tan rico. Según nuestra experiencia, tres minutos es una buena cantidad de tiempo para hablar por el Señor. Esta cantidad de tiempo no es sólo para que compartan un testimonio o alaben al Señor, sino para que den un mensaje breve. Si los santos comparten de esta manera en las reuniones, se ministrarán a Cristo el uno al otro, y por medio de este hablar el Cuerpo será edificado orgánicamente.

  La predicación del evangelio, las reuniones de hogar y las reuniones de grupo son los pasos necesarios que prepararán a las personas plenamente para que sean introducidas en la vida de iglesia. Tenemos que aprovechar el día del Señor para tener una reunión de la iglesia porque muchas personas tienen libre el día del Señor. Puesto que la mayoría de los santos estarán más libres de sus ocupaciones el día del Señor, necesitamos que la iglesia se reúna, mas no como un grupo grande. Un grupo grande mayormente resulta conveniente para que una sola persona hable, no para que muchos de los santos hablen. A fin de practicar la reunión de 1 Corintios 14:26 —donde “cada uno [...] tiene”— se requiere tiempo. Lo mejor es tener reuniones de cincuenta a ochenta santos para que muchos puedan tener suficiente tiempo y la oportunidad para hablar por el Señor.

  Durante la semana los santos estarán libres para salir. Los santos que salgan no necesitan que los ancianos los organicen y dirijan. Simplemente pueden salir a visitar a las personas para que sean salvas. Luego pueden ir a tener reuniones de hogar con los nuevos creyentes y ayudarlos a reunirse en grupos pequeños. De este modo, las personas serán salvas, y también serán alimentadas, enseñadas e introducidas en las reuniones de la iglesia. Los nuevos creyentes aprenderán de nosotros en la manera en que les predicamos el evangelio, y en las reuniones de hogar y en las reuniones de grupo podemos enseñarles a hablar. Podemos decirles que no tenemos pastores o predicadores, sino que todos los santos se exhortan, alientan y consuelan unos a otros. Después de reunirnos con los nuevos creyentes por un periodo de seis meses, ellos habrán aprendido mucho. Lo que hemos compartido en comunión es conforme al principio de “criar” a los santos para que ellos lleguen a formar una iglesia y edifiquen el Cuerpo de Cristo.

  La manera bíblica de practicar la vida de iglesia nunca nos permitirá estar ociosos ni ser perezosos. Al contrario, nos mantendrá haciendo algo cada día por el Señor, y cada año podremos engendrar dos frutos que permanezcan para el Señor. Algunos podrían preguntar: “Supongamos que los ancianos en mi localidad no estuvieran de acuerdo con esto”. Debemos respetar a los ancianos, pero cada creyente tiene la libertad en el Espíritu que ningún anciano puede controlar. Si el Señor nos dirige, debemos visitar a las personas para predicarles el evangelio. Nadie puede criticar esto. Entonces podremos continuar visitando a quienes hemos bautizado para tener reuniones con ellos. Nosotros también podemos tener reuniones de grupo, y traer a los nuevos creyentes a las reuniones de la iglesia. Incluso si los ancianos no están de acuerdo con lo que hacemos, se sentirán contentos porque estamos trayendo personas nuevas a la iglesia. Si nos reunimos con los mismos hermanos por muchos años y nunca tenemos personas nuevas, quizás un día nos aburramos de vernos las caras. Un nuevo niño en una familia trae alegría a toda la familia. Así que todos los ancianos se sentirán agradecidos con los santos que traigan personas nuevas. Por lo tanto, no debemos sentirnos desanimados, desilusionados ni impedidos. En vez de ello, debemos seguir adelante con el Señor para llevar fruto que permanezca. El resultado convencerá a las personas.

EL PERFECCIONAMIENTO DE LOS SANTOS PARA LA OBRA DEL MINISTERIO

  El Señor necesita recobrar el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio. El Señor dio a las personas dotadas a Su Cuerpo para que los santos fuesen perfeccionados. Sin duda alguna hay un buen número de personas dotadas entre nosotros, que necesitan levantarse para perfeccionar a los santos. A fin de perfeccionar a otros, las personas dotadas deben practicar, y su práctica debe empezar con la predicación del evangelio, tocando a las puertas de los pecadores a fin de salvarlos. Cuando practicamos la manera bíblica, somos capacitados y tenemos la posición, la base, para perfeccionar a otros. Podemos pedirles a ciertos hermanos que nos acompañen a predicar el evangelio, a fin de que ellos sean perfeccionados. Si van con nosotros, ellos aprenderán de nosotros y espontáneamente los perfeccionaremos.

  En la iglesia en Taipéi, el salón dieciséis mantuvo por muchos años una asistencia de aproximadamente cien santos en las reuniones de la iglesia. Hoy en día la asistencia es de casi trescientos. Esto se debe a que los hermanos que llevan la delantera en el salón dieciséis salieron a visitar a los santos y perfeccionaron a muchos para que visitaran a otros. Necesitamos tener la práctica de que las personas dotadas perfeccionen a los santos. Las personas dotadas de entre nosotros no debieran estar ociosas ni dejar de usar sus dones. Ellas deben usar sus dones para perfeccionar a otros. Además, si aprendemos de las personas dotadas, de modo que seamos perfeccionados, después de unos cuantos meses podremos llegar a ser alguien que perfecciona a otros. En el recobro del Señor debe darse un mover práctico en el cual muchas personas dotadas perfeccionen a los santos, y después muchos santos perfeccionen a otros.

  En Efesios 4:16 Pablo recalca que todo el Cuerpo de Cristo causa el crecimiento del Cuerpo por medio de todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida. Las coyunturas suministran las riquezas de Cristo, y cada miembro ejerce su función conforme a su medida. Tenemos que llegar a esta condición. Debemos ver nuestra verdadera situación y entender cuál es nuestra verdadera necesidad. Necesitamos que los santos sean perfeccionados a fin de que hagan la obra del ministerio, la cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Ciertamente necesitamos que esta práctica bíblica empiece a darse entre nosotros.

  Todos debemos empezar a laborar con las personas. Cada miembro debe ejercer su función. Cuanto más ejerzamos nuestra función, más aprenderemos; y cuanto más aprendamos, más sabremos cómo ejercer nuestra función. Con el tiempo, todos los miembros del Cuerpo serán miembros que desempeñan su función, y por tanto, todos beneficiarán al Cuerpo. Entonces el Cuerpo será edificado. Una iglesia local es edificada por medio del crecimiento en número y por medio del crecimiento en vida. Una iglesia local debe crecer en número y también en vida. Si en una iglesia local no vemos el crecimiento numérico ni el crecimiento en vida, eso significa que a los ojos de Dios dicha iglesia está ociosa. Es por eso que debemos esforzarnos por practicar la manera bíblica. La obra del ministerio, el camino bíblico, no tiene como fin edificar una congregación local, sino edificar el Cuerpo orgánico de Cristo. Debemos dejar muy claro esta diferencia. Tenemos que seguir al Espíritu en nosotros a fin de edificar el Cuerpo de Cristo.

  En la obra del ministerio, primero tenemos que predicar el evangelio para salvar a los pecadores. Luego tenemos que cuidar tiernamente a los nuevos creyentes, alimentarlos y enseñarles, a fin de criarlos en Cristo (1 Ts. 2:7, 11; Jn. 21:15-17; Mt. 28:20). Por ocupados que estemos, espero que dediquemos al Señor seis horas a la semana para Su obra. Si hacemos esto, Él nos bendecirá de muchas maneras. Nos bendecirá con salud, en nuestras finanzas, en nuestra situación, en nuestro negocio y en nuestra profesión porque estamos ocupándonos de Sus intereses. Según la historia, el Señor siempre paga con bendición a todos aquellos que le dedican algo. Hoy el Señor necesita que le demos seis horas a la semana para servirle conforme al camino bíblico salvando a las personas en sus hogares, y luego yendo a sus hogares para alimentarlas y enseñarles. Si hacemos esto, veremos los resultados. Cada año cosecharemos dos frutos que permanecen. El Señor respaldará nuestra labor y respaldará nuestro voto.

  Si deseamos hacer la obra del ministerio, también debemos profetizar a fin de ministrar a Cristo con todas Sus riquezas para la edificación orgánica de la iglesia. Con el tiempo, aprenderemos cómo perfeccionar a otros para que hablen por el Señor. De este modo, todos los miembros de una iglesia local vendrán a ser profetas. Todos podrán hablar algo por el Señor y del Señor, a fin de impartirlo en otros. Profetizar es ministrar a Cristo con todas Sus riquezas en los demás miembros. Ésta es la edificación real y práctica del Cuerpo de Cristo de forma orgánica.

LOS MODELOS DE PERFECCIONAMIENTO

Los apóstoles

  Los modelos de perfeccionamiento son los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. En Hechos 20 Pablo les recordó a los ancianos de Éfeso lo que hizo cuando estuvo entre ellos. Esto significa que él quería que los ancianos hicieran lo mismo que él había hecho entre ellos. Él les dijo que se acordaran de cómo él los visitó por tres años, amonestando con lágrimas día y noche a todos los santos (v. 31). Les dijo que no había rehuido anunciarles todo el consejo de Dios (v. 27). También les recordó que les había enseñado públicamente y de casa en casa (v. 20). Fue así como el apóstol Pablo perfeccionó a los santos.

  En 1 Tesalonicenses Pablo se comparó a sí mismo a una nodriza (2:6-8) y a un padre que exhorta (2:11-12). Él era una madre que cuidaba con ternura y nutría a los santos, y también un padre que les enseñaba. Ésta es la manera en que debemos perfeccionar a los santos. Los hermanos dotados que están entre nosotros deben realizar la labor de cuidar con ternura y alimentar a los santos como una madre, y la labor de exhortarlos, amonestarlos, enseñarles e instruirlos como un padre. Debemos tener muchos padres y madres en las iglesias. Debemos seguir al Señor para salir a visitar a otros como una madre y un padre. Hay muchos santos entre nosotros que por muchos años no asisten a las reuniones de la iglesia. Todos estos queridos hermanos necesitan que los alimentemos. No debemos ir a visitarlos y decirles: “No te he visto por mucho tiempo. Por favor, ven a la reunión”. Tenemos que alimentarlos y aprovechar la oportunidad para darles algunas instrucciones que les ayuden. Tenemos que recobrar a los queridos hermanos de entre nosotros que tienen muchos años de no asistir a las reuniones. Pablo dijo que su afecto por los santos era tal que se complacía en entregarles no sólo el evangelio, sino también su propia alma (1 Ts. 2:8). Todos debemos realizar esta clase de labor. Algunos quizás se pregunten si Pablo estaba realizando la obra de un apóstol, la de un profeta, la de un evangelista o la de un pastor y maestro. Mi respuesta es que no sé, ni tampoco me interesa. Lo que sí me importa es que nosotros hagamos la misma obra que hizo Pablo.

  En esta comunión hemos visto en qué consiste la obra del ministerio. Si no respondemos a esta comunión y el Señor regresa, es posible que Él nos diga que somos esclavos perezosos, y nos eche a las tinieblas de afuera por un periodo de tiempo (Mt. 25:26, 30). No basta con que simplemente sepamos lo que hacen las personas dotadas. Muchos pecadores necesitan ser salvos, y muchos santos que han retrocedido necesitan ser recobrados. Tenemos que cooperar con el Señor para llevar a cabo Su obra. También tenemos que proclamar a Cristo e impartirlo en otros, ministrando las riquezas de Cristo en otros cada vez que la iglesia se reúna. Es preciso que se produzca tal avivamiento entre todas las iglesias. Tenemos que cumplir con nuestra responsabilidad y nuestro deber. Hoy nuestro deber consiste en perfeccionar a otros. Tenemos que salvar a las personas, nutrirlas, enseñarles, ayudarles a crecer e introducirlas en las reuniones de la iglesia. Esto no tiene nada que ver con edificar una congregación, sino con edificar el Cuerpo de Cristo de una manera orgánica.

Los profetas

  Podemos ver un modelo de lo que es profetizar en 1 Corintios 14. El versículo 3 dice: “El que profetiza habla a los hombres para edificación, aliento y consolación”. Esto es un modelo. En los versículos 24 y 25, él dice que el profetizar convence a las personas y las examina. Cuando hablamos la palabra con una motivación pura sin la intención de juzgar a los demás, nuestras palabras serán usadas por el Señor para convencerlos y examinarlos, y para hacerles manifiesta su condición. Una vez que su condición les sea manifestada, ellos reconocerán que Dios está entre nosotros. Si Dios no estuviera entre nosotros, ¿cómo podría la condición de un incrédulo o un indocto serle manifestada a él si ni siquiera lo conocemos? Esta manera de profetizar ministra a Dios a los oyentes y los conduce a Dios.

Los evangelistas

  Hechos 8 nos presenta un modelo de los evangelistas. El versículo 4 dice que todos los santos de Jerusalén que fueron esparcidos, fueron por todas partes a predicar el evangelio. Ciertamente su predicación incluía el hecho de visitar a las personas. Estos santos no tenían un salón de reuniones donde reunir a una multitud para predicarles el evangelio. Ellos fueron por todas partes visitando a las personas y llevándoles las buenas nuevas. Felipe el evangelista también fue a predicar el evangelio (v. 5). Mientras iba en el camino, le predicó el evangelio a un eunuco etíope y lo bautizó. Él no lo bautizó en un baptisterio, sino en un lugar donde había agua cerca del camino. Los bautismos de los primeros creyentes no tenían reglas ni eran rituales. Ellos hicieron lo que resultara más conveniente en el lugar donde estaban.

Los pastores y maestros

  Las Escrituras también nos muestran el modelo de los pastores y maestros. La conversación que el Señor tuvo con Pedro en Juan 21:15-17 nos muestra que si nosotros amamos al Señor, debemos apacentar Sus corderos, pastorear Sus ovejas y apacentar Sus ovejas. En Mateo 28:20 el Señor les encargó a los discípulos que enseñaran a aquellos que habían sido bautizados. Ellos debían enseñarles que guardaran todo lo que el Señor les había mandado. Ésta es la obra de perfeccionamiento que realizan los pastores y maestros.

  Debemos cooperar con el Señor para salir a visitar a las personas. Los resultados dependerán de Él. Espero que muchos de nosotros hagamos un voto con el Señor para dedicarle seis horas a la semana para seguir el camino bíblico a fin de que el Señor pueda edificar Su Cuerpo orgánico.

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