Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Economía de Dios, La»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21 22 23 24
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO OCHO

TRATANDO CON EL CORAZON Y CON EL ESPIRITU

  Ya hemos visto la definición y función del corazón, del espíritu y del alma. Nuestra relación con el Señor siempre es iniciada y mantenida por medio del corazón. Por supuesto, tener contacto con el Señor es un asunto del espíritu, sin embargo esto debe ser iniciado y mantenido por el corazón, pues nuestro corazón es la puerta de todo nuestro ser. Un edificio con muchas habitaciones siempre tiene una entrada y una salida; una persona ingresa por la entrada y abandona el edificio por la salida. Cuando la entrada está cerrada, todos quedan excluidos de las habitaciones que están dentro del edificio, pero una vez que la puerta es abierta, la gente puede entrar al edificio y disfrutar cada cuarto.

  El corazón no es una parte separada y exclusiva de nuestro ser, sino que está compuesto de todas las partes del alma y una parte del espíritu. Por lo tanto, teniendo tal composición, el corazón llega a ser la puerta misma de todo nuestro ser. En otras palabras, el corazón llega a ser tanto la entrada como la salida de nuestro ser. Todo lo que entre en nosotros debe entrar por nuestro corazón. Todo lo que salga de nosotros debe salir por el corazón.

  Por ejemplo, si nuestro corazón no está alerta, mientras escuchamos un mensaje, no obtendremos la substancia de éste. O cuando leamos, no recibiremos nada si nuestro corazón no está atento al contenido. Aun mientras comemos, si no tenemos ganas de comer, no le tomaremos sabor a la comida. Esto prueba que el corazón es el órgano regulador. Para controlar todo el edificio, debemos tener la capacidad de cerrar o de abrir la puerta. Así que en el corazón existe el poder para cerrar o abrir la puerta.

  Por esta razón la predicación del evangelio se debe llevar a cabo bajo la dirección del Espíritu Santo para que pueda conmover el corazón humano. La manera más eficaz de predicar el evangelio es tocar el corazón humano. Si uno puede llegar hasta el corazón, muchas personas pueden ser ganadas. Esta es la razón por la cual los incrédulos se endurecen y cierran su corazón a la predicación del evangelio. No importa cuánto prediquemos, una vez que ellos cierran su corazón no podemos tocarlos. No podemos ministrar nada dentro de ellos, debido a que su “entrada” está cerrada. Si vamos a predicar de manera eficaz, debemos hallar la manera de penetrar la entrada. El mejor predicador es aquel que halla la llave para abrir el corazón.

  Aun el Señor mismo nos atrae mediante nuestro corazón. El no estimula primero nuestro espíritu. La mujer buscadora, en el mismo comienzo del Cantar de los Cantares de Salomón, pide al Señor que la atraiga con Su amor para que ella lo ame. El Señor viene para tocar nuestro corazón con Su amor. Es por esto que, después de la resurrección, el Señor le preguntó a Pedro: “¿Me amas?” (Jn. 21). El amor del Señor es la mejor manera de abrir la puerta del corazón. Por lo tanto, la manera más eficaz de abrir el corazón es predicar el amor de Dios. Una vez que se abre el corazón, es muy fácil que el Espíritu Santo toque el espíritu y todas las partes del ser del hombre. Esto es verdad no sólo en la predicación del evangelio, sino también en el ministerio de la enseñanza cristiana.

TRATANDO CON EL CORAZON

  Por esta razón debemos tratar con nuestro corazón para que podamos tener una relación apropiada con el Señor. ¿Cómo podemos tratar con nuestro corazón? Digo de nuevo, es muy sencillo. La Escritura dice: “Bienaventurados los de corazón puro” (Mt. 5:8). Algunos traductores han cambiado la palabra “puro” por “limpio”, quedando así: “de corazón limpio”. Pero la palabra “limpio” no es adecuada. No es solamente un asunto de un corazón limpio, sino de un corazón puro. Puede que estemos limpios, pero aleados, y por consiguiente no estemos puros. Estar aleado no significa estar sucio, sino tener más de una meta y un propósito.

  Este es el problema de muchos hermanos y muchas hermanas. Ellos piensan que no hay nada incorrecto en sus corazones debido a que ellos están limpios y sin condenación. Sin embargo ellos no son puros, debido a que tienen más de una meta, más de un propósito. Es cierto, tienen como meta a Dios, pero al mismo tiempo tienen como meta otras cosas. Tal vez tengan como meta a Dios y al mismo tiempo un doctorado. Que ellos tengan dos cosas como meta, quiere decir que están revueltos y complicados. Por ejemplo, no podemos observar dos cosas al mismo tiempo con nuestros ojos. Si tratamos de mirar dos cosas al mismo tiempo, las veremos borrosas.

  ¿Cuál es la razón por la cual algunos dicen que no están seguros acerca de la voluntad de Dios? Es que tienen dos metas, dos propósitos. Muchos hermanos y hermanas tienen más de dos metas. Tienen como meta muchas cosas. Ellos sí están buscando tener más del Señor, pero al mismo tiempo están buscando otras cosas, tales como su propia posición y su propia carrera. ¿Cómo pueden ellos evitar ser confundidos y enredados? Su corazón debe ser purificado de tantas ambiciones a fin de que el Señor mismo sea su única meta.

  Incluso muchos obreros cristianos tienen demasiadas metas. Un hermano testificó que él tenía una gran meta: el quería ser el predicador más grande de su denominación. Su corazón era limpio, pero él mismo no era puro. Su corazón debe ser purificado hasta que él tenga una sola meta: el Señor mismo. Algunos obreros cristianos tienen al Señor mismo y Su obra como meta. Tienen dos metas. Ellos necesitan purificar su corazón hasta que ellos no busquen otra cosa como meta que al Señor mismo. Su propósito, meta e interés solamente debe ser el Señor mismo. Cuando ellos no busquen absolutamente ninguna otra cosa sino al Señor, su corazón será puro; y si ellos tienen tal corazón puro, el “cielo” les quedaría no solamente abierto sino muy despejado. Algunas veces el cielo está abierto pero nublado. ¿Por qué el cielo espiritual está nublado? Debido a que el corazón está aleado y no es puro. Cuando el corazón es purificado de muchas metas, el cielo se despeja.

  Otro término que la Biblia usa para describir al corazón es “sencillez”, “sencillez de corazón”. Algunas versiones traducen sencillez como simplicidad, “simplicidad de corazón”. Sencillez de corazón significa ser simple. Ser simple significa, en cierto sentido, ser tonto. Aquellos que realmente aman al Señor y que le tienen como meta son cierta clase de tontos. ¡Todos debemos ser cristianos tontos! Esto significa: “Yo no sé nada, solamente conozco a Jesús. En todo lo que hago, sólo conozco a Jesús”. Adondequiera que voy, solamente conozco a Jesús. No debemos tratar de ser listos. Solamente tenemos un camino, el camino estrecho de Jesús. La gente dirá: “Usted es tonto”, sin embargo debemos estar contentos de ser tan tontos. Esto es simplicidad.

  Veamos tres pasajes bíblicos que se refieren a la pureza del corazón: Salmos 73:1, Mateo 5:8 y 2 Timoteo 2:22. La última referencia nos muestra que aunque las iglesias se estén deteriorando, debemos buscar al Señor con un corazón puro y orar junto con aquellos que tengan un corazón puro. Existen por lo menos tres versículos que se refieren a la sencillez de corazón: Hechos 2:46, Efesios 6:5 y Colosenses 3:22. Si deseamos buscar y servir al Señor, debemos tratar con estos dos asuntos: ser puros y sencillos de corazón. Debemos aprender a tener no solamente un corazón limpio y recto, sino un corazón puro y sencillo. Si tratamos con nuestro corazón en tal manera, todo nuestro ser será abierto al Señor, debido a que la puerta estará abierta. Esto no es doctrina, sino simplemente instrucciones acerca de cómo tratar con el corazón, para que de esta manera el Señor posea todo nuestro ser.

TRATANDO CON LA CONCIENCIA

  De nuevo, repito: El Señor primeramente debe atraernos por medio de Su amor. A fin de abrir nuestro corazón, El lo toca con Su amor. Luego, inmediatamente después de tratar con el corazón, la conciencia debe ser tratada. En la presencia del Señor, primero se debe tratar con el corazón y luego con la conciencia. Si somos puros y sencillos en nuestro corazón, la función de nuestra conciencia inmediatamente será muy aguda y alerta. Tal vez mientras estemos leyendo este libro, no tengamos el sentimiento de que estamos equivocados y que hemos cometido errores; pero cuando tratemos con nuestro corazón y lo hagamos puro y sencillo, la conciencia funcionará de una manera plena. Nuestra conciencia comenzará a acusarnos, haciendo que confesemos y que tratemos con ella. Esto hará que esté nuestra “conciencia sin ofensa”. Pablo dijo que él se había ejercitado para tener una “conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch. 24:16). “Una conciencia sin ofensa” significa que está libre de cualquier clase de ofensa o acusación.

  A fin de conocer la diferencia que existe entre nuestra alma y nuestro espíritu, necesitamos una conciencia aguda. Sin embargo, esto es difícil cuando razonamos con nuestro intelecto. Usted dice: “Bueno, yo estoy equivocado un diez por ciento, pero aquel hermano se equivocó conmigo cien por ciento. Así que él me debe un balance de noventa por ciento”. Esto no es otra cosa que hacer cálculos mentales en el alma. Mientras estamos razonando lógicamente en el alma, hay algo más profundo en nosotros que dice: “No importa cuánto él te debe, tú tienes que tratar con ese diez por ciento”.

  La cuenta espiritual no es como la cuenta en el banco. La cuenta en el banco tiene crédito, débito y balance; pero la cuenta en el espíritu sólo tiene una columna, el débito. No importa cuánto crédito tengamos, mientras tengamos un débito, debemos tratar con ello. Supongamos que yo le robé a usted un reloj, y que usted me robó un automóvil. Entendemos claramente lo que cada uno de nosotros robó. Pero un día la conciencia funciona: “Tienes que tratar con el asunto del artículo robado”. Por supuesto, si yo solamente estuviera haciendo el balance de una cuenta en el banco, yo razonaría: “Este reloj cuesta $100 y ese carro cuesta $2000, así que ese hombre me debe $1900. No es necesario que yo trate con mi conciencia; en vez de eso, yo debería reclamar la diferencia”. Pero la cuenta espiritual no funciona de esa manera. La cuenta espiritual requiere que yo me olvide de cuánto la otra persona me debe y que yo trate con los $100. Incluso debo pedirle disculpas al hombre y decirle: “Amigo, discúlpeme. Para mí, robar es pecaminoso. Aquí está el reloj robado; se lo regreso ahora”. ¡No debo decir ni una palabra acerca de aquel automóvil! No tengo derecho a mencionarlo. Sólo el Espíritu Santo tiene el derecho de decirle algo a él. En la cuenta celestial, solamente hay una columna, no dos.

  ¿Ve usted el punto? Si usted está discutiendo y razonando, usted simplemente está en la mente, no en el espíritu.

  Para mostrar esto con más detalle, supongamos que el Espíritu Santo está obrando en su espíritu, pidiéndole a usted que conteste el llamamiento del Señor. Sin embargo, una gran cantidad de razonamientos inundan su mente: ¿Qué de mi esposa? ¿Qué de mis hijos? ¿Qué de la educación de ellos? Todavía tengo a mi madre, y ya tiene 80 años de edad. Es mejor esperar un poquito más. Después que ella muera, será el momento apropiado para que yo conteste el llamamiento del Señor. Esto no es otra cosa que argumentos y raciocinios en el intelecto del alma. Usted es muy lógico, razonable, y correcto, pero todavía está el llamamiento del Señor en lo profundo de su espíritu.

  Es muy fácil entender la diferencia que existe entre el alma y el espíritu, pero el problema es que todo nuestro ser puede todavía estar cerrado, pues nuestro corazón todavía no se ha abierto. Debemos decir esto una y otra vez: tenemos que abrir nuestro corazón. Cuando tratemos con nuestro corazón, de modo que sea puro y sencillo, entonces nuestra conciencia será muy aguda, para dar a conocer muchas acusaciones y ofensas. Entonces nuestra conciencia sólo podrá ser corregida por medio de la confesión y por medio de aplicar el rociamiento, la limpieza, de la sangre del Señor (He. 9:14).

  Cuando nuestra conciencia sea purificada, serviremos al Dios vivo. Dios es un Dios vivo, sin embargo, El no es un Dios vivo para nosotros cuando nuestra conciencia está llena de ofensas. Cuando esto sucede, tenemos a Dios sólo de nombre; pero cuando nuestra conciencia ha sido limpiada por medio de la sangre, sentimos que Dios es muy viviente. Algunas veces parece como si Dios no fuera viviente y verdadero; El es como un título, DIOS, y ya. Esto sucede cuando nuestra conciencia está desgastada y llena de ofensas; necesita ser tratada por medio de la confesión y la limpieza.

  Entonces tendremos una conciencia pura. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que él servía a Dios con una conciencia pura; no sólo una conciencia limpia, sino una conciencia sin mixtura ni sombra (2 Ti. 1:3). Una acusación en nuestra conciencia, la hace oscura y opaca, obstaculizando nuestra comunión con el Señor.

  Una conciencia pura también es una buena conciencia (1 Ti. 1:5, 19 y 1 P. 3:16, 21). Una buena conciencia es una conciencia que ha sido limpiada y purificada. Es recta y transparente, sin ninguna sombra. Una conciencia en tal condición nos introducirá en la presencia del Señor. No hay ninguna barrera entre nosotros y El debido a que la conciencia ha sido limpiada y purificada.

TRATANDO CON LA COMUNION

  Después de tratar con la conciencia, la facultad de la comunión en nuestro espíritu debe ser tratada, como se ve en 1 Juan 1:1-7. La comunión entre nosotros y Dios es mantenida por medio de una buena conciencia. Cuando la conciencia es ofendida, llega a ser una barrera y daña nuestra comunión con el Señor; por lo tanto, según 1 Juan 1:9, debemos confesar nuestras faltas, nuestros fracasos y nuestros pecados para que la sangre de nuestro Señor Jesús limpie nuestra conciencia. Entonces no habrá condenación en nuestra conciencia que obstaculice nuestra comunión con el Señor. Hablando con propiedad, nuestra comunión depende de cuánto tratamos con nuestra conciencia; es mantenida por medio de una conciencia pura. Por lo tanto, estos dos tratos en realidad son uno, puesto que tratar con nuestra conciencia es tratar con la comunión. La comunión se mantendrá si no hay nada incorrecto en nuestra conciencia. Si se rompe nuestra comunión con el Señor, significa que nuestra conciencia está incorrecta. Cuando nuestra conciencia no es pura ni transparente, la comunión se pierde, y solamente puede ser restablecida cuando nuestra conciencia es recobrada.

TRATANDO CON LA INTUICION

  Ahora venimos al asunto de la intuición. Así como la comunión sigue a la conciencia, asimismo la intuición sigue a la comunión. Si hay algo incorrecto en la conciencia, se rompe la comunión, y cuando se corta la comunión, la intuición no funciona. Por lo tanto, tratar con la conciencia es básico. Una conciencia transparente nos introducirá en la presencia del Señor, produciendo una comunión viviente con El. Por medio de esta comunión viviente, es muy fácil que nuestro espíritu perciba directamente la voluntad de Dios: ésta es la función de la intuición. Esta función depende completamente de una comunión perfecta. Cuando nuestra comunión es perfecta, la intuición funciona apropiadamente. Cuando se rompe nuestra comunión con el Señor, automáticamente la intuición deja de funcionar, y solamente puede ser recobrada mediante una comunión restaurada.

  Primera Juan 2:27 es una palabra muy importante, la cual la mayoría de nosotros descuidamos. Este versículo dice que la unción permanece en nosotros. La unción es el obrar del Espíritu Santo dentro de nuestro espíritu, dándonos un sentir directo de Dios. Ese sentir directo es la intuición. Primera Juan, capítulo uno, indica que la comunión se guarda o se mantiene por medio de la sangre. El capítulo dos indica que la intuición obra por medio de la unción interior del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo nos unge, por medio de moverse en nuestro espíritu, recibimos un sentir directo de la intuición.

  Por medio de la intuición dentro de nuestro espíritu, tenemos un conocimiento interior, no un entendimiento mental. El conocimiento interior está en nuestro espíritu, mientras que el entendimiento está en nuestra mente; y el conocimiento interior en nuestro espíritu siempre precede al entendimiento en nuestra mente. En otras palabras, cuando el Espíritu Santo unge nuestro espíritu, recibimos un sentir directo en nuestra intuición. Por medio de la intuición, la cual está dentro de nuestro espíritu, tenemos un conocimiento interior, percibiendo algo que procede de Dios. Sin embargo, todavía necesitamos la mente para entender lo que sentimos en el espíritu. A veces solamente podemos saber algo en el espíritu, pero no podemos entenderlo con la mente. Parece que es un lenguaje celestial, y que el mundo no sabe de qué estamos hablando. El entendimiento en la mente funciona sólo para interpretar lo que nuestro espíritu siente como conocimiento interior. Nuestra mente iluminada y renovada interpretará lo que sintamos en la intuición de nuestro espíritu.

  Digámoslo de esta manera: A veces en la mañana mientras estamos leyendo la Palabra y orando, espontáneamente sentimos una carga en lo profundo de nuestro espíritu, una carga tan pesada y tan profunda que no podemos entender lo que es. Tenemos que acudir al Señor para poder tener entendimiento acerca de esta carga. Poco a poco durante el día, empezamos a entender con nuestra mente lo que está en el espíritu. En la mañana sentimos la carga o el conocimiento interior por medio de la intuición que está en nuestro espíritu, pero durante el día gradualmente recibimos la interpretación de ello en nuestra mente.

  Como resumen, 1 Juan 1 revela que debe mantenerse la comunión, y 1 Juan 2, especialmente el versículo 27, muestra que la intuición debe ser estimulada o ungida por el Espíritu Santo. Pero tanto la comunión como la intuición dependen completamente del hecho de que hayamos tratado con la conciencia. Por medio de tratar este asunto de esta manera, podemos obtener una conciencia pura y transparente, la cual nos permitirá una perfecta comunión con el Señor. Esto resultará en la función de la intuición, debido a que el Espíritu Santo tendrá manera de moverse y de ungir nuestro espíritu. De nuevo decimos, todas estas cosas deben ser puestas en práctica diariamente. Día tras día debemos tratar con nuestro corazón, nuestra conciencia, nuestra comunión y nuestra intuición.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración